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Pakistán "talibanizado" y en llamas |
Avance Talibán, caos y huida de civiles
¿Cuál es el plan de Washington?
En Pakistán se está cumpliendo la agenda anticipada por IAR Noticias: EEUU consiguió crear el "caos interno" como justificativo para una ocupación militar efectiva del país.
Finalmente la CIA y los servicios de inteligencia pakistaníes (el brazo local de la Agencia) consiguieron "anarquizar" el país convirtiéndolo en un teatro operativo de la "guerra contraterrorista" que traslada el escenario afgano a Pakistán.
El clima fue cuidadosamente "preparado" por la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, que en diferentes apariciones mediáticas estuvo advirtiendo desde hace una semana que Pakistán "está en peligro" de caer en manos de los talibanes debido al recrudecimiento de la actividad de los "terroristas" en ese país.
La secretaria de Estado estadounidense "blanqueó" las intenciones intervencionistas de Washington al declarar frente a un comité del Senado, la semana pasada, que EEUU teme la "desintegración" del Estado pakistaní, advirtiendo que el Gobierno civil de Alí Azif Zardari "ha fracasado en sus políticas para combatir a los talibanes".
"Creo que no podemos infravalorar la seriedad de una amenaza existente en el Estado de Pakistán por el avance terrorista, ahora están a unas horas de Islamabad", señaló Clinton ante el Comité de Asuntos Exteriores.
Esta semana, se profundizó el proceso de "talibanización" de Pakistán donde (como ya lo hicieron con éxito en Irak) la CIA y el ISSI (servicios secretos pakistaníes) infiltrados en los grupos islámicos, crearon un conflicto armado "integrista" entre grupos que simultáneamente guerrean entre sí, atacan al ejército pakistaní y toman poblaciones.
Los bombardeos del ejército paquistaní y los combates encarnizados, que sólo en las últimas 24 horas han provocado 95 muertos en las filas talibán y seis entre los soldados, ya desataron una huida en masa de civiles que tratan de alejarse de las zonas en conflicto.
Para generar la sensación de "caos", EEUU usa indistintamente la presencia de la "guerra religiosa" entre sunies y chiíes, y la amenaza de "guerra santa" talibán que -según Hillary Clinton- busca "afganizar" Pakistán.
Repitiendo el esquema de "guerra civil" aplicado en Irak (para dividir la resistencia), la CIA utiliza los odios religiosos para promover enfrentamientos tribales que lleven agua al molino del "caos".
Tanto chiíes (que suponen cerca de un 20% de la población), como cristianos, hindúes y ahmadis (que juntos apenas suman un 5%) siguen siendo objeto de amenazas y ataques por parte de fanáticos suníes, que no aceptan credos distintos al suyo. Esto sirve a Washington para justificar el caos y la anarquía.
Por otra parte, y en otro frente operativo Washington hace realidad la "amenaza talibán".
En los últimos días, los "integristas" de Swat (una región de alto voltaje talibán) han desafiado el toque de queda impuesto por las autoridades, han patrullado por Mingora, la capital de Swat, y han atacado convoyes militares y puestos de control, secuestrado a civiles y policías, y han decapitado a dos miembros de las fuerzas de seguridad.
La estrategia y el cuadro de situación cierra la profecía de la secretaria Clinton: Pakistán está en un "caos" y en un avanzado proceso de "desintegración". El Gobierno y el ejército "no controlan", y el escenario está preparado para que las fuerzas y los aviones del Pentágono ingresen a poner "orden y paz" en el convulsionado Pakistán.
Puede decirse que en Pakistán la inteligencia USA está aplicando una "fórmula de manual" ya utilizada para invadir y luego dividir a Irak.
El gigante islámico con dientes nucleares, en medio de una brutal crisis política y económica, se suma así al selecto club del "eje del mal" junto a Irán, Corea del Norte y Sudán, que están en la mira y en "lista de espera" en la agenda del Pentágono.
