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El auténtico socialismo renacerá sobre las cenizas del capitalismo

El artículo que reproducimos a continuación es la conclusión de una conferencia dictada recientemente en Lima por Mario Bunge, el filósofo latinoamericano más importante e internacionalmente reconocido del siglo XX.

El texto completo, “El socialismo, ayer, hoy y mañana” –que está también en la base de dos conferencias que el autor pronunciará esta semana en Barcelona y en Madrid—, será publicado próximamente en la versión en papel de SinPermiso semestral.

El texto fue amablemente enviado por su autor a nuestra redactora en Buenos Aires María Julia Bertomeu, de cuyo padre, el físico argentino Ernesto-Jorge Bertomeu (1917-2006), fue Mario Bunge entrañable amigo y compañero de estudios.

La sociedad capitalista, caracterizada por el llamado mercado libre, está en grave crisis. Aunque los políticos y sus economistas nos prometen que eventualmente saldremos de ella, no nos dicen cómo ni cuándo. No pueden hacerlo porque carecen de teorías económicas y políticas correctas: sólo disponen de modelos matemáticos irrealistas y de consignas ideológicas apolilladas. Esto vale no sólo para los dirigentes neoliberales sino también para los socialistas, tanto los moderados como los autoritarios. Los neoliberales no nos explican la alquimia que transformaría la libertad de empresa y de comercio en prosperidad; y los pocos marxistas que quedan se regocijan con la crisis que profetizaron tantas veces, pero no proponen ideas nuevas y realistas para reconstruir la sociedad sobre bases más justas y sostenibles.

Yo creo que hay motivos prácticos y morales para preferir el socialismo auténtico al capitalismo, y que la construcción del socialismo no requiere la restricción de la democracia sino, muy por el contrario, su ampliación, del terreno político a todos los demás. Esto es lo que llamo democracia integral: biológica, económica, cultural y política (1) Bunge 1979). Semejante sociedad sería inclusiva: no habría exclusiones por sexo ni por raza, ni explotación económica, ni cultura exclusivista, ni opresión política.

Se preguntará, con razón, si ésta no será una utopía más, y mi postura la de un cantamañanas. Mi respuesta es que la democracia integral podrá tardar varios siglos en realizarse, pero que su embrión nació hace ya más de un siglo, cuando se constituyeron las primeras cooperativas de producción y trabajo en Italia, sobre la base de empresas capitalistas fallidas. Un ejemplo parecido, más reciente y modesto, es el movimiento argentino de las fábricas recuperadas; éstas fueron las empresas que, cuando fueron abandonadas por sus dueños por considerarlas improductivas, fueron ocupadas y reactivadas por sus trabajadores (2).

Estos son ejemplos en pequeña escala de socialismo cooperativista.

Si en los EE UU hubiera sindicatos y partidos políticos progresistas, éstos aprovecharían la ocasión actual y transformarían en cooperativas las grandes empresas en bancacarrota, tales como General Motors y AIG. Obviamente, semejante cambio requiere la anuencia de los poderes públicos, ya que involucra el reconocimiento legal de las empresas “recuperadas” por sus empleados, cosa que ocurrió en Argentina. Pero lo que ha estado haciendo el gobierno norteamericano desde fines del 2008 es usar dineros públicos para rescatar esas empresas privadas fallidas por mala gestión. O sea, ha estado haciendo lo opuesto de Robin Hood. Garrett Hardin (3) lo llamó “socializar las pérdidas y privatizar las ganancias”.

En resumen, un programa realista para los partidos socialistas partiría de la consigna de la Revolución Francesa, agregándole participación y competencia en la gestión del Estado. El medio para realizar este ideal de la democracia integral es: Ir construyéndola de a poco y desde abajo con las cenizas del capitalismo en tren de autocombustión. O sea, multiplicar las cooperativas y mutualidades, renovar los partidos socialistas con una fuerte dosis de ciencia y tecnología sociales, fortalecer los sindicatos independientes, fundar centros de estudios de la realidad social, y multiplicar las bibliotecas y universidades populares.

En suma, el socialismo tiene porvenir si se propone ir socializando gradualmente todos los sectores de la sociedad. Su finalidad sería ampliar el Estado liberal y asistencial para construir un socialismo democrático y cooperativista. Este pondría en práctica una versión actualizada de la consigna de la Revolución Francesa de 1789, a saber: Libertad, igualdad, fraternidad, participación, e idoneidad.


NOTAS:

(1) Mario Bunge, Treatise on Basic Philosophy, tomo 4: A World of Systems. Dordrecht, Boston: D. Reidel, 1979.

(2) J. Rebón e I. Saavedra: Empresas recuperadas: La autogesión de los trabajadores. Buenos Aires, Capital Intelectual, 2006.

(3) Garrett Hardin: Filters Against Folly. Nueva York, Londres, Penguin Books, 1985.


Mario Bunge

Mario Bunge es el más importante e internacionalmente reconocido filósofo hispanoamericano del siglo XX. Físico y filósofo de saberes enciclopédicos y permanentemente comprometido con los valores de la democracia republicana, los derechos humanos y la justicia social y económica, son memorables sus devastadoras críticas de las pretensiones pseudocientíficas de la teoría económica neoclásica ortodoxa y del psicoanálisis.

Revista Sin Permiso

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Aspectos teóricos de la crisis capitalista

Creer en la posibilidad de un retorno a un capitalismo más humano es en verdad creer en ilusiones. La perspectiva reformista nunca ha sido tan engañosa.

La sociedad capitalista vive actualmente una crisis estructural. Esa es una afirmación que constituye punto de partida para la interpretación de algunos autores actuales que se sitúan en el amplio campo del pensamiento crítico. En este momento, por otra parte, desarrollase, en ámbito mundial, una crisis económico-financiera cuyo elemento detonador fueron los créditos subprime norteamericanos, en el interior de una situación de sobreendeudamiento de las familias consumidoras norteamericanas.

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la actual crisis económica mundial generada por los créditos subprime no es, en verdad, la crisis estructural del sistema capitalista. No puede ser confundida con ella. Constituye simplemente una de sus manifestaciones; la más notoria en los últimos meses debido al destaque dado a ella por la prensa del mundo entero y, además, por el hecho de que afecta directamente el conjunto de países del centro del capitalismo, en particular su sistema financiero y el mercado de capitales.

Al lado de la crisis financiera actual, cuyo seguimiento en los próximos meses no es previsible, convivimos con otras manifestaciones de la crisis estructural: la del desempleo, la energética, la ecológica, la de los alimentos y, con esta última, el agravamiento de la miseria de enormes contingentes de la población mundial.

Esas manifestaciones de la crisis estructural del sistema capitalista, incluyendo las de carácter directamente económico, no son tan difíciles de ser reconocidas como tales, de ser identificadas. Basta un mínimo de sentido crítico y podemos llegar a un consenso más o menos amplio sobre la existencia de ellas. Incluso, en lo que respecta a sus causas más inmediatas, no es tan difícil encontrar personas, aún con ciertas diferencias de enfoque científico, que lleguen a un mínimo de acuerdo.

Algo mucho más difícil ocurre con la crisis estructural, en particular, con la crisis económica estructural. Su misma existencia, aunque aceptada por algunos, es ampliamente discutida por aquellos que se sitúan en una perspectiva teórica o ideológica distinta. Y es eso lo que ocurre actualmente. No son tantos los que tienen la osadía de sostener su existencia y de caracterizarla en toda su complejidad. Además de eso, la verdad es que no son muchos aquellos que, desde un punto rigurosamente científico, están en condiciones de antever las perspectivas futuras de un sistema que padece de una crisis estructural, como es el sistema capitalista actual.

Desde un punto de vista en que predomine nuestra emoción y nuestra perspectiva ideológica, nuestra formación y principios humanistas, es fácil hablar de esa crisis y de sus eventuales consecuencias trágicas; no es difícil pensar en el derrumbe del sistema y de su sustitución por una nueva sociedad en la que predomine la justicia, la solidaridad, la igualdad y la verdadera y no formal democracia, en una sola palabra, no es difícil creer que después de la tragedia advendrá el socialismo.

Sin embargo, una actitud como esa, aunque adecuada para el trabajo político, especialmente el de divulgación y agitación ideológica, no es lo que más nos interesa aquí, ni es el especial propósito que deben tener aquellos que quieran mantenerse en el campo científico.

Aquí, queremos una actitud que sin negar la necesaria divulgación de las ideas para amplias camadas de la población esté basada en una perspectiva realmente rigurosa y en fundamentos teóricos serios.

Siendo así ¿por qué estamos en condiciones de sostener científicamente que el capitalismo actual sufre una crisis económica estructural? ¿Cuál es la teoría que está por detrás de nuestra convicción sobre la existencia de esa crisis? ¿Cuáles son los elementos esenciales de esa teoría? ¿En que medida hay una cierta homogeneidad entre quienes defienden, en líneas generales, esa misma teoría? ¿Cuáles son los aspectos sobre los que teóricamente tenemos algunas divergencias y en cuáles de ellos podemos avanzar en nuestras discusiones para una mejor comprensión del sistema, de sus contradicciones y de sus perspectivas para el futuro?

De partida hay que decir que no se puede pretender una homogeneidad de pensamiento entre tantas personas que pueden aportar significativamente para la tarea de explicación de la actual etapa capitalista, aún cuando se sitúen en el mismo campo teórico. Sin embargo hay una cosa que es fundamental y es que en cada una de las posiciones que se presente, en cada manifestación que ocurra, en cada texto que se escriba, en cada posición que se defienda, no se escamotee, no se niegue la teoría que está por detrás y que sostiene cada una de esas expresiones. Cuando la perspectiva teórica no esté presente de manera explícita, es tarea nuestra preguntarnos por ella, identificarla y explicitarla.

Con la explicitación de la base teórica que sostiene cada una de nuestras interpretaciones o conclusiones, auque no se pueda pretender encontrar una identidad, una homogeneidad teórica, es posible que logremos una aproximación a ella, por lo menos entre los que nos situemos en la misma tradición científica.

Por nuestra parte, hay algunos aspectos teóricos que nos parecen fundamentales y que deben ser explicitados. En primer lugar está nuestra convicción de que el sistema capitalista es único y global. De la misma manera que la economía alemana y la norteamericana son dos de sus elementos, y en el caso, elementos fundamentales, la realidad económica de Etiopía y del Haití, también son sus elementos, y elementos indispensables para que se pueda adecuadamente comprender el sistema como un todo. Las características económicas y sociales de Etiopía y del Haití, en líneas generales, no son el resultado de un no desarrollo capitalista o de un subdesarrollo. Al contrario, son consecuencias directas e inevitables del pleno desarrollo del régimen mundial del capital; esenciales para que la Alemania y los USA sean lo que son. Desarrollo económico de unos y subdesarrollo de otros son dos caras del mismo proceso global.

En ese sentido nos identificamos totalmente con la perspectiva de la teoría de la dependencia, en su tendencia representada especialmente por los trabajos de Ruy Mauro Marini[1].

¿Cuáles son los aspectos centrales de esa teoría? En ella se destaca la cuestión de la transferencia de riqueza-valor desde los países dependientes, a través de varios mecanismos, siendo uno de ellos el sistema internacional de precios, es decir, el conocido fenómeno del intercambio desigual y el deterioro de los términos de ese intercambio. Íntimamente relacionado con eso se encuentra el concepto de superexplotación, fenómeno característico de la dependencia.

Es importante destacar aquí que la teoría de la dependencia no es solamente relevante para la comprensión del "subdesarrollo" de los países periféricos, sino que también lo es para la interpretación del conjunto del sistema capitalista contemporáneo y, por lo tanto, de la riqueza de los estados centrales. La dependencia y el imperialismo son dos caras de la misma moneda; dos aspectos complementares de una misma teoría.

Para muchos de nosotros, aceptar los aspectos centrales de la teoría de la dependencia es un punto de poca o ninguna dificultad, pues no parecen existir mayores diferencias o divergencias en ese aspecto en nuestras perspectivas.

Ahora bien, la perspectiva de la dependencia es sólo un aspecto de la teoría que establece la base de nuestra interpretación sobre el capitalismo, y sobre el capitalismo contemporáneo. Creemos que el aspecto decisivo de nuestra perspectiva teórica es la adhesión incondicional a los principios científicos de la teoría dialéctica del valor trabajo. En verdad, la teoría de la dependencia, entendida adecuadamente, presupone esa visión dialéctica del valor y de la riqueza económica.

Al contrario de lo que muchos pueden pensar, la teoría del valor, dentro de esa perspectiva, no es una teoría de los precios, de la determinación de los precios en condiciones de equilibrio. Posee una mucho más grande significación. La teoría dialéctica del valor, en primer lugar, considera el trabajo humano como concepto central en el análisis del sistema capitalista; dicho concepto es determinante en lo que se refiere al origen de la riqueza económica en cualquier análisis económico, ya sea más coyuntural o estructural. La tecnología o, mejor, el avance tecnológico, no es un aspecto que deba ser desechado, pero se refiere sobre todo al contenido material de la riqueza capitalista y menos a su forma social, que es el aspecto decisivo. Así, para esa teoría, la ganancia solo puede ser el resultado de la explotación del trabajo[2].

Esa perspectiva teórica exige, de partida, la respuesta a dos preguntas fundamentales: ¿quién y cómo se produce la riqueza? por un lado, y por otro, ¿por quién y cómo es apropiada esa riqueza producida?. Dichas preguntas, como es obvio, suponen la fundamental distinción entre los conceptos de producción y apropiación de la riqueza económica producida por el trabajo y exigen que sean identificados los mecanismos de transferencia desde aquellos que producen hacia los que finalmente se apropian o apropiarán de ella.

En verdad, radicalizar la perspectiva dialéctica sobre el valor económico implica entender que la riqueza capitalista exige especial atención tanto en su contenido material cuanto en su forma de social, es decir, presupone considerarla en su doble determinación.

En lo que se refiere al contenido material, sería absolutamente fuera de propósito desconocer el papel del avance tecnológico en la producción de la riqueza capitalista contemporánea. Sin duda que el avance tecnológico es el responsable por el crecimiento desmedido de esa riqueza material pero, al mismo tiempo, también es el responsable por su contrafaz, por la expansión, profundización y exacerbación de la miseria en muchas partes constitutivas de la estructura mundial del sistema. Y eso justamente por la desigual distribución espacial del desarrollo tecnológico.

Desde el punto de vista del contenido material, el trabajo, en los espacios donde se presenta el desarrollo tecnológico, es altamente productivo. Y, por el contrario, en aquellos espacios del sistema de poco o ningún avance tecnológico, el trabajo, como creador de riqueza material, es poco efectivo.

Sin embargo, desde el punto de vista de la forma social, la cosa es muy diferente. Si radicalizamos la perspectiva dialéctica de la teoría del valor y, así, reconocemos que la riqueza económica es una relación social entre seres humanos, relación esa de dominación, tendremos forzosamente que sostener que no importa el grado diferenciado de desarrollo tecnológico de la región en que se encuentre o del sector que se trate, el hecho es que cualquier trabajo subsumido al sistema capitalista produce, en un determinado tiempo, la misma cantidad de valor y por tanto de riqueza capitalista. Si ese trabajo está o no subsumido directamente al capital, poco importa; es suficiente que exista alguna forma o tipo de subsunción. La única condición para que lo anterior sea correcto es que ese tipo de trabajo sea necesario para el sistema, aporte al mismo, y no sea totalmente marginal.

