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Israel y su “Solución final” de Palestina |
Historia de la Haganá, el ejército que enfrenta a un pueblo colapsado por un embargo más cruel que el que sufre Cuba, y a los 22 días de genocidio no logra sus objetivos.
En 1896, Theodor Herzl, periodista húngaro, se encargó de solventar el “Problema de los Judíos” para los europeos.
Para el periodista, la solución al supuesto problema de la presencia judía en el continente europeo era la creación de un Estado independiente solo para los judíos en la Palestina.
Pero primero era necesario solventar un pequeño problema en la religión judía: la prohibición del regreso de los judíos a la Palestina hasta la llegada del Mesías Judío (tal cual como está expuesto en el Talmud y el Midrash, libros sagrados del judaísmo) y quien obviamente no fue Jesús de Nazaret, ya que los judíos mismos participaron en su juicio y crucifixión (concepto de Deicida).
Para los judíos ortodoxos, el regreso de los mismos a la Palestina antes de la llegada de su Mesías era un acto de herejía.
Para este pequeño problema, Herzl consiguió a unos Jajam (jefe espiritual, como un rabino) entre ellos Tzvi Hirsch Kalisher, quienes introdujeron modificaciones substanciales a la religión judía, argumentando que la llegada del Mesías debe ser “apurada” mediante la presencia de los judíos en la tierra de la Palestina.
En el mismo orden de ideas, a lo largo de la historia europea, a varios líderes de ese continente no le agradaba la presencia de los judíos en Europa; lideres como los Reyes Catolicos de España, Federico II de Prusia, Napoleón Bonaparte y Arthur Balfour (Primer Ministro Británico quien prometió la Palestina para los judíos - 1917).
Este último consideró las propuestas de Kalisher y Herzl como positivas en vista de que tenían el doble propósito de sacar a los judíos de Europa y a la vez crear una entidad que divide las tierras de los sarracenos.
De esta manera nació el Sionismo…
Desde 1910, la población judía inició un proceso de inmigración masiva hacia la Palestina. Entre 1920 y 1948, dicha población judía organizó un grupo paramilitar, denominado la Haganá (la Defensa), para defender sus recientes ocupaciones de territorios árabes.
Aunque en el mito de la creación del estado de Israel, que tanto se ha utilizado para darle dimensión histórica a la misma, se habla de la larga lucha de los judíos contra las fuerzas británicas en Palestina, en realidad la Haganá se fortaleció como una banda armada gracias a la estrecha cooperación entre las fuerzas británicas y los colonos judíos.
La Gran Revuelta Árabe (1936-1939), la rebelión de los árabes contra los británicos en respuesta a las políticas de estimular la inmigración masiva de los judíos a Palestina, no pudo ser aplastada si no después de tres años y con la colaboración entre 20.000 soldados británicos y 14.500 hombres de la Haganá, armados y entrenados por los mismos británicos.
Solo en ese conflicto murieron 400 judíos y 200 británicos, y más de 5.000 palestinos.
Luego, durante la Segunda Guerra Mundial, el Mandato Británico en Palestina autorizó y financió la creación de la “Brigada Judía”, compuesta de 5.000 soldados judíos, y el Palmach (Compañías de Ataque) de 2.000 hombres con entrenamiento británico (como el del General británico Charles Orde Wingate), todos elementos que luego se incorporaron a la Haganá.
En 1942, Reinhard Heydrich Karl y Adolf Eichmann, General y Comandante respectivamente de los escuadrones de defensa (Schutzstaffel - SS) del partido fascista en Alemania, estaban encargados operativamente del Endlösung (Solución Final), el proceso de deportación y luego exterminación de los judíos europeos (askenazíes), a la vez de varias etnias y grupos como los polacos, los eslavos en general, los gitanos, los homosexuales, los comunistas y los Bibelforscher (testigos de Jehová), en los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
Inicialmente, el programa tenía como objetivo expulsar, mediante el terror, las masacres y las deportaciones, a esa población de Alemania y luego de los países ocupados por el Tercer Reich.
Karl y Eichmann, siguiendo las órdenes del verdadero arquitecto del Endlösung, Comandante en Jefe de las SS Heinrich Himmler, se encargaron de exterminar entre 9 y 11 millones de personas, muchos de ellos en campos de concentración como el de Auschwitz-Birkenau, cerca de la ciudad de Oswiecim en Polonia.
En esta gigantesca cárcel, solamente de la población judía murieron 1.5 millones de personas.
En 1948, luego de la Resolución No. 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas que declaró la partición de la Palestina entre dos estados, la Haganá empezó con el proceso de establecer el estado Israelí mediante la “deportación” de los indeseables (la población árabe) por métodos semejantes a los utilizados por los escuadrones alemanes SS en los ghettos de Varsovia y Budapest.
Los líderes de la Haganá impulsaron el Plan Dalet, implementado entre 1947 y 1948, con el supuesto objetivo de “defender” el naciente estado de Israel de la invasión árabe.
En realidad, “nuevos historiadores” como Benny Morris, Avi Shlaim, Ilan Pappe y Walid Khalidi, utilizando documentos sobre la Haganá recientemente desclasificados por parte del Ministerio de Defensa Israelí, aseguran que el Plan Dalet tenía como objetivo claro la expulsión de la población árabe de los territorios palestinos mediante masacres sistemáticas. Ya desde la década de 1930 líderes del Sionismo como Jaim Weizmann y David Ben-Gurion hablaban abiertamente de la necesidad de “transferir” a los palestinos.
Existen varios ejemplos de dicha ”transferencia”: las masacres de Deir Yassin, Al Dawayima y Eilabun, en donde bandas armadas como Irgun, Stern y Lehi (grupos considerados terroristas por los mismos británicos), masacraron y violaron a centenares de árabes.
Estos grupos pasaron a ser componentes principales de la Haganá.
Más de 914.000 palestinos fueron expulsados de los pueblos de Tibireus, Haifa, Jaffa, Acre y Safed, como de otros pueblos con mayorías árabes, basados en cifras de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA).
La nación hebrea se fundó adoptando varios mitos, ya mencionamos el de la “resistencia” heroica a la ocupación británica, ahora continuamos con el mito de David y Goliat.
El mito de la Haganá habla de que un ejército diminuto, con poco armamento y sin control del terreno, pudo derrotar a los ejércitos combinados de todos los países árabes de la manera más heroica, pues fue un David judío contra un Goliat árabe.
La realidad se puede encontrar en un informe de la Inteligencia norteamericana de fecha 27 de julio de 1948, que estima que los beligerantes estaban distribuidos de la siguiente manera: 27.000 Árabes (con capacidad de incrementar sus soldados con 19.800 adicionales), y la Haganá con 97.800.
El armamento de la Haganá y su capacidad de combate provenían directamente de los aliados de la Segunda Guerra Mundial, mientras que la gran mayoría de los países árabes estaban aún bajo el yugo del colonialismo británico o francés, sometido a las restricciones impuestas por las potencias coloniales que severamente limitaban la logística y el armamento de dichos ejércitos.
