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Las claudicaciones de la izquierda |
El primer y decisivo tópico es la afirmación de que no existe más manera de organizar la vida económica y social que la representada por el capitalismo.
Pocas cosas en el mundo actual me parecen tan sorprendentes como la contradicción interna que la política abriga. Por una parte el manifiesto fracaso del capitalismo para resolver los graves problemas sociales de la humanidad y, por otra, la creciente ceguera para percibir este fracaso y reaccionar ante él. ¿Es la que denunciaba Saramago en su lúcido Ensayo sobre la ceguera? Y en esta ceguera se mueve a tientas una izquierda que ha perdido el vigor de sus grandes convicciones, aquellas con que se erguía anunciando la posibilidad de un mundo mejor.
Cuando me he referido al fracaso del capitalismo no aludía, ciertamente, a sus beneficiarios. El orden actual, con toda su injusticia, constituye un enorme éxito que corona triunfalmente sus luchas, especialmente virulentas desde los ochenta, bajo la dirección de la trinidad Reagan, Thatcher, Wojtyla. Ni pienso sólo en la actual crisis mundial. Las periódicas crisis forman parte de la dinámica del capitalismo, como ya vió Marx.
Pensaba en el panorama desolador, que, en medio de un enorme desarrollo científico y técnico, se extiende ante nuestros ojos, cuando contemplamos la sociedad planetaria, con los mil millones de seres humanos que sufren el flagelo del hambre, en el Tercer Mundo, y en las bolsas de miseria del Primero, y con muchos más que llevan una vida inhumana. Y que, cuando tratan de huir de la miseria, se encuentran con los muros levantados por el Primer Mundo. Todo ello mientras no faltan alimentos, sino las medidas que, permitan desarrollar su producción y distribución, obstaculizadas por los intereses de las multinacionales.
Hace ya años René Lenoir lo documentaba en su lúcido libro Le Tiers Monde peut se nourrir. Y Susan Georg explicaba que la raíz del hambre mundial no se encuentra sino en el precio especulativo de los alimentos. Hoy el Primer Mundo, más preocupado por el funcionamiento de sus vehículos que por el hambre, ha descubierto los biocombustibles. Pero, como recientemente explicaba Ziegler, con la cantidad de maíz que es precisa para llenar el depósito de un coche se podría alimentar, durante un año, no a la “niña de Rajoy”, pero si a un niño o niña mejicanos.
Y pensaba en los hirientes contrastes que en el mundo industrial se dan entre las clases sociales. Según el economista Stiglitz, “a finales del siglo XX el número de pobres aumentó en cien millones, al mismo tiempo que la renta mundial total crecía según un promedio del 2,5”. Todo un fracaso del devotamente cantado desarrollo, que obliga a pensar, más allá de los lugares comunes que se han impuesto a las mentes. Porque a la incapacidad para contemplar la realidad se une la asunción de los más viejos tópicos de la derecha, triunfantemente lanzados por los beneficiarios del actual orden, y asimilados por políticos y pensadores que se consideran progresistas y por las resignadas multitudes, incapaces de luchar por una sociedad mejor. Recordando el concepto de hegemonía ideológica de Gramsci hemos de reconocer que la derecha se ha impuesto en este terreno de combate, del cual es preciso desplazarla.
El primero y decisivo de estos victoriosos tópicos es la afirmación de que no existe más manera de organizar la vida económica y social que la representada por el capitalismo. Incluso mentes tan críticas y documentadas como la de Vidal Beneyto mantienen que no cabe otra posibilidad sino escoger entre las diversas formas del capitalismo, representadas por Europa, por EEUU y por China, pronunciándose a favor del modelo europeo. Pero en la realidad de la Unión Europea se acusa un creciente deterioro de los avances con que la socialdemocracia, aun sin tratar de eliminar el capitalismo, pretendía hacerlo algo más habitable mediante medidas sociales de protección a los más desfavorecidos. Un exponente de ello es la propuesta de la jornada de sesenta y cinco horas, en que culmina la agresión a los trabajadores que Lidia Falcón ya exponía lúcidamente en su libro, Proletarios del mundo, ¡rendíos!
