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Chantajes de Israel |
Israel debe su existencia como pueblo y como estado a un chantaje permanente. Primero chantajeó la religiosidad de sus tribus, manipulando la rica fantasía de fabuladores, narradores, poetas y profetas, para erigirse entre todas las naciones como "pueblo elegido de Dios" y patria del Mesías al que sigue esperando.
Evidentemente se ha equivocó de Dios, porque ese Dios guerrero que dirime todas las batallas en su favor no es Dios. La esencia del verdadero Dios, como su mismo nombre Yahvé indica, es justicia y derecho, que es lo que Israel viene negando sistemáticamente al pueblo palestino. Los ídolos ante los que vive postrado, la riqueza injusta y el poder aniquilador, son la mayor negación del Dios de Abraham, Moisés y de Jesucristo al que se le ha dado en nuestro tiempo el título de liberador.
A mediados del siglo pasado Israel chantajeó a través del movimiento sionista integrista al mundo occidental, Estados Unidos y Europa, ofreciéndoles su territorio, si lo erigían en Estado judío, como bastión de Occidente en el corazón mismo de Oriente. De esta manera pasó de ser un pueblo perseguido por Hitler a perseguidor del pueblo palestino, con el que está cometiendo un verdadero genocidio.
Por una compleja ley sicológica difícil de explicar Israel está haciendo con los palestinos lo que el nazismo hizo con él. El holocausto judío se ha tornado en holocausto palestino. Su voracidad es tal que se ha propuesto conquistar lo que no fue posible en la guerra de los seis días.
Eso explica que haga oídos sordos a los enviados por Naciones Unidas,Unión Europe, Cruz Roja, Médicos del mundo y hasta los mismos Estados Unidos, que en algún momento le ha pedido que se retire de los territorios ocupados. Con su cinismo acostumbrado ha dicho que si los desacuerdos con Estados Unidos se producen algún día serán "desacuerdos entre amigos".
Esperemos que pronto llegue a la Casa Blanca un presidente que ponga a Isreal en su sitio. Porque lo que está sucediendo con la operación Invierno caliente, como ha llamado Israel a la ofensiva de cinco días en Gaza, en la que han muerto más de cien personas entre las que se cuentan niños, mujeres y jóvenes indefensos, es un crimen de lesa humanidad. Por lo que sus dirigentes deberían ser llevados ante el Tribunal Internacional de la Haya.

Etiquetas: inteligencia, memoria, mentiras, multitud, politica, violencia.
De esta forma, una amenaza en Uruguay y una liberación estadounidense resultan para RSF más importantes que un asesinato por un misil israelí.
Leyendo el comunicado de RSF, aún aparecen elementos más preocupantes. Por ejemplo, ignoran que también murieron dos civiles en el mismo disparo. La principal reacción de RSF no es condenar la muerte, sino enviar su “más sentido pésame a la familia y las personas allegadas a Fadel Shanaa”. Afirma la organización francesa que su muerte “viene a recordar que la Franja de Gaza, [es] escenario de violentos enfrentamientos entre el Tsahal y los grupos armados palestinos”, pero la muerte del periodista de Reuters es tras un ataque en el que sólo han muerto palestinos, al menos 14, entre ellos cinco niños y un anciano.
RSF se limita a pedir una investigación e incluso el comunicado se permite presentar el crimen de forma optimista, señalando que “desde la muerte del reportero británico James Miller, ocurrida en mayo de 2003, ningún periodista había resultado muerto por disparos israelíes”. Cualquiera diría que lo que hay que hacer es felicitar a Israel. Por último, eximen de intencionalidad al ejército israelí afirmando que “presumiblemente, un misil israelí ha fallado en su objetivo y ha alcanzado” el vehículo.
Sólo resta pensar qué hubiera dicho Reporteros sin Fronteras si ese periodista hubiera muerto a manos del ejército cubano o del venezolano.
