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Diplomacia del zapato de piel |
Fue evidente, mucho antes que un periodista iraquí le arrojara sus zapatos al Presidente Bush, que Estados Unidos se ha vuelto peligrosamente impopular en el mundo musulmán.
Barack Obama reconoció la necesidad de rescatar el descenso en picada de la reputación de Estados Unidos cuando prometió, durante la campaña, que "viajaría a un importante foro islámico" en sus primeros 100 días como presidente, a fin de pronunciar un discurso que presente bajo una nueva luz la lucha de Estados Unidos en contra de la red Al Qaeda y terroristas de mentalidad similar.
El lugar donde pronuncie ese discurso tendrá menor importancia que lo que diga, y las palabras, a su vez, revisten menor importancia que sus acciones. No bastará con recordarles a los más de 1,000 millones de musulmanes en el mundo que él tenía un padre musulmán de Kenia y un padrastro musulmán de Indonesia. Tampoco bastará recitar la letanía acostumbrada de la tolerancia religiosa en Estados Unidos y el respeto de los estadounidenses por las enseñanzas éticas que el Islam comparte con otras religiones.
En las consecuencias de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Presidente Bush dijo cosas reales, advirtiendo a los estadounidense que no culpen a todos los musulmanes por los crímenes perpetrados por el pequeño culto terrorista de Osama bin Laden. Sin embargo, esas sabias palabras fueron seguidas por acciones calamitosas: las horrendas imágenes de prisioneros humillados en Abu Ghraib, el ilegal encarcelamiento de los inocentes con los culpables en Guantánamo, las bombas y misiles que mataron a civiles inocentes -definidos como daño colateral- en Irak, Afganistán y Pakistán.
Obama necesita cambiar la percepción en cuanto a que Estados Unidos está en guerra con el Islam de manera integral. Él está bien posicionado para entender las tensiones que los movimientos yihadíes están ocasionando dentro de sociedades musulmanas. Además, tendrá que demostrar que, en la lucha en contra del nihilismo oculto bajo la pretensión de una purificación islámica, Estados Unidos y la mayoría de las poblaciones musulmanas están del mismo lado.

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, multitud, politica, sabiduria.
Fue el último beso, el beso de despedida de un pueblo indignado. Para el occidente anglosajón, este “chocante hecho” es repudiable. Pero lo es más la presencia en suelo Iraquí de un genocida, que en este caso es el mandatario más impopular y desprestigiado del orbe. Este acto de bienvenida y de despedida, fue como se dice, un choque de culturas. Y es que el mundo musulmán es un mundo literalmente “otro”; es, según se desprende de los relatos de Robert Fisk, el portentoso periodista británico de The Independent, una cultura única en su género y hondamente distinta. Sus gestos tan minuciosos, su pulcritud, su manera de vivir la cotidianidad, son formas de encarar el encuentro con el “otro”.
En otros relatos, uno puede mirar que en el suelo musulmán hay un espacio para la coexistencia y la cortesía y, según nos hacen notar, también hay espacios para la deshonra, entre las que se halla en ciertos malhadados casos, la marginación y el abuso a las mujeres. Pero los actos de deshonra al "otro" son distintos. Y es que para el mundo árabe, mostrar simplemente la suela del 'kundar', como se dice al zapato en iraquí, es ya considerado una terrible ofensa. Y ofensa mucho más grave es llamar a alguien “perro”, un animal que los musulmanes consideran 'impuro', y que por ello fuera utilizado en Abu Ghraib por los invasores norteamericanos para torturar a este pueblo.
Tras la desastrosa campaña política y militar en suelo iraquí; de justificar causas inexistentes como la posesión de armas de destrucción masiva o nexos con Al Qaeda y el 11 de septiembre con el ex dictador Sadam Husein; o de dejar en la pobreza y destrozado los servicios básicos y las principales infraestructuras del pueblo de Irak; y dejando alrededor de un millón de víctimas civiles en nombre de la libertad y de los intereses petroleros y armamentistas que impulsaron este genocidio encubierto; el oprobioso mandatario de Estados Unidos, fue despedido con un beso a su altura. Un acto de sobria despedida.
