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¿Funcionará el plan de rescate? |
La enorme crisis financiera que está devorando a Wall Street ha llevado al gobierno de George W. Bush a abandonar sus principios de libre mercado y anunciar un paquete de rescate de US$800.000 millones para calmar las turbulencias de los mercados financieros.
Al mismo tiempo, para frenar el creciente pánico entre los inversionistas particulares, el Departamento del Tesoro planea ofrecer garantías que ascenderían a US$3,2 billones para los fondos mutuos del mercado monetario.
Aún así, el plan de rescate puede tener que afrontar significativos obstáculos políticos y financieros.
Con el Congreso suspendiendo sus sesiones la semana próxima debido a la campaña electoral, el tiempo apremia para elaborar los detalles del plan y luego aprobarlo.
Escepticismo
Líderes del Congreso, incluyendo a muchos demócratas clave, ya habían estado considerando un plan de rescate, y dieron señales de una rápida aprobación de las propuestas.
Por otro lado, hay un profundo escepticismo en el espectro político, con los conservadores del lado republicano objetando cualquier otro plan de rescate, y muchos demócratas preguntándose por qué deberíamos ayudar a Wall Street en vez de ayudar a cuatro millones de personas cuyos hogares fueron embargados.
Y los candidatos presidenciales, que están siendo dejados de lado en las negociaciones, son también participantes reticentes del proceso.
Ambos se dan cuenta de que un considerable plan de rescate del gobierno federal limitará severamente sus planes, entre ellos, el recorte de impuestos o la implementación de un nuevo programa de salud.
Uno de los modelos de los que se habla es el de la Corporación Financiera para la Reconstrucción, implementado por la administración del presidente Herbert Hoover en los años '30 durante la Depresión.
Pero cabe recordar que en 1933, el presidente electo Franklin Roosevelt rehusó un acuerdo bipartidario con el presidente Hoover para prevenir el colapso del sistema bancario de Estados Unidos, que cerró completamente la noche de su asunción.
Quién gana y quién pierde
Una de las preguntas difíciles sobre el plan de rescate es cuánto le costará a los contribuyentes, a los bancos y a los atribulados dueños de casas.
Parte de las respuestas es qué precio paga el gobierno estadounidense por la deuda.
Si compra al precio que indican los manuales, los bancos ganarán y el contribuyente se liberará de la responsabilidad.
Si, en cambio, el gobierno compra la deuda a valores devaluados, el gobierno es el que ganará si eventualmente la deuda hipotecaria recobra su valor.
Y no queda en claro qué ganancia obtendrá el gobierno de los bancos por su inversión.
En el plan de rescate Resolution Trust Company de los años '80, el gobierno tenía el poder de tomar el control de cualquier banco de ahorro y préstamo en crisis y cerrarlo o vender sus activos si era necesario.
Esto significó, eventualmente, que se recobró alrededor de la mitad del paquete de rescate de US$400.000 millones, pero la mayoría de los bancos cerraron.
Tampoco queda en claro cuántos beneficios específicos obtendrán los dueños de casas en problemas.
El costo para el gobierno podría crecer si trata de retener el 10% de todas las hipotecas, pero si endurece las medidas para asegurarse que todo el mundo pague podría poner en riesgo el plan de rescate hipotecario.
El gobierno ya tiene un plan para otorgar una ayuda hipotecaria extra de US$300.000 millones para los que afrontan un embargo, pero lo que hasta ahora se evidencia es que el plan -que se hará efectivo el 1 de octubre- se ve muy verde todavía, toda vez que el sector hipotecario privado se está resistiendo a asumir el 10% en pérdidas que el gobierno promueve.
Daño a largo plazo
El gobierno tiene la esperanza de que su nuevo gran paquete restaure la confianza en los mercados y anime a los bancos a empezar a otorgar de nuevo préstamos a individuos y empresas.
Ciertamente, la perspectiva de que los mercados crediticios se atasquen ulteriormente podría causar que la economía de Estados Unidos se vaya en picada.
Pero aún no está en claro si el paquete será lo suficientemente grande o si será implementado rápidamente como para tranquilizar a los inversionistas privados y comerciales, que están muy preocupados por la incertidumbre acerca del futuro del sector financiero.
La reducción del crédito probablemente continuará, a medida que los mercados se ajusten a los mayores riesgos que perciben.