Hoy día nuestro presidente del Gobierno Central ha declarado que no piensa tomar ninguna medida que suponga una intervención en el mercado. La idea de que el mercado está gobernado por un mano mágica que produce el universal beneficio es otro de los grandes tópicos difundidos por la derecha que falsean la realidad. Ya hace muchos años Einaudi demostró cómo los oligopolios dominaban el espacio mercantil y, en nuestros días, cada mañana nos sorprende la noticia de una fusión de grandes empresas, llamadas a aumentar a nuestra costa sus beneficios, imponiéndose en el mercado.
La libertad que la Revolución Francesa reclamaba para el ciudadano y Olimpia de Gouges exigía para la ciudadana, la que Marx vindicaba cuando afirmaba que “el libre desarrollo de cada uno es condición del libre desarrollo de los demás”, se ha convertido, hecha caricatura esperpéntica, en libertad de la empresa para incrementar sin límite sus beneficios, falta de control social. Y al mismo tiempo se extiende la mitología de la privatización, que en nuestra Comunidad madrileña bajo la dirección de Esperanza Aguirre, trata de arrollar la sanidad y la enseñanza públicas y arrinconar a la Universidad abierta a toda la población. Y en una práctica ampliamente extendida se convierte en “externalización de servicios” que aumentando costes, sólo benefician a las empresas privadas.
Hace tiempo escribí que la izquierda, tras sus derrotas, estaba presa del síndrome de Estocolmo. Y, sin embargo, nunca sus ideales y su proyecto han sido tan necesarios. Como afirmaba Rosa Luxemburgo, “socialismo o barbarie”. Y hoy nos invade la barbarie.
Carlos París

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, multitud, politica.
Les ofrece en cuanto a política economía en sí un sistema que, aunque se caracteriza por tener una serie de crisis cíclicas, les da más beneficios que pérdidas. Y en política social les da una sociedad con una serie de derechos elementales y un sistema de gobierno aparentemente democrático en el que desarrollar su mercado y privilegios.
Pero las clases sociales privilegiadas lo son porque existe una capa social que carece de esos privilegios. Esos privilegios nacen de quedarse con las riquezas que otros producen, lo que se viene a llamar "plusvalía".
Esa plusvalía es la base de sus privilegios y la base de las desigualdades sociales.
Es decir, las clases privilegiadas necesitan de las que no lo están para mantenerse en su status, su jerarquía social. Y son conscientes de ello.
Para que sus privilegios se mantengan ante todo tienen que haber una base social de no privilegiados inconscientes de su situación. Han de creer saber que están en la cúspide social y que no hay nada que tenga que cambiar.
Verán las desigualdades sociales, verán al señorito pasearse o sus propiedades, pero no sabrán verlas.
No puede haber sistema más democrático y si las desigualdades o son así porque así son o simplemente no se pueden cambiar y es inútil siquiera intentarlo. La antilógica que hace que una monarquía sea un sistema plenamente democrático y nadie lo cuestione, aunque todos vean a la familia real casi todos los días.
Ese ver y no saber ver no es casualidad.
Las clases privilegiadas desarrollan en nosotros una enfermedad que nos quita los ojos y nos da gafas.
Esta enfermedad en concreto es una enfermedad mental que los psicólogos denominan "alienación" que, básicamente, es lo que le pasa a las personas anoréxicas o bulímicas que, pesando 30 kilos se ven obesos.
La alienación es que la conciencia, individual o colectiva (en este caso, colectiva) se vuelve contradictoria a su condición, no defiende lo que es mejor para él/ella o la comunidad sino los intereses de otros, en este caso los intereses de las clases privilegiadas.
Ciertas alienaciones se conocen, son públicas y se condenan y lucha por evitarlas, como la anorexia o los abusos compulsivos.
En cambio, la alienación social al ser descubierta no sólo no es condenada sino que el enfermo inconsciente proyecta sobre el enfermo consciente su condición.
Niega el estar enfermo y se justifica atacando a quien le informa de su situación.
La proyección es la manera más fácil y natural de evitar asumir lo que no queremos asumir o darnos cuenta ("no... ¡tonto tú!"). Este tipo de enfermedad mental viene potenciada desde arriba, mantienen a raya a la fuente de su existencia como parásitos.
Ahora bien, cuando el huésped del parasitismo se va haciendo consciente de su situación y, además, va organizando métodos para dejar de tener ese tipo de existencia entonces es cuando el parásito cambia de táctica para su supervivencia.
En esa situación, la burguesía cambia el capitalismo por el fascismo.
