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Encuentro con Leonel Fernández |
Mi encuentro con Leonel Fernández, Presidente de la República Dominicana Se produjo el pasado lunes 2 de Marzo, a las 4 y 58 de la tarde.
Lo conocí en República Dominicana cuando lo eligieron por primera vez como Presidente. Fue particularmente deferente conmigo. Habló de sus primeros esfuerzos por incrementar la capacidad de generar electricidad con mucho menos consumo de fuel oil, cuyos precios crecían rápidamente.
Nadie le regaló el cargo; llegó a él a través de una especie de selección natural en virtud de la cual ascendió políticamente a medida que los acontecimientos históricos se desarrollaban.
Hijo de una mujer dominicana que, como otros muchos compatriotas suyos, había emigrado a Estados Unidos, fue llevado en compañía de su hermano a la ciudad de Nueva York, donde aprendió a leer y escribir.
Tuvo la suerte de que la madre seguía de cerca los problemas de su patria, y le trasmitía opiniones y criterios revolucionarios que lo condicionaron para los nuevos tiempos que vivía el pueblo dominicano.
Por vías diferentes a las mías llegó a criterios propios, que determinaron su actitud ante situaciones que eran parecidas, y a la vez muy diferentes, a las que yo viví 23 años antes en Cuba, donde sin haber cumplido 6 años de edad, una joven maestra cubana, junto a dos hermanas, sin duda de extracción pequeño burguesa santiaguera, vivían en condiciones de bastante pobreza, después de estudiar, una medicina, otra magisterio y la tercera piano en una universidad de Haití, el país vecino más próximo a Cuba y a la patria de Leonel Fernández.
Me correspondió la dura experiencia del hambre, sin saber en qué consistía, confundiéndola con un feroz e inusitado apetito, en la Ciudad de Santiago, donde vi asombrado por primera vez una ciudad, y la maestra que atendía la escuela de Birán, en pleno machadato, no recibía salario seguro y sí una buena pensión de mi casa, persuadiendo a la familia de que me enviaran a Santiago.
Aprendí a sumar, restar y multiplicar, gracias al forro rojo de una libreta escolar, antes de leer y escribir. Comencé así a ejercitar la imaginación, pero me retrasaron dos años, que con esfuerzo, recuperé más tarde.
Tal vez de este modo se comprende mejor mi interés en conversar con Leonel a la luz de los tiempos actuales.
Conocí a Juan Bosch, historiador e ilustre personalidad dominicana en 1946, cuando no había cumplido aún 20 años, era estudiante del segundo año de la carrera de Derecho y líder de los estudiantes de esa Facultad, presidente por añadidura de la organización de solidaridad con la democracia dominicana, en la lucha de ese valiente pueblo contra la tiranía trujillista, erigida por las fuerzas norteamericanas que habían intervenido la isla en 1928.
Bosch y yo estábamos en el batallón Sandino, héroe nicaragüense que luchó contra los interventores yankis y fue asesinado por esto, a raíz de otra intervención imperialista en aquel país centroamericano.
El prestigioso intelectual dominicano no era el jefe de aquella expedición. La dirigían otros políticos dominicanos. Casi todos actuando de buena fe, pero movidos por ideas e intereses de clase, incluso oligarcas y burgueses.
Lo peor es que en lo que se refiere a Cuba lo dirigía lo más corrompido del Partido Revolucionario Cubano, (Auténtico), nombre hurtado al Partido Revolucionario Cubano creado por Martí para luchar por la independencia de Cuba y Puerto Rico, los dos últimos, enclaves coloniales de España en América Latina a fines del siglo XIX.
Nadie entendía el confuso galimatías del Profesor de Fisiología Grau San Martín, heredero de la Revolución desatada por Antonio Guiteras Holmes, Ministro de Gobernación del Gobierno Revolucionario, que surgió tras el machadato, después de la caída del tirano en 1933.
El hambre inocente a la que ya me referí completaba el cuadro.
Cuando la Revolución triunfa el 1 de enero de 1959, Leonel por su parte había cumplido apenas 6 años.
Jiménez Moya, que junto a otros revolucionarios dominicanos aterrizó en las inmediaciones de la Sierra Maestra en un avión civil venezolano, conduciendo 150 fusiles semiautomáticos Garand que disparaban 9 cartuchos 30.06 por peine, y un fusil FAL que personalmente me envió el almirante Larrazábal, quien presidía el Gobierno Provisional venezolano, a la caída del dictador pro yanki Pérez Jiménez, se incorporó a nuestras fuerzas en unión de otros compatriotas suyos, cuando librábamos los últimos combates en la región oriental de Cuba.
