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Por favor: no nos pacifiquen así |
Cada vez son más los que consideran que el régimen de los talibanes era mejor que el actual Gobierno.
Según fuentes locales avaladas por Naciones Unidas, en el año en curso ha muerto cerca de un millar de afganos civiles, de los que unos 400 lo han sido por acción de las fuerzas de ocupación; el resto ha muerto a causa de atentados suicidas y otras acciones bélicas de los talibanes.
Muchas muertes se han producido por ataques aéreos de las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán, el más reciente en una incursión aérea en Azizabad, sobre la provincia occidental de Herat, contigua a la zona donde despliega el contingente militar español.
En julio, las bombas estadounidenses interrumpieron macabramente una ceremonia nupcial en la provincia suroriental de Nangahar, causando cerca de medio centenar de víctimas mortales, incluida la novia.
Pero el bombardeo en Herat ha rebasado todos los límites anteriores: tanto en el número de víctimas (estimado por el gobierno de Kabul en 90, incluyendo mujeres, niños y ancianos) como por las repetidas y confusas explicaciones del mando militar de Estados Unidos, rebajando la cifra de víctimas y atribuyendo sin pruebas a muchas de ellas la condición de talibanes combatientes. En los dos últimos meses han muerto también personas inocentes en ataques aéreos en Nuristán, Laghman y Kunar, según fuentes del Gobierno de Kabul.
La realidad es que, a medida que el dominio talibán se extiende y alcanza nuevas provincias y territorios, los ataques aéreos proliferan y se hacen cada vez más indiscriminados. Cualquier grupo numeroso de personas que se desplacen por el campo o que se reúnan en algún poblado es considerado sospechoso. Son vigilados desde el aire por aviones de observación no tripulados, cuya información visual se envía a los centros de mando y coordinación, donde se analiza y se utiliza para dirigir a distancia la aviación.
El mando militar de Estados Unidos afirma que cada operación de este tipo es contrastada con informadores situados en tierra, aunque dadas las características de estos ataques se niega a revelar qué fuentes terrestres garantizan la fiabilidad de cada operación. En el caso de Herat, la reunión popular estaba convocada para acudir a los ritos fúnebres en honor de un importante dirigente local, a los 40 días de su fallecimiento.
“Los americanos creen que todos los afganos somos terroristas y nos atacan con cohetes y misiles. Yo mismo he enterrado a cerca de cincuenta mujeres y niños... ¿son todos terroristas?”, declaraba a la prensa un residente de Azizabad. Y una joven que perdió en el ataque a ocho miembros de su familia, hablaba así: “Estábamos celebrando el funeral en casa y de repente los infieles nos atacaron y perdí el conocimiento. Al recuperar la conciencia estaba en el hospital y me dijeron que toda mi familia había muerto y estaban ya enterrados. ¿Era un terrorista mi hijo de dos años? ¿Soy yo una terrorista?”.
El portavoz de las fuerzas de Estados Unidos informó que se perseguía a un destacado dirigente talibán, refugiado en la zona de Azizabad, y que en el ataque habían muerto 25 terroristas. Por otra parte, la investigación oficial del Gobierno afgano señaló que “no existía en la zona ninguna fuerza insurrecta. Esto ha sido un acción cruel de las fuerzas extranjeras, que puede complicar muy seriamente nuestra seguridad”.
Un general del ejército afgano, que había participado con las fuerzas de Estados Unidos en la operación de persecución del terrorista, añadió: “Las fuerzas de la coalición coordinaron con nosotros el ataque terrestre en Azizabad, pero no se coordinó la operación aérea. Cuando se estudia la zona bombardeada se ve que no era necesario atacarla desde el aire”.
No es malicioso sospechar que algunas rivalidades intertribales afganas pueden ser resueltas aprovechando los aviones estadounidenses: basta con que el observador terrestre afgano envíe información falsa sobre la presencia de enemigos, para que entren en acción los temibles AC-130 de “artillería aérea” (armados con ametralladoras y cañones), capaces de aniquilar en unos minutos cualquier pequeño poblado afgano.
