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Bush se tropieza con la horma de su zapato |
Un periodista iraquí tira sus zapatos a Bush: 'Toma tu beso de despedida, pedazo de perro'. Aunque erró en el blanco, el mensaje del reportero quedó claro. Tanto el insulto como arrojar el calzado son de las peores ofensas en el mundo árabe. Bush esquiva los zapatos que le lanza el periodista iraquí en una rueda de prensa con Maliki.
La visita sorpresa de George W. Bush a Irak ha tenido también un final inesperado cuando un reportero le ha lanzado los zapatos en plena rueda de prensa.
Un periodista iraquí que asistía desde la tercera fila a la rueda de prensa del presidente de EEUU y el primer ministro iraquí Nuri Al Maliki en las dependencias privadas de este último, ha protagonizado una particular 'despedida' al mandatario norteamericano.
Al grito de 'toma tu beso de despedida, pedazo de perro', el periodista, identificado como Muntazer al Ziadi y corresponsal de la cadena de televisión suní al Baghdadia, le ha lanzado los zapatos, uno detrás del otro, a Bush.
El todavía presidente estadounidense hizo gala, en cuestión de segundos, de unos estupendos reflejos, esquivando ágilmente los 'proyectiles'. Uno le pasó a Bush por encima de la cabeza y se estampó contra la pared que había tras de él. El segundo también erró el blanco.
Eso sí, aunque el 'zapatazo' no consiguió su objetivo, el mensaje era claro. En Irak, igual que en gran parte del mundo árabe, arrojar un zapato es una de las mayores ofensas que se pueden cometer contra una persona, al igual que llamarlo "perro".
Inmediatamente, los agentes de seguridad iraquíes y los del servicio secreto estadounidense se abalanzaron sobre el hombre y lo redujeron en el suelo. Finalmente, lo sacaron de la sala.
Bush sonrió tenso, pero mantuvo la compostura: "Este tipo de hechos no me preocupan, quien los hace quiere llamar la atención", dijo el presidente saliente de EEUU, que había llegado horas antes en una visita sorpresa a Bagdad, y pidió a todo el mundo que se tranquilizara.
Otros periodistas iraquíes se disculparon por la actitud de su colega. Bush mantuvo el tipo y hasta recurrió al humor: "No os preocupéis. Gracias por excusaros en nombre del pueblo iraquí. No me ha molestado. Y, por si os interesa, era un zapato de la talla 10 -en torno a un 43 español-", bromeó. Al ser preguntado por un periodista estadounidense, insistió en que no se "había sentido en absoluto amenazado".
Los trazos de sangre eran todavía visibles en el lugar al que los agentes de seguridad trasladaron al periodista y agresor.

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, multitud, politica.
En él, se concluye también que el Pentágono exageró el progreso realizado en el país para esconder enormes deficiencias, principalmente en el ámbito esencial de la remodelación de las fuerzas de seguridad iraquíes. Uno de los párrafos del texto cita al ex secretario de Estado, Colin Powell, afirmando que en los meses inmediatamente posteriores a la invasión de Irak, el Departamento de Defensa seguía inventándose la cantidad de fuerzas de seguridad iraquíes en el país, inflando la cifra en 20.000 hombres por semana.(Desde el Pentágono) Decían 'ahora tenemos 80.000 efectivos de seguridad, ahora tenemos 100.000, ahora tenemos 120.000..., declaraba Powell.
Estas declaraciones están corroboradas tanto por el antiguo comandante de las tropas de tierra en Irak, general Ricardo Sánchez, como por el administrador civil de la Autoridad Provisional previa al Gobierno iraquí, Paul Bremer, y apuntan a otra conclusión que estima que Estados Unidos carece, en estos momentos, tanto de la capacidad técnica como de la estructura necesarias para abordar un programa de reconstrucción a semejante escala, el más importante jamás emprendido desde el Plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial.
Cuestión de seguridad
Jamás se sabrá si el esfuerzo de reconstrucción pudo haber tenido lugar en un entorno más pacífico. El informe lamenta la decisión adoptada por la Autoridad Provisional de Bremer en abril de 2004, cuando se ordenó la disolución de las fuerzas de seguridad iraquíes, quienes se amotinaron o abandonaron sus puestos ante el estallido de la insurgencia, enviando a Irak por un camino de violencia del que jamás se ha recuperado por completo.
Los altísimos índices de violencia en Irak registrados en los meses posteriores a la invasión se convirtieron en un grave obstáculo para la consecución de un proyecto para el que el Gobierno estadounidense no estaba preparado adecuadamente, cita el director del informe, el republicano Stuart W. Bowen Jr., inspector general especial para la reconstrucción de Irak (SIGIR).
Bowen reconoce no tener respuesta concreta a por qué las autoridades estadounidenses insistían en seguir avanzando con este programa, a pesar de que las condiciones de seguridad en el país hacían prácticamente imposible que pudiera funcionar. Serán otros los que tengan que contestar a esa cuestión, apuntó en el informe.
