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Los ineludibles caminos de la revolución |
Lejos de mi teclado andaba esta vez cuando nos enteramos de la muerte del veterano luchador Manuel Marulanda Vélez, el campesino humilde que prefirió vivir y morir en sus verdes selvas que firmar la paz con un gobierno guerrerista y pro imperialista.
Recientemente se ha evocado el año portentoso de 1968. Parece haber transcurrido un siglo desde entonces.
Aquel año que parecía que componía el futuro en contestación multitudinaria… Allá cuando huelgas, guerrillas, manifestaciones, palabra y canción iban de la misma mano y el mundo empezaba por Viet Nam, seguía por París, por los negros de Estados Unidos, las selvas del continente americano, África… hasta el socialismo real tuvo lo suyo en aquel año en Praga. Ese fue el año que con la bandera del Che en la frente la Tierra tuvo su primer espasmo global.
En aquel 1968 ya estaba Tirofijo en el frente de combate.
Ha sucedido que el resto del mundo se apartó de la lucha escondiéndose en una pueril amalgama de dicharachos supuestamente marxistas que abogan de manera explicita en contra de la violencia revolucionaria.
Ahora frente a mi pantalla le quiero rendir un homenaje al gran luchador del pueblo colombiano que tuvo que combatir aislado… sobre todo por la pretendida izquierda que se viste con la camiseta del Che y se olvida que el Che murió en una selva como Tirofijo, esa izquierda que haciendo un fino deslizamiento teórico asume que la guerrilla o el “foco guerrillero” no es el camino por no sé cuantas pretendidas enseñanzas de los que nada han logrado en este mundo que no sea repartir un montón de papeles. Esta izquierda de un lado y del otro que se ruboriza al ver una pistola Marulanda es el recuerdo vivo y pertinaz de lo que hay que hacer cuando pensamos en liberarnos de la miseria. Convengo en que la imagen del viejo guerrillero es bien molesta para los que andamos tan sólo apuntando con el teclado y tratando de recordar la vida desafiante de nuestros padres que nos deja vacíos y estériles.
¡Un Congreso debiéramos hacer, pero en las selvas americanas! A ver si retomamos el camino en que el fin de la historia nos ha abandonado y nos convencemos que todos los revolucionarios que de verdad sirvieron recurrieron a la violencia para poder echar al enemigo.
Bolívar… por supuesto… pero incluso el intelectual más importante de América, el poeta José Martí… Martí tenía la pluma más afilada de su época, el mejor verso y la más universal de las ideas. El que haya leído a José Martí tan sólo dos minutos ya se invade de amor holístico y su penetrante ternura… y sin embargo fue un hombre que supo usar la violencia necesaria, a diferencia de muchos marxistas constituyó un partido revolucionario con la clase trabajadora para tomar el poder político y no para jugar a la política. Dijo Martí:
“Es lícito y honroso aborrecer la violencia, y predicar contra ella, mientras haya modo visible y racional de obtener sin violencia la justicia indispensable al bienestar del hombre, pero cuando se está convencido que por la diferencia inevitable de los caracteres, por los intereses irreconciliables y distintos por la diversidad, hondo como la mar de mente política y aspiraciones no hay modo pacífico suficiente para obtener siquiera derechos mínimos en un pueblo donde estalla ya, en nueva plenitud la capacidad sofocada, o es ciego el que sostiene, contra la verdad hirviente el modo pacífico; o es desleal a su pueblo el que no lo vey se empeña en proclamarlo”.
Es por eso que ahora cuando nos abandona Marulanda, nos quedamos muchos de nosotros sin nada que decir… Porque estamos en tiempos muy pacíficos para la izquierda, aunque nuestro enemigo sea paradójicamente más violento y se prepare para nuevas contiendas armadas.
Desde el Che Guevara y Fidel Castro la lucha armada constituyó un punto discorde entre los revolucionarios, y es si se quiere una de las controversias más agudas y tristes desde que vamos retomando la ruta después que vaticinaran la impertinencia de las ideas comunistas y con ella los empeños revolucionarios.
