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La historia de dos apartheids |
Los dirigentes israelíes normalmente son reacios a admitir que Israel es un Estado que practica el apartheid.
Sin embargo, ha habido momentos de ingenuidad.
En abril de 1976, John Vorster, presidente del entonces régimen racista del apartheid en Sudáfrica, llevó a cabo una visita oficial a Israel, donde se le recibió con todos los honores.
La televisión israelí le mostró el primer día de su estancia visitando el monumento conmemorativo del Holocausto en Jerusalén. En el banquete oficial ofrecido a Vorster, el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, brindó por “los ideales compartidos por Israel y Sudáfrica”.
¿Por qué un destacado miembro de las milicias nazis de Sudáfrica durante la Segunda Guerra mundial y un dirigente importante del partido que había establecido oficialmente las políticas del apartheid en Sudáfrica estaba siendo festejado en Israel?
La respuesta se encuentra en una afirmación del anuario del gobierno sudafricano dos años después de la visita de Vorster:
“Israel y Sudáfrica, por encima de todo, tienen algo en común: ambos están situados en un entorno predominantemente hostil habitado por pueblos de tez oscura”.
Esas estrechas relaciones provienen de la identificación que ambos Estados sentían por la causa del otro. Ambos eran Estados coloniales que afirmaban estar llevando la “civilización” a los denominados pueblos retrasados. Y ambos estaban decididos a utilizar cualesquiera medios para mantener su dominación regional sobre los “nativos” a los que habían conquistado- en Sudáfrica, para crear un Estado blanco basado en la explotación de la mano de obra negra; en Israel, para establecer un Estado exclusivamente judío por medio de la expulsión sistemática de la población autóctona palestina.
En un excelente artículo en dos partes, publicado en el Guardian en 2006, Chris McGreal citaba a Ronnie Kasrils, entonces ministro del interior en el gobierno posterior al apartheid dirigido por el Congreso Nacional Africano. Kasrils, judío y coautor de una protesta contra la ocupación israelí del territorio palestino, explicaba el porqué de semejante afinidad desarrollada entre los dos países:
Los israelíes afirman que son el pueblo elegido, el elegido de Dios, y encuentran una justificación bíblica para su racismo y exclusividad sionista.
Es lo mismo que los Afrikaners de la Sudáfrica del apartheid que tenían también la creencia bíblica de que la tierra les había sido concedida por derecho divino. Al igual que los sionistas afirmaban que Palestina en los años 1940 era “una tierra sin gente para un pueblo sin tierra”, los colonos afrikaners difundían el mito de que no había un pueblo negro en Sudáfrica al iniciar su colonización en el siglo XVII. Pero ellos la conquistaron por la fuerza de las armas y del terror, y mediante la provocación de una serie de sangrientas guerras coloniales de conquista.
La visita de Vorster supuso una aceleración de la cooperación económica, diplomática y militar entre los dos países, una colaboración que ya tiene una larga historia.
El general sudafricano, Jan Smuts, que tenía una estrecha relación con el dirigente sionista Chaim Weizmann -primer presidente del gobierno israelí- fue fundamental para convencer a Gran Bretaña para que firmara la Declaración Balfour que acordaba el “establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”. En 1948, Sudáfrica fue uno de los primeros países en reconocer a Israel.
N. Kirscher, veterano dirigente sionista, escribía en 1950 en una publicación israelí:
“Existe un vínculo entre las aspiraciones judías y las aspiraciones del pueblo de Sudáfrica”.
Ese vínculo se materializó principalmente en la creciente cooperación secreta militar y nuclear Ambos países compartían sus técnicas de espionaje y contrainsurgencia, y Sudáfrica compraba armas de Israel, mientras Israel le compraba materiales nucleares para el desarrollo de su programa secreto de armas, y a cambio Israel le facilitaba asistencia técnica y científica que ayudara a Sudáfrica a fabricar sus bombas nucleares.
Centenares de sudafricanos blancos se graduaron en las escuelas de formación militar israelíes. “Es un secreto a voces”, escribía un periodista israelí en 1976, “que en los campamentos militares [de Sudáfrica] se puede encontrar un número importante de oficiales israelíes entregados a la formación de soldados blancos para luchar contra terroristas negros con métodos importados de Israel”.