Marx es muy claro en cuanto a eso, aún en el capítulo sobre la mercancía, en El Capital:

Por el contrario, los cambios operados en la capacidad productiva no afectan de suyo el trabajo que el valor representa. Como la capacidad productiva es siempre función de la forma concreta y útil de trabajo, es lógico que tan pronto como se hace caso omiso de su forma concreta, útil, no afecte para nada a éste. El mismo trabajo rinde, por tanto, durante el mismo tiempo, idéntica cantidad de valor, por mucho que cambie su capacidad productiva [3].

Es verdad que podemos encontrar en el mismo libro de Marx lo que parece ser una contradicción en términos, eso en el capítulo 10 (tomo I), cuando el autor se refiere a la plusvalía extraordinaria:

El trabajo, cuando su fuerza productiva es excepcional, actúa como trabajo potenciado, creando en el mismo espacio de tiempo valores mayores que el trabajo social medio de la misma clase[4].

Sin embargo, en otra oportunidad tuvimos la posibilidad de esclarecer esa aparente contradicción en términos[5]. Digamos aquí, en resumen, que Marx se siente obligado, en esa parte de su exposición, a hacer una breve referencia a algo que sólo podrá explicar adecuadamente en un momento posterior. Nos referimos a la plusvalía extraordinaria, cuya comprensión exige la clara diferenciación entre producción y apropiación de valor, diferenciación esa que Marx aún no había considerado. Por eso, el autor se vale de una salida provisoria y, en verdad, inadecuada.

Así, la conclusión dialéctica sobre la cuestión tiene dos caras y es la siguiente. Por una parte, del punto de vista del contenido material, el trabajo menos productivo, como consecuencia del nivel tecnológico en que opera, produce en determinado tiempo menos riqueza que el trabajo que opera con tecnología superior; y eso parece más o menos obvio. Sin embargo, por otra parte, del punto de vista de la forma social y dentro de los límites necesarios para el sistema, aquel trabajo "menos productivo" en el mismo tiempo produce, lo que puede parecer un absurdo, la misma magnitud de riqueza que el trabajo "más productivo". Esa aparente contradicción en términos se explica justamente porque estamos tratando de dos puntos de vista distintos: produce menos riqueza dsde el punto de vista del contenido material (valores de uso), pero por otra parte, produce la misma magnitud de riqueza desde el punto de vista de la forma social (valor).

Destaquemos un aspecto esencial: en el capitalismo actual, ampliamente desarrollado, el polo dominante es la forma social. Así, cuando consideramos la tasa de ganancia o, en particular, la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, por ejemplo, lo que interesa del punto de vista de la teoría dialéctica del valor es el punto de vista de la forma y no el del contenido material, pues este último trata exclusivamente de la dimensión de valores de uso de la riqueza.

En relación con la tecnología, es importante decir que aunque ella no tenga significación directa desde el punto de vista de la forma social sobre la magnitud de la riqueza producida, llega a determinar la magnitud de la plusvalía por intermedio de la plusvalía relativa y, además, tiene significativa importancia como instrumento de apropiación por quien la detiene; opera, por medio del sistema de precios, como elemento que impone transferencia de riqueza. La plusvalía extraordinaria y la renta de monopolio constituyen los mecanismos fundamentales de esa apropiación.

Así, dentro de una perspectiva de la teoría dialéctica del valor, ¿cómo interpretar la actual etapa capitalista?

El Capitalismo Especulativo

Nuestra perspectiva privilegia la contradicción producción/apropiación de valor para interpretar la actual etapa del capitalismo.

Hay un cierto consenso en el sentido de que el capitalismo desde los años 70 vive una nueva etapa, muy distinta de la anterior. Llamamos a ella de capitalismo especulativo.

No pocos autores que se colocan en el terreno del pensamiento crítico sostienen que la característica principal de esa etapa capitalista es la financiarización[6], es decir, un cierto predominio de las finanzas sobre las actividades realmente sustantivas del capital, sobre las que realmente producen riqueza. Es el caso, por ejemplo de François Chesnais, Gerard Duménil y muchos otros.

Consideramos que desde el punto de vista de la teoría dialéctica del valor esa es una perspectiva adecuada, aunque es indispensable destacar las diferencias que nos alejan de otras interpretaciones similares.

Es también verdad que algunos autores que sostienen la idea del dominio de las actividades financieras pasaron a hcer uso, con un grado mayor o menor de profundidad teórica, de la categoría marxista de capital ficticio, para entender la naturaleza del llamado capital financiero. Sin embargo, la dificultad para la utilización adecuada de esa categoría científica se encuentra en el hecho de que ella supone un satisfactorio conocimiento de la teoría de Marx y, más específicamente, exige una adecuada interpretación de la teoría dialéctica del valor, raramente presente. Sin eso, la categoría de capital ficticio pierde significación y capacidad de explicar correctamente la realidad.

Si dicha categoría es entendida de manera satisfactoria, la conclusión debe ser, en primer lugar, que el capital ficticio es a la vez ficticio y real, según la dimensión observada. Además, se debe concluir que ese tipo de capital exige remuneración y nada contribuye, a diferencia del capital a interés, para la producción del excedente económico, para la extracción de la plusvalía. Así, el capital ficticio es parasitario. De esa manera, y de forma inevitable, caemos en las mencionadas preguntas fundamentales de la teoría dialéctica del valor, que parten de la distinción entre la producción y la apropiación de la riqueza capitalista, ésta desde el punto de vista de la forma social.

Entonces, si es cierto que la "financiarización" es una de las características significativas de la actual etapa capitalista y si la naturaleza del capital dominante es el capital ficticio, plantease la pregunta fundamental: ¿quién y cómo se produce la plusvalía suficiente para atender las exigencias de remuneración del capital, incluyéndose la del capital ficticio? Esa pregunta alcanza mayor significación si consideramos que lo que se conoce como reestructuración productiva en el capitalismo contemporáneo habría significado una reducción del papel del trabajo en la producción, por lo menos en lo que se refiere al trabajo formal y aquel relacionado directamente con las actividades productivas industriales del capital.

En verdad, la contradicción principal y básica de la actual fase del capitalismo y que se profundiza cada vez más, en nuestra opinión, es la contradicción entre la producción y la apropiación del valor, del excedente mercantil, de la plusvalía en sus diferentes formas. Es justamente por esa razón que la categoría de trabajo productivo (entendido como aquel que produce plusvalía o excedente en la forma mercantil y apropiable por el capital) llega a tener mucha relevancia teórica en los días actuales.

Es verdad que algunos autores, aunque consideran la financiarización como característica fundamental de la actual etapa capitalista, identifican como su contradicción principal la que existiría entre la propiedad y la gestión del capital, y no la que existe entre la producción y la apropiación. Consideran como relevante y aún fundamental la contradicción entre aquellas fracciones de la sociedad poseedoras de las diversas formas de títulos de propiedad sobre el capital y otra que sería la encargada de la gestión profesional de las empresas productivas; también sería mas significativa la contradicción entre empresas gestoras do capital parasitario y las empresas realmente productivas.

Sin negar la existencia de contradicciones entre los intereses de sectores propietarios y gestores del capital, se puede afirmar que es un error considerar que la oposición entre el capital sustantivo y el capital ficticio tiene como contraparte la existencia claramente diferenciada de sectores representantes de esas formas distintas de capital. Sin lugar a dudas, los gestores son también propietarios de capital y de ambas formas de capital. La verdad es que pensar la existencia de intereses claramente contradictorios y hasta antagónicos entre tales fracciones sociales propietarias y gerenciales del capital y la consideración de que se trata de la contradicción principal del sistema lleva a la posibilidad de propuestas de salidas reformistas para las dificultades del capitalismo actual.

Aunque la mencionada oposición entre propiedad y gestión de alguna manera se relacione con la contradicción entre producción y apropiación de valor, y sea la primera derivada de la segunda, esta última tiene implicaciones mucho más significativas.

Hagamos ahora un resumen de nuestra interpretación sobre la actual etapa del capitalismo, interpretación que hemos presentado ya en otros trabajos. Podemos decir que la tendencia a la baja de la tasa de ganancia tuvo una notoria manifestación en los años 70 y hasta el comienzo de los 80, especialmente en los EE.UU. y en Europa. Las nuevas inversiones sustantivas, es decir en capital industrial (productivo y comercial) se presentaban con una perspectiva de reducida remuneración y, por eso, los capitales, en magnitud considerable, buscaron como salida la especulación. Esa circunstancia se ha visto favorecida y, más que eso, ha quedado sancionada por las políticas neoliberales (políticas esas que expresan directamente los intereses del capital especulativo) y han tenido como contraparte indispensable la inestabilidad cambiaria y la deuda pública creciente de los estados (tanto en el primer mundo, cuanto en los periféricos). El capital, de esa manera, creyó haber encontrado su paraíso: rentabilidad sin necesidad de ensuciar sus manos con la producción. Y eso, de hecho, fue lo que ha ocurrido; lamentablemente, para él, por poco tiempo.

Es verdad que las remuneraciones del capital, a partir del inicio de los años 80 tendieron a crecer. Y aquí, para esa interpretación, parece existir una dificultad. ¿Cómo eso ha sido posible? Si, por un lado, el ritmo de la acumulación de capital sustantivo se redujo y si, al mismo tiempo, se amplió asustadoramente la tasa de crecimiento de la masa de capital ficticio, especulativo y parasitario en el mercado mundial, ¿cómo fue posible el crecimiento de las tasas de remuneración de los capitales, tanto la de los capitales sustantivos cuanto la de los parasitarios? ¿Qué factores llegaron a contrarrestar la tendencia a la baja de la tasa general de ganancia?

La explicación de eso, para ser coherente con la teoría dialéctica del valor, sólo puede ser encontrada, como factor principal, en el aumento de la explotación de trabajo. Y aquí nos debemos preocupar especialmente con la explotación del trabajo productivo, aunque también podemos hablar de la explotación del trabajo no productivo. Es cierto que el incremento de este último no implica aumentar la magnitud del excedente o plusvalía producidos, sin embargo al reducirse la parcela de la riqueza apropiada por los trabajadores improductivos, se amplía el margen disponible para la remuneración del capital.

De esa manera, para nosotros la explicación estaría en la elevación, a niveles sin precedentes, de la explotación del trabajo, sea por medio de la plusvalía relativa, sea por de la plusvalía absoluta (extensión de la jornada, múltiples jornadas, intensificación del trabajo), o mediante la superexplotación de los trabajadores, además de explotación de los trabajadores no asalariados.

No hay que olvidar, para la cuestión mencionada, el significativo crecimiento de las transferencias de valor desde la periferia y también el hecho de que, en el período, pudo haber contribuido de manera significativa el incremento de la rotación del capital. Este último aspecto es fundamental si tenemos en consideración el concepto de tasa anual de ganancia.

Sin embargo, todo eso no nos parece que sea suficiente para explicar el significativo incremento de la tasa general de remuneración del capital global (incluyendo en él la creciente parcela especulativa y parasitaria) observado a partir del inicio de los años 80.

Nuestra explicación para eso es que, al mismo tiempo que se amplió exageradamente la explotación del trabajo en todo el mundo (países centrales y periféricos) y se incrementó la rotación del capital, surgió de manera considerable algo nuevo, nuevo por lo menos en lo que se refiere a su magnitud y a su persistencia. Lo nuevo en el capitalismo actual es la magnitud que las ganancias ficticias adquieren en el total de la remuneración del capital.

Las ganancias ficticias no son algo sui generis en la lógica capitalista. Surgen naturalmente en períodos de especulación exacerbada, pero rápidamente desaparecen con el fin de ellos. Además, no logran alcanzar magnitudes muy elevadas. Pero en la etapa actual del capitalismo, la situación es diferente. Han persistido por prolongado período y han presentado volúmenes nunca antes observados, como consecuencia del dominio del capital especulativo y de la extensión de esa etapa, garantizada que estaba y sigue estando por la política de los estados más importantes del planeta. Justamente por eso, porque no han tenido relevancia en periodos anteriores, las ganancias ficticias no han sido incorporadas, hasta ahora, como categoría en el interior de la teoría dialéctica del valor[7].

En verdad, ese tipo de remuneración del capital, con dimensión ficticia, no se diferencia en la práctica de las ganancias derivadas de la explotación del trabajo, aunque no tenga ese origen. Por lo menos eso es cierto desde un punto de vista del acto aislado e individual, es decir, desde el punto de vista del mercado. No es posible saber cuánto de una determinada masa de ganancia de un capital es ficticio o real. Más que eso, desde ese punto de vista, no hay la más mínima diferencia práctica. No tiene sentido preguntarse por la dimensión ficticia. El monto de ganancia es absolutamente homogéneo.

La distinción entre lo que es excedente real apropiado como ganancia por el capital y las ganancias ficticias sólo es comprensible y significativo de un punto de vista global, desde una perspectiva macro. Eso significa que, del punto de vista individual, todo capital puede dar a sus ganancias, si quiere, un destino efectivamente real, sea el consumo o la inversión. Pero eso no es posible para el conjunto del capital. Aquella parte de su remuneración que tiene origen ficticio no puede ser convertida en algo sustantivo. Sólo puede incrementar la magnitud total del capital ficticio. Y aquí está el problema.

De esa manera, para nosotros y en resumen, la actual etapa capitalista especulativa se caracteriza por el hecho del dominio del capital especulativo y parasitario, que crece como resultado de un período de aguda manifestación de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Los capitales, huyendo de las bajas remuneraciones, encuentran salida en la especulación, que se fortalece con por las políticas económicas adoptadas por los diferentes estados.

Paradójicamente esa salida, que incrementa el capital parasitario a costa del productivo, favorece los mecanismos que permiten contrarrestar la baja de la tasa general de ganancia. Eso porque resulta en crecimiento de la explotación de los trabajadores de todo el mundo, en incremento de la rotación del capital productivo y comercial y, especialmente, en el surgimiento en magnitud muy elevada de las ganancias ficticias.

Sin embargo, en economía no puede haber soluciones milagrosas. El problema está justamente en el hecho de que las ganancias ficticias resuelven circunstancialmente las dificultades del capital, ampliando la parcela especulativa del capital global, parcela esa que, por ser creciente exige cada vez mayor parcela de la remuneración que se destina al capital y, como antes mencionado, en nada contribuye para la producción del excedente, de la plusvalía.

Así, resuelven el problema en el momento, pero solo logran hacerlo amplificando la contradicción principal (producción/apropiación) y, por tanto, amplificando el problema para el futuro, una vez que las ganancias ficticias solo pueden traducirse en ulterior incremento del capital especulativo y parasitario.

Por todo eso, nuestra conclusión es de que la crisis económica estructural del sistema tiene como trasfondo la tendencia a la baja de la tasa de ganancia y que la fase especulativa del capitalismo que vivimos es el intento del capital de darle una respuesta. Dicha respuesta es el dominio del capital parasitario, el incremento a niveles sorprendentes de la explotación y el mantenimiento de magnitudes elevadas y crecientes de ganancias ficticias.

Esa etapa especulativa solo puede tener vida corta. Es verdad que la incorporación significativa de nuevos espacios para la explotación capitalista, como es el caso de China y de los países del ex-bloque soviético, le garantiza, por cierto tiempo, una adicional supervivencia. Y los niveles de remuneración del trabajo en esos espacios son suficientemente bajos para garantizar magnitudes significativas de excedente capitalista producido.

Sin embargo, y a pesar de eso, la vida corta está determinada por el hecho de que en algún momento el crecimiento desproporcionado del capital ficticio, como consecuencia de la relevancia año a año, de las ganancias ficticias, tiene que detenerse. La actual etapa capitalista especulativa, sólo sobrevive y seguirá sobreviviendo por más un tiempo sobre la base de un adicional incremento de la explotación de trabajo; pero eso tiene un límite. Y no estamos lejos de él.