En el cerco de un batallón enemigo de tropas especiales bien entrenadas, fue herido de gravedad. Atendido por nuestros médicos de campaña se recuperó y estuvo listo para la operación el 14 de junio en Santo Domingo en el año 1959.
Ese día, a las 6 y 20 de la tarde, 56 combatientes dominicanos aterrizaron en el aeropuerto militar trujillista de Constanza, sin que les quedara otra alternativa a esa hora que hacerlo en ese punto y no en el sitio escogido. Casi en su totalidad murieron después de heroica lucha.
Otros 169 llegaron por mar días después y corrieron la misma suerte. La idea coordinada y elaborada por los propios combatientes no pudo instrumentarse. El adversario, como siempre acudió a la tortura y el terror. Es una historia que estaría por escribir.
La sangre común derramada en nuestras luchas por la independencia y en las décadas del 50 y el 60 unió para siempre a nuestros pueblos.
Ya triunfante la Revolución en Cuba, bajo el gobierno de Eisenhower, el país fue sometido a férreo bloqueo económico, una feroz campaña terrorista y atacado posteriormente por Girón, con tropas mercenarias cubanas.
El coronel Francisco Caamaño Deñó se subleva contra la jefatura militar trujillista en el año 1965 y exige el regreso de Juan Bosch, que había sido electo Presidente por el pueblo en diciembre de 1961. A él y sus oficiales y soldados se une un grupo de revolucionarios que se habían entrenado en Cuba.
El Congreso dominicano lo elige Presidente de ese país.
El gobierno imperialista de Estados Unidos, asustado por los acontecimientos, envía la 82 división aerotransportada y más de 40 mil hombres de la infantería de marina a ocupar la isla.
Caamaño mantuvo a raya aquellas poderosas fuerzas invasoras y los hostigó sin descanso, obligándolos a negociar. Había jurado que no se rendiría jamás. Cuando aquéllos habían suscrito un acuerdo, con garantías que nunca cumplieron, el coronel Caamaño abandonó el territorio nacional y fue designado por el gobierno como agregado militar en Londres.
Pero no era hombre que se resignara a esa tarea. Quería regresar a Santo Domingo para luchar contra los que oprimían a su pueblo. Se dirigió a nosotros solicitando nuestra cooperación.
Tampoco deseábamos que entregara su vida en cualquier momento, habríamos deseado circunstancias más favorables, pero nuestra palabra era sagrada.
Vivió entre nosotros un tiempo, apoyado en la promesa de facilitarle el regreso con las armas en la mano tan pronto lo decidiera.
Guardaremos siempre como un gran honor la confianza que depositó en nuestro pueblo.
Es otra historia que está por escribir con todo el rigor necesario.
Sabía que Leonel, entre otras cosas, admiraba la cultura de nuestro pueblo. Me permití por ello presentarle una página con 26 líneas que contiene una brevísima historia del poeta negro Gabriel de la Concepción Valdés, conocido como Plácido que, el 1 de Marzo de 2009 cumplió un aniversario más de su arresto, junto a otros de su raza. Se le acusó de conspirar en contra de los blancos y después de 4 meses de prisión fue fusilado el 29 de junio de 1844.
Tal era el concepto de justicia que el imperio español durante siglos aplicó en Quisqueya y en Cuba.
Yo había conocido, cuando cursaba el 6to grado de primaria en el Colegio Dolores de los Jesuitas, la famosa Plegaria a Dios del genial poeta que siempre recordé.
Leonel lo leyó, con él estaba el compañero Esteban Lazo, Miembro del Buró Político, designado recientemente por el Partido para organizar el 200 aniversario del nacimiento del poeta, que se inicia dentro de 15 días.
Me alienta saber que nuestro pueblo podrá conocer la vida, el pensamiento y los versos insuperables de Plácido.
Donde la conversación con Leonel adquiere su mayor dimensión es cuando entra en el tema del costo de la actual crisis. A partir de ese instante, su mente no cesa un minuto de elaborar razonamientos, para expresar con cifras exactas cada uno de los capítulos principales del costo de la actual crisis.
Comienza por esclarecer la duda, casi universal, y la confusión entre el significado del billón inglés y el billón español.
Un billón inglés significa solamente 1000 millones.
Un billón en español significa para nosotros un millón de millones.
En las notas y en las cifras de cables y artículos se crea una enorme confusión.