Los paralelismos entre Israel y la Sudáfrica del apartheid son sorprendentes. En Sudáfrica, la minoría colonial blanca conquistó a la mayoría negra, y la encerró en bantustanes -denominados entidades africanas nacionales independientes- que ocupaban sólo el 13 por ciento del país, lo que permitió a los blancos declarar a Sudáfrica un país de blancos.
Los negros que superaban a los blancos en una proporción de 4 a 1, se convirtieron en la mano de obra barata que levantó la economía sudafricana pero sin tener derechos de ciudadanía. De forma similar, Theodore Herzl, conocido como el padre del sionismo, presentó el Estado judío a sus potenciales partidarios imperiales como “una avanzadilla de la civilización contra la barbarie”.
Diversas declaraciones semejantes a la de Joseph Weitz, jefe del departamento de colonización de la Agencia Judía, se encuentran dispersas entre los escritos de los fundadores del Estado de Israel:
“No hay sitio para ambos pueblos en este país. No hay otra solución que trasladar a los árabes desde aquí a los países vecinos. Echarlos a todos; ni una aldea ni una tribu deberán quedar aquí”.
Esos fueron los principios que guiaron a los militares sionistas y a las bandas paramilitares que se sirvieron de las masacres y del terrorismo para expulsar a 750.000 palestinos de sus hogares en 1948 para crear el Estado de Israel, y de nuevo, tras la guerra de 1967, que condujo a la expulsión de otros 325.000 palestinos de su tierra.
No se trata de viejas y superadas ideas, sino de la profunda convicción de los dirigentes sionistas de hoy. Escuchen al profesor israelí Arnon Soffer, jefe de la Academia de las Fuerzas Armadas de Israel, en declaraciones al Jerusalem Post en 2004 con motivo del abandono unilateral israelí de Gaza:
Les diremos a los palestinos que si disparan un único misil por encima de la verja, nosotros lanzaremos 10 como respuesta, y morirán mujeres y niños, y destruiremos sus casas. Tras el quinto incidente de este tipo, las madres palestinas impedirán a sus maridos disparar [cohetes] Qassam, porque sabrán lo que les espera.
En segundo lugar, cuando 2,5 millones de gentes vivan en una Gaza cerrada se producirá una catástrofe humana. Esas gentes se volverán incluso mucho más animales de lo que son ahora, con la ayuda de un Islam fundamentalista e insensato. La presión en la frontera será terrible.
Va a ser una guerra espantosa. Así que si queremos seguir vivos, tendremos que asesinar y asesinar y asesinar. Todos y cada uno de los días... y si no asesinamos, dejaremos de existir... La separación unilateral no garantiza la “paz” sólo la garantiza un Estado judío sionista con una mayoría abrumadora de judíos.
Existen algunas diferencias entre el apartheid sudafricano y el israelí.
La relación de Israel con la mano de obra árabe fue diferente de la de los gobernantes de Sudáfrica respecto a la mayoría negra. En lugar de explotar la mano de obra barata árabe, los primeros colonos sionistas de Palestina construyeron su Estado embrionario excluyendo la mano de obra árabe bajo el eslogan:
“Una tierra judía, una mano de obra judía”.
Tras la creación del Estado de Israel, los árabes se convirtieron en una fuente de mano de obra barata pero Israel jamás dependió de la fuerza de trabajo árabe- mientras en Sudáfrica las huelgas amenazaron con acabar con el apartheid porque la mano de obra negra era su apoyo vital.
Sin embargo, las similitudes son más sorprendentes que las diferencias. Si la Sudáfrica del apartheid se auto proclamaba un Estado blanco al crear la ficción de unos “hogares” negros y poniendo en marcha la aprobación de leyes que restringían gravemente los movimientos de los africanos, en Israel, un Estado exclusivamente judío se estaba creando mediante la expulsión de los palestinos de sus tierras y prohibiendo legalmente su retorno.
