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La ‘estanflación’ sobrevuela la economía |
El estancamiento de la actividad económica ha dejado de ser una hipótesis de trabajo. Los informes preliminares que están haciendo estos días los institutos de coyuntura sobre la velocidad de crecimiento de la economía española indican que el Producto Interior Bruto (PIB) crecerá en el segundo trimestre de este año (en relación al trimestre anterior) entre un 0% y un 0,1%. Cualquiera de las dos tasas es la más baja desde los años de la recesión, y en todo caso sensiblemente inferior al 0,3% alcanzado en el trimestre anterior. En términos interanuales, la economía puede estar creciendo ya en el entorno del 1,7%.
La aceleración del deterioro económico se manifiesta en todos los indicadores desde el lado de la demanda, pero es especialmente intensa en el caso del consumo de las familias, como ha puesto de manifiesto esta misma mañana el Instituto Nacional de Estadística. Según el INE, las ventas del comercio al por menor cayeron en abril (una vez corregido el distinto calendario), un 3,4%, lo que pone de relieve hasta que punto el efecto combinado del aumento del desempleo y del alza de los precios está socavando la capacidad de gasto de los hogares. No se trata de un dato aislado, sino que es coherente con lo que ha sucedido en los últimos meses. Desde enero de este año, las ventas minoristas han caído un 3,5%, afectando la senda negativa a todos sus componentes, incluidos los productos de alimentación.
El descenso más acusado se concentra en los bienes destinados al equipamiento del hogar, con un retroceso del –8,4%. La caída de la demanda no sólo afecta al comercio minorista, cuyo margen de maniobra es menor para afrontar un escenario de ralentización económica, sino también a las ventas de las grandes superficies, cuya cifra de negocio ha caído un 3,3% en abril una vez corregida la serie del efecto calendario. En el primer cuatrimestre del año la caída es del 3,4%, lo que pone de relieve el empeoramiento del consumo doméstico.
Indicadores adelantados
El hecho de que los hogares consuman menos es crucial desde el punto de vista macroeconómico, toda vez que el gasto de las familias representa alrededor del 60% del Producto Interior Bruto desde el lado de la demanda.
La caída del consumo viene siendo advertida desde hace meses por los indicadores adelantados, que reflejan un dramático deterioro de la confianza de los consumidores en el fututo de la economía. El Índice de Confianza refleja un saldo negativo de 25 puntos, mientras que en el caso del índice de confianza en la evolución del comercio minorista muestra un saldo de –34 puntos, el más alto de la serie histórico. Según los datos oficiales, si la pregunta se hace sobre la tendencia prevista en la situación económica de los hogares, el resultado es de –15 puntos, cuando hace apenas un año este mismo indicador mostraba un escueto –4 puntos.
Tres factores, al menos, influyen en el deterioro de las expectativas económicas –que es un indicador de la futura evolución del consumo-. En primer lugar, el alza de la inflación, que merma el poder adquisitivo de los salarios. Y según el INE, los precios han subido en mayo un 4,7% en los doce últimos meses, lo que significa la tasa más elevada desde 1997, año en el que comenzó a publicarse el índice de Precios de Consumo Armonizado.
En segundo lugar, la caída del consumo tiene que ver con el aumento de los tipos de interés, lo que socava el poder adquisitivo de las familias, sobre todo en un país como España, donde el endeudamiento (principalmente para adquisición de viviendas) representa nada menos que el 130% de la renta disponible de las familias. Y el euribor se sitúa en estos momentos ligeramente por encima del 5%.
En tercer lugar, y como consecuencia de lo anterior, el empleo se está deteriorando de forma acelerada, hasta el punto de que ya crece a ritmos próximos al 1%, cuando hace apenas un año lo hacía por encima del 3%.
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Es verdad. Un dato no hace serie. Pero ayuda. Y la cifra preliminar de precios de octubre es terrible. 3,6% contra el 2,2% de mínimo de agosto. Lo que dan de sí dos meses. La verdadera cesta de la compra es la auténtica damnificada. Energía y alimentación. Componentes volátiles descartados como medida principal por algunas autoridades monetarias. Pero que son las que determinan las decisiones de compra de la mayoría de los ciudadanos. Lo contrario es hacerse trampas en el solitario con el fin de justificar una burbuja de liquidez que, cierto es, beneficia también a esos mismos consumidores pero, sobre todo, a los mercados financieros. Hasta que termina la fiesta. Como parece ser el caso actual.