En el fascismo se cambia la política económica y social pero el sistema burgués se mantiene.
El estado, base del mercado que sustenta los privilegios de la burguesía, no cambia en esencia, sigue siendo un mero interlocutor entre las empresas y su explotación de la materia prima y mano de obra.
En política económica el estado se cierra al exterior en su práctica totalidad, se vuelve autárquico, para poder reestructurar tanto la economía como la sociedad, que ve reducidos sus derechos y se ve forzada a un tipo de vida acorde a la reestructuración que se está llevando a cabo.
Una vez se ha reestructurado a la población de manera que el enemigo ha sido derrotado y está controlado y el mercado está en unas líneas concretas, entonces se vuelve al sendero capitalista. España y Chile son ejemplos que así lo acreditan. Como botón, la visita de Thatcher a Pinochet en Inglaterra donde 'la dama de hierro' dijo que el dictador "trajo de regreso la democracia a Chile".
Si Pinochet, un dictador fascista, "trajo de regreso la democracia a Chile"... ¿en qué podemos pensar que consiste la democracia? ¿Qué concepto de democracia se vivió en Inglaterra durante el mandato de la dama de hierro? ¿Qué diferencias había entre el Chile de Pinochet y el Reino Unido de Thatcher? Ninguno de base, simplemente el Reino Unido no ha tenido la necesidad que pasar de una política capitalista a una fascista para defender su tipo de democracia.
Aunque deja una serie de preguntas que podrían ser preocupantes si se plantearan o hicieran pública de manera abierta: ¿vivimos en dictaduras fascistas encubiertas? ¿Nuestros dirigentes son de orientación filofascista? Tenemos un Rey que juró defender los valores del franquismo, y unos políticos que defienden la base de donde emana el poder de esos valores. Es más, sin sutilezas, varios dirigentes políticos han mostrado abiertamente su rechazo a condenar el fascismo e incluso a elogiarlo.
Es decir, tanto el fascismo como el capitalismo defienden, en esencia, el mismo sistema aunque tengan políticas diferentes para hacerlo, con la diferencia que el fascismo es una política especial que tiende de manera natural hacia el capitalismo, que es la forma preferente del sistema burgués.
Ahora bien, si algo se puede decir del sistema burgués es que es increiblemente inteligente.
Está carente de dogmas anticuados (salvo en su forma fascista, y ahí existen como si fuera un bote salvavidas) y no sólo se adapta sino que está en constante creación de nuevos mercados y realidades económicas.
Se lo trabajan demasiado en política capitalista como para ante una situación de avance del poder popular simplemente recular y volver a formas fascistas una y otra vez.
Ellos mismos en su evolución y creación de nuevos mercados en Europa con la creación de la Unión Europea se han colocado en una posición delicada.
Los estados, todos pero especialmente los europeos, no son más que meras formas legales, pilares sobre los que basar su economía globalizada.
El problema está en que cada una de esos estados sí que sigue manteniendo unas sociedades concretas y, aunque los mercados estatales no contradigan sino refuercen El Mercado Europeo, la autarquía de uno de esos estados es simplemente imposible porque no tienen soberanía como para hacerlo.
Cerrar un mercado estatal cualquiera de la Unión Europea sería un desajuste económico que llegaría a un nivel mundial por lo dependientes que se han convertido unos estados de otros.
Con esta situación, un estado fascista en la actualidad si es planteable no sería según el fascismo clásico. Por ese motivo el capitalismo trabaja en dos líneas fundamentales para evitar esa situación:
1) Evitar que se cree un posible enemigo. La manipulación es total, la alienación completa. La película de "El planeta de los simios" no es que fuera un planeta lleno de monos inteligentes, es que los políticos y los medios de comunicación les dijeron a la población que eran monos inteligentes y se lo creyeron a pies juntillas... Bromas aparte, es una exageración que no anda muy lejos de lo que ejemplifica.
2) Se vive en un sistema de ciertas libertades democráticas. La represión no puede ser gratuita ni total. El enemigo son las corrientes de izquierdas, así que ya que no puede evitar una acción revolucionaria sí crean una izquierda afín a los intereses de la burguesía, una izquierda que no pone en peligro el sistema pero que se llamará antisistema. El capitalismo consiste en vender, simplemente venden una marca comercial con esa etiqueta y si alguien quiere ser revolucionario, ahí tiene ese tipo de izquierda para jugar un rato. En el momento que sea una izquierda de verdad, ahí están todo el sistema (incluyendo la izquierda) para atacar y tachar la acción popular del término que esté de moda para descalificar y justificar la represión. Antes era "comunista" ahora "terrorista".
