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ZP al rescate de la banca |
El Debate para el Estado de la Nación es un engañabobos, una mentira colectiva que sirve única y exclusivamente para medir el nivel dialéctico de los contendientes, pero para poco más. Todo gira alrededor de ese fin.
El Ejecutivo, a través del Presidente del Gobierno, saca conejos de la chistera como si el mundo se fuera a terminar con el apagado de los focos mediáticos, que la memoria es muy corta y el año que viene Dios dirá.
El aspirante al trono, por el contrario, trata de responder al motivo de la convocatoria, situación actual de España y potenciales mejoras a implantar, desde su legítima ambición por el poder, lo que provoca inevitablemente que su discurso esté desvirtuado por tal fin.
Si en política actuar de cara a la galería es norma constante de comportamiento, es en estas dos sesiones parlamentarias en las que tal hipocresía se sublima de la mano de sus contendientes, conscientes ambos de lo que se juegan. Prueba de lo poco que importa nuestro país en todo este guirigay es el vicio recurrente de absolutamente todos los medios de comunicación por encontrar un vencedor en esta pugna anual, Confidencial incluido.
Al final, pierde España, de puro olvidada que queda.
La farsa trajo, no obstante, en la primera de sus jornadas celebrada ayer -la única que realmente concita el interés general-, un nuevo intento por parte de José Luis Rodríguez Zapatero de encauzar la difícil situación económica española, cuestión que ocupó la mayor parte de su discurso matutino. Pues bien, a primera vista se pueden extraer tres conclusiones preliminares del conjunto de las propuestas presentadas.
La primera es que un cambio de modelo productivo nunca, jamás de los jamases, se produce incentivando a corto plazo la recuperación de aquellos elementos que configuraron el errado modelo anterior. Es lo que, paradójicamente, se pretende con la abolición de las deducciones fiscales a la compra de la primera vivienda, sobre la que volveré más adelante.
La segunda hace referencia a que las políticas que permiten la consecución de tan ambicioso objetivo son siempre de largo plazo y no están vinculadas a un gasto corriente sino a inversión productiva, aunque ésta provenga de la Administración que, se lo crean nuestros gobernantes o no, también puede ser el caso. Pasa con todo lo vinculado a la educación, que carece de un Plan concreto que permita abordar el problema de España en su conjunto.
Tercera y última, las medidas han de ser realistas y no voluntaristas, de forma tal que se adecúen a la realidad social a fin de fomentar un cambio y no al revés, esto es: propugnen un cambio que no encuentre refrendo de la ciudadanía, por imposibilidad de ésta de materializarlo que es lo que, a priori, se deriva del brindis al Sol que suponen las rebajas impositivas para aquellas PYMES que logren mantener empleo. Como si dependiera de ellas.
Quizá la medida estrella, la que mayor repercusión tuvo al menos ayer en nuestro medio, es la que hace referencia a la modificación tributaria que afecta a la adquisición de la residencia habitual.
Una iniciativa extraña, como ya hemos señalado, que persigue, junto con la rebaja de los tipos de interés y la caída en el precio de las casas, incentivar la demanda a corto plazo.
Una propuesta curiosa, toda vez que: uno, dada la coyuntura económica actual, la fiscalidad se convierte en un elemento de decisión residual para todos aquellos que no tienen asegurada su renta disponible en el tiempo; dos, permitirá en el mejor de los casos adecuar la oferta a la demanda pero no conseguirá hacer despertar al sector, toda vez que en segunda vivienda quedan pisos todos los que se quieran y más y los factores demográficos que pueden ayudar a consolidar el ánimo comprador se han desvanecido en los últimos meses; tres, es una medida que desincentiva el ahorro a largo plazo, fuente de riqueza propia y ajena.
Tendría más sentido mantener el status quo actual pero vinculado a la obligatoriedad de mantener la propiedad del activo en un plazo de tiempo determinado o castigar la especulación por la vía de la intervención de la fe pública en todo el proceso de gestión inmobiliaria. Se me ocurre.
Choca, por tanto, que ése sea, precisamente, el elemento más innovador del discurso del Presidente del Gobierno. Lo que, a su vez, lleva inevitablemente a pensar que aquí hay gato encerrado. Y, efectivamente, lo hay.
Porque, vamos a ver: el crédito promotor que hubiera entrado en mora el año pasado lleva aparejado, a cierre de 2008, cambalaches de adjudicación de activos y similares aparte, una provisión contable por el 25% de su valor.
Pero, ah amigo, ¿qué ocurre con el 75% restante? Pues que, de acuerdo con el calendario hasta ahora en vigor, debería ir contra la cuenta de resultados de las bancos y cajas tan tarde como en 2009, salvo que el deudor pueda hacer frente a sus pagos, claro está.