Obviamente que el fin de esta etapa capitalista especulativa no necesariamente significa el fin del capitalismo y, como consecuencia, su sustitución por una forma social nueva. El capitalismo podrá sobrevivir sustituyendo eventualmente esa etapa por una de nuevo tipo, reconstruyendo la predominancia del capital sustantivo. Pero para lograr eso no sería por medio de un proceso fácil ni indoloro. Ello supondría niveles insospechables de explotación del trabajo, superior en mucho los niveles actuales, no sólo como forma de contrarrestar el bajo nivel de la tasa general de ganancia, pero también como resultado de una crisis capaz de inducir la desaparición del capital ficticio, por lo menos en gran medida.

¿Cómo se daría ese proceso? ¿Por medio de una explosiva crisis financiera y económica, de amplitud mundial y de magnitud superior, como consecuencia de la crisis estructural? ¿Sería la actual crisis de los créditos subprime el punto de partida para esa explosiva crisis financiera? ¿O el proceso podría darse, como está ocurriendo, por un largo proceso de estancamiento económico, sembrado de crisis aquí y allí, de magnitudes variables? Cualquiera que sea la respuesta, una cosa es cierta, la tragedia humana que ya vivimos se manifestará con aún más profundidad en el futuro.

Creer en la posibilidad de un retorno a un capitalismo más humano, si es que eso existió en algún momento, o por lo menos no tan violento como el actual, es en verdad creer en ilusiones. La perspectiva reformista nunca ha sido tan engañosa.


Notas

[1] Véase por ejemplo: Marini, R. M. Dialéctica de la dependencia, Ediciones Era, México, decimoprimera reimpresión, 1991.

[2] Más adelante se hará referencia al concepto de ganancias ficticias que, como podremos observar, aun no siendo resultado de la explotación del trabajo, no violenta la teoría dialéctica del valor. Es justamente por eso que son ficticias.

[3] Marx, K. El Capital. Tomo I. México, FCE, 1966. p. 13.

[4] Idem, pp. 255-256.

[5] Véase: Carcanholo, R.A. "Sobre o conceito de mais-valia extra em Marx" (versão preliminar). V Encontro Nacional de Economía Política. Brasil, Fortaleza, 21 a 23 de junho de 2000.

[6] Es verdad que también existen, en ese medio, autores que contestan dicha interpretación.

[7] Chesnais en el último trabajo que le conocemos hizo breve mención a ellas, pero sin la amplitud que le damos.Véase:. Chesnais, F. "El fin de un ciclo. Alcance y rumbo de la crisis financiera", en Herramienta Nº 37, Buenos Aires, marzo de 2008. pp. 07 a 36.


Reinaldo A. Carcanholo

Revista Herramienta

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Pistas para no confundir el Consejo de Europa y la Unión Europea

El Consejo de Europa (CE), la mas antigua y la menos mencionada entre todas las organizaciones europeas existentes, el pasado 5 de mayo cumplió sus 60 años, y se prepara para celebrar con gran pompa su aniversario en la sesión 119 del Comité de Ministros de los 47 países miembros, el próximo 12 de mayo.

En Europa, son contados los que saben qué es el CE y seguramente si desde Lisboa a Moscú (Rusia es miembro del CE desde 1996) se pregunta a cien europeos, será casi un milagro si al menos dos o tres pueden decir de qué se ocupa el CE sin confundirlo con la Unión Europea (UE).

En relación al CE, lo más conocido es su dimensión parlamentaria, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (PACE, según siglas en inglés) y sus 318 diputados representantes de los países miembros que se reúnen en sesiones una vez cada tres meses en la ciudad francesa de Estrasburgo.

Rusia como uno de los países más grandes de Europa al igual que otros Estados como Francia, Inglaterra, Italia y Alemania en la PACE está representada por 18 diputados.

Cada delegación parlamentaria debe reflejar exactamente la correlación de las fuerzas políticas que existen en los parlamentos nacionales, y por esa razón, en las sesiones de la PACE regularmente están presentes diputados de todos los partidos políticos que integran la Asamblea Legislativa rusa.

El Consejo de Europa fue creado en los primeros años de la posguerra por sectores políticos partidarios de la integración europea, y durante mucho tiempo fue un organismo que determinó la idea de la integración europea.

Cuando el CE fue credo el 5 de mayo de 1949, estuvo integrado apenas por Bélgica, Dinamarca, Francia, Italia, Luxemburgo, Holanda, Noruega, Inglaterra y Suecia. La Alemania Federal fue aceptada en el organismo en 1950.

Al comienzo, el Consejo de Europa fue concebido como una especie de foro para elaborar una política común, establecer un régimen de consultas y normas legales de política exterior y asuntos económicos para Europa que apenas comenzaba a recuperarse de la guerra y que necesitaba con urgencia un foro de ese tipo.

Pero la "guerra fría" sepultó todas esas ideas, fue muy difícil consolidar un foro general en el Viejo Continente después de que quedó partido en dos mitades con ideologías políticas adversas.

Posteriormente, a consecuencia de la creación del Mercado Común, el CE perdió muchas de sus funciones principales, y quedó con lo que se dedica en este momento, la observancia de los derechos humanos y todos los asuntos relacionados con esta noble labor.

Esto es lo que sigue haciendo. El CE y la PACE elaboran o intentan elaborar normas adecuadas que puedan aplicarse a toda Europa para garantizar el respeto de los derechos humanos, y criticar duramente a los gobiernos que los infringen independientemente de su poderío, tamaño o influencia.

Hay que reconocer que la Unión Soviética (por razones comprensibles) nunca tuvo muchos deseos de ser miembro del CE o hacer aportes para engrosar la fila de los países afiliados.

Después de la perestroika en la sociedad soviética, el desmoronamiento de la URSS y la desaparición del denominado bloque socialista, el número de miembros del CE casi se duplicó, y actualmente contabilizan 47 Estados, casi la totalidad de los países de Europa a excepción de Bielorrusia que por ahora, no comparte algunos criterios de observancia de los derechos humanos, ciertas normas democráticas y determinados asuntos legales establecidos por el CE.

Como se mencionó anteriormente, Rusia forma parte del CE desde 1996 y de forma inmediata asumió todos los compromisos según las condiciones impuestas para su admisión.

De esta forma, Rusia contribuye en la misma proporción que Francia, Italia, Inglaterra y Alemania fondos para el presupuesto del CE que equivale al 12 % del presupuesto nacional anual.

El idioma oficial de la CE son el inglés y el francés, además hay idiomas de trabajo como el alemán, el italiano y el ruso.

Para el europeo de a pie, confundir el CE y la Unión Europea (UE) es fácil porque ambas instituciones tienen la misma bandera azul con estrellas amarillas y el mismo himno, la adaptación de la Oda a la Alegría del inmortal compositor alemán, Ludwig van Beethoven.

Y en esto concluyen sus semejanzas.

A grandes rasgos, el CE es un club de discusión sobre derechos humanos, y para muchos países especialmente de Europa Oriental que todavía no son miembros de la UE, el CE es una especie de agencia de viajes política que organiza excursiones a delegaciones gubernamentales para que visiten la maravillosa ciudad de Estrasburgo.

Allí está la sede del Consejo de Europa y también de la PACE que pudo quedar en Niza en la Costa Azul de Francia, porque en la votación para escoger la sede de la PACE en 1958, Niza obtuvo ocho votos menos que Estrasburgo.

La mayor parte del tiempo, los diputados de la PACE están dedicados a revisar la compatibilidad de los países miembros con los valores democráticos europeos. A juicio de muchos diputados, Rusia se destaca por su herencia poco europea y por ende, perniciosa, por lo que es duramente criticada por países como la República Checa, ante el disgusto de los diputados rusos presentes en la sala de debates.

En general, para Rusia, lo mismo que para Moldavia, Ucrania, Georgia y Turquía el Consejo de Europa es algo así como la antesala de la Casa Europea.

Entrar en esa casa, parece que todavía no está permitido, porque por los visto, estos países se merecen muchas criticas y sermones, pero de todas maneras gracias al CE, se pude decir que "ya estamos en antesala y no en la calle" y esto significa que tenemos ciertas rasgos comunes con las tradiciones europeas.

Y a pesar de que sobre este tema hay mucho por discutir, hace mucho tiempo que el Consejo de Europa es un organismo que no es perjudicial pero tampoco útil, porque se limita a copiar y repetir el trabajo de muchas entidades de la ONU y los parlamentos nacionales.

Andrei Fediashin

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDIRÁ OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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Hablemos de planificación

Conocimiento fundamental para el crecimiento de las comunidades en forma organizada, ordenada y sólida hacia la liberación de la pobreza y la dependencia, es la información.

Base y punto de partida para establecer como cambiar la realidad de acuerdo a lo que podemos planificar; acciones, que nos conducen a la evolución social, puesto que nos permiten desarrollar nuevas estrategias para lograr mejor calidad de vida.

Pero ¿qué acontece con este sistema egoísta, neo-liberal cuarta republicano?

Que para realizar un mapa de necesidades es necesario conocer los datos que estadísticamente me enseñan el avance o retroceso de una acción, la existencia o no de instrumentos, espacios o facilidades, que determinan cuánto es necesario para llegar al máximo de lo requerido.

En salud , cuando buscamos la información en cualquier sistema de datos para poder planificar planes de expansión, jornadas o simplemente diseñar estrategias por alguna eventualidad nos encontramos que solo existen y atrasados, los datos del sector público porque el sector privado no maneja estadísticas sino para su consumo.

No se sabe cuántas camas manejan los centros privados dispensadores de salud, ni con cuántos equipos se cuenta, o cuántos médicos, especialistas hay en cada centro o, personal de enfermería, ambulancias y otros; además de no saber cuántas personas fallecen ni a causa de qué? Ni cuántos niños nacen, y la edad de las madres?

Es decir el caos en información social referente a la atención médica; ahora, ¿cómo se planifica y diseña un programa nacional de salud? O ¿cómo se establece el número de médicos y enfermeras se requiere graduar para cubrir las necesidades del sector?

No se puede planificar ni diseñar ninguna estrategia de desarrollo de la salud pública o privada sin importar ya que es problema de todos, pobres y ricos, si no tenemos la información, por lo menos de que tenemos, qué queremos y qué nos hace falta para lograr lo que queremos.

¿Cómo le exigimos a las autoridades planes de desarrollo en el sector?

¿Con qué datos, cifras y conocimiento podemos decir que nos hace falta?

Se hace imperativo entonces, consolidar el proceso de recolección de información, controlar el sector privado de la salud , para poder establecer un crecimiento ordenado y que responda a la verdadera necesidad del sector.

Necesariamente tenemos que aprender a conocer, transmitir y manejar la información para sobre ella poder planificar las acciones futuras de desarrollo y no seguir haciendo y permitiendo el desarrollo anárquico que hace de nuestras comunidades enjambres humanos hacinados y perseguidos por la improvisación y el desorden urbano, social y económico porque este desorden nos conduce a una vida de incomodidad y laberinto que no nos permite visualizar el futuro con claridad para crecer, en cualquier actividad que se desarrolle se hace necesario conocer la información, manejarla y procesarla para poder planificar con éxito el crecimiento de nuestras comunidades, en equilibrio dinámico y desarrollo sustentable, hacia la estructura socialista en la nueva geometría del poder.

NO SE DEBE SER DÉBIL SI SE QUIERE SER LIBRE

Antonio Daza D.

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Los medios dominantes tratan de ocultar la profundidad de la crisis

“Los fundamentos de nuestra economía son fuertes”

dicen...

“Comenzamos a ver rayos de esperanza en la economía”

presidente Barack Obama, conferencia de prensa de abril.


Las ventas al detalle cayeron en marzo ya que las pérdidas de empleos y las condiciones más duras para obtener créditos obligaban a los consumidores a recortar fuertemente sus gastos opcionales. Casi cada sector sufrió bajas incluyendo la electrónica, la gastronomía, los muebles, los artículos deportivos y los materiales de construcción. Las ventas de coches siguen cayendo en picada a pesar de ventas agresivas de vehículos nuevos y 13.000 millones de dólares de ayuda del gobierno federal. El derrumbe en la vivienda, que comenzó en julio de 2006, aceleró su caída en marzo, bajando un 19% año por año, mientras se anunciaban más sufrimientos en el futuro. Los no pagos de hipotecas aumentan y se calcula que las ejecuciones hipotecarias en 2009 serán del orden de 2,1 millones, un aumento de 400.000 desde 2008. Los gastos de consumo han bajado, la vivienda está en la ruina y la producción industrial bajó por una tasa anual de un 20%, la mayor caída trimestral desde el Día de la Victoria en Europa en la Segunda Guerra Mundial. La contracción se impone a través de todo el sistema, y no hay señales de que disminuya.

Las condiciones en la economía en conjunto son ahora vastamente diferentes de las en Wall Street, donde el S&P 500 y el Dow Jones Industrials se han consolidado continuamente durante 5 semanas, recuperando más de un 25% de las pérdidas anteriores. El paquete de estímulo monetario de 13 billones de dólares del jefe de la Reserva Federal Ben Bernanke ha causado una recuperación en el mercado bursátil mientras la Calle Mayor sigue languideciendo bajo auxilio vital, esperando que el estímulo fiscal de 787.000 millones de dólares de Obama tenga efecto y compense la caída de la demanda y el aumento del desempleo. La recuperación en Wall Street indica que la inundación con liquidez de Bernanke está creando una burbuja en las acciones ya que los valores actuales no reflejan las condiciones subyacentes en la economía.

Los medios financieros hablan activamente de una recuperación mientras los valores suben más con cada semana que pasa.

Jim Cramer de CNBC, el cabecilla hiperventilador del “Dinero Rápido”, anunció la semana pasada: “Proclamo que la depresión ha pasado”.

Cramer y sus estrepitosos porristas mediáticos ignoran el hecho de que todos los sectores del sistema financieros están ahora apuntalados con préstamos de la Reserva Federal y bonos del Tesoro, sin los cuales el ficticio libre mercado se derrumbaría. Durante 19 meses, Bernanke ha mantenido una corriente continua de liquidez que fluye de los cofres del Tesoro de EE.UU. a la bolsa de valores de Nueva York en el centro de Manhattan. La Reserva Federal ha recapitalizado a instituciones financieras a través de sus bajas tasas de interés, sus multibillonarios medios prestables, y su compra directa de la deuda soberana de EE.UU. y de valores de Fannie Mae respaldados por hipotecas. El estado de cuentas de la Reserva Federal se ha convertido en un vertedero para todo tipo de desechos tóxicos y de pútridos instrumentos de deuda para los cuales no existe un mercado activo. Cuando los bancos centrales y los inversionistas extranjeros se den cuenta de que la divisa estadounidense está respaldada por dudosos colaterales de alto riesgo, habrá una corrida sobre el dólar seguida por una salida en estampida de valores de EE.UU.

A pesar de todo, Bernanke asegura a sus críticos que “los fundamentos de nuestra economía son fuertes.”

En cuanto a la recuperación, el analista de mercados Edward Harrison la resume como sigue:

“Se trata de una recuperación falsa porque los problemas sistémicos subyacentes en el sector financiero están siendo disimulados mediante diversos mecanismos diseñados para recapitalizar subrepticiamente a bancos, mientras el estímulo monetario y fiscal induce un rebote antes de que la insolvencia inherente de muchos bancos se convierta en un problema. Esto significa que el sistema bancario seguirá siendo débil incluso después que la recuperación tome forma. El resultado probable del sistema débil será una recaída en circunstancias similares a una depresión antes de que la salva temporal de estímulos haya desaparecido. Nótese que esto no imposibilita que las acciones suban considerablemente o que se forme un nuevo mercado alcista porque por insostenible que sea la recuperación, no dejará de ser una recuperación”.

