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El mayor estafador de la historia |
“Tengo una visión de estadounidenses con 80 años trabajando en oficinas y fábricas todavía, en silla de ruedas después de haber perdido las piernas en las guerras imperiales y sus pensiones gracias a los especuladores de Wall Street, y recordando amargamente que habían votado a un Presidente que primero prometió cambio, prosperidad y paz, para luego nombrar a timadores financieros y belicistas”.
Un ministro itinerante 2008.
Introducción
Todo el espectro político, desde la izquierda ‘libertaria’, pasando por los editores progresistas de The Nation, hasta el partido de extrema derecha compuesto de neo-conservadores/belicistas sionistas y los académicos de Berkeley/Chicago/Harvard partidarios del libre mercado ha aclamado con una sola voz la elección de Barack Obama como ‘un momento histórico y decisivo’ de la historia estadounidense, y otros histrionismos. Por razones totalmente externas a las eyaculaciones emocionales de sus promotores, es cierto que es un momento histórico: Sólo hay que constatar la brecha abismal entre la demagogia de su campaña ‘populista’ y sus antiguas relaciones carnales cada vez más estrechas con los personajes políticos más retrógrados, con los corredores de poder y con los apoyos millonarios financieros e inmobiliarios.
Un análisis somero de quiénes son sus asesores principales de campaña, de cuáles son sus compromisos públicos con los especuladores de Wall Street, con los militaristas civiles, con los sionistas celosos y con los abogados corporativos evidencia lo que se ocultó al electorado mediante la imagen de Obama de ser el amigo del pueblo y dar el mensaje elocuente de ‘esperanza’. Ganó eficazmente la confianza, los dólares y las decenas de millones de votos al prometer ‘cambio’ (impuestos más altos para los ricos, el fin de la guerra de Irak y la reforma del sistema nacional de salud); sin embargo, sus asesores de campaña sugerían la continuación de las políticas militares y económicas de la Administración Bush (confirmada más tarde por los nombramientos más estratégicos).
A las tres semanas de su elección, nombró a todos los posos políticos que habían provocado las guerras interminables de las últimas dos décadas, y a los diseñadores de las políticas económicas responsables de la quiebra financiera y la recesión cada vez más profunda que azota a decenas de millones de estadounidenses hoy y previsiblemente en el futuro.
Podemos afirmar que la elección de Obama ciertamente representa un hito en la historia estadounidense: La victoria del mayor estafador y sus cómplices de la historia reciente.
Habló con los trabajadores y trabajó con los amos de éstos.
Paseó el color de su piel delante de las minorías mientras borraba cualquier mención de sus quejas socio-económicas.
Prometió la paz para Oriente Próximo a la mayoría de los jóvenes estadounidenses y jura servilmente lealtad eterna al Partido de la Guerra de los sionistas estadounidenses que obedecen a un poder colonial extranjero (Israel).
Obama, a una escala mayor, es la encarnación perfecta del Hombre de Confianza de Melville. Te distrae mientras te quita la cartera. Te da las gracias mientras te manda a luchar en nombre de un país extranjero en una guerra en Oriente Próximo. Dice solemnemente piedades vacías mientras vacía los fondos de la Seguridad Social para rescatar a los principales financieros que te estafaron de tus inversiones de jubilación.
Nombra y alaba a los arquitectos de los planes de pirámide desplomados mientras promete que el futuro será mejor.
Es cierto, “nuestros mayores críticos intelectuales”, nuestros izquierdistas ‘libertarios’ y anarquistas académicos utilizaron sus conferencias donde cobran 5 cifras como plataformas para promocionar la candidatura del estafador: Describieron el tono político del estafador como “respuesta a las necesidades más sentidas de nuestro pueblo”.
Alabaron al estafador cuando habló de ‘cambio’ y de ‘darle la vuelta de 180 grados al país’.
Es cierto, Obama dio una vuelta de 360 grados: Nos devolvió a las políticas y a los arquitectos responsables de nuestro actual desastre político-económico.
Los seguidores progresistas y auto-narcotizados del estafador
El contraste entre la retórica de la campaña de Obama y sus actividades políticas fue transparente, público y evidente para todos, salvo para las masas hipnotizadas y los ‘progresistas’ auto-narcotizados quienes se inventaron argumentos en su favor.