En 1950, el Estado de Israel, luego de la expulsión y las masacres, redactó una serie de leyes como la Ley de Propiedad del Ausente, que formó parte del marco legal para proclamar los territorios árabes abandonados luego de las expulsiones o las masacres perpetradas por la Haganá como propiedad del estado hebreo y luego como espacio para los judíos provenientes de otras partes del mundo.
Es estimado por el Custodio de Propiedad del Ausente del Estado de Israel que más de 70% del territorio del actual estado de Israel está basado en tierras abandonadas por palestinos mediante la limpieza étnica.
En 1967, se repitió el mito. Una vez más el estado hebreo, presentándose inicialmente como una pequeña isla en un océano hostil de árabes, pudo derrocar fácilmente al ejército de Egipto y Siria, y a la vez ocupando los territorios palestinos que quedaban del mandato de la Naciones Unidas de 1948.
Este milagro militar se realizó en pocos días del mes de junio de 1967.
Como justificación, el gobierno israelí de Levi Eshkol argumentó que no existía otra solución salvo atacar a todos los países árabes (Egipto, Jordania, Siria y lo que quedaba de Palestina): en vista de sus “posturas agresivas”, era la “única solución”.
Sus aliados en el departamento de estado norteamericano y la agencia de inteligencia del mismo gobierno, tenían una percepción radicalmente diferente: Nicholas Katzenbach, subsecretario de estado de la administración del Presidente Lyndon B. Johnson, argumentó que todos los informes de inteligencia de su país indicaban claramente que Israel tenía la ventaja cualitativa y cuantitativa sobre todos los árabes en armamento y preparación, y que a la vez no existía intenciones por parte de los egipcios de atacar a Israel, en virtud de la presencia de sus mejores tropas en la Guerra Civil de Yemen del Norte (con mas de 55.000 tropas egipcias para el 5 de junio del 1967).
En esta guerra, como en las dos anteriores (1948 y 1956), la Haganá, desde entonces adquiriendo el nombre sofisticado de las “Fuerzas de Defensa Israelí”, aún cuando sigue siendo las mismas bandas de la Haganá, Irgun, Stern y Lehi, triunfó contundentemente contra los ejércitos árabes.
Solo que en este conflicto se hizo un poco mas difícil insistir en el mito de David y Goliat.
En 1973, la guerra de Youm Kippur, así llamada por la Haganá, o la Guerra de Ramadan (nombre para los árabes), no le fue muy bien a la Haganá, por lo cual no le haremos mucha referencia en este ensayo.
En 1982, la Haganá siguió siendo el elemento principal de este conflicto árabe-israelí. Menajem Beguin, ex líder del Irgun, la organización terrorista mencionada anteriormente, llegó a ser el Primer Ministro de Israel de 1977 a 1983.
Beguin, junto a su ministro de defensa (es decir, jefe de la Haganá en esa instancia), el famoso Ariel Sharon (miembro de la Haganá desde 1942), decidieron invadir el Líbano en 1982 bajo las directrices de un plan denominado “Paz para Galilea”, con el objetivo de expulsar a los mismos “indeseables” del 1948 pero ahora en territorio libanés.
Para poder cumplir con este objetivo, el líder de la Haganá, junto a sus aliados en las “Fuerzas Libanesas”, una milicia cristiano-falangista, y bajo las órdenes directas de Ariel Sharon, tuvieron que aplicar la “única solución” al problema palestino, “transfiriendo” los refugiados palestinos de los campos de Sabra y Chatila en las afueras de Beirut, mediante la exterminación sistemática de aproximadamente 3.000 refugiados en un breve periodo de 30 horas, del 16 al 17 de septiembre de 1982.
Una comisión propia del mando de la Haganá -el gobierno israelí- denominada la Comisión Kahan, aseguró la responsabilidad indirecta del Ministro de la Defensa en la masacre.
Como siempre, la "Comunidad Internacional" respondió fuertemente a la masacre: Sharon renunció como Ministro de Defensa, y posteriormente, del 2001 al 2006, fue premiado con el puesto de Primer Ministro de Israel.
En 1996 empezó el declive.
En el mismo año de la masacre de Sabra y Chatila, se creó en el Líbano una organización islamista denominada “El Partido de Dios” (Hezbolá), que cuenta con un brazo político y otro paramilitar.
Este pequeño grupo, que nunca se puede comparar con “el ejercito que no puede ser vencido” (eslogan de la Haganá después de la euforia de 1967), mantuvo una descarga de cohetes Katyusha y actividades de guerrilla contra la Haganá en territorio libanes e israelí desde la década de 1980 y hasta el año 2000.
En abril del 1996, la Haganá decidió poner fin a los ataques de Hezbolá en el norte de sus territorios impulsando la operación Uvas de la Ira, llevando a cabo más de 1.100 incursiones aéreas, bombardeando intensamente el Líbano con unos 25.132 proyectiles.
Lo único que la Haganá pudo lograr con un éxito espectacular fue la masacre de 106 refugiados palestinos, más de la mitad de ese número fueron niños, que estaban en un campo de refugiados de la Naciones Unidas en el pueblo de Qana.
Los propios soldados de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (UNIFIL) confirmaron con pruebas irrefutables que la Haganá estaba bien informada que el campo de refugiados solo tenía civiles, y que de todas maneras fue bombardeado.
Como consecuencia para Israel, las Naciones Unidas decidió “castigar” a Israel por masacrar a los refugiados mediante el cobro de los costos de reparación de la sede del campo de refugiados que su Haganá destruyó.
Luego de varias discusiones en la Asamblea General de la ONU, EE.UU. argumentó que Israel no debe ser responsable de sus acciones si el objetivo de la misma es perseguir el “terrorismo árabe”.
Naturalmente, no se pago ni un centavo.
Pero sí siguieron los ataques de Hezbolá contra Israel, y las Katyushas, y los secuestros de soldados, y las guerras asimétricas de baja intensidad.
En el año 2000, el “ejército que no puede ser vencido” se tuvo que retirar unilateralmente del Líbano, sin un acuerdo previo con Siria, sin desmantelar a Hezbolá, sin poder parar los Katyushas.
En 2006, la Haganá tuvo que regresar al Sur del Líbano.
Este debacle empezó cuando Hezbolá, respondiendo a una incursión de la Haganá en la frontera con el Líbano, atacó una patrulla israelí, resultando muertos ocho soldados de la Haganá, mientras que otros dos fueron capturados.
Complicando los asuntos aún más para la Haganá, un mes antes de la operación de Hezbolá, los grupos palestinos Hamas y Al Jihad el Islamy, mediante un túnel de 250 metros, atacaron un puesto de la Haganá fuera de la franja de Gaza.
Durante este ataque murieron dos soldados de la Haganá, mientras que cuatro soldados más fueron heridos, y el cabo Gilaad Shalit fue secuestrado. Hasta hoy (17 de enero del 2009), el cabo sigue en manos de Hamas.