En la mencionada conferencia de prensa, Muntazer al Zaïdi, periodista del canal de televisión iraquí Al Bagdadia, dio un saludo y una despedida al monarca imperial que pasará a la posteridad. Arrojándole sus zapatos (el primero de saludo y el otro de despedida) al presidente G W Bush, al Zaïdi exclamó:
“Toma tu beso de despedida, pedazo de perro. Es el final”.
Este acto sorpresivo, como la visita de Bush a Irak, ha concitado la atracción de todo el pueblo iraquí quienes se solidarizan con este hecho. Debido a ello, Muntazer al Zaïdi es considerado un héroe nacional.
Y es que parece ser que hay varios besos, de llegada y de salida. El primer beso, el de saludo, puede ser en ciertos momentos, bochornoso, mucho más si es un beso de saludo musulmán de hermandad (con su salam aleikum acompañado) para un occidental. Es como que en un abrir y cerrar de ojos, los reflejos prudentes cesan y uno se ve abocado a la situación de vivir en otro tipo de cultura y espacio moral. En cierto momento, hasta uno puede ser perdonado por esquivar este primer beso!
Pero hay un segundo beso, nada erótico ni lujurioso por cierto, donde uno deja ya que las circunstancias entren en el pleno rostro de occidente, sin vacilar… y en este caso, debería no ser evitado!! En especial en el caso de este títere de las petroleras y de la jugosa y lucrativa industria armamentista. El beso, como un relámpago, un zapato hecho proyectil, “un arma de indignación masiva” que reflejaba la cólera de un pueblo, aún si hubiese acertado en la trayectoria, y a pesar de que todos hubiésemos querido que así sea, no pudo haber llegado pues la mano del primer ministro iraquí Nuri Al Malikien, primer ministro nombrado en plena ocupación, habría podido evitar este contacto físico.
Sin embargo, y a pesar de que Talabani, el presidente de Irak se haya dirigido a Bush calificándolo de «gran amigo del pueblo iraquí, que ha ayudado a liberar», hoy por hoy Muntazer al-Zaïdi es considerado un héroe nacional. El Consejo Sunita de Ulemas ha percibido este acto como “un hecho histórico”.
¿Qué se desprende entonces del segundo beso de despedida? Es pues, el inicio del futuro de la relación. Y aunque se crea, ni aún la presencia de la mano del primer ministro iraquí Nuri Al Malikien podrá evitar esta nueva etapa. Este, el segundo beso, el de plena despedida, es aquel que, aúnque no parezca, llegó a su destinatario.
Ante la ficción de los ojos siempre victoriosos norteamericanos, y tras la realidad del colapso financiero que también debe sus causes a esta guerra infame e ilegal –no sé si haya guerras legales, con la crueldad y miseria humana que conllevan- y luego de la segunda intervención estadounidense, a sangre y fuego en suelo iraquí, con misiles cruceros cayendo sobre pueblos y ciudades indefensas, la intervención anglosajona sigue siendo un histórico desastre. De este segundo zapatazo podemos desprender, si seguimos a Fisk, que el imperio que se deshace, como los anteriores, en su larga trayectoria de colonización y barbarie en suelo árabe ha aprendido, nuevamente, una última y vieja enseñanza del pueblo musulmán:
“En nuestros radares históricos ni siquiera aparece Craso, el más rico de los generales romanos, quien exigió ser emperador luego de conquistar Macedonia –'misión cumplida'– y en venganza se propuso destruir Mesopotamia. En un lugar del desierto, cerca del río Éufrates, los partos –antecesores de los actuales insurgentes iraquíes– aniquilaron las legiones, le cercenaron la cabeza a Craso y la enviaron de vuelta a Roma, llena de oro. En estos tiempos habrían grabado en video la decapitación. Con su monumental arrogancia, esos hombrecitos que nos llevaron a la guerra hace cinco años ahora demuestran que no han aprendido nada.” (Robert Fisk, The Independient).
No hubo pues, una mejor despedida para un prepotente genocida. O podríamos haber esperado, si así lo quieren los ambiciosos de Wall Street y sus secuaces, que el pequeño emperador hubiese vuelto decapitado y repleto en oro negro.
Nuevamente aprendimos, siguiendo a Fisk, que no hay una conexión entre el mundo musulmán y el “terror”; pero si hay una línea directa que conecta el terror con la historica ocupación, demencial y siempre frustrada, del occidente anglosajón en suelo musulmán. Así, con este segundo beso de despedida al pequeño emperador, la pax americana está llegando a su fin.