Tras 1948, se pusieron en vigor una batería de leyes que garantizaban a las autoridades, de varias maneras, apoderarse legalmente de las granjas, huertos, viviendas y negocios árabes, si sus propietarios estaban ausentes por un determinado tiempo, o por razones de “seguridad”. Al mismo tiempo, a cualquier judío del mundo se le garantizaba el derecho legal para emigrar a Israel y convertirse en ciudadano.
Hoy, Israel trata a la minoría árabe que reside en el interior de sus actuales fronteras como ciudadanos de tercera clase (después de los mizrahim, provenientes de Oriente Próximo, en oposición a los judíos europeos). Los palestinos perciben salarios y presupuestos de educación más bajos, se enfrentan día a día al acoso y la brutalidad de la policía, y se ven sometidos a altos índices de encarcelamiento; se les prohíbe poseer tierras, y son víctimas del expolio de sus tierras y de expulsiones que siguen hasta hoy.
Un documento sobre la minoría árabe elaborado por Eric Gust del Centro Para Conflictos Contemporáneos, exponía que “los progresos de loas árabes en el interior de la sociedad israelí, bien sea en los campos demográfico, económico, político o educativo, se percibe como algo que se produce a expensas de la población judía y puede ser visto como una amenaza a la naturaleza judía de Israel”.
Israel también es un Estado de apartheid, si no de derecho sí de hecho, ya que ha convertido los territorios que ocupó en 1967 –Cisjordania y Gaza- en bantustanes como los de Sudáfrica, cuyos habitantes se enfrentan al bloqueo económico y a los ataques constantes del ejército y de los colonos israelíes, y cuyas ciudades y campos de refugiados están aislados unos de otros por un muro de separación y un sistema de puestos de control, mientras existen carreteras especiales, para uso exclusivo de los judíos, que entrecruzan Cisjordania.
Dadas estas circunstancias cualquier solución de “dos Estados” que pudiera aceptar Israel sería legalizar la actual situación.
En 1983, el general Rafael Eitan, ex jefe del Estado Mayor del ejército israelí, dirigiéndose a un grupo restringido de profesionales israelíes, expuso que consideraba la política de los bantustanes sudafricanos como una posible solución al problema palestino.
El pasado noviembre, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, declaró que si Israel fuera incapaz de poner en marcha la solución de los dos Estados, habría de “enfrentarse a una lucha como la provocada en Sudáfrica por la igualdad del derecho a voto, y si ello llegara a producirse, el Estado de Israel estaría acabado”.
Cuatro años antes había advertido:
“No disponemos de tiempo ilimitado. Cada vez más palestinos se desinteresan de una solución negociada con dos Estados porque aspiran a cambiar la esencia del conflicto desde el paradigma de Argelia al de Sudáfrica. Desde la lucha contra la ‘ocupación’, en su lenguaje, a la lucha por un hombre un voto. Esa es, por supuesto, una lucha mucho más clara, mucho más popular, y en último término, mucho más poderosa. Para nosotros significaría el fin del Estado judío”.
Los líderes israelíes ven con horror la perspectiva de la lucha por una Palestina laica y democrática -un Estado para todos sus habitantes- porque los cimientos de la existencia de Israel como un Estado exclusivamente judío se vendrían abajo.
Por las mismas razones, todos cuantos nos oponemos al sionismo recibiríamos con los brazos abiertos una lucha semejante.
Traducido para La Haine por Felisa Sastre
Paul D’Amato

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, multitud, politica, violencia.
El realizador de cine, que había accedido a territorio palestino a través del movimiento internacional Free Gaza el pasado mes de diciembre, ha sido testigo de excepción de la operación militar del ’Tsahal’ y sus sangrientas consecuencias sobre la población palestina.
De ello da cuenta en esta entrevista concedida a la Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina.
¿Lo que ha ocurrido en Gaza a lo largo de estas tres semanas han sido actos de guerra o una operación de genocidio?
Definitivamente Israel comete el crimen de genocidio sobre la población palestina.
La guerra o agresión no es más que una de las diversas plasmaciones del genocidio.
Acercarse a estos 22 días de agresión israelí contra Gaza sin comprender que se trata tan sólo de un fotograma más, y lamentablemente no el último, de la secuencia que comienza en 1948 con la creación del Estado de Israel sobre la Nakba o desastre palestino, que convirtió en refugiadas a más de 750.000 personas es no querer comprender la realidad.