De hecho, incluso después de la elección de Obama y el nombramiento tanto de los cómplices de Clinton/Wall Street a los más altos puestos económicos como de los arquitectos de las guerras imperiales prolongadas (Hillary Clinton a Secretaria de Estado y Robert Graves de la Administración Bush a Secretario de Defensa), los ‘verdaderos creyentes progresistas’ encontraron razones para representar, cual perrito faldero, la charada.
Muchos progresistas argumentaron que los nombramientos de belicistas y timadores por parte de Obama fue un truco para ganar tiempo ahora y desplazarse a la ‘izquierda’ más adelante.
Si nunca han reconocido sus errores históricos públicamente, estos mismos progresistas se pusieron a escribir ‘cartas abiertas al Presidente’ abogando a favor de ‘la causa del pueblo’.
Quizá sus epístolas logren evadir la destructora de papel del Jefe de la Casa Blanca, Rahm Emanuel.
El prestidigitador que habló de ‘cambio’ ahora habla de ‘experiencia’ al nombrar a puestos tanto mayores como menores a los mismos rocines políticos que rotan discretamente entre Wall Street, Washington, la Reserva Federal y los ambientes académicos. En vez de ‘cambio’, hay continuidades absolutas de diseñadores de políticas, y sobre todo vínculos mayores entre militaristas, Wall Street y los nombramientos de Obama.
Los verdaderos creyentes progresistas, enfrentados con el fracaso total, se agarran a un clavo ardiendo. Obligados a reconocer que todos los nombramientos de Obama representan los posos del pasado corrupto y sangriento, esperan y rezan para que las circunstancias extremas actuales conviertan a estos belicistas impenitentes y partidarios de toda la vida del capital financiero en defensores de un estado de bienestar keynesiano resucitado.
Más al contrario, Obama y sus hombres en el Pentágono, Departamentos de Estado y Justicia, y agencias de Inteligencia y Seguridad están pidiendo grandes aumentos en gastos militares, envíos de tropas y militarización interior para recuperar las fortunas perdidas de un imperio en declive. Obama y sus hombres proyectan proseguir con energía la guerra global de Clinton-Bush contra los movimientos nacionales de resistencia en Oriente Próximo.
Sus asesores de más confianza, que colocan a Israel como prioridad, han echado el ojo a Irán, Siria, Afganistán, Pakistán, Somalia, Sudán, Palestina e Irak.
La estafa económica de Obama
Luego está el contraste entre los billones que Obama regalará a los timadores financieros (y cualquier otra empresa privada capitalista ‘demasiado grande para fallar’) y su compensación cero para los 100 millones de cabezas de familia estafados por valor de 5 billones de dólares en concepto de ahorros y pensiones por parte de sus nombrados cohortes y los que se han beneficiado de los rescates.
Ni un solo centavo será destinado a los parados de larga duración.
Ni un solo hogar será rescatado de la amenaza de desahucio.
Obama es la marca registrada de una red de personal de confianza. Es una banda bien organizada de políticos eminentes, recaudadores de fondos, buscavidas de los medios de comunicación, magnates inmobiliarios y macarras académicos. Se unen a ellos y los encubren los funcionarios y rocines del Partido Demócrata. Como el virtuoso, Obama proyectó la imagen y siguió el guión. Pero la financiación y todo el tinglado ‘populista’ fueron construidos por los partidarios inflexibles del libre mercado, por los que ponen a Israel primero, tanto judíos como gentiles, por los belicistas de Washington y por todo un ejército de burócratas multimillonarios.
La estafa electoral sirvió para algo más que la mera propulsión de una docena de artistas estratégicos de la estafa hacia puestos relevantes de la Casa Blanca. Primero, la banda estafadora de Obama desvió la rabia e ira de decenas de millones de estadounidenses económicamente machacados y sangrados por la guerra, de forma que la hostilidad no se vertiera sobre una presidencia y un congreso desacreditados, o sobre un sistema político grotesco de un partido con dos facciones, y diera como resultado la acción directa o al menos un nuevo movimiento político.
En segundo lugar, la imagen de Obama proporcionó una tapadera temporal para el regreso y la continuidad de todo lo que detestaba el pueblo estadounidense – los arrogantes timadores intocables, el desempleo creciente y la incertidumbre económica, la pérdida de hogares y ahorros de toda una vida, y las guerras imperiales interminables.