La brecha que se abre entre la población y las fuerzas de pacificación y reconstrucción de Afganistán crece día a día. El presidente Karzai se ve debilitado e incapaz de cerrarla; su prestigio se reduce. Cada vez son más los que consideran que el régimen de los talibanes era mejor que el actual Gobierno: “Al menos distinguían entre paisanos y enemigos. Pero estos bandidos creen que todos somos enemigos”, comentaba un superviviente de Azizabad. Y añadía: “Mejor sería que nos dejaran solos y no se esforzaran en pacificarnos de este modo”.
Etiquetas: conocimiento, medios, mentiras, multitud, politica, violencia.
Fue la gota que colmó el vaso. Después de meses de quejas por el elevado número de víctimas civiles que causan las tropas extranjeras en su lucha contra el terrorismo, el Gobierno de Hamid Karzai anunció una revisión de los acuerdos por los que esas fuerzas operan en Afganistán. "La presencia de la comunidad internacional en Afganistán debiera regularse sobre la base de tratados bilaterales", según el comunicado del Consejo de Ministros afgano. También pide que se establezcan límites a las fuerzas militares y "cesen de inmediato los ataques aéreos sobre objetivos civiles, los registros unilaterales de viviendas y las detenciones ilegales".
En julio, otro bombardeo estadounidense alcanzó una boda y causó 47 muertos, entre ellos la novia. No era la primera vez que las bombas interrumpían un casorio. Tras el mentís inicial, los militares pidieron disculpas. Pero el incidente de Azizabad, si se confirmaran las 96 muertes de civiles, sería el más grave desde el derrocamiento del régimen talibán en 2001.
"Tenemos que llegar al fondo del asunto", manifiesta el representante del secretario general de la ONU para Afganistán, Kai Eide. "No sobre cuántos muertos se produjeron, sino sobre cómo pudo ocurrir algo así y qué hacemos ahora", advierte este curtido diplomático noruego, que ordenó de inmediato su propia investigación. La rapidez y firmeza del informe, que básicamente corrobora la versión del Gobierno afgano al hablar de "pruebas creíbles" de la muerte de hasta 90 civiles, ha sacudido a las cancillerías de los países occidentales en Kabul. "Ha sido una apuesta arriesgada de Eide", comenta un embajador europeo. "Si se confirma, nos va a obligar a replantearnos una estrategia para la que ni tenemos suficientes soldados, ni estamos dispuestos a sufrir bajas; pero si no es así, su credibilidad va a resentirse", añade la fuente. Eide asume el riesgo. "Si no hubiera actuado con celeridad ante un incidente de ese calibre, hubiera sido criticado. Creo que fue la decisión adecuada", argumenta, sin ocultar que se encuentra bajo la presión tanto de Karzai como de Estados Unidos.
"Cuando mueren civiles inocentes, la gente pregunta al Gobierno por qué, y necesitamos hacer la misma pregunta a nuestros amigos", señala el ministro sin cartera Hedayat Amin Arsala. "No sólo nos crea tensiones con la comunidad internacional, también con nuestra opinión pública; además, hace la lucha contra el terrorismo mucho más difícil porque da argumentos a los elementos contra los que estamos luchando". Por eso defiende la necesidad de "alcanzar un arreglo que permita luchar contra el terrorismo y la insurgencia, minimizando las bajas civiles".
"El presidente Karzai tiene todo el derecho a mejores acuerdos y cuenta con mi pleno apoyo", reconoce el representante de la ONU tras recordar que, pese a la debilidad comparativa de Afganistán frente al peso de la comunidad internacional, "estamos hablando de un Estado soberano". Entrar en ese debate es abrir la caja de Pandora de la inmunidad de las tropas extranjeras y del destino de los presos que Estados Unidos mantiene en el limbo legal en Bagram, asuntos ambos que Washington, el principal valedor del presidente afgano, preferiría no tocar.