El 70% de la población actual continúa registrada como refugiados, es decir, son los descendientes de aquéllos a quienes Israel primero desplazó, para luego ocuparles militar y directamente durante décadas; posteriormente encerró con muros, en lo que se llama ocupación perimetral, privándoles de sus derechos más fundamentales como el acceso a la libertad de movimientos, la alimentación, el trabajo y las medicinas básicas, y ahora ha bombardeado indiscriminadamente.
El bloqueo al que Gaza lleva sometida desde hace casi dos años ya fue definido como preludio al genocidio por Richard Falk, relator especial de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para los territorios palestinos ocupados hace meses.
¿Consideras, pues, que es un genocidio y que no ha comenzado con la invasión de diciembre?
Si entendemos genocidio, según el derecho internacional, como el plan sistemático que consiste en la comisión, por funcionarios del Estado o particulares, de un exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivos de nacionalidad, etnia, raza o religión a través de la muerte y lesión a la integridad física o moral de los miembros del grupo, definitivamente Israel comete genocidio sobre la población palestina.
Lo hacía antes de la última campaña sobre Gaza y lo perfecciona y desarrolla también sobre la población de Cisjordania.
¿El objetivo real del ’Tsahal’ con esta operación era eliminar infraestructuras y objetivos logísticos de Hamas, como se dijo desde un inicio?
Israel puede definir sus objetivos con la libertad y los términos propios de quien no permite el trabajo de los periodistas extranjeros en el territorio.
Cosa diferente es que continuemos dándole la más mínima credibilidad y reproduciendo su versión de los hechos.
Israel ha bombardeado indiscriminadamente, hasta destruirlas casi por completo, el conjunto de infraestructuras de la administración pública palestina en Gaza, al igual que ha atacado a servicios médicos, hospitales, escuelas, instalaciones de las Naciones Unidas, oficinas de medios de comunicación y miles de viviendas civiles.
Ha destruido tendidos eléctricos, carreteras, conducciones de agua y almacenes de alimentos.
También ha bombardeado a Hamas.
Pero es importante recalcar que aunque un miliciano disparase desde una casa llena de niños, cosa que no ha sucedido, ello no le permitiría atacar la casa, ya que atacar objetivos civiles supone una violación del derecho de la guerra.
El nivel y amplitud de los bombardeos permite afirmar con rotundidad que Israel ha desarrollado una operación de castigo colectivo contra la población de Gaza con el único objetivo de introducir la sangre palestina como factor distorsionador de su campaña electoral.
Secundariamente para desviar su debate político interno desde los problemas reales de la población israelí hacia cuestiones de pretendida seguridad que permitan situar en el exterior, especialmente en los palestinos, el centro de la supervivencia de su modelo organizativo, colonial, de ’apartheid’ y ocupación beligerante.
¿Israel advirtió a la población civil del comienzo de los ataques mediante el lanzamiento de octavillas o comunicaciones de otra índole?
Definitivamente no al comienzo del ataque.
Posteriormente comenzó a desarrollar una guerra de desgaste psicológico a través de octavillas lanzadas desde aviones y grabaciones aleatorias en los teléfonos privados de la población palestina.
En dichas comunicaciones conminaba a la población a denunciar a los miembros de Hamas y les pedía que por motivos de seguridad abandonasen sus hogares.
Se trata del mismo esquema de comportamiento seguido en 1948 con el objetivo de provocar un éxodo masivo de población que generase una situación de caos.
No lo lograron.
Pero infundieron miedo y desconcierto, ya que las llamadas y octavillas pocas veces se correspondían con los lugares realmente atacados.
¿Cómo se ha desarrollado la invasión?
Es imposible llamar invasión a lo que hemos presenciado.
Se ha tratado de un bombardeo masivo e indiscriminado desde el aire, la tierra y el mar.
Seguido de una serie de incursiones que aprovechaban la existencia de zonas vacías de población en los lugares en los que se encontraban las antiguas colonias judías desalojadas en 2005.
Durante la noche, los tanques y los francotiradores avanzaban, para retroceder y protegerse durante el día a través de francotiradores.