Y eso es tal vez el recuerdo “molesto” que nos legara el incansable luchador: Su fidelidad a los principios. Bien dice James Petras que le tocó luchar al camarada Marulanda en un momento donde toda la izquierda orgánica le huye a las armas como si el olor a pólvora no combinara bien con estos tiempos. Esta actitud de los revolucionarios modernos es penosa, será por eso que perdemos la voz en tanto grito y en tanta reunión ¿Bajo qué argumento esperamos que nuestros enemigos entiendan la pobreza, la devastación del planeta, la corrupción y todos los males que empiezan a ser endémicos? ¿A razón de qué tanto plática con sordos, tanto jueguito a la democracia, tanto referendo inútil?
¿Alguien cree de verdad que Álvaro Uribe cumplirá con sus compromisos contraídos en la OEA en relación a su bárbaro crimen en el Ecuador? ¿Y alguien sostiene la esperanza de que Luis Posada Carriles sea extraditado a Venezuela y sea inculpado por terrorista? Parafraseando de nuevo a Martí… o somos ciegos o somos desleales.
Son verdades que vamos a tener que respondernos. Ya ven… hasta los gobiernos burgueses se roban el show del 80 natalicio del Che Guevara. De acá a unos años le quitarán al Che su fusil y sólo seguirá siendo el dulce mártir que presta su imagen a las empresas de marcas de vestuario.
En toda esta reflexión la imagen auténtica de Marulanda en las selvas de Colombia se convierte en revelación.
Empiezo a odiar el vocablo “terrorismo” La palabra; su uso y desuso, su falsificación y su globalización es mucho más dañina que los propios hechos terroristas. Con esa palabrita el enemigo ha comenzado nuevamente a dominarnos y nos debemos quedar muy quietecitos para que no nos llamen terroristas y caigan sobre nosotros de derecha e izquierda.
Al enemigo hay que causarle terror. Ellos nos despedazan día y noche. En Colombia exterminan cualquier posibilidad de paz, asesinan a luchadores sociales, violan fronteras, y luego al final de la jornada siguen siendo Hugo Chávez y Rafael Correa los terroristas… Esa palabra que usan contra mis cinco compañeros presos en Estados Unidos es el verdadero terror, y se ha convertido en un fantasma recurrente.
El grupo de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio… los compañeros del Directorio Revolucionario de mi revolución, saben de lo que hablo. Qué ahora no esté en las revistas de moda la lucha armada no le resta pertinencia a su necesidad.
“El proletariado no puede resolver el problema del poder, problema fundamental de toda revolución, sino quebrando la voluntad del ejército que se opone. La huelga general lleva aparejada la movilización por ambas partes, y permite una primera apreciación seria de las fuerzas de resistencia de la contrarrevolución; pero sólo los desarrollos posteriores de la lucha determinan el precio de sangre que ha de costarle al proletariado la conquista del poder. Que haya que pagar con sangre, que, en su lucha por tomar el poder y conservarlo, el proletariado debe saber morir y matar, ningún verdadero revolucionario lo ha puesto nunca en duda. Declarar que la aspereza de la lucha entre el proletariado y la burguesía –lucha a muerte- “destruye la evolución”, prueba únicamente que la cabeza de algunos ideólogos respetados son cámaras oscuro -cameras obscuras- donde las imágenes aparecen invertidas”.
Y esto no lo digo yo… ni lo dijo Manuel Marulanda; tampoco Mao o el Che… Lo dijo nada más ni menos que León Trotsky, al que quieren enfundar en una casaca pacifista, ecuménica y “democrática”: Este libro (terrorismo y comunismo) imprescindible para entender al fundador del Ejercito Rojo fue una suculenta contesta al reformismo cándido de Kautsky. No importa (como algunos me señalan) que Trotsky se arrepintió después de esas afirmaciones. Para entender a los hombres hay que contextualizarlos en su época y lugar. Frente a dos docenas de ejércitos, con una contrarrevolución interna y el mundo entero en contra, no veo cuál sería el papel de la vía pacífica.
No hay un solo ejemplo de revolución donde la lucha armada haya sido descartada. Los ejemplos tristes son al revés. Pregunten no más a Chile el precio que hubo de pagarse por tratar de llevar al extremo los métodos pacíficos.
