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Colombia: El pájaro sigue libre |
Pocos días después de que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) derribaran un helicóptero militar, un atentado con bomba en el pueblo de Iguatango, provocó 7 muertos y más de 50 heridos. La región donde se produjo el atentado ha sido feudo de las denominadas "Autodefensas Unidas de Colombia" (AUC), grupo paramilitar, supuestamente disuelto por el Gobierno de Uribe.
Culpables: Las Fuerzas Armadas de Colombia (ya lo sabíamos).
El Gobierno de Bogotá responsabilizó del atentado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, mientras que el general Mario Montoya afirmó, sin ninguna clase de duda, que guerrilleros del Frente 18 de las FARC fueron sus autores. En fin. El embuste forma parte de la estrategia militar y es fundamental para confundir al enemigo, según dicen los expertos en la materia; por tanto no sería de extrañar que Montoya -como buen militar- suelte 18, o más, mentiras por minuto. Recordemos que este general ha sido acusado de suministrar armas a las AUC,que fueron muy efectivas asesinando campesinos.
Tirar la piedra, esconder la mano
Según el alcalde, el pueblo estaba en fiestas y había mucha gente bailando cuando el artefacto hizo explosión causando siete víctimas mortales y un número indeterminado de heridos, entre ellos varios niños, los cuales fueron evacuados en helicópteros de la Fuerza Aérea a un hospital de Medellín. Primero la mortandad, después el despliegue mediático y el paripé humanitario.
Sólo los terroristas actúan así
El presidente Uribe condenó el atentado, lamentándose de que haya sucedido "en momentos en que le estamos ganando la lucha a la insurgencia (sic)". ¿Insurgencia? ¿pero no eran terroristas? Hasta Uribe aplica el adjetivo adecuado. Por su parte, el ministro del Interior, Fabio Valencia declaró que "los terroristas actúan así". Eso sí es verdad. Se nota que el señor ministro sabe de lo que habla.
¿Seguro que han detenido a "el pájaro"?
Pocas horas después, fue capturado un presunto guerrillero, conocido como “el pájaro”, que ha sido acusado formalmente de ser el autor material del atentado. Respecto al inculpado, el diario colombiano El Tiempo reportó que se trataba de un joven menor de edad, que ya había sido detenido en septiembre del año pasado por realizar otro ataque con bomba, pero se le dejó en libertad debido a su minoría de edad. Increíble, ¿verdad?. Después de leer esa información, existen fundadas sospechas de que "el pájaro" sigue libre y empollando nuevos crímenes, quizás en un nido palaciego.
J. M. Álvarez

Etiquetas: conocimiento, medios, mentiras, multitud, politica, violencia.
El Jefe de Estado estuvo acompañado, entre otros, por el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, y el gobernador de Antioquia, Luis Alfredo Ramos, que ayer atribuyó el atentado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Según informaciones que recibió Uribe, quienes habrían perpetrado el atentado serían miembros de las FARC, lo cual se analizó en un consejo se seguridad en el municipio de Ituango. "Lo que hay por parte del Gobierno es firmeza total contra el terrorismo", señaló.
El estudio de Calvo Ospina contiene una gran abundancia de datos históricos y empíricos que ponen de relieve la peculiar combinación que se da en Colombia, por una parte de su política electoral, característica de una democracia capitalista occidental, y por otra parte de la liquidación permanente de la sociedad civil y política, característica de las dictaduras totalitarias.
A diferencia de la mayor parte de los países latinoamericanos, Colombia nunca ha experimentado la modernización de su sistema político. Desde el siglo XIX, los partidos liberal y conservador, dirigidos por las oligarquías urbana y rural, han controlado el proceso político por medio de la violencia y del clientelismo.
En Colombia, la clase media y la clase trabajadora, los partidos revolucionarios y los reformistas de izquierda han sido reprimidos y marginados violentamente, en contraste con la diferenciación política que tuvo lugar en Chile o Argentina a principios del siglo XX. No se permitió que ningún partido laborista, socialdemócrata o marxista tuviera representación y legitimidad, a diferencia de las experiencias en Brasil, Venezuela, Perú, Bolivia y otros lugares de América del Sur.
