«« | »» |
Guerra total en Pakistán |
Caos y crisis humanitaria
Obama dio la orden de "eliminar" a los talibanes
Como consecuencia de la "triple alianza" firmada con Obama en Washington (en la cual se incluye Afganistán) el gobierno de Pakistán dio la orden el viernes de "eliminar" la subversión talibán, profundizando y ampliando las operaciones militares orientada a desactivar la rebelión que ya ha causado más de dos centenares de muertos, mientras centenares de miles huyen del conflicto en un país en caos que ya muestra los primeros síntomas de una catástrofe humanitaria. Las consecuencias inmediatas de la orden impartida por Washington a los presidentes títeres de Pakistán y Afganistán, se traduce -en ambos países- en una intensificación de las operaciones y bombardeos militares que se lanzan indiscriminadamente sobre las poblaciones civiles.
Bajo presión directa de EEUU, el débil gobierno pakistaní (luego de la reunión con Obama en Washington) resolvió salir de su pasividad y lanzar una operación militar de alto espectro para tratar de terminar con la "infección taliban", que convierte a su territorio en una ampliación del conflicto de Afganistán.
"El Gobierno ha decidido no doblegarse ante los terroristas", manifestó anoche el primer ministro paquistaní, Yusuf Raza Gilani. En un mensaje televisado a la nación, Gilani anunció que ha encargado "al Ejército que elimine a los militantes" y solicitó el apoyo de los paquistaníes en esa guerra.
"Con el objetivo de restaurar el honor y la dignidad de nuestra madre patria y para proteger al pueblo, las Fuerzas Armadas han sido convocadas para eliminar a los milicianos y terroristas", señaló el primer ministro, luego de impartida la orden para una operación en gran escala contra la fuerzas talibanes que controlan la región de Swat.
Ante tales muestras de "energía eliminatoria" por parte de Islamabad, los analistas estadounidenses y europeos dudaban este viernes del éxito de la operación, habida cuenta de que la maquinaria militar de la OTAN y EEUU juntos no pudieron terminar con los talibanes en Afganistán, quienes -según informes de observadores internacionales- ya controlan más del 70% del país.
Poco antes del discurso del primer ministro Gilani, el jefe del Estado Mayor, general Ashfaq Kiyani, reconoció en una reunión con sus comandantes la "gravedad de la amenaza interna".
Hay que recordar que el ejercito pakistaní (equipado y entrenado por EEUU, y que recibe órdenes directas del Pentágono por encima de las decisiones del gobierno civil) había realizado lobby en Washington para que la administración de Islamabab diera la orden de una operación en gran escala.
Kiyani declaró que el Ejército utilizará "todos los recursos necesarios para asegurar un triunfo decisivo sobre los combatientes islamistas".
En la práctica, el "acuerdo" con los talibanes de Swat (trazado por el gobierno) ya estaba terminado y los militares habían puesto en marcha una operación, que afirman ya ha dejado más de 200 "insurgentes" muertos.
La nueva operación de "guerra total", según estiman analistas locales, incluye el envío de tres divisiones militares a la zona en conflicto, situada en la Provincia de la Frontera Noroccidental (NWFP, en sus siglas inglesas).
La llegada esas divisiones blindadas con 15.000 soldados, duplicará las fuerzas sobre el terreno, y permitirá -según medios pakistaníes- cerrar todos los accesos y cortar las vías de suministros en la región donde los talibanes se han hecho fuertes.
La orden, largamente pedida y esperada por el ejército, significa una inmediata ampliación de las operaciones militares que desde hace doce días tratan de frenar el avance talibán a partir de su bastión en el valle de Swat.
Luego del anuncio de la escalada militar, la secretaria de Estado USA, Hillary Clinton, elogió los esfuerzos de las autoridades paquistaníes en la lucha contra los milicianos. "Estoy bastante impresionada por las acciones que ha emprendido el Gobierno paquistaní", señaló.
"Se pidió acción y ha habido acción", afirmó la jefa de la diplomacia estadounidense revelando crudamente la orden impartida por Obama desde Washington.
Hillary Clinton, que durante su frustrada campaña presidencial prometió terminar con "terrorismo" en Afganistán y Pakistán, se reunió el jueves en el Departamento de Estado con el presidente de Pakistán, Asif Alí Zardari, y el de Afganistán, Hamid Karzai, con el fin de reforzar su cooperación en la lucha contra los talibán. Tras las reuniones, la secretaria de Estado aseguró que éstas han producido "signos tempranos muy prometedores".