Las zonas urbanas en las que se situaron eran precisamente aquéllas en las que no se planteaban combates directos con la milicia de Hamas, con más afán propagandístico que capacidad real de afectar a Hamas, que se limitaba a retroceder a posiciones más seguras y esperar.
Ni Israel pretendía enfrentarse a los milicianos ni los milicianos cayeron en la trampa que se les tendía.
La estructura de Hamas apenas ha sido afectada por esta operación de castigo, ya que para ello habría sido necesaria una invasión real, profunda y duradera en los campos de refugiados que no ha tenido lugar.
Se ha tratado de una invasión parcial, de zonas no útiles y con poca presencia armada.
Una mera operación de castigo colectivo y propaganda.
¿Ha empleado el ejército israelí fósforo blanco, cuyo uso en zonas pobladas está prohibido por las Convenciones de Ginebra?
Sistemáticamente, como las numerosas fotografías, grabaciones y testimonios de muy diversas fuentes han demostrado desde el primer día en que el fósforo comenzó a caer sin ningún recato ni intento de ocultación.
La escuela de refugiados de Beit Lahie, el hospital Al Qds de la Media Luna Roja o el almacén de alimentos de Naciones Unidas son tan sólo los ejemplos más evidentes.
Numerosos núcleos de población densamente habitados y casas particulares han sido arrasados con fósforo blanco.
¿Qué efectos ha causado esta arma química en Gaza?
Destrucción generalizada, incendios constantes y duraderos casi imposibles de sofocar y un número indeterminado de personas quemadas con horribles perforaciones en su piel y las vías respiratorias seriamente dañadas.
En cualquier caso, parece evidente que Israel ha violado de forma indiscriminada el derecho y la legalidad internacional con esta invasión.
El mismo concepto de ataque indiscriminado sobre población civil es absolutamente ilegal.
El bloqueo al que se somete la Franja desde hace dos años es absolutamente ilegal.
La denegación de entrada a los suministros humanitarios que convierte en encomiable y admirable concesión israelí la excepcionalidad y el mero hecho de permitir el paso de algunos camiones cuando los pasos deberían estar permanente abiertos es absolutamente ilegal.
Atacar ambulancias, clínicas, hospitales, escuelas, centros de evacuación, instalaciones y personal de la Cruz Roja y de las Naciones Unidas es absolutamente ilegal.
Este ataque ha supuesto un manual sistemático y perfectamente organizado de violación de las Convenciones de Ginebra.
¿Consideras que la actitud de la UE y de la Liga Árabe ha estado a la altura de las circunstancias ante esta operación de genocidio?
La comunidad internacional se convierte en cómplice de Israel.
Ya no sólo por omisión, sino por su colaboración activa.
Cuando la Unión Europea y sus estados miembro le venden armas a Israel o profundizan su acuerdo económico de asociación preferencial tan sólo una semana antes del comienzo del ataque, le están transmitiendo a Israel que tiene carta blanca para actuar.
Cuando no aplican algo tan poco radical como los instrumentos de retorsión y presión que el derecho internacional recoge para sancionar este tipo de comportamientos se convierten en cómplices de Israel premiando su comportamiento y sugiriendo su prolongación.
Cuando Egipto cierra la frontera de Rafah se convierte en responsable del bloqueo de la Franja de Gaza al mismo nivel que Israel lo es.
La población palestina es utilizada como moneda de cambio, intercambiable y sacrificable en el tablero de la geopolítica regional en una orquesta dirigida a la perfección por Estados Unidos y coreada por la Unión Europea y la mayoría de los países árabes.
Bolivia y Venezuela han roto relaciones diplomáticas con el Estado de Israel.
¿Compartes ese tipo de medidas?
Llamar a consultas a los embajadores israelíes, tal y como contemplan los principios más básicos del derecho diplomático, es el comportamiento que se estudia para este tipo de casos en las facultades de Derecho y Ciencias Políticas.
Si nosotros, cuando somos estudiantes, no explicamos que ésta es la medida que hay que adoptar, suspendemos; si nuestros diplomáticos las obvian, se les premia.
¿En qué mundo al revés vivimos?