El sistema bipartidista basado en las élites familiares oligárquicas no se instauró para acomodar y aceptar los desafíos de la clase trabajadora urbana y los movimientos rurales de campesinos que surgen en el período posterior a la II Guerra Mundial.
En Colombia la resistencia a la representación social plural y a un sistema pluripartidista capaz de recoger los intereses de las clases más bajas tomó la forma de violencia y guerra civil a medida que los partidos liberal y conservador recurrieron al derramamiento masivo de sangre en los años 50 para resolver cuál de las dos facciones de la clase dominante gobernaría.
El resultado fue un pacto entre los dos partidos para alternarse en la presidencia.
El punto teórico clave en todo esto es que la unidad en el seno las élites colombianas se basó en el gobierno por medio de la violencia masiva, la exclusión social y el monopolio del poder político.
La transición fallida de Colombia a la modernidad se basó exclusivamente en la introducción selectiva de instituciones occidentales de contrainsurgencia por parte de una oligarquía tradicional con vocación política de exclusión de las masas populares.
Esta herencia histórica de continuidad de los partidos oligárquicos y la violencia generalizada proporciona el marco en que se llevan a cabo actualmente las elecciones y en que operan los escuadrones de la muerte.
El estudio de Calvo Ospina proporciona los datos que explican la influencia generalizada del Gobierno de EE UU en la política colombiana.
Todo el alto mando militar con mando de tropa y control de los servicios secretos estratégicos ha pasado por programas militares y de adoctrinamiento estadounidenses. De hecho, la asistencia a dichos programas y la certificación que otorga EE UU son elementos necesarios para ascender en la carrera militar. Un elemento básico de estos programas de formación es la contrainsurgencia, es decir la formación de los oficiales colombianos en la represión violenta de cualquier movimiento de masas que desafíe a la oligarquía nacional aliada de Washington.
Las estrategias que enseñan los instructores militares de EE UU incluyen el reclutamiento y el encuadramiento militar de los escuadrones de la muerte paramilitares, y los oficiales jóvenes de menor graduación son preseleccionados por los militares estadounidenses en función de su lealtad política a EE UU y su buena disposición hacia la guerra contra la izquierda y los movimientos de masas que desarrollan sus propios compatriotas.
Calvo Ospina proporciona numerosos ejemplos de generales colombianos que siguen esta senda en su carrera: primero, la selección y la formación en las altas escuelas militares de EE UU; más tarde, el mando de tropas y la protección y formación de escuadrones de la muerte; luego, la autoría de matanzas múltiples contra civiles, la recepción de numerosas condecoraciones por parte de los presidentes colombianos y de los dignatarios políticos y militares estadounidenses.
El estudio de Calvo Ospina es rico en testimonios, documentos, artículos periodísticos, informes de testigos oculares e investigaciones de violaciones de derechos humanos que detallan los vínculos orgánicos entre el Gobierno colombiano (incluido el propio gabinete de Uribe), los más de 60 miembros del Congreso colombiano (aliados de Uribe), los gobernadores y alcaldes de derechas, y los escuadrones de la muerte, que cuentan con más de 30.000 miembros y cuya agrupación principal son las denominadas Autodefensas Unidas de Colombia. De hecho, el ascenso de Uribe de gobernador de Antioquia a la Presidencia estuvo vinculado a sus relaciones con los escuadrones de la muerte.
El estudio de Calvo Ospina desmiente la pretensión de que los escuadrones de la muerte funcionen con independencia del Estado.
No solamente son los escuadrones de la muerte un brazo del Estado, sino que también desempeñan un papel importante como vínculo de la oligarquía y la élite política con el multimillonario negocio del narcotráfico. El libro proporciona un claro relato de la compleja red de elites, compuesta por la clase gobernante colombiana, el aparato imperial de EE UU y el ejército colombiano.
Mientras que los escuadrones de la muerte desempeñaban un papel importante en la matanza de miles de líderes populares y en la expropiación de tres millones de campesinos, recibieron el apoyo de la oligarquía colombiana. Una vez que los militares y el gobierno, gracias a los 5.000 millones de dólares de ayuda militar de EE UU, conquistaron las regiones disputadas a la guerrilla, se desmovilizó en parte a los escuadrones de la muerte.