(Edward Harrison, "The Fake Recovery", Credit Writedowns)


El repunte en el mercado bursátil no arreglará el sistema bancario, ni demorará la caída en la vivienda, ni remendará los desharrapados estados de cuentas de las familias, ni reparará las industrias en bancarrota o revertirá el declive acelerado en la confianza del consumidor. El aumento en el mercado bursátil sólo indica que los especuladores han vuelto al negocio aprovechando las generosas inyecciones de capital de la Reserva Federal que impulsan los valores hacia la estratósfera. Mientras tanto, las filas del desempleo se siguen alargando, los bancos alimentarios se agotan y los refugios para los que carecen de vivienda están que revientan. Las prioridades de la Reserva Federal se orientan a la clase inversionista no al ciudadano común que trabaja. Bernanke trata de mantener contento a Wall Street impulsando los valores de los activos con capital barato, pero los aumentos del suministro de dinero provocan más presión descendiente sobre el dólar. El jefe de la Reserva también ha comenzado a comprar bonos del Tesoro de EE.UU., lo que equivale a escribir un cheque propio para cubrir un sobregiro en la cuenta de uno mismo. Es el tipo de galimatías que pasa por política económica sana. La Reserva Federal es incapaz de solucionar el problema porque la Reserva es el problema.

La semana pasada, el mercado creció a lo alto al conocer que el ingreso neto de Wells Fargo en el primer trimestre aumentó un 50% a 3.000 millones de dólares, haciendo subir su acción un 30% en una sola sesión. Los medios financieros celebraron el triunfo de manera típica congratulándose mutuamente y anunciando que el mercado había tocado “fondo.” La noticia sobre Wells Fargo fue repetida ad nauseam durante dos días incluso a pesar de que todos saben que los grandes bancos poseen cientos de miles de millones en activos respaldados por hipotecas que están marcadas muy por encima de su verdadero valor y que sobrevendrán inmensas pérdidas. Naturalmente, los escépticos son mantenidos fuera de foco o acerbos presentadores los atacan por ser fatalistas y Casandras. Lamentablemente, la contabilidad creativa y la manipulación mediática sólo pueden tener éxito por un cierto tiempo. En última instancia los bancos tendrán que amortizar sus pérdidas y buscar más capital. Wells Fargo se salvó esta vez, pero a la próxima puede que no tenga tanta suerte. Bloomberg resume la situación de Wells Fargo:

“Wells Fargo & Co., el segundo prestamista de ahorro-vivienda de EE.UU., podría necesitar 50.000 millones de dólares para pagar al gobierno federal y cubrir pérdidas por préstamos a medida que la crisis económica se profundiza, según Frederick Cannon de KBW Inc.

KBW espera 120.000 millones de dólares de pérdidas de “tensión” en Wells Fargo, suponiendo que la recesión continúe durante el primer trimestre de 2010 y que el desempleo llegue a un 12%, escribió hoy Cannon en un informe. El banco basado en San Francisco podría necesitar 25.000 millones de dólares aparte de los 25.000 millones que debe al Tesoro de EE.UU. por el plan de rescate de la industria, escribió.

“Los detalles son escasos y creemos que gran parte de las noticias positivas en los resultados preliminares tenían que ver con la contabilidad de fusiones, estándares de contabilidad revisados y moratorias de no-pago de hipotecas, más que con tendencias subyacentes”, escribió Cannon, quien bajó la calificación de las acciones de “rendimiento de mercado” a “operación pobre”. “Esperamos que las ganancias y el capital estén bajo presión debido a la continuación de la debilidad económica”.

¿Qué pasó con todos esos préstamos sin rendimiento y MBS [valores con respaldo hipotecario] basura? ¿Se evaporaron simplemente hacia el éter neoyorquino? ¿Es posible que la buena suerte de Wells tenga algo que ver con los recientes cambios de las reglas de contabilidad de FASB [Consejo de Estándares de Contabilidad Financiera] respecto a "mark to market" [posiciones de futuros abiertas de los contribuyentes son ajustadas a valor de mercado para el cierre del año impositivo] que permiten más flexibilidad a los bancos para asignar un valor a sus activos? También, a juzgar por las planillas en Internet, Wells parece tener la menor “ratio de reservas de pérdidas para préstamos” de los cuatro principales bancos. No se puede decir que algo semejante inspire confianza.

Paul Krugman también expresa un punto de vista escéptico ante el informe de Wells Fargo:

“Respecto a esas maravillosas cifras de Wells Fargo... hay que recordar, que los beneficios en los informes no constituyen un número definitivo; involucran numerosas suposiciones. Y por lo menos algunos analistas dicen que las suposiciones de Wells sobre pérdidas por préstamos parecen, bueno, extrañas. Tal vez sí, tal vez no; pero hay que decir que sería terriblemente conveniente que los bancos sonaran bien claro ahora; precisamente cuando la cuestión de hasta qué punto se pondrá duro el gobierno de Obama está colgada en la balanza”.

Los bancos están todos jugando el mismo juego de escondite, tratando de embaucar al público para que crea que están en una posición de capital más fuerte de lo que están en realidad. No es más que otra trapacería de Wall Street empapelada con insípida propaganda mediática. Las gigantescas agencias de bolsa y los medios financieras son dos rayos de la misma rueda que giran en sincronización. Por desgracia, la fanfarria de los medios y el maquillaje de cifras no sacarán a la economía de su espiral descendiente o producirán una recuperación a largo plazo. Eso requiere política fiscal, programas de puestos de trabajo, alivio de deudas, saneamiento de hipotecas y un plan progresista para reconstruir la economía de la nación sobre un fundamento sólido de productividad y de aumentos regulares de salarios. Hasta ahora, el gobierno de Obama ha concentrado toda su atención y sus recursos en el sistema financiero en lugar de la gente trabajadora. Eso no solucionará el problema.

La deflación está hincando sus dientes en la economía. Los precios de alimentos y combustible cayeron en marzo en un 0,1% mientras el desempleo sigue su declive hacia un 10%. La caída de los precios al por mayor ha sido la mayor desde 1950 en los últimos 12 meses.

Según MarketWatch:

“La producción industrial ha bajado un 13,3% desde que comenzó la recesión en diciembre de 2007, el mayor descenso porcentual desde el fin de la Segunda Guerra Mundial … La tasa de utilización de la capacidad del total de la industria cayó más allá a 69,3%, un punto bajo histórico para esta serie, que comienza en 1967”.

(Federal Reserve)


La persistente caída en los precios de la vivienda (30%) y las pérdidas en el patrimonio inmobiliario sólo aumentan las presiones deflacionarias. La inmensa burbuja crediticia pierde aire una inmensa ráfaga.

El estímulo de 787.000 millones de dólares de Obama es demasiado pequeño para compensar la falta de actividad en una economía de 14 billones de dólares por año, en la que la capacidad de manufactura e industrial han caído a puntos bajos récord y el desempleo aumenta en 650.000 por mes. El alto desempleo es letal para una economía en la que los gastos de consumo representan un 72% del PIB. Sin alivio de la deuda y reducción de la presión de las hipotecas, el consumo se deteriorará y los beneficios corporativos se seguirán reduciendo. Las compañías del S&P500 ya han tenido una caída de un 37% en los beneficios corporativos. A menos que sean encarados los temas subyacentes de alivio de la deuda y de los salarios, las actuales tendencias persistirán. El crecimiento es imposible si los trabajadores están en quiebra y no se pueden permitir la compra de las cosas que producen.

El estímulo debe ser aumentado a un tamaño que permita que fomente la actividad económica y cree suficientes empleos para superar los problemas. El profesor de economía de Yale, Robert Schiller, propugna el martes más estímulos en su comentario en Bloomberg:

“En la Gran Depresión… el gobierno de EE.UU. tuvo muchas dificultades para mantener su compromiso con el estímulo económico. Se hablaba de, y se probó, la ‘reactivación de la economía’, pero no consecuentemente. La Depresión podría haber sido impedida en gran parte, pero no lo fue… Ante una psicología actual similar a la de la era de la Depresión, necesitamos de nuevo una masiva reactivación de la economía.

Sería una vergüenza si estuviésemos tan abrumados por la cólera ante la injusticia de todo que no tomáramos las medidas positivas necesarias para restaurar el pleno empleo. No será sólo injusto de cara al contribuyente estadounidense. Sería injusto hacia los que viven en chabolas…, sería injusto hacia los que están siendo desalojados de sus casas, y que no pueden encontrar otras porque no pueden encontrar empleo. Sería injusto hacia los que tienen que abandonar sus estudios porque ellos, o sus padres, no pueden encontrar empleo.

Es hora de enfrentar lo que hay que hacer. La sorpresa involucrada por el coste será inmensa, pero el coste en términos de producción perdida por no lograr el objetivo crediticio o el objetivo de la demanda agregada será aún mayor”.

(Robert Schiller, “Depression Lurks unless there's more Stimulus”, Bloomberg)


Incluso si la producción industrial, la manufactura, el comercio al detalle y la vivienda están en caída libre, el habla en Wall Street todavía se concentra en la elusiva recuperación. El S&P 500 tocó fondo a 666 el 6 de marzo y desde entonces ha vuelto a 852. Evidentemente las inyecciones de capital de Bernanke han jugado un papel importante en ese cambio. El ex Secretario de Trabajo bajo Clinton y profesor de economía en la Universidad de California Berkeley, Robert Reich, lo explica como sigue en su blog:

“Todos estos artículos con noticias optimistas están conectados por un hecho: la inundación de dinero que la Reserva Federal ha estado lanzando a la economía… Hay tanto dinero derramado sobre la economía que su precio tiene que bajar. Y el dinero barato tiene que inducir un cierto emprestamiento. La verdadera pregunta es si esto significa un despegue económico. La respuesta es que no lo hace.

El dinero barato, recordaréis, nos metió en este lío. Hace seis años, la Reserva Federal (Alan Greenspan et al) bajó los tipos de interés a un 1% ... Los grandes prestamistas hicieron lo que se podía esperar con ese dinero gratuito – conseguir lo más posible y luego prestárselo a todo el que podía ponerse de pie (y a muchos que no lo podían). Sin que hubiera reguladores que los controlaran, se salieron con la suya con el equivalente financiero de asesinatos.

El único principio económico que ha cambiado desde entonces es que tanta gente fue tan terriblemente perjudicada que ha desaparecido la confianza necesaria para que consumidores, inversionistas y empresas repitan lo que hicieron en aquel entonces… Sí, algunos consumidores refinanciarán y utilizarán el dinero extra que extraigan de sus casas para volver a gastarlo. Pero la mayoría utilizará ese dinero extra para pagar deudas y comenzar de nuevo a ahorrar, como lo hiciera hace años…

Admiro el optimismo disparatado, y comprendo por qué Wall Street y sus portavoces quieren ver un retorno al mercado alcista. ¡Diablos!, cualquiera que tenga una cartera de acciones quiere que vuelva a crecer. Pero desear algo es algo diferente de conseguirlo. Y el optimismo disparatado puede causar un inmenso daño a una economía. ¿No lo hemos aprendido todavía?

(Blog de Robert Reich, "Why We're Not at the Beginning of the End, and Probably Not Even At the End of the Beginning")


Si la intención del grandioso experimento económico de Bernanke fue crear una inflación dispareja en los mercados de valores y, por lo tanto, ampliar el abismo entre los financistas y la economía real; parece haber tenido éxito. ¿Pero por cuánto tiempo? ¿Cuánto tardará antes de que los bancos e inversionistas extranjeros se den cuenta de que las “facilidades de emprestamiento”, de sonido tan inocuo, de la Reserva Federal han provocado una ola de liquidez especulativa de bajos intereses hacia los mercados de capital? ¿De qué otra manera se puede explicar que las acciones suban vertiginosamente cuando la capacidad industrial, la manufactura, las exportaciones, los beneficios corporativos, el comercio minorista y todos los demás sectores han sido convertidos en escombros? La liquidez nunca es inerte. Navega por el sistema financiero como el mercurio en el agua, lanzándose elusivamente al área que ofrece la mayor oportunidad para ganancias. Por eso la marea apareció primero en el mercado bursátil. Cuando pase a las materias primas –y aumenten el petróleo y los precios de alimentos– Bernanke se dará cuenta de que el tiro le salió por la culata.

El plan de rescate financiero de Bernanke es un desastre. Debería haber pasado menos tiempo con Milton Friedman y más con Karl Marx. Fue Marx el que reveló la raíz de todas las crisis financieras. La resumió como sigue:

“La razón en última instancia de todas las crisis reales sigue siendo la pobreza y el consumo restringido de las masas, contrariamente al impulso de la producción capitalista para desarrollar las fuerzas productivas como si el poder absoluto de consumo de la sociedad constituyera su límite”.

(Karl Marx, Capital, vol. 3, New York International publishers, 1967)


¡Bingo!

Mensaje a Bernanke: Los trabajadores necesitan ayuda para la deuda y un aumento de salarios, no mayores rescates para gánsteres bancarios estafadores.

(mas...)

Mike Whitney

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Gran Depresión vs Crisis Presente

Una comparación histórico-estadística de la Gran Depresión con la crisis presente de Barry Eichengreen.

Se compara a menudo –con la mirada puesta solamente en los EEUU— la Gran Depresión con la crisis actual, sosteniendo que la presente es más suave que la Gran Depresión. En este articulito, dos reputados historiadores económicos muestran, en cambio, que la economía mundial se está desplomando de modo harto parecido a como lo hiciera en la Gran Depresión. En realidad, la producción industrial mundial, el comercio y los mercados de valores se están hundiendo a una velocidad mayor que en 1929-30. Único aspecto positivo: la respuesta política dada hasta ahora a la crisis, y cuyos resultados están por ver, parece hasta ahora más contundente.

Los paralelos entre la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado y la presente Gran Recesión han sido ampliamente destacados. Paul Krugman ha comparado la caída de la producción industrial estadounidense en los puntos culminantes de mediados de 1929 y de finales de 2007, mostrando que esta vez ha sido más suave. Fundándose en eso, y con su característico humor negro, se refiere a la presente como una "Gran Depresión a medias". El gráfico de los "Four Bad Bears", que compara el índice Dow en 1929-30 con el S&P 500 en 2008-9 ha gozado también de amplia circulación (Short, 2009). Lo que muestra es que el mercado de valores está cayendo desde fines de 2007 tan rápidamente como en 1929-30.

Hay que comparar la Gran Depresión con el mundo entero de ahora, no sólo con los EEUU

Éste y otros comentarios que contrastan los dos episodios lo que hacen es comparar los EEUU de entonces con los de ahora. Sin embargo, eso arroja una imagen confundente. La Gran Depresión fue un fenómeno global. Aun si, en cierto sentido, se originó en los EEUU, se transmitió internacionalmente a través de los flujos comerciales, los flujos de capital y los precios de las mercancías. Dicho esto, se puede observar que afectó de forma distinta a los distintos países. Los EEUU no son una muestra representativa de las diversas experiencias.

Nuestra Gran Recesión es de todo punto global, a despecho de las primeras esperanzas de lograr el desacoplamiento de Asia y Europa. Hay consciencia creciente de que los acontecimientos se precipitan por derroteros cada vez peores fuera de los EEUU, con caídas cada vez más grandes de la producción manufacturera, de las exportaciones y de los precios de las acciones.

En efecto, cuando miramos globalmente, como en el Cuadro 1, el declive de la producción industrial en los últimos nueve meses ha sido al menos tan grave como en los nueve meses que siguieron al pico de 1929. (Todos los gráficos incorporados a este artículo perfilan el comportamiento de las variables luego de los picos en la producción industrial mundial, que se dieron en junio de 1929 y en abril de 2008.) He aquí, pues, una primera ilustración de que una imagen global proporciona una perspectiva muy distinta y, ciertamente, más preocupante que la perspectiva centrada en el caso de los EEUU ofrecida por Krugman, la cual, según se observó antes, muestra un declive de la producción manufacturera que es hoy más pequeño que entonces.


