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Vía libre a la recesión |
El emperador fue directamente al grano y por vía jerárquica: “El libre mercado es el camino más seguro hacia el crecimiento”, “estamos ante turbulencias económicas” y “Todas las naciones deben rechazar las llamadas del proteccionismo, colectivismo y derrotismo”.
La Cumbre –o el Concilio como le ha llamado muy ajustadamente el periodista cubano Randy Alonso- no ha adoptado más que “contra acuerdos”.
El más rotundo de todos es el de dejar que cada cual se las arregle como pueda y ponga “orden financiero” en su propia casa.
El más hipócrita es el que afirma que hay que cumplir los “desacuerdos” antes del 31 de marzo. Como la adopción de las elementales medidas de reforma financiera son discrecionales, las medidas fiscales se adoptan también en los niveles nacionales –sin alterar el sagrado principio del libre mercado y del “libre comercio”-, y no hay cambio alguno en las instituciones económicas internacionales como el FMI y el B.M.; lo único que es posible hacer es dejar pasar el tiempo e insistir en las medidas “coordinadas” por la Reserva Federal y el Banco Central Europeo. Meter más dinero en los circuitos financieros y bajar los tipos de interés.
Bush pasó una plancha sobre el discursito europeo de “refundar el capitalismo”. Gordon, Sarkozy, Merkel y todos los demás radicales de los negocios bien asegurados se han quedado con un palmo de narices.
El consenso “casi universal” sobre el “reforzamiento del control financiero” del que hablaban los miembros de la UE se ha reconvertido en pura palabrería para los mercados políticos y electorales internos. No digamos nada las referencias morales –muy enfáticas pero absolutamente vagas- sobre las ayudas al crecimiento del Tercer Mundo, el relanzamiento de los objetivos del Milenio, la resolución inmediata de la crisis alimentaria, o la del calentamiento global.
Lo de la “creación de un colegio de supervisores para vigilar a los principales bancos del mundo” no es más que otro recodo más en el laberinto financiero, y una fuente de ingresos escandalosos para el conjunto rotativo de los grandes gestores de las instituciones financieras y de sus mecanismos de control.
Antes del 30 de abril –ya con Obama de presidente- se celebrará una nuevo Concilio.
Seis meses van a meter al mundo en un abismo.
Antonio Maira

Etiquetas: conocimiento, memoria, multitud, politica, sabiduria.
En vísperas de la cumbre de Washington unas 260 ONGs y organizaciones humanitarias, cuestionaron al G-7 (los países ricos convocantes) y dieron a conocer una declaración en la que reclamaban el fin de la agenda desreguladora y privatizadora global, una mayor transparencia institucional mundial y claros límites al FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.
Desde otro ángulo, ningún analista del sistema le otorgaba seriedad a la reunión de los ricos y los "emergentes" (aspirantes a ricos en ascenso) que se reunieron con Bush (con sólo sesenta días de mandato) en Washington, cuya consigna de "no innovar" demasiado el sistema vigente y ratificación del "libre mercado" terminaron triunfando en la cumbre.
Además, no faltaron los que resaltaran el absurdo de que fueran las propias potencias exportadoras del "libre mercado" y de la desregulación estatal las que salieran a pedir una solución a partir de la "unidad de los Estados" frente a la crisis producida por el "libre comercio" financiero especulativo impulsado desde las naciones capitalistas centrales.
"Nadie espera que esta amalgama de naciones dispares -los ricos del G7, las nuevas potencias del BRIC (Brasil, Rusia, India, China), y países varios como Argentina, Corea del Sur, Turquía y Arabia Saudita entre otros-, pueda acordar con dos sesiones de trabajo de 90 minutos una nueva arquitectura financiera mundial", señaló el sábado la cadena británica BBC.
"Tendremos declaraciones generales y se necesitará mucho trabajo adicional para que eso se refleje en propuestas concretas. El significado más impactante de la reunión es que las nuevas naciones emergentes serán parte de la negociación", señaló a la cadena Kevin Young, especialista en Política Internacional del London School of Economics.
Paradojalmente, los convocantes a la reunión para rescatar al capitalismo de la crisis, EEUU y la Unión Europea, vienen de fracasar en sus intentos por evitar la propagación de la crisis financiera-económica-recesiva en sus frentes internos.