El auge y el declive de los escuadrones de la muerte fueron claramente resultado de la política de EE UU y del gobierno colombiano: eran instrumentos tácticos diseñados para llevar a cabo las tareas más sangrientas de purga de la sociedad civil de la oposición popular y de masas.
El detallado análisis de Calvo Ospina de la horrorosa violación de los derechos humanos en los primeros cinco años de gobierno de Uribe proporciona un claro contraste al aluvión de propaganda favorable que recibe esa macabra figura por parte de Bush, Sarkozy, Zapatero, Chávez y Castro, entre otros, desde la liberación de la rehén franco-colombiana Ingrid Betancourt.
Durante los primeros tres años de gobierno de Uribe (agosto 2002–diciembre 2005) más de un millón de colombianos fueron desplazados por la fuerza, en su mayor parte campesinos que fueron desarraigados violentamente y expropiados de sus tierras y hogares por los escuadrones de la muerte y los militares, que se apoderaron luego de sus tierras con el pretexto de eliminar a partidarios potenciales de las FARC y otros movimientos sociales.
Los campesinos –ahora convertidos en precaristas urbanos– que se convirtieron en líderes locales, fueron asesinados posteriormente por la policía política secreta del régimen (DAS) o por los escuadrones de la muerte.
El régimen de Uribe ha asesinado a más de 500 activistas y líderes sindicales desde su llegada al poder en 2003.
Uno de éstos resume de forma sucinta las tenebrosas opciones políticas para los activistas colombianos: "En Colombia es más fácil organizar una guerrilla que un sindicato. Cualquier persona que ponga en duda esto debería intentar organizar uno en su lugar de trabajo".
Según la Unión Europea, más de 300 activistas de los derechos humanos fueron asesinados por el régimen de Uribe en su primer mandato.
En los primeros dos años de su régimen, Uribe era responsable del asesinato o de la desaparición de 6.148 civiles desarmados en circunstancias de no combate.
La utilización de escuadrones paramilitares de muerte promovidos, financiados y protegidos por el gobierno de Uribe para asesinar y desaparecer a los líderes populares sirve a varios objetivos políticos estratégicos: por una parte, permite que el gobierno rebaje el número de violaciones de los derechos humanos atribuidos a las fuerzas armadas colombianas; por otra parte, facilita el uso generalizado de tácticas terroristas extremas –como amputaciones y visualización pública de cadáveres desmembrados– con el fin de intimidar a comunidades enteras (guerra psicológica); y por último, crea el mito de que el régimen es centrista: opuesto a la extrema izquierda, las FARC en este caso; y a la extrema derecha, los escuadrones de la muerte, especialmente las AUC.
Esta pretensión es particularmente efectiva en el fomento de las relaciones diplomáticas del régimen con EE UU y Europa, y proporciona una coartada conveniente para los liberales y los socialdemócratas que facilitan a Colombia la ayuda militar y económica.
El estudio de Calvo Ospina de las relaciones entre EE UU y Colombia proporciona una útil perspectiva de los beneficios mutuos para las clases altas de Colombia y para el Imperio. Los escuadrones de la muerte fueron organizados originalmente por las elites colombianas para destruir los movimientos campesinos que exigían la reforma agraria.
Con la entrada masiva de 6.000 millones de dólares en ayuda militar y algunos miles de miembros de las fuerzas especiales de EE UU, los escuadrones de la muerte pasaron de ser pequeñas bandas dispersas de asesinos locales a ser una extensión centralizada, compuesta por 30.000 miembros, de las fuerzas de contrainsurgencia estadounidenses y colombianas, orientada exclusivamente al exterminio de pueblos y organizaciones sociales en las regiones de influencia guerrillera.
El estudio de Calvo Ospina resalta el papel central de la clase dominante colombiana así como de los militares estadounidenses en el crecimiento del estado terrorista totalitario.
Su estudio rechaza claramente la opinión simplista de muchas personas de izquierdas que consideran la opresión, la explotación y el terror simplemente como elementos impuestos por fuerzas exteriores imperialistas.
El punto teórico es que la entrada, la expansión y el influyente papel de las fuerzas militares estadounidenses fueron posibles porque coincidían con los intereses y las necesidades a largo plazo y a gran escala de la clase dirigente colombiana.