Un esquema que se podría perfectamente repetir en 2009-2010.
Estamos hablando de una exposición total de 300.000 millones de euros de los que fácilmente la mitad es susceptible de incurrir en algún tipo de retraso en el cumplimiento bien de los intereses, bien del principal. 150.000 millones de dotación potencial que, aunque reviertan con el tiempo en forma de beneficios igualmente contables y extraordinarios, son muchos, demasiados, para el conjunto del sistema financiero. Un problema principal que supera con creces a las adjudicaciones de inmuebles en el balance y a la necesidad de quitárselos de encima cuanto antes.
No les quepa, por tanto, la menor duda: se trata de un balón de oxígeno para las inmobiliarias, de acuerdo.
Pero de salir bien, cosa que no tengo clara, beneficia en última instancia a unas entidades que necesitan como agua de mayo los beneficios de su cuenta de resultados para poder hacer frente al sombrío panorama que tienen encima en términos tanto de solvencia como de liquidez.
¿Cómo les suena?
Ya saben que el refranero castellano afirma: piensa mal y acertarás. Pues ya saben por dónde van los tiros. En Estados Unidos, basta con un stress test público, y más que maquillado, de la banca para dejar a todo el mundo contento, hasta el punto de que el Secretario del Tesoro sale reforzado del proceso, veremos por cuánto tiempo.
Sin embargo aquí un gobierno socialista no puede permitirse un guiño abierto al sector bancario por lo que, ya se sabe: a dárnoslas con queso.
Porque, la verdad, lo conocido hasta ahora de la propuesta es como de chiste: ¿nadie se ha parado a pensar la absoluta incongruencia que supone que un trabajador con una renta bruta anual de 17.000 euros, de facto un mileurista en términos netos, pueda deducirse más de 9.000 por adquisición de su vivienda habitual?
Que hemos pasado de la progresividad del impuesto a la estulticia tributaria en un abrir y cerrar de ojos, oiga.
Pero bueno, no hay más ciego que el que no quiere ver.
Así nos va.
Una nueva teoría conspiratoria encima de la mesa.
Se abre el telón.
S. McCoy

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, monopolios, multitud, politica.
Con la supresión de la deducción fiscal a la vivienda habitual el Gobierno pretende aliviar el stock de promotores y bancos, obligando a los demandantes con ingresos de más de 24.000 euros a comprar cuanto antes. Este efecto llamada, que el presidente no ha escondido –todo lo contrario–, tiene, sin embargo, dos vertientes negativas. La primera, una subida fiscal evidente, que se ha cifrado en más de 250 millones de euros al año.
En segundo lugar, se mitigará el ajuste de los precios de las casas en alrededor de 10 puntos porcentuales, según la adaptación de los cálculos de los expertos a los parámetros de esta medida. Es decir, un tercio de la rebaja total estimada por los analistas (30%). Muchos analistas inmobiliarios temen que se produzca un «mini-boom» hasta el 1 de enero de 2011, fecha del pistoletazo de salida a la supresión.
De hecho, según un estudio del catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra José García Montalvo, un ciudadano con salario medio ve encarecida su vivienda un 8,3% por las desgravaciones fiscales. Sus cálculos –de 2005, pero refrendados ayer por él mismo para extrapolarlos al momento actual– permiten calcular que para aquellos que cobran 24.001 euros –el mínimo por el que se dejará de disfrutar de la deducción en 2011– el aumento del precio de la vivienda sería del 11,7%.
Esto significa que a partir de 2011 se podría disminuir el precio de los pisos, pero también que hasta entonces la bajada que se iba a producir por la fuerte depresión del sector no será tal. En concreto, los vendedores podrán aprovechar la premura impuesta a los compradores para no reflejar en esas rebajas de precios el importe de la deducción. Los analistas coinciden mayoritariamente en que esta medida supondrá una menor caída del precio de los inmuebles, pero discrepan en los porcentajes. A falta de consenso, queda como estimación media la de García Montalvo, que consideró un traslado completo de la deducción al precio. Es decir, el valor de los pisos seguirá bajando, pero menos.
Además, «por encima de todo eso estará siempre la oferta y la demanda», como señala Julio Gil, codirector del máster de empresas inmobiliarias de la UNED.