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La comisión Winograd ofrece una evaluación bastante honesta de algunos aspectos de la guerra de julio de 2006. Reconoce que fue “una seria oportunidad perdida.” Israel había “iniciado una larga guerra, que terminó sin su clara victoria militar.” La comisión señala que una milicia “de unos pocos miles de hombres resistió, durante algunas semanas, al ejército más fuerte de Oriente Próximo, que gozaba de total superioridad aérea y de ventajas de tamaño y tecnología.” Nada pudo invertir los impedimentos de Israel: ni siquiera una masiva ofensiva terrestre lanzada en los últimos días de la guerra.
Sin embargo, después de esta lúcida valoración, la comisión da un traspié. Culpa por el revés militar de Israel a “serios defectos y fallas” en la toma de decisiones, la preparación, la coordinación entre la dirigencia civil y militar, y la planificación estratégica. En otras palabras, la mala actuación de las fuerzas armadas israelíes en julio de 2006 no fue el resultado de algún cambio fundamental en el equilibrio de fuerzas. Esas fallas fueron el resultado de unos pocos cálculos equivocados, una preparación inadecuada y una coordinación menos que óptima entre diferentes ramas de las fuerzas armadas israelíes: todos errores que pueden y serán fácilmente corregidos en una revancha con Hezbollah.
No podemos culpar de modo verosímil por la derrota israelí a fallas en la toma de decisiones. Israel tuvo muchos años para destruir a Hezbollah durante su prolongada ocupación del sur del Líbano; pero se retiró unilateralmente en abril de 2000, y Hezbollah reivindicó la victoria. En julio de 2006, asimismo, los militares israelíes no lograron igualar sus anteriores victorias fáciles contra ejércitos árabes: pero no fue por fallas en el liderazgo, que no se haya utilizado suficiente poder de fuego (que fue utilizado), o que no se haya lanzado una ofensiva terrestre oportuna (habría sido detenida tal como lo fue anteriormente).
La ofensiva militar israelí de julio de 2006 había fracasado porque Israel estaba haciendo una guerra que no correspondía a sus ventajas en tamaño y tecnología. Israel había terminado por encontrar la horma de su zapato – un enemigo que estaba preparado para combatir, que sabía cómo combatir según sus propias condiciones, un enemigo elusivo y astuto, diestro y atrevido, dispuesto a adaptar sus métodos para neutralizar la superioridad técnica de Israel, que controlaba su terreno y, lo más importante, estaba respaldado por Siria e Irán. Por primera vez en su historia, una invasión israelí había reculado ante una astuta resistencia guerrillera.
En el pasado, los ejércitos árabes habían regalado victorias fáciles a Israel. Repetidamente, los Estados árabes prefirieron librar guerras convencionales: esos países atrasados, recientemente descolonizados, enviaron a sus fuerzas armadas mal entrenadas, mal dirigidas, mal motivadas a combatir contra la mejor fuerza militar, la más decidida, que Occidente desarrollado podía ofrecer. Las victorias de Israel contra los ejércitos árabes son sobreestimadas: siempre fue una partida desigual. Los palestinos decidieron librar una guerra de guerrillas en Jordania a fines de los años sesenta, pero lo hicieron de modo prematuro, sin preparar las condiciones políticas para su éxito. Fueron derrotados porque se vieron obligados a combatir en dos frentes: contra Estados árabes enemigos y los israelíes.
Los israelíes sólo se engañan a sí mismos cuando utilizan coartadas – malas decisiones o preparación inadecuada – para ‘explicar’ sus fracasos militares. Desde el día mismo de su retirada del sur del Líbano en abril de 2000, la dirigencia israelí se había preparado para la ocasión de poner fuera de combate a Hezbollah. Por cierto, cuando los israelíes lanzaron su última invasión del Líbano el 12 de julio de 2006, habían tenido más de seis años para prepararse; y habían tenido más de dos décadas para estudiar a su adversario.