Al parecer, y como venimos anticipando, todo está preparado para qué (invocando la figura del "Estado ausente") Washington ocupe militarmente Pakistán.
Todo indica que al demócrata Barak Obama (siguiendo el legado de Bush en Irak y Afganistán) le toca la misión de ampliar y extender el dispositivo del control geopolítico militar sobre los corredores energéticos euroasiáticos con la ocupación militar de Pakistán.
Un objetivo necesario y complementario para el reposicionamiento del poder de EEUU en el Cáucaso, y la profundización del control sobre la "llave petrolera" del Golfo Pérsico hoy en manos de Irán.
El viejo plan archivado de Bush de ocupar militarmente las zonas de Pakistán en "peligro" -según lo rescata Hillary Clinton- parece reciclarse con las advertencias estadounidenses de que el país está a punto de ser tomado por los talibanes.
Sin la mano dura de Musharraf, atacado por un vacío de poder ascendente, metido en un espiral de crisis económica, y con una escalada indetenible de violencia y atentados (promovidos por la CIA) en las grandes ciudades, Pakistán se ha convertido en un resorte geopolítico-militar clave en la estrategia regional de Washington.
Para EEUU, Pakistán, dotado de un arsenal nuclear y con uno de los ejércitos mejor armados y entrenados de la región (financiado por EEUU) es el mejor contrapeso estratégico contra Irán, un gigante islámico que, además de controlar la llave petrolera del Golfo Pérsico, también comparte fronteras con Irak, Turquía, Afganistán y Pakistán.
Tanto Irán como Pakistán conforman una caja de resonancia estratégica de cualquier conflicto que estalle tanto en Medio Oriente como en el Cáucaso o en los corredores euroasiáticos del gas y petróleo, donde se acumula más del 70% de las reservas energéticas mundiales.
Por las líneas geopolíticas paquistaníes se trasmiten y retrasmiten los teatros de conflicto que atraviesan la escala comprendida entre Eurasia y Medio Oriente, cuyos desenlaces impactan directamente en las fronteras de Irán, ubicadas entre el Mar Caspio y el Golfo Pérsico, las llaves estratégicas del petróleo y la energía mundial.
En ese polvorín de la "guerra energética", todo lo que pasa en Pakistán repercute en Teherán y en sus fronteras, y todo lo que pasa en Irán se expande rápidamente a sus vecinos, y, todos juntos, representan el corazón estratégico de la guerra intercapitalista por áreas de influencia y recursos energéticos que disputan Rusia y el eje USA-UE.
Ese es el punto que explica el alto valor estratégico que representa Pakistán en la agenda de Obama, el gerente imperial de turno en la Casa Blanca.
Y es la razón central que justifica la ocupación militar de Pakistán.
(continue)
Manuel Freytas

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, multitud, politica, violencia.
Con su muro antibomba, "check points" con barreras y bolsas de arena y guardias armados con nidos de ametralladoras, parece una fortaleza. Su famoso café está vacío; su recepción, sin pasajeros; su galería, sin boutiques. Los mozos de sus restaurantes esperan a comensales que jamás llegan y los primeros desertores son los propios paquistaníes, que lo han abandonado. El hotel Marriot de Islamabad es hoy un edificio fantasmagórico y vacío, que ha perdido no sólo sus clientes sino el alma después de que los talibanes lo volaran en un espectacular atentado el pasado 20 de septiembre. Resucitó de sus cenizas en sólo 3 meses, pero jamás volverá a ser lo que fue.
