««   »»
  

NECESIDAD Y DESOBEDIENCIA LATENTE

Era necesario detenernos un instante en la mezcla de rechazo, miedo e incapacidad de las “izquierdas” para enfrentarse directamente a la dialéctica entre lo consciente y lo inconsciente, y en la astucia del imperialismo para manipular lo irracional, porque solamente tras estos breves apuntes podemos comprender los avances que algunos personas han realizado en los últimos años partiendo del desierto teórico anterior, y que son decisivos para explicar que la desobediencia es una necesidad inserta en la praxis revolucionaria. Hemos visto que las definiciones formales sobre la obediencia, el derecho y la necesidad, no pueden explicar la dinámica de las contradicciones que bullen en su interior porque para contra argumentar lo dicho por alguien siempre podemos recurrir a las tesis de sus enemigos sociales, muy especialmente en cuestiones eminentemente contradictorias al reflejar las contradicciones objetivas. Por esto, tiene toda la razón G. Jervis cuando estudiante qué es la “necesidad” nos remite al problema político del sujeto, a las relaciones entre subjetividad y objetividad de una necesidad, y a las relaciones entre necesidad y deseo.

¿Qué quiere decir con esto G. Jervis? Pues que: “La necesidad se expresa habitualmente como sufrimiento por una carencia: si este sufrimiento se percibe como insatisfacción, la necesidad se expresa como deseo. El deseo es, pues, junto con la insatisfacción, el espectro subjetivo de la necesidad: es decir, tendencia y tensión hacia un objetivo”. Existe por tanto una totalidad que incluye lo objetivo y lo subjetivo, la necesidad y el deseo, el sufrimiento y el placer, etc., como contrarios unidos dialécticamente. Ahora bien, debemos avanzar un poco más en la naturaleza social de esta totalidad concreta que integra tantas contradicciones. El mismo autor al que recurrimos, precisa más adelante que:

“Las más típicas e importantes necesidades sociales son necesidades radicales, aparentemente no vinculadas a las necesidades inmediatas del cuerpo, tales como por ejemplo, la necesidad de libertad, la necesidad de justicia, la necesidad de igualdad, la necesidad de conocimiento. Se puede observar que aunque todas ellas sean necesidades históricas (es decir, no dadas a priori, sino nacidas y determinadas por modos concretos de vida) tienen también todas ellas algo de constante, al igual que las necesidades elementales (…) Las necesidades sociales radicales no vienen de arriba sino que nacen de la praxis, es decir, que se definen en el definirse de los hombres a través de la historia de las generaciones, y del proceso de la lucha de clases. Su propia definición es pues -hay que insistir- histórica, o sea no absoluta (…) si se considera la sociedad como dividida en clases, como sociedad en transformación, entonces es legítimo y necesario asumir la responsabilidad de mantener que las necesidades que aparecen como dominantes no coinciden necesariamente ni con las de la mayoría de la población (y especialmente con las de las clases oprimidas) ni con las necesidades reales que presionan para la transformación total de la sociedad”.

Otro investigador de esta problemática decisiva, D. López, defiende exactamente lo mismo pero con estas palabras: “La aceptación del “normal”, en cuanto acomodación y no resolución de las antinomias, es contraria a las leyes de desarrollo del individuo y de la especie, leyes que implican no el conformismo, no la hipocresía identificadora con el superego y las posiciones de dominio, sino, en realidad, la búsqueda de esa síntesis identificadora que es la persona con sus relaciones consigo misma y con su realidad, con las personas, en su capacidad de aceptación de la realidad dada, de elección de una nueva realidad, o de entrega a la tarea de transformación -lenta y, por lo tanto, sustancial y formal- de una realidad que piensa que es necesario cambiar”.

Las necesidades de libertad, justicia, igualdad, conocimiento, etc., son radicales porque atañen a la esencia social e histórica de la especie humana, a sus raíces genético-estructurales; sin la búsqueda de su resolución práctica no se habría producido la autogénesis de nuestra especie, ontológica y filogenéticamente considerada, aunque tengamos un tanto por ciento muy pequeño de diferencia genética con respecto a nuestros “hermanos” homínidos. Las necesidades radicales son por su misma esencia antagónicas con la obediencia y por ello mismo la desobediencia es una necesidad inserta en la praxis social que busca solucionar el resto de las necesidades vistas. La aceptación de lo “normal” y su obediencia no son en modo alguno “prácticas naturales”, “normales” por decirlo de algún modo, sino disciplinas sociales artificialmente impuestas desde las posiciones de dominio y en base al conformismo y la obediencia, a pesar de que van directamente en contra del desarrollo colectivo e individual.