El gobierno de Israel respondió contundentemente con una operación que conllevó el bombardeo de instalaciones de transportes, comunicaciones, energéticas y militares del Líbano, así como cuarteles de Hezbolá y zonas urbanas.
Aparentemente, la Haganá no pudo resistir la tentación de regresar al pueblo de Qana, esta vez con un bombardeo que dejó un saldo de 28 muertos, 16 de ellos niños.
La bomba utilizada, recién llegada de los EE.UU., aún tenía las insignias de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de América.
Como todos los conflictos en donde participa la Haganá, el saldo total del conflicto refleja que la población civil árabe sigue siendo el objetivo preferido de esta banda armada: 1.187 libaneses muertos, 4.060 heridos, 256.000 desplazados y 15.000 viviendas destruidas.
Israel sufrió 51 fatalidades (la mayoría soldados), impactaron unos 3.526 misiles Katyusha modificados de Hezbolá en territorio israelí, perdió docenas de tanques Merkavá (de producción israelí), y sufrió un ataque a un buque de guerra apostado en aguas territoriales libanesas, realizado con un misil antibuque moderno.
Los resultados para el Haganá no fueron muy positivos: los soldados no fueron rescatados, y Hezbolá no fue neutralizada, el grupo sigue armado y con más influencia dentro y fuera del Líbano que lo que ya tenía antes del conflicto.
Desde el 2007, la franja de Gaza se ha transformado en la prisión más grande del planeta, con la mayor densidad de población por kilómetro cuadrado del mundo.
Es tan obvio el infierno que es Gaza, que hasta los sectores más conservadores del mundo se han pronunciado al respecto: el cardenal Renato Martino, principal funcionario del papa Benedicto XVI, señaló el 9 de enero del 2009 que Gaza se asemeja ahora a un "gran campo de concentración”.
Un muro de hormigón armado, de nueve metros de alto separa la franja de Gaza de Israel, todo producto del plan del Knesset (parlamento) de Israel para la desconexión de Gaza, aprobado en octubre del 2004.
Luego vino el bloqueo al tránsito de personas y bienes de primera necesidad por tierra, mar y aire, acto que castiga a toda la población de Gaza, que depende directamente del reparto de alimentos y de los servicios básicos a cargo de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA).
Desde octubre del 2007, el gobierno de la Haganá decidió interrumpir el abastecimiento de energía (electricidad y combustible) a la Franja de Gaza, declarando a la Franja como “entidad hostil” desde mediados del 2007, terminología que simplemente indica que Israel tiene el derecho de hacer lo que otro estado no puede hacer con una población acorralada.
Las imágenes de lo que pasa en Gaza desde el 27 de diciembre del 2008 y hasta hoy, bajo el nombre de “Operación Plomo sólido” de la Haganá, hablan por sí mismas.
No exploraremos aquí un tema del que casi todos los habitantes del planeta están bien al tanto.
Pero si es conveniente mencionar unas cuantas observaciones.
El actual Primer Ministro del estado de la Haganá, Ehud Olmert (alumno del famoso Ariel Sharon), indicó poco después del inicio de esta nueva aventura de la Haganá, que dicha respuesta militar es “la única solución” que existe al problema palestino, frase que tantas veces ha utilizado la Haganá como justificación a sus acciones desde 1936.
Aquí vemos pocas diferencias entre la Solución Final en Alemania y la Única Solución en Palestina. Ambas tenían sus justificaciones: los judíos, supuestamente, llevaron a los europeos a dos guerras mundiales.
En el Oriente Próximo, los palestinos causaron inmensas devastaciones y masacres a la población judía con sus cohetes caseros de poca exactitud y carga explosiva, los fuegos artificiales de Hamas (cohetes Qassam) que no usan ningún sistema de guía (mortalidad: menos del 0.4%).
Los misiles verdaderos, al impactar en zonas pobladas, tienen el efecto que los misiles de la Haganá demuestran en Gaza (1.200 muertos y 6.000 heridos en solo 22 días).
Las razones siempre existen, pero el resultado es el mismo: Auschwitz-Birkenau, el Sur del Líbano y la Franja de Gaza. Y como siempre, después de la masacre, la respuesta del agresor es la misma: es culpa de los judíos, pues querían destruir a Europa; o es culpa de los palestinos, pues quieren acabar con la Haganá -quienes poseen meramente 200 bombas nucleares y lo mejor del arsenal militar estadounidense- con esos “temibles” Qassams.
Pero me permito resaltar una verdadera diferencia entre los argumentos del Partido Fascista en Alemania y la Haganá en el fabricado estado de Israel, un diferencia que es un poco controvertida: mientras que la Solución Final al “problema judío” era una solución a un problema que no existía, pues solo los europeos eran responsable de sus propias miserias, la "única solución" de la Haganá aplicada recientemente en Gaza es, verdaderamente, la única solución que le queda a la Haganá y su estado.
En eso, el Primer Ministro Ehud Olmert no miente.
Las masacres como instrumento de política y dominio es la única alternativa que le queda a la Haganá, la evolución histórica detallada en este artículo demuestra el porqué.
Es la única solución, no para el problema palestino, sino al predicamento histórico de la Haganá, la razón propia de su auge y ahora de su declive.
No tiene nada que ver con las razones que dan los defensores de Israel; terrorismo, extremismo, Qassams, etc.
La razón es simple.
El líder egipcio Gamal Abdel Nasser proclamó, después del desastre del 1967, que “lo que se toma por la fuerza no se puede restaurar sino por la fuerza”, en referencia a los territorios ocupados por la Haganá.
Me permito presentar un corolario a la idea de Nasser: lo que se toma por la fuerza no se puede mantener sino por la fuerza.
Desde que empezó el flujo de judíos a Palestina y hasta 1967, la Haganá se dedicó a robarle la tierra al pueblo que ya existía sobre las mismas.
Ese era la raison d'être de la Haganá: robar tierra, utilizando todos los métodos disponibles para realizar lo que probablemente fue, y sigue siendo, el atraco a mano armada más grande de la historia moderna.
La Haganá tiene la labor casi infinita de continuamente someter a los dueños de las tierras de lo que ellos llaman Israel para que paren de reclamar por lo que es justamente de ellos.
Lamentablemente para los atracadores, que ahora y desde sus inicios no pueden dormir bien, lo que robaron lo van a tener que defender a fuerza de armas por el resto de sus vidas y las vidas de las siguientes generaciones.
La Haganá no tiene otra opción que seguir con lo que está haciendo en Gaza: lo hizo antes, es como se creó, es como nació y es como sigue existiendo, es la naturaleza de la bestia.
No tiene opción porque cada ciudadano del estado artificial de Israel sabe muy bien que vive sobre tierras robadas, y la sangre de los verdaderos propietarios aún sigue fresca dentro de las grietas y los espacios que le dan vida a esas tierras.
