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El impacto de la masacre de civiles |
Obama preguntó a sus generales:
¿Cuál es el final de juego en Afganistán?
La matanza la semana pasada de más de 147 civiles afganos, incluidos mujeres y niños, por un bombardeo estadounidense resintió seriamente la imagen "democrática" cultivada por Obama en la prensa internacional, y causó un revuelo mundial que emparentó a EEUU con las masacres de Israel en Gaza.
El incidente, ocurrido en un momento de feroz escalada de los talibanes que ya ocupan porciones importantes de territorio, impactó en Washington y en el Pentágono donde por estas horas se plantean y debaten contradictorias propuestas para salir victoriosos del pantano afgano que ya empezó a salpicar el marketing mediático de Obama.
La "triple alianza" tejida en el marco político con Afganistán y Pakistán para combatir al "terrorismo talibán" de nada sirvió hasta ahora en el terreno práctico donde las fuerzas de la OTAN y de EEUU sufren una feroz embestida de las fuerzas talibanes que -según el Pentágono- obliga a la nueva administración imperial a "repensar" una nueva estrategia, empezando por el despido del actual comandante militar.
Según informó la cadena de televisión NBC News, el 28 de enero pasado, reunido con Gates y el Estado Mayor Conjunto en el Pentágono, Obama preguntó "cuál es el final del juego" (el objetivo final) en Afganistán. Los generales le contestaron: "Francamente, no lo tenemos".
Los últimos acontecimientos de violentos combates y de caos social en Afganistán -y en el vecino Pakistán- confirman que los estrategas militares norteamericanos están como cuando empezó Obama en la Casa Blanca: Sin ideas y cada vez más confusos ante el encarnizado avance talibán.
La semana pasada, en una operación área devastadora, las fuerzas del Pentágono arrasaron con una población al oeste de Afganistán matando a más de 147 civiles, incluidos niños y mujeres, cuyos cadáveres fueron exhibidos ante la prensa internacional con patéticas demostraciones de dolor de sus familiares y amigos.
El Pentágono, que negó al principio la masacre, debió admitir que existió la operación militar aunque minimizó el número de muertos informados por la Cruz Roja y otras organizaciones internacionales.
El presidente títere de Afganistán, Hamid Karzai, que estaba en Washington donde iba a entrevistarse posteriormente con el presidente estadounidense Barack Obama por primera vez desde la elección del mandatario norteamericano, suplicó más "moderación" en la represión militar.
La masacre ratificaba dramáticamente la línea de continuidad de la política de ocupación genocida de los halcones sostenida por la actual administración de Obama.
Todavía con poca "experiencia" en masacres, Obama y su equipo de sionistas liberales dijeron "lamentar profundamente" la muerte de civiles tras el bombardeo y anunciaron investigaciones para determinar lo sucedido.
"EEUU lamenta profundamente cualquier daño o pérdida de vidas inocentes entre los afganos como consecuencia de operaciones en las que sus fuerzas están involucradas", dijo increíblemente el portavoz adjunto del Departamento de Estado, Robert Wood, en un comunicado.
Pero, ante el fracaso de la estrategia del "arrepentimiento" para detener el escándalo, Obama y el Pentágono echaron mano de la cirugía mayor despidiendo al comandante de las fuerzas norteamericanas.
El secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, solicitó la renuncia del comandante de las tropas en Afganistán, el general David McKiernan, afirmando que la estrategia de la lucha contra el talibán necesitaba ser "repensada".
Gates dijo que McKiernan será reemplazado por el general Stanley McChrystal, quien -según los analistas- tiene una mayor experiencia y entendimiento del conflicto afgano. El teniente general David Rodríguez será designado como segundo comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán.
Aunque Gates no hizo mención a ninguna falencia de McKiernan que justificara su alejamiento, oficiales estadounidenses decían en privado a la BBC que la cada vez más compleja campaña de "contrainsurgencia" en Afganistán requería un enfoque menos convencional, por eso no sorprende que el reemplazante provenga de las fuerzas especiales estadounidenses.
McChrystal es actualmente director del Estado Mayor Conjunto y previamente se desempeñó como jefe de las fuerzas especiales. Según los analistas, es un experto en el tipo de "contrainsurgencia" que la administración de Barack Obama quiere aplicar en Afganistán.
Pero antes de asumir el mando de los 45.000 soldados estadounidenses y los 32.000 efectivos de la OTAN, deberá ser nominado por el presidente -quien se descuenta que lo promoverá- y confirmado por el Senado.
Al anunciar el relevo de McKiernan, Gates dijo que Washington necesitaba un "renovado liderazgo en Afganistán", junto con una nueva estrategia y un nuevo embajador.
El cambio de mando se produce en momentos en que Washington planea reforzar su presencia militar en territorio afgano y en medio de una creciente presión internacional para que se reduzca el número de civiles muertos en ataques aéreos de la coalición.
El secretario de Defensa hizo el anuncio tras reunirse con el presidente del Estado Mayor Conjunto, el almirante Mike Mullen, y con el comandante del Comando Central, el general David Petraeus.