Siendo las estrellas de la película Paul Volker, ‘Larry’ Summers, Robert Gates, los Clinton, Geithner, Holder y General (‘Tú bebe tu kool-aid mientras yo ocupo mi sitio en el Consejo de Administración de Boeing’) Jim Jones (Cuerpo de Marines de los Estados Unidos USMC), Obama nos obsequia con un nuevo pase de intervenciones militares y crímenes de guerra, bandidaje en Wall Street, Abu Graib, buscavidas del Comité Estadounidense-Israelí de Actividades Políticas AIPAC y todas las demás pamplinas diversas. Nuestro Gunga Din hecho en Harvard da a entender que habla en nombre de todos los sujetos coloniales pero actúa en el interés del imperio, de sus vampiros financieros, y de sus criminales de guerra y sus sanguijuelas de Oriente Próximo de la Tierra de los Elegidos.
Las dos caras de Obama
Como la cara de Jano en las monedas de la república romana, Obama y sus íntimos amigotes bromearon cínicamente sobre ‘cuál es la cara real de Barack’, conscientes de la estafa que perpetraban durante la campaña. En realidad, sólo hay una cara – la de un Obama muy comprometido, consecuente y sin tapujos, demostrando con sus nombramientos la cara de un constructor de imperio.
Obama es un militarista a las claras con el firme propósito de reconstruir el imperio estadounidense hecho jirones.
El Presidente Electo es un defensor de Wall Street imperturbable – colocando la recuperación de los grandes bancos y empresas de inversión como prioritaria. Las personas nominadas para los puestos económicos más relevantes (Tesorería, asesores de la Casa Blanca) están bien capacitadas (largo servicio en la oligarquía financiera) para perseguir la agenda de Wall Street de Obama.
No hay ni un solo miembro de su equipo económico que represente o haya defendido los intereses de las clases asalariadas (ni siquiera de las pequeñas y medianas empresas procedentes de la industria productiva).
Los propagandistas de Obama sostienen que sus nombramientos reflejan su preferencia por la ‘experiencia’ – esto es verdad: Su equipo ha tenido mucha ‘experiencia’ en aumentar los beneficios empresariales, compras y especulación en el transcurso de sus largas y lucrativas carreras. Obama no quiere a jóvenes sin historiales de haber servido a las Grandes Finanzas cuyos intereses le son cruciales. Quería a funcionarios económicos de confianza que reconocieran que la tarea central de su régimen es la refinanciación millonaria. Los nombramientos de los Summers, Rubins, Geithners y Volkers encajan perfectamente con su ideología: Son la mejor elección para sus metas económicas.
Los críticos de estos nombramientos hablan de los ‘fallos’ de estos economistas y su papel en ‘el colapso del sistema financiero’. Estos críticos no reconocen sin embargo que sus ‘fallos’ no es lo más relevante, sino su compromiso inquebrantable con los intereses de Wall Street y su voluntad para sacar billones de dólares más a los contribuyentes estadounidenses con el fin de sostener a sus colegas de Wall Street.
Con Clinton y Bush, previo al desplome financiero, éstos ‘liberalizaron’ la práctica de timar a 100 millones de estadounidenses de billones de ahorros y pensiones privados. En la crisis actual, éstos son exactamente las personas necesarias para timar a la tesorería de los Estados Unidos los billones de dólares que necesitan para rescatar a sus compañeros oligarcas. El Presidente Blanco (Bush) deja excrementos humeantes en las alfombras de la Casa Blanca, y Wall Street llama al ‘histórico’ Presidente Negro Obama para organizar la limpieza.
Obama, el militarista, supera a su antecesor
Lo que hace a Obama un militarista y defensor de Wall Street mucho más audaz que Bush es que tiene la intención de perseguir políticas militares que ya han dañado al pueblo de Estados Unidos nombrando a personas que ya han sido desacreditados en el contexto de guerras imperiales falladas y una economía interior fracasada.
Mientras Bush empezó sus guerras después de que la paz acostumbrada de Estados Unidos fuera destrozada por el clima de miedo orquestado a raíz del 9/11, Obama tiene la intención de lanzar su intensificación de los gastos militares en el contexto de un desencanto público generalizado con las guerras en curso, con déficits fiscales monumentales, con presupuestos militares inflados y después de que 100.000 soldados estadounidenses hayan muerto, estén heridos o destrozados psicológicamente.