Los estados que han avanzado en la radicalidad de desarrollar comportamientos no sólo legales sino evidentes en tanto aplicación de las normas que las naciones civilizadas se han dado para regular su convivencia son, hoy en día, garantes de una mínima defensa de la justicia internacional.
¿El Estado español suspenderá su comercio o tráfico de compraventa de armas con el Estado israelí tras todo lo que el mundo ha visto estos días?
Lamentablemente, los intereses económicos que subyacen a dicho comercio son probablemente mucho más fuertes que los principios éticos y de respeto a la legalidad internacional que nuestro gobierno dice defender.
En una política de hipocresía y doble rasero como la que el gobierno mantiene respecto a la aplicación del derecho internacional en lo que se refiere a la retirada de nuestras tropas de Irak y el comercio de armas, no sólo con Israel sino con toda una serie de estados que las utilizan de manera ilegal, poco se puede esperar de ellos.
Sólo el mantenimiento firme e incremento del ciclo de movilización ciudadana que hemos visto las últimas semanas y el ejercicio de un voto consciente hacia partidos más coherentes y comprometidos con la justicia y la legalidad podrían modificar esta realidad a medio y largo plazo.
¿Eres partidario del bloqueo a los productos israelíes que promueven las redes de solidaridad con Palestina?
La sociedad palestina lanzó ya en 2005 una convocatoria global a una campaña de boicot, desinversiones y sanciones contra el Estado de Israel en tanto éste no cumpla con sus obligaciones ante el derecho internacional.
No se trata sólo del boicot a productos que podemos ejercer como consumidores responsables sino de las desinversiones en el ámbito empresarial y cuanto suponen de aislamiento de la economía de la ocupación y de las sanciones a aplicar en el marco de las relaciones institucionales.
Israel debe ser tratado como en su día se trató, a través de una campaña masiva de resistencia civil noviolenta, al régimen del ’apartheid’ sudafricano.
Es la medida más efectiva de solidaridad con el pueblo palestino que se puede aplicar desde el concepto de acompañamiento a una lucha que surge de las organizaciones palestinas y a la que podemos colaborar en la práctica.
Ha pasado la época del lamento ante el televisor y toca el comportamiento proactivo.
Palestina no necesita dinero ni ayuda humanitaria sino solidaridad política.
"Quedé estupefacto al enterarme de que (el tenista) Andy Ram quiere jugar en Dubai. Alguien debería aconsejarle que muestre patriotismo y solidaridad. Debió boicotear el torneo".
El gobernante se refería a la decisión de Emiratos Árabes Unidos de impedir "por razones de seguridad" la participación de la tenista Shahar Peer en el torneo femenino de Dubai, que se realizó la semana pasada.
Ram, experto en dobles, se dispone a jugar esta semana en el torneo masculino que comenzó el lunes. Al parecer, el gobierno de Emiratos le concedió la visa de ingreso a causa del escándalo que se desató en la Asociación de Tenis Profesional por el veto a Peer.
A Israel le complació que la Asociación de Tenis Femenino (WTA, por sus siglas en inglés) multara a los organizadores del torneo en Dubai con 300.000 dólares, y que periodistas deportivos y hasta rivales de Shahar Peer cuestionaran la decisión de Emiratos.
Dubai se promueve como potencia deportiva emergente. El torneo de tenis del emirato es uno de los principales del mundo. Sus organizadores insistieron en que el veto a Peer no constituía discriminación contra ella por ser israelí, pues lo atribuyeron a la posibilidad de que a los "fanáticos pueda no agradarle su presencia".
Atletas israelíes sufrieron las consecuencias de la guerra en Gaza. Un fanático turco interrumpió violentamente un partido de basketball en Ankara entre un equipo local y otro de Israel.
La alcaldía de la ciudad sueca de Malmo anunció que en los partidos de tenis entre los equipos de Israel y Suecia por la próxima Copa Davis "no habrá espectadores por razones de seguridad".
En su arrebato, Olmert dejaba en evidencia una sensación generalizada en Israel: las "preocupaciones de seguridad" de los organizadores de un torneo deportivo parecen apenas la punta del iceberg, en un contexto de rechazo internacional al ataque contra Gaza y mientras espera para asumir un gobierno de extrema derecha, opuesto a la creación de un estado palestino.