La contribución más importante del estudio que realiza Calvo Ospina de la política colombiana es su explicación de la construcción y elaboración de un régimen terrorista totalitario, con la colaboración y el apoyo abiertos de las democracias capitalistas de EE UU, Europa y América Latina.
La infraestructura del terror totalitario define los límites, el contenido y los participantes de la política electoral.
Incluye, entre otros, el gobierno por decreto presidencial que suspende todas las garantías constitucionales, una red de policía secreta a escala nacional 1,6 millones de confidentes, campesinos reclutados a la fuerza y obligados a actuar como colaboradores militares locales (Programa Soldados de Mi Pueblo) en 500 de los 1.096 municipios de Colombia, 30.000 miembros de los escuadrones de la muerte formados y armados por el ejército, 300.000 miembros activos del ejército, el DAS (Departamento Administrativo de Seguridad), y decenas de miles de policías secretos. Las milicias privadas de terratenientes, banqueros y directivos empresariales que incluyen agencias privadas de seguridad superan el número de 150.000 pistoleros.
Colombia es el país más militarizado de América Latina.
El Congreso, el electorado, la judicatura y la función pública no efectúan ningún control efectivo. Las protecciones constitucionales son totalmente inexistentes.
El alcance y la profundidad de las violaciones de los derechos humanos exceden las de cualquier otra dictadura militar latinoamericana reciente, incluidas las de Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Bolivia.
La infraestructura terrorista totalitaria del Estado define el carácter político del sistema de poder.
El proceso electoral sirve exclusivamente como fachada que permite mantener relaciones normales con los gobiernos democráticos liberales, conservadores y socialdemócratas de Europa y América. En efecto, los elogios de éstos y su apoyo a Uribe tras la resolución del asunto Betancourt han servido para legitimar el régimen terrorista. Su condena de las FARC ha sido también un rechazo de la izquierda antitotalitaria y antiterrorista.
Mientras que el estudio de Calvo Ospina permite nuestra comprensión de la estructura y la práctica de los regímenes terroristas totalitarios contemporáneos, es preciso ir más allá para examinar la nueva base de masas que apoya al régimen. Uribe movilizó a más de un millón colombianos contra las FARC en la primavera de 2008 en apoyo de su régimen totalitario, en un momento en que los medios de masas, los jueces y ex jefes de los escuadrones de la muerte revelaban que docenas de congresistas pro gubernamentales, ministros del Gobierno y generales mantienen vinculación con las AUC. Es decir, cientos de miles de ciudadanos colombianos de clase media apoyan, con conocimiento de causa, a un líder totalitario.
La aparición de un totalitarismo de base popular que sustituye a la oligarquía autoritaria tradicional forma parte de la aparición de una nueva política de derechas virulenta en América Latina.
En Bolivia, la clase gobernante de extrema derecha de Santa Cruz ha organizado una combinación de base popular de clase media con sus propias fuerzas de choque paramilitares en demanda de la autonomía, o secesión, y del control sobre los ingresos masivos de petróleo y gas que producen las empresas mixtas establecidas con transnacionales extranjeras.
En Argentina, la derecha dura de las provincias ha construido una base popular de cientos de miles de personas en defensa de los enormes beneficios que proporcionan las materias primas. En Venezuela, la derecha dura puede sacar a centenares de miles de persona a la calle y organiza sus propias tropas paramilitares de choque.
La aparición de la derecha totalitaria coincide con la incapacidad del centro-izquierda y de la izquierda para capitalizar el auge de los productos básicos a fin de financiar cambios estructurales y organizar a los trabajadores y los pobres rurales como fuerzas combativas.
En Colombia, la agrupación de centro-izquierda Polo Democrático acostumbra a apoyar a Uribe contra las FARC, con lo que ha conseguido proporcionar un importante impulso a la atracción del gobierno en el seno de las clases medias urbanas.
La política adoptada por otros gobiernos de centro-izquierda en América Latina de apoyar las estrategias de exportación de productos agropecuarios y minerales han inmovilizado a las masas y han incrementado en gran medida el poder de la nueva derecha totalitaria, y fomentado su uso de tácticas de acción directa.
La Colombia de Uribe esta lejos de ser la excepción a una onda progresista en América Latina, es más realista contemplarla como emblemática de los nuevos líderes totalitarios que combinan elecciones y terrorismo político.