Los nombramientos de Obama de Clinton, General Jim Jones, el ciudadano israelí Rahm Emmanuel y el ultra-sionista Dennis Ross, encajan perfectamente con su agenda imperial-militarista de intensificación de la agresión militar. Su selección de candidatos en el terreno de la inteligencia también encaja perfectamente con la prioridad de Obama de recuperar el liderazgo mundial de Estados Unidos (reconstruir las redes imperiales de Estados Unidos).
Toda la charlatanería de los medios sobre los esfuerzos de Obama de ‘bipartidismo’, ‘experiencia’ y ‘competencia’ tapa los asuntos fundamentales: Las personas elegidas de los dos partidos están completamente comprometidas con la construcción del imperio militar. Todos están a favor de “un nuevo esfuerzo por renovar la posición de Estados Unidos en el mundo” (léanse ‘la dominación imperial de Estados Unidos en el mundo’), de acuerdo con lo que dijo la futura Secretaria de Estado Hillary Clinton.
El General James Jones, la elección de Obama para la Seguridad Nacional, presidió las operaciones militares durante el período de Abu Graib/Guantánamo. Apoyó con fervor el aumento de tropas en Irak y aboga por un gran aumento del gasto militar, 100.000 efectivos y la militarización de la sociedad doméstica estadounidense (sin mencionar sus relaciones financieras personales con el complejo industrial militar).
Robert Gates, como el Secretario de Defensa de Obama, apoya la guerra imperial universal, unilateral y sin límite. Cuando el número de países aliados de Estados Unidos en Irak caiga de 35 a 5 el 1/1/2009 y el régimen títere iraquí está pidiendo la retirada de todos los soldados estadounidenses para 2012, Gates, el intransigente, insiste en una presencia militar permanente.
El asunto de ‘la experiencia’ gira alrededor de dos cuestiones:
(a) la experiencia relacionada con ¿qué prácticas políticas pasadas?
(b) la experiencia necesaria para perseguir ¿qué políticas futuras?
Toda la experiencia pasada de los nombramientos está relacionada con guerras imperiales, conquistas coloniales y la construcción de estados amigos. La ‘experiencia’ de Hillary Clinton fue su apoyo al bombardeo de Yugoslavia y la invasión de la OTAN de Kosovo, su apoyo al Ejército de Liberación de Kosovo (KLA), una organización terrorista-criminal internacionalmente reconocida, y los bombardeos implacables de Irak en la década de los 90, la invasión criminal de Bush de Irak en 2003, el bombardeo asesino de núcleos civiles en el Líbano por parte de Israel… y ahora las llamadas a voz en grito para la ‘destrucción total de Irán’.
Clinton, Gates y Jones no han propuesto nunca durante su carrera política la negociación pacífica de disputas con cualquier adversario de los Estados Unidos o Israel. Dicho de otra manera, su ‘experiencia’ alardeada se basa exclusivamente en su enfoque militarista unidimensional de las relaciones exteriores.
Y la ‘competencia’ ¿para hacer qué? En términos generales, Los Tres (Clinton, Gates y Jones), han demostrado la mayor incompetencia para librar a los Estados Unidos de guerras coloniales perdidas, costosas y dilatadas.
Les falta la más mínima capacidad de reconocer que la construcción de imperios militaristas en el contexto de estados independientes ya no es viable, que sus costes pueden arruinar una economía imperial y que las guerras sin fin erosionan su legitimidad a los ojos de la ciudadanía.
Incluso dentro del marco del pensamiento estratégico, geopolítico e imperial, sus posicionamientos demuestran la más alta incompetencia: Apoyan ciegamente a un pequeño estado colonial ideológicamente fanático y altamente militarizado (Israel) frente a 1.5 billones de musulmanes que viven en naciones ricas en recursos minerales y petrolíferos con mercados lucrativos, potencial inversor y situadas en el centro estratégico del mundo.
Promocionan guerras totales contra poblaciones enteras, como ocurre en Afganistán, Irak y Somalia, sin la menor posibilidad de ganarlas. Son verdaderamente los ‘Maestros de la Derrota’.
Obama nombró a ‘Los Tres’ por su experiencia, competencia y apoyo bipartidista en la persecución de guerras imperiales. No se percató de sus fallos deslumbrantes, sus violaciones flagrantes de las normas básicas de la civilización (los derechos humanos de decenas de millones de civiles en naciones soberanas) a causa de su voluntad de perseguir las ilusiones de un nuevo orden mundial dominado por los Estados Unidos.
