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Pakistán: Nuevo campo de batalla |
Fuerzas especiales del régimen estadounidenses realizaron dos ataques dentro de Pakistán con la autorización del nuevo gobierno, títere de EE.UU.
Las primeras descargas disparadas en una nueva y arriesgada empresa conjunta entre Pakistán y la OTAN para combatir contra los talibanes y al-Qaeda más allá de las fronteras de Afganistán anuncian una nueva era en la política paquistaní bajo el futuro presidente Asif Ali Zardari.
Apenas una semana después de una reunión en el portaaviones estadounidense USS Abraham Lincoln en el Océano Índico entre el jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., almirante Michael Mullen, y el jefe del Estado Mayor del Ejército paquistaní, general Ashfaq Pervez Kiani, para discutir puntos de infiltración de combatientes que pasan de Pakistán a Afganistán y para determinar con precisión la ubicación de campos de entrenamiento de al-Qaeda, fuerzas especiales estadounidenses realizaron dos ataques dentro de Pakistán.
El miércoles por la mañana, fuerzas especiales de EE.UU. entraron a Angorada en el área tribal de Waziristán del Sur donde pensaban que estaban operando miembros árabes y uzbecos de la shura (consejo) de al-Qaeda. La escarpada área montañosa también es un conocido punto de partida de combatientes que realizan ataques contra un puesto militar de EE.UU. en el área Birmal en la provincia Paktika en Afganistán.
Las fuerzas especiales, que llegaron en helicóptero a una pequeña aldea, se dieron rápidamente cuenta de que no tenían ni las fuerzas ni la cobertura aérea para realizar operaciones efectivas de búsqueda. Estallaron tiroteos y se cree que 20 civiles fueron muertos antes de que los soldados se retiraran.
Veinticuatro horas después cuatro militantes fueron muertos en Waziristán del Norte (Pakistán), según las informaciones, por fuerzas especiales de EE.UU. Los muertos no incluían a ninguno de los altos dirigente de al-Qaeda o de los guerrilleros, que supuestamente estaban en el área.
Contactos en sectores estratégicos en Pakistán dijeron a Asia Times Online que es probable que haya más ataques a través de la frontera, ya que los servicios de inteligencia paquistaní están compartiendo informaciones con EE.UU. sobre actividades de los combatientes.
Nuestro hombre en Pakistán
La idea de que fuerzas de la OTAN o de EE.UU. estacionadas en Afganistán realizaran incursiones hacia Pakistán fue concebida en 2007 para eliminar a altos dirigentes talibanes y de al-Qaeda y sus santuarios.
Como se espera que Zardari sea elegido presidente de Pakistán este domingo, y como la campaña electoral en EE.UU. está madura para un giro dramático en la “guerra contra el terror” Pakistán está abocado a convertirse en un campo de batalla internacional.
La clave para esto es el “hombre de hierro” Zardari, líder del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), partido dominante en la coalición gobernante en Islamabad.
Aunque actualmente se esconde en la residencia del primer ministro, temiendo por su seguridad ante ataques de los combatientes, tiene en gran parte bajo control el aparato de seguridad para obligarlo a abandonar sus reservas sobre la “guerra contra el terror”.
Una vez que sea presidente, será comandante supremo de las fuerzas armadas y jefe del Consejo Nacional de Seguridad.
Hombre de muchos compromisos
Zardari, viudo de la asesinada ex primera ministra Benazir Bhutto, ha mostrado su habilidad para hacer compromisos políticos a fin de lograr sus objetivos. Por ejemplo, el arquitecto de la campaña contra Bhutto en las elecciones de 1988, Husain Haqqani, quien posteriormente apodó a Zardari "Mr. 10%", fue nombrado por Zardari como embajador de Pakistán en Washington. Haqqani, con buenos oficios en la Casa Blanca y entre los neoconservadores en Washington, cabildeó exitosamente para que EE.UU. respaldara la deposición del antiguo presidente Pervez Musharraf.