Colombia, tal como la describe Calvo Ospina, es efectivamente el laboratorio de la extrema derecha. El éxito de Uribe anuncia peligro para los trabajadores, los campesinos y los movimientos populares de América Latina.
James Petras
1. El atentado buscaba matar a la mayor cantidad de gente posible. Esto lo podemos asegurar dadas algunas condiciones reales como fueron la hora, el sitio y el evento que se desarrollaba (un espectáculo musical) cuando explotó el artefacto.
En cuanto a lo anterior, podriamos señalar algo sencillo no solo respecto al efecto que un acto tal causa en la opinión de la población sino además respecto al modus operandi.
Semejante ataque no ayudaria precisamente a que las FARC motivaran la solidadridad de una comunidad que por la ubicación geográfica es vecina de uno de sus Frentes de Operación. Esto es un detalle importante dadas las actuales dificultades de avituallamiento que tienen las FARC y dado que, según lo afirmaron varios oficiales del ejército colombiano y el propio presidente Uribe, los lugareños de Ituango coordinaron con el grupo insurgente las exitosas marchas de protesta que hace algunas semanas se realizaron contra las aspersiones aéreas en la región. Esto da indicios ciertos, que más adelante retomaremos, sobre el origen del atentado. Por lo pronto y mirando el lado inverso del asunto: ¿cómo queda la disposición de esos lugareños para colaborar con el gobierno o, al menos, para no resistirse tanto a los planes locales de este?
El modo de operar lo dejamos para el siguiente punto.
2. La explosión NO afectó el comando de Policia ni afectó tampoco Instalación Oficial alguna. Podemos mencionar simplemente que los tipicos bombazos ejecutados por los milicianos farianos buscan golpear instalaciones oficiales, o puentes estratégicos, o infraestructuras de alguna importancia para el sector financiero, pero ocurren normalmente a altas horas de la madrugada para disminuir el riesgo de ocasionar victimas inocentes.
3. El sospechoso detenido, sindicado del brutal crimen, fue presentado a los medios con la cara cubierta con un trapo (al parecer, una camisa).
¿Desde cuando a los militares les interesa proteger la identidad de un guerrillero capturado? De hecho, cada que pueden, los exhiben como trofeos de guerra.
4. Desde el primer instante se acusó a las FARC de ser quienes ordenaron y ejecutaron el criminal atentado. ¿Cómo lo supieron tan pronto? Ciertamente, como ya lo dijimos, no coinciden ni el 'modus operandi' ni el objetivo atacado.
En este punto podemos recordar entonces dos brutales atentados-bomba ocurridos en la ciudad de Medellín pocos años atrás: uno en el Parque Lleras y el otro en el Centro Comercial El Tesoro. ¿Qué se dijo, de inmediáto, en ese entonces?..."¡Fueron las FARC!". Ese fue el estribillo mediático. Pero resultó que AMBOS crimenes fueron confesados por Diego Fernando Murillo (alias 'Don Berna') en una de sus audiencias de versión libre. O por lo menos anunció dicha confesión. Frente a esto último los coros oficiales y periodisticos no aparecieron por ningún lado. Asi que en el imaginario colectivo de los colombianos cuya opinión es fabricada por los medios... aún siguen siendo responsables las FARC.
Ni qué decir de la bomba en el Club EL Nogal de Bogotá cuya autoria fue igualmente confesada por alias Don Diego.
Respecto a esos tres ataques: ¿Cómo trataron, los militares colombianos, de sostener el señalamiento-calumnia contra las FARC? Pues se inventaron un argumento que aqui citamos pero cuya credibilidad no merece siquiera una linea de análisis:
"Alianzas temporales entre Paramilitares y Farc".
Pasemos a otro punto.
5. La Policia Antioquia dice que el atentado fue "una Venganza de las FARC por la erradicación manual de los cultivos de coca que hacen los pobladores de la región protegidos por la Policia Nacional y el Ejército"...
¿Qué? ... Cómo así, Señores Generales: ¿No acaban acaso ustedes de decirle al pais, hace unas cuantas semanas, que las FARC coordinaron las protestas contra las aspersiones aéreas?
