«« | »» |
Los bancos centrales frente a la crisis |
Los análisis convencionales de la crisis que vivimos, es decir, los más ligados al poder y a la ideología económica dominante, apenas si pasan de puntillas sobre el papel que están desempeñando los bancos centrales. A nosotros, por el contrario, nos parece que es un asunto crucial sobre el que debe reflexionarse y que merecería una respuesta contundente por parte de los ciudadanos.
Los hechos son muy evidentes.
Los bancos centrales, y a la cabeza la Reserva Federal estadounidense, fueron los que permitieron que los fenómenos que han dado lugar a la crisis se produjeran.
Establecieron una regulación de los mercados financieros cada vez más permisiva y opaca, de modo que el nivel de riesgo fue aumentando sin cesar. Facilitaron el endeudamiento masivo de las familias, alimentando así la burbuja inmobiliaria y una insostenibilidad creciente de las finanzas que tarde o temprano afectaría a la economía real. Aceptaron que los bancos crearan productos financieros muy peligrosos que, al propagarse por todo el sistema financiero internacional, han terminado por ocasionar una crisis global sin precedentes.
Los "chanchullos" que según el Premio Nobel de Economía Paul A. Samuelson dieron lugar a la crisis fueron consentidos por los bancos centrales que han estado mirando a otro lado mientras que las finanzas internacionales se hacían inestables, opacas y peligrosamente arriesgadas.
Los bancos centrales mantienen en la práctica un silencio que solo puede calificarse como cómplice ante la existencia de los paraísos fiscales, o lo que es lo mismo, ante un régimen generalizado de evasión y delito financiero.
Aparentemente los bancos centrales están encargados de poner coto a la inflación pero, a la postre, los índices de precios están subiendo y su tan cacareada independencia se muestra, de hecho, como simplemente inútil para evitar que aparezca. Sencillamente porque la tesis que mantienen sobre el origen de la inflación es equivocada, y en la práctica afrontan la inflación con medios que en realidad sólo pueden conseguir que la distribución de las rentas beneficie a los grupos sociales más poderosos.
La Reserva Federal ha ido más lejos que cualquier otro banco central, como es lógico dado el poder de imperio del que disfruta, consintiendo y tratando de ocultar ante el resto del mundo que Estados Unidos inunde la economía mundial de dólares, recurriendo para ello a la no publicación, desde marzo de 2005, de la cantidad de dinero en dólares que se encuentra en circulación.
Sin encomendarse a ningún poder representativo, los bancos centrales toman diariamente decisiones que directamente provocan que las rentas que están en el bolsillo de las familias pasen a las carteras de los bancos, haciendo creer a la opinión pública que se trata de decisiones técnicas sin ningún tipo de connotación política.
Los bancos centrales ejecutan la política monetaria sin tener en cuenta a nadie más y, por tanto, al margen del principio elemental que debería guiar a la política económica en su conjunto: la coordinación de la monetaria con las demás, y muy especialmente con la fiscal.
Los bancos centrales son los adalides de la libertad de movimientos del dinero, pero este no es sino otro principio neoliberal que, como dice el Nobel Joseph Stiglitz, "es sólo ideología. Los datos demuestran que la liberalización del capital a menudo causa problemas, inestabilidad y no crecimiento".
Los bancos centrales vienen empecinándose en controlar la inflación como un fin en sí mismo cuando es evidente que el control de los precios es un medio para lograr el crecimiento, el empleo y la estabilidad general de la economía. Y lo que logran así no puede ser otra cosa que convertirse en un lastre pesadísimo para las economías.
Los bancos centrales se proclaman los grandes defensores de la libertad económica, y la demandan y practican constantemente en lo monetario, pero al mismo tiempo callan cuando los países ricos regulan cada vez más la circulación de mercancías para enriquecerse a costa de los más pobres.
Hasta gobernantes incluso conservadores han tenido que hacer oír su voz, en ocasiones puntuales eso sí, frente a un Banco Central con orejeras que hoy día es un obstáculo crucial para salir de la crisis y poder adoptar medidas que pudieran relanzar la estabilidad y el crecimiento.