El gobierno de Islamab, debilitado y sin poder, había firmado con los talibanes un "acuerdo de paz" en el valle de Suat que permitía el establecimiento de la ley islámica en la región.
El acuerdo duró lo que una mariposa, y comenzó a desplomarse el mes pasado cuando columnas de combatientes del Talibán en el valle de Suat avanzaron hacia Buner, un distrito vecino ubicado a solo 100 kilómetros de Islamabad.
EEUU, por medio de su secretaria de Estado, Hillary Clinton, habían comenzado un movimiento internacional de presión contra la administración civil pakistaní a la que acusó de "impotente" para detener al "terrorismo" talibán.
Para el Departamento de Estado y algunas usinas conservadoras, en los últimos días los talibanes ya consiguieron "anarquizar" el país convirtiéndolo en un teatro operativo de la "guerra contraterrorista" que traslada el escenario afgano a Pakistán.
De obediente “peón” geopolítico y militar de la estrategia USA en la región, Pakistán se convirtió en un aliado "inestable" y peligroso para Washington que observa vacío de poder e "impotencia" del gobierno para coordinar una acción armada eficiente contra el avance del "terrorismo" Talibán.
Mientras crecían las versiones (y el temor) de que los talibanes pudiesen llegar a tomar el control de las armas nucleares paquistaníes, el presidente Barack Obama se reunió el miércoles con sus pares de Pakistán, Asif Ali Zardari, y de Afganistán, Hamid Karzai, para coordinar de forma tripartita lo que definieron como "la lucha contra Al Qaeda y sus aliados extremistas".
"La seguridad de Pakistán, Afganistán y EE.UU. están ligadas", afirmó Obama en declaraciones a la prensa.
Durante el encuentro con Karzai, donde también participó el presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, Obama redobló sus reclamos de más presencia militar en la zona, llamando a "trabajar juntos con renovado sentido de sociedad para compartir inteligencia y coordinar esfuerzos para aislar y atacar a nuestro enemigo común".
Este viernes, mientras los aviones paquistaníes bombardeaban las posiciones de los talibanes en Swat, decenas de miles de civiles huían de la zona que permanece anarquizada y en estado de caos.
Las organizaciones internacionales contabilizan cientos de miles de desplazados por combates anteriores entre el Gobierno y los islamistas, y las agencias de ayuda afirmaron que el nuevo éxodo masivo estaba intensificando la crisis humanitaria.
El Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) expresó su profunda preocupación por la seguridad de los desplazados por los combates, mientras el Comité Internacional de la Cruz Roja también advirtió de una intensificación de la crisis humanitaria.
La Organización de las Naciones Unidas indicó que medió millón de personas ya han huido del área del Valle de Swat, en el noroeste de Pakistán, y otra decena de miles tratan de huir de los bombardeos lanzados el viernes luego luego de la orden de ataque del gobierno pakistaní.
La población que huye de los combates cuenta a las agencias de noticias internacionales que se han sembrado minas y establecido controles en las carreteras para dificultar su salida.
De acuerdo con lo que muchos ya llaman la "nueva doctrina Obama" (que en realidad es la vieja doctrina Bush) Washington impulsa como principal objetivo que Afganistán y Pakistán se unan en la guerra contra Al Qaeda y los talibanes y que lo mejor es ayudarlos a que "cooperen entre ellos".
"La confianza que se necesita para que esta relación (entre Pakistán y Afganistán) se transforme en una cooperación tangible ha comenzado a progresar", dijo el jueves la secretaria de Estado Hillary Clinton. "Y creo que las reuniones de hoy serán un nuevo paso en ese camino".
Las consecuencias inmediatas de la orden impartida por Washington a los presidentes títeres de Pakistán y Afganistán, ya se traduce -en ambos países- en una intensificación de las operaciones y bombardeos militares que se lanzan indiscriminadamente sobre las poblaciones civiles.
En una correcta lectura castrense, "eliminar" a los talibanes significa barrer el área con misiles y su emergente inmediato: La masacre de civiles, incluidos mujeres y niños, como en Afganistán, donde tras el ataque aéreo de EEUU ya se contabilizan oficialmente más de 147 cadáveres.
De eso se trata, y no de otra cosa, se trata de "la lucha contra Al Qaeda y sus aliados extremistas" emprendida por el gobierno de Obama en Pakistán y Afganistán.
Y de eso, solo de eso, se trata la aplicación del "sueño americano de Obama" que los analistas asalariados del sistema (como siempre ignorantes y cómplices) promocionaron a escala global.