Cuadro 1: El output industrial mundial, entonces y ahora

Fuente: Eichengreen y O'Rourke (2009)


Análogamente, mientras que la caída del mercado de valores en los EEUU marcó 1929, los mercados de valores globales están cayendo ahora más rápidamente que en la Gran Depresión (Cuadro 2). También eso contradice a quienes, fundando sus comparaciones exclusivamente en el comportamiento del mercado estadounidense, sugieren que el actual crac no es más serio que el de 1929-30.


Cuadro 2. Los mercados de valores mundiales, entonces y ahora

Fuente: Global Financial Database


Otro ámbito en el que estamos "rebasando" a nuestros ancestros es el de la destrucción del comercio. El comercio mundial está cayendo mucho más rápidamente ahora que en 1929-30 (Cuadro 3). Eso resulta muy alarmante, dada la importancia que la historiografía concede a la destrucción del comercio como uno de los ingredientes de la Gran Depresión.


Cuadro 3: El volumen del comercio mundial, entonces y ahora

Fuentes: League of Nations Monthly Bulletin of Statistics


No cabe duda: se trata de una Depresión

Resumiendo: globalmente, estamos en situación análoga, si no peor, que en la Gran Depresión, tanto si la métrica es la producción industrial, como si son las exportaciones o los valores de las acciones. Centrarse únicamente en los EEUU lleva a minimizar ese hecho alarmante. El rótulo de "Gran Recesión" podría terminar resultando demasiado optimista. Estamos ante un acontecimiento que tiene todas las dimensiones de una Depresión.

Dicho esto, sólo llevamos un año inmersos en la presente crisis, mientras que luego de 1929 el mundo siguió encogiendo durante tres año seguidos más. Lo que importa ahora es que los encargados de tomar decisiones políticas logren frenar el declive. Vayamos, pues, a las respuestas políticas.

Las respuestas políticas: entonces y ahora

El Cuadro 4 muestra un promedio –ponderado con el PIB— de los tipos de interés de los bancos centrales de 7 países. Como puede verse, en ambas crisis transcurrió un lapso de cinco o seis meses antes de que los tipos de interés respondieran tras registrarse y quedar atrás el pico máximo, aun cuando en la presente crisis los tipos se han recortado más rápidamente y partiendo ya de niveles más bajos. Hay más cosas aquí que la diferencia entre George Harrison y Ben Bernanke. La respuesta de los bancos centrales ha diferido globalmente.


Cuadro 4: Tipos de interés de los bancos centrales, entonces y ahora (promedio de 7 países)

Fuentes: Bernanke y Mihov (2000); Banco de Inglaterra, Banco Central Europeo, Banco de Japón, St. Louis Fed, Banco Nacional de Polonia, Banco Central de Suecia


El Cuadro 5 muestra la oferta monetaria para un promedio (ponderado con el PIB) de 19 países que representaban más de la mitad del PIB mundial en 2004. Claramente, la expansión monetaria fue más rápida en los preámbulos de la crisis de 2008 que en 1925-29, lo cual nos recuerda que los acontecimientos desencadenantes no fueron los mismos en los dos casos. Además, la oferta monetaria mundial siguió creciendo rápidamente en 2008, a diferencia de lo que ocurrió en 1929, en que se estancó, para luego experimentar un catastrófico encogimiento.


Cuadro 5: La oferta monetaria en 19 países, entonces y ahora

Fuentes: Bordo et al. (2001), IMF International Financial Statistics, OECD Monthly Economic Indicators


El Cuadro 6 es una imagen análoga que representa la política fiscal, en este caso, de 24 países. La medida de entreguerras es el excedente fiscal como porcentaje del PIB. Los datos actuales incluyen los pronósticos del FMI (World Economic Outlook Update) para 2009 y 2010. Como puede apreciarse, los déficits fiscales se expandieron luego de 1929, pero sólo modestamente. Claramente, la actual disposición a aceptar déficits es considerablemente mayor.


Cuadro 6: Los excedentes en el presupuesto público, entonces y ahora

Fuentes: Bordo et al. (2001), IMF World Economic Outlook, Enero 2009


Conclusión

En suma: el mundo está experimentando actualmente un shock de unas dimensiones de todo punto análogas a las del shock de 1929-30 experimentado durante la Gran Depresión. Limitarse a la observación de los EEUU es privarse de ver las alarmantes proporciones cobradas por la situación presente, incluso en comparación con 1929-30.

La buena nueva, evidentemente, es que la respuesta política es muy distinta. La cuestión ahora es si esa respuesta política funcionará. Para la respuesta, estén atentos a la publicación de nuestro próximo artículo.


REFERENCIAS:

Eichengreen, B. and K.H. O'Rourke. 2009. "A Tale of Two Depressions". En proceso de elaboración.

Bernanke, B.S. 2000. Bernanke, B.S. and I. Mihov. 2000. "Deflation and Monetary Contraction in the Great Depression: An Analysis by Simple Ratios". In B.S. Bernanke, Essays on the Great Depression. Princeton: Princeton University Press.

Bordo, M.D., B. Eichengreen, D. Klingebiel and M.S. Martinez-Peria. 2001. "Is the Crisis Problem Growing More Severe?" Economic Policy32: 51-82

Paul Krugman, "The Great Recession versus the Great Depression", Conscience of a Liberal (20 Marzo 2009)

Doug Short, "Four Bad Bears", DShort: Financial Lifecycle Planning" (20 Marzo 2009)


Barry Eichengreen

Profesor de teoría económica y ciencia política en la Universidad de California, Berkeley, y antiguo asesor del Fondo Monentario Internacional. Kevin H. O'Rourke es profesor de teoría económica en el Trinity College de Dublín.

voxeu.org

Traducción Ricardo Timón

www.sinpermiso.info

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En la ruta de la decadencia

Hacia una crisis prolongada de la civilización burguesa



La decadencia del Imperio

Salto al vacío

La recesión se instaló en los Estados Unidos hacia fines de 2007, se fue agravando durante 2008 y en el último trimestre se produjo la entrada en depresión con una caída del Producto Bruto Interno superior al 6%. Las informaciones económicas al comenzar 2009 demuestran que el proceso tiende a radicalizarse.

Se despliega ante nuestros ojos el final de lo que deberíamos mirar como el primer capítulo de la declinación del Imperio norteamericano (aproximadamente 2001-2007) y el comienzo de un proceso turbulento disparado por el salto cualitativo de tendencias negativas que se fueron desarrollando durante un largo período.

De todos modos las malas noticias económicas y militares (fracaso evidente de las guerras coloniales en Asia) no parecen bloquear las rutinas imperiales de Washington, Obama anuncia la retirada gradual de Irak pero al mismo tiempo decide ampliar la ofensiva bélica en Afganistan (y en Pakistán) hostilizando así a Rusia y China y preservando los mega gastos parasitarios del Complejo Industrial Militar (mas de un millón de millones de dólares) y en consecuencia agrandando un super déficit fiscal insostenible.

La incapacidad para cambiar de rumbo, la rigidez en el comportamiento del sistema de poder, es una clara muestra de decadencia.

En la cúpula del sistema reina la incertidumbre que se va convirtiendo en pánico; el fantasma del colapso comienza a asomar su rostro. Mientras tanto la autoridades económicas inyectan masivamente liquidez en el mercado, otorgan subsidios fiscales e improvisan costosos salvatajes a las instituciones financieras en bancarrota intentando suavizar la recesión sabiendo que de ese modo están construyendo una gigantesca bomba de tiempo inflacionaria y condenando al dólar a una declinación segura.

La palabra "colapso" fue apareciendo con creciente intensidad desde fines de 2007 en entrevistas y artículos periodísticos muchas veces combinadas con otras expresiones no menos terribles, en algunos casos adoptando su aspecto más popular (derrumbe, caída catastrófica...) y en otros su forma rigurosa, es decir como sucesión irreversible de graves deterioros sistémicos, como decadencia general.

Paul Craig Roberts (que fue en el pasado miembro del staff directivo del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos y editor de Wall Street Journal) publicó el 20 de marzo de 2008 un texto titulado “El colapso de la potencia americana” donde describe los rasgos decisivos de la declinación integralde los Estados Unidos (1), el 27 de marzo “The Economist” titulaba “Esperando el arnagedon” a un articulo referido a la marea irresistible de bancarrotas empresarias norteamericanas. El 14 de abril Financial Times publicaba un articulo de Richard Haass, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos donde señalaba que “la era unipolar, periodo sin precedentes de dominio estadounidense, ha terminado. Duro unas dos décadas, algo más de un instante en términos históricos” (2)

Una prolongada degradación

Para entender lo que está ocurriendo es necesario tomar en cuenta fenómenos que han modelado el comportamiento de la sociedad norteamericana durante las últimas tres décadas generando un proceso de decadencia social.

En primer lugar el deterioro de la cultura productiva gradualmente desplazada por una combinación de consumismo y prácticas financieras. La precarización laboral incentivada a partir de la presidencia de Reagan buscaba disminuir la presión salarial mejorando así la rentabilidad capitalista y la competitividad internacional de la industria, pero a largo plazo degradó la cohesión laboral, el interés de los asalariados hacia las estructuras de producción. Ello derivó en una creciente ineficacia de los procesos innovativos que pasaron a ser cada vez más difíciles y caros comparados con los de los principales competidores globales (europeos, japoneses, etc) Uno de sus resultados fue el déficit crónico y ascendente del comercio exterior (2 mil millones de dólares en 1971, 28 mil millones en 1981, 77 mil millones en 1991, 430 mil millones en 2001, 815 mil millones en 2007...)

Mientras tanto se fue expandiendo la masa de negocios financieros absorbiendo capitales que no encontraban espacios favorables en el tejido industrial y otras actividades productivas. Las empresas y el Estado demandaban esos fondos, las primeras para desarrollarse, concentrase, competir en un mundo cada vez más duro, y el segundo para solventar sus gastos militares y civiles que cumplían un papel muy importante en el sostenimiento de la demanda interna. Recordemos por ejemplo las erogaciones descomunales motivadas por la llamada "Iniciativa de Defensa Estratégica" (mas conocida como "Guerra de las Galaxias") lanzada por Reagan en 1983 en el momento en que la desocupación superaba el 10% de la Población Económicamente Activa (la cifra más alta desde el fin de la Segunda Guerra Mundial)

Financierización económica (factor decisivo del ascenso parasitario) y decadencia de la cultura productiva constituyen dos procesos complementarios.

Un segundo fenómeno fue la concentración de ingresos, hacia comienzos de los años 1980 el 1% más rico de la población absorbía entre el 7% y el 8% del Ingreso Nacional, veinte años después la cifra se había duplicado y en 2007 rondaba el 20%: el más alto nivel de concentración desde fines de los años 1920, por su parte el 10% mas rico paso de absorber un tercio del Ingreso Nacional hacia mediados de los años 1950 a cerca del 50% en la actualidad (3) Contrariamente a lo que enseña la “teoría económica” dicha concentración no derivó en mayores ahorros e inversiones industriales sino en más consumo y más negocios improductivos que con la ayuda del boom de las tecnologías de la información y la comunicación engendraron un universo semi virtual por encima del mundo, casi mágico, donde fantasía y realidad se mezclan caóticamente. Por allí navegaron millones de norteamericanos, en especial las clases superiores.

En tercer lugar (enlazado a lo anterior) se fue desplegando un proceso de desintegración social uno de cuyos aspectos más notables fue el incremento de la criminalidad y de la subcultura de la transgresión abarcando a los mas variados sectores de la población, acompañada por la criminalización de pobres, marginales y minorías étnicas. Actualmente las cárceles norteamericanas son las más pobladas del planeta, hacia 1980 alojaban unos 500 mil presos, en 1990 cerca de 1.150.000, en 1997 eran 1.700.000 a los que había que agregar 3.900.000 en libertad vigilada (probation, etc), pero a fines de 2006 los presos sumaban unos 2.260.000 y los ciudadanos en libertad vigilada unos 5 millones; en total más de 7.200.000 norteamericanos se encontraban bajo custodia judicial (4)

En abril de 2008 un articulo aparecido en el New York Times señalaba que los Estados Unidos con menos del 5 % de la población mundial alojan al 25% de todos los presos del planeta, uno de cada cien de sus habitantes adultos se encuentran encarcelados; es la cifra más alta a nivel internacional (5)

En cuarto término es necesario a tomar en cuenta la larga marcha ascendente del Complejo Industrial Militar, área de convergencia entre el Estado, la industria y la ciencia que se fue expandiendo desde mediados de los años 1930 atravesando gobiernos demócratas y republicanos, guerras reales o imaginarias, períodos de calma global o de alta tensión. Algunos autores, entre ellos Chalmers Johnson, consideran que los gastos militares han sido el motor central de la economía norteamericana desde la Segunda Guerra Mundial hasta las guerras eurasiáticas de la administración Bush-Cheney pasando por Corea, Vietnam, la Guerra de las Galaxias y Kosovo.

Y ahora Obama (guerra de Afganistán mediante) aparece también atrapado por la dinámica militarista. Según Johnson, que define a la estrategia sobre determinante seguida en las últimas siete décadas como "keynesianismo militar", el gasto bélico real del ejercicio fiscal 2008 superaría los 1,1 billones (millones de millones) de dólares, el más alto desde la Segunda Guerra Mundial (6) Estos gastos han ido creciendo a lo largo del tiempo involucrando a miles de empresas y millones de personas, de acuerdo a los cálculos de Rodrigue Tremblay en el año 2006 el Departamento de Defensa de los Estados Unidos empleó a 2.143.000 personas. mientras que los contratistas privados del sistema de defensa empleaban a 3.600.000 trabajadores (en total 5.743.000 puestos de trabajo) a los que hay que agregar unos 25 millones de veteranos de guerra. En suma, en los Estados Unidos unas 30 millones de personas (cifra equivalente al 20% de la Población Económicamente Activa) reciben de manera directa e indirecta ingresos provenientes del gasto público militar (7)

El efecto multiplicador del sector sobre el conjunto de la economía posibilitó en el pasado la prosperidad de un esquema que Scott MacDonald califica como "the guns and butter economy", es decir una estructura donde el consumo de masas y la industria bélica se expandían al mismo tiempo (8) Pero ese largo ciclo esta llegando a su fin; la magnitud alcanzada por los gastos bélicos los ha convertido en un factor decisivo del déficit fiscal causando inflación y desvalorización internacional del dólar. Además su hipertrofia otorgó un enorme peso político a élites estatales (civiles y militares) y empresarias que se fueron embarcando en un autismo sin contrapesossociales.

La creciente sofisticación tecnológica paralela al encarecimiento de los sistemas de armas alejó cada vez más a la ciencia militarizada de sus eventuales aplicaciones civiles afectando negativamente la competitividad industrial. Esta separación ascendente entre la ciencia-militar (devoradora de fondos y de talentos) y la industria civil llegó a niveles catastróficos en el período terminal de la ex Union Soviética, ahora la historia parece repetirse.