Por ello Leonel utiliza la palabra trillón, califica así al billón norteamericano. Su significado exacto equivale al millón de millones.
Si desea señalar el PIB de Estados Unidos, que alcanza la cifra de casi 15 millones de millones, él lo expresa afirmando que el PIB de esa poderosa nación se aproxima a 15 trillones de dólares.
Formulada la aclaración, no se detiene un minuto en explicar a cuánto asciende lo gastado por Bush en la guerra de Iraq, añadido al déficit anual en el presupuesto de ese país, lo que calcula uno por uno, hasta el próximo 19 de marzo; le agrega de inmediato el plan de rescate de Bush; acto seguido suma el plan de rescate de Obama y así sucesivamente.
En este caso se limita a lo que la crisis cuesta en Estados Unidos. Comienza el cálculo de lo que a su vez cuesta a los países de Europa, primero a los de la eurozona, que son apoyados por el Banco Central europeo, después los de todos los países del Este Europeo y por último Gran Bretaña y Suecia.
Sin detenerse, Leonel pasa a revisar los costos en los países del resto del mundo.
Hace comparaciones entre el PIB, de Estados Unidos y las demás naciones. Los suma todos. Calcula los déficit planteados en cada una de ellas. Pasa a calcular los préstamos que llevan a cabo los bancos para sostener la producción de cada una de las empresas productivas, las veces que prestan el dinero depositado en los bancos, las sumas del total de préstamos, generadores de derivados tóxicos, y el ascenso a cifras que equivalen a cientos de trillones de dólares.
La especulación financiera impera por doquier, afirma Leonel.
“En la especulación actúan personas que no producen”.
“Alguien vende un petróleo que no produce y alguien compra un petróleo que no piensa consumir”.
“Ocurre lo mismo con los alimentos”. “Así ocurre con todo”. La hipoteca se convierte en un título que se comercializa en el mercado, prosigue, sin que el dueño de la casa lo sepa. Puede perder su vivienda en virtud de una operación que se realiza en un país distante.
“El neoliberalismo se desmorona por sí mismo”. “Volver a los principios del keynesianismo no resuelve la crisis actual”. “Eso implica la búsqueda de nuevas ideas”. Leonel sabe que las cifras son abrumadoras, le preocupa la necesidad de que tales sumas sean comprendidas aunque parezcan absurdas y promete seguir suministrando datos.
Yo definiría la tesis de Leonel tal como él ve las cosas: el capitalismo es un sistema que suda toxinas venenosas por todos los poros.
Con la pasión con que su voz se escucha, deduzco que los yankis maldecirán la aritmética que le enseñaron a Leonel en Nueva York, cuando aprendió a leer y escribir.
Por su parte, el poderoso órgano de las finanzas internacionales, Wall Street Journal publica el 2 de marzo un artículo de Tunku Varadarajan, afirmando que Nouriel Roubini, el gurú económico, sostiene firmemente que una intervención temporal es la mejor solución a la crisis financiera.
“Nouriel Roubini, siempre se viste de blanco y negro, lo conozco desde hace casi 2 años y lo he visto en distintas situaciones, camino a clase en la Escuela de Negocios Stern, de la Universidad de Nueva York, donde es profesor; tomando una copa de vino en su lobby, en el barrio de Tribeca, en Manhattan; en una conferencia académica, sentado sabiamente en la tarima; en una fiesta bohemia en el barrio de Greenwich Village a las 3 de la mañana”.
“Siempre luce un traje negro con una camisa de lino blanca”.
Roubini es dueño de la firma de consultoría Roubini Global Economics, ubicada en el centro de Nueva York. Es en la actualidad la persona cuya opinión sobre la crisis es la más solicitada por los principales órganos de prensa de Estados Unidos.
“La idea de que el gobierno desembolse millones de millones de dólares para rescatar instituciones financieras y seguir gastando en activos incobrables no es atractiva, porque entonces el costo fiscal es mucho mayor, en lugar de ser visto como algo bolchevique, la nacionalización es vista como pragmática. Paradójicamente, la propuesta está más orientada al mercado, que la alternativa de los bancos zombis”.
“Entonces, ¿será el nivel más alto del gobierno estadounidense receptivo a la idea de nacionalizar los bancos? ´Creo que sí´ afirma Roubini, sin dudar. ´Personas como Lindsey Graham, (el senador republicano de corte conservador) y Alan Greenspan (ex presidente de la reserva federal) ya le dieron una bendición explícita. Eso de alguna forma protege a Obama´”.
