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Crisis mundial sistémica del capitalismo |
Hablamos de crisis capitalista cuando matar de hambre a 950 millones de personas, mantener en la pobreza a 4700 millones, condenar al desempleo o la precariedad al 80% del planeta...ya no es suficientemente rentable para 1.000 empresas multinacionales y 2.500.000 de millonarios.
Santiago Alba Rico
Diariamente somos bombardeados por informaciones confusas de alzas y bancarrotas de empresas que la mayoría desconoce. Salen una y otra vez "analistas" comentando las quiebras en cadena y las subidas bursátiles por anuncios presidenciales, pero ninguno explica lo que sucede en el planeta. Se habla de crisis, financiera, económica etc.
Sin embargo -como decía Rosa Luxemburgo- la economía burguesa se muestra incapaz de explicar la crisis, la revela como si fuese un castigo divino, una sorpresa esotérica que los levantó una mañana estival para narrarles, que de pronto algo huele en Dinamarca y que hay que echarlo a la basura.
Crisis sistémica, de un modo de producción,
por qué se define así y no de otra forma.
El problema no es la crisis del capitalismo, no, sino el capitalismo mismo.
Santiago Alba Rico
El amigo Juan Kornblihtt se asombra de que casi todos los economistas definen la crisis como financiera y de como estos ideólogos del empresariado hacen un strip tease del sistema capitalista tratando de explicar como las finanzas, el empleo, la producción y el consumo son entes aparentemente disconexos que sólo suelen encontrarse en los manuales gordos que escriben los gringos y repiten los "progresistas rojitos".
Lejos del relativismo postmoderno, para quienes consideramos al marxismo un instrumento de análisis científico, la crisis se nos presenta de modo sistémico por la indisoluble vinculación de los diferentes momentos del hecho económico, es decir, de la forma en como los seres humanos se reproducen así mismos mediante la organización del proceso de trabajo que le permite satisfacer sus necesidades fundamentales con la utilización de medios de producción que le permiten servirse de la naturaleza como fuente integrada de la vida.
Así, Marx en los maravillosos Grundrisse (capítulo II) ubicó 4 momentos de un círculo que en cualquier espacio ser es o se convierte cada uno en el siguiente o en el anterior. La Producción, Distribución, Cambio y Consumo, son momentos de la reproducción material de nuestra existencia que históricamente evolucionan y se presentan de forma objetiva e independiente a nuestra voluntad individual y constituyen las relaciones sociales en los cuáles reproducimos nuestra vida.
Por tanto, cuando por televisión nos anuncian que Merril Lynch se vendió al 20% de su valor, que quebró Lehmans Brothers, HomeBank, Bear Stearns y cientos de mil millonarias corporaciones alrededor del mundo el asunto no puede ser culpa de decisiones irresponsables de entes individuales imbéciles, ni por la mala "suerte" en la ruleta de la bolsa. La explicación a todo ello se centra en funcionamiento estructural del modo de acumulación capitalista, en el corazón de su sistema, que permanentemente cabalga en el caos y la miseria que necesita generar para su funcionamiento.
¿Por qué se dan las crisis, que falla en la estructura?
Distante de la mediocre parcialidad y la mutilación del conocimiento integrador que defiende la burguesía, podemos entender que el sistema capitalista es caótico, y que en su seno conlleva una crisis tras otra, que a su vez sólo aparece a los ojos comunes en el instante en que la gran burguesía empieza a hallar dificultades de rentabilidad y por consecuencia se ahonda la contratara natural de la inmensa riqueza que se genera en el sistema, que no es otra que las hambrunas, miserias, precariedad y violencia desquiciante. Debido al espacio, me permito hacer una síntesis muy breve de ese andar anárquico, ineficaz y destructivo del sistema, ayudado por una sucinta exposición de la crisis de Natalie Moszkoska:
Veamos:
• El sistema está diseñado para la acumulación de capital, no para la satisfacción de las necesidades de quienes trabajan. La ganancia es el único motor de la actividad económica, por ello al burgués le es indiferente invertir en medicinas, drogas o tráfico de seres humanos, es un negocio como la marca de panes, puro y simple.
• El capital necesita incrementar la tasa de explotación al trabajo (su fuente de riqueza), forzado por la competencia global, lo que lo impele a depauperar y empeorar las condiciones de trabajo y existencia de los trabajadores en el mundo.