En fin, frente a una crisis compleja y que en realidad está poniendo sobre la mesa lo inadecuado del no sistema monetario internacional, de la regulación actual de los flujos financieros y del papel que vienen desempeñando bancos más preocupados de sus operaciones especulativas que de la financiación de la economía, los bancos centrales se limitan a gestionar los tipos de interés a favor de los grandes poseedores de dinero y a pedir moderación salarial para los trabajadores. Es lo único que parece que saben decir.
Por eso los ciudadanos deberían empezar a ser conscientes de que no les conviene este régimen bancario y de que hay que poner fin a un privilegio de independencia que se ejerce contra la mayoría de la población. Que ni tiene fundamento científico ni en la práctica ha demostrado que contribuya a resolver mejor los problemas económicos. Todo lo contrario, es pura ideología concebida para justificar las políticas que solo terminan por distribuir la renta y la riqueza más favorablemente para los ricos.
Hay que lograr cambiar el estatuto de los bancos centrales, ponerlos al servicio de la política general de progreso y estabilidad, bajo el control parlamentario y orientados a lograr objetivos de desarrollo y bienestar.

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, monopolios, politica.
Ni una sola cumbre de los ocho países más industrializados -el G8- concluye sin una promesa de incremento de la AOD, principalmente de la destinada al Africa, el continente más golpeado por la miseria. Desde 1970, los países ricos vienen prometiendo llevarla al 0,7% de su ingreso nacional bruto (INB). sa cifra no es actualmente cumplida sino por cinco países: Noruega, Suecia, Luxemburgo, Dinamarca y Holanda. En el pelotón de cola, los Estados-Unidos, con una cifra del 0,16%...
Desde un punto de vista global, la APD no sobrepasa el 0,28% del INB, pese a una serie de manipulaciones estadísticas destinadas a enmascarar la escualidez de la ayuda suministrada por los países ricos: en efecto, incluyen en la AOD rubros tan discutibles como los montos de remesas de la deuda, los gastos de los Estados-Unidos para reconstruir las infraestructuras que ellos mismos destruyeron en Iraq o en Afganistán, los gastos de escolaridad en el Norte de estudiantes originarios del Sur, los salarios de personal expatriado y los costos de los innumerables "consultores" que defienden los intereses de los países donantes, donde producen "estudios" tan costosos como inútiles.
Peor aún, esa ayuda es principalmente dirigida hacia países que presentan un interés geoestratégico para el país donante, independientemente de las necesidades reales en los países del sur o del país del caso. Es así que, además de Iraq y Afganistán, los principales beneficiarios de la ayuda de los Estados-Unidos son Sudán y Colombia..., sin olvidarnos de Israel...
Después de la cumbre del G8 de 2005, en Gleneagles (Escocia), los compromisos estaban claros: alza importante de la APD, y destacadamente, duplicación desde entonces al 2010 de la AOD destinada al Africa. Según la OCDE, ello suponía "llevar la ayuda de 80 mil millones de US$ en 2004 a 130 mil millones en 2010 (a precios constantes del 2004)". El veredicto no tiene apelación: "de modo general, la mayoría de los donantes no están respetando sus compromisos anunciados en términos de incrementar la ayuda y deberán proceder a escalamientos sin precedente para lograr los objetivos que ellos mismos se han fijado para el 2010". Tanto como decir que esos objetivos no serán logrados. Decididamente, desde hace unos cuarenta años a esta parte, la palabra de un Jefe de Estado de G-8 no vale gran cosa.
Por otra parte, 1 millón de millones de dólares es aproximadamente, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el costo potencial de la crisis financiera internacional actual, consecuencia de la crisis conocida como "de las subprimes" nacida en el verano del 2007, la que no termina de hacer estragos. En un informe publicado el 8 de abril, el FMI ha cifrado precisamente tal costo en 945 mil millones de dólares para el sistema financiero internacional, de los cuales, 565 mil millones directamente ligados al sector de los préstamos hipotecarios a riesgo.