“Entonces, ¿cuál es exactamente la filosofía económica de Nouriel Roubini? ´Creo en la economía de mercado´, afirma, con algo de énfasis. ´Creo que la gente reacciona a los incentivos, que los incentivos son importantes, y que los precios reflejan la forma en que las cosas deberían ser distribuidas. Pero también creo que las economías de mercado a veces tienen fallas de mercado, y, cuando se producen, hay cabida para una regulación prudente (no excesiva) del sistema financiero´”.
Dos cosas en las que Greenspan se equivocó por completo fueron creer que, en primer lugar, el mercado se autorregula, y en segundo lugar, no hay fallas de mercado.
En dos palabras, para el periodista de The Wall Street Journal, Tunku Varadarajan y el eminente experto Nouriel Roubini, el sistema capitalista no puede funcionar sin el mercado, pero el mercado no puede dejar de regularse, por tanto, el Estado debe garantizar las dos cosas.
Comprendo la angustia de Leonel cuando medita seriamente sobre el costo de la crisis. La propia sociedad que ha impulsado al sistema capitalista desarrollado no sabe ahora cómo enfrentar el problema, y sus teorías más reconocidas lanzan ideas como las que acabamos de informar.
Con la mayor serenidad del mundo regresa a los problemas más concretos de Santo Domingo y va señalando cada una de las medidas que se propone tomar en los próximos años. En este punto, su caballo de batalla son los fondos sociales. Enarbola con fuerza la idea de que en los fondos sociales de los países de América Latina los descuentos de los salarios reales de los trabajadores constituyen una fuente de capital que, manejado por el Estado, acumula recursos que no pierden valor, por cuanto éste crece cada año.
Invertidos en viviendas y otros servicios decisivos de la población, descontando una parte real del trabajo vivo que se invierte cada año en ellos, el valor de tales fondos crecería continuamente.
Observando el desarrollo del Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Desarrollo he apreciado en los primeros dos días un fuerte acento de los economistas de prestigio internacional reunidos en Cuba, que se pone en la búsqueda de una fuente de acumulación de capital al servicio de la sociedad con esperanza de liberar a ésta de las crisis que está padeciendo.
De repente, ante el cúmulo de teorías y soluciones salvadoras, vienen a mi mente otras realidades y me pregunto.
¿Podrá la ciencia dar una respuesta urgente al descongelamiento de los círculos polares Antártico y Ártico, que se está produciendo a ojos vista, y que la atmósfera alcanza los niveles de calor más altos en los últimos 700 mil años, algo que Naciones Unidas y otras prestigiosas instituciones conocen? Comprendo que tales cifras pueden desalentar a unos pocos, pero ¿no sería peor ignorarlas? Ahí sin embargo no concluyó la conversación con Leonel. Me dijo que viajaría a Santiago de Cuba para poner unas flores al pie de la lápida que guarda los restos de nuestro Héroe Nacional. Fue éste quien en Montecristi declaró que se iniciaba la batalla final contra el poder colonial español, para liberar a Cuba y Puerto Rico. Con él viajaba Máximo Gómez, quien nos enseñó y perfeccionó en los campos de Cuba las cargas al machete.
Martí en Dos Ríos lanzó la consigna que presidió las luchas futuras de nuestro pueblo contra el dominio imperialista en los países de América Latina.
Antes de despedirnos me dijo: “¿Sabes una cosa? No quiero marcharme de Cuba sin visitar el cuartel Moncada” Yo ni siquiera había recordado aquella fortaleza en medio de tanta historia. No le hice muchos comentarios y le di las gracias por su deferencia. Quiso una foto de cámara digital. Se buscó una y se tomó la imagen. Cuando me dijo que no quería exponerse a que lo desmintieran, le respondí bromeando que nadie correría ese riesgo, porque sabían que yo podría montar en avión y aterrizar en un país vecino.
Así transcurrió agradablemente el tiempo. Mientras escribía estas líneas el miércoles 4, escuché las encendidas palabras de Manuel Zelaya, Presidente de Honduras, que asistió al Encuentro sobre Globalización y Desarrollo, y ayer había pronunciado un gran discurso en ese evento. Más encendida todavía fueron sus palabras con que condenó el bloqueo a Cuba; su oratoria es impresionante. Lástima que se marche hoy sin saludarlo. Es la segunda vez que visita Cuba. ¿Pero qué hago, de dónde saco tiempo?
Fidel Castro Ruz

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, multitud, politica, sabiduria.
Lo vi. No me quedaba otra alternativa. Inventé el tiempo.