Otro ejemplo involucra al grupo de medios de información paquistaní, con gran influencia política y poder financiero, dirigido por la familia Haroon, oponente tradicional del PPP. (Mehmood Haroon, entonces ministro del interior, firmó en 1979 la orden de ejecución de Zulfikar Ali Bhutto por una acusación de asesinato. Zulfikar, padre de Benazir, fue un antiguo presidente, primer ministro y fundador del PPP)
De todas maneras, Zardari sorprendió a la comunidad política al nombrar el hijo mayor de la familia, Abdullah Hussain Haroon, como representante permanente de Pakistán en Naciones Unidas, y espera utilizar las conexiones internacionales de la familia Haroon en su beneficio.
Zardari también se ha aliado con muchos antiguos partidarios de Musharraf, así como con el influyente grupo religioso Jamiat-i-Ulema-i-Islam dirigido por el fogoso Fazlur Rahman.
Con sus manos puestas firmemente en las palancas del poder, y con fuerte respaldo estadounidense, Zardari dirigirá a Pakistán hacia un capítulo nuevo y potencialmente muy sangriento en el que las incursiones de las fuerzas especiales de EE.UU. dentro del país constituyen sólo el comienzo.

Etiquetas: conocimiento, medios, mentiras, multitud, politica, violencia.
► domingo, 07 septiembre, 2008
Si hay quien lamenta por estas horas la ausencia de Musharraf en Pakistán, éste es Washington: El antiguo aliado "contraterrorista" era el único que controlaba a la decadente partidocracia "demócrata" (pro-USA-UE) dividida y debilitada por sus luchas internas, y a la furia de la guerrilla talibán con la cual ex presidente jugaba alternativamente a la guerra y al diálogo.Es tanta la confusión, la crisis y el vacío de poder que reina en Pakistán luego de la renuncia del "hombre fuerte", que el nuevo presidente propuesto por la Asamblea ni siquiera tiene nombre propio: Lo llaman el "Viudo de Bhutto.
En este escenario, la Asamblea Nacional, el Senado, y las cuatro asambleas provinciales en Punjab, Baluchistán, Sind y North West Frontier deberán elegir al candidato a presidente por más del 50% de los votos.
El "viudo" de Benazir Bhutto y líder del gobernante Partido Popular (PPP), Asif Alí Zardari, un político irrelevante y sin carisma de conductor, fue escogido por las asambleas paquistaníes como nuevo presidente del país.
El "Viudo de Bhuto", entonces, es el número puesto para suceder a Musharraf, pero su debilidad congénita (ya fue víctima de tres atentados en los últimos días) y las divisiones partidocráticas lo proyectan como una pieza más del vacío de poder y la violencia que reina en Pakistán.
Además, al vacío de poder se suma la crisis económica.
Pakistán, con 165 millones de habitantes, está en un avanzado proceso inflacionario con alza de precios de los alimentos, cortes de luz masivos, acompañados de una escalada de violencia y atentados en las grandes ciudades, con espectaculares ataques del talibán y más bombardeos en la frontera con Afganistán.
En este escenario, las usinas conservadoras de EEUU ya comienzan a barajar hipótesis de "salida militar" para retomar el control en un país que se les va de las manos.
Cuando se habla de Pakistán, se habla de Afganistán: Una frontera por donde -en la visión de Washington- se infiltra la "guerra contraterrorista" en el gigante islámico con dientes nucleares.
Para EEUU y las usinas conservadoras de EEUU, Pakistán, también en frontera con Irán, es una extensión natural del combate contra el terrorismo en Afganistán, metido en la geografía de los corredores energéticos y del conflicto en el Cáucaso.
Pero para EEUU la alianza "antiterrorista" con Pakistán también reviste una importancia estratégica prioritaria: La proyección hacia la frontera de Irán por el sur, un punto clave si EEUU decide lanzar operaciones militares contra el régimen de Teherán.