Recordemos que dichas protestas tuvieron éxito. Es decir, el gobierno TUVO que cambiar la fumigación por la erradicación manual. La sensatez nos obliga a pensar. Qué sentido puede tener el hecho de que ante este real y significativo triunfo de la población, y de las FARC - según la oficialidad colombiana, la manera en que las mismas FARC lo celebren sea... ¿matando a quienes ayudaron en esta pequña victoria?
¡Por favor!... Y ese "¡Por favor!" no va dirigido, obviamente, a las FARC. Ni siquiera a los obtusos generalitos. Va dirigido a quienes hayan creido semejante cuento. Cuento que se llevó de por medio la vida de varias personas y el relativo sosciego de una población.
6. La principal "evidencia" que respecto a la autoria del atentado mencionan los oficiales de la Policia y del Ejército, y el gobierno colombiano, son "unas interceptaciones radiofónicas en que las FARC celebran el hecho"..
Asi que hay una Inteligencia Militar tan efectiva en su trabajo que logra INTERCEPTAR la celebración de un ataque DESPUÉS de realizado pero NO consigue siquiera interceptar la ORDEN de EJECUCIÓN, ni ninguna otra cosa, ANTES del mismo... ¡Qué curioso!... Aunque no lo es tanto. De hecho, es algo bastante tipico en las "evidencias" normalmente presentadas por la Inteligencia Militar Colombiana.
Inteligencia Militar que, dicho sea de paso, está en capacidad de ejecutar algo como la famosa Operación Jaque en la que SIMULARON una Operación Humanitaria para encubrir un golpe militar. Entonces ¿Qué tan dificil les resultaria SIMULAR una simple "comunicación radiofónica"?
6. El Secretario de Gobierno Departamental de Antioquia reportó un "hostigamiento a bala" contra la ambulancia que trasportaba hacia Medellín a una pequeña niña que habia resultado herida durante la explosión. Anunció, además, una demanda internacional contra las FARC por "ataque a la misión médica".
Es decir: ¿les dispararon pero NO les dieron? ...¡Convenientemente raro!
Podemos añadir simplemente que los fusiles guerrilleros podrán ser poco efectivos a la hora de enfrentarse a Satélites, Misiles, Bombas Aéreas y Aviones Espias... pero... ¿Qué tan dificil seria para ellos, si asi lo hubiesen querido, impactar un vehiculo que es grande, blanco, con luces fijas y con coloridas sirenas destellantes, en medio de la oscuridad de una carretera que no ofrece protección alguna?
Podemos tener la certeza de que los alzados en armas seguramente NO han perdido la TREMENDA PUNTERIA que han demostrados a lo largo del conflicto.
Repetimos: ¿les dispararon pero NO les dieron? ... Conveniente sí, pero ¿Para quién?
No resulta descabellado pensar que el ataque a la ambulancia fue una vulgar simulación hecha por el Ejército Colombiano con fines tales como aumentar el impacto mediático del atentado y, de paso, el odio que los familiares de las victimas y el público en general puedan sentir contra los pretendidos culpables.
¿O acaso nuestros generales serian incapaces de hacer semejante cosa? Más aún cuando esto, y aqui va el 'detalle' principal, da combustible a una más de las típicas denuncias que contra las FARC hacen diferentes instancias del Estado Colombiano ante Tribunales internacionales.
No obstante, cabe recordar que desde el pasado 2 de julio y a causa de que en la famosa Operación Jaque el Ejército Colombiano utilizó los logotipos de la Cruz Roja Internacional para propinarle un golpe a las FARC, pues resulta que cualquier guerrillero fariano pude considerar dichos logos y todos los que se le parezcan como parte del camuflaje usado por el enemigo.... ¿Cómo decirle que no lo haga?
Finalmente, concluimos que lo afirmado inicialmente de que NO FUERON LAS FARC nos lleva de inmediato a la pregunta cuya respuesta, de lo obvia, no cabe siquiera mencionarla: ¿Entonces quienes fueron? .
Terminamos recordando lo peligroso que resulta para todos los colombianos y las colombianas de las distintas condiciones económicas, sociales y culturales, esa candorosa credibilidad y esa sumisa e inocente complicidad con que distribuyen las versiones oficiales de cada brutal crimen de estado.
Si ese tipo de trucos les funciona... los seguirán implementando...
Alejandro Aburrá
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