Conclusión
El compromiso profundo de Obama de convertirse en el salvador del imperio estadounidense se evidencia en el nombramiento a los puestos más relevantes de los políticos y generales más mediocres y fallidos basándose en su voluntad de perseguir la construcción de imperios militaristas mientras la economía doméstica se desploma y la ciudadanía se empobrece y se desangra.
Igual que la campaña electoral y victoria posterior de Obama entrarán en los anales de la historia como la estafa política del nuevo milenio, sus nombramientos políticos y económicos marcarán otro momento ‘histórico’: El nombramiento de especuladores y belicistas fallidos y corruptos.
Unámonos a la celebración inaugural de nuestro ‘Primer Presidente Imperial Afro-Americano’ ¡que gana mediante la estafa y gobierna con las armas!
Traducido para Rebelión por Christine Lewis Carroll
James Petras

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, multitud, politica.
Y en naciones situadas en la órbita de Washington, donde no todos tragan el bulo de que la intervención en la vetusta Mesopotamia representa un primer paso en la democratización de la región.
Así, el 65 por ciento de los interrogados no considera que la Casa Blanca está verdaderamente interesada en promover el Gobierno de los más, frente a un magro 5 por ciento, empeñado en lo contrario.
Pero ya que nos hemos abismado en el ámbito de las cifras, expongamos que, conforme a unos flamantes sondeos (2008) de la Anwar Sadat Chair for Peace and Development, Universidad de Maryland, el 83 por ciento de los árabes pone en USA una mirada desfavorable, mientras que el 70 por ciento no deposita confianza en sus políticas.
Con respecto a Iraq, el 81 por ciento de los interrogados interpreta que la situación ha empeorado desde la invasión, el 59 por ciento estima que la guerra ha tornado más inestable la zona, y el 42 por ciento señala que el objetivo es distraer la atención de cuestiones mucho más acuciantes, como el problema palestino.
Al ser inquiridos sobre qué nación representa la mayor amenaza en aquel ámbito, el 95 por ciento se decanta por Israel y el 88 por EE.UU, y, fijémonos, sólo el ocho por ciento apunta hacia Irán como potencial amenaza.
Incluso, para muchos el Estado de los ayatolas cumpliría un importante papel de disuasión ante Tel Aviv, en el caso hipotético de que trocara el anunciado fin pacífico de su desarrollo nuclear.
Ahora, quizás hayamos empezado mal estas líneas con aquello de que Obama prometió retirar las tropas. Porque, conforme a la afilada pluma del conocido historiador y politólogo norteamericano Howard Zin, lo que en sí discutían los candidatos presidenciales era qué bronca dirimir.
“Mac Cain dice: Mantengamos las tropas en Iraq hasta que ganemos. Obama dice: Retiremos algunas (no todas) las tropas de Iraq y enviémoslas a pelear para que ganemos en Afganistán”.
Entonces, más que apostar por si quien asumirá dentro de unos días resolverá largarse o largarse a medias, aquí se trataría de destacar, con analistas como el español Alberto Piris, que un repliegue rápido y total vendría a ser mero anhelo colectivo, pues:
“en Iraq, por cada soldado en la línea de combate existen unos cuantos soldados más en lo que pudiera llamarse retaguardia (servicios, municionamiento, mantenimiento de equipos y material, comunicaciones, sanidad, administración, etcétera). Pero también existen varias bases militares, que contienen verdaderas ciudades, con sus supermercados, gimnasios, tiendas de comida rápida, semáforos que regulan el tráfico, centrales eléctricas, oficinas de correos, campos de golf y de tenis, restaurantes de todo tipo”.
A no ser que finalmente necesidad obligue.
Que el sucesor de Bush elija la fidelidad a su promesa como vía para revertir el despilfarro de los recursos de una nación en franca recesión, despilfarro materializado en una aventura militar mal concebida y peor ejecutada, “que ha creado una situación de muy compleja resolución” (Piris).
Tan compleja que, de decretado el regreso pronto, el nuevo inquilino de la Casa Blanca podría abocarse a un encontronazo con los altos mandos militares, los cuales, en voz del almirante Mike Mullen, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, han declarado lapidariamente:
“Retirar todas las fuerzas llevaría dos o tres años. Tenemos 150 mil soldados ahora en Iraq. Muchas bases. Muchísimo material allí desplegado”.