Estoy obligado a decir el máximo en pocas palabras o no decir nada, y no siempre puedo.
Acabo de hablar, en síntesis apretadísima, sobre Juan Bosch, la expedición contra Trujillo, los dramáticos episodios protagonizados por los revolucionarios dominicanos, quejándome de que la historia real no se ha escrito todavía.
Hoy temprano recibo otra carta de la periodista Daily Sánchez Lemus, del Sistema Informativo de la Televisión Cubana, que quiere escribir la historia real de José Ramón Mejía del Castillo, Pichirilo. Me pide datos que el gran maestro del periodismo cubano Guillermo Cabrera Álvarez conoció por mí, relacionados con quien fuera entre los revolucionarios, uno de los más audaces dominicanos en la lucha contra los invasores yankis.
Le escribiré a Daily contándole lo que conozco de él.
Para no extender demasiado esta reflexión, responderé telegráficamente lo que se pregunta sobre el encuentro con el Presidente de Honduras.
Es muy joven. “Solo 4 años en toda mi vida puedo ser Presidente de Honduras. Pertenezco al Partido Liberal; mi país es muy conservador, comenzando por el propio Partido en que milito”. Escribo sus palabras casi textualmente, tal como las percibí. Cualquier error es responsabilidad únicamente mía.
Eso no le ofrece al líder de un país ni siquiera un segundo, en busca del Estado Eficiente, que cualquier sociedad necesita hoy más que nunca, sentencié.
Es sin duda un hombre bueno, con fuerte dosis de tradición e inteligencia asombrosa. Su voz en la tribuna es trueno, en la conversación personal, discreta y de acento familiar.
Su clase social desciende de los primeros españoles que poblaron el corazón de la antigua civilización maya. Como en todos los demás territorios conquistados con sus caballos y espadas de acero, tomaron posesión de la tierra.
Las familias se trasmitieron las propiedades a lo largo de siglos. Cuando llegó la hora de la independencia en Iberoamérica, constituyeron las oligarquías, que fueron dueñas de los nuevos países independientes.
En Centroamérica el curso histórico estuvo determinado por el recién nacido imperialismo yanki, que intentó apoderarse directamente de sus territorios.
De la lucha por defender la soberanía surgieron extraordinarias figuras históricas.
Francisco Morazán, legendaria personalidad centroamericana, era de origen hondureño y fue elevado a la Presidencia de los estados de la región. Gobernó 10 años. Zelaya lo define como un hombre de pueblo, que no pudo estudiar en la universidad, pero dotado de una inteligencia excepcional, que simbolizó la lucha de sus pueblos.
Entre esos Estados estaba Costa Rica. Allí sin embargo fue traicionado por la más rancia derecha que instrumentó un golpe de estado y asesinó a Morazán. Zelaya prometió enviarme libros que ilustran la historia de este singular héroe centroamericano.
Zelaya, como los demás de su clase social, realizó sus estudios en escuelas religiosas. Si a mí, en condiciones muy diferentes, me correspondieron los hermanos de La Salle y los Jesuitas, a él lo enviaron a los de la Orden de los Salesianos.
Procedente él de una familia de rancio abolengo, lo educaron en la religión cristiana, que constituye la base de sus sentimientos actuales. Como Hugo Chávez, encontró en las ideas de Cristo la fuente de inspiración que alimenta su concepción de la justicia; no pueden acusarlo de marxista o comunista.
Sin embargo, me cuenta: “Cuando viajé a Cuba la primera vez, apenas iniciado mi periodo de gobierno, me trataron como el peor de los enemigos. No me perdonaban que le pidiera excusas a Cuba por haber sido Honduras país de entrenamiento de invasores. El gobierno de Estados Unidos consideraba que yo debía ser destruido por esa conducta”.
Para Zelaya, “el sistema capitalista es la más repugnante concepción de la justicia que pueda albergar el ser humano”.
Le pregunté por la extensión de Honduras. “Alrededor de 112 mil kilómetros cuadrados” respondió. Cuba posee casi exactamente igual, comenté.
¿De ellos cuántos son de pinares? vuelvo a preguntarle. Hizo cálculos: “50 mil”, me dijo. ¿Cuántos pinos por hectárea? “mil pinos” ¿Cuántos metros cúbicos por pino? “Uno y medio calculándolo conservadoramente”
Producen, por tanto, alrededor de 1 500 metros cúbicos por hectárea. ¿Cuánto pagan? “Doscientos dólares, más o menos”, esto significa que ustedes recibirían apenas 300 millones de dólares por año. No alcanzaría casi ni para cubrir los costos ¿Por qué hay que exportar la materia prima en bruto? Ellos, a principios del siglo pasado, exportaban las casas en piezas, a precios elevados. Mi padre compró una de ellas en la que vivía la familia.