Seguirán bombardeando y masacrando, es lo único que sabe hacer la Haganá, porque todos los esfuerzos globales de legitimación del estado hebreo, toda la defensa y la ilusión de respeto que le presta la supuesta comunidad internacional, todas las organizaciones internacionales y no gubernamentales que le prestan prestigio a dicho estado, y todas las leyes de propiedad del ausente, no pueden ocultar la simple y vulgar realidad que Israel es producto de un atraco y que los verdaderos dueños de dichas tierras siguen como refugiados.
Es por esa realidad que cuando los “humanitarios” de la Haganá le informan a la población palestina en Gaza por mensajes de texto de celulares que van a bombardear para que evacuen sus hogares, el palestino no sale, se queda en lo que es suyo.
Durante la guerra contra el Líbano en 2006 y ahora en el conflicto de Gaza, los colonos judíos salen corriendo al escuchar los Qassams de Hamas, desplazados de sus supuestos hogares.
No van a arriesgar la vida por tierra robada.
¿Qué le pasó al ejército que no puede ser vencido? En 1948, 1956 y 1967 derrocó a los ejércitos combinados del Gran Goliat Árabe.
Pero ahora unas milicias “terroristas” como ellos la llaman, un grupo de chiitas pobres del Líbano, obliga a la Haganá a retirarse, ¡y dos veces! Peor aún, enfrentan a un pueblo a punto del colapso por un embargo más cruel que el que sufre Cuba, con cohetes caseros y unas cuantas Kalashnikov, sin gasolina, sin electricidad, sin apoyo de ningún gobierno, y a los 22 días del inicio del genocidio aún no pueden concretar sus objetivos, que Dios sabe cuáles son ya que nunca los anunciaron para poder esconder el inevitable fracaso.
¿Qué le pasa a la Haganá? Como caen los poderosos…
(continue)

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, multitud, politica, violencia.
El militarismo macho (lo que el actual primer ministro Ehud Olmert llama el “puño de hierro”) fue posible por el fervor nacionalista de los judíos israelíes, y eventualmente (aunque no al principio) por el muy fuerte respaldo de las comunidades judías de otras partes del mundo.
Geopolíticamente, Israel forjó primero una alianza con la Unión Soviética (que fue breve pero crucial), luego con Francia (que duró un poco más de tiempo y permitió a Israel convertirse en una potencia nuclear) y finalmente (y lo más importante) con Estados Unidos.
Estos aliados, que también fueron patrocinadores, ofrecieron sobre todo un apoyo militar al proveerlo de armas.
Pero también ofrecieron respaldo diplomático/político y, en el caso de Estados Unidos, un considerable apoyo económico.
Las relaciones públicas se dirigieron a obtener la simpatía de una amplia franja de la opinión pública, que en los primeros años tuvo como base el retrato de Israel como un David pionero contra el retrógrado Goliath, y que en los últimos 40 años ha tenido como base la culpa y la compasión por el masivo exterminio de los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial.
Todos estos elementos de la estrategia israelí funcionaron muy bien desde 1948 hasta los años 80.
De hecho, se fueron haciendo más efectivos.
Pero en algún momento de los 80, el uso de estas tres tácticas comenzó a ser contraproducente.
Israel ha entrado ahora en una fase de declive precipitado de su estrategia.
Puede ser muy tarde para que Israel persiga una estrategia alternativa, en cuyo caso habrá cometido suicidio geopolítico.
Rastreemos cómo fue que interactuaron los tres elementos de su estrategia, primero durante su envión hacia arriba, luego durante el lento declive del poder de Israel.
Durante los primeros 25 años de su existencia, Israel se involucró en cuatro guerras con los estados árabes.
La primera fue en 1948-1949, para establecer el Estado judío.
a declaración israelí de un Estado independiente no coincidió con una declaración palestina de establecer un Estado.
En cambio, un número de gobiernos árabes le declararon la guerra a Israel.
Inicialmente Israel estuvo en dificultades militares.
Sin embargo, los militares israelíes estaban mejor entrenados que los de los países árabes, con la excepción de Transjordania. Y, lo que es crucial, obtuvieron armas de Checoslovaquia, que actuó como agente de la Unión Soviética.
Para el momento de la tregua en 1949, la disciplina de las fuerzas israelíes combinada con armas checoslovacas permitió a los israelíes ganar un territorio considerable no incluido en las propuestas de partición de Naciones Unidas, incluido Jerusalén occidental.
Las otras áreas se incorporaron a partir de los estados árabes circundantes.
Un gran número de árabes palestinos se fueron o los forzaron a abandonar áreas bajo el control de los israelíes y se volvieron refugiados en los países árabes circundantes, donde sus descendientes viven hasta la fecha en gran medida.
La tierra que era de ellos fue arrebatada por los judíos israelíes.
La Unión Soviética pronto abandonó a Israel.
Esto probablemente se debió principalmente a que sus líderes muy pronto sintieron miedo del impacto que tendría la creación del Estado en las actitudes de los judíos soviéticos, que parecían demasiado entusiastas y que por tanto eran potencialmente subversivos desde el punto de vista de Stalin. A cambio, Israel dejó de lado cualquier simpatía hacia el campo socialista con la guerra fría, y dejó claro su ferviente deseo de ser considerado miembro pleno del mundo occidental, política y culturalmente.
En ese tiempo Francia se enfrentaba a los movimientos de liberación nacional en sus tres colonias norafricanas, y vio a Israel como un aliado útil.
Esto fue especialmente cierto después de que los argelinos lanzaron su guerra de independencia en 1954.
Francia empezó a ayudar a Israel a armarse.
En particular, Francia, que desarrollaba sus propias armas nucleares (contra los deseos estadunidenses), ayudó a Israel a hacer lo mismo.
En 1956, Israel se unió con Francia y Gran Bretaña en una guerra contra Egipto.
Desafortunadamente para Israel, esta guerra se lanzó contra la oposición de Estados Unidos, y Estados Unidos forzó a las tres potencias a ponerle fin.
Después de que Argelia se independizara en 1962, Francia perdió interés en la conexión israelí, que ahora interfería con sus intentos de renovar relaciones más cercanas con los estados norafricanos que ahora se habían vuelto independientes.
Fue en este punto en que Estados Unidos e Israel voltearon uno hacia el otro para forjar vínculos cercanos.
En 1967, estalló la guerra entre Egipto e Israel, y otros estados árabes se unieron a Egipto.
En ésta, llamada la Guerra de los Seis días, por primera vez Estados Unidos le brindó armamento militar a Israel.
La victoria israelí de 1967 cambió la situación básica en muchos aspectos.
Israel había ganado la guerra con facilidad, ocupando todas aquellas partes del Mandato Británico de Palestina que ya había ocupado antes, más la península del Sinaí, de Egipto, y las Alturas del Golán, de Siria.
Jurídicamente, hubo ahora un Estado de Israel más los territorios ocupados por Israel. Israel comenzó su política de establecer asentamientos judíos en los territorios ocupados.