El documento, además, anticipa un oscuro futuro para la reconstrucción de Irak. A pesar de todo el dinero invertido, el informe considera que los más de 117.000 millones de dólares invertidos en los programas de infraestructuras no cubren los daños materiales y los saqueos provocados durante la invasión del país árabe, y que el dinero que llega actualmente el país se divide en un sistema de reparto controlado por políticos locales y jefes tribales con carácter mafioso.
Nuestro concejal local de Rasheed, afirma al diario un diplomático estadounidense encargado de este sector de Bagdad, se ha convertido en el Tony Soprano del barrio --en referencia al jefe mafioso de la serie de televisión--, quien insiste en emplear su propia mano de obra para desarrollar infraestructuras para las que, por otro lado, se necesitan conocimientos técnicos que no están a disposición de las comunidades locales. Pero el concejal simplemente nos dice: 'O usáis a mi contratista, o el trabajo no se hace, concluye el diplomático.
Proyecto exponencial
En un momento dado, el informe explica el caso de un ingeniero estadounidense al que se le dan sólo cuatro horas de plazo para estimar el número de kilómetros de carreteras que sería necesario asfaltar. Es un ejemplo de lo que emerge como el retrato de un programa en el que sus funcionarios están trabajando a duras penas, y que parecía crecer exponencialmente ante la sorpresa de los que participaban en él.
En este sentido, el texto cita declaraciones textuales del ex secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, quien aseguraba que Estados Unidos jamás se gastaría ni mil millones de dólares en Irak, aun conociendo que la producción nacional del país, y su capacidad para el abastecimiento a la población de servicios básicos como el suministro de agua, habían descendido en un 70 por ciento en las semanas posteriores a la invasión.
A pesar del aumento de la seguridad registrado estos dos últimos años, la producción eléctrica en Irak sólo ha crecido un precario 10 por ciento desde la época del dictador Sadam Husein. La capacidad de la industria petrolera no alcanza todavía los niveles de preguerra y, a pesar de que el suministro de agua se ha incrementado en un 30 por ciento, el sistema de tuberías en Irak se encuentra prácticamente arruinado y se desconoce cuánta cantidad de ese agua llega sin contaminar a las casas.
Y si bien el informe aplaude ciertos esfuerzos para fomentar el desarrollo local, como los llevados a cabo por la Agencia para el Desarrollo Internacional o por los equipos de reconstrucción conjuntos integrados por los Departamentos de Estado y Defensa, Bowen concluye con una cita bastante pesimista, sacada de Grandes Esperanzas, de Charles Dickens: Gastamos tanto dinero como pudimos, pero obtuvimos tan poco dinero como aquél que conseguimos que la gente nos diera.
Al igual que manifestó días antes en Afganistán y Bahrein, el titular confirmado en el cargo por el futuro presidente subrayó aquí que “los enemigos de Estados Unidos no deben tratar de tomar ventaja de las etapas iniciales del nuevo gobierno”.
Indicó por otro lado que las fuerzas de Washington “entraron en la última etapa relativa a sus compromisos en Iraq”, pero aclaró que el plan de Obama de retirar a los efectivos dentro de 16 meses “no significa que se llevará a cabo una retirada irresponsable”.
La visita de Gates coincidió con la acusación por homicidio de cinco empleados de la firma de seguridad Blackwater y las entrevistas de fiscales de Estados Unidos con familias y testigos de la matanza de 17 civiles iraquíes perpetrada en 2007 en Bagdad.
Los fiscales estadounidenses se reunieron con policías y civiles en esta capital para discutir el caso contra los guardias de seguridad, mientras fuentes de Washington se esforzaban por probar a los iraquíes su alegada seriedad e imparcialidad en el proceso.
Al comentar las palabras de Gates, el periodista Nazzal Makki dijo al canal Al Jazeera que deseaba ser optimista de que Obama “tendrá la sabiduría para retirarse completamente” del país, pero la pretensión de Estados Unidos es concretar “sólo una retirada parcial”, vaticinó. “Esperamos que el paso final incluirá el mantenimiento de algunas fuerzas en grandes bases de Iraq porque ellos las construyeron y prepararon para eso”, opinó el analista.
La valoración de Makki cobró mayor fuerza a partir de que el comandante de las tropas estadounidenses aquí, general Ray Odierno, aseguró que los soldados que operan fuera de las bases militares “podrían permanecer (en esas posiciones) más allá del próximo verano”.
En virtud de un acuerdo suscrito entre Bagdad y Washington, y ratificado este mes tras largas y complejas negociaciones, los uniformados deben replegarse de las ciudades y aldeas iraquíes a más tardar el 30 de junio, y salir del país a finales de 2011.
Los sectores chiitas y sunnitas que hicieron resistencia al pacto exigieron en su momento garantías de que cuando entre en vigor en enero, se respetarán los términos del entendimiento, incluido el compromiso de someterlo a referendo popular en junio.