• El proceso de competencia va ahogando a millones de empresas, concentrando y centralizando la producción para aprovechar economías a escala. Esa es la única forma de fructificar los recursos técnicos para aumentar los beneficios, abaratar los salarios e incrementar la tasa de ganancia o variable decisión.
• La burguesía lucha por anárquicamente desarrollar la tecnología que le permitirá producir con menores costos (aumentado el tiempo de trabajo excedente expoliado por el patrón) y empobrecer relativamente a la clase obrera, al abaratar los medios de subsistencias que ellos mismos producen y que perciben como salarios cada vez más reducidos y insuficientes para adquirir todo lo que ellos mismo producen.
• Cada vez más el poder económico y su institucionalización (las organizaciones políticas de la burguesía) dominan el planeta y deciden por millones su destino. Atilio Boron comenta que a escala planetaria, 200 corporaciones reciben ingresos mayores al de todos los países del mundo salvo los 9 de mayores ingresos.
• La feroz competencia entre mega corporaciones y otras de menor ralea impulsa a la (SOBRE)producción, desesperada y absolutamente disociada de las necesidades sociales pertinentes a la humanidad.
• Por este mecanismo de concentración se reduce la cantidad de trabajadores ocupados, lo que constriñe la demanda efectiva de los bienes y servicios que una franja obrera produce y que otra más pequeña puede consumir, en detrimento de millones de obreros expulsados al Ejército Industrial de Reserva donde su depauperación, servirá al sistema para el sostenimiento de bajos salarios y aumentará la competitividad entre obreros para mendigar empleos de condiciones laborales infamantes.
• Con ello, se profundiza una brecha inmensa entre lo técnicamente factible de producir y lo efectivamente consumido.
• Como los consumos productivos (en maquinarias o bienes para crear otros bienes) no pueden adquirirse sin el desarrollo del consumo individual el sistema empieza a sobreacumular.
• La sobreproducción (de los bienes que poseen mayor valor) se hace mayormente manifiesta, y como decía Fourier, la pobreza surge de la riqueza. Así, millones de mercancías pululan en los anaqueles intentando cristalizar la plusvalía (savia vital del sistema) que conllevan y que difícilmente podrán materializar y que expulsará a los burgueses menos "competitivos", dilapidando inmensas fortunas producidas por la clase obrera.
• Ese recalentamiento se observa en anaqueles inicialmente repletos que no pueden renovarse de mercancías viejas, en mal estado et. Ello implica la paralización del crédito, el arreciar de las bancarrotas, el desempleo y la miseria acrecentada.
Es de por sí evidente que dialécticamente coexisten en el sistema contratendencias que frenan o amortiguan la evolución de estas bases funcionales, según períodos históricos de auge o retroceso de la lucha de clases. Sin embargo, la realidad nos muestra que a medida que se desarrolla el sistema, agudiza todas sus contradicciones y se muestra más reaccionario y salvaje.
¿Cómo combaten sus causantes la crisis?
¿Por qué nos engañan?
Puede preocuparnos que el virus tenga problemas para reproducirse o podemos pensar, más bien, que el virus es precisamente nuestro problema. Santiago Alba Rico
Sucintamente se pudieran plantear 4 escenarios básicos de lucha:
1. El plano ideológico: Mientras en la realidad, los trabajadores son echados a la calle en millones, las empresas quiebran en el miles, la inflación se dispara y hace imposible la subsistencia, la Burguesía con sus órganos propagandísticos se dedica a explicitar subidas y bajadas de entre el 1% y el 4% de la bolsa y "revelar" que Nothern Rocks de Inglaterra quebró por la "avaricia y maldad" de sus dueños (lo que muestra la imbecilidad y mistificación ilimitada de ese "análisis"). Encubrir la crisis, y hacerla ver como un episodio externo al sistema es un éxito de la burguesía que repiten aquellos que se dicen socialistas y sólo corean con golpes de moral los manuales de los gringos neoliberales y Keynesianos (que son casi idénticos).
2. El plano económico: Las ayudas secretas y públicas de los gobiernos que groseramente sobrepasan el billón (millón de millones) de dólares y se manifiestan en Nacionalizaciones fraudulentas y los 700 mil millones de dólares emitidos sin ningún respaldo por EEUU, son formas de aligerar la inmensa destrucción de fuerzas productivas y posterior concentración y centralización de capital que hará más grandes a los burgueses de mayor capital y desaparecerá a franjas enormes de pequeño burguesía y burguesía de poco capital. Conllevando a que éstas arrecien la explotación más cruenta (e incluso fuera de la legalidad burguesa) contra los trabajadores que por el atraso de las maquinarias de sus pequeños patrones, deben compensar con más cantidades de trabajo y en peores condiciones.