El domingo, miles de estudiantes universitarios protestaron en las calles de Kabul contra las matanzas de civiles de la OTAN y de EEUU.
Los manifestantes pidieron que los responsables de los bombardeos se sienten frente a un tribunal.
En cuanto al "cambio de estrategia", salvo el anuncio, no hay nada claro ni definido.
Refiriéndose a la matanza de civiles, el general David Petraeus, a cargo del comando militar central para toda la región, lamentó la reciente "muerte de estos ciudadanos", pero rechazó que el ejercito norteamericano vaya a descartar los ataques aéreos en futuras operaciones.
Petraeus dijo que las "acciones tácticas no deben menoscabar las metas estratégicas y los objetivos".
O sea que, y a buen entendedor, la masacre de civiles no tiene porque interferir en la sagrada misión de exterminar al "terrorismo talibán" por todos los medios en Afganistán.
En una entrevista con la cadena de noticias estadounidense Fox News, Petraeus declaró que nombrará a un militar "con amplia experiencia en operaciones convencionales y especiales" para que valore posibles cambios en la misión.
Por su parte, el consejero de Seguridad Nacional del presidente Barack Obama, James Jones, advirtió que EEUU necesita "redoblar" esfuerzos para frenar la muerte de civiles, pero aseguró que prohibir los ataques aéreos no serviría de nada.
Para un conjunto de expertos, la expulsión del alto jefe militar revela que EEUU -salvo el discurso de Obama- carece de una estrategia clara para salir airoso de la ocupación militar de Afganistán.
El Pentágono planea desplegar en Afganistán 21.000 nuevos efectivos -17.000 de combate y 4.000 instructores- antes del 20 de agosto, cuando está prevista la celebración de las farsescas "elecciones presidenciales" en el país. De esta manera, las fuerzas norteamericanas dispondrán de un total de 55.000 efectivos sobre el terreno.
Por el momento, ya llegaron a Afganistán un 25% de esos nuevos efectivos, se está ampliando la base de Kandahar a marchas forzadas -se pretende hacerla tan grande como la de Bagram, al norte de Kabul, donde se concentran 25.000 militares y civiles-.
"Debemos decidir con mayor precisión nuestro objetivo" en Afganistán, dijo el miércoles el ex consejero de seguridad nacional y asesor de Obama, Zbigniew Brzezinski al diario electrónico The Huffington Post. "Estamos corriendo cada vez más riesgos de empantanarnos en Afganistán y en Paquistán en busca de objetivos inalcanzables".
El propio secretario Gates se había mostrado "muy preocupado" el 14 de diciembre pasado ante la posibilidad de desplegar más de los 30 000 nuevos soldados solicitados en esa fecha por el hoy despedido McKiernan.
El secretario de Defensa indicó entonces que la hoy disuelta Unión Soviética fracasó al ocupar Afganistán con 120.000 soldados.
La estrategia de conquista capitalista y militar que Bush y los halcones imperiales lanzaron detrás de la pantalla de la "guerra contraterrorista", emergente del 11-S, ya comienza claramente a resquebrajarse en Afganistán donde la resistencia talibán y los muertos estadounidenses y europeos crecen en simétricas proporciones.
Obama es el sucesor y continuador de Bush, por eso a los expertos no sorprendió que, luego de vestirse de "progresista" para el marketing electoral de campaña, el nuevo CEO de la empresa imperial USA, centrara la columna vertebral de su estrategia exterior en la continuidad de la "guerra contra el terrorismo" iniciada por Bush tras el 11-S.
Reunido por primera vez en abril con los líderes de la OTAN, Obama resaltó que el aumento de tropas y medios apuntalará no sólo la operación afgana, sino el propio futuro de la Alianza Atlántica, principal foro de las relaciones bilaterales.
En su publicitada "revisión estratégica" hacia Afganistán, el presidente de EEUU, prometió "barrer a los terroristas" de sus refugios en Pakistán y advirtió que Al Qaeda está planeando nuevos ataques, al dar a conocer su nueva estrategia para la guerra de ocupación contra los talibanes en Afganistán.
El presidente USA afirmó que las conflictivas regiones fronterizas de Pakistán son "el lugar más peligroso del mundo" para los norteamericanos y describió a la red Al Qaeda como un "cáncer" que podría devorar a Pakistán, a más de siete años de los ataques del 11 de septiembre.
Los medios y analistas europeos coinciden en que Obama consiguió, aunque sea parcialmente, derrotar las serias resistencias que existían hasta hoy dentro de la OTAN para agrandar su operación en Afganistán.
No obstante, la realidad indica que no hay planes ni estrategias concretas para Afganistán, salvo los bombardeos contra poblaciones civiles orientados -sin éxito- a perforar los búnkeres talibanes.
Y posiblemente cuando Obama vuelva a preguntar a sus generales ¿cuál es el final de juego en Afganistán? se va encontrar con la misma respuesta: "No lo tenemos".
(continue)

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, multitud, politica, violencia.
La operación, que tiene lugar en los distritos norteños de Swat, Buner y Dir, en la Provincia de la Frontera del Noroeste (NWFP), ha supuesto la muerte de 700 insurgentes y 20 soldados, aseguró el ministro del Interior, Rehman Malik.