Siendo objetivos, España vive las consecuencias de procesos que se están produciendo a nivel global. Cuando el consumo energético patrio depende en más de un 80% de las importaciones, la correlación entre el precio de entrada, aún con el colchón del euro, y el repercutido al cliente final es ineludible. En el caso de los alimentos, ocurre otro tanto de lo mismo. Las prolongadas sequías en alguno de los principales productores de cereales del mundo, como Australia, unido al incremento de las importaciones por parte de los países antes en vías de desarrollo, han provocado una escasez de oferta que ha disparado los precios. Y es sólo el principio. Tres de los grandes productores que venden en España –Panrico, Danone y Pascual- ya advirtieron de subidas en el precio de sus productos cercanas al 10% hace apenas una semana. ¿Anticipo de lo que sabían iba a venir?
Sin embargo, cuando el diferencial con la Europa Armonizada es tan alto, lo que indudablemente afecta a la competitividad española frente a sus socios, es momento de hacer examen de conciencia. La espiral de precios es también consecuencia de factores intrínsecos. Excesiva regulación, ausencia de competencia, alto crecimiento de los costes laborales, falta de innovación, mejoras limitadas de la productividad. Salvo para un Miguel Sebastián metido a columnista de El Mundo, con Conthe en Expansión. Lo que Pedro Jota ha unido, que no lo separe la CNMV. Modelo de crecimiento basado en el ladrillo, con un consumo exacerbado al calor de la revalorización inmobiliaria y el recurso a la financiación exterior para pagar la fiesta. Se ha terminado la música antes de tiempo y no había dado tiempo a colocar las sillas. Y mientras, la demanda interna, sostén del PIB, a punto del costalazo.
La solución a corto problemática. La pertenencia a una entidad supranacional decisoria en materia monetaria cercena un ámbito de actuación. No cabe la relación de intercambio crecimiento-inflación, tan en boga en Estados Unidos. El aumento de los precios de las materias primas da la sensación que ha venido para quedarse, convirtiendo en estructural lo que nació como fruto de la coyuntura. Y las reformas económicas necesarias para liberalizar la economía e incentivar la innovación y la especialización geográfica necesitan de claridad de ideas, determinación en la proposición y tiempo de ejecución. Algo que no parece sobrar en la situación actual con el horizonte de marzo a la vuelta de la esquina.
El debate se ha de situar, visto lo visto, en el campo de las medidas necesarias para que, desequilibrios como los actuales, no vuelvan a repetirse. Ocupen su localidad. De la realidad al realismo sólo media el desencanto. Y el club de los que no llegan a final de mes no hace sino incrementarse. Buen Puente a los que lo disfruten. Para los demás, nos encontramos aquí a la misma hora de siempre.
Como consecuencia de ello, y esto es lo relevante, los precios industriales que no tienen en cuenta la evolución de la energía suben ya a un ritmo del 5%, lo que significa que el efecto secundario del encarecimiento del petróleo se ha trasladado ya al resto de sectores productivos. A esto se llama habitualmente la inflación de segunda ronda, algo que preocupa sobremanera a las autoridades económicas, ya que ello supone que los precios no están ya sólo influidos por la cotización del barril de crudo, sino que puede haber nacido la temida espiral inflacionista.
Dependencia del exterior
Los precios industriales marcan la tendencia sobre lo que pasará con la inflación en los próximos meses, toda vez que suponen un aumento de los costes para el productor o el industrial, que tarde o temprano se verán obligado a trasladar a sus clientes el incremento de los precios en origen. Una parte del aumento de los costes puede ser absorbida por las empresas para no perder cuota de mercado, pero otra, la más importante, afectará al bolsillo de los ciudadanos.
Hay que tener en cuenta que el índice de precios industriales sin energía supone el 82% de los precios en origen. Esto significa que si están subiendo en estos momentos un 5%, ésa es la inflación ‘tendencial’ de la economía española, un concepto más amplio que el que recoge el IPC, que tiene en cuenta los precios que pagan los consumidores sin atender la evolución de los costes.