Es decir, evitar que se creen enemigos y, a la vez, establecer un camino por el que el enemigo pueda desarrollarse sin poner en peligro el sistema.
Hasta este punto, no creo que haya muchas opiniones enfrentadas. Y, seguramente, de haberlas es por la colocación de una coma un lugar diferente de la oración.
Toda la izquierda siempre es revolucionaria y la izquierda del sistema es toda menos la nuestra propia. El problema viene a partir de las próximas líneas, en las que se le pone nombre a esa izquierda del sistema.
Seguramente los aludidos reaccionen como el enfermo que no quiere saber que lo está (no... ¡tonto tú!) y se viertan las críticas típicas de "estalinista", "nacionalista" o de que el autor se cree que tiene la única verdad posible.
Quien quiera debatir de una manera adulta tiene un espacio en el blog para hacerlo. Dicho esto, continuemos.
La izquierda de la burguesía se caracteriza por mantener el sistema de la clase privilegiada.
En los países europeos plurinacionales esto es por defender la figura del Estado tal y como existen en la actualidad sin hacer referencia a las luchas de liberación nacional.
El estatalismo es la manera en que la izquierda revisionista y reformista se expresa hoy día, llenando su discurso con una fraseología -con unos lemas- que son más publicitarios que fruto de la conciencia o la intención revolucionaria. Una fraseología tan atractiva a primera vista como vacía de contenido o de realización práctica concreta.
Ya Lenin habló de este tipo de izquierda de una manera más eficiente de la que yo podría hacerlo.
Como ejemplo más claro de este tipo de izquierda de la burguesía (que siendo hoy la burguesía de orientación imperialista bien podría llamarse "izquierda imperialista") es la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) francesa, ya en el nombre se ve eso de la fraseología que acabo de decir.
Francesa y francesista.
Sí, mantienen lazos con los nacionalistas bretones, corsos... defienden su autodeterminación, pero no luchan por ella. La LCR en Córcega no son corsos que luchan por su independencia sino franceses en Córcega.
En Francia sí que existe un territorio al que se le puede denominar "Francia", pero el caso español nos es más cercano y aquí sí que no existe un país español o un pueblo español que sea defendible desde una postura de izquierdas, al menos no desde una postura que no sea de la izquierda imperialista.
Pero igualmente, en en País Vasco la izquierda abertzale "constitucionalista" forma parte de la izquierda imperialista, cambiando una supuesta e imposible república española socialista por la lucha por la independencia de Euskal Herria. Sea como sea, su función es la misma: coger a la población, especialmente a la población con mentalidad crítica y reorientarla dentro del rebaño.
El oportunismo es la característica fundamental de esa "izquierda".
En España con más motivo, al no existir un pueblo español (al menos no como pueblo cultural sino como unidad de pueblos peninsulares -que no sólo estatales-, al estilo del pueblo americano), la lucha que reclama "república, autodeterminación y socialismo", está equivocada desde el momento que esa lucha sí sería propia desde una perspectiva española que luchara por una república y la autodeterminación de los pueblos de los que es su metrópolis.
Es un visión errónea, a mi parecer, pero hasta cierto punto se puede llegar a una lucha común sin traicionar por ninguna de las dos partes, la republicana española y las republicanas populares.
Sobre todo habiendo compañeros en colectivos de este tipo que defienden abiertamente las independencias populares pero que la encuadran dentro de esa lucha a nivel estatal.
Una opinión tan digna y correcta como la que se expone en este texto, la diferencias son escasas, y fruto de visiones de una misma realidad de manera diferente pero afín.
En cambio, existe otro tipo de organizaciones totalmente españolistas en un sentido unitarista que por falto de argumentos da hasta ganas de sacar el piolet.
Me refiero a colectivos como Espacio Alternativo, PCE-UJCE, PCOE, PCE (m-l) y demás colectivos del estilo.
En su no defensa de las naciones estatales defienden un estado español sin autodeterminación.
España es su nación y el resto quizá regiones, quizá federaciones.
La revolución a la carta, la lucha obrera como alienación revolucionaria.