La victoria israelí transformó la actitud de los judíos en el mundo, que ahora se despojaron de cualquier reserva que tuvieran acerca de la creación del Estado de Israel.
Se pusieron orgullosos de sus logros y comenzaron a emprender campañas políticas importantes en Estados Unidos y Europa occidental para asegurarle respaldo político a Israel.
La imagen de un Israel pionero que ponía el énfasis en las virtudes de los kibbutz fue abandonada en favor de un énfasis en el Holocausto como la justificación básica para buscarle respaldo mundial a Israel.
En 1973, los estado árabes buscaron reajustar la situación en la llamada guerra del Yom Kippur.
De nuevo, esta vez, Israel ganó la guerra con apoyo de Estados Unidos.
La guerra de 1973 marcó el final del papel central de los estados árabes.
Israel pudo seguir buscando el reconocimiento de los estados árabes, y eventualmente lo logró con Egipto y Jordania, pero era muy tarde para que esto fuera una forma de asegurarle la existencia a Israel.
A partir de este punto, emergió un serio movimiento político palestino árabe, la Organización de Liberación de Palestina (OLP), que ahora se convirtió en el oponente clave de Israel, el único con el que Israel necesitaba llegar a un trato.
Por mucho tiempo, Israel se rehusó a tratar con la OLP y con su líder Yasser Arafat, y prefirió el puño de hierro.
Y al principio, obtuvo logros militares.
Los límites de la política del puño de hierro se hicieron evidentes por vez primera durante la primera intifada, un levantamiento espontáneo de palestinos árabes dentro de los territorios ocupados, que comenzó en 1987 y duró seis años.
Fueron dos los logros básicos de la intifada.
Forzó a los israelíes y a Estados Unidos a hablar con la OLP, un largo proceso que condujo a los llamado Acuerdos de Oslo de 1993, que ayudaron a la creación de la Autoridad Palestina en parte de los territorios ocupados.
En el largo plazo los Acuerdos de Oslo fueron menos importantes geopolíticamente que el impacto de la intifada en la opinión pública mundial.
Por vez primera, la imagen de David y Goliath comenzó a invertirse.
Por vez primera, comenzó a existir un respaldo serio en el mundo occidental a la llamada solución de los dos estados.
Por vez primera, comenzó a haber una crítica seria al puño de hierro de Israel y sus prácticas vis-a-vis los palestinos árabes.
Si Israel hubiera sido serio acerca de la solución de dos estados basada en la llamada Línea Verde –la línea de división al final de la guerra de 1948-1949– probablemente habría logrado un asentamiento.
Sin embargo, Israel siempre estaba un paso atrás.
Cuando pudo haber negociado con Nasser, no quiso.
Cuando pudo haber negociado con Arafat, no quiso.
Cuando Arafat murió y lo sucedió el ineficaz Mahmoud Abbas, el más militante movimiento Hamas ganó las elecciones parlamentarias de 2006.
Israel se negó a hablar con Hamas.
Ahora, Israel ha invadido Gaza, buscando destruir a Hamas.
Si lo logra, ¿qué organización vendrá después?
Y, como es lo más probable, si no logra destruir a Hamas, ¿será posible ahora una solución con dos estados?
Tanto los palestinos como la opinión pública se mueven hacia una solución con un estados, y esto, por supuesto, es el fin del proyecto sionista.
La estrategia de tres elementos de Israel se está descomponiendo.
El puño de hierro ya no funciona, como no funcionó para George W. Bush en Irak.
¿Se mantendrá firme el vínculo con Estados Unidos?
Lo dudo.
¿Continuará la opinión pública mirando con simpatía a Israel?
No lo parece.
¿Puede Israel ahora cambiar a una estrategia alternativa de negociar con los representantes militantes de los palestinos árabes, como parte constituyente de Medio Oriente y no como puesto de avanzada de Europa?
Parece bastante tarde para eso, y muy posiblemente sea demasiado tarde.
Por eso, la crónica de un suicidio anunciado.
(mas...)
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
Hitler atacó Polonia y dio al mundo una costosa lección; la política de apaciguamiento no funciona con el fascismo.
El resultado es bien conocido: Europa se arruinó y alrededor de 50 millones de personas perdieron la vida.
Sin embargo, gracias al «frente» de resistencia noruego, Hitler no consiguió el agua pesada necesaria para la fabricación de la bomba nuclear; si hubiera adquirido material suficiente para fabricarla, la historia de la humanidad podría haber sido radicalmente distinta de la que conocemos.
El hecho de que Hitler fuera elegido democráticamente por el pueblo alemán no legitima su política de asesinatos en masa; de la misma forma, la elección de los israelíes fascistas y criminales de guerra no legitima la política de asesinatos en masa de los sionistas.
Sin embargo, si Hitler es el más crudo ejemplo del sistema electoral democrático que llevó al nazismo al poder en Alemania, la reciente elección israelí es un ejemplo más actual de una elección que ha llevado al poder a otro conocido fascista, Avigdor Lieberman, ampliamente considerado como el clon israelí de los fascistas de la Europea contemporánea, como Jorg Haider o Jean Marie Le Pen.
La prueba es el programa del partido de Lieberman, Yisrael Beiteinu (Israel es nuestro hogar), y sus abominables amenazas de limpiar étnicamente a los palestinos, que constituyen el 20 por ciento de la población israelí.
Para hacerse una idea más precisa, imagine que el gobierno noruego hubiera decidido limpiar étnicamente a la minoría lapona del país o exigir un juramento de lealtad por escrito de cada uno de los lapones.
Imagine que el gobierno británico hubiera exigido que cada ciudadano de Irlanda del Norte firmase un compromiso de lealtad.
¿Quién puede creer que esté sucediendo esto en el siglo XXI? Y, además, ¿quién no encontraría chocante que los judíos exijan un voto de lealtad en el siglo XXI, que es equivalente en importancia a la aplicación del uso de la estrella de David en la Alemania nazi de mediados del siglo XX?
El auge del fascismo, como explicaré más adelante, es un aspecto arraigado en la cultura sionista desde su fundación, y las recientes elecciones israelíes (febrero de 2009) sólo lo han hecho más evidente ante la opinión pública.
Durante años, los sionistas han utilizado la frase «Israel es la única democracia de Oriente Próximo» como un arma ideológica para satanizar a los árabes y justificar sus crímenes.
Hoy, después de la guerra de Gaza que mostró al mundo horrible cara del sionismo, la subida del fascismo israelí demuestra que el sionismo y el racismo, como declararon las Naciones Unidas en 1975, son gemelos; las recientes elecciones en Israel han demostrado que sionismo y fascismo son sinónimos.