Otra de las variables que influyen en el proceso de formación de la inflación tiene que ver con la evolución de los precios de las importaciones, sobre todo para un país tan dependiente del exterior como España. Y lo que dicen los datos oficiales es que los precios de las mercancías que España compra en el extranjero están subiendo un 6,9%, con un espectacular incremento del 38,2% en el caso de la energía.
El dato definitivo se conocerá el próximo 11 de junio, si bien suele ajustarse en gran medida al IPC armonizado, que sirve después a Eurostat para incorporarlo al cálculo del índice de inflación en la Unión Europea, y que proporciona un avance de cómo evolucionaron los precios en España.
Las últimas declaraciones desde el Gobierno acercade la evolución de los precios apuntaban a una progresiva corrección en las tensiones inflacionistas, que permitiría cerrar el año en niveles próximos al 3%.
El acelerón en los precios se produce en medio de un creciente freno en las expectativas de un próximo recorte de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo (BCE). Algunos analistas incluso han rescatado las opciones de una subida en los tipos, con el objeto de combatir la inflación.
Además, la tasa adelantada hoy por el INE es 2,3 puntos superior a la registrada en mayo del pasado año cuando se situó en el 2,4 por ciento.
El encarecimiento del petróleo y de algunas materias primas en los mercados internacionales se mantienen como las principales causas de la elevada tasa de inflación. En los últimos días el precio del crudo ha alcanzado máximos históricos llegando a situarse por encima de los 135 dólares por barril.
El 4,7% corresponde al indicador adelantado del IPCA, que mide los precios de forma armonizada con el resto de países de la zona euro. Su tasa definitiva se conocerá, al igual que el del IPC general -datos que no suelen variar más de una o dos décimas- el próximo 11 de junio.
Pervisiones
Los datos de hoy son "malas noticias para la inflación" y "peores para las expectativas de crecimiento", según José Luis Martínez, economista de Citi. "Intentar fijar una previsión para la inflación a final de año resulta ciertamente complicado, considerando la incertidumbre existente en los precios externos", señala.
Esta semana se ha conocido que el Índice General de Precios Industriales registró en abril un aumento del 0,8% respecto al mes de marzo y que la tasa interanual se incrementó hasta el 7,2%, la más alta desde mayo de 1995.
Esto indica que el IPC, lejos de haber alcanzado ya su techo podría experimentar nuevos repuntes en los próximos meses. Y es que el IPRI se considera un indicador adelantado de unos tres meses del Índice de Precios al Consumo (IPC).
Según el último Boletín de Inflación y Análisis Macroeconómico (BIAM) del Instituto Flores de Lemus, la inflación subirá en mayo cuatro décimas hasta el 4,6% y estará por encima del 4,5% en los próximos cinco meses, hasta situarse por debajo del 4% en los dos últimos meses del año.
¿Cómo me afectará?
Que la economía del país cuente con una inflación cercana al 5% tiene consecuencias directas para los ciudadanos. "Su poder adquisitivo empeora porque la revisión de salarios que se produjo a finales del año asado se llevó a cabo con un IPC mucho más bajo que el actual. Esto provocará que el consumo se estanque", explica José Carlos Díez, economista jefe de InterMoney.
La pérdida de poder adquisitivo provocará que los ciudadanos presionen a las empresas para que les aumenten el sueldo porque "es la única cobertura de riesgo con la que cuentan los trabajadores", señala Díez, que recuerda que los sindicatos ya se esta moviendo en esta dirección.
Las empresas se encuentran con una situación delicada porque las reivindicaciones salariales les llegan en un momento en el que por la caída del consumo sus ingresos desccienden y "en esta situación la variable de ajuste es el empleo". Las compañías ajustan personal y frenan la contratación. Así el fecto de la subida de la inflación vuelve a llegar a los ciudadanos por otra vía.
En marzo, el déficit de la balanza comercial (diferente al publicado por el ministerio de Industria) llegó a 8.750 millones de euros en marzo, frente a los 6.860 millones de euros de un año antes, y el déficit de la balanza de beneficios se hundió en 3.230 millones de euros, contra 1.500 millones en marzo de 2007.
El déficit de la balanza de transferencias corrientes se situó en 1.190 millones de euros, contra 266,9 millones hace un año. El excedente de la balanza de servicios se situó en 1.120 millones de euros, menos que en marzo de 2007 (1.320 millones).
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