Hablamos de desobediencia radical y revolucionaria, que no reformista e integrada en el sistema, porque sólo ella puede romper con la “figura del Amo” que determina que las masas explotadas permanezcan indiferentes a la acción política, como es el caso de denuncia crítica que R. Reiche hizo hace un tercio de siglo. Por otra parte, comprender los contrarios antagónicos obediencia/desobediencia que conlleva a su vez la unidad de lo objetivo y de lo subjetivo, de la necesidad y del deseo, etc., entender esta dialéctica histórica de la que no se puede excluir el accionar del Estado de la clase dominante, exige su correspondiente lógica dialéctica que integra en su movimiento la unidad y lucha de contrarios que bullen en la sociedad humana. Sin embargo, la ideología burguesa es incapaz por definición de comprender esta realidad. La forma de salir de su trampa no es otra que la del estudio crítico de la historia humana, destrozando las mentiras construidas por los poderes y sacando a la luz las luchas sociales, las protestas, las desobediencias masivas. Según Erich Fromm:

“La historia humana comenzó con un acto de desobediencia, y no es improbable que termine con un acto de obediencia (…) Si la humanidad se suicida será porque la gente obedecerá a quienes le ordenan apretar los botones de la muerte (…) La obediencia a una persona, institución o poder (obediencia heterónoma) es sometimiento; implica la abdicación de mi autonomía y la aceptación de una voluntad o juicio ajenos en lugar del mío. La obediencia a mi propia razón o convicción (obediencia autónoma) no es un acto de sumisión sino de afirmación (…) Mientras obedezco al poder del Estado, de la Iglesia o de la opinión pública, me siento seguro y protegido. En verdad, poco importa cuál es el poder al que obedezco. Es siempre una institución, u hombres, que utilizan de una u otra manera la fuerza y que pretenden fraudulentamente poseer la omnisciencia y la omnipotencia. Mi obediencia me hace participar del poder que reverencio, y por ello me siento fuerte. No puedo cometer errores, pues ese poder decide por mí; no puedo estar solo, porque él me vigila; no puedo cometer pecados, porque él no me permite hacerlo, y aunque los cometa, el castigo es sólo un modo de volver al poder omnímodo”.

La obediencia produce calma, felicidad, sosiego, es como una droga, un opio parafraseando a Marx, por eso es tan abundante y masiva. No es casualidad que Freud dejara sentado desde muy pronto en su obra que el pensamiento crítico surge del displacer, de la insatisfacción ante los resultados obtenidos: “cuando, a pesar de haberse obedecido todas las reglas, el estado de expectación con su acción específica consiguiente, no llega a la satisfacción sino al displacer”. Freud habla de pensamiento crítico o examinador, es decir, que examina los detalles, no se contenta con las generalizaciones, sino que aplica una especie de método dialéctico-materialista -aunque Freud no cita textualmente esta método-: “el pensamiento crítico (…) recurriendo a todos los signos de cualidad, trata de repetir todo el decurso de cantidad, con el fin de comprobar algún error de pensamiento o algún defecto psicológico”. Partiendo de lo visto, debemos dar la razón a Fromm:

“Para desobedecer debemos tener el coraje de estar solos, errar y pecar. Pero el coraje no basta. La capacidad de coraje depende del estado de desarrollo de una persona. Sólo si una persona ha emergido del regazo de materno y de los mandatos de su padre, sólo si ha emergido como individuo plenamente desarrollado y adquirido así la capacidad de pensar y sentir por sí mismo, puede tener coraje de decir “no” al poder, de desobedecer. Una persona puede llegar a ser libre mediante actos de desobediencia, aprendiendo a decir no al poder. Pero no sólo la capacidad de desobediencia es la condición de la libertad; la libertad es también la condición de la desobediencia. Si temo a la libertad no puedo atreverme a decir “no”, no puedo tener el coraje de ser desobediente. En verdad, la libertad y la capacidad de desobediencia son inseparables; de ahí que cualquier sistema social, político y religioso que proclame la libertad pero reprima la desobediencia, no puede ser sincero”.

