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El terrorismo del hambre |
En declaraciones a la televisión de Baviera, Ziegler dijo que la quema de cientos de millones de toneladas de maíz, cereales, arroz y otros productos para producir biocombustibles es un factor primordial en las fuertes alzas de los precios de los alimentos. Advirtió que actualmente se está en el umbral de una situación peligrosa y las revueltas por hambre pueden multiplicarse. Las declaraciones de Ziegler se produjeron después de que el Banco Mundial advirtiese que el alza de los precios de los alimentos en todo el mundo provocará disturbios violentos en 33 países. Con toda probabilidad serán declarados países terroristas por los EEUU y sus aliados europeos. Haití es el primero de ellos.Estima ONU que uso de biocombustibles es un crimen
El relator especial de Naciones Unidas Jean Ziegler estimó hoy que el uso de biocombustibles es un crimen contra la humanidad, si se tienen en cuenta los problemas actuales del mundo con el alto precio de los alimentos.
En declaraciones a la televisión de Baviera, Ziegler dijo que la quema de cientos de millones de toneladas de maíz, cereales, arroz y otros productos para producir biocombustibles es un factor primordial en las fuertes alzas de los precios de los alimentos.
Ziegler expresó que la política del Fondo Monetario Internacional obliga a muchos países del tercer mundo a tener una agricultura orientada a la exportación a costa de la especulación en los mercados que ayuda a disparar el costo de la canasta básica de las familias.
Advirtió que actualmente se está en el umbral de una situación peligrosa y las revueltas por hambre pueden multiplicarse.
Las declaraciones de Ziegler se produjeron después de que el Banco Mundial advirtiese que el alza de los precios de los alimentos en todo el mundo provocará disturbios violentos en 33 países.

Etiquetas: conocimiento, medios, mentiras, monopolios, multitud, politica.
El director del organismo multilateral propuso medidas de emergencia para impulsar la producción agrícola a largo plazo.
Entre ellas, está incrementar en US$10 millones la ayuda que recibe Haití -una de las naciones más pobres del mundo y donde recientemente han habido protestas violentas por la situación- y duplicar la cantidad de préstamos que reciben los agricultores en África.
Las propuestas fueron respaldadas por el comité de economía y desarrollo del BM, durante una reunión efectuada el domingo en Washington, Estados Unidos.
Tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional sostuvieron este fin de semana varias reuniones para discutir el alza inflacionaria que se evidencia en el precios de los alimentos y de la energía, así como la crisis crediticia que afecta a los mercados financieros globales.
La advertencia de Zoellick se produce después de que el sábado el director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, advirtió que cientos de miles de personas están en riesgo de inanición por el encarecimiento de los productos de consumo básicos.
Los precios de los alimentos han aumentado drásticamente en los últimos meses, debido a un incremento en la demanda, las consecuencias de fenómenos climatológicos sobre las cosechas en algunos países, y por el mayor uso de tierras arables para producir combustible en vez de alimentos.
El valor de rubros básicos como trigo, arroz y maíz se ha disparado, impulsando un alza total en los precios de los alimentos de 83%, en los últimos tres años, según el BM.
Esta situación ha provocado protestas en muchos países, como Egipto, Costa de Marfil, Etiopía, Filipinas e Indonesia.
En Haití, incluso, las manifestaciones han dejado cinco muertos y en la capital, Puerto Príncipe, un enviado de paz de Nigeria fue muerto de un balazo el sábado.
Debate "verde"
Desde Washington, el corresponsal de asuntos económicos de la BBC, Andrew Walker, señaló que durante la reunión se debatió álgidamente el impacto de los biocombustibles sobre el encarecimiento de los alimentos.
"Los economistas del BM consideran que pueden haber contribuido al alza en los precios de los alimentos", indicó Walker.
Algunos informes de la Organización de Naciones Unidas indican que la oferta alimentaria de varias materias primas se ha reducido luego de que países -como Brasil y Estados Unidos- han dedicado vastas áreas de tierra arable para la cosecha de rubros que sirvan para generar combustibles, como etanol.
"Por ello, algunos, como el ministro de Finanzas de India, señalaron en la reunión que no hay justificación para desviar los sembradíos hacia los biocombustibles", aseveró Walker.
No obstante, más allá de apuntar el dedo acusatorio contra EE.UU., no hubo acuerdo sobre qué hacer al respecto. India y otra decena de países emergentes están restringiendo las exportaciones de granos, lo que reduce los precios localmente pero los sube a nivel global. Níger ha aprovechado la crisis para justificar la construcción de una gran represa, que seguramente alarmará a los grupos medioambientalistas.
Por su parte, el Banco Mundial, el FMI y los grandes países industrializados insisten que la Ronda de Doha debe ser completada, aunque la reducción de subsidios en EE.UU. y Europa aumente los precios de los alimentos para los países importadores.