Es el mismo beso con que deberíamos despedir a todo dictador: por todos los hombres y mujeres torturados, por los hijos huerfanos o humillados por la pobreza, por las mujeres viudas y las madres despojadas de sus hijos, por que en el lecho de la muerte, no debe haber "muertos buenos", ni madres de presidentes que dignifiquen el terror, la miseria y la barbarie!.
Al fin y al cabo, en la tumba o al final de la jornada no hay paz, cuando la vida no ha sido dignificada en los actos, en la plenitud de la relación.
"Ver la muerte como algo diferente de la vida o el movimiento como algo diferente de la inmovilidad es ser parcial. Ser imparcial significa ver el sufrimiento como algo no diferenciado del nirvana, porque la naturaleza de ambos es el vacío." (Bodhidharma)
"cada palabra es como una mancha innecesaria sobre el silencio y la nada" (Samuel Beckett)
Markos Toscano Morales
England tiene hoy 26 años y vive en Fort Ashby (Virginia Occidental), la localidad en la que se crió y en la que reside en una caravana junto a sus padres y a su hijo de 4 años, fruto de su relación con el oficial Charles Garner, el único de los siete militares procesados por las torturas que sigue en la cárcel.
Sin trabajo, mucho más gruesa que cuando estuvo en Iraq y en tratamiento por depresión, relaciona las torturas con el ambiente general de la guerra:
"No sé cómo describirlo. Eran los enemigos. No quiero decir que merecieran el trato que les dimos, pero..."
También se justifica a si misma, diciendo que entonces era "muy inocente y confiada" y se muestra muy orgullosa de no haber delatado a ningún compañero:
"En la guerra, no te chivas de tus compañeros. Nos condenaron a siete, pero créame, hubo muchos más en las fotos".
England relata que al inicio de su misión en Iraq, como miembro de la 372 compañía de la Policía Militar, se llevaba bien con los iraquíes:
"Nos relacionábamos con la gente del lugar, aprendíamos sus costumbres y ellos se interesaban en las nuestras".
Abusos habituales
Pero todo cambió en el otoño de 2003, cuando su compañía fue asignada a Abu Ghraib, una cárcel con capacidad para 700 reclusos, pero que albergaba 7.000.
Ella trabajaba en tareas administrativas, pero bajó a los calabozos por iniciativa de Graner y ambos se sorprendieron al ver que el abuso, supervisado por sargentos, era algo normal.
Los presos "atacaron a un guardia de seguridad estadounidense", insiste.
Asegura que Graner consideró inicialmente que "aquello estaba mal" y que se lo dijo al responsable de su batallón, cuya única respuesta fue "que no había nada malo en aquello".
Sobre la fotografía de los hombres apilados desnudos como una pirámide, frente a los que aparecen unos sonrientes England y Graner con el pulgar de sus manos hacia arriba, recuerda que "estaban gritando, decían que nos odiaban, que nos iban a matar".
"Eran de los malos. Igual no formaban parte de la insurgencia, pero hicieron algunas cosas que no debían haber hecho", apostilla su abogado, que le acompaña en la entrevista y que dice que aquellos hombres "atacaron a un guardia de seguridad estadounidense".
Preguntada acerca de si vio alguna mujer prisionera en Abu Ghraib, contesta:
"llegamos a tener cuatro, una de las cuales estaba loca. Tuvieron que llevarla al manicomio".
"Le llamábamos 'lady loba' porque estaba llena de pelo. Gritaba y todo eso", dice.
Recuerda que ella se resistía a aparecer en las fotos, pero que Graner, con quien ya mantenía una relación sentimental, le insistía:
"Era tan insistente. Me decía 'vamos, hazlo por mi, lo harías si me quisieras', y yo aceptaba y le decía que hiciera la maldita foto".
"Dijeron en el juicio que las figuras autoritarias me intimidan. Siempre quiero agradar. Dijeron que esa fue una de las razones por las que Graner me intimidó fácilmente, porque lo veía como una figura autoritaria, así que yo era muy complaciente", explica.
Hoy su principal preocupación es encontrar trabajo, algo que le resulta difícil porque muchas empresas no contratan a ex convictos, y su principal queja es que no puede acceder a una licencia de armas para cazar:
"Eso me cabrea y me enfurece".
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