A todo esto se suma un acontecimiento aparentemente inesperado, las guerras de Irak y Afganistán y de manera indirecta el fracaso de la ofensiva israelí en el Libano han demostrado la ineficacia operativa de la súper compleja (y súper cara) maquinaria bélica de última generación puesta en jaque por enemigos que operan de manera descentralizada y con armas sencillas y baratas. Planteando una grave crisis de percepción (una catástrofe psicológica) entre los dirigentes del Complejo Industrial Militar de los Estados Unidos y de la OTAN (en la historia de las civilizaciones no es esta la primera vez que ocurre un fenómeno de este tipo)

En quinto lugar, la decadencia del Estado (estrechamente asociada a la hipertrofia militar-financiera) se expresó como repliegue de su capacidad integradora (declinación de la seguridad social, predominio de la cultura elitista en sus centros de decisión, etc), degradación de la infraestructura y persistencia del déficit fiscal que ha derivado en una deuda pública gigantesca. Si nos remitimos a las últimas cuatro décadas los superávits fiscales constituyen una rareza, desde los años 1970 los déficits fueron creciendo hasta llegar a comienzos de los 1990 a niveles muy altos, sin embargo Clinton se despidió a fines de esa década con algunos superávits que observados desde un enfoque de largo plazo aparecen como hechos efímeros. Pero desde la llegada de George W. Bush el déficit regresó alcanzando cifras sin precedentes: 160 mil millones de dólares en 2002, 380 mil millones en 2003, 320 mil millones en 2005... ahora Obama se instala en la Casa Blanca con un déficit superior al millón de millones de dólares.

Nos encontramos frente a un estado imperial cargado de dudas, cuyo funcionamiento depende ya no solo del sistema financiero nacional sino también (cada vez más) del financiamiento internacional, le hubiera resultado extremadamente difícil a los Estados unidos lanzarse a su aventura militar asiática sin las compras de sus títulos por parte de China, Japón, Alemania y otras fuentes externas.

En sexto término debemos agregar la dependencia energética, hacia 1960 el Imperio importaba el 16% de su consumo de petróleo, actualmente llega al 65%.

Los Estados Unidos emergieron como un gran país industrial porque desde comienzos del siglo XX fueron también la primera potencia petrolera internacional. Al igual que Inglaterra durante el siglo XIX respecto del carbón, gozaron de una ventaja energética que les permitió desarrollar tecnologías apoyadas en dicho privilegio y competir exitosamente con el resto del mundo. Pero a mediados de los años 1950 prestigiosos expertos norteamericanos como el geologo King Hubbert anunciaron el fin próximo de la era de abundancia energética nacional, según lo anticipó Hubbert (en 1956) desde comienzos de los 1970 la producción petrolera estadounidense comenzaría a declinar: así ocurrió.

La incapacidad de los Estados Unidos para reconvertir su sistema energético (tuvo casi cuatro décadas para hacerlo) reduciendo o frenando su dependencia respecto del petróleo puede ser atribuida en primer lugar a la presión de la compañías petroleras que impusieron la opción de la explotación intensiva de recursos externos, periféricos, que fueron sobrestimados. Podría afirmarse en este caso que la dinámica imperialista forjó una trampa energética de la que ahora es victima el propio Imperio. El estado no desarrolló estrategias de largo plazo tendientes al ahorro de energía, lo que probablemente habría desacelerado (no evitado) la crisis energética actual, no solo por la imposición del lobby petrolero sino también porque sus cúpulas políticas (demócratas y republicanas) se fueron sumergiendo en la cultura del corto plazo correspondiente a la era de la hegemonía financiera, subordinándose por completo a los intereses inmediatos de los grupos económicos dominantes.

Pero también deberíamos reflexionar acerca de los límites del sistema tecnológico moderno que los estadounidenses exacerbaron al extremo. El mismo se ha reproducido en torno de objetos técnicos decisivos de la cultura individualista (por ejemplo el automóvil) que definen el estilo de vida dominante y a procedimientos productivos basados en la explotación intensiva de recursos naturales no renovables o en la destrucción de los ciclos de reproducción de los recursos renovables. Gracias a esa lógica destructiva el capitalismo industrial pudo en Europa desde fines del siglo XVIII “independizarse” de los ritmos naturales sometiendo brutalmente a la naturaleza y acelerando la expansión de la civilización burguesa. Ello aparecía ante los admiradores del “progreso” en los siglos XIX y XX como la gran proeza del capitalismo, una visión más amplia nos permite ahora darnos cuenta que se trataba del despliegue de una de sus irracionalidades fundamentales que los Estados Unidos, el capitalismo más exitoso de la historia, llevó al más alto nivel jamás alcanzado.

Desequilibrios, deudas, declinación del dólar

La pérdida de dinamismo del sistema productivo fue compensado por la expansión del consumo privado (centrado en las clases altas), los gastos militares y la proliferación de actividades parasitarias lideradas por el sistema financiero. Lo que engendró crecientes desequilibrios fiscales y del comercio exterior y una acumulación incesante de deudas públicas y privadas, internas y externas. La deuda pública norteamericana pasó de 390 mil millones de dólares en 1970, a 930 mil millones en 1980, a 3,2 billones (millones de millones) en 1990, a 5,6 billones en 2000 para saltar a 9,5 billones en abril de 2008 y a 10,9 billones a comienzos de marzo de 2009; por su parte la deuda total de los estadounidenses (pública más privada) ronda 54 billones de dólares (aproximadamente equivalente a Producto Bruto Mundial) de esa cifra el 20% constituyen deuda externa. Solo durante 2007 la deuda total aumento cerca de 4,3 billones de dolares (equivalente al 30% del Producto Bruto Interno norteamericano) El proceso fue coronado por una sucesión de burbujas especulativas que marcaron, desde los años 1990 a un sistema que consumía más allá de sus posibilidades productivas.

A partir de los años 1970-1980 es posible observar el crecimiento paralelo de tendencias perversas como los déficits comercial, fiscal y energético, los gastos militares, el número de presos y las deudas públicas y privadas. Todas esas curvas ascendentes aparecen atravesadas por algunas tendencias descendentes; por ejemplo la disminución de la tasa de ahorro personal y la caída del valor internacional del dólar (que se aceleró en la década actual), expresión de la declinación de la supremacía imperial.

La articulación de esos fenómenos nos permite esbozar una totalidad social decadente a la que se incorporan (convergen) una gran diversidad de hechos de distinta magnitud (culturales, tecnológicos, sociales, políticos, militares, etc)

Esta visión de largo plazo ubica a la era de los halcones presidida por George. W. Bush como una suerte de “salto cualitativo” de un proceso con varias décadas de desarrollo y no como un hecho-excepcional o una desviación-negativa. Nos encontraríamos ante la fase más reciente de la degradación del capitalismo estatista-keynesiano iniciada en los años 1970 puntapié inicial de la crisis general del sistema. La experiencia histórica enseña que esos despegues hacia el infierno casi siempre debutan en medio de euforias triunfalistas donde detrás de cada señal de victoria se oculta una constatación de desastre. La loca carrera militar sobre Eurasia estaba en el centro del discurso acerca del supuesto combate victorioso contra un enemigo (terrorista) global imaginario que sumergió en el pantano a las fuerzas armadas imperiales, las expansiones desenfrenadas de la burbuja inmobiliaria y de las deudas eran ocultada por las cifras de aumento del Producto Bruto Interno y la sensación (mediática) de prosperidad.

Imperio y globalización

Los Estados Unidos son todavía el centro del mundo (del capitalismo global), su declinación no es solo la de la primera potencia sino la del espacio esencial de la interpenetración productiva, comercial y financiera a escala planetaria que se fue acelerando en las tres últimas décadas hasta conformar una trama muy densa de la que ninguna economía capitalista desarrollada o subdesarrollada puede escapar (salir de esa tupida red significa romper con la lógica, con el funcionamiento concreto del capitalismo integrado por clases dominantes locales altamente transnacionalizadas)

Durante la década actual la expansión económica en Europa, China más otros países subdesarrollados y el modesto (efímero) fin del estancamiento japonés solían ser mostrados como el restablecimiento de capitalismos maduros y el ascenso de jóvenes capitalismos periféricos cuando en realidad se trató de prosperidades estrechamente relacionadas con la expansión consumista-financiera norteamericana. Estados Unidos es el primer importador global, en 2007 compró bienes y servicios por 2,3 millones de millones de dólares, es el principal cliente de China, India y Japón,Inglaterra, el primer mercado extra europeo de Alemania. Pero es sobre todo en el plano financiero en tanto área hegemónica del sistema internacional donde se destaca su primacía.

Por ejemplo, la red de los negocios con productos financieros derivados (más de 600 millones de millones de dólares registrados por el Banco de Basilea, es decir unas 12 veces el Producto Bruto Mundial) se articula a partir de la estructura financiera norteamericana, las grandes burbujas especulativas imperiales irradiaron al resto del mundo de manera directa o generando burbujas paralelas como fue posible comprobar con la experiencia reciente de la especulación inmobiliaria en los Estados Unidos y sus clones directos en España, Inglaterra, Irlanda o Australia e indirectos como la superburbuja bursátil china.

Si observamos el comportamiento económico de las grandes potencias comprobaremos en cada caso como sus esferas de negocios superan siempre los límites de los respectivos mercados nacionales e incluso regionales cuya dimensión real resulta insuficiente desde el punto de vista del volumen y la articulación internacional de sus actividades. La Unión Europea está sólidamente atada a los Estados Unidos a nivel comercial e industrial y principalmente financiero, Japón agrega a lo anterior su histórica dependencia de las compras norteamericanas, por su parte China desarrolló su economía en el último cuarto de siglo sobre la base de sus exportaciones industriales a los Estados Unidos y a países, como Japón, Corea del Sur y otros, fuertemente dependientes del Imperio.

En fin, el renacimiento ruso gira en torno de sus exportaciones energéticas (principalmente dirigidas hacia Europa), su élite económica se fue estructurando desde el fin de la URSS multiplicando sus operaciones a escala transnacional en especial sus vínculos financieros con Europa occidental y los Estados Unidos. No se trata de simples lazos directos con el Imperio sino de la reproducción ampliada acelerada de una compleja red global de negocios, mercados interdependendientes, asociaciones financieras, innovaciones tecnológicas, etc, que integra al conjunto de burguesías dominantes del planeta. El mundo financiero hipertrofiado es su espacio de circulación natural y su motor geográfico son los Estados Unidos cuya decadencia no puede ser disociada del fenómeno más amplio de la llamada globalización, es decir de la financierización de la economía mundial.

Podríamos visualizar al Imperio como sujeto central del proceso, su gran beneficiario y manipulador, y al mismo tiempo como su objeto, producto de una corriente que lo llevo hasta el más alto nivel de riqueza y degradación. Gracias a la globalización los Estados Unidos pudieron sobre-consumir pagando al resto del mundo con sus dólares devaluados imponiéndoles su atesoramiento (bajo la forma de reservas) y sus títulos públicos que financiaron sus déficits fiscales. Aunque también gracias al parasitismo norteamericano, Europa, China, Japón, etc, pudieron colocar en el mercado imperial una porción significativa de sus exportaciones de mercancías y de sus excedentes de capitales.

En ese sentido el parasitismo financiero, producto de la crisis de sobreproducción crónica, es a la vez norteamericano y universal, la otra cara del consumismo imperial es la reproducción de capitalismos centrales y periféricos que necesitan desbordar sus mercados locales para hacer crecer sus beneficios. Ello es evidente en los casos de Europa occidental y Japón pero también lo es en el de China que exporta gracias a sus bajos salarios (comprimiendo su mercado interno)

Lo que se está hundiendo ahora no es la nave principal de la flota (si así fuera, numerosas embarcaciones podrían salvarse); solo hay una nave y es su sector decisivo el que está haciendo agua.

Neoestatismo y crisis

Debemos ubicar en su contexto histórico a las actuales intervenciones de los estados de los países centrales destinadas a contrarrestar la crisis. A comienzos de 2008 proliferaban ilusiones conservadoras referidas al posible desacople de varias economías industriales y subdesarrolladas respecto de la recesión imperial pero lo hechos derrumbaron esas esperanzas. Junto a ellas apareció la fantasía del renacimiento del intervencionismo keynesiano: según dicha hipótesis el neoliberalismo (entendido como simple desestatización de la economía) sería un fenómeno reversible y nuevamente como hace un siglo el Estado salvaría al capitalismo. En realidad en las últimas cuatro décadas se ha producido en los países centrales un doble fenómeno: por una parte la degradación general de los estados que manteniendo su tamaño con relación a cada economía nacional quedaron sometidos a los grupos financieros, perdieron legitimidad social. Y por otra fueron progresivamente desbordados por el sistema económico mundial no solo por su trama financiera sino también por operaciones industriales y comerciales que burlaban los controles (cada vez mas flojos) de las instituciones nacionales y regionales.

En los Estados Unidos dicho proceso avanzó más que en ningún otro país desarrollado, nunca fue abandonado el histórico keynesianismo militar por el contrario el Complejo Militar-Industrial se hipertrofió articulándose con un conjunto de negocios mafiosos, financieros, energéticos, etc, que se convirtió en el centro dominante del sistema de poder apropiándose groseramente del aparato estatal hasta convertirlo en una estructura decadente.

En los países centrales el estado intervencionista (de raíz keynesiana) no necesita regresar porque nunca se ha ido, a lo largo de las últimas décadas, obediente a las necesidades de las áreas más avanzadas del capitalismo, fue modificando sus estrategias, apuntalando la concentración de ingresos y los desarrollos parasitarios, cambiando su ideología, su discurso (en el pasado lejano) integrador, social, productivista-industrial, ayer elitista, neoliberal y virtualista-financiero, hoy enarbolando un neokeynesianismo salvavidas (impotente) de la globalización.

Es en el mundo subdesarrollado donde el estatismo retrocedió hasta ser triturado en numerosos casos por la ola depredadora imperialista, la desestatización fue su forma concreta de sometimiento a la dinámica del capitalismo global. Allí el regreso al estado interventor-desarrollista de otras épocas es un viaje al pasado físicamente imposible, las burguesías dominantes locales, sus negocios decisivos, están completamente transnacionalizados o bien bajo la tutela directa de firmas transnacionales.

Finalmente es necesario señalar que el hiper-gigantismo del Imperio hace que su hundimiento tenga un poder de arrastre sin precedentes en la historia humana. Además los Estados Unidos no constituyen “un mundo aparte” (marginado) sino el centro de la cultura universal (el capitalismo), la etapa más reciente de una larga historia mundial en torno de Occidente.

La inmensidad del desastre en curso, la extrema radicalidad de las rupturas que puede llegar a engendrar, muy superiores a las que causó la crisis iniciada hacia 1914 (que dio nacimiento a un largo ciclo de tentativas de superación del capitalismo y también al fascismo, intento de recomposición barbara del sistema burgués) genera reacciones espontáneas negadoras de la realidad en las élites dominantes, los espacios sociales conservadores y más allá de ellos, pero la realidad de la crisis se va imponiendo. Todo el edificio de ideas, de certezas de diferente signo, construido a lo largo de más de dos siglos de capitalismo industrial está empezando a agrietarse.


Crisis de civilización

Aspectos de la crisis

La crisis financiera es gigantesca pero también los son las "otras crisis" unas más visibles o virulentas que otras convergiendo hasta conformar un fenómeno inédito. Para tomar un solo ejemplo, la crisis energética que expresa por ahora el estancamiento y próxima reducción de la producción petrolera global, fue hasta hace muy poco un catalizador decisivo de la especulación y la inflación (antes de la caída económica global del último trimestre de 2008) y nos espera en un futuro no muy lejano para darnos nuevos golpes inflacionarios, cuando la extracción descienda algunos peldaños más o cuando la depresión económica se detenga. Por otra parte la crisis energética está asociada a la crisis alimentaria y ambas señalan la existencia de un impasse tecnológico general que se extiende a la degradación del medio ambiente y del aparatismo militar-industrial asociada a su vez a la degradación del estado potenciada en la era neoliberal (marcada por la financierización global), todo ello concentrado y exacerbado a partir del colapso financiero en los Estados Unidos, el centro del mundo.