Con la reanudación de las hostilidades, se ha reiniciado el flujo de población que huye a zonas más seguras de la NWFP.
"La crisis humanitaria en Sri Lanka no va a ser nada en comparación con lo que esperamos aquí. Ya pensamos en duplicar la ayuda a los desplazados (40 millones de dólares más) y es posible que pronto comencemos a enviar alimentos desde el aire a lugareños que están atrapados por el conflicto", explicó un alto cargo de la ONU.
La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha registrado a 360.600 desplazados desde primeros de mayo, 20.000 de los cuales se encuentran en campos habilitados en la NWFP, informó la portavoz del organismo, Ariane Rummery.
Autoridades paquistaníes y agencias humanitarias calculan que el número de desplazados puede llegar a un millón, que se sumaría a los 550.000 que siguen sin retornar a sus hogares de las ofensivas militares lanzadas en 2008 tanto en la NWFP como en áreas tribales fronterizas con Afganistán.
"Con 1,7 millones de refugiados afganos en Pakistán y la previsión de más de un millón de desplazados internos estamos hablando de una situación muy seria. Este es un país grande pero, si hilas fino, te das cuenta de que el conflicto afecta a un quinto de la población total, porque quienes acogen a gente también se ven afectados", expuso la fuente de la ONU.
La nueva ofensiva sigue a la ruptura del acuerdo de paz alcanzado en febrero con los talibanes de Swat, que aprovecharon la tregua para avanzar a distritos vecinos como Dir, Shangla y Buner, éste último a sólo cien kilómetros de Islamabad.
Además de las cifras de bajas proporcionadas por Malik, el Ejército informó en un comunicado de la muerte este lunes de 52 integristas y tres miembros de las fuerzas de seguridad sólo en Swat.
Pero la operación, aunque reclamada por EEUU, suscita escepticismo entre los analistas consultados, quienes temen que sea una repetición de infructuosas ofensivas anteriores.
"Esta vez el Ejército es serio en su acción contra la insurgencia y cuenta con el apoyo de la sociedad paquistaní tras el fracaso del acuerdo de paz", defendió Hasham Babar, vicesecretario de la formación que encabeza el Gobierno en NWFP.
La fuente admitió que las tropas "no están entrenadas para combatir a la insurgencia", dado que están fundamentalmente instruidas en la lucha contra la India, pero aseguró que "están teniendo cautela para evitar al máximo el daño colateral".
La escasa presencia de informadores y organismos independientes sobre el terreno hace imposible saber cuántas bajas civiles está causando el conflicto.
Los desplazados que llegan a los campos se quejan de la dureza de la ofensiva militar, instigados -según algunos analistas- por elementos favorables a los talibanes infiltrados.
"El mando militar siempre asegura haber matado a cientos de insurgentes, ¿pero cómo están tan seguros? Si entre los fallecidos un tercio resulta que son civiles... aquí tienes un caldo de cultivo para la militancia", sostiene una fuente de inteligencia occidental.
Añadió que se trata de "una guerra desigual", pues aunque el Ejército "comience con fuerza", "al cabo de unos días los talibanes se retirarán, se dispersarán y esconderán entre la población civil, y volverán a sus tácticas de ataques puntuales a convoyes, secuestros".
Para Babar, la solución radicaría en "una acción coordinada de las fuerzas extranjeras en Afganistán, con EEUU a la cabeza, y del Ejército paquistaní tanto en el cinturón tribal como en la NWFP".
"De lo contrario, lo único que se conseguirá es que los militantes huyan a otras áreas", observó.
La fuente de inteligencia observó que, para llevar a cabo "una estrategia integral, habría que utilizar mucha más fuerza" y "no sólo tener soldados en puestos de control".
"En una guerra de guerrillas, deberían utilizar un mínimo de cinco soldados por insurgente. El problema es que el Ejército paquistaní se opone a sacar tropas de la frontera india", subrayó, para añadir que "los talibanes defienden una ideología y esto no se combate con cañonazos".
El tiempo que estuvo al frente del contingente estadounidense y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Afganistán coincidió con el recrudecimiento de la violencia en ese país.
Gates dijo que McKiernan será reemplazado por el general Stanley McChrystal, quien -según los analistas- tiene un mayor entendimiento del conflicto afgano. El teniente general David Rodriguez será designado como segundo comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán.
Este cambio de mando se produce en momentos en que Washington planea reforzar su presencia militar en territorio afgano y en medio de una creciente presión internacional para que se reduzca el número de civiles muertos en ataques aéreos de la coalición.
Según informó el analista de Defensa y Seguridad de la BBC Rob Watson, aunque Gates no hizo mención a ningún falencia de McKiernan que justificara su alejamiento, oficiales estadounidenses decían en privado que la cada vez más compleja campaña de contrainsurgencia en Afganistán requería un enfoque menos convencional, por eso no sorprende que el reemplazante provenga de las fuerzas especiales estadounidenses.
El sucesor
McChrystal es actualmente director del Estado Mayor Conjunto y previamente se desempeñó como jefe de las fuerzas especiales. Según los analistas, es un experto en el tipo de contrainsurgencia que la administración de Barack Obama quiere aplicar en Afganistán.
