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La crisis del sistema ya es global |
Ya estamos en la profecía del "peor escenario": La crisis del sistema capitalista es global. Toda la arquitectura financiero-económica del sistema se desploma. Depreciación y baja de las exportaciones e importaciones, caídas del consumo interno y despidos laborales en aumento progresivo tanto en países centrales como periféricos, son las señales más claras y evidentes de la "globalización" del desastre. Y asoma la crisis social como emergente del proceso.
El efecto dominó
El colapso financiero recesivo con epicentro original en las economías imperiales USA-UE ya se convirtió en derrumbe nivelado de la economía real a escala mundial.
La desaceleración económica (por efecto de la contracción del crédito) exportada originalmente de EEUU y la Unión Europea se contagia aceleradamente a las llamadas economías "emergentes" de Asia, África y América Latina. China, Japón, los "tigres asiáticos", Latinoamérica y Europa del Este.
La desaceleración económica mundial llegó para quedarse, y avanza desde los países centrales hacia la periferia emergente y subdesarrollada.
La recesión simultánea por la que atraviesan EEUU, Europa y Japón amenaza con ser la peor desde la II Guerra Mundial, según un informe del Banco Mundial, pone en evidencia el entrelazamiento existente entre las economías desarrolladas en crisis (EEUU-UE-Japón) con las emergentes (China-India-Rusia-Brasil).
EEUU no solamente es el primer comprador de productos chinos, sino que además China es el principal acreedor de la primera potencia imperial.
El entrelazamiento financiero y comercial que existen en ambas economías (la primera y la tercera en el orden mundial capitalista) las convierten casi en hermanas simbióticas: Si se cae China se cae EEUU, y viceversa.
Pero eso no es todo: La Unión Europea, la segunda economía mundial y el otro gran comprador (en bloque) de manufacturas chinas, y con su comercio exterior entrelazado con el de EEUU, integra este trípode de supervivencia capitalista interdependiente anudado por el cordón umbilical .
Y hay más: EEUU, la Unión Europea y China (a los que debe agregarse India, Japón y Corea del Sur), además de representar casi el 70% del PBI mundial, son los mayores importadores mundiales de materias primas y energía (petróleo y gas), por lo que se puede inferir que si se paralizan esas economías capitalistas centrales se derrumbarían inmediatamente por efecto dominó todas las economías exportadoras del mundo emergente y periférico. Lo que ya está empezando a ocurrir, según los informes oficiales.
Desde las finanzas, los servicios, las tecnológicas, la publicidad, los medios de comunicación hasta la industria automotriz, pasando por la informática, ningún sector parece quedar a salvo del proceso recesivo que sobreviene como consecuencia del colapso financiero.
No obstante las "inyecciones de liquidez" prolongadas (iniciadas en septiembre de 2007), los planes de salvataje bancario USA-UE, los mercados financieros se siguen derrumbando, mientras los números de la macroeconomía de EEUU y de los demás países continúan en rojo creciente.
La crisis, que al principio era sólo financiera, se hace sentir en todos los ámbitos de la sociedad mundial globalizada y nivelada por un mismo "programa económico" exportado desde las potencias centrales a la periferia.
Y la crisis se hace global por una razón principal: La economía mundial está globalizada y es "interdependiente", no solamente porque está "dolarizada" (la moneda patrón del Imperio en crisis), sino porque los comercios exteriores y los sistemas económicos productivos están controlados por los mismos bancos y empresas trasnacionales que se encuentran en crisis tanto en EEUU como en Europa (el comando central del Imperio global).
Se están quemando etapas: La crisis financiera ya devino (por medio de la recesión) en crisis estructural, y rápidamente se dirige hacia la crisis social (el emergente de los despidos laborales) a escala planetaria.