Es posible entonces afirmar que las diversas crisis no son sino aspectos de una única crisis, sistémica, del capitalismo como etapa de la historia humana (9)

Ciclos

Una componente importante de esa crisis es la constatación de que ciertos ciclos que parecían regir el funcionamiento económico han dejado de funcionar, se trata de la destrucción de la creencia en que luego de un determinado número meses o años de vacas flacas llegaría el de las vacas gordas y que el sistema seguiría su camino ascendente. Los ciclos decenales descubiertos por Juglar hacia 1860 atravesaron buena parte del siglo XIX expresando las oscilaciones del joven capitalismo industrial aunque al final del mismo esas rutinas se fueron desdibujando. Hacia 1885 en una nota anexa al Libro III del Capital Engels señalaba que "se ha operado un viraje desde la última gran crisis general (1867) La forma aguda del proceso periódico con su ciclo de diez años que se venía observando hasta entonces parece haber cedido el puesto a una sucesión más bien crónica y larga de períodos relativamente cortos y tenues de mejoramiento de los negocios y de períodos relativamente largosde depresión..." Y atribuía ese cambio a la nueva configuración económica internacional marcada por el rápido desarrollo de los medios de comunicación, la ampliación del mercado mundial y el fin del monopolio industrial inglés 10)

Los viejos ciclos decenales tendían a desaparecer porque el capitalismo había sufrido cambios estructurales decisivos. Pero ello no afectó a otras rutinas del sistema como las o­ndas largas de Kondratieff, etapas de aproximadamente entre 50 y 60 años (la primera mitad de ascenso económico y la segunda de descenso) que se venían sucediendo a partir de la revolución industrial inglesa. A lo largo de la historia del capitalismo han sido registrados cuatro ciclos de Kondratieff, el primero se inició a fines del siglo XVIII y concluyó a mediados del siglo XIX, el segundo terminó durante la última década de ese siglo y el tercero durante los años 1940 cuando se inició un cuarto ciclo cuyaetapa de prosperidad llegó hasta fines de los años 1960, hasta 1968 si seguimos la propuesta de Mandel que prefiere establecer cortes históricos precisos (11) A partir de ese momento la tasa de crecimiento de la economía mundial impulsada por los países capitalistas centrales describió una tendencia descendente en el largo plazo que no se ha detenido hasta la actualidad y que debería prolongarse en un futuro previsible.

Si aceptamos la periodización de Mandel, la fase descendente del primer Kondratieff habría durado unos 22 años, la del segundo 20 años y la del tercero 26 años, el promedio es de aproximadamente 22,6 años, pero el descenso del cuarto Kondratieff ya estaría durando unos 40 años (en 2008) y no es demasiado osado pronosticar su prolongación al menos un lustro más. Siguiendo el modelo teórico la recuperación debió haber comenzado hacia mediados de la década pasada, ello no se produjo y tampoco ocurrió en la actual.

Peor aún, cada fase ascendente suele ser asociada a grandes innovaciones tecnológicas que modificaron los sistemas de producción y los estilos de consumo. Así sucedió durante la primera revolución industrial con la máquina a vapor y la expansión de la industria textil, a mediados del siglo XIX con el acero y el desarrollo de los ferrocarriles, a fines del siglo XIX con la electricidad, la química y los motores,y la electrónica, la petroquímica y los automóviles a mediados de los años 1940 en el debut del cuarto Kondratieff. Así "debió-haber-sucedido" en la década de los años 1990 atravesada por grandes innovaciones en informática, biotecnología y nuevos materiales, sin embargo esos cambios técnicos no modificaron positivamente el curso de los acontecimientos, por el contrario acentuaron sus peores características.

Por ejemplo la informática: cuando evaluamos su impacto según la importancia de la actividad económica involucrada constatamos que su principal aplicación se produjo en el área del parasitismo financiero cuyo volumen de negocios (unos mil millones de millones de dólares) equivale actualmente a unas 19 veces el Producto Bruto Mundial.
Esto me permite plantear la hipótesis de que así como ocurrió hace cerca de un siglo con los ciclos decenales de Juglar podemos actualmente sostener que las o­ndas largas de Kondratieff han perdido validez científica, la fase descendente del cuarto Kondratieff ha sido triturada por la nueva realidad, la economía mundial completamente hegemonizada por el parasitismo financiero obedece a una dinámica radicalmente diferente de la vigente durante la era del capitalismo industrial.

Frente a esa evidencia no faltan los expertos y académicos apurados en encontrar una nueva rutina restauradora del orden, algunos proponen regresar a ciclos más cortos y violentos al estilo Juglar (¿retorno al siglo XIX?), otros mixturan Juglar y Kondratieff introduciendo algunos adornos provenientes de la psicología social, otros realizan manipulaciones econométricas en el ciclo Kondratieff conservando así la esperanza en una futura recomposición ascendente del sistema. Es el caso de Ian Gordon, renombrado especialista norteamericano en pronósticos económicos que no duda fabricar un súper "cuarto Kondratieff" estadounidense de casi 70 años, corriendo hacia la derecha el inicio de su etapa ascendente (desde 1940 a 1950) extendiéndola hasta los años 1980 y proponer el fin del descenso (y el comienzo de un nuevo y maravilloso quinto Kondratieff capitalista) para finales de la segunda década del siglo XXI (12)

Senilidad

El fin de las rutinas y el ingreso en un tiempo de desorden general nos están señalando que el mundo burgués no se encuentra ante una enfermedad pasajera, una "crisis cíclica" más al interior del gran ciclo, único y supuestamente vigoroso del capitalismo sino ante una crisis de enorme amplitud donde las enfermedades se multiplican no por un capricho del destino sino porque el organismo, el sistema social universal, esta muy viejo.

El capitalismo mundial ingresó en la etapa senil (13) en los años 1970 cuando el parasitismo devino hegemónico, a lo largo de dicha década y del primer lustro de los años 1980 ocurrieron hechos decisivos en los Estados Unidos, entre ellos el debut de la declinación de su producción petrolera, la decisión del gobierno de Nixon de terminar con el patrón dolar-oro, la derrota en Vietnam a lo que luego se agregaron los déficits comerciales y fiscales crónicos y la suba incesante de las deudas pública y privada, la concentración de ingresos, el consumismo, la elitización y degradación del sistema político, etc.

Todo eso derivó a comienzos del siglo XXI, cuando se desinfló la burbuja bursátil, en una situación extremadamente grave a la que el Imperio respondió con una desesperada fuga hacia adelante: radicalizó su estrategia de conquista de Eurasia desplegando grandes operativos militares (Irak, Afganistán) y reanimó la especulación financiera inflando la burbuja inmobiliaria y gracias a ella volviendo a inflar la burbuja bursátil. Ante la crisis del parasitismo financiero decidió impulsar una ola parasitaria mucho más grande que la anterior, no se trató de un "error estratégico" sino una consecuencia estratégica lógica inscripta en la dinámica dominante del sistema de poder.

Un primer indicador de senilidad es la decadencia de los Estados Unidos resultado de un largo proceso de degradación. La "globalización" desarrollada desde los años 1970 implicó un triple proceso; el aburguesamiento casi completo del planeta (la cultura del capitalismo devino verdaderamente universal al derrotar a la URSS e integrar a China), la financierización integral del capitalismo (hegemonía parasitaria) y la unipolaridad: instalación del Imperio norteamericano como poder supremo mundial.

Principal consumidor global y área central de los negocios financieros internacionales a lo que se agrega el hecho decisivo de la "norteamericanización" de la cultura de las clases dominantes del mundo. Es por ello que la declinación (senilidad) de los Estados Unidos, más allá de sus consecuencias económicas (o incluyendo sus consecuencias económicas) constituye el motor de la decadencia universal del capitalismo.

El Imperio ha sido a la vez verdugo y víctima del resto del mundo, su consumismo parasitario ha tenido como contrapartida los buenos negocios comerciales y financieros de las burguesías de la Unión Europea, China, Japón, India, etc. La hinchazón parasitaria estadounidense fue el amortiguador fundamental de la crisis de sobreproducción crónica de las grandes potencias, pero la burbuja imperial ahora se está desinflando y el capitalismo global ingresa en la depresión.

Un segundo indicador de senilidad es la interacción entre dos fenómenos: la hipertrofia financiera global y la desaceleración en el largo plazo de la economía mundial. En las últimas décadas del siglo XX se llegó a la financierización integral del capitalismo, las tramas especulativas impusieron su "cultura" cortoplacista y depredadora que ha pasado a ser el núcleo central de la modernidad. Presenciamos un circulo vicioso; la crisis crónica de sobreproducción iniciada hace cuatro décadas comprimió el crecimiento económico desviando excedentes financieros hacia la especulación cuyo ascenso operó como un mega aspirador de fondos restados a la inversión productiva.

Un tercer indicador de senilidad es el bloqueo tecnológico que se manifiesta de diversas maneras, entre ellas como crisis energética asociada a la crisis alimentaria y como crisis ambiental. Es útil el concepto de “limite estructural del sistema tecnológico” definido por Bertrand Gille como el punto en el que dicho sistema es incapaz de aumentar la producción a un ritmo que permita satisfacer necesidades humanas crecientes (14), no se trata de necesidades humanas en general, ahistóricas, sino de demandas sociales históricamente determinadas. Es así posible formular la hipótesis de que el sistema tecnológico del capitalismo estaría llegando a su límite superior más allá del cual va dejando de ser el pilar decisivo del desarrollo de las fuerzas productivas para convertirse en la punta de lanza de su destrucción.

El capitalismo esta ahora generando un enorme desastre ecológico, resultado de una rigidez civilizacional decisiva que impide superar una dinámica tecnológica que conduce hacia la depredación catastrófica del medio ambiente. Cada vez que eso ocurrió en el pasado precapitalista fue porque la civilización que engendró dicho sistema técnico había llegado a su etapa senil (la destrucción del medio ambiente es en realidad autodestrucción del sistema social existente)

Un cuarto indicador de senilidad es la degradación estatal-militar puesta en evidencia por el fracaso de la aventura de los halcones norteamericanos pero que expresa una realidad global. El estado intervencionista permitió controlar las crisis capitalistas ocurridas desde comienzos del siglo XX, su ascenso estuvo siempre asociado al del militarismo, a veces de manera visible y otras, luego de la segunda guerra mundial, bajo disfraz democrático (si observamos la evolución de los Estados Unidos desde los años 1930 comprobaremos que el “keynesianismo militar” ha constituido hasta hoy la espina dorsal de su sistema)

Pero finalmente el desarrollo de las fuerzas productivas universales, hasta llegar a su degeneración parasitaria-financiera actual, terminó por desbordar a sus reguladores estatales sumergiéndolos en la mayor de sus crisis. El neoliberalismo aparentó ser la expresión de una globalización superadora de los estrechos capitalismos nacionales; en realidad se trataba del vigoroso monstruo financiero devorando a su padre estatal-productivo-keynesiano. Esta decadencia estatal incluye la del militarismo moderno evidenciado por el empantanamiento militar del Imperio en Irak y del conjunto de Occidente en Afganistán. Se trata de un doble fenómeno, por una parte la ineficacia técnica de esos super aparatos militares para ganar las guerras coloniales y por otra su gigantismo parasitario operando como acelerador de la crisis, el caso norteamericano es ejemplar (y sobre determinante): la hipertrofia bélica aparece como un factor decisivo de los déficits fiscales y la corrupción generalizada del Estado.

Un quinto indicador de senilidad es la crisis urbana desatada en la era neoliberal y que se agravará exponencialmente al ritmo de la crisis actual. Desde comienzos de los años 1980, cuando la desocupación y el empleo precario en los países centrales se hicieron crónicos y cuando la exclusión y la pobreza urbanas se expandieron en la periferia, el crecimiento de las grandes ciudades fue cada vez mas el equivalente de involución de las condiciones de vida de las mayorías. La descomposición de las ciudades es claramente visible en la periferia pero no es su exclusividad, se trata de un fenómeno global aunque es en el mundo subdesarrollado donde se suceden los primeros colapsos, expresiones mas agudas de una ola multiforme, irresistible.

Crisis

Desde sus orígenes el capitalismo industrial experimentó una larga sucesión de crisis de sobreproducción, en el siglo XIX se trató de crisis cíclicas de crecimiento de una civilización joven; luego de cada gran turbulencia el sistema se expandía pero dejando secuelas negativas que se fueron acumulando hasta finalmente engendrar una fuerza parasitaria-financiera que hacia comienzos del siglo XX devino dominante.

En ese momento el capitalismo ingresó en su era de "madurez", la intervención estatal junto a los parasitismos militar y financiero consiguieron controlar las crisis de las que emergieron fenómenos de decadencia que dieron un salto cualitativo al estallar la crisis de sobreproducción de fines de los años 1960. Esta última fue amortiguada, el sistema global siguió creciendo pero sobre la base de la expansión exponencial de la depredación ambiental y del parasitismo, principalmente financiero, que pasó a controlar por completo al conjunto del mundo burgués inaugurando la era senil del capitalismo.

Es en este nuevo contexto que se fue preparando el gran estallido que hoy presenciamos cuyo disparador ha sido el colapso financiero de 2008, a partir del mismo el capitalismo global va pasando (rápidamente) de ser un sistema viejo creciendo cada vez menos y con mayores costos sociales para devenir abiertamente una fuerza destructora de las fuerzas productivas y su contexto ambiental (de la "destruccion creadora" schumpeteriana del siglo XIX a la destrucción depredadora del siglo XXI)

Las civilizaciones anteriores al capitalismo no liquidadas por factores exógenos (invasiones, catástrofes naturales, etc) lo fueron por devastadoras y prolongadas crisis de subproducción donde sus rigidez técnica (producto del envejecimiento cultural) boqueaba el desarrollo productivo y desataba una catástrofe ecológica. El motor de esas tragedias fue siempre el predominio paralizante del parasitismo acumulado durante el largo ciclo civilizacional. La burguesía proclamaba haber terminado con las crisis de subproducción de las antiguas civilizaciones gracias al excepcional dinamismo tecnológico del sistema que solo podía sufrir crisis cíclicas de sobreproducción siempre controladas gracias a la creciente sofisticación de sus instrumentos de intervención (que el neoliberalismo no eliminó sino que los potenció poniéndolos al servicio de la depredación financiera) Se burlaba de los catastrofistas, en especial los marxistas, que aguardaban la crisis general y final de sobreproducción que nunca llegó.

Sin embargo dichas crisis fueron acumulando un potencial parasitario que está ahora comenzando a generar una crisis de subproducción planetaria, la mayor de la historia humana. Si en este caso quisiéramos seguir utilizando el concepto de crisis cíclica lo deberíamos hacer refiriéndonos al ciclo aproximadamente bicentenario del capitalismo que acaba de ingresar en el período de aceleración de la senilidad, de multiplicación enfermedades y de colapsos.

Cuatro esperas inútiles

Teniendo presente este contexto de crisis sistémica, civilizacional, quiero hacer referencia a cuatro esperas inútiles que florecen en los círculos de poder y sus periferias cortesanas. La primera de ellas, que sobre determina a las otras tres, es la de la llegada de un quinto ciclo de Kondratieff, de una nueva prosperidad productiva del capitalismo, aguardado durante la década pasada y la actual. No puede llegar porque la estructura económica que engendraba a ese tipo de ciclos en el pasado ha desaparecido víctima del parasitismo financiero.