Opositores al pacto, como el bloque parlamentario leal al clérigo chiita Muqtada al-Sadr, argumentaron que éste legitima “una ocupación extranjera destructiva”, además de que dudan que la Casa Blanca respete la fecha de abandono total de este país árabe.
“Este acuerdo fue diseñado para legitimar la presencia norteamericana en Iraq”, apuntó el parlamentario chiita Ahmed al-Massoudi, quien pronosticó poco cambio y la continuidad de las violaciones contra la población y los arrestos indiscriminados.
Para muchos, se trataba de un secreto a voces que en boca de Odierno busca ahora hacer creer el argumento de que esos militares ocupantes “serían un apoyo esencial a las fuerzas iraquíes (que patrullan las ciudades), más que servir como tropas de combate”.
En el tramo final de su gestión presidencial, sumido en el desprestigio, Bush volvió a mentirle a los estadunidenses. Veamos por qué.
Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en el territorio continental de Estados Unidos marcaron un nuevo paradigma en la fórmula “guerra y mentira” de comienzos del siglo XXI. Lo más probable es que nunca se conozca la verdad sobre esos hechos.
Aunque de algo sí se podía estar seguro desde un comienzo: la versión oficial del gobierno de Estados Unidos fue falsa o parcialmente falsa. Y otra cuestión más que fue quedando clara con el tiempo: lo que se montó a partir de los atentados fue una típica acción de terrorismo de Estado a escala global.
Cuatro días después de los hechos, desde la residencia campestre en Camp David, el presidente Bush anunció que Estados Unidos estaba “en guerra” y apuntó su dedo acusador contra el millonario saudita Osama Bin Laden, “protegido” de Afganistán, como “principal sospechoso” (intelectual) de los ataques.
Durante un mensaje por radio a la nación, Bush pidió a los estadounidenses “paciencia y determinación” porque el conflicto sería largo. Dijo también que sería un conflicto distinto contra un enemigo distinto, sin campo de batalla.
El 24 de septiembre, cuando la Casa Blanca planificaba una respuesta militar contra los presuntos responsables de los ataques, en el marco de la nueva “guerra contra el terrorismo” denominada Justicia Infinita, un oficial del Pentágono reveló al diario The Washington Post que en la “guerra informativa de gran intensidad” en curso, se iba a “mentir” a la prensa. Que se impondrían “nuevos y estrictos límites” a la información. Es decir, a la libre expresión.
Un día después, en un confuso desmentido, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, explicó que en el marco de la nueva estrategia militar de largo plazo enmarcada en lo que la administración Bush definió como defensa de la patria, ante lo que señaló como “nuevas amenazas” o “amenazas asimétricas”, sería necesario intensificar las operaciones de inteligencia y “podría haber circunstancias en las cuales sería necesario no ofrecer la verdad” a los medios.
Apremiado sobre si en la “campaña de operaciones de información” el Pentágono podría divulgar información falsa, Rumsfeld respondió: “Supongo que uno nunca dice nunca”. Y recordó la frase de Churchill de que “en tiempos de guerra, la verdad es algo tan valioso que debe ser cuidada por un guardaespaldas de mentiras”.
La mentira del Pentágono como arma de guerra entraría de nuevo en acción en 2002-2003, durante los preparativos para la invasión a Iraq. Finalmente, la invasión se consumó. Pero las razones de la guerra de agresión neocolonialista contra Iraq no fueron las patrañas que esgrimieron cada día, durante meses, los expertos en propaganda bélica de Washington y Londres.
El motivo de la agresión no fue Saddam Hussein y sus “armas de destrucción masiva” (ADM). Tampoco el absurdo argumento sobre las “relaciones” del régimen iraquí con el grupo terrorista Al Qaeda. Menos la ausencia de “democracia” en Iraq.
Todo eso fue desinformación maniquea. Distorsión de la realidad. Manipulación mediática. Diversionismo ideológico. Intoxicación propagandística en tiempos de guerra. Basura para mantener engañada infundiendole miedo a la muchedumbre, espectadora silenciosa. Una vez más, el conflicto fue manufacturado para controlar las emociones de las masas y llevar a cabo la “ingeniería del consenso en la democracia”.
Los motivos para la devastación de Iraq fueron otros: Estados Unidos, la superpotencia imperial, vio amenazada su hegemonía. Por eso, obsesionados con sus fantasías de poder mundial, Bush y los fundamentalistas genocidas de su entorno, querían reconfigurar el mapa geopolítico del Golfo Pérsico y todo Medio Oriente.
Fue en ese escenario que Iraq y su petróleo importaban. Pero eran solamente una pieza. Como señaló el experto Michael T. Klare, quien de manera temprana acuñó una expresión ad hoc para la incursión estadounidense en esa región: “imperialismo energético”, controlando la zona con protectorados y redes de bases militares, igual que en el siglo XIX en pleno auge de expansión imperialista, Washington podría estrangular la economía de los rivales potenciales (Europa, China, India), tan dependientes de hidrocarburos como Estados Unidos.
