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Arreglando la economía a ojo de buen cubero |
Nuestra economía (EEUU) está tan jodida que no se podrá arreglar a ojo de buen cubero… que es lo que nuestro gobierno intenta hacer: ajustes capitalistas que no darán la talla para copar con el ladroneo y avaricia que hemos creado. Solo aceptando la verdad de lo que ha estado ocurriendo, y ajustándonos el cinturón uno o dos agujeros ayudarán; pero la verdad y el sacrificio son palabras que ya no parecen existir en nuestro léxico.
Por dos décadas he intentado no perderme la oportunidad de escuchar, o ver, al Jefe del Banco Central cuando ha comparecido ante algún comité del congreso a dar sus respuestas y exhibir sabiduría sobre el estado de nuestra economía. Sí, he observado muy de cerca a este dueto a veces dinámico y en ocasiones profesoral, reverenciado y aparentemente encargado de ese cetro del capitalismo. Primero al idiota egocéntrico, y parlanchín de jerigonza, Alan Greenspan; y ahora, a su sucesor Ben Bernanke.
Ben S. Bernanke compareció el martes (3/3), por segunda vez en una semana, ante el Comité Bancario del Senado, quien dado el estado precario de nuestra economía era de esperar recibiese un atisbo de de irreverencia y enojo por haber tomado parte en ese atraco a la economía, y sin embargo recibió esa deferencia sumisa, algo típico de nuestros políticos. Tan solo Bernie Sanders, el senador de Vermont – asignado como “independiente” aunque sus credenciales sean socialistas – demostró con sus preguntas una medida de lógica rociada con una pizca de desdén.
Claro está, Bernanke exhibió sus verdaderos y evasivos colores camaleónicos instando una acción rápida y audaz por parte del gobierno para que las cosas no empeoren, en ámbito o duración. Y como lo hiciera una semana antes, cuando dijera a ese mismo comité que existía una “perspectiva razonable” de que la recesión concluyera a finales del 2009… “si” los esfuerzos combinados del gobierno de Obama, el Congreso y el Banco Central lograban restaurar una estabilidad financiera.
¿De Perogrullo, no? A lo que terminamos preguntándonos… ¿debe el Congreso esperar mucho mas del jefe del Banco Central?
Desde que se creó en 1913 bajo el Acta de Reserva Federal, el Banco Central (Fed) ha tenido un historial irregular, por lo menos en cuanto a las declaraciones hechas por su jefe como voz de la Junta de Gobernadores. Si comparas a esta junta de siete, todos nombrados por el presidente del país, como equivalente-económico al Tribunal Supremo, algo que yo hiciera en el pasado, caerías en un error garrafal. Por lo menos cuando el Tribunal Supremo hace su fallo en un caso, sabes inmediatamente como sus nueve miembros votaron en esa decisión y sus razones tanto en la opinión mayoritaria como en la minoritaria.
¡Algo totalmente diferente de lo que ocurre con el Fed!
Es el Jefe del Banco Central quien promulga lo que nos hacen creer es el consenso de la Junta. Algo que puede o no ser, desde que ningún miembro aparenta dimitir por estar en desacuerdo con el Jefe en cuestiones criticas.
¡Toda una dictadura fiscal!
Después de tantas decisiones ridículas que tomase el seudo-Nostradamus Greenspan, la mayoría con matices políticos, ningún gobernador entre los siete sacó a relucir su pancarta de disensión, lo que refuerza mi creencia de que la verdadera misión de estos individuos no es el dirigir un sistema bancario de forma eficiente y efectiva, sino mas bien el salvaguardar al capitalismo como sistema.
¡Y eso si que es triste!
Parece un poco tragicómico el que reclutemos personas de estas instituciones que han permitido el saqueo de nuestra economía, así como las economías de muchas otras naciones, como los generadores de soluciones para poder restaurar la estabilidad financiera.
Lo siento, pero ni Ben Bernanke ni el otro “producto” de la Fed (que fuera presidente del Banco de Reserva Federal de Nueva Cork), Timothy Geithner, tienen la credibilidad para poder diseñar un mapa de restauración… o ser honestos con los ciudadanos de esta nación.
Cuando la verdad no es parte de la baraja política, y el país se encuentra en una situación inconcebiblemente difícil, como ocurre hoy, todo lo que podemos esperar de estos individuos es el que saquen soluciones de su manga a ojo de buen cubero.