Marulanda llevó toda su vida en la selva colombiana, no creyó en dudosos pactos ni cejó su empeño por la indeferencia de la nueva izquierda actual que piensa retomar los caminos de Kautsky y Bernstein. Es por eso que con todos los defectos que puedan apuntarse (si es que es legitimo hablar de defectos a un grupo de camaradas que echaron su suerte en la rebeldía permanente), Manuel Marulanda constituye un símbolo de resistencia que Colombia y América toda tendrán que tener bien presente en las futuras batallas contra el más corrupto, desbastador y asfixiante gobierno de esta región del mundo.
Los revolucionarios en Colombia tienen ardua tarea. Ese gobierno es el émulo de un porta avión imperialista enclavado en nuestras tierras. Lo mismo que es Israel para el mundo árabe. Baste echar una mirada a los últimos acontecimientos con Ecuador y Venezuela, (el primero de marzo del 2008; el invulnerable ordenador de Raúl Reyes y las intrigas de INTERPOL) El rol de la revolución en Colombia es crucial para la liberación definitiva de Nuestra América.
En esos caminos de búsqueda estará sin dudas la perseverancia y la coherencia de Manuel Marulanda y sus Fuerzas Armadas Revolucionarias tuvieron que hacer frente a las armas de Uribe, las del Imperialismo, la difamación… incluso la indiferencia y prurito democrático de gran parte de la izquierda, ahora que tomar un fusil para liberar a un pueblo resulta anacrónico. Pero no está lejos el momento aquel que le brindemos todos juntos el verdadero homenaje a Tirofijo. Allí cuando nos demos cuenta que la lucha de clases incluye también la insurrección.
Yo por mi parte le envío mis más sentidas condolencias a la familia de Manuel Marulanda y a sus camaradas de lucha… y lo hago en nombre de la única revolución socialistaque queda en pie. Esta revolución del Che y Fidel… que es sin dudas también la del amigo y camarada Tirofijo.
Gracias hermano por no haber abandonado nunca las banderas del comunismo.
¡Hasta la victoria Siempre!
Celia Hart
Etiquetas: conocimiento, memoria, multitud, politica, sabiduria, violencia.
Marulanda, el de la certera puntería, Tirofijo, el legendario comandante guerrillero ha fallecido en las entrañas más profundas de la geografía americana. Al excepcional estratega de mil combates, sobreviven las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y su Estado Mayor Central, asediados por mil cercos, resistiendo los asaltos desenfrenados de la jauría militar a órdenes de la oligarquía y el pentágono.
Con la muerte de Marulanda, las FARC pierden al más esclarecido comandante, y el pueblo de Colombia al clarividente conductor revolucionario de masas campesinas y tropas guerrilleras; a un activo primordial en la guerra y en la paz posible.
El eje de tres ideas estratégicas sirvieron de sostén al pensamiento político y militar de Marulanda en la construcción y conducción de las FARC y en la confrontación armada con el Estado colombiano. Presupuestos ya plasmados desde la Asamblea guerrillera del 20 de julio de 1964, aún antes de que se constituyeran el llamado “Bloque Sur” (1965) (así llamado por hallarse ubicado en el sur del Tolima, en la confluencia de los departamentos de Huila, Valle y Cauca), el que luego en la Segunda Conferencia Guerrillera, en abril de 1966, se constituiría en “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia” y, posteriormente, en la Octava Conferencia Nacional, en mayo de 1982, decidiría convertirse en “Ejército del Pueblo”: FARC_EP.
Es en aquella primera Asamblea en donde los combatientes de Marquetalia en medio de los atroces fusilamientos masivos y bombardeos genocidas a la población indefensa, proclaman el “Programa Agrario de los Guerrilleros”, corregido y ampliado luego en la Octava Conferencia Nacional de las FARC_EP.
Una primera idea: que la lucha armada, en las condiciones dadas, constituía el componente estratégico fundamental de la lucha popular por el poder, para la instauración revolucionaria de un régimen democrático y popular, de liberación nacional, a cuyo objetivo apuntaría creación de las FARC, que aparece efectivamente como una fuerza militar popular nutrida de patriotas, conformada en las entrañas del mismo pueblo campesino, dispuestas a combatir, vencer y abrir las puertas del Estado, clausuradas al pueblo, a las fuerzas populares democráticas liberadas.