Ni el predicamento de los atletas israelíes ni los dilemas que la política de Israel despierta en las instituciones a cargo de las competencias de cualquier disciplina se disolverán repentinamente en beneficio del "amor por el deporte".
Olmert tal vez esté viendo cómo se acerca una pelota muy alejada del campo de juego. El primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, anunció que el gobierno podría prohibir a la selección de cricket jugar en Zimbabwe en julio, tanto por "razones políticas" como por "los riesgos de seguridad y de salud" para los deportistas.
"Francamente, no apoyamos al régimen del presidente Robert Mugabe", declaró Key.
¿Qué sucedería si algún país, e incluso aliados tradicionales de Israel, ven con desagrado al próximo "régimen" y consideran que sus políticas son insostenibles?
Una campaña de boicot a Israel gana terreno en Gran Bretaña y otros países europeos. Sus impulsores llaman a rechazar cualquier cosa que proceda del estado judío, sean flores o visitas de académicos. Su intención es convertir a los israelíes en parias internacionales para promover un cambio en sus políticas hacia los palestinos.
El boicot deportivo más efectivo fue el que contribuyó a la caída del apartheid, el régimen de segregación racial institucionalizada en perjuicio de la mayoría negra que imperó en Sudáfrica hasta 1994.
Esa campaña se justificaba en el carácter racista de la selección de los deportistas que representaban al país y en la intención de no dar legitimidad al régimen.
En contraste, quienes rechazan el boicot a Shahar Peer insisten en que la tenista es una profesional que se representa a sí misma y que su nacionalidad es un detalle.
Pero el deporte no es tan crucial para la vida cotidiana de los israelíes como lo era para la Sudáfrica blanca. Y tampoco hay en este país discriminación abierta contra los deportistas árabes.
Hasta ahora, Israel se las ha arreglado para desalentar cualquier propuesta de boicot gracias a su política ambigua hacia los palestinos (mantiene ocupados sus territorios mientras acepta su derecho a un estado propio) y a los propósitos también ambiguos de quienes proponen esas acciones (deslegitimar las acciones israelíes o al propio estado judío).
La recién concluida campaña electoral israelí giró alrededor de la consigna del partido antiárabe Israel Beiteinu:
"Sin lealtad no hay ciudadanía."
La frase apunta contra la minoría árabe israelí. Si este principio se pone en práctica, podrían registrarse casos de verdadera discriminación contra deportistas árabes.
A su vez, si un gobierno encabezado por el líder del conservador partido Likud, Benjamín Netanyahu, persiste en negarse a la creación de un estado palestino y cae en prácticas como las del apartheid sudafricano, recrudecerían los llamados a un boicot, sea en materia de deportes o de cualquier naturaleza.
Los críticos del inminente gobierno derechista creen, cada vez más, que la responsabilidad será del propio Israel. Las políticas de Netanyahu podrían dar impulso a cualquier boicot, y no sólo en la cancha de los deportes.
Canadá y Estados Unidos boicotean Durban II en protesta por lo que consideran una agenda fuertemente antiisraelí.
En la primera conferencia, celebrada en esa oriental ciudad sudafricana en 2001, las representaciones israelí y estadounidense se retiraron acusando a los demás delegados de concentrarse demasiado en Israel.
El apoyo canadiense y estadounidense pueden darle cierta tranquilidad a Israel. Sin embargo, las críticas internacionales a su ofensiva de tres semanas sobre Gaza, en la que murieron más de 1.300 palestinos y miles más resultaron heridos, en su mayoría civiles, dan impulso a la campaña "Boicot, Deslinde, Sanciones", conocida por sus siglas en inglés BDS.
La BDS surgió tras un llamado hecho en 2005 por más de 170 grupos de la sociedad civil palestinos para lanzar una campaña de "presión no violenta sobre el Estado de Israel, con el fin de que detenga sus violaciones al derecho internacional".
En vísperas de la campaña BDS, críticos de Israel han señalado similitudes entre el racismo israelí y el antiguo apartheid sudafricano (sistema de segregación en perjuicio de la mayoría negra).