Sólo así, creían los halcones, podrían conservar su dominio; su poder sin límites. Los verdaderos enemigos no eran,pues, Osama Bin Laden y Hussein. Tampoco el Islam. Desde el 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos ha estado mintiendo todo el tiempo. Bush lo sigue haciendo.
Sorprendentemente, este trascendental acuerdo ha sido acogido con poca sorpresa e interés fuera de Iraq. El mismo día en que fue finalmente aprobado por el parlamento iraquí la atención internacional estaba completamente enfocada sobre el sangriento ataque terrorista en Mumbai. Durante algunos meses, las encuestas en EEUU mostraron que la crisis económica había sustituido a la guerra de Iraq como el principal problema a que se enfrentaba EEUU a los ojos de los votantes. El Presidente Bush había venido declarando tantos hitos falsos a lo largo de los años que, cuando se produce un auténtico punto de inflexión, la gente se muestra naturalmente escéptica sobre su significado. La Casa Blanca puso tanto empeño en impedir que se entendiera lo acordado en Iraq que ni siquiera publicó una copia del SOFA en inglés. Algunos altos funcionarios del Pentágono están criticando en privado al Presidente Bush por haber hecho tantas concesiones a los iraquíes, pero los medios estadounidenses sólo tienen ojos para la llegada de la administración Obama y ya no prestan mucha atención a los hechos de la agonizante administración Bush.
Los retrasos de última hora del acuerdo no se debieron realmente a los términos convenidos con los estadounidenses. Más bien se debió a que los dirigentes de la minoría árabe sunní, frente al gobierno chií-kurdo del primer Ministro Nuri al Maliki, se planteaban cómo llenar el vacío creado por la salida estadounidense y querían intercambiar su apoyo al acuerdo por tantas concesiones de última hora como pudieran conseguir. Las tres cuartas partes de los 17.000 prisioneros que los estadounidenses retienen son sunníes y querían que les liberaran o al menos que las fuerzas de seguridad iraquí no siguieran maltratándoles. Pidieron que se pusiera fin a la desbaazificación dirigida fundamentalmente contra la comunidad sunní. Sólo el clérigo Muqtada al-Sadr se mantuvo en contra del acuerdo hasta el final, declarando que representaba una traición para un Iraq independiente. La ultra-patriótica oposición de los sadristas al acuerdo ha sido importante porque ha dificultado que el resto de partidos chiíes aceptaran nada que no fuera una retirada completa estadounidense. Si lo hacían así se arriesgaban a ser retratados como títeres estadounidenses en las próximas elecciones provinciales de finales de enero de 2009, o cuando tengan lugar las elecciones parlamentarias más avanzado el año.
El SOFA finalmente acordado es casi el opuesto al que EEUU empezó a negociar en el mes de marzo. Esa es la razón por la que Irán, con sus fuertes vínculos con los partidos chiíes iraquíes, puso fin a su anterior rechazo. El primer proyecto estadounidense era en gran medida un intento de continuar con la ocupación sin casi cambio alguno en relación con el mandato de Naciones Unidas que espiraba a finales de año. Washington apretó demasiado las tuercas. El gobierno iraquí fue haciéndose más fuerte mientras los árabes sunníes iban poniendo fin a su levantamiento contra la ocupación. Los iraníes colaboraron en el control del Ejército del Mahdi, la poderosa milicia de Muqtada, para que el gobierno recuperara el control de Basora, la segunda mayor ciudad de Iraq, y Sadr City, que ocupa casi medio Bagdad, de las milicias chíes. El primer ministro Nuri al-Maliki se fue sintiendo más seguro al darse cuenta que sus enemigos militares se dispersaban y que, en cualquier caso, los estadounidenses no tenían más alternativa real que apoyarle. EEUU ha sido siempre políticamente débil en Iraq desde la caída de Saddam Hussein porque tiene pocos amigos reales en el país aparte de los kurdos. Los dirigentes de los chiíes iraquíes, el 60% de la población total, podían aliarse con Washington para ganar poder, pero nunca tratarían de compartir ese poder con EEUU a largo plazo.
La ocupación ha sido siempre impopular en Iraq. Los observadores extranjeros y algunos iraquíes se han engañado a menudo sobre el odio con el que las diferentes comunidades iraquíes se miran unas a otras, subestimando la fuerza del nacionalismo iraquí. Una vez que Maliki empezó a creer que podía sobrevivir sin el apoyo militar de EEUU, pudo rechazar entonces los propósitos estadounidenses hasta lograr una retirada incondicional. Podía también ver que Barack Obama, cuyo período de retirada no difería tanto del suyo, iba a ser el próximo presidente estadounidense. Cuando se produzcan las elecciones provinciales y parlamentarias de 2009, Maliki puede presentarse a sí mismo como el hombre que puso fin a la ocupación. Los críticos del primer ministro, especialmente los kurdos, piensan que el éxito se le ha subido a la cabeza, pero no hay duda de que el nuevo acuerdo de seguridad le ha fortalecido políticamente.