Si hay un signo de un antes y un después de la "talibanización" en Islamabad, el Marriot lo representa. Nadie lo visita luego de que fuera la columna social de la ciudad: los paquistaníes, porque los sumerge en los peores recuerdos; y los diplomáticos extranjeros, especialmente los norteamericanos, porque lo tienen prohibido por temor a otro ataque. Ocho meses después del regreso de la democracia a Pakistán y la elección del viudo de la asesinada ex premier Benazir Bhutto como nuevo presidente y ante la alarma occidental, los talibán se encuentran a 100 kilómetros de la capital del país. La venta de burkas en los mercados creció un 80% sólo en los últimos 20 días en la capital paquistaní. No es porque las paquistaníes estén decididas a usarla sino porque la consideran indispensable ante "una posible eventualidad", como explica Fatima en el Mercado Supermarket. Tal "eventualidad" es para ella "la posibilidad de que los talibán nos fuercen a usarla".
La capital paquistaní parece un búnker, con militares y barreras controladas por soldados y policías armados, tensión y una sensación de inseguridad permanente. La Zona Roja, donde está el Marriot, el Parlamento, la casa presidencial, la Cancillería y los servicios secretos, se ha convertido en un área esterilizada: los autos sólo pasan con cuentagotas y después de ser chequeados, desde el motor al baúl. Por primera vez, los paquistaníes discuten si los Talibán podrán llegar o no a Islamabad desde el valle de Swat, a través de las montañas que rodean la capital; si el ejército podrá frenarlos o se infiltrarán, a pesar de que toda la capital tiene los accesos cerrados y con barreras controladas por el ejército. Los puntos de vista difieren pero la posibilidad ha dejado de ser un tabú en la prensa, que exige un "consenso político y social" para combatirlos frente a un gobierno que ha vuelto a permitir que los militares sean los árbitros de la política en Pakistán, luego de que estuvieran en el poder desde 1999 hasta 2008.
El pánico llegó desde Washington, luego de que los talibán desafiaran los acuerdos de paz en el valle de Swat, donde iban a aplicar la "sharia" o justicia islámica en un acuerdo con el gobierno de Asiif Zardari, y extendieran sus dominios a punta de Kalashnikov en la vecina Buner. Su alarma forzó al ejército paquistaní a buscar desalojarlos la semana pasada, en una operación militar con artillería, tanques, aviones de combate y helicópteros, que aún continúa. Y todo con la advertencia de Estados Unidos de que el gobierno "frágil" del presidente Zardari está en peligro si no logran imponerse "en dos semanas" y con las "filtraciones" de que es deseo de Washington ver al ex premier Nawaz Shariff , depuesto por el general Parvez Musharraf en un golpe militar, como el nuevo primer ministro de la única potencia nuclear musulmana.
Desde Islamabad, la situación se ve de otro modo. No será ni tan rápido ni tan simple. "La llegada a Islamabad de los talibán es una buena historia. Pero lamentablemente no es cierta", dijo con sarcasmo un corresponsal extranjero, con varios años de residencia en Pakistán. Otros expertos de seguridad consideran que se los puede contener pero se imaginan otro escenario: una "negociación" entre el ejército y los talibán para impedir una eventual derrota militar humillante.
La "negociación" es un eterno instrumento en la sociedad paquistaní. "El talibán es un monstruo con varias cabezas. No es un grupo sino varios grupos y obviamente está apoyado por fuerzas externas que quieren desestabilizar a Pakistán", sugirió Aman Azhar, un comentarista político de Dawn News, la cadena de TV paquistaní.Un ex alto comisionado británico sintetizaba la situación con una frase magistral: "Si usted no está confundido, quiere decir que está mal informado aquí". Las salidas a la actual crisis en Pakistán están marcadas por la confusión, al menos para la linealidad occidental.
En un coqueto café del Mercado Koshar y muy cerca de las mejores residencias de Islamabad, tres mujeres paquistaníes elegantes se dieron cuenta la semana pasada de que sus vecinos de mesa de turbante eran cuatro jóvenes talibán. Salieron disparadas. En Markaz, en el área G8 de Islamabad, la hija de Jehangir Akhter llegó a la farmacia el martes pasado. Cuando regresó, su auto había sido "lapidado" a pedradas porque ella estaba conduciendo. ¿Los autores? Tres pashtunes enturbantados a quienes vio al bajar, sin prestarles demasiado atención. En el Islam talibán, las mujeres no pueden ni salir de la casa solas. Esta clase de incidentes eran impensables apenas unos meses atrás y son otros de los signos de "talibanización" de Islamabad, una ciudad tan moderna que las guías de turismo la describen como "a 15 minutos de Pakistán" y que siente un rechazo unánime a esta crisis de seguridad.