Todo el planeta (globalizado y nivelado por el sistema capitalista "único") está aquejado de los mismos síntomas: Derrumbe de los precios del petróleo y de las materias primas (deflación de los precios internacionales), devaluación de las monedas y revaluación el dólar, colapso financiero con quiebra de bancos, crisis crediticia con achicamiento del consumo, suba de precios internos de los alimentos y la energía y oleadas de despidos laborales constantes en EEUU y las potencias centrales.
Los billonarios paquetes de "rescate bancario" estatal con dinero de los impuestos (pagado por toda la población de los países donde se han instrumentado) no han servido de antídoto y han fracasado estrepitosamente como medida para enfrentar la crisis mundial, que ha devenido de financiera a recesiva a escala global.
Los bancos centrales y la Reserva Federal USA se muestran impotentes para frenar el "pánico" en los mercados financieros que operan como principal productor de la crisis del crédito, que a su vez dispara la caída de las ventas y los despidos masivos.
El derrumbe de la locomotora USA
En los primeros día del año 2009 (y como clara señal de que el planeta ya ingresó a la "crisis estructural"), se reafirmó la ola de de despidos laborales que certifica la presencia de una recesión a escala planetaria, cuyo centro gravitante y expansivo se encuentra en EEUU y Europa, potencias directrices del sistema capitalista a nivel global.
Un escenario 2009 de huelgas y conflictos sociales en Europa y el Imperio USA no está sacado de una novela de Julio Verne sino (además de la crisis global) de una proyección lógica y emergente de la desocupación desatada por la recesión industrial y empresarial que sacude a la economía norteamericana y a las primeras potencias del euro.
Economistas de J.P. Morgan calculan que la economía mundial se contraerá a una tasa anual 2,3% en los tres primeros meses del año 2009. Esto posiblemente constituirá los peores meses para la economía global desde la Segunda Guerra Mundial.
En su informe de Tendencias Mundiales del Empleo para 2009 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) , alertó a fines de enero que se espera en 2009 un "aumento espectacular" de los desempleados, trabajadores pobres o con empleos vulnerables. El número de desocupados podría aumentar hasta "51 millones si la situación continúa deteriorándose".
Según el informe presentado en Ginebra, la desocupación por la crisis global podría llegar al 7,1%, alcanzando un total de 230 millones.
En América Latina, entre 1,5 y 2,4 millones de trabajadores podrían perder sus puestos, según el informe de la OIT para la región.
El número de trabajadores pobres -que no ganan lo suficiente para mantenersse a sí mismos y a sus familias por encima del umbral de la pobreza de 2 dólares al día- podría alcanzar 1.400 millones, "casi el 45% de la población activa mundial con empleo", según la OIT.
Además, 200 millones de personas, "la mayoría ciudadanos de economías en desarrollo" podrían sumarse a la lista de trabajadores "extremadamente pobres".
"El mensaje de la OIT es realista, no alarmista. Nos enfrentamos a una crisis del empleo de alcance mundial. Muchos gobiernos son conscientes de la situación y están tomando medidas, pero es necesario emprender acciones más enérgicas y coordinadas para evitar una recesión social mundial", advirtió el director general del organismo, Juan Somavia, en Ginebra.
En este escenario, los despidos masivos de obreros y empleados en EEUU son el barómetro y marcan el momento en que la crisis comienza a salir de la "superestructura" económico financiera y a meterse dentro de la sociedad estadounidense.
En EEUU, con Obama en la Casa Blanca, en el segundo mes de 2009 ya se configuró el escenario "más temido": La combinación de la "crisis financiera" con la "crisis recesiva" (crisis estructural) está produciendo como resultante un proceso de quiebras empresariales generalizadas con despidos que se van tornando en cada vez más masivos, mientras se agrava la caída del consumo, aparecen los primeros signos claros de deflación y las empresas comienzan a negociar bajas del salario a cambio de no despedir personal.
En los últimos meses del 2008 y en lo que va del 2009, la crisis financiera-recesiva en EEUU se agravó en grados notables y -como afirma The Wall Street Journal- ya está generando un pánico generalizado que abarca simultáneamente a los "inversores", a los mercados y a las propias autoridades del sistema que no encuentran ninguna solución para el colapso expandido a todas las variables de la economía.