Puede ser que, al vivir en el corazón de la Zona Verde, Maliki tenga una idea exagerada de lo que su gobierno ha conseguido. En la Zona Verde se dispone de agua potable y de electricidad mientras que en el resto de Bagdad la gente tan sólo consigue entre tres o cuatro horas de electricidad al día. La seguridad en Iraq es ciertamente mejor de lo que lo era durante la guerra civil sectaria entre sunníes y chiíes en 2006-2007, pero la mejora es enteramente comparativa. La cifra mensual de muertes ha caído desde 3.000 al mes, en sus peores momentos, a 360 civiles iraquíes y personal de seguridad asesinados este pasado noviembre, aunque estas cifras pueden subestimar el total de víctimas porque no todos los cuerpos de los asesinados son encontrados. Iraq sigue siendo uno de los lugares más peligrosos del mundo. El 1 de diciembre, el día en que empecé a escribir este artículo, dos suicidas bombas mataron a 33 personas e hirieron a varias docenas más en Bagdad y Mosul. Los iraquíes de a pie se muestran muy irónicos con las proclamas del gobierno de haber restaurado el orden. “Ya estamos acostumbrados a que el gobierno diga siempre que las cosas van bien y que la situación de la seguridad ha mejorado”, dice Salman Mohammad Yumah, un profesor de enseñanza primaria de Bagdad. “Es verdad que la seguridad es un poco mejor pero los dirigentes del gobierno viven detrás de barreras de hormigón y no saben lo que sucede sobre el terreno. Sólo salen en sus convoyes blindados. Ya no nos matan dependiendo de nuestro documento de identidad [revelador de que una persona es sunní o chií por su nombre] pero los sunníes siguen teniendo miedo de ir a las zonas chiíes y viceversa”.
La seguridad ha mejorado con los controles por doquier del ejército y la policía, pero los asesinos sectarios han mejorado también sus tácticas. Hay menos suicidas bomba pero hay muchas más ‘bombas lapa’ pequeñas colocadas bajo los vehículos. Todo el mundo mira debajo de su coche antes de entrar en él. Trato de no acercarme a los tristemente célebres cuellos de botella en Bagdad, como la Plaza Tahrir o las entradas a la Zona Verde, donde un suicida bomba puede estar dirigiéndose a un objetivo y estar atrapado en el tráfico antes de atacar. Los controles y los muros, las medidas adoptadas para reducir la violencia, llegan casi a paralizar Bagdad incluso aunque no haya bombas. Puede llevar dos o tres horas recorrer unos cuantos kilómetros. Los puentes sobre el Tigris a menudo están bloqueados y esto ha empeorado recientemente porque los soldados y la policía tienen un nuevo juguete con forma de caja que parece un transistor con una corta antena que sale horizontalmente. Cuando lo dirigen hacia un coche se supone que puede detectar el vapor de los explosivos, y puede que así sea, pero como también detecta el vapor del alcohol o de un perfume sirve de incordio en vez de ayuda a la seguridad.
La televisión estatal iraquí y el gobierno, apoyados por los periódicos, no cesan de proclamar que la vida en Iraq va mejorando de día en día. Para convencer de esto deberían no sólo mejorar la seguridad sino proporcionar electricidad, agua potable y empleos. “La situación económica sigue siendo muy mala”, dice Salman Mohammad Yumah, el profesor. No hay electricidad y actualmente tenemos otra vez cólera, por eso la gente tiene que comprar la cara agua embotellada y usar sólo el agua que sale del grifo para lavarse”. No todo el mundo tiene la misma sombría visión pero la vida en Iraq sigue siendo extraordinariamente dura. El mejor barómetro para registrar lo que Iraq ha mejorado está en la voluntad de los 4,7 millones de refugiados para volver a casa (uno de cada cinco iraquíes huyó de sus hogares y está ahora viviendo dentro o fuera de Iraq). En octubre, sólo 150.000 habían regresado y algunos lo hacían tan sólo para ver cómo iba la situación y después se volvían a Damasco o Ammán. Un comerciante sunní de mediana edad que regresó desde Siria durante dos o tres semanas, dijo: “No me gusta estar aquí. En Siria puedo salir por la tarde para reunirme con mis amigos en una cafetería. Me siento seguro. Aquí me veo forzado a meterme en casa después de las siete de la tarde”.