Incluso a colectivos de esa revolución española (que hasta el momento la única revolución española es la falangista) se les ha podido ver al lado de Falange pidiendo la unidad de la izquierda y la derecha.
El estado está ahí, es un objetivo común a derribar como enemigo común en el camino de las naciones hacia su propia independencia, que no es más que continuar el camino democrático de que cada pueblo, cada nación cultural, sea soberano y decida sus propios intereses por sí mismo.
Pero esa unión popular contra el estado nunca puede hacerse desde una perspectiva española.
El españolismo, el estatalismo español de izquierdas no tiene cabida por el mero hecho que ¿qué proyecto social va a poder crear si no existe un pueblo español al que apelar? Actualmente, apelar a un pueblo español es ir en detrimento de los pueblos que sí existen socialmente.
Sería mantener una alienación burguesa sobre los pueblos estatales. E igualmente, la lucha nacional tomada en una lucha propia de un pueblo por su cuenta contra el Estado, por muy digna y heroica que es, no hace más que darle excusas al propio sistema para tanto reprimir la lucha como para darle a su izquierda imperialista razones "lógicas" para existir e intentar presentarse como opción "razonable" al conflicto.
Entonces, y como es necesario enfrentarse al Estado, ¿bajo qué principios debe darse esa lucha? Uniendo fuerzas, evidentemente. Pero, ¿qué fuerzas? Tomemos como fuente histórica la siguiente cita: "La dirección del Partido oficial (el PCE) no ha hecho nada absolutamente por crear en Vasconia, en Galicia y en Andalucía un movimiento de independencia nacional íntimamente ligado a la clase obrera revolucionaria (...) Nosotros somos partidarios ardientes de la independencia de Cataluña, de Euskadi, de Galicia, de Andalucía, etc.
La burguesía no ha podido hacer la unidad ibérica. Ha mantenido la cohesión mediante un régimen de opresión constante. España, que no es una nación sino un Estado opresor, debe ser disgregada".
Unidad estatal por las independencias nacionales. Y ¿quiénes luchan por la independencia?
Únicamente las fuerzas autóctonas de cada nación, por lo que esa unión tiene que darse no entre colectivos que reclaman una república española sino entre los colectivos que luchan por repúblicas propias.
Esta idea está más desarrollada en otro texto mío, "Revolución es independencia".
Desde una perspectiva de la izquierda revolucionaria es lo más coherente.
De manera práctica, en España, no se puede desarrollar una unidad popular española porque no existe un pueblo español.
Sería, como he dicho, mantener una alienación sobre los pueblos cuando la intención principal de la revolución es, sobre todo e incluso de la revolución democrática y socialista, la revolución a nivel individual. ¿Cómo se van a crear individuos libres -base de los países libres- si se mantiene un tipo de alienación como el del pueblo español? Y, además, otro motivo de peso es el del internacionalismo.
"No soy nacionalista, soy más internacionalista".
Perfecto, precisamente por ser internacionalista (aunque el internacionalismo no es una entidad abstracta) lo que se pretende es la libre relación entre naciones libres, en igualdad unas ante otras. Pedir, si no luchar, porque todo pueblo sea soberano es no únicamente un deber patriótico, en el caso de luchar por la propia soberanía, sino además un deber internacionalista.
Construyendo el internacionalismo
¡Independencia!
Angel Velasco
1. Mantenga viva la indignación.
Verifique periódicamente si usted es realmente de izquierda. Adopte el criterio de Norberto Bobbio: la derecha considera la desigualdad social tan natural como la diferencia entre el día y la noche. La izquierda, por el contrario la encara como una aberración a erradicar.
Cuidado: usted puede estar contaminado por el virus socialdemócrata, cuyo principal síntoma es utilizar métodos de derecha para obetener conquistas de izquierda y, en caso de conflicto, desagradar a los pequeños para no quedar mal con los grandes.
2. La cabeza piensa donde pisan los pies.
No es posible ser de izquierda sin mancharse los zapatos allá donde el pueblo vive, lucha, sufre, se alegra y celebra sus creencias y sus victorias. Teoría sin práctica es hacerle el juego a la derecha.
3. No se avergüence de creer en el socialismo
El escándalo de la Inquisición no hace que los cristianos abandonen los valores y las propuestas del Evangelio. Del mismo modo, el fracaso del socialismo en el Este europeo no debe llevarle a usted a desterrar el socialismo del horizonte de la historia humana.