Mientras tanto, lo que aún suena como un panorama fantástico para EEUU (las huelgas y los conflictos sociales en su propio territorio), es un escenario de corto plazo que ya manejan entre líneas analistas y medios norteamericanos a la luz de la crisis del sector automotriz y de las quiebras empresariales que están desatando una ola de despidos en EEUU.
La crisis social (consecuencia de la caída del consumo y los despidos laborales) comienza a perfilarse como potencial emergente de la crisis recesiva- laboral que detonó escalonadamente como consecuencia de la crisis financiera en EEUU.
Cada jornada de la economía norteamericana (desde finales de 2008) se ha convertido en un vértigo marcado por una dinámica inevitable: Recesión industrial y comercial con baja del consumo y desempleo masivo que se proyecta desde EEUU y los países centrales al mundo periférico "subdesarrollado" y/o emergente.
Por estas horas, medios y analistas norteamericanos coinciden en que la desocupación (como emergente de la recesión industrial) se ha convertido en la prioridad absoluta de la agenda de Obama y su equipo.
El empleo en EEUU registró en enero su mayor descenso en tres décadas, lo que llevó el número total de empleos eliminados desde el inicio de la recesión, en diciembre del 2007, a 3,6 millones.
La mitad de esas pérdidas ocurrieron en los últimos tres meses y el ritmo de despidos en los últimos meses sugiere que el fin del debilitamiento económico aún no está a la vista.
A los despidos en el sector bancario, en las automotrices y en las grandes tiendas y centros de consumo, se suman los despidos en el sector financiero, lo que marcan una tendencia "masiva" del proceso.
El terremoto de los mercados financieros se propagó a una de las columnas vertebrales de la economía imperial: El sector automotriz. Ford y General Motors y Toyota encabezan la lista de los pulpos automotrices "semiquebrados" (por la caída de las ventas) que siguen requiriendo a viva voz más "salvatajes" equivalente a los que los gobiernos imperiales le están dando a los bancos e instituciones financieras.
De esta manera, la desocupación (emergente de la desaceleración económica) se ha convertido en una cuestión clave para el equipo de Obama y el establishment de poder estadounidense que temen que su propagación convierta a EEUU, la primera potencia mundial, en un polvorín de huelgas y conflictos sociales que terminen paralizando aún más a la economía.
La crisis en los emergentes
En tanto, los coletazos de la crisis económica están golpeando a los mercados emergentes con una celeridad y virulencia que pocos predijeron, señala este martes el diario financiero The Wall Street Journal.
Como efecto del derrumbe de los precios del petróleo, los llamados países "emergentes" y "periféricos se están acoplando al tsunami financiero-recesivo, mientras la baja del petróleo y las materias primas, agregada a la suba imparable del dólar, preanuncia una mayor agudización del proceso recesivo con baja del consumo en las economías a escala planetaria.
El alto nivel de interdependencia (a través del dólar) de la economía mundial globalizada impulsa el aceleramiento y el contagio de la crisis que avanza como una metástasis desde el centro a la periferia.
"Hasta hace poco -señala The Wall Street Journal-, mmuchos inversionistas y economistas pensaban que las economías emergentes podrían servir como un baluarte contra la contracción de otros países. No obstante, los datos más recientes sugieren que los países emergentes como conjunto se contrajeron a fines del año pasado y el declive parece persistir en lo que va de este año".
Según el Journal, en cuestión de meses, los indicadores de crecimiento de comercio y producción industrial en varios países emergentes y en desarrollo, pasaron de caídas moderadas a abruptas, e incluso la demanda interna se ha visto perjudicada.
Aunque desde Europa y los países emergentes se reclama un "nuevo orden económico-financiero mundial", en concreto, y más allá de las "advertencias" y los lamentos, EEUU y las potencias imperiales carecen hasta ahora de un plan y de una estrategia clara para rescatar al sistema de la crisis y crear otro proceso expansivo del capitalismo.