Hezbollah también se había preparado. Sin bravatas, pero con dedicación, disciplina, destreza y astucia, los dirigentes de Hezbollah reunieron un arsenal de cohetes de baja tecnología así como misiles más avanzados; construyeron búnkeres secretos; instalaron comunicaciones defendibles; adquirieron capacidades en la guerra electrónica; utilizaron aviones teledirigidos y equipos de escucha para reunir información; colocaron espías dentro de Israel; estudiaron a su enemigo; y, lo más importante, planificaron y se entrenaron, mientras mantenían el mayor secreto. En una palabra, las pequeñas bandas de guerrillas árabes en el sur del Líbano estaban preparadas y listas.
Israel ejecutó su ofensiva planificada de largo plazo contra Hezbollah el 12 de julio de 2006, utilizando la excusa de una escaramuza fronteriza para lanzar una guerra a gran escala y devastadora contra el Líbano. Lanzaron masivos ataques aéreos y de artillería contra la estructura civil del Líbano – atacando Beirut e instalaciones tan al norte como la ciudad portuaria de Trípoli. Fuerzas terrestres israelíes cruzaron la frontera libanesa ese mismo día, y siguieron expandiendo su invasión terrestre en etapas durante toda la guerra. Durante los 33 días de guerra, la fuerza aérea israelí realizó más de 15.000 vuelos y atacó 7.000 objetivos en el Líbano; la marina israelí impuso un bloqueo del Líbano, y bombardeó 2.500 objetivos libaneses; y, en total, los israelíes destruyeron 15.000 casas, 900 edificios comerciales, 650 kilómetros de carreteras, 80 puentes, y el aeropuerto internacional del Líbano.
La pérdida de vidas del Líbano hasta el fin de la guerra consistió de 845 muertos, incluyendo a 743 civiles, 34 soldados y 68 guerrilleros de Hezbollah. Además, cerca de un millón de libaneses se vieron obligados a huir de sus hogares. La intención de esos ataques genocidas era volcar a los libaneses contra Hezbollah. Los israelíes también fracasaron en este objetivo.
En todas sus guerras contra ejércitos árabes, los israelíes habían logrado claras victorias en unos días. En 1956, capturaron casi todo el Sinaí en unos siete días. En junio de 1967, estropearon la fuerza aérea egipcia en dos horas: y la guerra contra los tres ejércitos árabes de la primera línea terminó en seis días. En la guerra de octubre de 1973, los israelíes se recuperaron de sus pérdidas iniciales y cruzaron el Canal de Suez diez días después del comienzo de la guerra, y cinco días después habían rodeado al Tercer Ejército egipcio, a sólo 65 kilómetros del Cairo. En el frente sirio, los israelíes avanzaron hasta a 16 kilómetros de Damasco. Desde 1973, Israel violó, a menudo impunemente, la soberanía de Estados árabes.
Al contrario, la guerra de gran envergadura contra la pequeña fuerza de guerrillas de Hezbollah de unos 3.000 combatientes duró 33 días, sin dar a los israelíes la satisfacción de reivindicar la victoria. El 12 de julio de 2006, Israel comenzó una guerra a fondo contra el Líbano, convencido de que podía destruir a Hezbollah o disminuir considerablemente su fuerza militar dentro de unos pocos días – y hacerlo sólo mediante el poder aéreo. La decisión de Israel de terminar la guerra 33 días más tarde, incluso mientras Hezbollah mantenía su lanzamiento de cohetes Katyusha hacia Israel, fue un capítulo sombrío en la historia militar de Israel. El poder de las fuerzas armadas de Israel había sido neutralizado por un adversario liliputiense en apariencia.