Y como si las visitas al Congreso este martes (3/3) por parte de Bernanke y Geithner no hubiesen sido poco, Obama tuvo que entrar la refriega fiscal como defensor de los mercados financieros (Wall Street, en realidad) tratando de convencernos de que hemos llegado al fondo de valores… y es hora de comprar acciones.
Le oí decir algo así como… “lo baja que estaba la proporción entre utilidades y beneficios” (¿?). Por favor, que alguien aconseje a nuestro presidente a no aventurarse en terra incognita para él.
Fue una metedura de pata sin necesidad, de mucha mas envergadura que cuando hace unas semanas dijera en su discurso que el automóvil se invento en EEUU… algo que por lo menos podemos atribuir a un escritor mal informado, y no necesariamente al presidente. No, no necesitamos un Promotordebolsa-en-Jefe… los irrisorios comentaristas del canal financiero CNBC, encabezados por Larry Kudlow, ya nos bastan… mejor dicho, sobran.
(continue)
Ben Tanosborn

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, monopolios, multitud, politica.
¿Acaso no hay más?
En la pertinaz crisis nada es inocente.
Ni siquiera su enunciado.
Ni la información sobre la misma.
Pero hay un juicio exacto, formulado por el Nobel de Economía Stiglitz:
“Los bancos asumieron riesgos excesivos. Los empresarios se endeudaron demasiado. Los reguladores permitieron todo. Y ahora los contribuyentes han de acudir en su ayuda para limpiar toda la basura”.
En Davos, en el Foro Económico Mundial, banqueros, directivos financieros, empresarios y políticos profesionales cómplices necesarios… han entonado el ‘mea culpa’ y golpeado el pecho arrepentidos.
“Honestamente, no sabemos qué ocurrirá”.
“Las próximas noticias serán peores”.
“Riesgo de escalada proteccionista.
“La crisis provocará problemas sociales".
Y, a continuación:
¡El triunfo del mercado era falso!
¡Regulación!
¡Que el Estado rescate!
Están asustados, aterrados, pero no tienen el menor propósito de enmienda.
Lo dijo alto y claro el especulador financiero George Soros:
"El papel del Estado es ahora fundamental, pero ésta es una situación de emergencia, temporal".
Es decir, cuando la crisis se resuelva, el Estado a casita. Y la minoría rica, a mangonear la economía.
Y las primeras páginas de los periódicos y cabeceras de informativos radiofónicos y televisivos compiten en tremendismo.
La actividad industrial se hunde en EEUU.
La venta de coches se hunde.
El euro y la inflación europea se despeñan.
El fantasma de la deflación se aproxima.
El paro rebasa la barrera de tantos millones.
La recesión triplica suspensiones de pagos La producción industrial se desploma.
Esto se hunde.
Aquello se hunde y lo de más allá, también…
¿Por qué se equivocaron y equivocan tanto los presuntos expertos en economía?
Ningún economista de los muchos que proliferan fue capaz de predecir la crisis un año antes.
Ni siquiera meses antes.
Ni semanas antes.
Ni por asomo.
Y son miles.
De igual modo, los "expertos" de principios del siglo XX no lograron pronosticar el desastre del crack de 1929.
Los cogió por sorpresa.
Ni lo olieron.
Pero después, cuando estalló, tampoco fueron capaces de analizar su magnitud y duración. Y continuaron metiendo la pata estrepitosamente, como muestran declaraciones de “expertos” entonces:
"El final del bajón del mercado de valores sólo se hará esperar unos días. Para el futuro, las perspectivas son brillantes. La tormenta financiera amaina definitivamente. El crack apenas repercutirá en el mundo de los negocios. El año 1930 será espléndido para el empleo. El mercado sigue leyes económicas naturales y no hay razón para que la prosperidad no continúe durante años al mismo nivel, o más…”
Tal vez la explicación a tanta necedad y error esté en la clasificación que John Kennet Galbraith hace de los ‘expertos’ en economía:
"Los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso".
Aunque quizás se aproxime más a la verdad lo escrito por Sasan Fayazmanesh, profesor de economía de la Universidad estatal de California:
“La economía es una disciplina científicamente subdesarrollada, desvergonzadamente dominada por la pura ideología”.
La ideología de la defensa a ultranza del sagrado mercado pretendidamente libre, por supuesto.
El caso es que se juntaron el hambre con las ganas de comer.
Se unieron en torpe alianza los presuntos expertos con los agoreros y los augures del pesimismo.
Más los torpemente interesados.