Anteriormente (y desde que la crisis que estallara con el "lunes negro" del 22 de septiembre) fracasaron alternativamente para detener el colapso financiero búrsatil tanto el promocionado "plan de salvataje" del Tesoro de EEUU como el también ultra-promocionado "Plan Europeo" de la UE que no pudo impedir que la ola recesiva (empujada por la crisis financiera y la contracción del crédito) se siguiera expandiendo por las economías del euro y por Europa del Este.
En este escenario, no sonaba demasiado "serio" que las potencias responsables de la expansión global del colapso capitalista, impotentes para solucionar su propio descalabro interno, se erigieran en la fuerza motriz de la salvación del sistema a escala global.
Al "show refundacional" se sumaron los "emergentes": Países capitalistas "cola de león" (con pretensiones de emular al león) como China, India y Brasil, que practican un discurso político "alternativo" pero que en los hechos son paraísos del capitalismo trasnacional convertidos en enclaves de la explotación de la mano de obra barata.
Enunciaciones y llamados abstractos a "atacar la crisis", controles, profundización del libre comercio y mayor transparencia del sistema financiero, fueron las claves. Y sin que nadie aclarara cómo se cocina el "libre comercio" con los controles y la mayor regulación (que significan su contrario).
Para la BBC, "la disparidad política de los miembros del G-20 puede empantanar las conversaciones o tornarlas en un juego vacuo de declaraciones altisonantes".
"¿Cuánto terreno común pueden encontrar los países del BRIC y del G7 o miembros individuales como Rusia y Estados Unidos?", se preguntó la cadena británica.
La reunión, como se preveía, terminó en un juego de declaraciones formales sin ningún marco claro de instrumentación. El "plan" no resultó otra cosa que una trama discursiva imprecisa y plagada de contradicciones, tras los cual los integrantes de la cumbre continuaron con su tour gastronómico en Washington, la capital del Imperio al que quieren (en el discurso) desplazar del centro de las decisiones del sistema.
Los países "emergentes" impusieron la idea de una mayor participación de su parte en organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, los gendarmes financieros del Imperio que han posibilitado la depredación financiera de las naciones periféricas.
La declaración pide fortalecer la regulación pero aclara que "es responsabilidad última" de cada país, el construir "la primera línea de defensa contra la inestabilidad de los mercados". Se insta a "intensificar la cooperación internacional entre los reguladores y a fortalecer los estándares internacionales".
Los participantes trabajaron sobre un borrador de 50 puntos que ahora los ministros de Economía deberán analizar en detalle, y presentar en una nueva cumbre del G-20 que se hará en el primer trimestre de 2009, a más tardar en abril. Pero ayer no se dieron más especificaciones de las medidas.
Asimismo (luego de reclamar controles y regulaciones que sólo puede hacerse con fuerte participación del Estado) ratifican el "libre comercio" como filosofía fundacional y llaman a no caer en el "proteccionismo".
"Frente a este contexto de deterioradas condiciones económicas en todo el mundo hemos acordado que se necesita una respuesta a nivel de políticas más amplia, basada en una cooperación macroeconómica más cercana, para restaurar el crecimiento, evitar contagios negativos y apoyar a las economías emergentes y países en desarrollo", dijo el G-20 en su abstracto comunicado final.
El G-20 ha comenzado a "sentar una fundación productiva de discusión, aporte y acuerdo". Lo que importa ahora es pasar a la acción", dijo el presidente del Banco Mundial Robert Zoellick. "La gente está esperando que los líderes tengan una respuesta global, coordinada y rápida".
Como si nadie le hubiera escuchado, se informó que la nueva cumbre se hará en Londres o, como alternativa, en París o Tokio. En un comunicado final, el G-20 dijo que hay "serios desafíos" y deben "trabajar juntos" para restaurar el crecimiento.
La crisis ya es real
Mientras tanto, y contrariando el discurso abstracto y escapista de la cumbre de Washington, el mundo real ya se encuentra en la profecía del "peor escenario".
La crisis del sistema capitalista ya es global: Toda la arquitectura financiero-económica del sistema se desploma, salvo el dólar USA, que sigue creciendo y pulverizando al resto de las monedas, incluido el euro. Depreciación y baja de las exportaciones e importaciones, caídas del consumo interno y despidos laborales en aumento progresivo tanto en países centrales como periféricos, son las señales más claras y evidentes de la "globalización" del desastre.
El colapso financiero con epicentro original en las economías imperiales USA-UE ya se convirtió en derrumbe nivelado de la economía real a escala mundial.
