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¿Salvará China al capitalismo americano?

Lo contaba David Gow, editor industrial del The Guardian, en las páginas de su diario. Durante el Foro Económico Mundial de Tianjin, a las puertas de Pekín, banqueros, consultores e industriales occidentales hacían cola para vender alguna moto en China, la que fuera con tal de hacerse con una cuota de mercado en la única gran economía, la cuarta del mundo, que sigue soplando a velas llenas. Y ansiosos por meter mano a las reservas monetarias más abultadas del mundo. Ellos se mordían las uñas ante los arrebatos de la crisis financiera y el desplome de las bolsas. Mientras que al otro lado de la mesa, a los chinos les afloraba una media sonrisa. Gow resumía así la actitud de los potentados blancos: “¿Podría usted salvarme? Estamos aquí para que nos rescaten”.

La primera razón es que China no se está viendo demasiado afectada por la crisis financiera. Este editorial del Asia Times lo explica bien y su impresión la avalan analistas del Banco Mundial en Pekín. En resumen, dicen que el sistema financiero chino permanece relativamente cerrado y que sus bancos (la mayoría corporaciones o bancos comerciales controlados por el Estado), apenas tienen participaciones en compañías americanas o europeas (menos de un 3,5% de sus recursos en activos extranjeros están en riesgo). “Nuestro sistema financiero sólo parcialmente abierto y nuestra moneda sólo parcialmente convertible salvaron a China de la crisis asiática de 1997 y ahora, de nuevo, parece que volverá a funcionar como un fuerte dique para protegernos contra el actual tsunami financiero”, dice un investigador de la Academia China de Ciencias Sociales citado en dicho análisis.

Sí que sufrirán (ya han empezado a hacerlo) las exportaciones, especialmente a causa del desplome de los índices de consumo en Estados Unidos y la Unión Europea. Pero los pronósticos dicen que esto no bastará para tumbar al gigante, entre otras cosas porque el consumo interno no para de crecer. Tanto, que quizá llegue a compensar, al menos en parte, los efectos que la depresión occidental puede acarrear para la industria china. Aunque seguramente exageren, para no variar, los analistas y políticos de Pekín aseguran que el país no sufrirá en absoluto la crisis o que al menos los efectos serán “discretos”. Su economía, se prevé, frenará desde el 11,9% que creció en 2007 hasta un 9% este año. Pero, a cambio, la inflación ha caído del 8% que alcanzó en febrero hasta una mucho más razonable tasa del 4,9 el mes pasado. Y se espera que siga disminuyendo.

Una hucha gigante

El otro pilar de la inmunidad China es el ahorro, una virtud muy propia del país. Se trata de una gigantesca hucha en la que confían muchos, incluido el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, para paliar los efectos de la crisis en Occidente con una inyección de liquidez. Lo explicó con bastante claridad el primer ministro Wen Jiabao, durante su última visita a Nueva York: “A los americanos les gusta mucho pedir prestado y gastar, pero los chinos preferimos ahorrar el dinero. Cada uno tiene sus problemas por ello, pero en este momento es mejor tener ahorros y podemos contribuir a suavizar la crisis”, dijo.

Aunque los jóvenes chinos cada vez son más manirrotos, las familias siguen ahorrando una media del 25% de sus ingresos, entre otras cosas porque el Gobierno no ofrece apenas prestaciones sociales, seguros médicos, ni subsidio de desempleo. En China, el que no tiene ahorros afronta una vejez muy dura y vive con el miedo continuo a caer enfermo.

La llave de la otra gran hucha, del cerdito más grande del mundo, la tiene el Partido Comunista: unas reservas en divisas de más de 1.500 miles de millones de dólares (según datos oficiales, a veces cuestionados a la baja por otras fuentes), el triple que toda la eurozona. A decir verdad, la austeridad y el ahorro son virtudes asiáticas. La lista de los diez países con más reservas del mundo tiene siete picos en Asia, entre los cuales se encuentran las cuatro chinas: la neo-comunista, Hong Kong, Taiwán y Singapur. Las otras tres son Corea del Sur, Japón e India. La representación europea se limita a Rusia y, en el último puesto, Alemania. Estados Unidos no aparece por ningún sitio.

Por eso algunos hablan de un “rescate chino”, una idea que les ha gustado a los propagandistas de Pekín, por eso del nacionalismo y la proyección de la imagen exterior, dos de los pilares del régimen. Sin embargo, otros de los analistas que estos días hablan, escriben y se repiten en las páginas de los diarios financieros del continente aseguran que, a pesar de las promesas, no deberíamos contar mucho con China para solventar la crisis más allá de lo que consigamos venderle a sus consumidores y sus empresas estatales (aviones, por ejemplo, en ello anda Airbus). Pekín, por el momento y por si quedaban dudas, ha incrementado los controles sobre las inversiones en empresas extranjeras para “evitar riesgos innecesarios”. Y, lógicamente, las facciones de poder que defendían un mayor aperturismo financiero para el país no pasan por su mejor momento.

“La mayor contribución que le podemos hacer al mundo es mantener un país con 1.300 millones de habitantes que mantiene una duradero, tranquilo y rápido crecimiento económico”, dijo el sábado Wen durante un discurso dedicado a este tema. Y no es poco con los tiempos que corren.

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  Anónimo

miércoles, 08 octubre, 2008  

  Anónimo

miércoles, 08 octubre, 2008  

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