Y, como puntillazo, el más gravoso argumento:
“Cualquier operación de retirada estaría condicionada por el nivel de seguridad en cada zona. Esto no es posible ni en Bagdad ni en Mosul, donde un cambio de responsabilidades entre las fuerzas de Estados Unidos y el ejército iraquí implicaría muy graves dificultades”.
Desenredando la madeja
Ahora, el desbroce de este entramado de opiniones podría muy bien involucrar signos que, en nuestro criterio, desdicen la anunciada decisión de Obama.
“El presidente electo ha dicho que recabaría mi asesoramiento y el de la Junta de Jefes de Estado Mayor, antes de tomar ninguna decisión”, Mullen dixit.
Como si no bastara, el hombre que regirá los destinos de USA durante los próximos cuatro años ha apostado por mantener en el sitial de Secretario de Defensa a un postor busheano del belicismo: Robert Gates.
¿Se querrían más sugerencias?
Claro, la evolución del panorama iraquí por derroteros no previstos por el Gobierno estadounidense ha forzado a replantearse el marco de la presencia foránea.
Como acota el colega Pedro Rojo, en el digital IraqSolidaridad, la constante presión de la resistencia y la falta de apoyo popular a la ocupación han compelido a los legionarios a resguardarse en sus fortificadas bases, lo que conlleva una notable reducción de sus acciones y patrullas.
Mas había de surgir la solución “mágica”: el Acuerdo de Retirada de las Fuerzas de Estados Unidos de Iraq. Una táctica dilatoria y falaz.
Porque “la tan proclamada fecha de retirada total del territorio iraquí no es más que otra fecha en el camino de la ocupación, pues el miso acuerdo se preocupa de indicar la vía para su renovación”.
Y, sobre todo, porque se incluye en el Marco Estratégico para una Relación de Amistad y Cooperación entre los Estados Unidos de América y la República de Iraq, el cual estipula que la presencia temporal norteamericana es fruto de la petición del Gobierno de Bagdad, lo que franquea la puerta a cualquier llamado del gabinete cipayo, de Nuri al Maliki, al regreso o al mantenimiento de los yanquis en aquellos lares.
En este contexto, analistas como el ruso Iliá Kramnik (Argenpress) no dudan en sus apreciaciones: Sí, para comprender cómo puede cambiar la política militar de EE.UU. es útil conocer quiénes serán los responsables de las entidades encargadas de los asuntos de defensa.
La confirmación de Gates en calidad de jefe del Pentágono y el nombramiento de James Jones como Consejero Nacional de Seguridad -elementos en una larga lista de similar jaez- permiten afirmar que USA no planea suspender las operaciones castrenses actualmente en progreso, aunque en algunas zonas puedan ocurrir cambios importantes.
Por otra parte, y siguiendo posibles situaciones en la región, lógicamente interrelacionadas con la iraquí, el conflicto en Afganistán tiene mayúscula posibilidad de empeorar.
Según el propio Obama, “la lucha contra el terrorismo en Afganistán será una de las tareas prioritarias de Washington”.
En consecuencia, el Pentágono ya anunció el plan de aumentar allí el contingente hasta más de 50 mil efectivos.
Con respecto al conflicto israelo-palestino, el próximo mandatario ya se encargó de enviar un mensaje: ha designado jefe de su gabinete al congresista Rahm Emanuel, veterano del ejército de Israel y ciudadano de ese país.
Posiblemente Irán quede en la lista de los objetivos prioritarios de USA, pero “bajo las condiciones actuales, Washington difícilmente opte por una nueva guerra en el golfo Pérsico”.
A lo sumo, presionará a Teherán desde el interior, mediante el apoyo de las fuerzas políticas de la oposición al régimen de los ayatolas.
Por supuesto, todo esto no pasa de esbozo de escenarios de nuevo año, para los cuales habrá que tener presentes factores como un estudio del Consejo Nacional de Inteligencia de EE.UU. que pinta un panorama desalentador… para el Imperio.
Conforme a las previsiones, el dólar dejará de ser la principal moneda para el intercambio global, y, entre otras sombras, la recesión vendrá a constituirse en algo así como un niño que juega a los dados, para decirlo con el clásico castellano.
Por supuesto, siempre habría que tomar en cuenta la actitud de la resistencia antiyanqui en Iraq, Irán y los cuatro costados del Oriente Medio, aunque esta no aparezca en ni los más inteligentes estudios de la Inteligencia.
Eduardo Montes de Oca
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