Veamos lo que pasó: para colocar sus activos líquidos y engullir beneficios monumentales, los organismos de crédito le prestaron a un sector de la población ya altamente endeudado, en el seno de las clases pobres y medias, a una tasa de interés fija y moderada durante los dos primeros años para "enganchar" al cliente, antes de que tal tasa aumentara fuertemente desde el tercer año. Los prestamistas le afirmaban a los prestatarios que el bien que ellos compraban, que servía de garantía al préstamo, a la vista del comportamiento del mercado inmobiliario, incrementaría su valor rápidamente.
En el 2007, la burbuja inmobiliaria explotó.
La crisis se propagó entonces a múltiples sectores financieros que habían elaborado quiméricos montajes de deudas y llevado a cabo enormes operaciones fuera de balance.
Los Ministros de Finanzas de los países occidentales reaccionaron vivamente a la publicación de la cifra (cálculo) del FMI[iv], como si fuese peligroso el mostrar la extensión de los daños.
En todas partes de los países del Norte, ya sean conservadores o social-demócratas, los gobiernos aplican políticas neoliberales particularmente brutales para la mayoría de sus ciudadanos.
El alcance de la cobertura de los servicios sociales es voluntariamente reducido al extremo, los ingresos del capital son protegidos, por cuanto la tasa de IVA, que golpea proporcionalmente más fuerte a los hogares pobres que a los acomodados, es incrementada.
Incapaces de auxiliar a sus poblaciones necesitadas, esos mismos gobiernos han rápidamente ido al auxilio del sector privado. En el menú: nacionalización de los bancos en dificultades, cambio de títulos desvalorizados por dinero fresco, inyección de recursos líquidos, planes de salvamento bancario, baja de las tasas de interés.
En el 2000, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estimaba en 80 mil millones de dólares en (10) diez años el monto necesario para garantizar un acceso universal -sí, universal- al agua potable, a una alimentación decente para los niños, a una educación primaria, a los cuidados de salud de base, a los servicios de ginecología.
El desafío era entonces el encontrar 800 mil millones de dólares en total... No los encontramos, y las condiciones de vida de millares de personas continúan deteriorándose.
La brutal alza de los precios de los alimentos, debida en gran parte al desarrollo de la producción de agro-combustibles, sumió en la pobreza absoluta a decenas de millones de habitantes de Africa, de América Latina y de Asia. Protestas y desórdenes causados por el hambre han estallado en Haití, en Egipto, en Costa de Marfil, en Senegal, en Camerún, en Burkina Faso. Y eso es sólo el comienzo.
En vez de acercarnos a los Objetivos del Milenio para el desarrollo, bastante modestos, nos estamos alejando a todo vapor. La crisis bancaria actual va a costar un millón de millones de dólares y prueba que fue la voluntad política la que faltó cuando se trató de reunir los 800 mil millones propuestos por las Naciones Unidas para garantizar ciertos derechos humanos elementales.
Estamos frente a una violación flagrante de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de muchos otros textos internacionales vinculantes. Es intolerable e imperdonable. Y es la lógica misma del modelo económico lo que está en juego.
Presidente del CADTM Bélgica (Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, autor de Banco del Sur y nueva crisis internacional, El Viejo Topo, Mataró, 2008; Abya Yala, Quito, 2008
No olvidemos que las empresas que cotizan en Wall Street tienen un valor en sus acciones que depende de las ganancias netas anuales, y que el factor multiplicador de las acciones en bolsa puede llegar a 30.
Esto es así gracias al “trabajo” de los analistas financieros y la escuela del beneficio creada por ellos, la cual considera correcta la idea de una relación entre precio y ganancia para cualquier tipo de acciones de una horquilla oscilante en torno a 15 a uno o 30 a uno como máximo.
Traducido a las matemáticas, si a las ganancias anuales de las compañías se les añade un solo dólar, tendremos como resultado un valor aumentado para el negocio bursátil de 30 dólares: 30/1 = 90/3.
Es decir, firmas como Citibank, Brown Brothers Arriman, General Electric o el Chase Manhattan Bank, entre otras muchas, partiendo de una ganancia neta adicional de 10 millones de dólares (p. ejemplo), gracias al comercio de estupefacientes pueden situarse en una ganancia bursátil que ascendería a 300 millones de dólares.