Sin duda, el órdago de Karzai tiene mucho que ver con las elecciones del año que viene. El apoyo de los afganos a la presencia de las fuerzas internacionales se está erosionando por los ataques a los civiles, además de por la infiltración y propaganda de los insurgentes. Cada noche, desde el incidente de Azizabad, la televisión nacional ha estado recogiendo testimonios de antiamericanismo. A la vez, está surgiendo un consenso internacional sobre la conveniencia de introducir más coordinación y transparencia en la forma en que operan esas fuerzas. "Éste y otros casos anteriores muestran que debemos ir en esa dirección", admite Eide, convencido de que "algunos de ellos se hubieran podido evitar con mayor coordinación y transparencia entre fuerzas militares o grupos de seguridad". Sabe de lo que habla porque ha sido durante seis años embajador de su país ante la OTAN. "Hay tantas fuerzas sobre el terreno... y con lo delicado de muchas de esas operaciones, aún me sorprende que operemos sin el nivel de coordinación que necesitaríamos. Es sorprendente y tiene que solucionarse", confía, poniendo especial énfasis en la última palabra que pronuncia sílaba a sílaba.
En Afganistán se desarrollan dos operaciones militares simultáneas e independientes una de la otra, aunque a veces difíciles de diferenciar. Por un lado, la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (más conocida por sus siglas en inglés, ISAF), establecida en los Acuerdos de Bonn de diciembre de 2001 y al amparo de varias resoluciones de la ONU, ha ido extendiendo su área de operaciones por todo el país a partir de Kabul. Desde 2003 se encuentra bajo mando de la OTAN, aunque cuenta con tropas de 40 países, incluido EE UU. Por otro lado, la Operación Libertad Duradera, que Estados Unidos inició en octubre de 2001 contra Al Qaeda y sus protectores talibanes, ha continuado sobre el terreno en colaboración con las fuerzas de seguridad afganas y la participación simbólica de otros países. Es esta última, por su naturaleza de combate, la que más víctimas civiles causa y la que más bajas sufre. Se habla de la necesidad de unificar el mando de ambas operaciones, pero varios países se muestran renuentes. "Es verdad que ISAF es una locura de mandos y salvedades, pero Libertad Duradera no lo es menos; junto a la operación antiterrorista propiamente dicha, intervienen la CIA y los grupos de Operaciones Especiales que actúan por su cuenta", se justifica el embajador europeo antes citado. "Además, ¿quién se haría cargo de Bagram?".
"Para los afganos no hay diferencia entre ISAF y Libertad Duradera", constata el príncipe Mustafa. "Todos los soldados llevan uniforme y parecen europeos, así que cuando ocurren errores, se les culpa en conjunto". Al nieto del fallecido rey Zaher, que en los últimos meses ha saltado a la arena política, lo ocurrido le parece intolerable. La crisis ha sacado a la luz las crecientes diferencias del Gobierno afgano con sus aliados occidentales. Tanto por lo que percibe como una falta de objetivos políticos de éstos, como por el desencanto de su propia opinión pública. "La comunidad internacional se ha centrado en la intervención militar y en el Gobierno, en vez de en la sociedad civil, lo que contribuye a que la brecha entre los afganos y sus gobernantes aumente día a día", analiza Aziz Rafiee, director del Foro para la Sociedad Civil Afgana.
Algunas voces incluso van más allá y piden abiertamente la retirada de las tropas. "Los soldados extranjeros son víctimas de las políticas erróneas de sus países. Deben irse de Afganistán", manifiesta la diputada Joya Malalai, indiferente a quienes temen que esto desemboque en una guerra civil. "La situación actual no puede ser peor. La comunidad internacional no nos ha traído ni seguridad ni libertad", sostiene. La opinión de Malalai -una mujer expulsada del Parlamento por insultar a sus colegas- resulta aún minoritaria, pero está creciendo, en especial en las zonas rurales del sur del país en donde apenas se han beneficiado de los cambios.
"Tal vez cometimos algunos errores desde el principio", admite el ministro Arsala. "La decisión [estadounidense] de anteponer la lucha contra el terrorismo al desarrollo del país sentó las bases para la situación que vivimos hoy". En su opinión, "el énfasis debería haber sido al contrario: Afganistán, primero". El ministro se muestra convencido de que si el Estado hubiera sido más fuerte, los talibanes no hubieran emergido otra vez o se habrían convertido en un problema menor. "No están ganando. Sólo nos están haciendo las cosas más difíciles", concluye.
En cualquier caso, hay unanimidad en la urgencia de un cambio de rumbo. Shah Masoud, el conocido librero de Kabul, lo expresa de una forma muy gráfica. "Cuando un ordenador se queda colgado, hay que desconectarlo y reiniciarlo de nuevo. Del mismo modo, la comunidad internacional en Afganistán tiene que volver a empezar sobre nuevas bases, porque las actuales han fallado".