3. La burguesía ya está implantando incluso en los países centrales del capitalismo: la extensión de la jornada de trabajo a 65 horas, la precarización del empleo como políticas económicas que radicalizará el capital para abaratar los salarios, hambrear a la clase obrera y someterla, con el fin de salvar la tasa de ganancia y reflotar el sistema.
4. El plano militar. La represión brutal que se está desarrollando en estos instantes es sólo un muestra de lo que se viene. La fascista ley retorno contra la inmigración en Europa, las vueltas de la cuarta flota en América y la perspectiva de que los países más industrializados irán a la guerra para salvar a sus burguesías decadentes (al igual que lo hicieron en la segunda guerra mundial para salir de la depresión de los 30) es el cuadro que se avecina.
¿Qué hacemos ahora?
Me voy de regreso a mis combates,
Porque es vieja costumbre en mí
Escribir el último verso del poema
En las barricadas heroicas del pueblo
Víctor Valera Mora
Es lógico entender que la solución no viene del plano individual, amerita de una sólida organización revolucionaria que desarrollo un programa claro y drástico, para un problema de tal magnitud. El necesario desarrollo de la subjetividad revolucionaria que habla el compañero Luciano Vasapollos puede acrecentar las esperanzas de una salida donde los genocidas perezcan como clase social.
Los "salvatajes" burgueses son realizados con capital ficticio, sin respaldo, proveniente de préstamos de préstamos de otros préstamos que jamás se van a pagar. Es decir, los vencimientos prontos de las deudas, la Próxima crisis de las tarjetas de créditos y los consumos artificialmente financiados van a implosionar con mucha mayor fuerza que la crisis de las hipotecas. Ante ello, no queda más que la lucha por develar la gravedad de la crisis, porqué nos afecta tan gravemente, entender que no existen salidas capitalistas a la misma, que no hay retorno a la socialdemocracia populista, y que la única vía que existe es la destrucción del sistema que hace aguas en las crisis ecológicas, energéticas, éticas, alimenticia, cultural que juntas se arrullan en el cuadro sistémico de la crisis.
Ahora más que nunca amerita la radicalización de nuestras posturas en defensa de la clase trabajadora y por la construcción de la alternativa a la barbarie: el socialismo científico.
Cerremos la anacrónica caja de Pandora llamada capitalismo (en todas sus variantes).
Manuel Sutherland

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, monopolios, multitud, politica.
Todo esto, claro está, sin contar con los trabajadores del “sector informal” que igualmente han tenido que dejar sus correspondientes puestos de trabajo, obligados por la situación.
Total, que entre unas cosas y otras la realidad viene a decirnos que cada día se destruyen en España del orden de unos 2200 puestos de trabajo.
Casi nada.
El goteo es incesante y esto no ha hecho más que comenzar.
Aunque lo realmente curioso y significativo de la situación actual no son los despidos y perdidas de puestos de trabajo en sí (esto ocurre de igual manera habiendo crisis o sin haberla, según el capricho del empresario de turno), sino que se está demostrando que en su inmensa mayoría estas empresas que están aprovechando la coyuntura socio-económica para despedir trabajadores en masa, lanzar su correspondiente ERE, o, simplemente, cerrar el grifo de las nuevas contrataciones que pudieran compensar los despidos masivos realizados por otras empresas, son empresas perfectamente rentables o que de algún modo deberían tener cierto nivel de compromiso social con la región en la que se ubican, bien porque a pesar de todo siguen generando pingües beneficios, bien porque han recibido enormes cantidades de dinero público a modo de subvenciones teledirigidas u otras cuestiones por el estilo.
Como ejemplo más evidente de esta dinámica, tenemos el caso paradigmático de Telefónica, una de las empresas que generan un mayor volumen de beneficios en el marco del estado español (8900 millones de euros en 2007), y que aún así ha presentado recientemente un ERE en su filial de telefonía móvil que afecta a más de 500 trabajadores y otro en Telefónica Soluciones que afecta a otros 200 empleados.
Pero hay muchos más ejemplos.