A pesar de que, con los "mega rescates" financieros, EEUU y la UE se ponen como los garantes (con dinero de los impuestos) de una nueva burbuja de negocios financieros con los salvatajes, los créditos y las compras de instituciones quebradas, los mismos no son suficientes para calmar el temor generalizado a una recesión global con epicentro en EEUU y Europa.
En este escenario, y con efecto más atenuado (aunque en deterioro acelerado), Asia y América Latina (los motores impulsores del comercio mundial de materias primas y manufacturas) padecen los mismos síntomas recesivos que las economías centrales.
Los gobiernos periféricos definen como culpables de esta crisis a los países centrales y ubican a los emergentes (en crecimiento acelerado) y a los periféricos en "vías de desarrollo", como víctimas "que han quedado sin crédito, con menos oportunidades de exportar y fondos de inversión que sacan apresurados su dinero para llevarlo a puertos presuntamente más seguros como los bonos de largo plazo del Tesoro norteamericano".
La amenaza de que la crisis financiera mundial socave los cimientos de la economía real de los países latinoamericanos llevó a los mandatarios que participaron en la XVIII Cumbre Iberoamericana en El Salvador (entre el 29 y 31 de octubre de 2008) a exigir medidas y hacerse oír en la creación de una nueva arquitectura financiera internacional.
Advirtieron que "ahora viene algo grave: la recesión en Estados Unidos y Europa, con caída de los precios de las commodities, falta de crédito para los emergentes y retroceso en las exportaciones".
Los países de América Latina, cuyas bolsas están siendo golpeadas a niveles inéditos, están buscando aceleradamente un paraguas contra el colapso financiero-recesivo que comienza a proyectarse sobre sus economías.
Los datos negativos han mantenido bajo presión a las monedas en muchos mercados emergentes. En lo que va del año, el rublo ruso y el florín húngaro se han debilitado alrededor del 14% contra la moneda estadounidense. La semana pasada, el peso mexicano llegó a un mínimo histórico contra el dólar, lo que llevó al gobierno a intervenir en el mercado de divisas.
Asoma la crisis social
Las primeras oleadas de despidos laborales que se verifican a nivel mundial surgen de los planteles de personal de empresas y bancos transnacionales, extendidas tanto por los países centrales como en el mundo de la periferia.
Según los expertos, a esta primera oleada de despidos de las trasnacionales seguirá una segunda oleada de despidos masivos en los países emergentes o periféricos donde operan, a medida que se profundice la recesión estructural con caída del consumo.
La crisis social (consecuencia de la caída del consumo y los despidos laborales) se perfila como un potencial emergente de la crisis recesiva- laboral que detonó escalonadamente
La desocupación, ya ocurra en el mundo subdesarrollado como en el Imperio, es una instancia límite, donde la prioridad es el riesgo de la supervivencia del individuo y su familia.
No se trata de una devaluación de su salario por aumento de precios, sino de la desaparición del salario y de la capacidad del consumo con la disgregación de la conducta social que conlleva.
Un desocupado (que ha perdido su universo de consumo y de supervivencia, incluido el de su familia) no puede ser contenido con "inyecciones financieras" ni con "asistencialismo", requiere de una solución estructural (la restitución del empleo y el salario).
La desocupación es el elemento clave, el detonante estratégico, que marca el principio del desarrollo de la crisis estructural con pérdida de la gobernabilidad (económica, política y social) de los Estados que integran desigual y combinadamente la red "globalizada" del sistema capitalista, cuyos resortes de decisión se encuentran en EEUU y en Europa.
La desocupación es la matriz de la pérdida de gobernabilidad por una razón esencial: Los despidos masivos de obreros y empleados son el barómetro y marcan el momento exacto en que la crisis se sale de la "superestructura" económico financiera y se mete dentro de la sociedad.