Pero antes de asumir el mando de los 45.000 soldados estadounidenses y los 32.000 efectivos de la OTAN, deberá ser nominado por el presidente -quien se descuenta que lo promoverá- y confirmado por el Senado.
Al anunciar el relevo de McKiernan, Gates dijo que Washington necesitaba un renovado liderazgo en Afganistán, junto con una nueva estrategia y un nuevo embajador.
"Éste es el momento justo para realizar cambios", explicó. "Nuestra misión requiere un nuevo enfoque por parte de nuestros líderes militares".
Gates explicó que tomó la decisión teniendo en cuenta la seguridad de Estados Unidos y la necesidad de que las operaciones en Afganistán concluyan con éxito.
El secretario de Defensa hizo el anuncio tras reunirse con el presidente del Estado Mayor Conjunto, el almirante Mike Mullen, y con el comandante del Comando Central, el general David Petraeus.
Estados Unidos planea enviar otros 21.000 soldados a Afganistán, país que se ha convertido en el foco principal de las operaciones militares estadounidenses, ya que Washington anunció que retirará paulatinamente sus efectivos de Irak.
En particular, el Programa Mundial de Alimentos (PAM) ha estado suministrando raciones de comida a cerca de 650.000 desplazados de la Provincia de la Frontera Noroeste, incluidos unos 200.000 provenientes de los distritos de Lower Sir, Swat y Buner.
El representante del organismo de la ONU en Islamabad, Wolfgang Herbinger, dijo ayer que se habían tomado las medidas necesarias para alimentar durante los próximos dos o tres meses a la creciente población desplazada.
"El PAM se ha preparado para asistir a la población, en concreto a las familias hambrientas, que se han convertido en nuestra prioridad", destacó el diplomático. Asimismo, hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que envíen al país la ayuda necesaria y colaboren en la distribución de los alimentos.
Mientras tanto, la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) envió ayer un avión con material para construir albergues de emergencia y otros suministros básicos que partió de Dubai.
Este cargamento será distribuido a varios centros de desplazados ubicados en la provincia fronteriza en el noroeste del país.
La ofensiva que comenzó hace 17 días se ha cobrado la vida de más de 750 los milicianos en Swat y otras zonas de la región de Malakand como consecuencia de los enfrentamientos entre ambas partes, en los que además han fallecido 29 miembros de las fuerzas de seguridad y otros 77 han resultado heridos, según el balance del Ejército paquistaní.
La Autoridad Nacional para la Gestión de Desastres (NDMA por su sigla en inglés), ha ofrecido vuelos de emergencia y cerca de 10.000 tiendas de campaña a ACNUR para que puedan llevar a cabo sus actividades en la zona.
Según cifras recogidas por el centro de noticias de la ONU, se han registrado cerca de 501.496 desplazados desde el pasado 2 de mayo y más del 80 por ciento de ellos se han refugiado con familiares y amigos cercanos. Asimismo, otros 72.707 se encuentran en campos de refugiados.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Antonio Guterres, alertó de la velocidad con la que está creciendo la crisis y el reto que está suponiendo para el Gobierno del país y la comunidad internacional de cara a solucionar este grave conflicto.
Poco antes del alba, "entre 40 y 50 combatientes islamistas atacaron el depósito" situado en los suburbios de Peshawar, capital de la provincia de la Frontera del Noroeste, explicó a la AFP Mohamad Ehsanulá, oficial de policía de la ciudad.
"Lanzaron varias bombas incendiarias y luego huyeron", indicó otro oficial, Abdul Ghafoor, precisando que dos camiones cargados con alimentos y destinados al mercado afgano fueron totalmente destruidos. Otros seis contenedores cargados en camiones también fueron destruidos, aunque estaban vacíos.
Los talibanes paquistaníes, vinculados a Al Qaeda, atacan regularmente los depósitos así como los convoyes de la OTAN destinados a suministrar pertrechos a la fuerza multinacional de la alianza, en operaciones en la vecina Afganistán, y que usan el paso de Jyber, cerca de Peshawar.
El escrito está avalado por siete altos cargos del gobierno central y provincial, incluyendo un general afgano que dirigió el grupo de trabajo que ha investigado el incidente.
Con estas cifras, la ofensiva de la coalición estadounidense en Bala Buluk supone la que más bajas civiles ha causado desde la caída del régimen talibán en 2001.
Aunque el gobierno afgano ha respaldado estas cifras, el Ejército de EEUU duda del balance. "Bien, yo también podría darte 140 nombres. El problema es que no hay evidencia de ese número de tumbas... ¿Son personas reales? ¿Realmente existieron? Yo puedo darte una lista con 53 nombres de niñas y edades", dijo un portavoz militar estadounidense. "No hay partidas de nacimiento ni certificados de defunción", añadió.
La disputa sobre el número de muertos ha agudizado las tensiones entre Washington y Kabul, pese a las disculpas del presidente Obama y la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
Ofensiva mortal
El pasado día 4, la coalición antiterrorista que encabeza EEUU en Afganistán llevó a cabo una ofensiva aérea en varios municipios de Bala Buluk con el objetivo de eliminar a los talibanes que habían consolidado sus posiciones en la zona.