En esta sociedad de profundas desigualdades sociales, el miedo al atentado ha equiparado las clases sociales y castas y, al mismo tiempo, ha sumergido a ricos y pobres en un raro fatalismo: salir a la calle y aceptar "lo que Dios decida". Al mismo tiempo, la amenaza ha conseguido otro pronunciamiento abierto, del que no se hablaba apenas unos meses atrás: "Los talibán no son el Islam: lo violan, lo degradan. Islam es una religión de paz", sostienen en abierto apoyo a los militares que los combaten.
Wasem Dar sobrevivió milagrosamente al atentado en el Marriot. En la recepcion del hotel vio morir a dos de sus mejores amigos. "Todo esto afecta la imagen del país. El Islam no es lo que dice esta gente", afirma. La historia de Humaira, una moza de 18 años del "coffee shop" del Marriot, es igualmente dramática. Huyó de Afganistán después de que los talibán asesinaran a su tío delante de ella y de toda la familia. Llegó a Pakistán como refugiada, junto a su madre y a sus hermanos, escapando de la burqa forzada, de los castigos corporales si tenían las unas pintadas o caminaban sin compañía de un hombre. Estaba sirviendo una mesa cuando el camión con la bomba talibán estalló en el hotel y ella milagrosamente se salvó; solo tuvo un brazo roto. "Si llegan los talibán, hay que huir. Ellos no son musulmanes ni religiosos, sólo bárbaros", admite.
Si los paquistaníes se sienten agobiados por la falta de seguridad y la talibanización, ser diplomático en Islamabad significa restricciones y una vida aislada de embajada. Los estadounidenses tienen prohibido visitar el Serena, el hotel más lujoso de la ciudad transformado en otro bunker, salvo en misiones oficiales, o alojarse en el Marriot, comer en restaurants o caminar por la calle. El auto blindado es obligatorio para ellos. Sus salidas "al terreno" son supervisadas por la seguridad. En sus fiestas privadas, la seguridad de la embajada revisa uno a uno a cada uno de sus invitados. Para los demás diplomáticos occidentales, salvo excepciones, el "destino Islamabad" significa "sin mujeres y sin hijos".
Una paradoja son las fiestas privadas: como nadie puede concurrir prudentemente a ningún lugar público sin temores, Islamabad "by night" es una euforia, con "disco", vodka, gins y champagne aunque estén oficialmente prohibidos en la república islámica.
María Laura Avignolo
Clarín
"No huimos de los talibán sino de los bombardeos del ejército paquistaní. Nos fuimos para salvar la vida porque los helicópteros y los morteros no distinguían civiles de militantes", explicó el doctor Singh, que ha buscado refugio en el templo Panja Sahib después de haber partido en apenas una hora de Buner.
Esta es otra de las paradojas de la talibanización de Pakistán, donde la población no quiere la moral puritana talibán pero desprecia la interferencia estadounidense y de los aliados occidentales y la considera la causa de sus sufrimientos. A ellos le atribuyen la real razón de estos bombardeos y su nueva condición de desplazados. Los sikhs son una minoría de origen indio en Pakistán y llevan más de 200 años instalados en Buner, tan asimilados que hablan pashtún y han adoptado la burqa y "purdha" (o confinamiento en casa) para sus mujeres como si fueran talibán. Las 151 familias refugiadas en el Gurudwara o templo sagrado de Hasanabdal huyeron el último jueves, apenas un día después de que se iniciaran los primeros ataques en las colinas de las diferentes ciudades y pueblitos de la región de Buner. Los talibán se habían instalado en el área el 4 de abril pasado, luego de que llegaran de Swat, donde el gobierno del presidente Asif Ali Zardari negoció un acuerdo para aplicar la "sharia" o justicia islámica a cambio de la paz. Una operación que ellos consideraron aceptable, en una región donde el Estado está ausente y la población local no tiene dinero ni posibilidades de acceder a la justicia expeditiva como la que le propone la "sharia" para sus disputas cotidianas.