Esto explica porqué la desocupación se ha convertido en la peor pesadilla tanto de los líderes de los países centrales como de los conductores de los países emergentes o periféricos del sistema.

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Según la prensa europea, las turbulencias económico financieras, sociales y sindicales se están llevado por delante a los gobiernos de Bélgica e Islandia, y comienzan a generar inestabilidad y principios de caos social en las primeras potencias del euro, como Francia y Reino Unido, proyectándose también al ex bloque comunista de Europa del Este, donde se han registrado algunas de las mayores movilizaciones de los últimos 20 años.
A medida que las consecuencias de la desocupación y el desplome del poder adquisitivo del salario se hacen sentir por toda Europa, la protesta baja a la calle en cada vez más países para expresar el descontento.
El malestar social que generan la desocupación creciente y el deterioro de las condiciones salariales, así como el achicamiento de la capacidad de consumo, exacerba el estado de frustración colectiva, provoca pérdida de confianza en los políticos y alimenta las huelgas y protestas sociales que comienzan a extenderse por toda la geografía europea. "La situación es preocupante y puede empeorar en los próximos meses", alertó el director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn. "La crisis amenaza con provocar protestas "casi en todas partes", advirtió.
En Francia, la semana pasada, se registró una masiva huelga general y hubieron protestas también masivas en Reino Unido con xenofobia incluida, donde trabajadores de una veintena de plantas energéticas exigieron que no se contrate a extranjeros.
En Francia, se registró la mayor protesta de los últimos años. Más de un millón de manifestantes protestaron y se movilizaron por todo el país, exigiendo del presidente Sarkozy una acción más enérgica para contener la sangría recesiva y el proceso de desocupación
El transporte público quedó prácticamente paralizado, y un tercio de los profesores se mantuvieron fuera de sus escuelas. Trabajadores de fábrica, de correos, de hospitales y muchos otros empleados se plegaron a la huelga, y hasta participó de la protesta una parte del personal de la bolsa de París.
Otros países como España, con el récord de desocupación de la zona del euro, e Irlanda, con las cuentas públicas destruidas que pueden llevar el déficit al 13%, y Alemania, la mayor economía europea, que sufre la peor recesión desde la II Guerra Mundial, enfrentan un panorama proyectado de huelgas y conflictos sociales a corto plazo.
Grecia por su parte sufre constantes protestas de los agricultores, que mantienen bloqueadas las autopistas y pasos fronterizos con Bulgaria. El gobierno se encuentra entre la espada y la pared.
"Lo que estamos viendo en Grecia no está lejos desgraciadamente de lo que puede ocurrir en Francia",advirtió el ex primer ministro socialista francés Laurent Fabius.
En Europa central y del este, el peligro de revueltas se visualiza como potencialmente mayor.
En Letonia, una manifestación con más de 10.000 personas -una de las más concurridas desde finales de los años ochenta- desembocó en fuertes disturbios en el centro de Riga.
Ese mismo día, una protesta de 7.000 personas en Lituania acabó también con cargas policiales. Hubo 20 heridos. Manifestaciones más pequeñas han surgido también en Bulgaria, República Checa y Hungría. "No hay un perfil homogéneo de los que protestan, aunque les une su negativa a ser politizados", dice Vessela Tcherneva, analista del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en la oficina de Sofía.
La crisis ya se llevó puesto al primer ministro belga, Yves Leterme, que fue el primero en caer a consecuencia de la crisis del banco Fortis, y dimitió el pasado 19 de diciembre.
Le siguió los pasos el gobierno islandés del conservador Geir H. Haarde, que no pudo resistir la presión ciudadana por el hundimiento de los bancos y la economía de su país, que este año caerá el 9,7%, y presentó su dimisión hace una semana, acorralado por las protestas y las huelgas.