El mando militar estadounidense admitió el pasado sábado la muerte de un número indeterminado de civiles durante esa operación, que según denunció poco después el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) dejó "docenas" de muertos.
En un comunicado, la comandancia informó de que la investigación efectuada conjuntamente con militares afganos no permitía "determinar con certeza cuántas de las víctimas eran talibanes y cuántas eran no combatientes porque los fallecidos están todos enterrados".
Además, condenó "enérgicamente la brutalidad de los extremistas talibanes que deliberadamente ponen a civiles afganos como objetivo y los usan como escudos humanos".
De acuerdo con esta versión imperialista, los vecinos de la zona se refugiaron en sus hogares durante la ofensiva, pero los insurgentes tomaron por la fuerza a civiles y atacaron a las tropas desde el interior de viviendas, algunas de las cuales quedaron completamente destruidas por los bombardeos.
El presidente Hamid Karzai había ordenado una investigación para esclarecer lo ocurrido.
EEUU encabeza una coalición militar que lleva a cabo la misión 'Libertad Duradera' en Afganistán y opera al margen de la Fuerza de Asistencia para la Seguridad (ISAF) de la OTAN.
"El Comité de Planificación de Defensa de la OTAN estuvo de acuerdo con las solicitudes del presidente Barack H. Obama de que se descargara de sus responsabilidades al general Bantz J. Craddock del ejército de Estados Unidos como comandante aliado supremo en Europa, y que se nombrara al almirante James G. Stavridis de la Marina de Estados Unidos para que sustituyera al general Craddock como comandante aliado supremo", dijo la OTAN en un comunicado.
Stavridis será el primer oficial de Marina en ocupar el cargo y se encargará del mando de las operaciones unificadas en Afganistán, de las fuerzas de mantenimiento de la paz en Kosovo y de los esfuerzos contra la piratería frente a las costas de Somalia.
Un vocero de la OTAN dijo que el cambio de mando está previsto para el 2 de julio.
Tradicionalmente, un oficial estadounidense está al mando de las fuerzas militares de la OTAN, mientras que un europeo encabeza su sede política en Bruselas.
(Xinhua)
Pese a que no hacía un año que ocupaba ese delicado cargo, McKiernan -un especialista en combates convencionales- fue reemplazado ayer por el general Stanley McChrystal, un especialista en guerras no convencionales y en contrainsurgencia.
El reemplazo de McKiernan implica entonces un cambio de estrategia militar. "Nuestra misión requiere nuevas ideas y nuevos enfoques por parte de nuestros líderes militares", dijo el secretario de Defensa Robert Gates, agregando que McKiernan, un general de una respetada trayectoria, no había realizado nada incorrecto.
Lo cierto es que la muerte de civiles inocentes en Afganistán y en Pakistán está aumentando vertiginosamente el antinorteamericanismo en esa región y está reforzando la posición de los talibán que operan de un lado y otro de la frontera. Durante una entrevista con CNN, el viernes, el presidente afgano Hamid Karzai pidió a Washington que ponga fin a los ataques aéreos y advirtió que la guerra contra los talibán requiere en especial Inteligencia y experiencia en guerra de guerrillas.
El presidente Barack Obama siempre ha dicho que quiere escuchar. Y todo indica que en este caso ha escuchado. Muchos piensan, sin embargo, que ya es demasiado tarde.
McChrystal actuó como Comandante en Jefe de las Operaciones Especiales en Irak, donde fue muy exitoso en sofocar a la insurgencia. Como a su N° 2, Gates nombró al general David Rodríguez, ex jefe de la División 101 aerotransportada. Eso significa que los operativos aéreos continuarán, pero el acento estará puesto en tratar de vencer a los talibán desde tierra.
Las declaraciones de Gates ponen en evidencia cuán complicada es la lucha contra los talibán en la denominada zona "Afpak" (Afganistán y Pakistán). En febrero, es decir hace menos de dos meses, Obama había anunciado una nueva estrategia, un incremento de soldados y un compromiso muy amplio para instruir a los civiles para la guerra en Afganistán. Se suponía que el general McKiernan tenía hasta el 2011 para instrumentar esta estrategia, pero el giro de ayer terminó con su carrera militar de un plumazo.
McChrystal llega a su nuevo puesto con una mancha negra en su currículum. Una investigación realizada en el Pentágono en 2007 determinó que el general permitió que la unidad en ese momento a su cargo dijera que el soldado Pat Tillman -un ex futbolista muy conocido que se enroló en el ejército después de los atentados del 11-S-, murió bajo el fuego del enemigo cuando en realidad fue víctima de un ataque cometido, sin querer, por sus propios compañeros.
Ana Baron
corresponsal en Washington, Clarín
Este millón de personas en marcha, desesperados y sin recursos, no sólo son los hijos de la guerra sino de una improvisación logística caótica del gobierno para recibir al éxodo más grande de la historia paquistaní, desde la fundación del país, en 1947. El riesgo es que su frustración se transforme en furia incontrolable en los 60 campos de refugiados que se han habilitado para recibirlos, que funcionan sin infraestructura adecuada y sin medios. La situación en los campos es explosiva y no se ha instrumentado aún un mecanismo sólido para recibir la ayuda provincial y federal.