En julio de 2006, su agilidad y astucia favorecieron a Hezbollah. Hay que sopesar las victorias que Israel no logró contra este enemigo pequeño pero ágil: no logró destruir o bloquear la red de comunicaciones de Hezbollah; ni eliminar las estaciones de televisión y radio de Hezbollah; ni matar o capturar a Hassan Nasrallah; o hacer mella en la capacidad de Hezbollah de lanzar cohetes Katyusha hacia Israel. Hezbollah disparó cohetes Katyusha a un ritmo de 100 por día durante julio, duplicó esa cantidad a comienzos de agosto, y, en las últimas horas antes de la entrada en efecto del cese al fuego, disparó 250 cohetes. El día del cese al fuego, Hezbollah todavía poseía 14.000 cohetes en su arsenal, suficientes para continuar la guerra durante otros tres meses.
Contrariamente a los desmentidos israelíes, la andanada diaria de cohetes Katyusha cobró un precio alto a la economía israelí. En total, un cuarto de los 4.000 cohetes lanzados por Hezbollah durante la guerra dio en áreas urbanas: “paralizaron todo el norte de Israel, su principal puerto, refinerías, y numerosas otras instalaciones estratégicas. Más de un millón de israelíes vivió en refugios contra bombas y unos 300.000 abandonaron temporalmente sus casas y buscaron refugio en el sur.” Para variar, Hezbollah había llevado la guerra a Israel.
Además, Hezbollah logró varias victorias claras contra los militares de Israel. Según una Tarjeta de Informe de las FDI [ejército israelí] publicada en el Jerusalem Post, Israel había desplegado unos 400 tanques Merkava MK-4 – su tanque más seguro y letal – en el Líbano: 40 de estos fueron alcanzados por armas antitanque de Hezbollah, 20 de ellos fueron destruidos, y 30 tripulantes de tanques fueron muertos. Según un informe publicado por The Washington Institute for Near East Policy: “El éxito de Hezbollah con armas antitanque durante la Guerra de Julio refleja muchos años de entrenamiento con esas armas, así como un buen plan para utilizarlas una vez que comenzó la batalla.”
La infantería de Hezbollah o ‘unidades de aldea’ – desplegadas a lo largo de la frontera para retardar el avance de las fuerzas terrestres israelíes – “hizo que las FDI pagaran por cada pulgada de terreno que capturaron. Al mismo tiempo, crucialmente, Hezbollah dictó las reglas de cómo se libraría la guerra.” Vale la pena señalar que los combatientes que Hezbollah desplegó en el sur del Líbano no eran sus mejores. “Una de las ironías de la guerra,” escribe Andrew Axum, “es que muchos de los mejores y más diestros combatientes de Hezbollah nunca entraron en acción, estaban a la espera a lo largo del río Litani previendo que el ataque de las FDI sería mucho más profundo y llegaría mucho más rápido.”
Hezbollah marcó su victoria militar más impresionante en el área de la inteligencia. Los sistemas de guerra electrónica de Israel son de los más avanzados del mundo; fueron probados en acción y desarrollados en cooperación con EE.UU. Por cierto, los comandantes israelíes estaban seguros al comenzar la guerra de su capacidad de bloquear las comunicaciones de Hezbollah. Se equivocaban. El comando y el sistema de control de Hezbollah se mantuvieron operativos durante toda la guerra; evadieron los dispositivos de bloqueo israelíes utilizando líneas de fibras ópticas en lugar de basarse en señales inalámbricas.
Hezbollah había bloqueado el sistema antimisiles Barak en los barcos israelíes; pirateado las comunicaciones israelíes en el campo de batalla a fin de monitorear los movimientos de tanques israelíes; y monitoreó conversaciones en teléfonos celulares en hebreo entre reservistas israelíes y sus familias. Interceptó comunicaciones militares israelíes sobre bajas en el campo de batalla y las dio a conocer en su red mediática. Utilizó exitosamente señuelos para ocultar la ubicación de cientos de búnkeres que había construido en el sur del Líbano para almacenar armas y dar refugio a sus combatientes. Como líder mundial en la tecnología de armamentos y comunicaciones, Israel había mantenido una ventaja decisiva en la guerra electrónica en sus guerras contra ejércitos árabes. En julio de 2006, Hezbollah había neutralizado esa ventaja.
