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Entre la historia y la nada |
¿Cimiento de un nuevo orden financiero internacional o irrelevante pie de página?
Ese es el dilema que enfrenta la cumbre del G-20 este fin de semana en Washington.
Nadie espera que esta amalgama de naciones dispares -los ricos del G7, las nuevas potencias del BRIC (Brasil, Rusia, India, China), y paises varios como Argentina, Corea del Sur, Turquía y Arabia Saudita entre otros-, pueda acordar con dos sesiones de trabajo de 90 minutos una nueva arquitectura financiera mundial.
"Tendremos declaraciones generales y se necesitará mucho trabajo adicional para que eso se refleje en propuestas concretas. El significado más impactante de la reunión es que las nuevas naciones emergentes serán parte de la negociación", señaló a BBC mundo Kevin Young, especialista en Politica Internacional de la "London School of Economics".
Pero el tiempo urge.
En una declaración el viernes 7 de noviembre, la Unión Europea indicó que el G-20 debería aportar soluciones en los próximos 100 días.
El plazo se cumple a fines de febrero: aproximadamente un mes después de la asunción de Barack Obama.
Lo viejo y lo nuevo
¿Se puede comparar esta cumbre del G-20 con la reunión de 44 naciones en Bretton Woods en 1944 que definió el orden internacional que regiría al mundo capitalista de la posguerra?
Los acuerdos de Bretton Woods crearon instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco de Reconstrucción y Desarrollo (IBRD, luego absorbido por el Banco Mundial) para evitar turbulencias económicas globales como la de los años 30.
Según críticos del FMI, como el "Bretton Woods Project" -una organización independiente que vigila la conducta de las organizaciones creadas en 1944-, las crisis financieras de estos últimos 20 años demuestran el fracaso de estas instituciones.
"Pero el problema no se limita al FMI. En ese sentido, una reforma de la arquitectura financiera internacional tiene que tratar muchos temas a la vez: el sistema bancario, los paraísos fiscales, la regulación internacional", indicó a BBC mundo Jesse Griffiths, del "Bretton Woods Project".
Es que la elemental estructura acordada en Bretton Woods naufragó a principios de los 70 cuando Estados Unidos impuso la libre flotación de la moneda pero, además, se vio erosionada por la creciente importancia del capital financiero.
Para muchos, la desregulación de las bolsas de los años 80, la liberalización del mercado de capitales de los 90 y el impacto de la revolución tecnológica dibujaron un planeta muy diferente al de la posguerra y desnudaron la impotencia de las instituciones internacionales vigentes.
"La regulación a nivel nacional resulta totalmente insuficiente para un sistema financiero internacional que cuenta con una presencia creciente de nuevos agentes como fondos de inversion, compañías de seguro y otros actores que hoy tienen una presencia fundamental y simultánea en distintos países", señaló a BBC Mundo Jordi Galí, economista de la "Barcelona Graduate School of Economics", un centro internacional de posgrado en economía.
Economía y política
En vísperas de la cumbre de Washington unas 260 ONG y organizaciones humanitarias, dieron a conocer una declaración en la que reclaman el fin de la agenda desreguladora y privatizadora global, una mayor transparencia institucional mundial y claros límites al FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.
Hasta hace poco un programa de esta naturaleza parecía una agenda radical con escasas posibilidades de aplicación.
La peor crisis financiera global desde los años 30 ha cambiado el clima intelectual del debate y, al menos en el significado superficial de algunas palabras, distintos líderes europeos coinciden en la necesidad de crear "un nuevo orden global financiero" (José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea) o garantizar un "sistema transparente" (el primer ministro Gordon Brown ante la ONU).
Sin embargo, la disparidad política de los miembros del G-20 puede empantanar las conversaciones o tornarlas en un juego vacuo de declaraciones altisonantes.
¿Cuánto terreno común pueden encontrar los países del BRIC y del G7 o miembros individuales como Rusia y Estados Unidos?
En este contexto, los 100 días de la Unión Europea parecen más una expresión de deseos que una posible realidad.
Más teniendo en cuenta que la cumbre del G-20 en Washington tienen de anfitrión a un protagonista debilitado: George W. Bush.