Esta falta de planificación en la evacuación previa a los bombardeos y la ausencia de una organización para recibir tamaño éxodo es la mayor amenaza para el gobierno y para la popularidad de la operación militar, que ha comenzado a ser cuestionada. Las organizaciones humanitarias piden donaciones y en los mercados de Karachi, Islamabad y Lahore se acumulan bolsas de comida, carpas y ropa para los desplazados.
Bajo el sol atroz en Mardan, llegan en ómnibus, en techos de camiones, a dedo, en burro o a pie. Con el afán de anotarse, los refugiados esperan hasta tres horas para que les digan que deben trasladarse a otro campo y otras tantas para buscar agua escasa o conseguir comida. Muchos han caminado 100 kilómetros para llegar con familias enteras, incluidos ancianos y chicos, y no alcanzan las instalaciones sanitarias para tratar a los heridos por los bombardeos, a los deshidratados y aquellos traumatizados por los helicópteros en combate y el miedo durante la huida.
Mussarrat Hilali, vicepresidenta de la comisión de Derechos Humanos de Pakistán, denunció que los campos de Mardan han dejado de registrar a los que llegan porque sólo tienen lugar para 56.000 personas. Exactamente 315.603 personas están en el área y la mayoría debe dormir a la intemperie, sin carpas ni comida. En el Campo Jalala, en Takht Bhai y en Sheik Shahzad y Sheik Yaseen, en Mardan, no hay ginecólogas ni médicas mujeres para tratar a las mujeres pashtún, que mantienen una estricta purdah o confinamiento. Tampoco hay ambulancias ni unidades médicas móviles. Las oficiales del gobierno admiten que el éxodo interno en Pakistán excede el de los 2,5 millones refugiados afganos, que llegaron a Pakistán en 10 años. En 10 días, 1,4 millones de personas han huido de la guerra. Muchas familias se han separado en la desesperada huida y al menos se han detectado 1.077 chicos que han perdido a sus padres. Sin electricidad, sin agua, sin camas y sin la menor posibilidad de estar a la sombra bajo el sofocante verano paquistaní, la vida para estos desplazados es miserable. Han partido con lo mínimo y no tienen ni dinero ni trabajo ni familiares cercanos para poder mejorar sus condiciones. La policía les pega con sus bastones para organizarlos en una distribución de alimentos que no alcanzan y que se hacen con el agotamiento del escaso personal superado por la crisis humanitaria.
A los desplazados, se sumarán miles más porque la operación recién está avanzando en menos de la mitad del área a ocupar militarmente. Una transferencia ordenada de los desplazados será indispensable si el gobierno quiere controlar los campos y los disturbios potencialmente explosivos que puedan producirse.
Todos los partidos políticos apoyan la operación militar. El premier Yousouf Gilani acordó llamar a una conferencia para diseñar conjuntamente una política de seguridad. Pero el partido Jamiat Ulema Islam Fazl se disoció de este grupo. "El gobierno esta alimentándonos con información equivocada. Muchos inocentes -no sólo militantes- resultaron muertos een esta operación", dijo Maulana Fazlur Rehman, su líder. Si la tragedia humanitaria se agrava, los talibán van a reclutar miles de refugiados desencantados para su jihad o Guerra Santa y el gobierno podría sufrir consecuencias. El premier Gilani ha dedicado una fortuna para los desplazados pero no ha llegado a ellos, como tampoco llega ayuda internacional. Esta crisis es producto de las políticas de las superpotencias en la región. Los desplazados deberán recuperar una vida digna si el gobierno no quiere ser acusado de haberlos abandonado a su suerte.
María Laura Avignolo
Clarín
McChrystal es actualmente director del personal del Estado Mayor Conjunto, pero desde septiembre de 2003 hasta agosto de 2008, dirigió el Comando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC), que supervisa a unidades de elite como la Fuerza Delta del Ejército y los SEAL de la Armada.
El famoso periodista investigativo Seymour Hersh describió recientemente al JSOC como un “ala ejecutiva de asesinato” controlada durante muchos años por la oficina del ex vicepresidente Dick Cheney.
Hablando ante un público en la Universidad de Minnesota en marzo, Hersh calificó al JSOC de “un ala especial de nuestra comunidad de operaciones especiales que ha sido establecida independientemente… No dependen de nadie, excepto en los días de Bush-Cheney, cuando dependían directamente de la oficina de Cheney… el Congreso no lo supervisa… Es esencialmente un equipo de asesinato ejecutivo, y sigue y sigue adelante. ·
Aunque en su época no se informó ampliamente sobre las actividades de McChrystal en el JSOC, Newsweek publicó un breve artículo sobre su persona en junio de 2006:
Nadie habría mencionado para nada su nombre si el presidente George W. Bush no lo hubiera destacado en público. El teniente general Stanley McChrystal, salido de West Point en 1976, no es una persona sobre la cual el Ejército guste de hablar. Ni siquiera aparece en la guía telefónica de Fort Bragg, Carolina del Norte, su base de operaciones. No es que McChrystal haya hecho algo malo –al contrario, es una de las estrellas ascendientes del Ejército– es porque dirige la fuerza más secreta de las fuerzas armadas de EE.UU. Es el Comando Conjunto de Operaciones Especiales, los sujetos de ‘operaciones ocultas’ que comen serpientes, degüellan, que capturaron a Sadam Husein y atacaron a Abu Mussab al-Zarqaui.
