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Euskal Herria: laboratorio represivo |
Euskal Herria, por su tradición de resistencia y lucha, es un escenario propicio para experimentar una involución general en relación a derechos y valores considerados durante gran parte de la historia como bases de la democracia.
Titular del periódico «Público» digital del 5 de setiembre: «La ilegalización de ANV se retrasa». No hay pues que esperar a la decisión del Tribunal Supremo: los muy progres periodistas de «Público» y de Zapatero saben de antemano cuál va a ser la sentencia. Y es que, en esta «democracia a la turco-española» no hay ni que cubrir las formas. En todo lo relacionado con Euskal Herria y, muy especialmente, con la izquierda abertzale, está de más simular que hay división de poderes. Incluso puede resultar contraproducente, en términos de votos, de imagen y de «credibilidad», en el actual momento de derechización reaccionaria de amplios sectores de la sociedad española. Pero, como ocurrió con el más o menos solapado apoyo de las democracias occidentales al franquismo frente al «comunismo», el asunto trasciende las fronteras de un Estado español históricamente inestable. Ahora como antes, el intento de aniquilar el enorme caudal vasco combativo, anticapitalista y resistente es campo preferente de ensayo del capitalismo, en su decidida apuesta actual por cambiar las clásicas reglas del juego democrático burgués que le molestan para su reestructuración. La «democracia española», desde su muy deficitario pedigrí y su lastre franquista, es uno de los entes europeos más adecuados para poner (seguir poniendo) en práctica esa democracia totalmente restrictiva y con los derechos universales mermados o anulados que necesita este nuevo orden mundial de crisis y militarización.
«Casualmente», tras dos programadas y prolongadas campañas mediáticas llevadas perversa e intencionadamente en paralelo, relacionadas con la muerte de una niña a manos de un pederasta la primera, y la obligada puesta en libertad de Iñaki de Juana la segunda, el Gobierno español decide, una vez más, «enseñar músculo», y proponer la imposición de la libertad vigilada hasta 20 años después del cumplimiento de la condena para los presos políticos vascos cuyos delitos, por cierto, a decir de Rubalcaba, no deberán prescribir jamás. La violencia del discurso securitario con el que han ido impregnando la opinión pública permite que cuele sin más esta clara violación de uno de los derechos que la burguesía había declarado como universales. La aceptación social de esta perpetuación ad eternum del castigo ejemplarizante, hace que, a través de los presos, el Estado español (y el capitalismo al que representa) tome nuevamente la represión de la histórica lucha de Euskal Herria por sus derechos como escenario perfecto de experimentación de la ofensiva general de las élites contra valores largamente considerados como base de la democracia y contra el derecho a la resistencia popular y organizada. Los poderes dejan claro que la autodeterminación no es un derecho obligado y, por tanto, exigible; sino uno de sus ases en la manga que utilizar en función de sus intereses geoestratégicos, como han hecho en Kosovo.
La aplicación «científica», principalmente contra los presos vascos, de destructivas estrategias penitenciarias de «última generación» es otro doloroso ejemplo más de lo importante que es para este sistema en reaccionaria recomposición dejar bien patente su disposición a utilizar la violencia y la coacción más extremas contra toda forma de resistencia y contra la dignidad de personas y pueblos. Al igual que el Estado turco, el Estado español de Zapatero construye nuevas cárceles, como la de Puerto-III, arquitectónicamente diseñadas para aislar de modo extremo y provocar la destrucción psicológica y la muerte lenta de los allí confinados, a los que se les niega incluso la luz solar.
Del mismo modo que, tal y como analizó Foucault, a fines del siglo XVIII, una burguesía en ascenso buscó perpetuar su dominio e imponer la «sociedad disciplinaria» a través de, entre otras cosas, la aplicación a la arquitectura carcelaria del sistema panóptico, que permitía ejercer la vigilancia y el poder total sobre el reo, y lo convertía en ejemplo viviente de la eficacia del nuevo sistema; de ese mismo modo, la aplicación contra los presos vascos de un destructor sistema carcelario psicológica, arquitectónica y tecnológicamente «ultramoderno», la ampliación arbitraria del castigo, la reclusión a perpetuidad, la crueldad con los enfermos encarcelados, la banalización de la tortura, la indecente exhibición por parte de los cuerpos represivos y judiciales del Estado de su poder para hacer lo que les venga en gana... redundan una y otra vez en lo mismo: en la actual crisis, que lo es de remodelación del capitalismo, es imprescindible explotar sistemáticamente el miedo, el alarmismo y la desorientación, criminalizar la disidencia al modo fascista y readaptar la ideología más reaccionaria a las necesidades de esa nueva mutación. Y, para avanzar por ese camino, un Estado como el español con fuerte crisis de legitimidad democrática, tiene, como desde hace muchos años, un excelente campo de pruebas: el de un pueblo vasco en lucha contra el que experimentar esas nuevas prácticas político-mediático-represivas que implican enterrar todos los valores con los que la burguesía ha intentado hasta ahora justificar su dictadura real. En ese contexto, los presos son, cómo no, excelentes cobayas de laboratorio.
