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Afganistán el Vietnam de Obama

A pesar de las incontables comparaciones que se han hecho estos últimos seis años entre la guerra de Irak y la de Vietnam por parte de periodistas e historiadores, la verdad es que el conflicto actual que realmente se parece al traumático conflicto de los años sesenta es el de Afganistán.

Tal como apunta un excelente artículo en el número de esta semana de la revista 'Newsweek', las perspectivas que afronta Obama en la guerra de Afganistán son muy parecidas a las de Kennedy y Johnson en Vietnam, y no son nada halagüeñas.

Para empezar, en este conflicto, EEUU están apoyando un gobierno que los afganos cada vez más consideran un títere de la superpotencia carcomido por la lacra de la corrupción. La creciente soledad de Karzai, de quien Obama dijo una vez que "debería salir más de su búnker", recuerda mucho a la del corrupto Ngo Dinh Diem.

Además, los talibanes, como el Vietcong, son una fuerza imbricada en el tejido social de buena parte de la sociedad afgana, lo que diferencia a este grupo insurgente de Al Qaeda en Irak, siempre fue vista como una organización extranjera. El pueblo afgano, al que nunca pudieron someter completamente ni rusos ni británicos, está tan acostumbrado como el vietnamita a resistir fuerzas coloniales extranjeras, por lo que esperar la rendición de los talibanes es una quimera.

Por último, las zonas tribales de Pakistán representan un santuario tan seguro para los talibanes como lo era Camboya para el Vietcong. Ante cualquier ofensiva exitosa de EEUU, los talibanes siempre pueden refugiarse en Pakistán, y lanzar desde allí ofensivas que diezmen la moral estadounidense. La suya, como la del Vietcong, es una guerra de resistencia, donde no gana el que mata más enemigos, sino el último en levantar la bandera blanca.

Es cierto que existen también diferencias entre ambos conflictos, pues nunca una analogía histórica es perfecta. Desde una perspectiva optimista, se puede subrayar que los talibanes no son una fuerza tan cohesionada como el Vietcong, y por tanto, es posible explorar divisiones en su seno. Desde una pesimista, la capacidad de financiación de los talibanes es muy poderosa gracias al lucrativo tráfico de heroína, muy difícil de erradicar para el gobierno afgano.

Así pues, es muy probable que el mayor desafío exterior de Obama no llegue desde Palestina, ni Irán o Rusia, sino de Afganistán. Y es que más allá de su promesa de doblar la presencia norteamericana en Afganistán, situándola en 60.000 hombres –una cifra insuficiente para controlar un país del tamaño de Francia-, no está nada claro que la Casa Blanca cuente con una estrategia ganadora en el país asiático.

Probablemente, el laureado general Petraeus intentará aplicar la misma doctrina contrainsurgente que tan buenos resultados le ha dado en Irak. Es decir, armar a las tribus para que sean éstas las que combatan a los talibanes. No obstante, esta táctica ha sido ya la que intentaron los rusos, y lo que sucedió es que las tribus aceptaron encantadas las armas, y empezaron a guerrear entre ellas, y no contra los insurgentes.

El drama de Obama es que, políticamente, no le queda otra alternativa que decretar una escalada militar. Teniendo en cuenta que fue desde Afganistán, y bajo la protección de los talibanes, Bin Laden planeó el 11-S, no puede permitirse declarar una derrota en este escenario. Y como sucedió en Vietnam, una vez intensifique el esfuerzo bélico, aún será más difícil echarse para atrás.

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  Anónimo

lunes, 09 febrero, 2009  

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