Israel afirma que mató entre 400 y 500 combatientes de Hezbollah. Crooke y Perry insisten en que esas cifras son exageradas. “Es imposible que chiíes (y Hezbollah)” argumentan, “no permitan un entierra honorable para sus mártires, de modo que en este caso es simplemente cosa de contar funerales. Se han realizado menos de 180 funerales para combatientes de Hezbollah – casi lo mismo que los muertos del lado israelí.”
Los reveses israelíes en la Guerra de Julio de 2006, por lo tanto, representan un cambio de paradigma, no algo por lo que se pueda culpar a errores descuidados en la toma de decisiones. A diferencia de los ejércitos árabes del pasado, Hezbollah libró una guerra popular. Neutralizó la superioridad tecnológica de Israel desplegando sus móviles, elusivos, disciplinas y cualificados destacamentos guerrilleros – no un ejército centralizado, convencional – para combatir a los israelíes.
Hezbollah combate en pequeños grupos, es evasivo, es secreto, posee su propio terreno, entrena, tiene una alta moral, y goza de un apoyo popular total entre los chiíes del Líbano. Puede lanzar miles de cohetes de baja tecnología que hacen que las defensas sofisticadas modernas contra misiles sean inútiles. También adquirió y aprendió a utilizar con gran efectividad misiles antitanque que hacen que los tanques más avanzados de Israel sean vulnerables. Incluso atacó con éxito a barcos de guerra israelíes.
Si Hezbollah puede ampliar estas ventajas, si puede agregar a su arsenal misiles antiaéreos disparados con lanzadores desde el hombro y derribar helicópteros y cazas israelíes, Israel podría perder rápidamente su control indisputable sobre los cielos libaneses. Las violaciones diarias e injustificables del espacio aéreo libanés por Israel también tendrían que cesar.
Hezbollah ofrece a Israel un nuevo tipo de guerra asimétrica: combina las tácticas de guerrilla de baja tecnología con una sofisticada tecnología de misiles y comunicaciones. Comprensiblemente, a los israelíes les cuesta digerir estos logros de Hezbollah. Lo que el mundo presenció en el Líbano en julio de 2006, fueron eventos que contienen el potencial para cambiar el equilibrio del poder en Oriente Próximo. Anteriormente, los insurgentes iraquíes habían demostrado que pueden hacer que una ocupación – incluso por la mayor potencia del mundo – sea muy costosa. Ahora, Hezbollah ha mostrado que una fuerza guerrillera disciplinada, con acceso a misiles avanzados, puede repeler al ejército invasor más poderoso.
Parece que la brecha en las armas que se había abierto en las últimas décadas entre las potencias occidentales y las naciones más débiles, tecnológicamente más atrasadas, podría estarse cerrando. La rapidez con lo que esto ocurrirá dependerá de la voluntad de Rusia, China, Corea del Norte, Irán – y hay otros países que se preparan para unírseles – de entregar esas armas a los movimientos de resistencia. Alternativamente, si esos países dudan, intervendrán los contrabandistas de armas para suministrar ese servicio. Una vez que misiles antitanques, antibarcos y antiaéreos disparados desde el hombro puedan ser introducidos a los mercados de armas ilícitas del mundo, con tanta facilidad como los AK-47, comenzará a alterar la suerte de movimientos de resistencia que combaten a las grandes potencias.
A fines del Siglo XIX, las naciones avanzadas de Occidente habían abierto una brecha letal con sus armas automáticas: esto les aseguró una rápida, casi gratuita, colonización de África y del Sudeste Asiático. Cuando esa brecha comenzó a cerrarse en el período entre las guerras mundiales, dio ímpetu a movimientos de resistencia en Indonesia, Vietnam, Kenia y Argelia. Las potencias coloniales occidentales, ya debilitadas por sus propias guerras fratricidas, se retiraron y nació el Tercer Mundo.
¿Anunciará el Siglo XXI el alba de una nueva era de victorias de los movimientos de resistencia en Asia, África y Latinoamérica?
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