En los últimos tres años, los precios globales de los alimentos han trepado 83%, según cifras del Banco Mundial, lo que aumenta la presión sobre algunos de los países más pobres del mundo. Mientras los ministros de Finanzas se reunían en Washington, el primer ministro de Haití, Jacques Edouard Alexis, renunciaba el sábado después de disturbios en la capital como consecuencia de los incrementos en los precios de los alimentos. La dimisión no calmó los ánimos. Un poco más tarde, un representante nigeriano de Naciones Unidas que llevaba comida a su unidad fue secuestrado y asesinado a tiro de pistola en Puerto Príncipe, según la Associate Press.
La violencia en Haití se produce después de disturbios en Egipto, Burkina Faso, Tailandia y otros países, despertando una ola de proteccionismo comercial. Normalmente, los países imponen barreras comerciales a las importaciones para proteger a las industrias locales y tratan de incrementar sus exportaciones.
Ahora, el proteccionismo conlleva exactamente lo opuesto: al menos una veintena de países han reducido los aranceles a las importaciones de alimentos y han erigido barreras contra las exportaciones, con la esperanza de mantener bajo control los precios de los alimentos en casa y avanzar hacia la "autosuficiencia". Sin embargo, el efecto es contraproducente a nivel global: los precios de los alimentos suben más.
Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, presionó a los ministros para que se concentraran en el tema alimenticio en una dramática conferencia en la que sostuvo en sus manos una bolsa de dos kilos de arroz, diciendo que le cuesta ahora a una familia pobre en Bangladesh la mitad de sus ingresos diarios.
El domingo agregó que "tenemos que pasar de las palabras a la acción para poner comida en bocas hambrientas". El Banco Mundial planea invertir US$10 millones adicionales en programas de alimentación y otros donantes también contemplan medidas similares.
Zoellick, sin embargo, no pudo lograr nada en concreto. Recientemente, exhortó a los países ricos a que contribuyeran con otros US$500 millones al programa de alimentos de Naciones Unidas. Pero dijo que los países se han comprometido con apenas la mitad del dinero que necesitan.
Mientras las instituciones financieras internacionales se mueven lentamente, los países han forjado sus propios acuerdos.
Brasil invitó recientemente al ministro de Comercio de Egipto para analizar un posible acuerdo comercial que tendría un importante componente agrícola. China firmó su primer acuerdo de libre comercio con un país rico, Nueva Zelanda, un gran exportador de alimentos y se habla de un acuerdo con Australia, otro importante productor.
Cerca de 18 de los 58 países analizados por el Banco Mundial están incrementando los subsidios para los consumidores e implementando controles de precios.
Eso motivó una advertencia por parte del secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, para que "resistan la tentación de los controles de precios y subsidios al consumo, que generalmente no son métodos eficientes y eficaces para proteger a los grupos vulnerables".
Añadió que tales iniciativas "tienden a crear cargas fiscales y distorsiones económicas mientras que a la vez proveen ayuda a los consumidores con mayores ingresos o a los intereses comerciales distintos a los beneficiarios presupuestados".
Zoellick, en cambio, pidió a los países que consideraran subsidios mejor focalizados, como proveer alimentos a cambio de trabajo o fortalecer los programas de almuerzos escolares para las familias pobres, para que los niños puedan llevar comida a su casa.
A todo eso se añade que por sus magras exportaciones, los países pobres reciben dólares que se devalúan por día, haciendo que su capacidad de compra se desplome y aun los pocos países que exportan en cantidades considerables, destinan parte de sus ingresos al pago de deudas o a engrosar sus reservas internacionales, también en dólares, que por añadidura caen en poder de los respectivos bancos centrales, que funcionan según las reglas de la Reserva Federal de Estados Unidos y del Banco Mundial. Se trata de una noria salvaje que obliga a los países pobres a, con papeles que cada vez valen menos, comprar alimentos y petróleo cada vez más caros.
Según los razonamientos técnicos del FMI y del Banco Mundial, las reglas son las mismas para todos, cosa que no es verdad. Los países pobres siempre pierden, entre otras cosas porque sus gobiernos oligárquicos algunos sometidos y comprometidos otros, e incompetentes muchos, en lugar de asumir posiciones firmes, se pliegan al dictak extranjero, incluso algunos países que pudieran ser muy fuertes, como México, en lugar de encabezar la resistencia se pliegan.
Por otra parte, pese a sus enfoques neoliberales, por razones prácticas, los gobiernos de los países desarrollados procuran encontrar formulas que eviten el deterioro de los niveles de vida de su población y les permitan mantener la paz social, alcanzada al haber integrado a las clases medias y a los trabajadores al sistema. Para esos sectores, la crisis alimentaría es una referencia o, cuando más, el deterioro de ciertos indicadores pero no el hambre humillante y letal que se abate sobre los países pobres.