Y mientras que la medida provee un alivio temporal a la economía estadounidense, los que solicitan crédito afrontan algunos desafíos a largo plazo.
El préstamo del gobierno deberá ser pagado, y con la creciente reticencia de los extranjeros a sostener la deuda de Estados Unidos, significará, en definitiva, mayor ahorro y menor gasto para la economía estadounidense.
El costo del rescate podría también aumentar el costo del préstamo a medida que el déficit federal crece, y por lo tanto debilita las perspectivas de largo plazo de la economía.
Y una mayor deuda podría debilitar eventualmente el dólar, forzando a la Reserva Federal a intervenir para aumentar las tasas de interés a fin de prevenir una caída estrepitosa.
A pesar de que éstos son riesgos grandes, la pérdida de la confianza es el problema más grande de todos.
Y si estas medidas fracasan, la responsabilidad le recaerá al próximo presidente, que tendrá a su vez que crear un nuevo paquete de rescate.
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Como ningún inversor privado quiere inversiones de riesgo “se las empapelamos al contribuyente, es monstruoso”, juzgó el premio Nobel estadounidense de 2001.
Joseph Stiglitz ve en la crisis actual “el fin de un modelo económico desastroso” y el “final de la ideología según la cual los mercados libres y ’desregularizados’ funcionan siempre”.
Según el economista, tanto el sistema financiero estadounidense como el gobierno de ese país han perdido toda credibilidad.
Para desatascar el sistema y llevar la estabilidad a los mercados, el gobierno estadounidense quiere comprar a los bancos e instituciones financieras los activos “no líquidos” que nadie quiere y que son el origen de una de las mayores y más graves crisis de Wall Street desde la Gran Depresión de 1929.
Según este plan transmitido al Congreso el viernes por la noche, la administración estadounidense pondrá 700.000 millones de dólares sobre la mesa para frenar la crisis de confianza de los mercados financieros.
Al mismo tiempo, para frenar el creciente pánico entre los inversionistas particulares, el Departamento del Tesoro planea ofrecer garantías que ascenderían a US$3,2 billones para los fondos mutuos del mercado monetario.
Las medidas generan -según la prensa norteamericana- un profundo escepticismo en el espectro político, con los conservadores, del lado republicano, objetando cualquier otro plan de rescate, y muchos demócratas preguntándose por qué ayudar a Wall Street en vez de ayudar a cuatro millones de personas cuyos hogares fueron embargados.
Desde los distintos sectores del poder, se mensuran los efectos y el impacto que la multimillonaria suma del salvataje de los bancos privados producirá sobre el presupuesto nacional y los bolsillos de los estadounidenses.
Y los candidatos presidenciales, que están siendo dejados de lado en las negociaciones, son también participantes reticentes del proceso de discusión y polémica sobre los alcances del "costo fiscal" del salvataje del gobierno de Bush.
Ambos se dan cuenta de que un considerable plan de rescate del gobierno federal traerá como consecuencia más subas de impuestos y considerables recortes de los planes de salud, entre otros efectos.
Líderes del Congreso, incluyendo a muchos demócratas clave, ya habían estado considerando un plan de rescate alternativo, y dieron señales de un debate crítico de la propuesta oficial.
Luego de que los principales bancos centrales del mundo inyectaran miles de millones de dólares en los mercados esta semana, el secretario del Tesoro de EEUU, Henry Paulson, hizo otro anuncio destinado a aumentar la confianza: un salvavidas para miles de millones de deudas incobrables acumuladas por los bancos a raíz sobre todo de la crisis de los créditos hipotecarios de riesgo ("subprime").
Paulson junto al presidente de la Fed, Ben Bernanke, se reunió en el Congreso con líderes parlamentarios para discutir el plan, que tendrá un costo "significativo" e implicará riesgos para los contribuyentes, según advirtió el presidente George W. Bush, quien afirmó que es urgente la intervención gubernamental "sin precedentes" ante la situación de los mercados financieros.
Para la mayoría de los analistas de Wall Street la crisis financiera internacional fue provocada en buena medida por la falta de supervisión bancaria en el sistema financiero, sobre todo en EEUU, donde se han permitido concesiones de crédito de alto riesgo que después han sido imposibles de cobrar.
En el eje del problema sobresale el manejo del crédito por parte de la banca de inversión y su falta de liquidez para financiarse ante las embestidas de los mercados.