"¡Muerte a los americanos!"
"¡Muerte a los americanos! ¡Muerte a Karzai!", coreaban el pasado lunes centenares de afganos enardecidos mientras cortaban la carretera de Jalalabad a la altura de Hud Kheil, un barrio del este de Kabul. Era el primer día de Ramadán y los manifestantes, en su mayoría jóvenes con aspecto de desocupados, reaccionaban ante la exhibición de los cadáveres de un hombre y sus dos hijos de corta edad, que según los vecinos habían resultado muertos esa madrugada durante el registro de su vivienda. La madre, herida grave, habría muerto en el hospital.
Poco importaba que tanto el cuartel general de la OTAN como el portavoz de las fuerzas estadounidenses en Afganistán hubieran negado su implicación en el asunto. La sensibilidad hacia los daños colaterales, como los militares llaman eufemísticamente a las bajas civiles, está a flor de piel en Afganistán. Y con motivo. En los primeros siete meses de 2008 ha habido 1.115 muertos civiles, según datos recopilados por la ONU. Eso representa un 24% más que los 902 registrados durante el mismo período del año anterior. Julio ha sido un mes particularmente sangriento, con 326 fallecidos en diferentes incidentes de seguridad, la cifra más elevada desde el derrocamiento del régimen talibán.
"Tenemos una preocupación creciente ante el aumento de las víctimas civiles", admite Kai Eide, el representante del secretario general de la ONU en Afganistán. Ahora bien, en lo que va de año, "la insurgencia ha sido responsable de muchas más víctimas que los militares".
Los datos están ahí y su oficina de derechos humanos muestra estadísticas en las que puede verse que los "elementos antigubernamentales" han causado un 61% del total de muertes de civiles entre enero y junio. La mayoría (482), fruto de atentados suicidas y bombas de carretera, pero también 108 atribuidas a ejecuciones sumarias, que rara vez provocan manifestaciones de rechazo.
Las organizaciones de derechos humanos y los periodistas rara vez pueden verificar los datos sobre el terreno debido a las dificultades para desplazarse.
"Es lamentable que haya algunas sensibilidades culturales, pero estamos en guerra en Afganistán contra gente que no se detendrá ante nada para reinstaurar un régimen en el que los derechos humanos no existen", agregó Fitzgibbon.
Australia es uno de los países que sumó tropas a la coalición occidental liderada por Estados Unidos que invadió Afganistán y desplazó del poder a las milicias islamistas Talibán en 2001, tras los atentados que acabaron con 3.000 vidas en Nueva York y en Washington el 11 de septiembre de ese año.
El 29 de abril, tras un combate para "limpiar" un complejo en la provincia de Oruzgan, cuatro hombres, supuestamente combatientes talibanes, fueron tomados prisioneros.
Según las denuncias contenidas en el informe, los detenidos, entre ellos un hombre de 70 años y otro con su pierna izquierda amputada a la altura de la rodilla, fueron empujados contra un muro dos o tres veces y golpeados con un palo.
Soldados afganos declararon que los detenidos "fueron desnudados, golpeados y maltratados".
El coronel australiano D.K. Connery, quien estuvo a cargo de la investigación, señaló, sin embargo, que la pesquisa "no encontró evidencia creíble sobre abuso de prisioneros".
Connery sugirió que los soldados afganos "se oponían a que 'infieles' trataran a musulmanes y que no creían que un anciano y un hombre con una pierna amputada pudieran ser miembros del Talibán".
Asimismo, indicó, los afganos podrían haberse sentido más indignados por el hecho de que las tropas australianas mantuvieran a los prisioneros en corrales "que habían sido empleados antes para guardar perros".
Este detalle indignó a la comunidad musulmana en Australia, ya que su religión considera que los perros son "impuros".
El portavoz del Alto Consejo Islámico de Australia, Mohamed Mehio, condenó esa práctica, argumentando que corrales para perros no son aceptables para musulmanes o seguidores de otras creencias.
El embajador de Afganistán en Australia, Amanullah Jayhoon, también se quejó.