No es casualidad tampoco que un PNV tan supuestamente apegado a la tradición, tan comprensivo con las agresivas turbas defensoras de los alardes «de siempre», lleve ya dos años prohibiendo algo desgraciadamente tan «clásico» como la pacífica manifestación que, en favor de los presos, se celebra en Donostia, al finalizar las regatas de La Concha, desde hace ya más de treinta años. Y es que, agazapado tras campañas de tinte nacionalista (como la de la consulta fantasma de Ibarretxe), el partido jeltzale es quien con más ahínco está intentando implementar en su comunidad autónoma ese «capitalismo del desastre», como lo llama Naomi Klein. Capitalismo que, como hemos venido diciendo, está en plena ofensiva ideológica, y necesita criminalizar ideas, centrarse en el más implacable castigo de la resistencia, determinar cuáles deben ser las lecciones de la historia y cuáles nuestros mitos y construir un imaginario adecuado para que los trabajadores traguen con este para ellos muy gravoso proceso transitorio del capitalismo. El que Euskal Herria sea la referencia de la lucha de liberación nacional y social en un Estado español y una Unión Europea desmovilizadas, sin conciencia de clase y en plena crisis, convierte al PNV en aliado necesario de un PSOE (y de un PP) que, a pesar de sus campañas de imagen (ampliación del aborto, Ministerio de Igualdad...), no es sino el encargado de imponer todas las medidas requeridas por el capitalismo en esta fase y, para ello, seguir utilizando a Euskal Herria como laboratorio represivo y ejemplo violento de cómo se castiga la disidencia y pisotean sin pudor los más mínimos derechos democráticos como herramienta de coacción de los que luchan, y de intimidación y/o consentimiento de la mayoría desmovilizada y pasiva.
Sin embargo, tienen un problema: Euskal Herria es un viejo pueblo joven que lleva siglos defendiendo sus derechos, que tiene casi 800 presos y que no va parar hasta conseguir el marco adecuado que permita superar el conflicto y le abra el camino hacia la independencia.
Haga lo que haga la Ertzaintza a las órdenes de Balza, la manifestación de hoy tras las regatas así lo va a volver a demostrar.
Alizia Stürtze
Etiquetas: inteligencia, medios, mentiras, monopolios, multitud, politica.
► domingo, 14 septiembre, 2008
Udalbiltza es hija del Acuerdo de Lizarra-Garazi, hija por lo tanto de un proyecto unitario de construcción nacional, nacido de un diagnóstico común entre una multitud de fuerzas políticas, sindicales y sociales vascas. Se cumple este mes una década de la firma de este acuerdo, que alarmó a los estados opresores y terminó por espantar a los michelines y cipayos de siempre.La respuesta a ese acuerdo fue la represión y el apartheid. El movimiento independentista, su militancia represaliada, torturada, encarcelada y proscripta, resistió y renació ante cada golpe, con una nueva propuesta de solución, política, pacífica, dialogada, negociada. Los recursos para excusarse por parte del estado español parecían cada vez agotarse, pero la última instancia siempre fue patear el tablero y regresar a la negación de derechos y la más dura represión.
No estaban solos en esta tarea. El Gobierno Tripartito y los partidos que lo conforman, se esmeraron en la tarea represiva, en colaborar con las ilegalizaciones usurpando puestos electivos para los que no habían sido votados, llegando a expulsar de sus filas a quienes tomaban una honrosa decisión. Su policía se mostró diligente a la hora de perseguir a los vascos, cazarlos de madrugada para someterlos a la oscura sesión de la incomunicación y entregarlos a manos de los torturadores españoles. Aún hoy continúan acelerando, como si no les hubiera bastado con ser los ideólogos de la asesina política de dispersión de los presos. Antes que el patrón de Madrid se los ordene, ya están prohibiendo actos y marchas, actitudes represivas que no caen sobre "terroristas" sino sobre vecinos de su propio pueblo, que no están condenados por ningún delito, pero parecen haber perdido todos sus derechos civiles.