El grado de optimismo o pesimismo sentido por los iraquíes depende mucho de si cuentan con trabajo, si ese trabajo depende o no del gobierno, a qué comunidad pertenecen, su clase social y la zona donde viven. Todos esos factores están interrelacionados. La mayoría de los empleos los proporciona el estado que, según se dice, emplea a unos dos millones de personas. El sector privado es muy débil. A pesar de los parloteos sobre la reconstrucción, casi no se puede contemplar la silueta de una grúa por el horizonte de Bagdad. Desde que los chiíes y los kurdos controlan el gobierno, es difícil que un sunní pueda conseguir un trabajo y probablemente imposible a menos que tenga una carta de recomendación de algún partido político en el gobierno. El optimismo es mayor entre los chiíes. “Vemos que nuestra vida progresa, dice Yafar Sadiq, un comerciante chií casado con una sunní en la zona de Iskan, dominada por los chiíes, de Bagdad. “La gente está cooperando con las fuerzas de seguridad. Estoy contento de que el ejército esté combatiendo al Ejército del Mahdi aunque todavía no han terminado. Cuatro sunníes han vuelto a abrir sus tiendas en mi zona. Los familiares sunníes de mi mujer pueden venir aquí con seguridad. Las únicas cosas que van mal son la electricidad, el agua potable y los servicios municipales”. Pero su mujer, Jana, admitió en privado que había advertido a sus parientes sunníes que no vinieran a Iskan “porque la situación de la seguridad sigue siendo inestable”. Ella enseña en la Universidad Mustansariyah, en el centro de Bagdad, que hace un año estaba controlada por el Ejército del Mahdi y los estudiantes sunníes tuvieron que escapar. “Los estudiantes sunníes están ahora regresando”, dice, “aunque todavía viven aterrados”.
Ese miedo está justificado. Bagdad ha sido dividida en enclaves suníes y chiíes defendidos por altos muros de hormigón que a menudo sólo cuentan con una única entrada y salida. Las matanzas sectarias se han reducido pero sigue siendo peligroso que los refugiados regresen e intenten reclamar su antigua casa en una zona en la que están en minoría [**].
Hubo un caso en un distrito sunní situado al oeste de Bagdad, del que informé aquí hace algunas semanas, en que un matrimonio chií con sus dos hijas volvieron a su casa para encontrársela destrozada, sin muebles y con los cables y cañerías arrancadas. Decidieron dormir en la azotea. Llegó una banda sunní desde un edificio cercano, le cortó la cabeza al marido y la arrojaron a la calle. Dijeron a su mujer e hijas: “Lo mismo le sucederá a cualquier otro chií que regrese”. Pero incluso sin esas recientes atrocidades, Bagdad seguiría dividida porque la memoria de las masivas matanzas acaecidas en 2006-2007 está aún demasiado fresca y sigue temiéndose que se reproduzcan.
Los iraquíes tienen una muy mala opinión de sus representantes electos, denunciándoles frecuentemente como kleptocracia incompetente. La administración del gobierno es disfuncional. “A pesar del hecho”, dice el miembro independiente del parlamento Qassim Daoud, “de que el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales tiene que ayudar a los millones de pobres iraquíes descubrí que sólo habían gastado el 10% de su presupuesto”. No todo es por culpa del gobierno. La sociedad, la administración y la economía iraquíes acabaron destrozadas por 20 años de guerra y sanciones. Muy pocos países han sufrido tan intensas y prolongadas presiones. Primero fue la guerra de ocho años Irán-Iraq que comenzó en 1980, después la desastrosa guerra del Golfo de 1991, más trece años de sanciones y para rematar cinco años y medio de conflicto desde la invasión estadounidense. Hace diez años, los funcionarios de Naciones Unidas decían ya que no podían reparar las inseguras centrales de energía porque eran tan viejas que ya no se fabricaban las piezas de repuesto que necesitaban.
Iraq está lleno de indicadores de la inmensa sima existente entre gobernantes y gobernados. Los pocos aviones que utilizan el aeropuerto internacional de Bagdad van llenos de contratistas extranjeros y funcionarios del gobierno iraquí. En octubre, al hablar con la gente por las calles de Bagdad, muchos de ellos expresaban su temor al cólera que había empezado a extenderse desde Hilla, provincia situada al sur de Bagdad. El 40% de la gente en la capital no tiene acceso al agua potable. El origen de la epidemia fue la compra de productos caducados para purificar el agua en Irán por funcionarios corruptos. Todo el mundo hablaba del cólera, excepto en la Zona Verde donde la gente apenas había oído hablar de la epidemia…
El gobierno iraquí se hará más fuerte cuando los estadounidenses se vayan. También se verá obligado a asumir las responsabilidades por los fallos del estado iraquí. Esto va a suceder en mal momento porque el precio del petróleo, la única fuente estatal de ingresos, ha caído hasta 50$ un barril cuando el presupuesto elaborado partía del precio de 80$. Muchos salarios estatales, como los de los profesores, se duplicaron en función de eso, algo que el gobierno puede ahora lamentar. Las descomunales diferencias siguen sin resolverse. Las fricciones entre sunníes y chiíes, aunque no van del todo bien, son menores que hace dos años, aunque la hostilidad entre árabes y kurdos se va profundizando. La salida del ejército estadounidense aterra a muchos sunníes porque en que van a quedarse a merced de la mayoría chií. Pero es también un incentivo para que las tres comunidades principales en Iraq acuerden cómo serán sus futuras relaciones cuando no haya estadounidenses entre ellos. En cuanto a EEUU, su momento en Iraq se acabó en cuanto partan sus tropas, dejando tras ellos un país completamente arrasado.