Antes de seguir con el estudio de esta cita, conviene que veamos las raíces teóricas en las que se basa Fromm y que nos remiten directamente a Freud. En efecto, Fromm sostiene que para desobedecer debemos tener el coraje de asumir la soledad y el error propio, tenemos que arriesgarnos a decir no; lo dice porque la libertad, lo mismo que la desobediencia, es riesgo, descubrimiento, investigación, o sea, praxis, y todo ello conlleva más temprano que tarde, directa o indirectamente, tensión, conflicto, choque con la autoridad y por tanto alguna forma de represión. Y todo ello produce algún preocupación, inquietud y, llegados a un nivel preciso, de miedo. Pero antes de seguir conviene dar una definición de miedo para saber de lo que hablado. J. Balboa responde así a la pregunta ¿qué es miedo?:

“Vivimos sobre el miedo. Miedo al fracaso, miedo a la soledad, miedo a la muerte. Miedo a la pobreza, miedo a la marginación. Miedo a enfermedades, a la inseguridad. Miedo a la exclusión. Miedo a los delincuentes, miedo a la prisión. Miedo a los extraños, miedo a perder el trabajo, a perder la vivienda. Miedo a la violencia. Y miedo tras miedo marcan el sino de nuestras acciones, de nuestras decisiones, de nuestras opiniones y de nuestra visión de la sociedad. Una auténtica oleada de miedos y temores se expanden por el cuerpo social. Pero, antes de nada, ¿qué es el miedo? El mecanismo del miedo (Según la RAE: 1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. 2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.), puede esquematizarse a partir de los siguientes elementos: el objeto que causa el miedo, cierto desconocimiento (sobre el objeto o sobre cómo afrontar el peligro), la parálisis y la reacción hacia la seguridad buscada por parte del sujeto atemorizado. El elemento común a todo temor, a todo miedo, es cierto desconocimiento sobre el objeto que lo genera: toda una aureola de ignorancia cubre el fenómeno en sí (sea una bruja, una posible pandemia, un enemigo poderoso, una amenaza natural de efectos catastróficos, un terrorista, un Dios, etc.). Podemos afirmar que el miedo aumenta de manera directamente proporcional al desconocimiento sobre el objeto temido o al desconocimiento (o impotencia) ante cómo afrontarlo”.

Hecha esta necesaria aclaración, debemos decir que Freud había adelantado que: “No nos extrañe, pues, que bajo la presión de tales posibilidades de sufrimiento, el hombre suele rebajar sus pretensiones de felicidad (…) no nos debe asombrar que el ser humano ya se estime feliz por el mero hecho de haber escapado a la desgracia, de haber sobrevivido al sufrimiento; que, en general, la finalidad de evitar el sufrimiento relegue a segundo plano la de lograr el placer”. Hay un dicho popular que dice: “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Por tanto, ante el miedo a la libertad, la persona retrocede, no quiere asumir sus riesgos, y sacrifica el placer a cambio de la seguridad, y la obediencia es el método. Saborear lo bueno exige la desobediencia, pero a la vez el riesgo y hasta el peligro algunas veces, y también la soledad porque “la masa” se echa para atrás, duda, recula y retrocede buscando el calor protector que sólo la obediencia garantiza.

Pero Freud continúa explicando cómo en estos momentos en los que el miedo a la soledad, a lo nuevo y al placer de la libertad hace que se imponga el sálvese quien pueda, el individualismo como una de las salidas desesperadas ante el creciente malestar de la cultura: “El aislamiento voluntario, el alejamiento de los demás, es el método de protección más inmediato contra el sufrimiento susceptible de originarse en las relaciones humanas. Es claro que la felicidad alcanzable por tal camino no puede sino ser la quietud. Contra el temible mundo exterior sólo puede uno defenderse mediante una forma cualquiera de alejamiento si pretende solucionar este problema únicamente para sí”. Freud sigue exponiendo otros métodos, como las adicciones y otros, pero la lógica de su argumento es la misma ya que la soledad aislacionista e individualista, la que se aísla de lo colectivo para refugiarse en uno mismo, es la forma más común de huir de las realidades que producen displacer y sufrimiento.