JSOC forma parte de aquello a lo que el vicepresidente Dick Cheney se refería cuando dijo que EE.UU. tendría que “trabajar el lado oscuro” después del 11-S. Para muchos críticos, la observación del vice en 2001 impulsó su reputación como el Darth Vader de la guerra contra el terror y auguró lo malo que vendría, como los abusos en los interrogatorios en Abu Ghraib y en Guantánamo. Pero EE.UU. también tuvo su parte de Caballeros Jedi que combatían en lo que Cheney llama “las sombras”. Y McChrystal, un afable pero duro Ranger del Ejército, y la Fuerza Delta y los otros equipos de elite que comanda están entre ellos…
Rumsfeld está especialmente enamorado de las fuerzas de “acción directa” o así llamadas
SMU –Unidades de Misiones Especiales de McChrystal– cuya tarea es matar o capturar a sujetos malvados, dicen fuentes del Pentágono dispuestas a hablar sobre Operaciones Especiales sólo bajo condición de anonimato. Pero los críticos dicen que el Pentágono está prestando poca atención al lado de “mentes y corazón” de Operaciones Especiales que es crítico para la contrainsurgencia – como ser entrenar a ejércitos extranjeros y tener contactos con la gente del lugar.
Sin embargo, es posible que McChrystal, no sea un caballero tan blanco como lo presenta Newsweek. Una impresión mucho menos halagadora de su persona la presenta un artículo de Esquire que apareció al mismo tiempo que el de Newsweek. Ese artículo detalla revelaciones de un interrogador militar, “Jeff”, sobre el uso de la tortura “en un campo secreto utilizado por la Fuerza de Tareas 121, el máximo equipo de Operaciones Especiales, la punta de titanio de elite en la lanza de Donald Rumsfeld".
Era cosa de orgullo que la Cruz Roja nunca pudiera cruzar la puerta, dice Jeff. Es importante, porque desafiaba las Convenciones de Ginebra que exigen que la Cruz Roja tenga acceso a prisiones militares. “Una vez, alguien lo mencionó al coronel: ‘¿Los dejarán entrar algún día?’ Y él dijo, en ningún caso. Se lo habían dicho directamente el general McChrystal y el Pentágono que de ninguna manera podía entrar la Cruz Roja – no tienen acceso y nunca lo tendrán. Esta instalación está completamente cerrada para cualquiera que investigue, incluso investigadores del Ejército”.
En vista de la historia de la Fuerza de Tareas 121, fue una promesa notable. Formada en el verano de 2003, llegó rápidamente a una triste notoriedad. En agosto la CIA ya había ordenado a sus agentes que evitaran Camp Nama. Luego dos iraquíes murieron después de encuentros con Seals de la Armada de la Fuerza de Tareas 121 –uno en Abu Ghraib y otro en Mosul– y una investigación por un coronel en retiro del Ejército llamado Stuart Herrington, de la que se habló por primera vez en The Washington Post, encontró evidencia de palizas generalizadas. “Todos lo saben,” dijo un agente de la Fuerza de Tareas a Herrington. Seis meses después, dos agentes del FBI plantearon inquietudes sobre marcas de quemaduras sospechosas y otras señales de tratamiento brutal. Luego el jefe de la Agencia de Inteligencia de la Defensa informó que sus hombres habían visto evidencia de prisioneros con marcas de quemaduras y magulladuras y que una vez vieron a un miembro de la Fuerza de Tareas “golpeando al prisionero en la cara hasta el punto que el individuo necesitó atención médica”.
Fred Kaplan en Slate y Andrew Sullivan en The Daily Dish también han señalado la participación de la Fuerza de Tareas 121 en brutales interrogatorios y la aparente protección de los abusos por el general McChrystal.
Traducido del inglés por Germán Leyens
(mas...)
Muriel Kane
Raw Story/ICH by Rebelión
Jalikov pidió más fondos para ayudar a las personas desplazadas que llenan los polvorientos campos de refugiados para escapar de los ataques del ejército contra los insurgentes talibanes.
"Tenemos una cantidad masiva de gente que ha sido desplazada (...). Se han desplazado a una zona de clima hostil. No están acostumbrados a vivir con estas temperaturas", advirtió Jalikov.
El ejército paquistaní lanzó hace cuatro semanas una devastadora ofensiva contra posiciones talibanes en los distritos de Bajo Dir y Buner, a fines de abril, y en Swat, a principios de mayo, todos en el noroeste del país, para "elminar" a los insurgentes islamistas.
El lunes, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) indicó que 1,45 millones de personas escaparon de la zona de combates según las autoridades, sumándose a las 550.000 personas que se desplazaron el año pasado por enfrentamientos similares.