(continue: Masacre en Afganistán)
(continue: El nuevo paraíso de Swat)
(continue: Revelaciones sobre Afganistán)
(continue)

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, multitud, politica, violencia.
Clinton causó un escándalo diplomático cuando acusó a Islamabad de “abdicar ante el Talibán y los extremistas”. La secretaria dijo que el incipiente gobierno del Partido Popular de Pakistán afrontaba una “amenaza existencial” de los militantes islamistas, y que este país podría entonces convertirse en una “peligro mortal” para Estados Unidos y otros países.
Los comentarios de Clinton fueron similares a los hechos por el asesor clave del Comando Central de las fuerzas de Estados Unidos, David Kilcullen, citado por el diario The Washington Post en marzo, quiena firmó que Pakistán podría colapsar en menos de seis meses.
Consultado sobre si pensaba que Pakistán era el “frente central” en la “guerra contra el terrorismo”, Kilcullen respondió que si Islamabad colapsaba, la red extremista Al Qaeda podría tomar el control y adquirir armas atómicas.
“Pakistán tiene 173 millones de habitantes, 100 armas nucleares, un ejército mayor que el de Estados Unidos y a las bases de Al Qaeda en dos tercios del territorio que el gobierno no controla”, afirmó.
“Los militares, la policía y los servicios de inteligencia no siguen las órdenes del gobierno civil. Son esencialmente un estado hostil dentro del Estado. Ahora estamos alcanzando el punto en el que en uno seis meses podríamos presenciar el colapso del Estado pakistaní, también por causa de la crisis financiera mundial, que exacerbó todos esos problemas”, añadió.
Pero el analista pakistaní Hasan Askari Rizvi, experto en temas de defensa, minimizó estos temores y señaló que Estados Unidos está contemplando el peor escenario, que nunca va a ocurrir. En conversación telefónica con IPS desde Lahore, Rizvi dijo que la existencia de Pakistán no estaba en peligro inminente, pero alertó que este país podría entrar en una “fase sangrienta” en los próximos seis meses.
Muchos en Pakistán vieron el acuerdo firmado entre el gobierno de la Provincia de la Frontera Noroccidental y el TTP el 16 de febrero como una entrega de Malakand a los talibanes pakistaníes.
El presidente Asif Ali Zardari se mostró renuente a firmar el proyecto de ley que permitía la implementación de la shariá, y recién la aprobó el 13 de abril.
En los últimos dos años, los militantes del TTP establecieron un efectivo control sobre el valle de Swat, a 160 kilómetros de Islamabad, desafiando a más de 20.000 soldados de las fuerzas pakistaníes desplegados allí como parte de la guerra conjunta con Estados Unidos contra grupos radicales en Afganistán.
El TTP, que había bombardeado más de 200 escuelas, impide ahora que las niñas asistan a clases, además de restringir los empleos para las mujeres y su derecho a deambular en lugares públicos. También ha asesinado, incluso por decapitación, a quienes se oponían a su visión extremista del Islam.
IPS le preguntó a Teresita C. Schaffer, directora para Asia meridional del Centro para Estudios Estratégicos con sede en Washington, qué fue lo que llevó a Estados Unidos a declarar una amenaza “existencial”.
“No hubo ni un solo acontecimiento ni declaración que motivara esta preocupación en Washington”, explicó Schaffer, ex embajadora de Estados Unidos en Sri Lanka. “Fue la creciente evidencia de que, en la práctica, el acuerdo en Swat hizo que esa área pasara a ser controlada por insurgentes, que han matado a muchos funcionarios de gobierno, policías y ciudadanos locales”, dijo en respuestas vía correo electrónico.
A comienzos de abril, los combatientes islamistas expandieron su presencia a los distritos de Buner y Dir, adyacentes a su baluarte en Swat, desatando choques con los residentes. Según la organización Amnistía Internacional, alrededor de 33.000 personas han abandonado sus hogares en el Bajo Dir. Severos operativos militares han logrado un repliegue temporal de los islamistas.
La fortaleza y confianza de los radicales crecen ante el nerviosismo del actual gobierno y la inacción de las fuerzas de seguridad en el valle de Swat. Los habitantes en los grandes centros urbanos como Karachi, Lahore e Islamabad también temen un ataque de los extremistas.
“Los talibanes están determinados y creen que se enfrentan a una autoridad que puedan desafiar y remover”, subrayó Rizvi. “Los militantes no tienen que venir a Islamabad para establecer su autoridad. Hay madrasas (escuelas islámicas) de las ramas wahabi y salafi con elementos extremistas en todos lados para hacerlo”, añadió.