La desaceleración económica (por efecto de la contracción del crédito) exportada originalmente de EEUU y la Unión Europea se contagia aceleradamente a las llamadas economías "emergentes" y "periféricas" (los más de 150 países que no estuvieron en la cumbre de Washington) de Asia, África y América Latina.
Todo el planeta (globalizado y nivelado por el sistema capitalista "único") ya está aquejado de los mismos síntomas: Derrumbe de los precios del petróleo y de las materias primas (deflación de los precios internacionales), devaluación de las monedas y revaluación imparable del dólar, colapso financiero con quiebra de bancos, crisis crediticia con achicamiento del consumo, suba de precios de los alimentos y la energía y primeras oleadas de despidos masivos en EEUU y las potencias centrales.
Se están quemando etapas: La crisis financiera ya devino (por medio de la recesión) en crisis estructural, y rápidamente se dirige hacia la crisis social (el emergente de los despidos laborales) a escala planetaria.
Las primeras oleadas de despidos que se verifican a nivel mundial surgen de los planteles de personal de empresas y bancos transnacionales, extendidas tanto en los países centrales como en el mundo de la periferia.
Según los expertos, a esta primera oleada de despidos de las trasnacionales seguirá una segunda oleada de despidos masivos en los países emergentes o periféricos donde operan, a medida que se profundice la recesión estructural con caída del consumo.
En este escenario, se empalicen los discursos abstractos de la cumbre de Washington.
Un show de entretenimiento turístico organizado -como diría Chávez- por el muerto que parla, mientras el tsunami económico avanza. A paso redoblado.
El vacío de poder en Estados Unidos marca la primera cumbre del G-20, el foro que agrupa a los países más desarrollados y a las principales potencias en vías de desarrollo e intentará proporcionar una respuesta a la crisis financiera que amenaza con precipitar a medio mundo en la recesión.
La ausencia de Obama dificulta la adopción de compromisos firmes. Al mismo tiempo, ha permitido a europeos y asiáticos aprovechar el vacío y tomar la iniciativa en una cumbre que la Administración Bush ha organizado sin excesiva convicción.
Como advertía el sábado en The Washington Post el columnista económico Steve Pearlstein, "Estados Unidos, que ha pasado de ser al país que más crédito da del mundo a ser el más endeudado, ya no puede pretender dominar las instituciones financieras internacionales, y tendrá que compartir el poder y la influencia".
Desde las elecciones presidenciales del 4 de noviembre, el demócrata Obama y sus asesores no han dejado de repetir que "sólo hay un presidente a la vez". Esta es la doctrina que se aplica durante las transiciones presidenciales. El objetivo es evitar una cacofonía que podría socavar la posición internacional del país.
Barack Obama pasará el fin de semana encerrado en Chicago, su ciudad de residencia y feudo electoral. Sus asesores económicos y financieros tampoco participarán en la cumbre, coto exclusivo del actual presidente.
Hasta que asuma la presidencia, el 20 de enero, Obama prefiere no ver a sus homólogos. Las filtraciones sobre las conversaciones telefónicas tras la victoria ya le dieron algún pequeño disgusto. Él todavía no habla en nombre de Estados Unidos.
El problema es que los líderes que hoy están en Washington -desde el presidente francés, Nicolas Sarkozy, hasta el ruso, Dimitri Medvedev- saben que Bush es un pato cojo, y que, si de verdad hay que reformar el capitalismo, el interlocutor será Obama.
El presidente electo ha designado a dos emisarios para que en su nombre reciban a los interesados: la ex secretaria de Estado Madeleine Albright, próxima a la familia Clinton, y el ex congresista Jim Leach, un obamista republicano.
Obama ha designado también al profesor Daniel Tarullo, otro veterano de la administración Clinton y especialista en finanzas y comercio internacionales, como enlace en la cumbre. Tarullo, que podría desempeñar un cargo económico relevante en la nueva administración, ha recibido información detallada de la Casa Blanca sobre el G-20.
En la cumbre confluyen la políticas económica y la política internacional. En estos ámbitos, las diferencias entre Bush y Obama son visibles.
"Estamos viviendo un cambio en las relaciones económicas y financieras internacionales. Un nuevo grupo de potencias emergentes se sienta a la mesa. Y son parte de la solución", dijo a La Vanguardia Lex Rieffel, ex funcionario del Departamento del Tesoro y especialista de la Brookings Institution. "Creo que Obama lo ha entendido. No estoy seguro de que Bush también".
