«« | »» |
Vivir en un estado fascista |
En este momento la Ordenanza es una herramienta necesaria para llevar a efecto las políticas neoliberales que determinan el funcionamiento de las sociedades capitalistas actuales, caracterizado por lo que se ha venido denominando el "fin del Estado de bienestar", cuyas líneas maestras se centran en la privatización de empresas públicas, desregularización y flexibilización del mercado de trabajo, así como la disminución progresiva de la asistencia social a las clases más desfavorecidas.
Consecuentemente se produce el desarrollo de dos procesos paralelos:
• Aumento de la conflictividad social asociado a la desestructuración social.
• Aumento del descontento, marco en el cual cobran influencia los mensajes y organizaciones disidentes.
En este contexto social y económico es donde surge un reglamento como la Ordenanza Municipal. Al tiempo que confundiendo y tergiversando los hechos se atenta de forma descarada contra la libertad de expresión, medida claramente política y que vulnera derechos recogidos en su propia Constitución, al prohibir y limitar el reparto de panfletos, la realización de actos públicos, la colocación de carteles, exhibir pancartas, o al exigir fianzas para la celebración de manifestaciones. La Ordenanza castiga a las organizaciones y personas disidentes con unas desproporcionadas sanciones económicas (que pueden llegar a ser desde [X]€, casi el doble del salario mínimo interprofesional, por una falta leve, hasta [3X]€ por una falta grave) con el fin de ahogarnos económicamente para que desaparezcamos y no podamos alzar nuestra voz. Este dinero, por supuesto, no irá destinado a la creación de más zonas verdes, centros cívicos o bibliotecas, sino para construir comisarías, centros comerciales o aparcamientos. Esta nueva Ordenanza otorga al Ayuntamiento un poder que va más allá de sus atribuciones ya que éste puede, sin ningún control, otorgar o negar permisos y autorizaciones y establecer sanciones. Está llena de ambigüedades y arbitrariedades.
El Ayuntamiento se convierte en acusador, juez y verdugo.
En la CNT tenemos multados con esta Ordenanza por realizar acciones sindicales, con multas alrededor de [X]€. Aprovechando el desorden imperante en "nuestra" sociedad y olvidando las causas que lo generan, esta Ordenanza atenta directamente contra los derechos sindicales de la clase trabajadora. Y lo más peligroso es que se está extendiendo por todo el Estado, implantándose ya en varias ciudades.
El tiempo que nos ha tocado vivir se caracteriza por la sumisión de la clase trabajadora a los dictados del capital. Tiempo este marcado por la pérdida de nuestra conciencia de clase, la renuncia a nuestra capacidad transformadora y de lucha. Una clase obrera que olvida sus orígenes, su pasado y sus conquistas. Una clase explotada, un pueblo sin valores propios que oponer a los de la clase dominante.
Vivimos atrapados en una sociedad construida a base de engaños y frivolidades, llena de valores reaccionarios, hábilmente presentados e inculcados por los poderosos, para adormecer y domesticar a su más temido enemigo.
Un pueblo consciente y libre para tomar el control de su vida individual y colectivamente, capaz entonces de acabar con las desigualdades económicas y sociales, es decir, con los privilegios de quienes nos dominan.
Es por todo esto y a pesar de una realidad adversa, que las personas que estamos en la lucha hacemos un llamamiento a la solidaridad para, entre todos, enfrentarnos a las imposiciones e injusticias que nos rodean.
Que se alce la protesta y se extienda la revuelta.

Etiquetas: conocimiento, memoria, mentiras, multitud, politica.
Aunque en ocasiones marginales, y casi siempre fragmentadas, las luchas sociales en general y las luchas sindicales en particular se han centrado en la resistencia. El alzamiento zapatista en enero del 94 hizo rasgarse las vestiduras a los fariseos burgueses que ansiaban acabar con la historia. En el Estado español, el caso de la lucha de los hombres y mujeres de Sintel contra los despidos significó de alguna manera, aunque sea meramente simbólica, el principio del fin de la travesía de la izquierda por el desierto. Luego vino Génova, la lucha contra la LOU, contra la guerra de Iraq, contra el “decretazo” de la derecha … parecía que al menos estábamos llegando a aquél oasis, en el que la palabra recomposición no resonara en el vacío de una catedral sin feligreses. El ciclo había cambiado. Lo único que faltaba era alguna organización que pudiera catalizar de alguna manera todo ese potencial, que finalmente se diluyó con el ascenso de Zapatero a la Moncloa.
La huelga de los hombres y mujeres de SEAT en Martorell marcó otro hito en la historia del sindicalismo en el estado español: era la primera vez que las direcciones de los sindicatos mayoritarios no sólo firmaban despidos sin contrapartidas, sino que además seleccionaban nombres de personas que irían destinadas a engrosar el “ejército de reserva”, es decir, los y las despedidas. Se cruzó por primera vez una de las líneas rojas del sindicalismo. Luego fue más fácil rebasarla. La historia de Delphi en la bahía de Cádiz es otra historia de la resistencia del mundo del trabajo frente a las deslocalizaciones. Otra historia de resistencia, esta vez con final feliz, es la de los despedidos y despedidas en Mcdonald´s- Estación de Granada.