Sin embargo, debo señalar que hay una gran diferencia entre los nazis y los fascistas sionistas; esta diferencia no radica en la cultura del odio, que es la base de ambos, sino en el hecho de que el sionismo fascista tiene una capacidad nuclear suficiente, según los analistas militares, para destruir un gran porcentaje de la población humana a escala mundial; este hecho, como era de esperar, es un motivo de gran preocupación tanto en Oriente Próximo como en todo el mundo.
Incluso antes de su elección, sabiendo el gran apoyo que ya había entre las nuevas generaciones de israelíes, inculcado durante años con la cultura del odio, el moldavo fascista Avigdor Lieberman, que llegó a Israel en 1978, dijo a los medios de comunicación que debían acostumbrarse a la idea de verle como el próximo ministro de Defensa israelí.
¿Qué significa que la mayoría de una sociedad elija partidos de ultraderecha fascista?
Puede significar cualquier cosa, pero definitivamente no es una buena señal y muestra una sociedad en la que la lógica de «el fin lo justifica todo» se ha convertido en sinónimo de su propia existencia.
Un estudio psicológico reciente podría explicar las razones de la subida de la extrema derecha y los criminales de guerra a puestos de poder en el Estado de Israel.
La investigación fue realizada por Daniel Bar-Tal que es, según el periódico Haaretz, uno de los principales psicólogos políticos del mundo, y Rafi Nets-Zehngut, un estudiante de doctorado.
El estudio llegó a la conclusión de que la conciencia de los «judíos israelíes» se caracteriza por un sentimiento de victimismo, una mentalidad de asedio, un patriotismo ciego, beligerancia, fariseísmo, deshumanización de los palestinos y falta de sensibilidad ante el sufrimiento» (Haaretz, 30 de enero de 2009).
Parece que muchos en el mundo árabe al principio no tomaron en serio las amenazas de Lieberman de atacar con armas nucleares a Gaza y sus promesas de llevar a cabo una política de «transferencia» del millón y medio de palestinos con ciudadanía israelí, sin embargo ahora sería políticamente ingenuo ignorar sus amenazas.
Observadores de los países árabes con los que he hablado recientemente creen que el ascenso de los fascistas a posiciones de liderazgo en Israel, tarde o temprano, provocará una competición por la supremacía militar entre los distintos países de Oriente Próximo y, probablemente, esto haga presión sobre los países árabes para desarrollar armas de destrucción masiva para defenderse, sobre todo teniendo en cuenta las reiteradas amenazas de Lieberman de lanzar bombas atómicas sobre Gaza.
En efecto, si Lieberman propone atacar Gaza con armas nucleares como respuesta al uso de cohetes, menos potentes que los fuegos artificiales para celebrar el Año Nuevo, usados por los combatientes de la resistencia, ¿qué sería capaz de hacer en un conflicto regional más amplio?
La situación a la que hemos llegado en la actualidad no tiene precedentes en la historia moderna.
El temor a que un grupo de terroristas pueda tener acceso a las armas de destrucción masiva se ha convertido en una realidad y el peligro es, de hecho, muy real.
Un grupo de ultraderechistas que durante años han esgrimido el artificio de ser los «eternos oprimidos», ahora representan una amenaza existencial para Oriente Próximo y para el mundo entero.
Avigdor Lieberman ha dejado claro en más de una ocasión que va a atacar Irán.
Benjamín Netanyahu, que al parecer formará el próximo gobierno israelí, no está menos dispuesto que Lieberman a atacar Irán; el resultado de un ataque semejante supondría la desestabilización de toda la región y originaría una situación de caos total como no ha existido nunca.
Según algunos observadores árabes, si este tipo de guerra tiene lugar, muy probablemente se extenderá a Siria, Líbano y Palestina, ahogando a la región en un mar de sangre.
Los que apoyan esta hipótesis basan su opinión en que el Estado de Israel ha perdido su capacidad de disuasión con su arsenal de armas tradicionales.
Esto significaría, en su opinión, que es más probable que Israel utilice armas de destrucción masiva en futuras guerras.
Por lo tanto es esencial en este momento enviar un claro mensaje a los gobiernos noruego, francés, británico y estadounidense que cometieron el grave error de ayudar a Israel en su acumulación de armas nucleares, para que asuman su responsabilidad y actúen con rapidez para imponer la aplicación de la resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emitida en 1981, que Israel nunca ha respetado, y que pondría las armas de destrucción masiva de Israel bajo vigilancia internacional.
Naturalmente esto plantea la inevitable cuestión de tratar de comprender las condiciones sociopolíticas que permitieron que esta ideología surja en este momento, teniendo en cuenta que los factores sociológicos son fenómenos complejos que no nacen de la noche a la mañana, sino que forman un proceso dinámico que se construye con el tiempo.
Éste será mi punto de partida para profundizar hasta llegar a las raíces del fascismo en el pensamiento sionista.
MJ Rosenberg, director de análisis político del Foro de política israelí, ha observado que el Estado de Israel se ha estado moviendo hacia la derecha durante años. 30 años después de su creación, se eligió a un partido de derecha en las elecciones de 1977. (Los Angeles Times, 11 de febrero de 2009)
Rosenberg no se da cuenta, no obstante, de cómo se podría explicar el fenómeno del crecimiento de la extrema derecha, que ha llegado al cénit con el hecho de que el partido fascista de Lieberman se ha convertido en la segunda fuerza política de extrema derecha del país, teniendo en cuenta que Kadima sólo es un rama de la derecha del partido Likud.
Según un palestino experto en asuntos israelíes, los niveles de delincuencia en la sociedad israelí han aumentado dramáticamente en los últimos años porque los soldados, que regularmente asesinan a palestinos en Cisjordania y Gaza, se han acostumbrado a solucionar sus problemas cotidianos por medio de la violencia.
Es poco probable que un soldado capaz de asesinar a un niño palestino sin ningún sentimiento de culpabilidad se comporte de forma civilizada con su propia familia.
La violencia se vuelve contra quien la ejerce, cambia su carácter y, en gran medida, el carácter de la sociedad.
Esto ha hecho de la violencia una ideología predominante en la sociedad israelí, la base misma sobre la que se construyó ejerciendo la violencia contra los palestinos nativos; de hecho, la continuación de su existencia como Estado en Oriente Próximo se ha convertido en gran parte dependiente de la violencia contra los palestinos.
Por lo tanto, sostengo que las elecciones israelíes que han llevado al poder a la ultraderecha, fascistas y criminales de guerra, refleja una grave crisis en una sociedad donde la cultura de la violencia, la fuerza y la guerra se ha convertido en uno de sus rasgos de comportamiento más evidentes, donde el conjunto de la cultura se basa en la glorificación de generales y valores militaristas, lo que ocurre, naturalmente, en detrimento de los valores de la tolerancia, la paz, la comprensión, etc.
Permítaseme, en primer lugar, discutir la tesis que adopta la teoría de la opresión como justificación del surgimiento del sionismo, la que veo como la madre legal del fenómeno fascista en el estado de Israel.
Refuto la teoría de la opresión sobre la base de que otras comunidades han sufrido tanto como los judíos y no han desarrollado su propia forma de sionismo.