Zelaya es un hombre que sufre profundamente los abusos del imperio.
“Somos productores de café. La cosecha crece año por año” ¿Cuánto de ese café ustedes industrializan? “Ni siquiera un 10%” respondió. “¡Ese es un verdadero abuso!” le dije, ellos cobran el café tostado después, decenas de veces más caro.”
En un momento de la conversación me contó que ellos subsidiaban su agricultura y vendían después los granos más baratos, reduciendo los ingresos de los agricultores hondureños que perdían los mercados. Citó el ejemplo del maíz que los mayas usaban como su fundamental fuente de alimentación. Hoy ni siquiera el sector campesino podría vivir de ese cultivo.
A través de su pensamiento podía apreciarse su profunda aversión al sistema económico de Estados Unidos.
De repente recuerda con orgullo la cultura del pueblo maya. Me cuenta que los años de aquella cultura eran más exactos que los años del cristianismo occidental. “El mundo actual utiliza el sistema decimal, los mayas poseían un sistema veintesimal, dos veces más exacto”.
Realmente, por primera vez en la vida había escuchado ese detalle, la ventaja de utilizar dos más cero en vez de uno más cero. Me prometí a mi mismo informarme un poco más sobre el tema.
En ese momento Zelaya expresó su entusiasmo por disponer Honduras de un lugar como Copán donde se conservan con más pureza los restos de cultura maya, sus símbolos de piedra, esculpidos con singular arte. En ese instante prevalecía en él su mentalidad de estadista, que piensa en términos económicos. “Medio millón de turistas visitan ya Honduras cada año. Muchos norteamericanos vienen, interesados por esa cultura y la autenticidad de esas reliquias históricas”.
De repente, baja el tono de su voz y me confiesa: “lo malo es que los mayas no conocían los metales, vivían en la edad de piedra, por eso nos conquistaron” me dijo con tristeza.
Yo ignoraba que el 19 de julio de 1980, mientras hablaba a una multitud de nicaragüenses y centroamericanos en la plaza de Sandino, un joven hondureño de 17 años y futuro Presidente de Honduras estaba entre ellos.
Así es el hombre con el cual me reuní.
Fidel Castro Ruz
El líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, afirmó que "por mi mente no pasó nunca la idea de que algún día tendríamos que rendir cuenta de nuestra modesta existencia".
En un artículo intitulado "Lo que conté sobre Pichirilo", divulgado la víspera por la publicación digital Cubadebate, Fidel Castro relata sus recuerdos sobre el combatiente dominicano Ramón Emilio Mejías del Castillo, a quien conoció en 1947 cuando ambos formaron parte de una expedición para derrocar al dictador Rafael Leónidas Trujillo.
“Diez años más tarde, cuando el Granma zarpó de Méjico, Pichirilo se había unido a nosotros e iba, con toda su audacia y coraje, como segundo jefe de la embarcación. Ojalá hubiese sido el primero, pero tal tarea correspondió a un Comandante de la Marina de Cuba que se suponía experto en las costas y puertos de nuestro país”, señala.
“Ignoraba realmente cómo Pichirilo pudo salvar su vida después del desembarco del Granma cuando nuestro destacamento fue prácticamente exterminado”, agrega.
A continuación expresa que Pichirilo fue uno de los 19 expedicionarios del Granma que lograron escapar sin ser torturados, asesinados o enviados a prisión.
“La tarea de conocer más sobre él corresponderá a los que investiguen la vida del combatiente dominicano. Solo conozco que luchó, con el grado de Comandante, bajo las órdenes de Caamaño, contra los soldados de la 82 división aerotransportada, que sumados a más de 40 mil infantes de marina, desembarcaron en Quisqueya”, subraya.
El líder de la Revolución cubana añade que posteriormente, el 12 de agosto de 1966, Pichirilo fue atacado a tiros “por los órganos de inteligencia de República Dominicana, durante la Presidencia de Joaquín Balaguer, órganos que estaban bajo la égida del Gobierno de Estados Unidos”.
“Murió horas después, el 13 de agosto cuando yo cumplía 40 años. Su muerte provocó una ola de protestas en la Ciudad de Santo Domingo y su entierro devino en una combativa manifestación de repudio al débil gobierno de Balaguer”, apunta.