Además, el eje Afganistán-Pakistán resulta un emplazamiento clave para la proyección militar hacia Asia y China, una aliada económica de Washington, pero que hace su propio juego geopolítico militar regional de competencia con la OTAN por áreas de influencia en alianza con Rusia.
Otro punto que ilustra la importancia estratégica de la alianza con Pakistán para EEUU, es la plataforma terrestre de proyección al Indico y al vital Estrecho de Ormuz (una de las llaves del petróleo mundial) que representa la nación islámica en frontera con Irán.
En suma, un país demasiado grande y estratégico para EEUU en la región que resulta imposible -dicen las usinas conservadoras USA- dejar en manos de partidos políticos divididos y enfrentados.
La renuncia del general Pervez Musharraf, un puntal con "acreditada" experiencia en la "guerra contraterrorista" de Washington en la región, ha dejado un vacío de poder en Pakistán difícil de llenar por la corrupta y decadente partidocracia pakistaní que le sucede.
Luego del golpe de Estado "institucional" que protagonizó el año pasado, Musharraf había caído en desgracia con Washington, pero su posterior renuncia a la jefatura del ejército le permitió negociar y seguir en el poder hasta su renuncia en el mes de agosto .
La desaparición de Benazir Bhutto, muerta en un atentado en diciembre del año pasado -manejada originalmente como "alternativa democrática" frente al desgastado poder dictatorial de Musharraf- arrojó nuevas sombras e incertidumbre sobre el destino inmediato de Pakistán, un gigante islámico con poder nuclear, que juega un papel clave y un rol de equilibrio en la estrategia del poder imperial de EEUU en la región.
Según la prensa norteamericana conservadora, el vacío de poder en Pakistán es una invitación a los talibanes para que se infiltren en los resortes del poder pakistaní quebrando el equilibrio regional que antes controlaba Musharraf.
Aún para la prensa estadounidense con veleidades y orientación "demócrata" (como el caso de The New York Times) no hay ninguna duda de que la desaparición de Musharraf debilita los planes de la "guerra contraterrorista" impulsados por la Casa Blanca en Pakistán y Afganistán.
Musharraf en el poder, constituía una "figura fuerte" con amplio manejo de los servicios de inteligencia y de la intrincada red de los talibanes y del "terrorismo islámico" que tienen sus búnkeres operativos en la frontera de Pakistán con Afganistán.
Además, la renuncia del general "contraterrorista" se produce en un momento de feroz contraofensiva talibán en Afganistán donde las fuerzas de EEUU y la OTAN permanecen empantanadas y sus bajas y derrotas fisuran y agrietan cada día más a la coalición imperial liderada por Washington.
La guerra interna por el poder proyecta una crisis institucional que complica la continuidad de los planes de control militar del país, sobre todo en la peligrosa frontera con Afganistán donde los grupos talibanes han recrudecido sus operaciones tanto hacia Afganistán como hacia adentro de Pakistán.
Esto crea, a su vez, un vacío de poder en las fuerzas armadas y en los servicios de seguridad donde sus oficiales, mayoritariamente, siguen una marcada línea de fidelidad a Musharraf quien los privilegió económicamente con los cuantiosos fondos otorgados por Washington como "ayuda" para la guerra contra el "terrorismo".
Este cuadro de descomposición y decadencia del poder, a su vez motiva la hipótesis (entre analistas de EEUU) de una posible salida militar del conflicto (muy al estilo de Pakistán) por medio de la cual Washington podría intentar restablecer el control en una zona de alta importancia estratégica para su dominio en la región.
Pakistán, un aliado estratégico clave de EEUU, es un país en crisis y en "guerra permanente", y en este escenario -afirman las usinas conservadoras- resulta suicida dejar el país en manos de políticos débiles y divididos.
Es la tesis del golpe militar.