"Estamos tratando de poner al día la cifra creciente" de desplazados, dijo Jalikov, quien admitió que la ayuda desplegada hasta ahora "no era" suficiente "porque todavía no hemos alcanzado a quienes la están necesitando".
Solamente el 15% de los recientes desplazados están en campos de refugiados oficiales, precisó.
Las autoridades paquistaníes dijeron que el Bajo Dir y Buner volvieron a estar bajo su control e instaron a los desplazados a regresar a sus casas.
Mientras, la organización Human Rights Watch acusó este martes de que los talibanes, que los utilizan de escudos humanos, y el ejército, bombardeando, están causando un gran número de muertos civiles en los combates que se celebran desde hace tres semanas.
"Los habitantes de Mingora (capital del distrito de Swat), epicentro de los combates, han explicado a HRW que los talibanes han minado la ciudad e impiden a numerosos civiles de escaparse con el fin de utilizarlos como escudos humanos para disuadir a los militares a atacar", aseguró en un comunicado la organización internacional de defensa de los derechos humanos, con base en Nueva York.
"Las fuerzas armadas paquistaníes no parecen tomar las precauciones necesarias en sus bombardeos aéreos y de artillería, que han provocado un número importante de pérdidas humanas entre la población civil", añadió.
Del 1.500.000 personas, 1,3 millones se encuentran alojadas en casas particulares que los acogen y 131.000 en campos de refugiados.
En total en número de desplazado en el noroeste de Pakistán asciende a más de dos millones, una situación similar a la provocada tras el genocidio en Ruanda en 1994.
"Con casi el 80 por ciento de los desplazados registrados viviendo fuera de los campos en casa de familiares o amigos, debemos apoyarlos inmediatamente", alertó Brian Kelly, jefe del programa de emergencias de la Organización Mundial de las Migraciones.
El Gobierno paquistaní dio por roto a principios de mes un acuerdo de paz con los talibanes del valle de Swat (norte) -que aprovecharon la tregua para avanzar a distritos vecinos- y ordenó al Ejército lanzar una operación en la división regional de Malakand, donde se ubica Swat.
Esta operación ha provocado un éxodo masivo de los residentes de la región noroccidental.
El principal problema es el incesante aumento de la temperatura, que ya se sitúa en los 40 grados centígrados y que está previsto que suba en breve.
"Actualmente el calor es ya insoportable, con lo que estamos viendo como obtener telas e incrementar el reparto de agua para contrarrestar la situación", explicó en rueda de prensa Ron Redmon, portavoz del ACNUR, que acaba de volver de un viaje a la zona.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó del riesgo de epidemias y de enfermedades relacionadas con el consumo de agua, como la diarrea, y anunció que están investigando un posible brote de sarampión.
Otro de los problemas es que, como la mayoría de las personas huyeron de los combates y se marcharon de forma precipitada, no cuentan con documentación que pruebe su identidad.
La portavoz de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), Elisabeth Byrs, explicó hoy que Naciones Unidas está preparando un llamamiento para solicitar fondos de urgencia destinados a Pakistán, un esfuerzo que se unirá a la solicitud que realizará Islamabad el próximo día 21 en una conferencia de donantes.
Esas cifras no coinciden con el conteo de la Cruz Roja Internacional y con un informe del Gobierno títere afgano publicados el fin de semana, quienes coinciden en precisar los muertos civiles en el bombardeo estadounidense, en el distrito de Bala Buluk, situado en la provincia de Farah (suroeste), superan las 147 personas, entre ellos mujeres y niños.
Según los datos afganos, este bombardeo fue el más mortífero desde la invasión de Afganistán encabezada por Estados Unidos en 2001 para expulsar los talibanes del poder en Kabul.
El comunicado del ejército estadounidense indicó que "en total, los investigadores estiman que entre 60 y 65 talibanes murieron en estos bombardeos, mientras que al menos entre 20 y 30 civiles "podrían haber muerto" durante el ataque".
Es la primera vez que el Pentágono estadounidense da una estimación (minimizada) de la cantidad de víctimas. Hasta ahora se limitaba con afirmar que "cierto número" de civiles habían muerto.
El balance de muertos civiles causó conmoción mundial y no sólo provocó una enérgica reacción del presidente títere afgano, Hamid Karzai, que levantó una oleada de protestas mundiales.
"Los investigadores continúan su trabajo para intentar confirmar la cantidad de víctimas", agregó el documento estadounidense.
Karzai, que legitima la ocupación militar con su gobierno, pidió el "cese de los ataques aéreos" tras conocerse el de Bala Buluk, donde todo comenzó con un combate en tierra entre los rebeldes talibanes de un lado y los ejércitos afgano y estadounidense por el otro, antes de que se ordene un ataque aéreo.
El ejército estadounidense anunció que "estudiaría" nuevamente las condiciones de empleo de su fuerza aérea para intentar reducir los riesgos que corren los civiles.
Una semana después de este bombardeo, el secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, anunció la sustitución del comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, el general David McKiernan, en servicio desde junio de 2008, por el actual director del Estado Mayor conjunto, Stanley McChrystal.
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