“Nadie agradecería más que yo -indica- una biografía de Ramón Emilio Mejías del Castillo, no importa cuán modesta sea. Vale la pena que hombres como él, Jiménez Moya, y otros heroicos combatientes, sean conocidos por dominicanos y cubanos”.
El artículo del líder de la Revolución cubana responde a una carta de una periodista del Sistema Informativo de la Televisión Cubana, quien le solicita datos sobre Pichirilo para una investigación histórica.
A continuación el texto íntegro:
Lo que conté sobre Pichirilo
Prometí responder pronto a la periodista Daily.
Ella, en la carta que mencioné ayer, dijo:
Comandante:
Mi nombre es Daily Sánchez Lemus, soy graduada de periodismo en el año 2006, y trabajo en el Sistema Informativo de la Televisión Cubana desde entonces.
Terminé mi carrera con una tesis sobre el periodismo de Raúl Gómez García. Recuerdo que a finales de 2005 e inicios de 2006, le escribí en tres ocasiones pidiéndole más luces sobre la prensa clandestina de Son los Mismos y El Acusador, y algún detalle que recordara, o algún comentario especial que le mereciera Gómez García.
Aquella vez no pudo ser y recibí respuesta de las tres misivas, en las que me solicitaban que me remitiera a la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. Sé muy bien la carga de trabajo, las responsabilidades suyas, por eso entonces comprendí que mi tesis tendría que salir sin su testimonio. Y le cuento que salió. “Raúl Gómez García, el Periodista del Moncada”, fue el título que le di, tratando de demostrar que aquel joven, además de poeta, fue un periodista de filas.
Una vez que terminé la tesis, un amigo que quise mucho -y aún quiero-, maestro de periodistas, Guillermo Cabrera Álvarez, me dijo: "Tengo tantas cosas que escribir, que yo sé que no me dará tiempo a hacerlas todas a la vez. Te voy a regalar una historia". Fue entonces que, inspirado por no sé qué cosa, abrió unas de las gavetas de su buró, y me entregó en un sobre amarillo las primeras señas de una novela de amor. Y fue entonces que conocí a Pichirilo, el dominicano que vino en el Granma, el que usted conocía desde Cayo Confites.
Escribir esta historia es para mí, además de algo tremendamente especial, un homenaje pendiente a la Historia de mi país, a la de República Dominicana y a Guillermo. Ahora es como si hubiera navegado en el Granma y llegado hasta estas aguas con ustedes, y luchado junto a Caamaño. Ahora Dominicana va mucho más cerca de mí. Todavía me falta mucho por investigar y por leer, pero trato de combinar esa investigación con mi trabajo.
Ramón Emilio Mejías del Castillo, Pichirilo, llegó al Granma porque usted sabía que él conocía mucho sobre navegación, que era valiente y tenía ganas de luchar contra dictadores como Trujillo y Batista. Collado, en una entrevista que le realicé a fines de 2006, definió a Pichirilo de una manera romántica y reveladora: “Pichirilo mareaba al mar”. Pero usted, sin dudas, era la persona que más lo conocía, que sabía de su carácter y sus peculiaridades... esas tan necesarias para escribir y para que otras personas conozcan.
Lamentablemente lo que conozco sobre Pichirilo es de gran interés humano, pero sumamente poco, lo cual demanda de quien escriba sobre él un especial esfuerzo para reunir los datos pertinentes sobre la personalidad que en un brevísimo periodo de su vida conocí.
Por mi mente no pasó nunca la idea de que algún día tendríamos que rendir cuenta de nuestra modesta existencia.
No sé de dónde salió Pichirilo. Era un dominicano que se enroló en la expedición convocada para derrocar a Trujillo en 1947.
Cuando partí de la costa situada al noroeste de Antilla rumbo al distante Cayo Confites, al noroeste de Nuevitas y muy próximo a Cayo Lobo de Las Bahamas inglesas, a unas pocas millas de distancia, lo hice en una especie de embarcación patrullera pequeña, a cuyo mando estaba un hombre de mar, menudo, con el rostro curtido por los rayos del sol. Su nombre era Pichirilo. Después de navegar largas horas llegamos al Cayo.
Lo vi después, cuando viajé unos días al Puerto de Nuevitas, por el mes de julio, para hacer contacto con la familia y darle noticias de mi vida.
Regresé de nuevo al Cayo. En esos trayectos hice amistad con Pichirilo; era varios años mayor, yo no había cumplido 21 y era un simple enrolado en aquella expedición que reunió más de mil hombres.