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Pese a que los hechos sobre el terreno demuestren lo contrario un día sí y otro también, el mandatario norteamericano mantiene los ejes del discurso al que se ha aferrado tras su fracaso militar y político: justificar el ataque a Irak para proteger la seguridad de EEUU; minimizar las mentiras sobre las supuestas armas de destrucción masiva que afirmó que poseía el Gobierno de Sadam Hussein; responsabilizar a terceros de la muerte de decenas de miles de civiles a causa de la guerra, de la destrucción de infraestructuras y de la desaparición de servicios básicos; negar los intereses económicos de petroleras y empresas armamentistas que impulsaron la agresión.
Por eso a nadie sorprendió que ayer reiterara que, aunque la guerra no ha concluido, la victoria «está próxima». «La guerra no ha terminado, pero con la firma de estos acuerdos [de seguridad entre Irak y EEUU], el valor del pueblo y de los soldados iraquíes, de los militares y el personal civil americanos, caminamos con determinación sobre la vía de la victoria», comentó tras la firma del acuerdo junto al primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki.
Protesta a zapatazos
Esa firma simbólica se desarrollaba ante la prensa, lo que fue aprovechado por un periodista iraquí para trasladar al presidente estadounidense su desacuerdo de una forma muy llamativa. Cuando se dirigía a los periodistas fue interrumpido desde la tercera fila por el corresponsal del canal de televisión Al-Bagdadia, que se levantó con un zapato en la mano y se lo arrojó mientras a gritos llamaba «perro» al mandatario estadounidense, que logró esquivarlo. Inmediatamente después, el periodista le lanzó su otro zapato y tampoco alcanzó su objetivo.
Tras el ataque, los miembros del equipo de seguridad redujeron al atacante, lo detuvieron y lo sacaron de la sala, según testigos presentes en la rueda de prensa.
«Este tipo de hechos no me preocupan, quien los hace quiere llamar la atención», dijo Bush tras el incidente. En Irak, igual que en gran parte del mundo árabe, arrojar un zapato es una de las mayores ofensas que se pueden cometer contra una persona, al igual que llamarla «perro».
Retirada o no retirada
Previamente, Bush dijo ante su homólogo iraquí, Yalal Talabani, que la intervención estadounidense en Irak «fue difícil, pero necesaria». «La misión no fue fácil pero fue importante para la seguridad de EEUU, para el futuro de Irak y para la paz mundial», añadió.
En la misma línea, describió el acuerdo de seguridad alcanzado entre ambos gobiernos como «una carta de amistad y un medio para continuar ayudando a los iraquíes a construir una sociedad libre».
Talabani, por su parte, se dirigió a Bush calificándole de «gran amigo del pueblo iraquí, que ha ayudado a liberar».
Más allá de los discursos protocolarios, y a expensas de lo que pueda cambiar la política de EEUU hacia Irak con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, lo que estipula el acuerdo firmado ayer es que las tropas estadounidenses podrán permanecer en las ciudades iraquíes después del plazo estipulado para su retirada de esas zonas urbanas, el 30 de junio de 2009.
Ateniéndose a la literalidad del texto, esa presencia militar debería contar con la autorización del Gobierno iraquí, según manifestó el portavoz del Ministerio iraquí de Defensa, Muhamed al-Askari en otra rueda de prensa en Bagdad.
Al-Askari respondía así a las declaraciones del comandante en jefe del Ejército de Estados Unidos en Irak, Raymond Odierno, que comentó recientemente que algunas de sus unidades podrían quedarse en las ciudades después del próximo 30 de junio en misiones de «entrenamiento y apoyo».
«La dirección del Ministerio de Defensa se puso en contacto con su contraparte estadounidense por las declaraciones norteamericanas sobre la permanencia de algunas tropas de Estados Unidos a partir de junio y le informó de que esto sólo se llevará a cabo con la aceptación de la parte iraquí», puntualizó Al-Askari.
El traspaso de poderes
La visita de Bush se produjo al día siguiente de la llegada de su secretario de Defensa, Robert Gates, que el sábado anunció que las tropas norteamericanas han comenzado su última etapa en este país. Durante su estancia, Gates puntualizó que el plan presentado por el presidente electo, Barack Obama, para retirar las tropas en 16 meses no significa que se vaya a realizar de manera «irresponsable».
Antes de que se produzca el traspaso de poderes en la Casa Blanca, su actual inquilino -cuyos índices de popularidad están en sus niveles más bajos, en gran parte por la guerra contra Irak- ha querido dar un pequeño giro a la actitud que ha mantenido durante sus dos mandatos presidenciales.
El pasado 1 de diciembre, Bush llegó a reconocer, en una entrevista concedida a la cadena ABC News, que el mayor error de sus ocho años en la Casa Blanca fue hacer caso a los informes de inteligencia que decían que había armas de destrucción masiva en Irak. También explicó entonces que no estaba preparado para la guerra cuando, en 2001, se convirtió en presidente de Estados Unidos.