Desde grandes empresas y multinacionales como Iveco (52 millones de Euros de beneficio neto en 2007), Corporación Alimentaria Peñasanta –mediante la Central Lechera Asturiana- (5´9 millones de beneficio), Nissan (566 millones), SEAT (170 millones y su empresa-madre Volkswagen 4120 millones), Ericsson (1039 millones), HP (7300 millones de $), Holcim (1400 millones en los primeros nueve meses de 2008), Torraspapel (15 millones), Acerinox (312 millones) y tantos otros ejemplos que podríamos dar, a otras empresas de menor tamaño en todos y cada uno de los rincones del estado (Que cada cual haga su propia lista con los casos que conoce sólo en las localidades y poblaciones de su entorno), son multitud las sociedades que están aprovechando el auge mediático de la crisis para justificar sus decisiones en el recorte de personal o cierre de fábricas, aún cuando año tras año presentan unos márgenes de beneficios en muchos casos escandalosos.
Sobre decir que cuando estas empresas iban la mar de bien (es decir, ganaban más todavía de lo que ganan ahora) ningún obrero recibió por ello una compensación extra en forma de aumento de sueldo, aumento de los días de vacaciones o decisiones por el estilo.
Es decir, cuando las cosas van viento en popa, la empresa le da al trabajador una palmadita en la espalda y como mucho las gracias, pero en el momento en que se empieza a producir cierto retroceso en el volumen de negocio o el margen de beneficios, la patada en el culo es el primer recurso, y sin gracias de ningún tipo.
El problema aquí, como se habrá podido comprobar por el seguimiento de los enlaces propuestos, es que prácticamente la mayoría de las empresas que superen los 50 trabajadores en nómina no barajan la estabilidad de sus cuentas en función de los beneficios obtenidos en un año concreto, si no en función del % de aumento o disminución de los beneficios en relación a los resultados del año anterior.
Así, si una empresa en 2007 ganó 10 millones de euros, y en 2008 ha ganado 9 millones de euros, el resultado importante para ellos no será el haber ganado 9 millones de euros en un solo año, sino el haber perdido un 10% de beneficios respecto del año anterior.
Esas cuentas serán consideradas negativas y se tomarán las medidas de reducción de costes oportunas (despedir currantes y forzar a los que se queden a aumentar su productividad per cápita).
Otras empresas incluso aumentando sus beneficios de un año para otro aprovechan la coyuntura de la crisis para reducir plantillas y garantizar así que sus resultados no cambien para los años venideros.
Claro, esto no es otra cosa que el modelo de acción empresarial que se desprende de la regla lógico-matemática por excelencia del capitalismo: reducir costes para aumentar beneficios. Y máxime ahora que la inflación se ha detenido y están empezando a bajar los precios, amén de que los bancos no dan créditos para la financiación privada ni a la de tres.
La reducción de plantillas y el cierre de fábricas se convierte así en una necesidad casi categórica para que las empresas no pierdan sus márgenes de beneficios.
Así funcionan las cosas.
Lo más triste de todo es que la mayoría de estos despidos masivos de trabajadores se realizan en connivencia con los que suelen ser en estos casos los mayores cómplices de los empresarios avariciosos y sin escrúpulos: los sindicatos "oficiales".
Sindicatos que al depender del Estado para su financiación no tienen reparo alguno en venderse por un plato de lentejas siempre y cuando sus militantes y representados más ilustres y pelotilleros saquen buena tajada.
Sobra decirlo, pero es evidente que cada día que pasa se hace más necesaria la vuelta a unos sindicatos libres, autofinanciados y con carácter de clase.
No puede haber otro camino si de verdad se quiere que los derechos de los trabajadores puedan ser defendidos de la manera que merecen frente a los abusos del poder político y de la patronal.
Pero claro, mientras los trabajadores sigan pensando que UGT y CCOO son quienes mejor defienden sus intereses frente a la patronal, mientras en las propias empresas se fomente de manera consentida por la ley la afiliación masiva a estos sindicatos, y mientras los sindicatos minoritarios y de clase tengan que verse sometidos a toda la presión que en su contra se ejerce desde los poderes establecidos por estos sindicatos dentro de las diferentes empresas en connivencia con la dirección y la patronal, quedarán todavía muchos años en los que millones de trabajadores saldrán con cara de tontos de sus respectivas empresas sabiendo que los echan como a perros mientras año tras año la plusvalía que han generado con su fuerza de trabajo no ha dejado de proporcionar voluminosos beneficios a esos empresarios que ahora le dan, a la primera de cambio, una patada en el culo.
Sentirse utilizado como mera mercancía sin rostro es lo menos que debe sentir cualquier trabajador que pase por este proceso.