La recesión simultánea por la que atraviesan EEUU, Europa y Japón amenaza con ser la peor desde la II Guerra Mundial, según un informe del Banco Mundial, y pone en evidencia el entrelazamiento existente entre las economías desarrolladas en crisis (EEUU-UE-Japón) con las emergentes (China-India-Rusia-Brasil).
EEUU, Europa y China (a las que habría que agregar Japón), las tres economías directrices y vertebrales del sistema capitalista, ya padecen, en distintas escalas, una crisis recesiva que puede conducir a una debacle en cadena de todo el modelo económico globalizado regente.
En este escenario, la desocupación (como inmediato emergente de la desaceleración económica) es el factor desencadenante que unifica las protestas y los conflictos sociales tanto en Europa Occidental como en Europa del Este, donde los gobiernos y procesos institucionales -como señalan los analistas- comienzan a correr serios riesgos.
Dentro de este cuadro, la Unión Europea ya encendió un alerta general para detener un proceso que los expertos proyectan como una luz roja para la futura gobernabilidad de la región.
Con ese objetivo, la Unión Europea celebrará dos nuevas cumbres, el 1 de marzo y en una fecha por determinar en mayo, en un intento por evitar que las tensiones creadas por las medidas de algunos países para neutralizar los conflictos y acabar con la crisis terminen generando un proceso de inestabilidad política entre los Veintisiete.
El presidente de turno de la UE y primer ministro checo, Mirek Topolanek, afirmó que las reuniones, que se sumarán al Consejo Europeo previsto para el 19 y 20 de marzo, buscan frenar las protestas y las huelgas, además de los focos de caos político mediante una mejor coordinación de las medidas nacionales de cada país.
"Es una de las razones por las que creemos que hay que discutir y acabar con todas las tensiones", afirmó Topolanek en una conferencia de prensa junto con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso.
Topolanek admitió que la crisis "ha traído problemas que la UE creyó que eran del siglo pasado", entre los que citó "reacciones xenófobas", y aceptó que la Unión se encuentra "en una situación critica, sin precedentes en varias décadas".
El proteccionismo económico que se expande por Europa a medida que la crisis se hace más dura, a su vez está abriendo una nueva brecha en las relaciones entre la vieja Unión Europea y la nueva, la que nació hace menos de cinco años con la entrada del bloque de países del este.
La reciente huelga contra los trabajadores extranjeros en Reino Unido fue un torpedo contra los cimientos del proyecto político de la Unión Europea. A partir de entonces, se profundizaron las medidas adoptadas por algunos Estados para proteger sus bancos e industrias, especialmente en el sector del automóvil.
Al temor por las huelgas y protestas se suma la xenofobia como un factor de "alta preocupación" que echa gasolina al panorama social explosivo agravado por la desocupación y la inestabilidad laboral.
En las últimas semanas, el fantasma del "nacionalismo económico" fue resucitado en la UE con las huelgas y protestas en el sector energético británico contra la competencia de trabajadores de otros países europeos.
El propio primer ministro checo reaccionó la pasada semana con dureza cuando Nicolás Sarkozy dijo que su Gobierno no dará ayudas públicas a los fabricantes franceses de vehículos para que luego se instalen en la República Checa.
Topolanek admitió que la crisis "ha traído problemas que la UE creyó que eran del siglo pasado", entre los que citó "reacciones xenófobas", y aceptó que la Unión se encuentra "en una situación critica, sin precedentes en varias décadas".
Evitar que se extienda el clima de revueltas populares y movilizaciones de protesta será uno de los principales objetivos de la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno de la UE que se celebrará en marzo.
El panorama de inestabilidad se incrementa con la cadena de anuncios de cierres de empresas que ya han elevado el número de desocupados en la UE hasta los 17,4 millones, 1,6 millones más que hace un año.
Según, Poul Nyrup Rasmussen, presidente del Partido de los Socialistas Europeos:"Europa debería tomar nuevas y excepcionales medidas para evitar la pérdida de 3,5 millones de empleos previstos para este año". La Organización Internacional del Trabajo pronosticó la pérdida de 51 millones de empleos en todo el mundo.