“Por eso, las FARC-EP se han constituido como una organización político-militar que recoge las banderas bolivarianas y las tradiciones libertarias de nuestro pueblo para luchar por el poder y llevar a Colombia al ejercicio pleno de su soberanía nacional y a hacer vigente la soberanía popular. Luchamos por el establecimiento de un régimen político democrático que garantice la paz con justicia social, el respeto de los derechos humanos y un desarrollo económico con bienestar par todos quienes vivimos en Colombia”.
Segunda idea era: que clausurada la vía democrática, por la violencia desatada por el Estado, patrocinada y dirigida por la oligarquía, impidiendo la lucha de las masas por los cauces democráticos y pacíficos, la vía que quedaba era la vía armada, única forma de lucha para el cambio revolucionario de un régimen oligárquico “con formas abiertas de fascismo”, por un régimen democrático y popular de liberación nacional.
“Nosotros hemos llegado a todas las partes donde había puertas para golpear en procura de auxilio para evitar que una cruzada anticomunista, que es una cruzada antipatriótica contra nuestro pueblo, nos llevara, y con nosotros a todo nuestro pueblo, a una lucha armada prolongada y sangrienta”.
“Nosotros somos revolucionarios que luchamos por un cambio de régimen. Pero queríamos y luchábamos por ese cambio usando la vía menos dolorosa para nuestro pueblo. La vía pacífica, la vía democrática de masas, Esa vía nos fue cerrada violentamente con el pretexto fascista oficial de combatir supuestas Repúblicas Independientes, y como somos revolucionarios que de una u otra manera jugaremos el papel histórico que nos corresponde, nos tocó buscar la otra vía: la vía revolucionaria armada para la lucha por el poder”.
Una tercera idea era la imprescindible necesidad de construir la alianza obrero-campesina y la coalición en un frente unido de todas las fuerzas populares susceptibles de ser unidas y movilizadas como garantía de triunfo y depositarias del poder popular conquistado.
“La realización de este programa agrario revolucionario dependerá de la alianza obrero-campesina y del frente unido de todos los colombianos en la lucha por el cambio del régimen, única garantía para la destrucción dela vieja estructura latifundista de Colombia. Para tal fin se organizarán potentes uniones de lucha campesina, fuertes sindicatos, comités de usuarios y juntas comunales”.
“Por eso este programa se plantea como necesidad vital: la lucha por las forja del más amplio frente único de todas las fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias del país para un combate permanente hasta dar en tierra con este gobierno de los imperialistas yanquis que impide la realización de los anhelos del pueblo colombiano”.
De otro lado, Marulanda concientemente porfiaba en la idea de que la guerra no había sido querida ni propiciada por las FARC, sino que le había sido impuesta al pueblo colombiano por la oligarquía y el complejo político- económico-militar del imperialismo. Ello, no obstante, en la búsqueda de la paz, para ahorrarle sufrimiento al pueblo, siempre mantuvo la disposición al diálogo, dispuesto a favorecer una solución política a la guerra, y a entablar negociaciones que condujeran indefectiblemente a la supresión de las condiciones políticas y económicas que desencadenaron la guerra y que siguen propiciándola.
“Hemos intentado con persistencia encontrar las vías que nos lleven a la paz democrática, a la paz de la justicia social por las vías políticas pacíficas y cada vez nos hemos tropezado con la violenta oposición de una oligarquía militarizada, que esgrime la fuerza y el terror como única alternativa para quienes no comparten la política del régimen o se distancian de él”.
Al periodista que pregunta a Marulanda: “qué opina de la propuesta del ministro entrante, de hacer de la paz una política de Estado”, Marulanda le responde que: “la paz como política de Estado, debe estar encaminada a erradicar todos los factores objetivos que hicieron que un considerable número de compatriotas se levantaran en armas contra el establecimiento... Esos factores objetivos, entre otros, son: ausencia de una verdadera reforma agraria, que le dé la tierra a quien la trabaja; falta de salud, vivienda, educación, trabajo, etc. Todo como consecuencia de la desigual distribución de las riquezas. A esto se suma la violencia institucionalizada del Estado, ejercida por medio de sus órganos represivos, para mantener sin alteración el orden social así establecido, en beneficio de la clase dominante”.