“Los militantes sin duda quieren tomar control de más territorios, pero no constituyen un ejército invasor que se mueve kilómetro por kilómetro”, coincidió Schaffer. “El peligro es que la autoridad del Estado se erosionará en tantas partes que será difícil continuar funcionando en la forma en que los pakistaníes han esperado en los últimos 60 años”.
El gobierno “debe pensar cómo enfrentar la situación”, dijo Rizvi, y sostuvo que, “en primer lugar, debería rehabilitar su autoridad reafirmando su primacía en Swat y en las áreas adyacentes”. “Lamentablemente, esto derivará en una situación sangrienta”, reconoció.
Mientras, miles de civiles continúan huyendo de los distritos de Dir y Buner, escenario de enfrentamientos entre los islamistas y el ejército.
“Escapamos de la operación militar”, dijo Mohammad Riaz, del área de Nowagai, en Buner, donde el ejército lanzó un ataque el 28 de abril para expulsar a combatientes islámicos que habían llegado desde Swat.
“Nuestra área ha seguido los pasos de Swat. No tardará mucho para que las escuelas y otros edificios del gobierno sean destruidos” por los talibanes, dijo a IPS en entrevista telefónica desde la aldea de Rustam.
“El gobierno lanzó una operación en Buner y en Dir sólo para mostrarle a Estados Unidos que estaba haciendo algo”, comentó Asharf Ali, experto en el Talibán de la Universidad de Peshawar. “Buner todavía está bajo control talibán y permanecerá así”, sostuvo.
Zofeen Ebrahim y Ashfaq Yusufzai
IPS
Las fuerzas armadas estadounidenses están de acuerdo con la importancia que se le da a estos temas, como indican las declaraciones del presidente del Estado Mayor Conjunto, Almirante Mike Mullen, quien sostuvo que la guerra de Afganistán es ahora más importante que la de Irak.
La mayor relevancia que se da a Afganistán y Pakistán es loable porque lo que ocurre en estos dos países es decisivo para el futuro del desarrollo del extremismo y el terrorismo en el mundo.
El resultado dependerá de si los Estados Unidos y sus socios pueden resolver tres cuestiones claves:
- Primero, deben eliminarse los santuarioss terroristas en Pakistán. Ahora mismo, los extremistas están amenazando a Pakistán. Y hay que tener esperanzas de que el gobierno paquistaní debe terminar con su ambivalencia y enfrentarlos activamente.
- Segundo, se debe ajustar la estrategia mmilitar y económica de la coalición. Algo que el gobierno de Obama ha hecho.
- Tercero, el gobierno afgano y la adminisstración Obama deben constituir una sociedad efectiva para hacer frente a este problema.
El desafío inmediato del presidente Obama es dar a las relaciones entre Estados Unidos y Afganistán un rumbo más productivo, mientras los afganos se preparan para las elecciones presidenciales.
Por último, Obama debe enviar al pueblo de Afganistán y Pakistán un mensaje donde reconozca sus esperanzas y sueños y les asegure que Estados Unidos no los abandonará en manos de los extremistas.
Zalmay Khalizad
Ex embajador de EEUU en Afganistán, Irak y la ONU y actual asesor del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
Global Viewpoint
Lo que experimenta la región es el crecimiento del fenómeno Talibán, una estructura de poder ultraislámica que por primera vez puede alcanzar el botón nuclear. Esta "amenaza global y existencial", como la calificó la canciller de EE.UU. Hillary Clinton, es de tal gravedad que está mutando las prioridades estratégicas en relación a la crisis de Oriente Medio e Irán. La decisión de Barack Obama de enviar hasta 68.000 efectivos a Afganistán y abandonar Irak, muestra el alcance de esta preocupación. Pero la vía militar puede agravar la crisis. Para el escritor y politólogo paquistaní Tariq Ali, es "una enorme tontería". Y sostiene lo obvio: el único modo de acabar con el extremismo es modificando las condiciones económicas y sociales que lo hacen posible. También ayudaría conocer el origen de este desafío.
El talibán nació como organización política luego de la guerra lanzada en Afganistán contra la ocupación soviética en los '80. Occidente colaboró con esa insurrección que le creó su propio Vietnam a Moscú. La milicia ultraislámica de Al Qaeda, "la base", apareció entonces como una expresión de la resistencia antisoviética y derivó luego en una marca de la rebelión fundamentalista.