El factor Obama
El presidente saliente es lo que en inglés llaman un "lame duck", un pato rengo.
Pero además, sus diferencias con Obama en temas de política económica abren un signo de interrogación sobre lo que se pueda acordar con Bush.
Mientras que Bush sólo aceptó a regañadientes la idea de una reforma financiera internacional, el presidente electo fue uno de los signatarios el año pasado de un proyecto de ley contra los paraisos fiscales.
En la campaña, Obama indicó que quería reforzar la exigencia de liquidez y transparencia de las instituciones financieras y regular los Fondos de Inversión, las agencias calificadoras de crédito como Standard and Poor y las transacciones de complejos instrumentos financieros como los derivativos.
Un programa de esta naturaleza se complementa bien con las reformas que impulsa la Unión Europea y contaría con el apoyo de algunas naciones en desarrollo.
"Es posible que el G-20 no sea el escenario final de estas discusiones, pero sí puede suministrar una iniciativa sobre qué instituciones es necesario crear o cuáles se pueden reformar para la coordinación de una nueva regulación y supervisión financiera internacional.", indicó a BBC mundo Jordi Galí.
Pero organizaciones como el "Bretton Woods Project" alertan contra soluciones superficiales.
"La reunión de los países del G-20 puede ser un primer paso, pero lo que se necesita es un debate realmente global. No se trata de acordar un incremento de fondos para el FMI o algunas medidas rápidas para salir del paso. No se soluciona con eso: un parche no sirve", puntualizó a BBC Mundo Jesse Griffiths, del "Bretton Woods Project".

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, monopolios, multitud, politica.
¿Cuál es el tema clave en la agenda económica global en este momento?
La presente crisis emanó de los países más desarrollados, donde ha habido un uso excesivo del crédito, el apalancamiento y la falta de ahorros que hicieron caer el castillo. Si bien ha causado un sufrimiento relativo, como las ejecuciones hipotecarias, en los Estados Unidos, la gente que vive en los países más pobres ve su vida misma y su sustento limitados debido a la falta de recursos. Dentro de ese contexto, el Banco Mundial necesitará una gran capitalización, y la AIF (Asociación Internacional de Fomento dentro del Banco Mundial) tendrá que ampliar la concesión de créditos a los más pobres.
¿Qué países van a verse más afectados?
Sin duda África, que está en el punto mmás bajo de la pila. En Asia, China e India han hecho mucho por reducir la cantidad de habitantes que viven en absoluta pobreza. Una recesión económica frenará ese salto para salir de la pobreza.
¿Qué le parecen las propuestas estatistas del presidente francés, Nicolas Sarkozy, y su exhortación a crear un organismo global para regular las finanzas?
Sería fantástico diseñar un barco nuevoo cuando nos estamos hundiendo, pero lo más práctico es reparar el que tenemos para no irnos a pique. No dudo de que, con tiempo y reflexión, podemos diseñar un sistema mejor. Pero los cambios de los que estamos hablando ahora son sensibles a una crisis que surgió a partir de la primera semana de septiembre. O sea 12 semanas. No hay manera de conseguir que la comunidad global acuerde una estructura financiera común en un lapso tan corto. Hablar de reorganizar las instituciones mundiales es una idea valiosa. Pero por ahora necesitamos el pragmatismo y el liderazgo de quienes entienden las realidades.
Dígame una o dos cosas que deberían surgir de la cumbre del G-20.
Deberíamos partir de las buenas relacioones ya existentes entre los bancos centrales. Son un modelo de cómo puede y debe ser la cooperación internacional. Lo que hace falta es que los ministros de economía claves del G-20 se reúnan y traten de diseñar un foro de cooperación que se ocupe no sólo del mundo rico sino que reconozca también que el mundo en desarrollo es cada vez más vulnerable. Mi experiencia en el pasado es que reuniéndose sólo los G-7 o G-8 puede haber cierto reconocimiento de las preocupaciones del mundo en desarrollo, pero es muy difícil que esos líderes centren su atención y su capital político en los destinos de quienes no son sus electores. Pero el resto del mundo debe ser incluido en los planes de quienes definen el orden económico globalmente. Por eso, mi esperanza es que el G-20 reemplace el viejo formato de gobernabilidad global del G-7/8.
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