En este panorama en el que se interrelacionan: la última derrota social y económica de la clase trabajadora, la inminente crisis económica, la inexistencia de organizaciones políticas de la izquierda capaces de articular una respuesta de clase y la existencia de unas burocracias sindicales sin conexión con el mundo del trabajo; hace que, a pesar de todo, el malestar de la mayoría de la población que se va empobreciendo emerja en algunas coordenadas y se canalice en forma de batallas cualitativamente diferentes. Las huelgas del servicio de limpieza del metro de Madrid, del TMB en Barcelona, la reciente huelga de los trabajadores y trabajadoras de la Rober (empresa concesionaria del servicio de autobús urbano en Granada) y la actual huelga del Metal en la provincia de Granada, junto con varias otras huelgas, representan luchas con una proposición distinta, ya no hablamos de luchas “contra”, sino de luchas “por”. Eso quiere decir, que aunque parciales y sectoriales, expresan huelgas con carácter ofensivo, algunas de las cuales se han saldado ya con una victoria de los y las asalariadas. Alguien levanta la cabeza con la disposición de arrebatar conquistas en favor del trabajo en este océano de derrota y resistencia.
Entre todo esto, quienes dirigen las centrales sindicales mayoritarias hacen grandes esfuerzos por mermar su propia legitimidad. La reciente huelga en el sector de la educación no universitaria en Andalucía en contra del programa de calidad de la Junta, ha conseguido movilizar a un porcentaje importante del profesorado, a pesar de las direcciones de los sindicatos mayoritarios, quienes aceptando dicho plan esquivan el problema de la falta de financiación pública para la escuela primaria y secundaria y culpan al profesorado de los malos resultados de la misma. Existe descontento incluso entre las bases de esos mismos sindicatos a quienes la calidad de los servicios públicos parece importarle más que a sus propias direcciones.
La deslegitimación de las burocracias sindicales y el consecuente deterioro de la imagen de los sindicatos como herramienta para la lucha puede que despertaran la desidia no sólo entre una juventud trabajadora que sufre las consecuencias de la reestructuración del mercado laboral y de la hostilidad del resto de contrarreformas neoliberales y del modelo de desarrollo (precariedad, acceso a la vivienda, deterioro de los servicios públicos, nivel de endeudamiento, etc.), sino también entre las y los no tan jóvenes que han vivido todas y cada una de las degeneraciones del burocratismo sindical. Pero los últimos acontecimientos, aunque aislados, parecen perfilar la respuesta de la dignidad de quienes cada vez más tiene menos que perder. Son luchas que reafirman un camino interesante por el que discurrir en la construcción de un nuevo sindicalismo de clase, de base y combativo. Asaltar por la izquierda a las burocracias sindicales en el ámbito de la movilización; esa es una tarea central para la izquierda revolucionaria en el escenario político actual. Se hace pues urgente levantar un debate, no sólo dentro del Espacio Alternativo, sino en el ámbito de la izquierda consecuente con el fin de dibujar un proyecto estratégico a nivel sindical. Vemos que hoy puede ser el momento. Hay un despertar de la combatividad, un leve viraje de la resistencia a la ofensiva, y no podemos permitirnos que de nuevo la historia nos vuelva a morder la nuca.
Justo aquí y ahora se ve el relámpago que anticipa al trueno que está por venir: el nuevo pacto social entre Gobierno, patronal y sindicatos. Un pacto que hará caer en los bolsillos y en los esfuerzos de la gente trabajadora las consecuencias de esta nueva crisis económica del capital. Hay que articular desde ya una respuesta de clase. Es por eso urgente recuperar y poner al día un viejo proyecto de la izquierda radical en el Estado Español, llevado a cabo principalmente por la LCR y el MC. Ese proyecto es el de la construcción de una izquierda sindical. Un proyecto que no entienda de siglas sino de realidad, de unidad y de lucha y que haga posible que los sectores más combativos y honestos en el ámbito sindical se den la mano. Es el momento de deslocalizar, sí, pero no las grandes corporaciones, sino las luchas ofensivas, de desbordarlas de los límites locales, conectarlas, unificarlas, masificarlas, darle un cuerpo más allá de las ciudades. Hoy es el momento de comenzar a hablar de estrategia sindical, hay que soplar fuerte porque las brasas rielan, y aunque sea un espejismo no podemos permitirnos el lujo de no intentarlo. Debemos preparar ese debate entre las dos generaciones que hoy forman el grueso de la izquierda revolucionaria y anticapitalista: me refiero a quienes ya vivieron esa experiencia y a quienes no escuchamos de ella más que un lejano canto que nos habla de un quehacer sindical que durante cierto tiempo intentó desterrar el sectarismo y el burocratismo de las entrañas de la clase obrera. Concretar y renovar hoy día ese proyecto es la tarea que se divisa en nuestro horizonte político inmediato.
«« | Inicio | »» |