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Nacionalizar la banca |
El Estado ha puesto miles de recursos, captados de sus ciudadanos, para salvar a los bancos. Una inyección de capital, como pregonan los medios de comunicación, como si el dinero fuese algo que se introduce por vía intravenosa.
Las fábricas de automóviles también van a llevarse un pellizco, aunque sea a base de bonificaciones indirectas. A los demás, poco o nada: deberemos afrontar solos la virulenta acometida de la crisis y, con un poco de suerte o imaginación, no caer en la bancarrota. Y es que no hay “pasta para todos”.
Esta es la regla de oro de la economía: la escasez de recursos.
A veces me pregunto si, en lugar de dar el dinero directamente a los bancos, para que éstos actúen con plena libertad, no hubiese sido mejor imputarlo como pago de las deudas pendientes.
Parece que de esta forma mataríamos dos pájaros de un tiro: los bancos cobrarían y nosotros nos salvaríamos de la asfixia, al menos durante un par de meses.
Pero no ha sido así. Sus razones habrá.
Lo cierto es que nadie se ha quejado y si lo ha hecho, su voz no ha hecho eco. Yo pienso que lo que pasa es que todos, incluyendo los sindicatos y la izquierda más radical, estamos “cogidos por los huevos”.
Es probable que el poder financiero haga callar a sus principales enemigos, con créditos blancos o fraudulentas condonaciones. Y qué decir de los medios de comunicación, que son los responsables de que las voces tengan eco.
Así ha funcionado el poder por los siglos de los siglos: untando.
Los bancos y el sector financiero en general, conforman el poder más invisible (y por ende, el más efectivo) de la historia.
Pero este poder ha sufrido un grave cataclismo llamado crisis, y ante tal evento, se ha visto obligado a quitarse la careta de benefactor (que tanto éxito le ha dado) para levantar la palma de la mano y exigirle dinero al Estado, como Lucifer cuando se va a cobrar la deuda del que le vendió el alma.
Un poso de indignación ha calado en muchos.
Indignación aderezada con la impotencia de saber que esto sucede ante nuestros ojos, sin que podamos evitarlo.
Nuestro voto, el de cada uno, es una triste inmundicia que aplasta el engranaje bancario. No somos votantes. No somos ciudadanos. Ni tan siquiera somos hombres. Somos unidades productivas que gastan y que, especialmente, tienen uno o varios créditos que pagar.
Nadie nos va a salvar de esta lacra de débitos, que se llevaran buena parte de nuestros ingresos (y de nuestra vida) y que arrastraremos, con un poco de suerte, hasta la jubilación.
Sin embargo, los bancos, sí que disponen de un excelente balón de oxígeno llamado Estado. Y eso que ellos son los principales responsables de que nos encontremos en esta deplorable situación ¿Qué diríamos si, tras un crimen atroz (en analogía a la crisis), no tan solo diésemos libertad al asesino, sino además restableciésemos sus heridas con una fabulosa “inyección de capital”?
Nacionalizar la banca, doy como respuesta a quienes me preguntan por una solución. Y es al pronunciar tales palabras, cuando advierto espanto en sus rostros.
Hombres que trabajan diez, quince horas y están empeñados hasta las cejas, y sólo tienen un ratito para tomar el cortado.
¿Nacionalización? ¡Estás loco!
Supongo que entonces les acudirá a la mente la violenta impresión que destila el retrato barbudo de Marx, o el tenso perfil de Lenin con su puntiaguda perilla.
No han pasado los años para según qué cosas, aunque entre Marx y nosotros haya transcurrido más de un siglo. Y es que la palabra nacionalizar, ya de por sí, espanta.
¿Por qué?
¿Qué sucedería si el Estado, creando instituciones autónomas e independientes, fuese el encargado de custodiar el dinero de sus ciudadanos y de darles créditos, aunque fuese siguiendo los mismos criterios de capital-riesgo que utilizan los bancos?
¿Qué pasaría si el Estado ganase dinero con los intereses de los créditos, y lo destinase a sufragar sus arcas en lugar de cobrar impuestos?
¿Qué pasaría si el ciudadano tuviese más flexibilidad para realizar los pagos?
¿No es cierto que el Estado sería el mejor garante para el dinero de los ciudadanos, en lugar de entidades privadas dispuestas a arriesgarlo todo por ampliar la cifra de los beneficios? A través de los bancos, el poder público dispondría de otro mecanismo para regular la política económica (el más efectivo) y no sucedería lo que pasa ahora, que los bancos no dan créditos, atemorizados por el riesgo.
Sí, todo esto espanta: entender el crédito como una necesidad humana y no como una fuente de especulación.
Aunque hay que preguntarse, a quién espanta de verdad.
El ciudadano de a pie, el que bebe un cortado entre jornada y jornada de trabajo, más bien debería esperanzarse.
Miquel Casals Roma

Etiquetas: conocimiento, memoria, monopolios, multitud, politica, sabiduria.
Sin embargo, este mercado en caída libre ante la posibilidad de que los gobiernos impidan a las entidades que han recibido ayudas estatales pagar intereses y abonar dividendo.
Estos híbridos, que se usan convencionalmente como capital regulatorio para compensar las pérdidas, cayeron un 11% en el último mes en Estados Unidos, mucho más de lo que lo hicieron en todo 2008, según los índices de Merrill Lynch. Los bonos de Citi y de Bank of America cedieron hasta un 34%.
“El peligro radica en que los gobiernos vayan a hacerse con todo y no pagar nada”, indica Gregory Habeeb, gestor de renta fija de Calvert Asset Management. “Podría pasar”.