No obstante, ayer mostró su «alegría» por poder visitar Irak una vez más antes del fin de su legislatura. Sentimiento que, sin duda, no comparte la mayor parte de la población iraquí.
De regreso a Norteamérica, el avión presidencial en el que viajaba Bush sobrevoló ayer el mismo cielo nocturno que hace más de cinco años fue incendiado por los bombas que la coalición internacional lanzó indiscriminadamente sobre ciudades y pueblos iraquíes; el mismo cielo que los prisioneros de la cárcel de Abu Grahib no podían ver mientras eran torturados; el mismo cielo al que han clamado cientos de miles de iraquíes al contemplar la muerte en los rostros de sus familiares y amigos.
Cuatro visitas
27 noviembre 2003
Tras la invasión de Irak en el mes de marzo, el presidente de EEUU realiza su primera visita relámpago. Era el Día de Acción de Gracias y pretendía sostener la moral de los 13.000 militares desplegados en el país árabe y la de la opinión pública estadounidense.
13 junio 2006
Ante la embajada de EEUU en Bagdad, Bush lanza un mensaje de apoyo al primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki: «El destino y el porvenir de Irak están en sus manos. Nuestro trabajo es ayudarles a lograrlo».
3 setiembre 2007
Pasa algunas horas en una base militar de EEUU en la región de Al-Anbar, una de las zonas más inestables del país. Allí se reúne con jefes militares estadounidenses y recibe a Maliki y a Talabani. Habla de una posible reducción de tropas cuando Londres ya ha decidido sacar las suyas de Basora.
14 diciembre 2008
Cuando falta poco más de un mes para que abandone la Casa Blanca, Bush es recibido por Talabani en la sede presidencial ubicada en el centro de Bagdad.
Vulneración de derechos en el sistema judicial
La organización de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW) hizo público ayer un informe en el que afirma que el principal tribunal iraquí no respeta las normas internacionales en materia de justicia. Por ello, reclama al Gobierno de Bagdad que tome inmediatamente medidas para proteger a las personas detenidas ante el riesgo de sufrir torturas y vejaciones, para asegurar que los acusados tengan pronto acceso a un abogado y para que pasen a disposición judicial sin dilación.
Según este informe, titulado «La calidad de la justicia: incumplimientos de la Corte central criminal iraquí», miles de personas detenidas se ven obligadas a esperar meses o, incluso, años antes de ser juzgadas por este tribunal y de conocer las acusaciones que pesan sobre ellas. Como conclusión, HRW remarca que a los procesados se les impide tener una defensa digna de este nombre.
La carga de trabajo de la Corte central aumentará el próximo año, cuando las 15.800 personas detenidas por las fuerzas estadounidenses sean transferidas gradualmente a las autoridades iraquíes. Esa transferencia debería comenzar el 1 de febrero.
La coalición invasora dirigida por EEUU puso en marcha la Corte central tras la invasión del país en 2003, intentando ofrecer la imagen de que existe una jurisdicción nacional encargada de asuntos ligados a la seguridad y bajo el teórico auspicio de una ley criminal propia. En mayo pasado, representantes de HRW -que afirma que la tortura está ampliamente extendida en las prisiones iraquíes- asistieron a más de 70 audiciones y procesos ante la Corte.
"Los funcionarios están vinculados al partido Al Awda (el regreso), un movimiento clandestino que intenta hacer volver al poder al partido Baas", del ex presidente Sadam Hussein, agregó. Sadam Hussein fue derrocado en 2003 tras la invasión liderada por Estados Unidos. Al Awda surgió en junio de 2003 y reagrupa a ex miembros de la guardia republicana, del partido Baas y de los servicios secretos del difunto ex dictador iraquí.
Los funcionarios fueron detenidos por las "fuerzas de seguridad de Bagdad", una unidad que gestiona cuestiones sensibles de seguridad y que está controlada directamente por la oficina del primer ministro.
La edición de este jueves del diario New York Times, que citaba a responsables de la seguridad de Bagdad, afirmó que las fuerzas de seguridad arrestaron a 35 miembros del ministerio de Interior, entre ellos algunos acusados de preparar un golpe de Estado. El periódico estadounidense añadía que entre los detenidos figuran cuatro generales y que los arrestados "trabajaban discretamente para reconstituir el partido Baas" y estaban "en las etapas preliminares de la preparación del golpe".
Además, según un alto responsable del ministerio del Interior citado por el New York Times, los servicios de seguridad encontraron importantes sumas de dinero durante los arrestos.
Maliki -que fue perseguido por el régimen sunita de Sadam Hussein- ha sido acusado de arrestar a sus enemigos políticos para consolidar su poder ante las elecciones provinciales de enero, añadió el diario estadounidense.
Cinco años después de la invasión, cientos de miembros del partido Baas han vuelto a la vida pública en Irak. A principios de 2008, el consejo presidencial iraquí aprobó una ley para permitir a los antiguos miembros del Baas volver a ocupar puestos gubernamentales en la actual administración chiita. Esa ley fue considerada como una forma de promover la unidad entre las facciones iraquíes.
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