En este escenario, la crisis social con protestas y huelgas (consecuencia de la caída del consumo y los despidos laborales) ya se perfila como un emergente de la crisis recesiva- laboral y se sigue extendiendo peligrosamente por toda la geografía europea.
En EEUU, después del diferente tratamiento aplicado al capital financiero e industrial, ejemplarizados en los bancos y la industria automotriz; sobresale ahora la actitud claramente populista de Obama; sus dos aspectos principales son el proteccionismo de sus preconizaciones a favor de los productos y empresas norteamericanas, y su limitación de los altos salarios de los ejecutivos de las empresas con ayudas estatales como medida orientada a contrarrestar el malestar popular generado por las supermillonarias ayudas a los grandes bancos y corporaciones. Se trata de dos decisiones que se están siendo extendiendo con rapidez por otros países europeos y que están, en el caso de la primera, haciendo saltar las alarmas contra el proteccionismo.
En Inglaterra hemos asistido a una huelga xenófoba de los trabajadores de la energía que muestra la profundidad de la penetración de los valores egoístas e individualistas en las conciencias obreras, el conflicto entre empresarios y trabajadores en torno a la destrucción de empleo y a las condiciones de trabajo es derivado a un enfrentamiento entre trabajadores nacionales y extranjeros. Resta por ver si esta deriva xenófoba es atajada o se extiende a otras partes. De momento parecen oponerse, de un lado este fenómeno inglés y, do otro, la huelga general de Francia realizada, como otras movilizaciones parciales en Europa, en torno a reivindicaciones defensivas, pero también las más radicales movilizaciones que tuvieron lugar en Grecia.
En España, como último ejemplo, se puede observar también el enfrentamiento abierto entre el capital financiero y el capital productivo, entre la banca y las pequeñas y medianas empresas, que agonizan ante la sequía de créditos que las imponen los primeros, y cuyo enfrentamiento se ha trasladado al interior del propio gobierno socialista que intenta mediar entre ambos sectores.
De esta manera asistimos a un guión cuyas líneas generales de desarrollo son conocidas históricamente, la crisis financiera deriva en crisis económica y está, posteriormente, en crisis social y política. Los primeros síntomas son ya evidentes, la incógnita es la intensidad, velocidad y sentido que iran adquiriendo. Pero con esas líneas generales, el contenido y el desenlace siempre lo escriben los actores sociales y políticos en cada coyuntura histórica.
El guión que se va a desarrollar en esta ocasión tiene unos condicionantes históricos propios en relación con ocasiones anteriores. Vamos a evocar algunos de ellos, deteniéndonos al final en el que tiene más relevancia para la izquierda como proyecto alternativo al capitalismo, y en el que se ha insistido en artículos anteriores.
El nivel de interconexión de la economía internacional es más intenso que en cualquier época anterior - la globalización - por lo cual es de suponer que una huida hacia el proteccionismo provocaría mayores estragos incluso que en épocas anteriores, incluida la gran depresión de los años 30. El debate se centra en las consecuencias de una posible desglobalización, con la caída del comercio mundial, y en las propuestas de un proceso de desconexión de los países del Sur para seguir un camino propio.
La crisis económica vino anticipada y es acompañada, a su vez, de una crisis energética, alimentaria y ecológica sin precedentes cuya solución se hace más difícil en este contexto. Existe una fuerte presión por abandonar los limitados objetivos acordados en diferentes cumbres internacionales contra la pobreza y el hambre, y contra las graves consecuencias ecológicas denunciadas y prácticamente aceptadas ya por todo el mundo. La prioridad asignada a la superación de la crisis económica posiblemente se haga a expensas no ya solamente del abandono de aquellos objetivos limitados, sino del agravamiento de las consecuencias que las crisis mencionadas estaban ocasionando.