Aunque, a decir verdad, no hace falta ser demasiado avispado para saber que en el 90% de las empresas los trabajadores no son otra cosa sino eso, por más que en nuestro fuero interior, asumiendo las posiciones más sumisas y alienadas, nos neguemos a afrontarlo.
Y es que afrontar racionalmente tan desagradable situación sería poco menos que abrir de par en par la puerta a los cambios revolucionarios.
Y es precisamente eso, los cambios revolucionarios, lo que más miedo genera en quien cree tener un puesto de trabajo medianamente estable y consolidado.
O como dice un amigo: se prefiere la certidumbre de la esclavitud al misterio de la libertad.
Lo trágico es que aún así, a pesar del vasallaje que impera por norma en la mentalidad del trabajador frente al capitalismo (¿o será tal vez como consecuencia de?), cuando ellos lo creen conveniente, te despiden y punto, tengan o no tengan razones económicas verdaderamente objetivas para ello. Vamos, que, como se suele decir en lenguaje cañí, además de cornudos, apaleados.
Pero, ¿hasta cuándo podrán seguir manteniendo con engaños el cuento capitalista de empresarios, liberados sindicales, banqueros, políticos y otros especímenes por el estilo que viven a costa del sudor y las penurias del proletariado y demás clases trabajadoras explotadas?
www.pedrohonrubia.com
Siguiendo a Fidel Castro, había advertido que “esa pirámide se vendría abajo”, como ha sucedido. En el 2005 había sostenido que la situación del capitalismo estadounidense “podría provocar, en un año o dos, una crisis que hará pequeña la de 1929, aniquilando pueblos enteros”.
Se basaba en que esta nación concentra el 18 por ciento del comercio mundial y su evolución “golpearía a todos los países, sin excepción”.
En su libro Especulación financiera contra economía real, que concentró el trabajo de 20 años, el autor enjuiciaba antes la situación, basado en las ideas permanentes del marxismo-leninismo y el pensamiento de Fidel Castro, “no solo como la aplicación a Cuba de esas ideas, sino en el cuerpo central de la teoría”.
Ya no se trata de “socialismo o barbarie, como pensaba Rosa Luxemburgo, sino socialismo o nadie”.
Ahora, en su obra Crisis sin salida del capitalismo, refleja el debate entre dos grandes participantes: los partidarios del capitalismo, que atribuyen la crisis a la mala gestión de banqueros y gobiernos, lo cual piensan superar, y los opuestos al capitalismo, que la vinculan a su existencia misma.
Al respecto se sitúa entre “los que apreciamos que es la crisis integral y final de ese sistema y que el único modo de salir de ella es establecer el modo de producción comunista, cuyo primer momento es el socialismo”.
Percibe que el desempleo masivo, la quiebra de un negocio tras otro, la lucha por sobrevivir, el fin de la ilusión de que cada generación vivirá mejor que la anterior, el miedo a todo, no dejarán de empujar los acontecimientos.
Con rigor conceptual considera que “en cualquier proceso histórico en el fondo está la economía, pero ese proceso no es exclusivamente económico sino social. Más que ningún otro acontecimiento las crisis abren conciencias y voluntades” y provocan grandes soluciones.
“Hay que reconocer que Estados Unidos y otras potencias pueden lograr cierta estabilidad con audaces medidas”, pero las que se requieren son “contra las fortunas de los ricos, echando abajo ese Robín Hood al revés, que roba a los pobres para enriquecer más a los ricos”.
Dentro del capitalismo, “esa estabilidad sería transitoria, salvo que se produzcan cambios realmente grandes y permanentes, ajenos a los programas de los dos partidos de la clase dominante de Estados Unidos, que siempre se hacen uno solo en la estrategia imperialista”.
Medular resulta el criterio de que la crisis del capitalismo es integral, abarcando la financiera, la real y cíclica, la energética, la del sector alimentario, la ecológica, la de la agresiva política exterior imperialista, la ideológica, la moral, la de gobernabilidad, la del consumismo desenfrenado y la de su Economía Política, que “mezcla neoliberalismo y recetas de Keynes, antes desechadas”.
Por ello sintetiza que desde que estas crisis se hicieron una sola, querer examinarlas por separado es el más grave error.
Considera que el capital aprecia a los trabajadores como compradores, a los que dicta sus gustos con la industria de los anuncios, pero los esquilma en tanto que vendedores de su fuerza de trabajo, única fuente del valor. Por eso, “lo que les roba en cada jornada sin darles nada a cambio, se va acumulando y provoca las crisis cíclicas”.