Aunque por supuesto, antes de añadir esto a la cuenta de resultados anuales hay que ocultar y lavar este dinero.
Michael C. Rupper en su tan nombrado libro “Cruzando el Rubicón”, señala que el dinero se mueve con tal rapidez que, a menos que uno tenga el control de los sistemas informáticos que lo manejan o de los programas que usan esos sistemas informáticos, resulta imposible rastrearlo.
Las grandes corporaciones pueden ganar mucho dinero, pidiendo dinero ilegal prestado a particulares y a naciones productoras y distribuidoras de droga, a un interés muy bajo. Lavarlo, obteniendo posteriormente importantísimos beneficios.
El comercio de estupefacientes ha cobrado poder porque está sustentando las inversiones de las mayores corporaciones mundiales. Ese dinero sustenta a políticos. Wall Street no puede permitirse dejar caer a los magnates de la droga. El Congreso de Estados Unidos no puede permitirse dejar caer a los magnates de la droga. Los presidentes y sus finanzas de campaña no pueden permitirse dejar caer a los magnates de la droga. ¿Porqué?, porque nuestra primera y peor economía mundial, controlada por el uno por ciento (de la población), no puede permitirse el riesgo de que la competencia (de negocios o política) se atreva a usar ella el dinero de las drogas. Y por cada millón de dólares de ventas o ganancias incrementadas en una venta de acciones, la equidad bursátil del uno por ciento que controla Wall Street aumenta de veinte a treinta veces.
Al permitir que los capitales fluyan sin control de un extremo a otro del mundo, la globalización y la pérdida de soberanía han fomentado juntas el crecimiento explosivo de un mercado financiero al margen de la ley… El crimen financiero es primero y ante todo un mercado, próspero y estructurado, regido por la oferta y la demanda. La complicidad de las grandes empresas y el laissez faire (dejar hacer) político son la única manera en que el crimen organizado a gran escala puede lavar y reciclar las formidables ganancias de sus actividades. Y las transnacionales necesitan el apoyo de los gobiernos y la neutralidad de las autoridades reguladoras para poder consolidarse en sus posiciones… Los políticos se encuentran directamente involucrados y su capacidad de intervención depende del apoyo con el que cuentan y la financiación que los mantiene en el poder. Esta complicidad de intereses es una parte esencial de la economía mundial, el combustible que mantiene girando las ruedas del capitalismo.
Hace falta mucho conocimiento de la cuestión para poder mover bajo cuerda 700.000 millones de dólares. Cincuenta años en la historia de la tecnología del blanqueo de dinero avalan esta capacidad. Y la CIA es una de las agencias de inteligencia encargadas de proteger el dinero de las corporaciones más importantes del mundo.
En sus cincuenta años de existencia la CIA ha estado detrás del tráfico de drogas.
En 1979, antes de la Contra Nicaragüense, el consumo anual de cocaína en EE.UU oscilaba en torno a las 50 toneladas métricas. Cinco años más tarde la cantidad alcanzaba las 600 toneladas métricas.
Cuando Richard Nixon inició su guerra contra las drogas, la partida presupuestaria federal anual era de 110 millones de dólares. Veintiocho años después, en el 2000, dicha partida ascendía a 17.000 millones de dólares y el resultado consistió en más droga en EE.UU, más barata y más potente que en 1972. Y la CIA siempre ha estado detrás.
Como dijo algún autor: la CIA es Wall Street y Wall Street es la CIA. Y la mayoría de las figuras más relevantes en la historia de esta Agencia han tenido vinculación privilegiada con el aparato financiero estadounidense:
• Clark Clifford: abogado y banquero de Wall Street. Ministro de Defensa durante el gobierno de Lyndon B. Jonson. Acusado de cargos criminales como directivo de First American Bankshares (banco controlado en secreto por una entidad vinculada con la CIA para manejar el dinero de la droga). Fue acusado de ganar 6 millones de dólares gracias a la venta de acciones de la empresa, compradas con un préstamo sin aval de BCCI.
• Richard Helms: director de la CIA. Acusado y procesado por mentir al congreso en 1976. Su abogado era Clark Clifford.