Existen numerosos ejemplos para sostener esta hipótesis.
Los pueblos nativos de EEUU, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, de los que millones de personas fueron asesinadas y maltratadas durante siglos, no han desarrollado ninguna forma de sionismo.
Los africanos eran tratados casi como infrahumanos, los encadenaban y los arrojaban a Europa en buques de esclavos sin ningún respeto por su humanidad.
De hecho, éste fue sólo el comienzo de su prolongado sufrimiento, pero nadie ha oído hablar del «sionismo africano».
Podemos comparar, por ejemplo, la reacción de ambas comunidades a la opresión.
La respuesta del padre fundador del sionismo, Theodor Herzl, fue interiorizar la cultura del odio que sentó las bases de la cultura sionista, el plan para colonizar Palestina, para despojarla de su pueblo, para construir una base militar en Oriente Próximo que ha acabado convirtiéndose en un estado cuasi fascista.
La respuesta africana, como la formuló Martin Luther King, fue afirmar que los africanos, después de siglos de opresión, deben soñar con la libertad y la justicia y llegará el día en que «niños y niñas negras podrán unir las manos con niños y niñas blancas como hermanos y hermanas».
Las diferencias entre las dos ideologías están claras para cualquiera con un mínimo de sentido común:
El fruto de la política de Martin Luther King y la lucha afroamericana por la justicia ha desembocado en la elección de Obama y su discurso sobre el cambio, en tanto que el fruto político de Herzl y su discurso sionista se ha traducido en la elección del líder fascista Avigdor Lieberman y su programa de limpieza étnica de palestinos.
Hay que señalar sin embargo, que en el proceso de la creación del sionismo, no se implicaron todos los judíos; hubo una tendencia liberal (Haskalah) que nunca fusionó el judaísmo con el nacionalismo.
Los seguidores de la escuela de pensamiento Haskalah presionaron por la integración y consideraban que la emancipación de los judíos europeos sólo podría lograrse a través de la lucha, junto a otras fuerzas democráticas de Europa, por la justicia y la igualdad para todos los ciudadanos, en otras palabras, su enfoque radica en la lucha por la integración con la mayoría. Esta tendencia quería «cerrar» los guetos físicos y psicológicos de los judíos y alcanzar perspectivas más amplias e integradoras.
El sionismo representa exactamente lo contrario: judíos que quieren mantener una cultura de creación de guetos, pero con la diferencia de que los guetos se trasladaron de Europa a Oriente Próximo, y una forma de adquirir legitimidad por medio de convertir el judaísmo en una nacionalidad en lugar de limitarlo a una fe.
Las dos principales fuentes de las que se benefició el sionismo fueron el movimiento de colonos en el llamado Nuevo Mundo y las teorías racistas del siglo XIX.
Así, la respuesta sionista a la cultura del antisemitismo reside en la identificación de sí mismo con la base de esa misma cultura a través del desarrollo de una ideología de odio hacia los demás y una cultura verbal y físicamente aterrorizadora hacia cualquiera que discrepa de ellos.
Los sionistas se ven a sí mismos como los únicos poseedores de la verdad absoluta, y su interpretación de la historia judía se ha santificado hasta tal punto que nadie puede cuestionar su versión de los hechos.
Su interpretación de la historia palestina se debe aceptar, insisten, como la única verdadera.
Afirman, por ejemplo, que regresaron a Palestina después de 2000 años como si fuera un corto viaje de Londres a París, como si la historia palestina hubiera estado congelada hasta que llegaron «de vuelta» y como si esperasen que los palestinos los recibieran con rosas.
Esto hizo del pensamiento sionista una mentalidad maquiavélica por excelencia, una total fusión del mito y la realidad, por una parte, pero por otro lado una separación total entre política y moral.
Quieren robar las tierras palestinas, quieren asesinar a los palestinos, pero se ponen histéricos a la menor crítica.
Así, el sionismo se defiende contra sus críticos con acusaciones de antisemitismo, simplemente porque los sionistas se reservan para sí el derecho de esconderse tras esas teorías que culpan a todo el mundo del «inimaginable y eterno sufrimiento judío».
El mejor ejemplo está en la respuesta sionista a la noción de antisemitismo. La respuesta natural de los oprimidos debería estar en el desarrollo de una postura firme contra cualquier tipo de racismo y discriminación.
Eso es lo que hemos visto en la experiencia de la ANC en Sudáfrica, que tras el colapso del régimen de apartheid blanco se centró en la oposición a la discriminación y en la promoción de la tolerancia, lo que, naturalmente, es la respuesta que se espera de quienes han estado oprimidos.
Sin embargo es raro encontrar la palabra tolerancia en la literatura sionista, lo que no es ninguna sorpresa si tenemos en cuenta que toda esa ideología se basa en el asesinato, el robo y la opresión, y que su literatura se ha creado para justificar y racionalizar su credo.
En realidad, los sionistas han adoptado la cultura fascista del odio en sustitución de la ideología nazi que sataniza a todos los judíos, con una ideología que sataniza a todos los demás, en otras palabras, se han convertido en «anti otros», «anti no sionistas» o «anti los que no están de acuerdo».
El beneficio de esto es obvio: culpabiliza a todo el mundo por el frecuentemente citado «eterno sufrimiento judío».
Numerosos términos sionistas en la literatura como «el mundo nos dejó morir», «el mundo no hizo nada por nosotros», «nunca más» y expresiones similares, ayudan a apoyar mi argumento de que los sionistas han respondido a la ideología antisemita sustituyéndola por una filosofía «anti otros».
En otras palabras, los sionistas sustituyen la cultura del odio con un espejo de odio; sin embargo el odio sionista no está dirigido contra los regímenes europeos que tiranizaron a los judíos, sino contra todo el mundo en general.
La aplicación más obvia de la ideología sionista «contra otros» está representada con claridad en el caso de los palestinos.
En Palestina, los sionistas utilizan la denominada «eterna culpabilidad de Occidente» y el «pecado eterno» de Europa contra los judíos para presionar de manera eficaz, conseguir apoyo para oprimir a los palestinos y silenciar las voces críticas que surgen contra la ocupación israelí.
La cristalización más clara del «pecado eterno de los europeos contra los judíos» se ha convertido en una acusación de antisemitismo que se utiliza convenientemente contra quienes critican a Israel, hasta el punto de que incluso aquellas personas que por lo general apoyan a Israel, como el presidente Carter quien lo criticó por sus políticas racistas, no se libran de esta denuncia.
En este contexto, el concepto «contra los demás» fue uno de los principales componentes de la construcción de la teoría sionista, como hemos visto en la literatura sionista del siglo pasado.
Se debe señalar que el concepto de «lucha contra los demás» lleva las mismas ideas ficticias que las nociones ficticias del «antisemita» que culpa de los problemas del mundo a todos los judíos, y éstos culpan a todo el mundo del sufrimiento de los judíos.