Pichirilo continuaba yendo y viniendo del Cayo a Nuevitas, suministrando víveres para la expedición.
Conversé bastante con él cuando asaltamos la goleta Angélica, de Trujillo, que viajaba de Miami a Santo Domingo, pasando por las inmediaciones de Cayo Confites. Recuerdo que Pichirilo fue quien la identificó a bastante distancia e informó al mando de las fuerzas acantonadas en el Cayo.
Sobre el islote cubano volaban rasantes, en tareas de exhibición y aliento, los cazas T-33 que contaba la expedición antitrujillista y se mostraban de cuando en cuando. No sabía más nada.
Llevábamos allí meses cuando los sucesos de Orfila estremecieron la expedición, mucho más deseosa a partir a su destino que permanecer en el inhóspito cayo.
El primer movimiento de su peculiar mando bajo la égida de los pseudorrevolucionarios y corrompidos jefes cubanos, fue hacia el este, en maniobra de amenaza a la Jefatura del Ejército Nacional.
En el Cayo de Santa María, al norte de Caibarién, se produjeron deserciones masivas. En el buque de desembarco “Aurora” viajaba el Batallón Sandino y otros componentes de la expedición. Yo era Teniente y segundo Jefe de la Compañía de vanguardia de un batallón que viajaba en la proa del barco, con un fusil ametralladora como antiaérea.
Esto merece mencionarse solo por un hecho: Mi amigo Pichirilo era el Segundo Capitán del “Aurora”, donde viajaban Rodríguez, exsenador dominicano y jefe de la expedición; Maderme, ciudadano cubano, jefe de regimiento, con prestigio histórico por haber sido jefe antimachadista en la expedición de Gibara, norte de Cuba, y otros jefes importantes.
La traición de Masferrer al mando del "Fantasma", la otra embarcación de desembarco en muchas mejores condiciones técnicas, determinó mi sublevación, ya que no me resignaba a la entrega del barco. A eso se reducía el cumplimiento de la orden de la Marina.
Genovevo Pérez Dámera, jefe del Ejército de Cuba, se había vendido a Trujillo por millones de dólares.
Mi gran reconocimiento a Pichirilo parte del hecho que tomó el mando del buque para apoyarme y en coordinación conmigo, realizó grandes y audaces esfuerzos por engañar a la corbeta de la Marina de Cuba que, con los cañones de proa listos, nos ordenó en el extremo oriental de Cuba retroceder hacia el puerto de Antilla, en la Bahía de Nipe, donde el resto de la expedición estaba ya prisionera. Mi objetivo era salvar el grueso de las armas que llevaba el “Aurora”.
En torno a eso giró todo.
No repetiré lo ocurrido el resto de la tarde que se relaciona con todo lo que viví ese día.
Diez años más tarde, cuando el Granma zarpó de Méjico, Pichirilo se había unido a nosotros e iba, con toda su audacia y coraje, como segundo jefe de la embarcación. Ojalá hubiese sido el primero, pero tal tarea correspondió a un Comandante de la Marina de Cuba que se suponía experto en las costas y puertos de nuestro país.
Ignoraba realmente cómo Pichirilo pudo salvar su vida después del desembarco del Granma cuando nuestro destacamento fue prácticamente exterminado.
Supe por estos días que Pichirilo fue uno de los 19 expedicionarios del Granma que lograron escapar sin ser torturados, asesinados o enviados a prisión.
La tarea de conocer más sobre él corresponderá a los que investiguen la vida del combatiente dominicano. Solo conozco que luchó, con el grado de Comandante, bajo las órdenes de Caamaño, contra los soldados de la 82 división aerotransportada, que sumados a más de 40 mil infantes de marina, desembarcaron en Quisqueya. Fue atacado a tiros el 12 de agosto de 1966 por los órganos de inteligencia de República Dominicana, durante la Presidencia de Joaquín Balaguer, órganos que estaban bajo la égida del Gobierno de Estados Unidos. Murió horas después, el 13 de agosto cuando yo cumplía 40 años. Su muerte provocó una ola de protestas en la Ciudad de Santo Domingo y su entierro devino en una combativa manifestación de repudio al débil gobierno de Balaguer.
Nadie agradecería más que yo una biografía de Ramón Emilio Mejías del Castillo, no importa cuán modesta sea. Vale la pena que hombres como él, Jiménez Moya, y otros heroicos combatientes, sean conocidos por dominicanos y cubanos.
Fidel Castro Ruz
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