El bombardeo del ejército paquistaní, que en las últimas 24 horas ha provocado 95 muertos en las filas talibán y seis entre los soldados, fue una reacción a las presiones de EE.UU. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, considera a Pakistán una "amenaza global" si los talibanes consiguen consolidar su poder a una hora de la capital. El presidente Barack Obama comenzó a dudar sobre la estabilidad del gobierno de Zardari, a quien recibirá en Washington esta semana junto al presidente afgano Karzai, y a preocuparse por la seguridad de sus armas nucleares, en el único país musulmán con bomba atómica. Su temor es que puedan quedar en manos de los integristas, no sólo porque pueden ganar la batalla sino porque se pueden infiltrar en los laboratorios, o robar material radiactivo a pesar de las aseveraciones paquistaníes de que las "las armas nucleares están seguras".
Los desplazados sikhs, una ínfima parte de los 50.000 refugiados que esta ofensiva militar ha generado, insisten en que los talibán no los molestaron durante la ocupación de Buner, ni reclutaron forzadamente a los jóvenes ni tomaron represalia contra las milicias que unos meses antes los combatieron. Para los sikhs, su posición es delicada: con los recelos entre India y Pakistán desde la partición 65 años atrás y varias guerras de por medio, ellos son el hilo más delgado para un ajuste de cuentas.
Su prudencia unánime tiene su razón. India se quejó ante Pakistán de que los sikhs de la región de Orakzai, en Buner, estaban sufriendo extorsiones de los talibán y eran forzados a pagar un impuesto para los no musulmanes. Islamabad respondió que los sikhs son ciudadanos paquistaníes, que el Estado protege.
"No pagamos ningún impuesto. No es ése nuestro caso pero lo hemos escuchado aquí, cuando llegamos. Nuestro único objetivo fue proteger a los más chicos y salvar la vida porque estábamos aterrados por los bombardeos", explicó Wanash Kumar, un estudiante.
La mayoría de los refugiados en las 300 habitaciones del templo provienen de Pir Baba, una ciudad de Buner, donde el ejército ha iniciado una operación de limpieza contra los talibán. Reina el orden y la disciplina en el templo en Hasanabdal. Las mujeres pelan las cebollas para el curry y los hombres organizan la comida, bajo la batuta implacable del doctor Singh. Sheshi explica la huida: "Papá llamó por teléfono desde el bazar y nos dio una hora para organizar nuestras cosas y escapar. Al negocio lo cerramos y hasta la heladera quedó llena. Nos vinimos con una muda de ropa cada uno y sin saber cuándo vamos a volver. La situación es muy peligrosa para regresar".
Kuldep Lal no quiere ser muy preciso en sus categorizaciones. "Si esta operación sirve para eliminar a la mala gente, está bien. Pero si esto sirve para otros intereses, está mal. Yo tengo tres hijos, estaban aterrorizados por el bombardeo. He perdido todo porque mi negocio quedó cerrado y me siento inmensamente triste. A nosotros, los talibán no nos molestaron", precisa este comerciante de Pir Baba.
Entre los dueños de comercios y los granjeros desplazados, un profesor hindú es como una mosca en la leche. Sarwan Kumar ha decidido partir a India con sus tres hijos y su mujer porque siente "que se ha acabado la seguridad".