Al desaparecer la URSS, ese país asiático miserable, cuyo mayor ingreso proviene aún hoy del tráfico de opio, quedó encerrado en una caldera de luchas internas. Fue en medio de esas batallas que nacen los talibán o "estudiantes del Corán". Eran clérigos que habían sido educados en las madrasas más fanáticas de Pakistán. El dato es clave porque la mayoría de los terroristas que atacaron en EE.UU., España o Gran Bretaña pasaron por esas escuelas coránicas. La confusión, a veces intencionada, respecto a que existe una red Al Qaeda, deviene de esa coincidencia.
Las madrazas se multiplicaron durante la Guerra Fría auspiciadas por las autocracias de la región y las potencias occidentales, empeñados ambos en evitar que los árabes cayeran dentro de la órbita soviética. La instauración del islam por encima del Estado en su versión más extremista, anula cualquier camino de debate político, sindical o de libertades individuales. Ni hablar de variantes de poder seculares o ateas. Los poderosos no suelen ser estúpidos. Es un dato formidable el que consigna Tim Weiner en su imperdible Legado de Cenizas cuando describe al presidente Dwight Eisenhower proponiendo en los años 50 estimular "una Jihad islámica en el mundo árabe contra el comunismo ateo".
Los Talibán tomaron el poder en Afganistán en 1996 e instauraron uno de los regímenes más extremistas que recuerda la historia, escupiendo tanto a los países occidentales como a la teocracia shiita iraní. Ese modelo fascista que admite una versión durísima de la sharía, la ley islámica, acepta la lapidación, no deja que las mujeres anden solas o estudien y prohíbe deportes, tevé, y hasta fotografías, es el que pretenden para esas naciones.
La historia suele ser un paciente boomerang que más temprano que tarde regresa con un racimo de facturas. Si aquella estrategia de la Guerra Fría era trágica y no calculó las consecuencias, no fue menos terrible lo que siguió en la región, en especial de la mano de Bush. Tras los atentados del 11-S, EE.UU. invadió Afganistán, donde se refugiaba Bin Laden a quien Washington culpó de esos ataques. El golpe militar fue breve: expulsó a los talibán y a su líder, el Mullah Omar quien, dijo la CIA, huyó en motoneta a Pakistán, donde hoy es uno de los principales jefes rebeldes.
El siguiente capítulo bélico en Irak quitó el foco sobre los talibán, que volvieron a fortalecerse en Afganistán y diluyeron la frontera con Pakistán extendiendo su influencia hasta un par de horas de auto de Islamabad, la capital de la potencia nuclear asiática. Pero ese no es el único desafío que enfrenta el gobierno paquistaní: parte de su ejército es solidario con el pensamiento talibán. Y tiene antipatía con EE.UU. al que considera aliado de sus archirrivales de la India, la otra base nuclear de la región.
El control del arma atómica es relativo si se tiene en cuenta que el padre de la bomba paquistaní, el ultraislámico Abdul Qader Khan, traficó material sensible con Libia, Irán y Corea del Norte aún en las épocas en que el país, manejado por el dictador Pervez Musharraf, se convirtió en un aliado absoluto de Bush y sus guerreros neocon. Y, en fin, el actual presidente paquistaní Asif Ali Zardari, viudo de la asesinada Benazir Bhuto, está desprestigiado y, como su colega afgano, Hamid Karzai, atravesado por denuncias de corrupción.
La cumbre de Obama con ambos en Washington esta semana buscó fortalecer estos regímenes acorralados. Pero todo tiene forma de jaque mate. Los talibán crecieron por la abrumadora crisis social y económica en la zona sumado a los horrores cometidos en la guerra de Irak y la crisis crónica en los territorios palestinos. Todo alimentó un descomunal sentimiento antinorteamericano.
El aumento de la tropa de marines difícilmente modifique esa percepción. En cambio parece confirmar la miopía de la potencia para comprender de qué se trata todo esto. El presente es casi paradójico. La Casa Blanca no logra respaldo legislativo para obtener US$ 3.000 millones de ayuda social que pretende distribuir en Pakistán ¡a lo largo de 5 años! La cifra parece de juguete al lado de los casi US$ 800 mil millones del último salvataje financiero para los bancos. Es verdad, son cuestiones diferentes. Aunque habría que ver hasta qué punto lo son, ahora que se ha soltado el monstruo.
Marcelo Cantelmi
Clarín
Hasta el momento EEUU gastó en la guerra de Iraq mucho más que en Afganistán. Sin embargo, con la llegada de Barack Obama al poder, el Gobierno estadounidense ha decidido aumentar más su presencia en Afganistán y el retiro de sus tropas del territorio de Iraq, retiro que prometió el presidente actual durante su campaña presidencial.
(continue)
«« | Inicio | »» |