Los activistas acusan a Israel de discriminar a los ciudadanos de origen palestino que poseen pasaporte israelí, y denuncian graves violaciones a los derechos humanos contra los habitantes de los territorios ocupados.
Durante la época del apartheid, los vínculos entre Israel y Sudáfrica eran muy fuertes. El Estado judío ayudaba a entrenar a las fuerzas de seguridad sudafricanas, y proveía de armas al régimen en Pretoria.
En Toronto, donde nació la Semana contra el Apartheid Israelí, se celebrarán en los próximos días foros, muestras de cine, eventos culturales y protestas callejeras. Uno de los oradores en el encuentro será el ex ministro de inteligencia sudafricano Ronnie Kasrils, alguien habituado a la controversia.
Sus padres huyeron de los pogroms (linchamientos) en la Rusia zarista contra los judíos, e inmigraron a Sudáfrica a comienzos del siglo XX.
Durante el apartheid, fue miembro del entonces opositor Congreso Nacional Africano y trabajó tanto en el exilio como clandestinamente en Sudáfrica. Fue considerado por muchos de sus compatriotas de "terrorista".
Muchos judíos además lo acusan de traidor por su postura contraria a las políticas de Israel.
Mientras, en Nueva York, el activista Nir Harel, miembro del grupo Anarquistas Contra el Muro de Israel, también generará polémica en las actividades de esta semana. Su organización realiza protestas regulares contra la barrera que divide el territorio israelí de Cisjordania.
Esta pared se desvía significativamente de la Línea Verde, la frontera internacionalmente reconocida, y aísla una gran parte del territorio palestino, separando a muchos granjeros de sus cultivos.
Otro activista israelí, Matan Cohen, ha sido clave en una campaña en Estados Unidos para aislar a Israel. El Hampshire College, del nororiental estado de Massachusetts, llamó a una desvinculación financiera de más de 200 compañías que acusa de violar su responsabilidad social al invertir en políticas del Estado judío.
Entre las empresas, que proveen equipos y servicios a las fuerzas militares israelíes en Cisjordania y Gaza, se encuentran Caterpillar, United Technologies, General Electric, ITT Corporation, Motorola y Terex.
En tanto, llamado a la desvinculación financiera con Israel realizado por el grupo Estudiantes por Justicia en Palestina fue respaldado por más de 800 alumnos, profesores y graduados del Hampshire College, que tiene sólo 1.350 inscriptos.
El colegio puede ser pequeño pero es grande en activismo social. Fue también la primera institución educativa estadounidense en desvincularse del apartheid de Sudáfrica, 10 años antes de que lo hicieran otras universidades.
El activismo en los campus universitarios estadounidenses se propaga. La Universidad de Rochester, en Nueva York, y miembros de la comunidad también se han integrado al boicot contra Israel.
Estudiantes del Macalester College, institución concentrada en las humanidades en la norteña ciudad de Saint Paul, ocuparon la Oficina Comercial de Minnesota en enero, y en febrero formaron un piquete frente a su puerta, exigiendo a las autoridades estaduales que pusieran fin a todo tipo de comercio con Israel. Alumnos de la Universidad de Nueva York también iniciaron su propia campaña.
Académicos de la sudoriental ciudad canadiense de Quebec apoyaron un llamado a boicotear a Israel lanzado por la Federación Palestina de Sindicatos de Profesores y Empleados Universitarios.
Las acciones de Estudiantes por Justicia en Palestina en el Hampshire College siguen el ejemplo dado por la Asociación Nacional de Profesores de Educación Avanzada de Gran Bretaña.
En Londres, estudiantes realizaron sentadas frente a la Universidad de Goldsmith y a la Escuela de Economía, entre otras instituciones. Protestas similares se realizaron en toda Gran Bretaña.
En la Universidad de Manchester, miles de estudiantes se unieron a la campaña que traza un paralelo entre las políticas de Israel y el apartheid en Sudáfrica, y llamaron boicotear las compañías israelíes y expresar apoyo a la población de Gaza.
En Australia, la Asociación de Estudiantes de la Universidad de Sydney Occidental también se unió a la campaña. Además, sindicatos de España, Irlanda y Sudáfrica han expresado su apoyo a acciones de boicot contra Israel.
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