No hay contradicción con lo que dice Fromm sobre la necesidad de estar en soledad crítica y autoconsciente frente al poder, porque Freud se refiere al individualismo escapista que huye de la realidad con miedo pavoroso, un individualismo cobarde y reaccionario, egoísta; mientras que Fromm se refiere a su contrario dialéctico, a la soledad asumida conscientemente, la que sirve para bucear en uno mismo autocríticamente, cogiendo fuerzas para emerger desde lo profundo liberado a la superficie mediante la praxis revolucionaria. Cada uno se refiere a uno de los extremos antitéticos de la dialéctica entre el individualismo reaccionario y la individualidad revolucionaria. Vemos así la unidad y lucha de contrarios antagónicos: obediencia/desobediencia, heteronomía/autonomía, irracionalidad/racionalidad, opresión/libertad, miedo/coraje, cobardía/valentía, etc., tanto en su evolución histórica al hacer directa referencia al origen de la explotación social, como en su coherencia lógica al proceder a la síntesis, superando las limitaciones e incongruencias del formalismo abstracto de la ideología burguesa tal como las hemos visto en la enciclopedia Salvat-El País.

En la práctica, la unidad y lucha de contrarios entre, por ejemplo, la obediencia y la desobediencia, es un proceso en el que los extremos se unen y separan, separan y unen lo que exige el recurso al método analítico y sintético, diacrónico y sincrónico, inductivo y deductivo. De hecho, es esto mismo lo que hace Freud cuando recurre a la dialéctica anormalidad/normalidad: “El yo anormal, que no sirve para nuestros propósitos, no es, por desgracia, una ficción. Toda persona normal es de hecho solamente normal en cuanto pertenece a la media. Su yo se aproxima al del psicótico en uno u otro aspectos y en mayor o menor cantidad; y el grado de alejamiento de un extremo de la serie y de su proximidad al otro nos proporcionará una medida provisional de lo que hemos llamado con tanta imprecisión “alteraciones del yo”. Explicando esta dialéctica de anormalidad/normalidad, R. Osborn resume así la tesis de Freud: “que lo anormal se aparta de lo normal gradualmente, y que las tendencias anormales no son sino formas más acusadas de las tendencias normales”.

Llegados a este punto, tenemos que recordar lo arriba visto sobre la dialéctica entre lo “bueno” y lo “malo” en la personalidad humana, sobre lo antitético y la ambivalencia inserta en la personalidad, su movimiento y su cambio permanente. Rememorando lo visto sobre los bruscos cambios en la dinámica de obediencia/desobediencia en la personalidad individual y en la conciencia colectiva de las masas en los momentos cruciales, debemos aplicar esta dialéctica anormalidad/normalidad y ambivalencia entre lo “bueno” y lo “malo” para, salvando las distancias, entender el contradictorio comportamiento de las masas alienadas que oscilan entre la obediencia y la desobediencia, en una especie de “obediencia media” que fluctúa según la evolución de las contradicciones objetivas y subjetivas del sistema. Esta dialéctica descubre así una línea de sumisión compuesta por la obediencia, heteronomía, irracionalidad, opresión, miedo, cobardía, anormalidad, etc., enfrentada a la opuesta de desobediencia, autonomía, racionalidad, libertad, coraje, valentía, normalidad, etc. No hay duda de que en el fondo de la irreconciliabilidad entre ambas líneas que forman una unidad de contrarios en permanente lucha, existe también un choque entre la ética de opresión y la ética de la liberación.

Utilizando este método, comprendemos la interacción entre derecho y necesidad, y viceversa, en las relaciones entre la desobediencia y la rebelión. De hecho, el mismo Fromm plantea esta interacción en su análisis de la producción social de obediencia: “Si los pocos deseaban gozar de las cosas buenas, y además de ello, hacer que los muchos les sirvieran y trabajaran para ellos, se requería una condición: que los muchos aprendieran a obedecer. Sin duda, la obediencia puede establecerse por la fuerza. Pero este método tiene muchas desventajas. Constituye una amenaza constante de que algún día los muchos lleguen a tener medios para derrocar a los pocos por la fuerza; además, hay muchas clases de trabajo que no pueden realizarse apropiadamente si la obediencia sólo se respalda con el miedo”.

Existe por tanto, según lo visto, una vía tendencial que va de la desobediencia latente a la explotación hasta la rebelión de la mayoría contra la minoría propietaria, rebelión que aplica la fuerza para derrocar a los pocos que se han apropiado de los bienes producidos por los muchos. Se trata de una tendencia que puede ser abortada, cortada, desviada o destrozada por una represión salvaje y criminal, masiva; pero esta masacre es empleada por los pocos sólo en los momentos críticos decisivos, cuando su propiedad privada corre el peligro de desaparecer al ser convertida en propiedad social.

Publicado por Pause Editar entrada contiene 0 comentarios.

Publicar un comentario

Wonder News

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

«« Inicio »»