Y la crisis y el temor a la crisis, el pánico por la crisis y el aprovechamiento de la crisis para ajustar cuentas y despedir masivamente, se expandieron por el mundo.
Sobre todo el mundo desarrollado y rico.
Y, sin embargo, los pánicos financieros y los desplomes económicos severos, las crisis, no son nada nuevo en la economía capitalista.
La historia del capitalismo nos muestra una y otra vez como se repiten cansinamente crisis monetarias, financieras, económicas… Cuatro crisis serias sólo en el siglo XX y otra en el inicio mismo del XXI, más la actual.
Y al final, para compendiar todo lo que pasa, conviene regresar al humor de El Roto en un oscuro chiste en el que un varón sombrío del que se vislumbra oscura silueta dice:
“Asustadles con la crisis para que no reclamen”.
No obstante, en medio de la peor crisis económica en por lo menos una generación, una recuperación de las bolsas sería un señal especialmente positiva.
Más que un indicador de las expectativas de los inversionistas, las bolsas son un termómetro de la confianza. En una época en que la desconfianza es uno de los principales problemas que afectan la economía y cuando, tanto individuos como empresas, están tan inseguros sobre su futuro que reducen sus gastos, un mercado bursátil en alza sería una señal importante de un cambio en la marea. Además, un impulso en las bolsas puede, a su vez, ayudar a elevar la confianza general.
La visión tradicional de las acciones como un indicador del camino que tomará la economía se basa en la idea de que los inversionistas son implacables a la hora de medir la rentabilidad de las empresas. "En la medida en que la rentabilidad de una empresa hable de la economía, las bolsas pueden servir como un indicador", dice el economista Frederic Mishkin, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia.
Durante casi todos los 11 ciclos de desaceleración que EE.UU. atravesó desde la Segunda Guerra Mundial, el Dow alcanzó récords bajos para luego empezar a subir seis meses antes de que la economía diera señales de recuperación (la gran excepción fue la recesión de 2001, cuando un mercado bursátil destrozado por escándalos sólo alcanzó su nivel más bajo un año después que la economía empezara a recuperarse). Los inversionistas suelen correr hacia las acciones antes de una recuperación económica porque cuando las bolsas suben al fin de una recesión, las ganancias son significativas.
Naturalmente, muchos inversionistas ahora están simplemente ansiosos. Después de alcanzar un récord en octubre de 2007, el Dow cayó ayer a 6.763,29, su nivel más bajo desde abril de 1997. El valor de las acciones ya no parece reflejar la rentabilidad de largo plazo de las empresas, sino "la actitud de los inversionistas sobre el riesgo y la incertidumbre, que en estos momentos alcanza niveles altos", señaló la semana pasada el presidente de la Reserva Federal de EE.UU., Ben Bernanke, al Congreso.
Gran parte de esa incertidumbre tiene que ver con los bancos. Los inversionistas aún no saben a ciencia cierta qué bancos fracasarán o pasarán a manos del gobierno o de sus acreedores, y cualquiera de esas alternativas será devastadora para los accionistas. Como resultado, los títulos de los bancos ya no reflejan las expectativas de los inversionistas respecto a futuras ganancias, sino sus apuestas sobre si determinado banco sobrevivirá o no. Por esa razón, las acciones del sector bancario han fluctuado agresivamente, a medida que los inversionistas batallan para adivinar qué hará el gobierno para ayudar a la industria y si esas medidas funcionarán o no. Debido a que las firmas financieras están en el corazón de la crisis de crédito, cuando se estremecen, el resto de los mercados reacciona acorde.
Ya que las acciones del gobierno son centrales para la recuperación económica, un apoyo del mercado bursátil podría ser una buena señal. Una recuperación de las acciones también podría impulsar la confianza.
"Si ve que la bolsa sube, tendrá más fe en la recuperación", dice Ethan Harris, economista de Barclays Capital.
Por otro lado, si se registran más caídas, la economía puede correr un riesgo mayor. El colapso bursátil que empezó en octubre de 1929 y el subsiguiente descenso en el gasto del consumidor, ahondó la Gran Depresión, sugiere Christina Romer, jefa del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Barack Obama.
Incluso para las familias que no tienen dinero en acciones, las bolsas importan. En un ensayo de 1999, Maria Ward Otto, economista de la Fed, encontró que cambios en los precios de las acciones afectaron la confianza de hogares encuestados por la Universidad de Michigan. Su conclusión: la gente usa el mercado bursátil como un indicador de qué pasará con sus sueldos.
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