Fitzgibbon afirmó que las acciones de las tropas australianas no violaron las disposiciones de la Convención de Ginebra. También puso en duda que el lugar de detención hubiera sido utilizado con anterioridad como alojamiento para perros, a pesar de lo señalado en el informe.
Pero, señalan algunos observadores, prácticas que pueden resultar aceptables en Australia son vistas con otros ojos por los afganos, cuando las conducen, fundamentalmente, fuerzas de ocupación.
El informe se conoció en un momento especialmente tenso entre las autoridades afganas y las fuerzas de ocupación.
El país está sufre el periodo más sangriento desde el derrocamiento del régimen talibán, como consecuencia de la invasión de 2001. El gobierno del presidente Hamid Karzai acusó a las fuerzas de ocupación de matar a más de 500 civiles en lo que va del año.
A fines de agosto hubo protestas públicas en Kabul, la capital afgana, que incluyeron bloqueos de carreteras, por la muerte de una familia de cuatro miembros, que incluía a dos niños. Otros cuatro niños murieron en un ataque de artillería de las tropas occidentales, que también dejó siete heridos.
Estos incidentes se sumaron a informes sobre un gran número de bajas civiles durante un ataque aéreo a la localidad de Herat.
El gobierno de Karzai señaló que docenas de civiles murieron, mientras que, según la Organización de las Naciones Unidas, alrededor de 90 personas perdieron la vida, entre ellas 60 niños. Para Estados Unidos, el número se limita a cinco.
Analistas señalan que las fuerzas occidentales afrontan una dura batalla para ganar las "mentes y corazones" de los afganos. Creen que las diferencias culturales deben ser tomadas en cuenta cuando se libra una guerra de guerrillas como la que está en curso en Afganistán.
Opinan, asimismo, que ganar las "mentes y corazones" de los civiles será un punto clave para legitimar al gobierno afgano que cuenta con el apoyo de las potencias occidentales.
Según la embajada de EE.UU., en la capital pakistaní, Mullen recalcó que Washington quiere trabajar en estrecha colaboración con Pakistán. Los extremistas musulmanes pakistaníes ejecutan con frecuencia ataques en Afganistán.
Estados Unidos quiere que Islamabad haga más para contrarrestar estas incursiones.
El ministro de Exteriores paquistaní, Shah Mehmud Qureshi, denunció hoy que Pakistán no fue informado por EEUU sobre el ataque con misiles que causaron ayer la muerte de al menos seis personas pese a las promesas de sus dirigentes.
Un día después de la visita al país del jefe del Estado Mayor de EEUU, Mike Mullen, Qureshi dijo en rueda de prensa que existe una falta de coordinación entre el Gobierno y el Ejército estadounidenses, según recogieron los medios locales.
"Mullen nos garantizó que la soberanía de Pakistán sería respetada y, sin embargo, por la noche tuvo lugar un nuevo ataque en territorio paquistaní", expresó el ministro, quien además calificó como "improductivas" a largo plazo las violaciones fronterizas de Estados Unidos.
Mullen se había reunido ayer con su homólogo paquistaní, Ashfaq Kiyani, y el primer ministro, Yusuf Razá Guilani, y les aseguró que EEUU respetaría la soberanía del país asiático.
Pocas horas después de los encuentros, sin embargo, aviones no tripulados de las fuerzas estadounidenses destacadas en Afganistán lanzaron un nuevo ataque en la región tribal paquistaní de Waziristán del sur que causó seis muertos.
La visita de Mullen perseguía rebajar la tensión desatada en Islamabad tras la ola reciente de acciones militares unilaterales.
Según informó el canal privado "Geo TV", sin especificar sus fuentes, varios aviones espía fueron divisados hoy nuevamente en el cinturón tribal, en la contigua región de Waziristán del norte.
Según el diario "The New York Times", Bush autorizó en julio a su Ejército y servicios secretos a lanzar ataques contra la insurgencia en suelo de Pakistán sin pedir permiso a las autoridades del país.
Esa información, publicada hace unos días, coincidió con una ola inusitada de ataques en la franja tribal paquistaní de fuerzas estadounidenses destacadas en Afganistán.
Pakistán ha advertido ya de que defenderá su soberanía "a toda costa".
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