El plan de rescate estadounidense, conocido como TARP y que asciende a 700.000 millones de euros; los 497.000 millones del plan británico para garantizar la deuda de las entidades; las compras de activos y los rescates financieros están pesando sobre las inversiones de la banca, dificultándoles la reanudación de la concesión de préstamos. Por ello, los inversores están vendiendo sus activos híbridos.
Irónicamente, explicó Costa, los mecanismos de contralor del lavado de dinero cada vez más extendidos han hecho que, para evitar la vigilancia de las transacciones electrónicas, el crimen organizado se ha habituado a manejar enormes cantidades en efectivo y suele pasar fronteras con cientos de millones de dólares cash.
Estas sumas de dinero sucio se transforman en capital de inversión, frecuentemente a través de negocios inmobiliarios.
“En muchas instancias el dinero de la droga es la única liquidez disponible para inversión”, sostuvo el zar de la lucha mundial contra el crimen organizado.
Acusada de connivencia con el narcotráfico, de estafas evaluadas en miles de millones de dólares y de generar recesión en la “economía real” de los países más poderosos del mundo, la banca transnacional, y en particular la anglo-estadounidense, no sólo ha visto caer a pique el valor de sus acciones, sino que ha perdido también su credibilidad.
“Mi esposa sugiere que deberíamos probar el sacrificio de algunos banqueros –de bancos centrales o de inversión- para aplacar a los dioses financieros”, escribe con humor ácido Paul Krugman, columnista del New York Times y premio Nobel de Economía 2008.
El “sacrificio” pedido por la señora Krugman es, para algunos, la cárcel para los banqueros.
Pero desde la propia City londinense el reclamo que se oye en estos días con fuerza creciente es otro: ¡nacionalizar la banca!
La consigna de nacionalizar la banca no llegó al centro financiero de Londres a través de graffiti en los muros o de manfestaciones “altermundialistas”, sino que se la leyó en las columnas del Financial Times, el diario con papel color rosado salmón que compite con el Wall Street Journal por el primer lugar como órgano del mundo de los negocios globalizados.
El columnista Willem Buiter, ex miembro del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra (el que imprime las libras esterlinas), argumentó el viernes 16 de enero, después de que Irlanda nacionalizara al Anglo Irish Bank, que “es tiempo de que la banca sea plenamente una empresa pública”.
A su juicio, “si los apoyos gubernamentales tienen un precio caro o condiciones onerosas, los bancos no querrán usarlos o, si los usan, querrán devolverlos cuanto antes, para librarse de esa carga”, y en ambos casos ello no los hará prestar más dinero. Estimular el crédito para apoyar a la economía real es, precisamente, lo que los distintos salavatajes buscan y no han logrado aún.
En Estados Unidos se quiere evitar esta situación de condicionalidades sobre los bancos dándoles dinero barato y sin requisitos.
Pero esto es moralmente inaceptable y premia a quienes hicieron malas inversiones o incluso estimula que las vuelvan a hacer, ya que confían en ser rescatados nuevamente porque son “demasiado importantes para quebrar”.
Buiter propone una tercera y, a su juicio, mejor solución: “inyectar dinero adicional a los bancos volviéndoles empresas públicas”.
Con el Estado como único dueño, los bancos seguirían operando bajo reglas comerciales, pero con nuevos ejecutivos, mandatados a restablecer el crédito, hasta que a mediano plazo los bancos puedan ser vendidos.
La nacionalización de toda la banca británica costaría hoy unos 50.000 millones de libras.
Una bicoca.
Y el precio está cayendo, pero hay que actuar rápido para salvar la economía y no esperar a que los bancos no valgan nada.
El lunes 19 de enero, Philip Stephens escribió, también en el Financial Times, que “el sistema bancario ya esta nacionalizado de hecho” y sólo haría falta oficializar esta realidad.
Desde el Guardian, Seamas Milne se pregunta por qué la nacionalización debería ser temporaria y no permanente, ya que “cada día se ve más claro el tamaño de la devastación de la economía global causada por los bancos y con ello el argumento a favor de un sector financiero de propiedad social se hace más fuerte.
Si el sistema bancario es tan vital que no se puede permitir que caiga y las desventajas de socializar los riesgos y privatizar las ganancias son obvias, debe concluirse que las finanzas son demasiado importantes como para dejarlas en manos de empresas privadas dedicadas a maximizar las ganancias de sus accionistas”.
Esta posición ya contaría en el Reino Unido con el apoyo de los liberal demócratas, muchos sindicatos, varios parlamentarios laboristas… ¡y del economista jefe de Goldman Sachs!
Al otro lado del Atlántico, donde el Bank of America y el Citi sólo continúan existiendo porque el gobierno estadounidense los apoya, el financista George Soros se pronunció por la nacionalización y el New York Times dedicó amplio espacio a la experiencia sueca, donde en los años noventa un gobierno de centroderecha nacionalizó los bancos quebrados para venderlos años más tarde, ganando plata.
La ideología privatizadora inaugurada por Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido está en franca retirada desde que el presidente Barack Obama dijo que “la pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno interviene demasiado o demasiado poco, sino si sirve de algo”.
La propia historia económica se está rescribiendo y el investigador Will Hutton asegura que “un análisis detallado de los datos muestra que en los años cincuenta y sesenta el crecimiento y la productividad de las industrias nacionalizadas igualó o superó a las privadas”.
A su juicio, habría sido con los procesos inflacionarios de los años setenta y la presión de los gobiernos sobre las empresas públicas para que bajaran sus precios que las cosas comenzaron a andar mal y la palabra “nacionalización” adquirió una mala connotación que ahora está perdiendo.
(continue)
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