En estos 19 meses, la nueva política inmobiliaria del Ejecutivo «contribuirá menos a que los precios bajen», según Julio Rodríguez, estadístico y ex presidente del Banco Hipotecario. «Perder la deducción perjudicará al comprador; puede empujar los precios al alza, pero no a la baja», señala Rafael Jiménez Mateo, abogado de Uría Menéndez. «Beneficia a constructores, promotores, propietarios del suelo o inversores», según García Montalvo, quien cree que «en 15 ó 20 años no quedará casi deducción».
Además, otro efecto pernicioso se presentará para los demandantes de vivienda protegida (VPO). El Plan de Vivienda induce a no conceder créditos a quienes dediquen más de un tercio de sus recursos al pago de la cuota hipotecaria. Sin la deducción se quedarán fuera miles de ciudadanos. Basten como ejemplo dos datos oficiales: el esfuerzo medio con deducciones es del 34,1% de la renta, y sin deducciones... del 42,3%.
PP y CiU pedirán que no se elimine la desgravación
- PP: El grupo popular del Congreso presentará una propuesta de resolución para «mantener y mejorar» la deducción por compra de vivienda, según anunció Mariano Rajoy. Para Rajoy, es «un grave atentado contra las clases medias».
- PSOE: El portavoz del PSOE en el Congreso, José Antonio Alonso, respondió a Rajoy acusando al PP de querer «volver al ladrillazo» y a la «especulación inmobiliaria [...] calentando el sector» en perjuicio de los ciudadanos.
- CiU: El partido catalán exigirá que se mantengan las deducciones fiscales por compra de vivienda, aunque no pedirán que se eleven, como el PP. Y exigirá que se amplíe las ayudas directas a la compra de vehículos.
- CEOE: La patronal de empresarios estima que «muchas de las nuevas medidas van en la buena dirección». Pero estudiará la supresión de la deducción de vivienda «para comprobar su incidencia en el sector».
- APCE: La patronal de los promotores criticó con dureza al Gobierno: «Las medidas no son ni las más idóneas ni suficientes, porque no tienen en cuenta la realidad de la situación, quizá porque han sido tomadas unilateralmente, sin haberlas debatido previamente con nuestro sector, como habría sido deseable».
En muchos casos, los inmuebles se encuentran en barrios periféricos, y los que están en las zonas más céntricas, suelen estar en malas condiciones. Basta echar un vistazo a las fotos para comprobar el deterioro de algunas viviendas, o comprobar que, en algunos casos, se trata de sótanos reconvertidos en inmuebles habitables. Así lo que de entrada parecía ser una ganga acaba siendo un precio razonable para el inmueble que la entidad pretende vender.
En otros casos, el problema está en el reclamo:
"Rebajas de hasta el 55%".
El truco aquí reside en el amplio margen de actuación que permite la preposición 'hasta'.
Con vender un solo piso con un 55% de descuento, el cartel no estaría mintiendo.
También existe el problema del precio de referencia que se toma para fijar el descuento. Un promotor puede decir que un piso de 300.000 euros puede estar rebajado un 50% si su intención era venderlo inicialmente por 600.000 euros. El problema es si esa expectativa era razonable o no en un principio. Un sistema intermedio relativamente válido puede ser el de Caja Madrid, que aplica los descuentos en función del precio real que pagaron en su momento los propietarios de la vivienda. Aunque, obviamente, esto no es ninguna garantía, ya que ese precio podría ser de primeras poco razonable.
Además, se arrastra un problema derivado de los excesos cometidos durante la etapa alcista, que provocaron un incremento espectacular de los precios. Es decir, que por mucho que se rebajen, siguen estando al alcance de unos pocos. Un piso de 1 millón de euros -un precio nada extraordinario para una vivienda en Madrid o Barcelona-, rebajado al 30% sigue costando 700.000 euros. Incluso con el nuevo precio, la entidad media le exigiría ingresos mínimos de entre 4.000 y 5.000 euros netos mensuales y una entrada cercana a los 140.000 euros. Recuerden que dos salarios medios españoles sumados, lo que sería el caso de una pareja estándar, rondan los 3.000 euros al mes.
Y por último está el problema de la financiación. En el caso de las ventas de inmuebles realizadas por bancos y cajas, la rebaja en los precios suele venir acompañada de condiciones favorables para suscribir la hipoteca. Pero en el caso de las inmobiliarias, aunque haya acuerdo en el precio, la entidad financiera debe dar el visto bueno último a cualquier operación.
En definitiva, en muchas ocasiones, tras estos atractivos descuentos del 40% o el 50%, simplemente se encuentran precios post burbuja. Es decir, unas valoraciones razonables para la vivienda que se está ofreciendo. El ático de 120 metros cuadrados en zona céntrica, bien comunicado y con mucha luz por no más de 250.000 euros tendrá que esperar... Si llega, claro.
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