El capitalismo, que está en vigor hace ya 200 años, ha fracasado para la mayoría de la población mundial. Hoy somos 6 mil millones de habitantes. Según el Banco Mundial, 2.800 millones sobreviven con memos de 2 dólares por día, y 1.200 millones con menos de un dolar por día. La globalización de la miseria no es mayor gracias al socialismo chino, que, a pesar de sus errores, asegura alimentación, salud y educación a 1.200 millones de personas.
4. Sea crítico sin perder la autocrítica
Muchos militantes de izquierda cambian de lado cuando empiezan a buscar tres pies al gato. Marginados por el poder, se vuelven amargados, y acusan a sus compañeros/as de errores y vacilaciones. Como dice Jesús, ven la paja en el ojo del otro, y no la viga en el suyo. Ni se comprometen para mejorar las cosas. Se quedan como meros espectadores y jueces, y, poco a poco, son cooptados por el sistema.
La autocrítica no consiste sólo en admitir los propios errores, sino admitir ser criticado por los/as compañeros/as.
5. Sepa diferenciar entre militante y "militonto"
Militonto es aquel que presume de estar en todo, participar en todos los actos y movimientos, actuar en todos los frentes. Su lenguaje está lleno de las grandes palabras y los efectos de su acción son superficiales.
El militante profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, reflexiona, medita; se cualifica en una determinada forma y área de actuación o actividad, valora sus vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios.
6. Sea riguroso en la ética de la militancia
La izquierda actúa por principios. La derecha, por intereses. Un militante de izquierda puede perder todo –la libertad, el trabajo, la vida…- menos la moral. Sin moral, desmoraliza la causa que defiende y encarna, y presta un inestimable servicio a la derecha.
Hay tipos amarillos disfrazados de militantes de izquierda. Es el sujeto que se compromete teniendo en vista sobre todo su ascenso hacia el poder. En nombre de una causa colectiva, busca en realidad su interés personal.
El verdadero militante -como Jesús, Gandhi, Che Guevara- es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros tengan vida. No se siente humillado por no estar en el poder, ni orgulloso por estarlo. El no se confunde a sí mismo con la función que ocupa.
7. Aliméntese con la tradición de la izquierda
Es preciso oración para cultivar la fe, cariño para nutrir el amor de la pareja, y "volver a las fuentes" para mantener encendida la mística de la militancia. Conozca la historia de la izquierda, lea (auto)biografías como el "Diario del Che en Bolivia", y novelas como "La Madre" de Gorki, o "Las uvas de la ira" de Steinbeck.
8. Prefiera el riesgo de equivocarse con los pobres, a la pretensión de acertar sin ellos
Convivir con los pobres no es fácil. Primero suele darse una tendencia a idealizarlos. Luego se descubre que entre ellos se dan los mismos vicios que en las demás capas sociales. Ellos no son mejores ni peores que los demás seres humanos. La diferencia es que son pobres, o sea, personas privadas injusta e involuntariamente de los bienes esenciales de la vida digna. Por eso es por lo que estamos a su lado. Por una cuestión de justicia.
Un militante de izquierda jamás negocia los derechos de los pobres y sabe aprender con ellos.
9. Defienda siempre al oprimido, aunque aparentemente no tenga razón
Son tantos los sufrimientos de los pobres del mundo que no se puede esperar de ellos actitudes que tampoco siempre aparecen en la vida de quienes tuvieron una educación refinada.
En todos los sectores de la sociedad hay gente corrompida y bandidos. La diferencia es que, en la élite, la corrupción se hace con la protección de la ley y los bandidos son defendidos mediante mecanismos económicos sofisticados, que permiten que un especulador lleve una nación entera a la ruina.
La vida es el don mayor de Dios. La existencia de la pobreza clama al cielo. No espere jamás ser comprendido por quien favorece la opresión de los pobres.
10. Haga de la oración un antídoto contra la alienación
Orar es dejarse cuestionar por el Espíritu de Dios. Muchas veces dejamos de rezar para no oír el llamado divino que exige nuestra conversión, o sea, el cambio de rumbo en la vida. Hablamos como militantes y vivimos como burgueses, acomodados, o en la fácil pósición de jueces de quien lucha.
Orar es permitir que Dios subvierta nuestra existencia, enseñándonos a amar como Jesús amaba, liberadoramente.