La segunda se refiere a la llegada milagrosa de un nuevo keynesianismo que portando la espada del intervencionismo estatal les cortaría la cabeza a los malvados especuladores financieros instalando en el centro de la escena a los buenos capitalistas productivos. El nuevo héroe keynesiano no llegará porque su instrumento decisivo, el Estado. es impotente frente a la marea financiera y lo es mucho más ante el océano de la crisis sistémica, además la larga fiesta neoliberal lo ha degradado profundamente. Por otra parte los buenos capitalistas productivos no aparecen por ninguna parte, los que si aparecen por todos lados son los genios de la especulación financiera.

La tercera espera inútil es la del renacimiento del Imperio luego de casi cuatro décadas de decadencia, sobrecargado de deudas, desquiciado por el consumismo, con una cultura productiva seriamente deteriorada. No existe ningún indicio serio de ese supuesto renacimiento.

Finalmente la cuarta espera inútil es la de un nuevo Imperio capitalista o una nueva alianza imperial, un nuevo centro del mundo burgués, el acople total entre las grandes potencias descarta por completo esa expectativa (dicho acople es el resultado de un largo proceso de integración que terminó por conformar un sistema global fuertemente interrelacionado)

Un segundo indicador de senilidad es la interacción entre dos fenómenos: la hipertrofia financiera global y la desaceleración en el largo plazo de la economía mundial.


De la depresión a la desintegración


Septiembre de 2008 marcó un punto de inflexión en el proceso recesivo que se venía desarrollando en los Estados Unidos a lo largo de ese año: estalló el sistema financiero y la recesión comenzó a extenderse rápidamente a nivel planetario al tiempo que se evidenciaban síntomas muy claros de tránsito global hacia la depresión cuya llegada comenzó a ser admitida desde comienzos de 2009.

Ahora asistimos a un encadenamiento internacional de derrumbes productivos y financieros acompañado por una mezcla de pesimismo e impotencia en el mas alto nivel de las elites dirigentes ante la probable transformación de la ola depresiva en colapso general.

La declaraciones de George Soros y Paul Volcker en la Universidad de Columbia el 21 de febrero de 2009 marcaron una ruptura radical (15), muy superior de la que estableció hace dos años Alan Greenspan cuando anunció la posibilidad de que los Estados Unidos entren en recesión. Volcker admitió que esta crisis es muy superior a la de 1929, eso significa que la misma carece de referencias en la historia del capitalismo, la desaparición de paralelismos respecto de crisis anteriores es también (principalmente) la de los remedios conocidos. Porque 1929 y la depresión que le siguió están asociados a la utilización exitosa de los instrumentos keynesianos, a la intervención masiva del Estado como salvador supremo del capitalismo y lo que estamos presenciando es la más completa ineficacia de los estados de los países centrales para superar la crisis. En realidad la avalancha de dinero que arrojan sobre los mercados auxiliando a los bancos y a algunas empresas transnacionales no solo no frena el desastre en curso sino que además está creando las condiciones para futuras catástrofes inflacionarias, próximas burbujas especulativas.

¿Implosión capitalista?

Por su parte Soros confirmó lo que era evidente: el sistema financiero mundial se ha desintegrado, a lo que agregó el descubrimiento de similitudes entre la situación actual y la vivida durante el derrumbe de la Unión Soviética. ¿Cuales son esos paralelismos? Como sabemos, el sistema soviético comenzó a desmoronarse hacia fines de los años 1980 para finalmente implotar en 1991, el fenómeno ha sido por lo general atribuido a la degradación de su estructura burocrática haciéndolo en principio intransferible al capitalismo que alberga una vasta burocracia aunque no hegemónica como lo fue en el caso soviético.

Existe un proceso, una enfermedad que no es el patrimonio exclusivo de los regímenes burocráticos, se ha desarrollado en el capitalismo al igual que en civilizaciones anteriores a la modernidad: se trata de la hipertrofia parasitaria, del predominio aplastante de formas sociales parasitarias que depredan a las fuerzas productivas hasta un punto tal en que el conjunto del sistema queda paralizado, no puede reproducirse más y finalmente muere ahogado por su propia podredumbre. A lo largo del siglo XX el capitalismo impulsó estructuras parasitarias como el militarismo y sobre todo las deformaciones financieras que marcaron su cultura, su desarrollo tecnológico, sus sistemas de poder. Las tres últimas décadas presenciaron la aceleración del proceso adornado con el discurso de la reconversión neoliberal, del reinado absoluto del marcado, tal vez su punto más alto fue alcanzado durante el último lustro del siglo XX, en plena expansión de las burbujas bursátiles y cuando el poder militar de los Estados Unidos aparentaba ser imbatible.

Pero en la primera década del siglo XXI comenzó el desmoronamiento del sistema, el Imperio se empantanó en dos guerras coloniales, su economía se degradó velozmente y burbujas financieras de todo tipo (inmobiliarias, comerciales, de endeudamiento, etc) poblaron el planeta. El capitalismo financierizado había entrado en una fase de expansión vertiginosa aplastando con su peso a todas las formas económicas y políticas, en 2008 los estados centrales (el G7) disponían de recursos fiscales por unos 10 billones (millones de millones) de dólares contra 600 billones de dólares en productos financieros derivados registrados por el Banco de Basilea a lo que es necesario agregar otros negocios financieros, según algunos expertos la masa especulativa global supera actualmente los mil billones de dólares (cerca de 20 veces el producto Bruto Mundial)

Esa montaña financiera no es una realidad separada, independiente de la llamada economía real o productiva, fue engendrada por la dinámica del conjunto del sistema capitalista: por las necesidades de rentabilidad de las empresas transnacionales, por las necesidades de financiamiento de los estados. No es una red de especuladores autistas lanzados a una suerte de autodesarrollo suicida sino la expresión radicalmente irracional de una civilización en decadencia (tanto a nivel productivo como político, cultural, ambiental, energético, etc) Desde hace más de cuatro décadas el capitalismo global con eje en los países centrales soporta una crisis crónica de sobreproducción, acumulando sobrecapacidad productiva ante una demanda global que crecía pero cada vez menos, la droga financiera fue su tabla de salvación mejorando beneficios e impulsando el consumo en los países ricos, aunque a largo plazo envenenó por completo al sistema.

Se ha puesto de moda achacarle la crisis a los llamados especuladores financieros y según nos explican altos dirigentes políticos y expertos mediáticos las turbulencias llegarán a su fin cuando la “economía real” imponga su cultura productiva sometiendo a las reglas del buen capitalismo a las redes financieras hoy fuera de control. Sin embargo a mediados de la década actual en los Estados Unidos más del 40% de los beneficios de las grandes corporaciones provenía de los negocios financieros (16), en Europa la situación era similar, en China en el momento de mayor auge especulativo (fines de 2007) solo la burbuja bursátil movía fondos casi equivalentes al Producto Bruto Interno de ese país (17) alimentada por empresarios privados y públicos, burócratas encumbrados, profesionales, etc. No se trata por consiguiente de dos actividades, una real y otra financiera, claramente diferenciadas sino de un solo conjunto heterogéneo, real de negocios.

Es ese conjunto el que ahora se está desinflando velozmente, implotando luego de haber llegado a su máximo nivel de expansión posible en las condiciones históricas concretas del mundo actual. Bajo la apariencia impuesta por los medios globales de comunicación de una implosión financiera afectando negativamente al conjunto de las actividades económicas (algo así como una lluvia toxica atacando las verdes praderas) aparece la realidad del sistema económico global como totalidad contrayéndose de manera caótica.

Señales

Las declaraciones de Soros y Volcker fueron realizadas unos pocos días antes de que el gobierno norteamericano diera a conocer la cifras oficiales definitivas de la caída del Producto Bruto Interno en el último trimestre de 2008 con respecto a igual período de 2007: la primera estimación oficial que había fijado dicha caída en un 3,8% resultó ser una burda mentira, ahora resulta que la contracción había llegado al 6,2% (18), eso ya no es recesión sino depresión. Japón por su parte tuvo para el mismo período un descenso en su PBI del orden del 12%, en enero de 2009 sus exportaciones cayeron 45% en comparación con igual mes del año anterior (19), en Europa la situación es similar o tal vez peor, luego del derrumbe financiero de Islandia la amenaza de bancarrota económica en varios países de Europa del Este como Polonia, Hungría, Ucrania, Letonia, Lituania, etc, amenaza a su vez de manera directa a las bancas acreedoras suiza y austríaca que podrían hundirse como la de Islandia.

Mientras tanto los grandes países industriales de la región como Alemania, Inglaterra o Francia van pasando de la recesión a la depresión. Los pronósticos sobre China anuncian para 2009 una reducción de su tasa de crecimiento a la mitad respecto de 2008, sus exportaciones de enero han sido 17,5% inferiores de las de enero del año anterior (20), este brusco deterioro del centro vital de su sistema económico no tiene perspectivas de recuperación mientras dure la depresión global por lo que su ritmo de crecimiento general seguirá descendiendo.

Que Soros y Volcker abran la expectativa de un colapso del sistema económico mundial no significa que el mismo se produzca de manera inevitable, después de todo una de las principales características de una decadencia civilizatoria como la que estamos presenciando es la existencia de una profunda crisis de percepción en las elites dominantes, sin embargo la acumulación de datos económicos negativos y su proyección realista para los próximos meses nos están señalando que la gran catástrofe anunciada por ellos tiene muy altas probabilidades de realización. A ese desenlace contribuyen la impotencia comprobada de los supuestos “factores de control” del sistema (gobiernos, bancos centrales, FMI, etc) y la rigidez política del Imperio, por ejemplo ampliando la guerra en Afganistán preservando así el poder del Complejo Industrial Militar, gigante parasitario cuyos gastos reales actuales (aproximadamente algo más de un billón de dólares) equivale al 80% del déficit fiscal de los Estados Unidos.

A estos síntomas económicos y políticos debemos agregar la crisis energética y la alimentaria derivada de ella que seguramente volverán a manifestarse apenas se detenga el proceso deflacionario (y tal vez antes), todo eso bajo un contexto de crisis ambiental que ha pasado a ser un factor actual de crisis (ya no es más una amenaza casi intangible localizada en un futuro lejano). Y detrás de esas crisis parciales encontramos la presencia de la crisis del sistema tecnológico moderno incapaz de superar, en tanto componente motriz de la civilización burguesa, los bloqueos energéticos y ambientales creados por su desarrollo depredador.

Desintegración, implosión y desacople

La desintegración-implosión del sistema global no significa su transformación en un conjunto de subsistemas capitalistas o bloques regionales con relaciones más o menos fuertes entre ellos, algunos prósperos, otros declinantes (la unipolaridad estadounidense convirtiéndose en multipolaridad, “desacople” ordenado en torno de nuevos o viejos polos capitalistas) La economía mundial está altamente transnacionalizada, conforma una densa maraña de negocios productivos, comerciales y financieros que penetra profundamente en las llamadas “estructuras nacionales”, inversiones y dependencias comerciales las atan de manera directa o indirecta a los núcleos decisivos del sistema global.

En términos generales para un país o una región la ruptura de sus lazos globales o su debilitamiento significativo implica una enorme ruptura interna, la desaparición de sectores económicos decisivos con las consecuencias sociales y políticas que de ello se derivan.

Además el sistema global estaba hasta ahora organizado de manera jerárquica tanto en su aspecto económico como político-militar (unipolaridad) resultado del fin de la Guerra Fría y de la transformación de los Estados Unidos en el amo del planeta. No solo en el espacio de concentración de las decisiones comerciales y financieras (eso ya ocurría desde hace más de seis décadas) sino también de las grandes decisiones políticas.

El hundimiento del centro del mundo (21) en medio (como detonador) de la depresión económica internacional significa el despliegue de una cadena global de crisis (económicas, políticas, sociales, etc) de intensidad creciente. Recientemente Zbigniew Brzezinski dejó a un costado sus tradicionales reflexiones sobre política internacional para alertar sobre la posibilidad de agravación de los conflictos sociales en los Estados Unidos que podría según él derivar en una generalización de disturbios violentos (22) Por su parte y desde una perspectiva ideológica opuesta Michael Klare ha descripto el mapa de las protestas populares atravesando todos los continentes, países ricos y pobres, del Norte y del Sur, iniciadas en 2008 como consecuencia de la crisis alimentaria en un amplio abanico de países periféricos pero que comienzan a desarrollarse globalmente en respuesta a la agravación de la depresión económica (23): la multiplicación de crisis de gobernabilidad nos espera en el corto plazo.

La hipótesis de implosión capitalista abre el espacio para la reflexión y la acción en torno del horizonte postcapitalista donde se mezclan viejas y nuevas ideas, ilusiones fracasadas y densos aprendizajes democráticos del siglo XX, frenos conservadores legitimando ensayos neocapitalistas y visiones renovadas del mundo empujando grandes innovaciones sociales.

Agonía de la modernidad burguesa con sus peligros de barbarie senil, pero ruptura de bloqueos ideológicos, de estructuras opresivas, esperanza en la regeneración humanista de las relaciones sociales.

Buenos Aires, 6 de abril de 2009



Notas

(1) Paul Craig Roberts, “The collapse of American power”, Online Journal, 20-03-2008

(2) Richard Haass, “What follows American dominion?”, Financial Times, April 16, 2008

(3) Center on Budget and Policy Priorities.

(4) U.S. Department of Justice - Bureau of Justice Statistics.

(5) Adam Liptak, “American Exception. Inmate Count in U.S. Dwarfs Other Nations”, The New York Times, April 23, 2008

(6) Chalmers Johnson, "Going bankrupt: The US's greatest threat", Asia Times, 24 Jan 2008

(7) Rodrigue Tremblay, "The Five Pillars of the U.S. Military-Industrial Complex", September 25, 2006

(8) Scott B. MacDonald, "End of the guns and butter economy", Asia Times, October 31, 2007

(9) Jorge Beinstein, “Los rostros de la crisis. Reflexiones sobre el colapso de la civilización burguesa”.

(10) Carlos Marx, "El Capital", Libro III, Capítulo 30, nota 3, páginas 458 y 459, Fondo de Cultura Económica, México, D.F, 1966

(11) Ernest Mandel, "Las ondas largas del desarrollo capitalista", Ediciones Siglo XXI de España, Madrid, 1986

(12) Ian Gordon, The Long Wave Analyst

(13) El concepto de capitalismo senil fue elaborado en los años 1970 por Roger Dangeville (Roger Dangeville, “Marx-Engels. La crise”, editions 10/18, Paris 1978) y retomado por varios autores en la década actual (Jorge Beinstein, “Capitalismo Senil”, Ediciones Record, Rio de Janeiro, 2001), Samir Amin , “Au delà du capitalisme senile”, Actuel Marx -PUF, Paris 2002)

(14) “Histoire des techniques”, sous la direction de Bartrand Gille, La Pléiade, Paris, 1978

(15) "Soros sees no bottom for world financial 'collapse'", Reuters. Sat Feb 21, 2009 David Randall and Jane Merrick, “Brown flies to meet President Obama for economy crisis talks”, The Independent, Sunday, 22 February 2009

(16) US Economic Report for the President, 2008

(17) En agosto de 2007 la capitalización de las bolsas chinas superaba el valor del Producto Bruto Interno del año 2006. Dong Zhixin, “China stock market capitalization tops GDP”, Chinadaily

(18) Cotizalia.com, 27 febrero 2009, “El PIB de EEUUse hunde un 6,2% en el cuarto trimestre”.

(19) BBC News, 25-2-2009, “Japan exports drop 45 % to new low”.

(20) “China's export down 17.5% in January”, Xinhua, 2009-02-11

(21) Jorge Beinstein, “Estados Unidos entre la recesión y el colapso: El hundimiento del centro del mundo”.

(22) “Brzezinski: ‘Hell, There Could Be Even Riots’”, FinkelBlog – 20/02/2009

(23) Michael Klare, “A planet at the brink?”, Asia times, 28 de febrero de 2009


Jorge Beinstein

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