• Allen Dulles: Planificó y creó la CIA para Clifford. Dulles fue el espía estadounidense más importante dentro de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS; de aquí nació la CIA) en suiza. Cuidaba de las inversiones estadounidenses en Alemania. Ejecutivo de Standard Oil (empresa de Rockefeller). Director de la CIA durante el gobierno de Eisenhower. Socio en la poderosa firma Sullivan and Cromwell de Wall Street. Responsable de inundar EE.UU. de LSD en la década de los sesenta.
• Hill Casey: Director de la CIA durante la administración Reagan. Abogado de Wall Street y agente de bolsa. Cinco meses antes de morir de un tumor cerebral intratable, reconocía que la CIA había estado involucrada en el tráfico de drogas. Dejó una declaración jurada ante notario constatando este hecho y firmada por Richard Nixon como testigo.
Fuentes:
• Ruppert, Michael C., Crossing the Rubicon, The Decline of the American Empire at the End of the Age of Oil, New Society Publishers, Vancouver, Canadá, 2004.
• Christian de Brie y Jean de Maillard, Crime, The World’s Biggest Free Enterprise, Le Monde Diplomatique, abril 2000.
• Joseph McNamara, Hoover Institute, Universidad de Stanford.
Juan Luís Rodríguez es Psicólogo, especialista en Psicología Clínica y de la Salud. Ex–asesor en los Gabinetes de las Consejerías de Asuntos Sociales y Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía. Colaborador de Attac Sevilla, y escritor en medios digitales independientes
Desaceleración, inflación y...
¿alza de tipos?
Primero apareció el Banco de Japón, que en su reunión sobre tipos de interés decidió mantenerlos en el 0,5%. El ente nipón habló de debilidad económica, pero subrayo que persisten los riesgos de volatilidad y turbulencias en la economía debido a las presiones inflacionistas. El banco describió al país en estado de "poca actividad" frente a la "desaceleración" de anteriores reuniones. "La última que utilizó esa descripción fue en 1998, ocho meses después de que la economía tocase techo", escribe Kyohei Morita, analista de Barclays Capital.
A miles de kilometros de Tokio, Tim Besley, miembro del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra, órgano encargado de fijar los tipos de interés en el Reino Unido, afirmó que el precio del dinero seguirá al nivel que se considere "apropiado" mientras no desaparezca la amenaza de una inflación aún mayor. Besley quiso poner de manifiesto que la principal lucha de la institución debe ser, y seguir siendo, una guerra contra el crecimiento de precios.
Por la tarde, el presidente de la Fed de Dallas, Richard Fisher, puso el último tono a la coral anti-inflación. "A menos que la economía estadounidense pueda superar rápidamente el reciente estallido de las presiones del alza de los costes, nos arriesgamos a reforzar la propagación de as expectativas inflacionarias (...) Si esto ocurre y la Fed falla en manejarlo, corremos el riesgo de perder la confianza del público en nuestra capacidad para contener la inflación", señaló. El discurso fue difundido poco después de que los precios industriales de EEUU se disparasen un 9,8% en julio, la tasa más alta desde 1981.
Desaceleración, deflación y...
¿bajadas de tipos?
Pero no todos en el mercado tienen las mismas previsiones a medio plazo. Ethan Harris, economista jefe del banco de inversión Lehman Brothers, prevé que la inflación baja "de forma importante" en 2009, como consecuencia de la desaceleración económica y el descenso en los precios energéticos, dijo en una entrevista a Bloomberg. "El año que viene vamos a tener a una extremada baja inflación, y gran parte de esa debilidad será debida a la caída de los precios energéticos", dijo Harris, tras recordar que en 2003, con los tipos al 2% en EEUU, la Fed los volvió a bajar hasta el 1% ante la "no bienvenida" caída de las tasas de inflación. Tampoco parece preocupada la Reserva Federal de Australia, que casi con toda seguridad bajará los tipos en medio punto en su próxima reunión. La inflación preocupa, pero...
¿y si la recesión incipiente en algunas economías lleva a caídas continuadas de precios?
«« | Inicio | »» |