Paradojalmente, dicen analistas, estas instituciones estrellas de la globalización han tenido que ser rescatadas por el estado norteamericano con dinero de los contribuyentes.
La preocupación está ligada también a la cercanía de las elecciones presidenciales y legislativas de noviembre.
La percepción entre los electores de que este esquema, tal como señalaron varios economistas, socializa las deudas pero privatiza las ganancias, puede producir un efecto no deseado en las urnas.
En efecto, la casi totalidad de los contribuyentes de EEUU operan de un modo u otro en el mercado bursátil, sea a título personal o a través de sus fondos jubilatorios, que invierten en Bolsa cerca de dos tercios de sus haberes. El peso financiero de ese sector se estima en unos US$ 5 billones.
En la superestructura el plan fue elogiado, tanto por el FMI como por el Banco Central Europeo y los mercados reaccionaron con euforia.
Los analistas, sin embargo, llamaron a la calma. Un experto español aconsejó "cautela extrema" y aconsejó que sólo los expertos se acerquen a la Bolsa.
Hasta ahora se conocen pocos detalles del plan elaborado por el gobierno para parar la crisis.
Al respecto, Paulson adelantó que trabajará este fin de semana con el Congreso en una legislación que permitirá al gobierno la compra de los activos vinculados con hipotecas basura a través de esta nueva agencia gubernamental.
Sin embargo, la solución genera múltiples dudas, principalmente sobre la solvencia del Tesoro, como consecuencia de que el déficit presupuestario continuó creciendo en los últimos ocho años y hoy alcanza los US$ 407.000 millones.
Y se espera que alcance los US$ 500.000 millones para el 2009, a lo que debería sumarse todo el dinero que absorbió hasta el momento esta crisis sin precedentes, posiblemente el peor legado que recibirá el próximo presidente del Imperio estadounidense.
Pero en apenas siete sesiones de negociación, la debilidad del sistema financiero ha cambiado las tornas. La quiebra de Lehman Brothers, la venta forzada de Merrill Lynch, el rescate de AIG y la macropropuesta del Tesoro, han impulsado a la divisa estadounidense hasta 1,4625 dólares, lo que supone un avance del 5,35% en una semana y media. Y ésto podría ser solamente el principio.
No obstante, las cosas no son blancas o negras. El sucesivo goteo de rescates de entidades financieras de las últimas semanas, coronado por el macroplan anunciado el viernes, podría tener un impacto mixto. Una vez aprobado por el Congreso -algo que todavía no está claro-, y si finalmente consigue reafirmar los pilares del sistema financiero estadounidense, evitará una estampida de inversores extranjeros en forma de venta masiva de activos denominados en dólares. Incluso la estabilización de la estructura financiera del país podría ejercer como imán para nuevas inversiones, lo que podría sostener la divisa a corto plazo.
Emma Lawson, analista de Divisas de Merrill Lynch, afirmaba hace unas semanas que el rescate del Gobierno de EEUU de las agencias hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, eliminaba uno de los principales lastres del dólar en los últimos meses: que "los bancos centrales asiáticos vendieran los títulos de Fannie Mae y Freddie Mac ante el temor a un impago y, con ello, hundieran el dólar", afirmaba Lawson, que en cualquier caso, consideró excesiva la apreciación de la divisa estadounidense y ya entonces auguró una corrección.
Pero mirando a un horizonte temporal más amplio, las cosas cambian. Según afirma David Woo, responsable de Divisas de Barclays Capital, en una nota a sus clientes, el desembolso de 700.000 millones de dólares por parte de la administración pública estadounidense va a deteriorar todavía más la posición fiscal de EEUU respecto a la de otras economías, lo que debería ser negativo para el dólar a largo plazo. Con todo, el macroplan llevará el límite de endeudamiento de EEUU a 11,3 billones de dólares, ocho veces el PIB español en 2007.
Por si fuera poco, el caos financiero en el que está envuelto el país, ha retrasado sine die la posibilidad de una subida de tipos por parte de la Reserva Federal, cuando este posible encarecimiento del precio del dinero era uno los argumentos de los que confiaban en una recuperación del dólar. Hace dos semanas, el mercado esperaba que el siguiente movimiento de tipos fuera al alza. Ahora, tras el terremoto que asola el sistema financiero estadounidense, los mercados esperan que el próximo movimiento sea a la baja.
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