El relato de la historia sionista de los judíos en Europa nunca ha querido profundizar lo suficiente para entender el desarrollo del fenómeno antisemita, selecciona lo que le interesa y presenta la opresión como si hubiese existido en todas las épocas y en todas las naciones, lo que por supuesto no coincide con los datos históricos.
Estos supuestos sólo son productos del pensamiento selectivo y de una fantasiosa teoría de la conspiración que no tienen raíces en el mundo real.
Es evidente que los sionistas se basan en esta teoría de la persecución constante y su afinidad y vinculación con esta «mundofobia» que es la base de la mentalidad de la «lucha contra el otro», ya que para ellos se ha convertido en una forma de protegerse contra cualquier crítica, especialmente después de la colonización de Palestina.
La realidad es que los sionistas jamás han querido oír que su retórica y su literatura anti nazi nunca han tenido una postura honrada en relación con la cultura nazi, sino que son un medio para legitimar la violencia de la ideología sionista.
La alternativa a esa cultura del odio es una cultura que está en consonancia con los derechos humanos y la decencia humana.
Esto es exactamente lo que sucedió en Sudáfrica, cuyo pueblo sufrió siglos de discriminación; la alternativa que ofreció el ANC fue la promoción de una cultura tolerante e integradora en la Sudáfrica posterior al apartheid.
Los africanos han sido sometidos a toda forma de opresión histórica y sin embargo no han desarrollado un sionismo africano.
El sionismo no se desarrolló como un movimiento de emancipación para liberar a los judíos de la opresión, como dice su literatura, sino que más bien casi ha seguido el mismo camino que las ideologías fascistas a las debería oponerse.
Además, la enfermedad del sionismo ha afectado a muchos judíos del mundo, en particular a los judíos estadounidenses que tradicionalmente apoyaban a los movimientos de izquierda de la sociedad; sin embargo en la actualidad la mayoría de los judíos estadounidenses forman parte del mundo financiero y propagandista de apoyo al estado de Israel.
Si los sionistas fueran sinceros en su oposición a la cultura nazi ¿Cómo podrían justificar moralmente la destrucción de Palestina a manos de quienes afirman ser las víctimas de los nazis?
¿Cómo podrían justificar sus actuaciones que causaron y siguen causando un enorme dolor a los palestinos?
La repugnante analogía sionista de «fuego en la quinta planta», que sugiere que a un hombre que huye de un incendio en el quinto piso se le perdona que mate por accidente, «sin intención», a alguien en la planta baja por aterrizar sobre él cuando salta desde el balcón para escapar de las llamas, es fácilmente refutada.
La verdad histórica reconocida es que los sionistas quisieron colonizar Palestina deliberadamente.
Que planificaron la colonización a sabiendas de que los palestinos se oponían (véanse las memorias de David Ben Gurion, Jabotinsky y otros) y sabiendo que se resistirían.
Colaboraron con las potencias imperiales para invadir Palestina y adquirieron armas, concretamente, para matar a los palestinos.
Si todo esto es un «accidente involuntario», me pregunto ¿Cómo podemos definir un acto intencional?
El Holocausto y el sufrimiento judío en Europa no se utilizaron como una lección para enseñarles a luchar contra la cultura del odio, sino más bien como un instrumento útil para justificar una ideología de odio prácticamente idéntica.
El problema, por supuesto, no tiene nada que ver con los palestinos como palestinos.
Los sionistas han utilizado exactamente la misma política criminal que si hubiesen creado el Estado de Israel en Uganda, que Herzl propuso también como una patria judía.
Los sionistas han definido a los palestinos como enemigos sólo porque los consideran un obstáculo para el proyecto sionista.
La psique sionista no es capaz de ver que el pueblo palestino ama sus hogares y a sus familias, que valora sus esperanzas, sentimientos y sueños, como todas las comunidades de la tierra.
De hecho, los sionistas no querían formar parte culturalmente de de la región de Oriente Próximo, como dijo Ben Gurión:
«nosotros sólo podemos convertirnos en árabes tanto como los americanos se convirtieron en pieles rojas».
No quieren integrarse en sus sociedades de origen y no pretenden formar parte de la sociedad palestina porque la integración significaría la obligación de devolver a los palestinos los derechos que les han arrebatado por la fuerza.
Vieron a los palestinos nativos como obstáculos que hay que eliminar de la misma manera que los constructores de carreteras demuelen una roca que se interpone en su camino.
Las pocas voces de sionistas de izquierda que pedían un Estado democrático en Palestina se perdieron rápidamente en la violencia de la corriente principal del pensamiento sionista.
Israel Zangwill, uno de los primeros y más firmes seguidores de Herzl, señaló que Jerusalén tenía una densidad de población del doble que Estados Unidos.
La solución, según su opinión era utilizar la espada contra los nativos palestinos.
La paradoja de este asunto es que fue precisamente Israel Zangwill quien inventó la mentira más grande de la historia moderna, que Palestina era «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra».
Los sionistas no sabían casi nada sobre la cultura palestina y creo que ni siquiera quisieron saberlo, ya que ese conocimiento podía perturbar su visión del mundo, que ha reescrito la historia pasada y futura para seguir su odiosa ideología.
Habiendo tomado ya la decisión de desplazar y matar, no había necesidad de descubrir algo acerca de sus futuras víctimas, aparte de los conocimientos que les ayudaran a ocuparlas.
Éste ha sido el camino del sionismo, una ideología fundada en la guerra, la ocupación y la opresión, el engaño y la falsificación.
El sionismo ha convertido Palestina, que debería ser un país de paz, en un centro de difusión de una cultura de odio contra los palestinos, contra los árabes, contra los musulmanes, contra los judíos y cristianos anti sionistas, contra los cristianos y contra todos y cada uno de los que piden a los sionistas que se miren al espejo y vean la verdad, la cara espantosa de su ideología.
Han convertido la hermosa Palestina en un centro que esparce veneno entre Estados Unidos y el mundo islámico, entre Europa y los árabes, entre árabes e iraníes, entre árabes y árabes, e incluso entre unos palestinos y otros palestinos.
La aparición de las tendencias ultrafascistas en el estado de Israel es la consecuencia natural de un siglo de construcción de una cultura de odio hacia el otro.
No es en absoluto un fenómeno repentino que ha caído del cielo, sino más bien el resultado lógico de una cultura venenosa que fue trasplantada en Palestina.
Actualmente, el mapa político de Israel señala claramente la desaparición de la izquierda y de las voces racionales que tratan de encontrar una solución justa y pacífica, lo que muestra al mundo una sólida indicación de la tenebrosa dirección en la que se encamina Oriente Próximo.
Salim Nazzal es un historiador palestino-noruego especializado en Medio Oriente. Ha escrito extensamente sobre temáticas sociales y políticas de la región, Puede ser contactado en snazzal@ymail.com
Palestine Chronicrle (Traducido para Rebelión por Nadia Hasan y revisado por Caty R)
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