Bush niega que el capitalismo desregulado sea el culpable del seísmo financiero. Y se niega a someter a Estados Unidos a una instancia supranacional, como desearían los europeos y algunas potencias emergentes.
Rieffel ha escrito que el fracaso del unilateralismo y la victoria de Obama podrían propiciar un giro que llevase a EE. UU. a aceptar un cierto control por parte del FMI. Atención: podrían. "Las resistencias serán fuertes", matiza el especialista citado.
Obama, de momento, calla. Posiblemente sea más receptivo que Bush a las ideas europeas. Su campaña electoral se ha basado, en gran parte, en atribuir la crisis a la desregulación de los mercados y a lo que en Europa se llamaría el capitalismo salvaje.
El equipo económico de Obama es una vasta coalición que reúne desde apóstoles de la desregulación y el libre comercio hasta personas próximas a los sindicatos y proclives al proteccionismo. Que Obama haya delegado en Albright y Leach los contactos con los líderes es revelador. Ni una ni otro pertenecen a su círculo estrecho, y no son especialistas en finanzas internacionales.
Desde que derrotó al republicano John McCain, Obama mide cada paso. Cauto, ha evitado enredarse en el debate sobre el futuro del capitalismo global. Pero todos lo esperan. Sí, China, Brasil, India y Rusia cuentan cada vez más. Pero sin Estados Unidos -origen de las turbulencias actuales- será difícil reformar nada.
► miércoles, 26 noviembre, 2008
Durante semanas toda la prensa se puso de acuerdo en que la Cumbre iba a atajar la crisis financiera, poner freno a la recesión y sentar las bases de un “nuevo orden financiero internacional”. Para reforzar el argumento se decía que ahora, con Obama, las cosas irían mucho mejor. Lo más lamentable es que cierta izquierda aliente esperanzas en que estos sirvientes del capital financiero puedan poner freno a sus amos y hacer un capitalismo “más humano”.Una Cumbre fracasada
Pero la Cumbre de Washington ha sido un fiasco. De ella salieron casi como entraron. Su único gran compromiso ha sido seguir endeudándose, sin límite, para salvar al capital financiero del colapso. Han llamado incluso a endeudarse más para reducir impuestos y hacer infraestructuras. Es decir, los mismos remedios de estos meses, pero más a la desesperada.
Los remedios tradicionales (bajar tipos de interés o bombear fondos) ya no les funcionan. Y es difícil pensar que bajadas de impuestos o más inversiones públicas vayan a reanimar al enfermo. El salvamento de los banqueros supone trasladar sus pérdidas al Estado. Supone que los países se vayan a endeudar, ¡todos a la vez!, en cerca del 15% de su Renta Nacional. Devolver esta deuda va a provocar unos gastos tan brutales que van a significar enormes recortes de los gastos públicos sociales y situaciones de insolvencia para algunos Estados (el caso hoy de Islandia o Hungría). El fracaso de la Cumbre se ha manifestado en grandes bajadas de las Bolsas y en unas economías que siguen cayendo aceleradamente. A los10 días, Citigroup, hace dos años el banco más importante del mundo, con unos activos que son casi dos veces el PIB español, está a punto de ser intervenido para evitar la bancarrota. Y General Motors, anuncia la quiebra si no hay rescate del gobierno.
El capitalismo sólo tiene una manera de salir de la crisis
Y esa manera es descargarla brutalmente sobre las espaldas de los trabajadores y aumentar el expolio de los países dependientes. Paro, despidos, desahucios, bajos salarios y deterioro de los servicios y de las prestaciones públicas es su programa. Las clases medias, enriquecidas durante estos años, se están empobreciendo al compás de las caídas de la Bolsa y del precio de la vivienda. Hemos entrado en un período en que para defendernos vamos a tener que luchar por expropiar el capital y establecer el poder de los trabajadores, planificando democráticamente la economía.
La “octava potencia” del mundo
La anécdota de la reunión fue el patetismo de Zapatero por asistir a la Cumbre, cosa que al fin logró, en las rodillas de Sarkozy. Y, sin embargo, desde Setiembre, Zapatero ya sabía que la banca estaba negociando la venta del 30% de Repsol a la empresa rusa Lukoil, lo que la convertiría en la gran accionista. De repente, la “octava economía del mundo”, no es ni capaz de conservar la propiedad de una de sus mayores multinacionales. España nunca pasará de ser un país imperialista de segunda división.
(mas...)
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