Frei Betto
Ahora ya conocemos, pues, la existencia de una enfermedad que se proyecta como una de las pandemias más nocivas para la supervivencia de la humanidad. Hemos averiguado su ubicación, el hemisferio norte principalmente y también la fuente de vertidos, la pantalla de televisión. ¿A qué se deben estos vertidos?, sería la pregunta definitiva que falta por contestar. Es muy sencilla, se debe a los intereses de las grandes corporaciones y en segundo lugar, al lucro de los gobiernos que siguen una política capitalista neoliberal. El FMI, el BM y la OMC son cómplices supervisores de la pérfida hegemonía imperialista que ejercen las empresas multinacionales sobre países esclavos, pobres y desamparados en la indiferencia fratricida de la comunidad internacional.
No hay mejor medio que la televisión para alienar a la “gran bestia”, como denomina Alexander Hamilton a la población mundial, para hacerla inmune a las desgracias humanitarias que se justifican mediante discursos ampulosos basados en la sinrazón del militarismo y la codicia. No existe un método más eficaz que la parabólica para asegurar la supervivencia de un sistema cimentado en el consumismo compulsivo, en la desigualdad y en la discriminación, siendo el aletargamiento social cómplice del "laissez faire, laissez passer". Los mismos consorcios mediáticos (locales e internacionales) que a diario manipulan y falsifican información sobre la situación de América Latina, África, y Oriente próximo o que a diario deforman la comprensión del proceso de concentración de riqueza en pocas manos y esconden la relación causal: depredación capitalista igual a pobreza y exclusión social, son los mismos que abogan por la resolución de conflictos armados en sus anuncios corporativos.
Con el ocaso de la industrialización y el origen de la Sociedad de la Información y la Comunicación, el desarrollo de la industria destinada a la coacción de la población a través del control de opiniones y actitudes ha ido in crechendo. Sin embargo, el nacimiento de instituciones de control de pensamiento se remonta al Ministerio de Información de Gran Bretaña, a principios del S.XX, y al Comité de Información Pública, ideado por Woodrow Wilson. Entre los integrantes de este Comité se encontraba Edward Bernays, quien se refirió a los logros del control de pensamiento con estas palabras: “la maquinación de consenso, […] la esencia misma del proceso democrático”.
Si a comienzos del siglo pasado, con un déficit ostensible de medios tecnológicos, tuvieron gran éxito estas instituciones de coacción cognitiva, con el desarrollo científico e informático actual, la propagación del mensaje único y la capacidad para influenciar a la opinión pública mundial se hace aún más patente. Cada día estamos expuestos a la ominosa influencia de los grandes lobbies de la comunicación mundial: Prisa, Vocento, Recoletos, etc., observando impertérritamente la programación impuesta, en la que goza de un mayor prestigio el informativo diario. Analicemos pues a estos programas de adoctrinamiento y desinformación que gozan de tan buena fama.
En primer lugar, la jerarquización y estructuración de la información en un telediario es totalmente anárquica, se mezcla la política con una fiesta cultural, los deportes con un homicidio, evitando la adecuada retención de ideas por parte del televidente. La neurociencia revela que la memorización de información depende sustancialmente de la correcta organización y estructuración de la misma, por lo tanto, el caos de noticias al que está expuesto el espectador no ayuda en absoluto a que comprenda y reflexione sobre la realidad que le rodea. Cuando nuestra psiquis interpreta titulares e informaciones inconexas, deja de analizar el por qué y el para qué de cada información, convirtiéndose en receptora amnésica del mensaje único al que esta expuesta toda la humanidad. Las grandes guerras del S. XX estuvieron marcadas por el derroche armamentístico y humano que ocasionaron. Es probable que en esta centuria que se avecina las operaciones militares ya no se organicen en torno a la colonización militar para controlar un territorio, sino a partir de la colonización mental para controlar a la tribu mundial.
Hay una concepción generalizada mediante la cual se proyecta este nuevo siglo como una etapa de liberación axiológica, de secularización, de emancipación de las trabas morales a las que estuvo sujeta la humanidad durante miles de años. Pero no somos conscientes del yugo que subyace a cada mensaje que sale de la caja de los deseos, de las necesidades impuestas por el propio sistema. No somos libres, pues la liberación del Ser Humano está sujeta al reconocimiento de no poseerla.
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