Expone también que “el capital no es tanto la ganancia, como el ansia insaciable de acrecentarla” y, por ello, la especulación financiera “deja de lado los medios de producción para apostar al precio de sus títulos de propiedad”.
El dinero “es el preferido en liquidar ganancias, salarios, impuestos, deudas, y mide los otros elementos de liquidez. Más que Rey, el dinero es el Dios del capitalismo”, concluye.
La especulación creó las compras a futuro, los derivados, los paquetes financieros de liquidez, que entremezclan monedas, bonos y otros instrumentos de créditos, y las famosas hipotecas subprime, con lo cual traslada la crisis hipotecaria al exterior.
Acerca de esta asegura que “los bancos prestaban a cualquiera, sabiendo que no podrían pagar para tener esos documentos como títulos de valor. Millones han perdido sus casas al subir la tasa de interés y también se desvalorizan las ya pagadas”.
Sobre la temporalidad pronosticada de la crisis aprecia que “está incrustada en ese afán demencial de hegemonía de Estados Unidos, a imponer con una moneda que acabará siendo repudiada en todas partes, y con bayonetas y tanques que pueden matar, pero no vencer”.
Es inexacto decir que Keynes utiliza el Estado para regular la economía, pues “en todas las Economías Políticas burguesas, incluso la neoliberal, el Estado es el fabricante de la mercancía que mide el valor del trabajo encerrado en las demás y permite su intercambio. En realidad no es el intercambio de productos sino de trabajos. El interés es el precio de esa mercancía”.
De ahí que si lo determinante en cualquier sistema social es el empleo, porque solo del trabajo salen los bienes y servicios de la economía real, en el capitalismo eso se deja de lado y lo más importante, en verdad lo único que importa, es el dinero.
Ahora los medios masivos “quieren hacer creer que Estados Unidos puede imprimir más dinero para pagar sus deudas, originadas en vivir bien a costa de los demás y en guerras, tipo Vietnam, que crean el desbalance fiscal, y seguir viviendo por encima de su trabajo nacional, recibiendo un 6% más que su PIB, lo que significa que el resto del mundo entrega ese monto”.
Pero, añade el autor, “el proteccionismo de una potencia imperialista lleva a lo mismo a sus rivales. El caos económico, condición de las crisis del capitalismo, no hará sino acrecentarse. Mientras exista la plusvalía, o sea, el capitalismo, la producción aplastará al mercado, a la larga o a la corta.
“Creer que pueda salir de crisis tan descomunal, es creer eterno el régimen burgués, yendo de crisis en crisis siempre con solución.
“En el examen entre las dos apreciaciones que tenemos los revolucionarios: crisis cíclica o crisis sin salida, deciden, no las citas de los teóricos, sino la práctica, y ella aprecia cómo ninguna de las crisis del sistema puede resolverse.
“Con la reducción mundial de la demanda de dólares de Estados Unidos, imprimir más “papelitos”, como enseña Fidel, es una locura, sencillamente un callejón sin salida.
Y vienen golpes nuevos a quien se tambalea en las cuerdas:
1. Kuwait estudia desligarse del dólar, iniciando la estampida en el seno de la OPEC, la poderosa agrupación productora de petróleo, y Rusia organiza otra para el gas, en medio de su choque con Ucrania, a la que acusa de robar el que envía a Europa.
2. Otras bolsas de valores habrán de apoderarse de activos norteamericanos, que se abaratan, y sus países tendrán necesidad de comprar menos dólares.
3. Más y más países comercian de hecho con el trueque o “barter”: Argentina y Brasil, y China y Rusia, y los dólares ya nada pintan.
4. Los países de Nuestra América acabarán teniendo su propia moneda.”
En su reflexión sobre el asunto, Valdés Vivó sintetiza que “a la pregunta de cómo hacer la revolución socialista en Estados Unidos, nadie puede responder. Pero la verdadera pregunta es cómo van a mantener allí el capitalismo”.
De ahí que, citando la Elegía a Jesús Menéndez de Nicolás Guillén, concluya: He aquí el azúcar ya sin sangre, ha sido largo el viaje y áspero el camino, nació un árbol con sangre de mi herida, canta desde él un pájaro a la vida la mañana se anuncia con un trino.
Por eso, a la pregunta ¿cómo van a mantener el capitalismo?, la respuesta sería, parafraseando al poeta, sin trino alguno.
Ernesto Montero Acuña
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