Para los empresarios norteamericanos, europeos, canadienses y australianos que producen alimentos para ganar dinero, es mejor negocio vender su mercancía a buenos precios a quienes, en sus propios países, producen etanol o biodiesel, que exportarla a Burkina Faso o Bangla Desh con los riesgos que ello implica.
Con todo y su carácter opresivo, el régimen feudal contenía elementos de humanismo, uno de ellos era la figura jurídica del “hurto famélico”, según la cual, quien roba pan porque tiene hambre podía alegar atenuantes e incluso ser exonerado. Al llegar al poder, la burguesía suprimió semejante anomalía. El hambre es suya y el pan es mío y la libertad de empresa es tan sagrada como la propiedad.
El FMI y el Banco Mundial, no son organizaciones caritativas, sino clubes de banqueros donde sólo se habla de dinero. Tales instituciones son parte del problema y no parte de la solución.
El mundo produce alimentos de calidad en cantidades suficientes para todos los habitantes del planeta. La mala noticia es que son mercancías y, mientras se trate de dinero, no hay solución para los pobres o tal vez si. La opción es cambiar las reglas.
A pesar de la magnitud de este problema, los políticos y economistas occidentales se mantienen impasibles. De hecho, se sabía que esta crisis iba a tener lugar y no se ha actuado en ningún momento para evitarla. Es más, en realidad los grandes culpables y responsables de la actual situación son las entidades y organismos supranacionales que ahora se muestran tan sobrecogidos por la dimensión de la crisis alimenticia. Responsables y cómplices porque ellos han diseñado, fomentado y fortalecido la estrategia de las multinacionales destinada a sustituir la agricultura tradicionalmente orientada a la alimentación por la producción de biocombustibles con la excusa de disponer de fuentes de energía más sostenibles medioambientalmente en los países ricos.
Así, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha advertido que las reservas mundiales de cereales caerán a su nivel más bajo en 25 años.
De esa manera se ha abierto un nicho de mercado muy rentable, gracias a la alta demanda que generan los países ricos, pero a costa de producir hambre en multitud de países. O, dicho de una manera más clara, como hace Jean Ziegler, portavoz especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, cometiendo un auténtico "crimen contra la humanidad".
Para colmo, esta crisis alimenticia de proporciones gigantescas se ve agudizada profundamente por la crisis financiera que comenzó el verano pasado y que ha encarecido los créditos y aumentado los costes financieros.
Como respuesta a la incertidumbre imperante con respecto a las entidades crediticias, y gracias a las continuas inyecciones de liquidez de los bancos centrales (que en lugar de solucionar el problema financiero lo que hacen es prestar más recursos a los grandes financieros para que sigan llevando a cabo sus actividades especulativas), los inversores están dirigiendo actualmente sus operaciones hacia el mercado de futuros para las materias primas.
Estas inversiones puramente especulativas en el mercado de futuros están produciendo alzas impresionantes en los precios básicos, y están agravando con ello aún más los problemas a los que se enfrentan millones de personas a la hora de comer. Así, el Banco Mundial estima que los precios de los alimentos han subido un 83% de media en los últimos tres años, y que en el caso del trigo el incremento ha sido de un 120% con respecto al año anterior. Subidas que se prevé sigan produciéndose si no se corta de raíz la deriva especulativa de los mercados.
Como es lógico, son las clases sociales más desfavorecidas quienes sufren las peores consecuencias de estas subidas de precios, pues mientras que en los países ricos las familias destinan aproximadamente un 10% de los ingresos al consumo de alimentos, en algunos países subdesarrollados esta proporción puede llegar a alcanzar el 80%.
En este contexto, los grandes organismos internacionales muestran una vez su radical inoperancia. No sólo han contribuido a crear las condiciones que han provocado el desastre sino que han sido incapaces de prever lo que iba a ocurrir y, ahora, se limitan a hacer propuestas evasivas o claramente insuficientes.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) sólo se muestran preocupados por las cuestiones financieras y el Banco Mundial (BM) ha advertido del peligro de disturbios que podrían poner en peligro la estabilidad de los distintos países pero sin detenerse a estudiar la causa última de los mismos, limitándose a solicitar a los países ricos que realicen donaciones monetarias para paliar la crisis que serán insuficientes y que no solucionarán los problemas estructurales de las economías destinatarias.
La FAO, por su parte, destinará 17 millones de dólares para ampliar su sistema de información sobre el mercado de productos alimentarios. Una cifra ridícula en comparación con las millonarias sumas de dinero que los Bancos Centrales de los países ricos han inyectado en los sistemas financieros para salvar los extraordinarios beneficios bancarios y que ponen de bien claramente de relieve que las prioridades de los poderosos son otras: les preocupan los quebrantos financieros de los ricos pero no el hambre de millones de empobrecidos.
Que nadie se extrañe, entonces, si los miserables se toman algún día la libertad de arrebatarles como sea sus inmorales privilegios.
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