Cuando aquel 14 de septiembre del 2002, el Gobierno de PNV y EA lanzó sus policías contra una multitudinaria manifestación que había salido a la calle a gritar su amor por Euskal Herria, escribimos: "Las palabras de Eli Gallastegi Uriarte, 'Gudari', escritas en 1916, resultan proféticas: «¡Y un día nos fusilarán!», dijo, refiriéndose a esos señores nacionalistas, educados y corteses en el trato social, arrogantes y autoritarios en el ejercicio del poder. Es que... el PNV, por clase y por ideología, lleva el unionismo en el alma".
Seis años después, comparemos esta conducta de los supuestos "nacionalistas" vascos, con la conducta de quienes, como los miembros de Udalbiltza, sostienen en alto el compromiso con Euskal Herria, y llenan las celdas de las cárceles españolas y francesas por pura dignidad de hijos de este pueblo. La realidad objetiva nos dice que en las últimas décadas, los únicos vinculados al PNV -funcionarios de administraciones públicas- que han pasado por la cárcel, ha sido por corrupción, no por defender a su país. Los independentistas vascos dejan un puesto de militancia para ir a otro, los dirigentes del PNV dejan los suyos para ir a Petronor, a empresas y fundaciones, demostrando cómo es la trama del poder político y el dinero.
Se llama dignidad, esa es la palabra, la que no conocen los traidores.
DANIEL C.BILBAO
La manifestación que el entorno de la izquierda abertzale celebra cada año en apoyo a los presos de ETA, coincidiendo con la segunda y última jornada de regatas de La Concha, había sido prohibida por el Gobierno Vasco para evitar incidentes como los ocurridos en 2007, cuando once personas resultaron heridas y otras nueve fueron detenidas, entre ellas el portavoz de Askatasuna, Juan María Olano.
El pasado martes, un grupo de representantes del colectivo de familiares de presos Etxerat protestó en Vitoria por la prohibición de la marcha ante la sede central del Gobierno Vasco, que anunció que sólo una decisión judicial podría permitirla.
Este mediodía, decenas de agentes de la Ertzaintza, muchos de ellos pertenecientes a la Brigada Móvil, se desplegaron en todas las bocacalles de acceso al Boulevard, que además se encontraban bloqueadas por furgonetas policiales desde mucho antes de la hora prevista para la manifestación.
Un helicóptero de la Policía Autonómica Vasca completaba el despliegue de la Ertzaintza, que también dispuso varias patrullas en otros lugares del centro de San Sebastián, abarrotado por miles de aficionados al remo que habían acudido a la ciudad para presenciar las regatas de traineras, muchos de ellos vestidos con los colores de sus tripulaciones.
Pasadas las 13:45 horas, cientos de radicales, algunos de los cuales portaban carteles con fotografías de presos y en favor de la amnistía, rompieron la tensa calma que se había instalado en la zona peatonal del Boulevard con gritos de apoyo a los presos de ETA y en contra del PNV, al tiempo que intentaban iniciar la protesta prohibida por el departamento de Interior.
Sin embargo, el operativo de la Ertzaintza les impidió salir a la carretera y les dispersó, por lo que los manifestantes se dirigieron a la cercana Parte Vieja, donde se produjeron enfrentamientos entre grupos de radicales y los agentes que emplearon material antidisturbios.
Los radicales, algunos de ellos encapuchados, profirieron gritos en contra de la Ertzaintza y lanzaron objetos contra las dotaciones policiales que respondieron con lanzamiento de pelotas de goma. Durante los altercados, los agentes detuvieron a cinco personas acusadas de desórdenes públicos e imputaron a una sexta por insultar a los policías.
La Asociación de Ayuda en Carretera (DYA) informó del traslado de una persona a un centro hospitalario y atendió a otras dos en el lugar por diferentes erosiones, según fuentes de este organismo asistencial.
En esta nueva actuación represiva del ejecutivo autónomo vasco, ha contado con el silencio complice tanto de EA, como de Ezker Batua, así como de Aralar, socios del PNV, en tareas de gobierno en la CAV.
Contrastan las continuas quejas de Ibarretxe, reclamando, oír a la sociedad vasca, con sus continuas sesiones de autismo ante el conflicto del TAV, o episodios como el de esta mañana.
Como argumento para prohibir la marcha, dijeron, que cabía la posibilidad de incidentes, pero hay que recordar, de nuevo, que la ausencia de incidentes ha sido histórica en esta manifestación y tan solo, cuando las fuerzas policiales han irrumpido como esta mañana se han dado.
El balance para el haber del gobierno vasco, formado por PNV, EA, IU y Aralar, es de 5 detenidos, un hospitalizado y cientos de apaleados.
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