Los talibán se sienten traicionados por el Estado paquistaní. Atacaron un convoy de seguridad en Swat, después de haber degollado hace 24 horas a dos soldados. Patrullan la capital de Swat y hasta la policía se niega a comentar sus actividades, encerrados en sus destacamentos.Hoy por hoy, los dueños de Swat son ellos.
María Laura Avignolo
Clarín
Pero... ¿Que esconden esas versiones?
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, provocó una conmoción en el establishment de poder norteamericano cuando, el 22 de abril, en el Senado de EEUU, acusó al gobierno de Islamabad de "abdicar ante el Talibán y los extremistas”.
La jefa de la diplomacia USA dijo ante un comité del Senado que el incipiente gobierno del Partido Popular de Pakistán afrontaba una “amenaza existencial” de los combatientes islamistas que podrían apoderarse de su arsenal nuclear y convertirse en un "peligro mortal" para EEUU y otros países.
Los comentarios de Clinton coincidieron con los del asesor estratégico del Comando Central de las fuerzas de EEUU, David Kilcullen, quien afirmó al diario The Washington Post, en marzo, que Pakistán podría colapsar en menos de seis meses.
Consultado si consideraba a Pakistán como el “frente central” de la “guerra contra el terrorismo”, Kilcullen respondió que si Islamabad colapsaba, la red extremista Al Qaeda "podría tomar el control y adquirir armas atómicas". “Pakistán tiene 173 millones de habitantes, 100 armas nucleares, un ejército mayor que el de Estados Unidos y a las bases de Al Qaeda en dos tercios del territorio que el gobierno no controla”, señaló el asesor del Pentágono.
“Los militares, la policía y los servicios de inteligencia no siguen las órdenes del gobierno civil. Son esencialmente un estado hostil dentro del Estado. Ahora estamos alcanzando el punto en el que en uno o seis meses podríamos presenciar el colapso del Estado pakistaní, también por causa de la crisis financiera mundial, que exacerbó todos esos problemas”, añadió el consejero estratégico.
Actualmente hay ocho países que han detonado con éxito armas nucleares, entre ellos Pakistán. Cinco de ellos están considerados "estados nuclearmente armados", un status reconocido internacionalmente otorgado por el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT por Non-Proliferation Treaty, en inglés).
En orden de posesión de armas nucleares, se posicionan cinco potencias: EEUU, Rusia (Federación Rusa), Reino Unido, Francia, y la República Popular de China.
Desde que se firmó el tratado, otros tres países no firmantes del mismo han realizado pruebas nucleares: India, Pakistán y Corea del Norte.
Pakistán no es un país miembro del Tratado de No Proliferación Nuclear, y desarrolló secretamente armas nucleares durante varias décadas, comenzando a finales de la década de 1970, y se estima que cuenta actualmente con 100 ojivas atómicas en sus arsenales.
"El arsenal nuclear de Pakistán está en manos seguras", señaló el lunes Michael Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto americano, tratando de minimizar el riesgo de que alguna de las armas atómicas de Pakistán pudiese caer en manos de los talibanes que se enfrentan al Ejército paquistaní en la zona norte del país.
Preguntado sobre si estaba "seguro" de que el arsenal nuclear no estaba en peligro, Mullen se limitó a decir que "confiaba" en que así fuera.
El alto jefe dijo que Washington trabaja junto a las autoridades paquistaníes en un plan para mejorar la seguridad de su arsenal nuclear y mostró su confianza en que el Ejército de Pakistán será capaz de hacerlo.
Denotando la "preocupación" que reina en el Pentágono, apenas
unas semanas, Mullen viajó dos veces a la región para visitar a las tropas en Afganistán y para mantener conversaciones con las autoridades paquistaníes.
La visión más optimista del jefe de Estado Mayor se contrapone con las del jefe del comando central de EEUU en la región, David Petraeus, para quien la "victoria" estadounidense en Irak traslada el eje del conflicto de Medio Oriente a la línea Afganistán-Pakistán.