► domingo, 07 septiembre, 2008
Los 165 millones de habitantes de Pakistán serán simples espectadores y verán asumir al candidato que no quieren. La ilusión por Zardari se ha esfumado en los últimos seis meses, cuando la población comenzó a sufrir el alza de precios de los alimentos, la inflación, los cortes de luz masivos y el terrorismo trasladado a las grandes ciudades, con espectaculares atentados talibán y más bombardeos en la frontera con Afganistán.El deterioro de su calidad de vida es mucho más angustiante y prioritario para los paquistaníes que las necesidades estratégicas de EE.UU. en la guerra contra el terror, con Pakistán como aliado y sus permanentes "daños colaterales", como eufemísticamente llaman a la muerte de civiles.
Pero el mecanismo electoral no permite sino la expresión del electorado a través de sus representantes legislativos, en una sociedad feudal y poco transparente a la hora de elegirlos. La selección no nace de un proceso democrático sino por históricas alianzas y trenzas "tribales" de poder y con favores políticos.
Tres son los candidatos presidenciales, después de que la coalición entre el Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) y la Liga Musulmana de Nawaz Sharif estallara cuando Zardari se negó a reinstalar en sus cargos a los miembros del Poder Judicial que el ex general Pervez Musharraf había desplazado para conseguir ser reelegido presidente con una Corte Suprema adicta y superpoderes, incluídos el de la inmunidad judicial.
El abogado Saeduzzaman Siddiqui es el representante de la Liga Musulmana N. Por la Liga Musulmana Q, que apoyó a Musharraf durante su gestión, ha sido elegido el senador Mushahid Hussain Sayed. Asif Alí Zardari no tuvo discusión pública en el PPP, aunque los asesores más íntimos de su mujer Benazir (asesinada en diciembre último) han sido borrados de su equipo de campaña. Zardari se convirtió en un candidato blindado. Nunca pudo salir a hacer campaña ni asistir a un debate televisivo por temor a un ataque terrorista.
Si algo faltaba fue el atentado frustrado al primer ministro Gilani esta semana, que fue visto como un "mensaje" para advertir al marido de Benazir que el próximo podía ser él.
Los paquistaníes le reprochan que en realidad hizo campaña en EE.UU. y en Londres. Sus únicas declaraciones políticas aparecieron en The Washington Post, bajo la forma de columna con su firma.
Sólo el Movimiento por los Derechos, del ex jugador de cricket e ídolo paquistaní Imran Khan, se movilizó en esta campaña electoral sin clima y en medio de un alerta antiterrorista máximo.
Ayer, en una marcha hasta el Parlamento bajo la lluvia, los manifestantes sintetizaban en sus cánticos un sentimiento común: "Ni Musharraf ni Zardari" o "Basta de superpoderes".
Paradójicamente, aunque Musharraf renunció para no ir a juicio político por las presiones de la coalición entre Sharif y Zardari, el viudo de Benazir hoy es visto como la continuidad de Musharraf y en connivencia con EE.UU. en la guerra contra el terror. Su negativa a reinstaurar a los jueces desplazados por el ex dictador rompió la coalición y es la mayor acusación que pesa sobre su espalda.
Los paquistaníes creen que Zardari teme que los jueces reinicien los procesos de corrupción en su contra y vuelvan a congelar sus fondos. Pero también están convencidos de que ha cedido a las presiones estadounidenses para que no se investiguen los casos de desaparecidos en la guerra contra el terror, que oficialmente llegan a 400 personas según los jueces y a 1.200, según los familiares.
El Ejército se ha declarado prescindente en la elección, después de haber intervenido siempre desde que se fundó el Estado, pero hoy necesita recuperar el apoyo popular. Reprime en las zonas tribales a los talibán y a Al Qaeda para después iniciar un proceso de reconciliación y diálogo que no agrada a EE.UU., que insiste en hacer una amalgama entre Al Qaeda y los talibán locales y los quiere combatir. Para Zardari, la reconciliación, el diálogo y la renuncia a usar la fuerza contra civiles en la zona tribal es indispensable si quiere sobrevivir en el poder.
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