Las recetas para una solución dentro del propio status quo parecen agotadas, las tendencias neokeynesianas levantan ahora la voz frente a los neoliberales en retirada, pero tampoco dan muestras de tener la solución. En este contexto no es imposible, pero si discutible, que termine por imponerse una fase ascendente de una nueva onda Kondrátiev. Como se puede suponer no se trata simplemente de verificar empíricamente la validez de una teoría, sino de la continuidad o no del capitalismo.
Pero, tampoco aparecen alternativas claras en el horizonte. Veamos un poco más detenidamente este condicionate histórico y hagamos, para ello, un pequeño repaso histórico, avanzando una hipótesis interpretativa.
El período final de la fase descendente de la primera onda Kodrátiev coincidió con la sacudida revolucionaria de 1848-50 que se saldó con su fracaso. La interpretación que se avanzó posteriormente fue la de que la alternativa socialista de la clase obrera aún no estaba madura en esos momentos para imponerse.
El período final de la fase descendente en la segunda ola, entre 1895-1900, cogió al movimiento obrero en pleno ascenso del modelo representado por la socialdemocracia alemana en el seno de la II Internacional y en plena ofensiva del sindicalismo revolucionario, sin embargo, ambos terminaron por fracasar como alternativa y pusieron en evidencia la dificultad para encontrar la vía adecuada para la superación del capitalismo.
Cuando el capitalismo alcanzó el final del período de la fase descendente de la tercera ola a finales de los años treinta se enfrentó por primera vez a una alternativa real - o al menos así lo parecía en esos momentos - con el modelo implantado en la Unión Soviética. Los movimientos revolucionarios de la época señalaban a la que era entonces la patria del socialismo como su alternativa frente a la gran depresión mundial que atenazaba al capitalismo. Como ya comentamos en un artículo anterior , la dramática crisis económica, política e internacional que desembocó en la II Guerra Mundial abrió nuevas perspectivas al movimiento comunista en todo el mundo, después del repliegue que conoció en los años 30. Pero el capitalismo fue capaz de sobrevivir a sus horas más difíciles hasta ese momento y apareció una fase ascendente de un nuevo ciclo largo.
Y va a ser justamente durante la fase descendente de éste último, iniciada a principios de los 70, cuando el movimiento socialista va a conocer sus mayores derrotas históricas, expresadas sobretodo en el derrumbe del socialismo real en la Unión Soviética y Europa del este y en la deriva china hacia el capitalismo. Todo aquello que en un momento histórico apareció como alternativa superadora del capitalismo fue barrido de la historia. Lo que se ponía en evidencia con esa debacle era la dificultad para construir una sociedad alternativa que cumpliera con las promesas de las que es portador el proyecto socialista. Los retos aumentaban para éste.
Así, pues, este condicionante histórico peculiar de la actual crisis al que nos estamos refiriendo se expresa en que cuando se asiste a uno de los momentos más difíciles para el capitalismo, el proyecto socialista esta huérfano, por un lado, de modelos organizativos y estratégicos con los que alcanzar sus objetivos; ni tampoco tiene, por otro lado, un modelo de sociedad con el cual pueda enfrentar los graves retos de la humanidad que la actual crisis pone crudamente al desnudo. La consigna del socialismo del siglo XXI sigue siendo absolutamente imprecisa, más allá de expresar un claro alejamiento del modelo que en el siglo XX representó el socialismo realmente existente.
Por esta razón, cuando algunos autores definen la actual crisis como civilizatoria, y apuntan para demostrar esta tesis al conjunto de crisis que han confluido en esta coyuntura histórica, hay que pensar que, efectivamente, es civilizatoria porque a todas las crisis que se mencionan también hay que añadir la del proyecto socialista, que pocos parecen querer mencionar. El problema es que disponiendo de los conocimientos suficientes para diagnosticar una grave enfermedad con todo lujo de detalles, no se disponga, sin embargo, de los conocimientos, instrumentos y habilidades necesarias para poder enfrentarla.
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