En conversaciones a puerta cerrada mantenida con miembros del Congreso, citadas por el Washington Post, Petraeus aseguró que el ejército de Pakistán tiene poco tiempo para salvar a su país e impedir el derrocamiento del gobierno central por el movimiento talibán que podría apoderarse de su arsenal nuclear.
Por su parte el general James Conway, jefe del Cuerpo de Marines y miembro de la Junta de Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, señaló que “Al Qaeda ha cambiado su foco estratégico, no en dirección a Afganistán, sino hacia Pakistán, porque este país es el lugar más cercano en donde existe un nexo entre terrorismo y armas nucleares”.
Para el Departamento de Estado y algunas usinas conservadoras, en los últimos días los talibanes ya consiguieron "anarquizar" el país convirtiéndolo en un teatro operativo de la "guerra contraterrorista" que traslada el escenario afgano a Pakistán.
De obediente “peón” geopolítico y militar de la estrategia USA en la región, Pakistán se convirtió en un aliado "inestable" y peligroso para Washington que observa vacío de poder e "impotencia" del gobierno para coordinar una acción armada eficiente contra el avance del "terrorismo" Talibán.
Esta tesis es la que justifica para muchos expertos un calendario de despliegue militar de EEUU en Pakistán, cuyo presidente se reunió el miércoles en Washington con Obama para ratificar el "pacto contraterrorista" y recibir promesas de nuevas ayudas destinadas al sector militar.
Mientras crecen las versiones (y el temor) de que los talibanes puedan tomar el control de las armas nucleares paquistaníes, el presidente Barack Obama se reunió el miércoles con sus pares de Pakistán, Asif Ali Zardari, y de Afganistán, Hamid Karzai, para coordinar de forma tripartita lo que definieron como "la lucha contra Al Qaeda y sus aliados extremistas".
"La seguridad de Pakistán, Afganistán y EE.UU. están ligadas", afirmó Obama en declaraciones a la prensa.
Después de la reunión, el presidente estadounidense explicó que el "compromiso" de Washington con la estabilidad de los dos países será prolongado y no flaqueará pese a que sin duda "habrá más violencia" antes de que los "insurgentes sean derrotados".
De acuerdo con lo que muchos ya llaman la "nueva doctrina Obama" (que en realidad es la vieja doctrina Bush) Washington impulsa como principal objetivo que Afganistán y Pakistán se unan en la guerra contra Al Qaeda y los talibanes y que lo mejor es ayudarlos a que "cooperen entre ellos".
"La confianza que se necesita para que esta relación (entre Pakistán y Afganistán) se transforme en una cooperación tangible ha comenzado a progresar", dijo el jueves la secretaria de Estado Hillary Clinton. "Y creo que las reuniones de hoy serán un nuevo paso en ese camino".
Leyendo entrelineas su mensaje, muchos analistas interpretaron que Obama no hizo otra cosa que un "blanqueo" de las intenciones de Washington de extender la ocupación militar desde Afganistán a Pakistán para cerrar en un solo frente el combate contra el "terrorismo" de Al Qaeda y los talibanes.
Esta ratificación de la ahora "triple alianza", dio pie para nuevas conjeturas que señalaban que sería el propio gobierno de Pakistán quien terminaría accediendo a que EEUU desplegara sus tropas y bases en el país para reforzar el combate contra las fortificadas legiones talibanes que ya operan simultáneamente en Afganistán y en territorio pakistaní.
Para algunos expertos la cuestión está clara: El argumento sobre la "impotencia" del gobierno pakistaní para restablecer el orden, y los temores diseminados de que los talibanes se apoderen del arsenal nuclear iraní, constituyen el elemento de presión fundamental que esgrime Washington para ingresar a Pakistán como el "gran salvador".
La "triple alianza" firmada este jueves pone en claro el objetivo de la "nueva doctrina de Obama": Ocupar militarmente Pakistán como una ampliación del teatro de operaciones de la guerra contra "Al Qaeda" y los talibanes.
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