Fueron diferentes los encuentros y reuniones celebrados desde la firma de los acuerdos de cese al fuego, tregua y paz, conocidos como los acuerdos de la Uribe, en 1984, entre el gobierno colombiano de Belisario Betancur y las FARCP-EP. Entre 1986 y 1990, se sucedieron múltiples reuniones entre los representantes de los gobiernos de Cesar Gaviria y Virgilio Barco con el Secretariado General de las FARC-EP. Se celebraron dos rondas de conversaciones entre el gobierno de Cesar Gaviria y las fuerzas insurgentes agrupadas en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, una en 1991 en Caracas, la otra en 1992, en Tlaxcala, México. Y la última más connotada: la instalación pública de los diálogos de paz en San Vicente del Caguán, Caquetá, el 7 de enero de 1999, bajo el gobierno de Pastrana Borrero, a la que asistieron invitados nacionales e internacionales del Estado y el cuerpo diplomático acreditado.
Aquellas convicciones, extraídas del contacto con la realidad concreta del país, permitieron a Manuel Marulanda sobrevivir a todas las contingencias de la guerra, con elevada dignidad, en el seno del movimiento agrario y de la organización armada, que supo dirigir con acierto; acometer los errores de sus hombres, muchos de ellos graves, en sus relaciones con la población civil; encarar con firmeza hasta el final las desviaciones de todo género y las faltas y sortear con éxito todas las campañas de exterminio desatadas por los gobiernos oligárquicos apoyados por el gobierno de los Estados Unidos:
“Nosotros hemos sido víctima de la política de “a sangre y fuego” preconizada y llevada a la práctica por la oligarquía que detenta el poder. Contra nosotros se han desencadenado, en el curso de los últimos 45 años, cinco guerras: una a partir de 1948; otra, a partir de 1954; otra, a partir de 1962; otra, a partir del 18 de mayo de 1964, cuando los altos mandos declaran oficialmente que ese día empezaba la “Operación Marquetalia”; y esta que enfrentamos a partir del 9 de diciembre de 1990, cuando el dictador Gaviria y los altos mandos militares iniciaron la operación de exterminio contra el Secretariado de las FARC en Casa Verde y de agresión militarista contra el movimiento popular en todo el país”.
Continuación de aquellas guerras, pero de proporciones dantescas, es la actual operación militar, de cerco y exterminio, desatada por el dictador Uribe Vélez, dispuesta a llegar hasta el corazón mismo del Secretariado general de las FAR-EP, utilizando los más sofisticados métodos y medios militares de exterminio, individual y colectivo; quebrantando sin escrúpulos todos los convenios y Pactos internacionales relativos a los derechos fundamentales, a la vida, la libertad y la seguridad de las personas, sobre la guerra, el trato a la población civil y al prisionero, y violando la soberanía territorial de otras naciones hermanas, apertrechados, y dirigidos por tenebrosos cuerpos norteamericanos especializados en la barbarie.
De otro lado, puestos a observar el panorama de guerra a muerte a los luchadores populares, decretada por el régimen de Uribe Vélez, ¿qué puede esperar el ciudadano, sujeto y objeto de la “seguridad democrática”, en verdad “terror de Estado”, cuando a raíz de sus denuncias o protestas es reputado “enemigo interno” de su propio país, expuesto invariablemente a ser encarcelado o asesinado?
La dictadura narco-paramiltar de Uribe ofrece la paz, entendiendo por ella la rendición incondicional de los alzados en armas. Marulanda y los insurgentes proclaman que para alcanzarse una paz firme y duradera, son imprescindibles presupuestos previos: el restablecimiento de los derechos fundamentales de libertad de opinión y expresión, de reunión y asociación pacífica; que cesen las masacres del campesinado y el robo de sus tierras, el asesinato de los dirigentes políticos, sindicales y sociales, sobre los cuales se ha tendido un manto de impunidad oficial; cese la persecución al movimiento obrero, sindical y agrario y el asesinato de sus dirigentes; sean efectivamente disueltas, juzgadas y encarceladas las bandas paramilitares y las divisiones criminales del ejercito, la policía y lo servicios secretos que comparten el crimen con aquellas; cesen los encarcelamientos masivos indiscriminados y aún por la mera sospecha, y la tortura como castigo y para obtener información; cesen las amenazas de muerte, el chantaje y la coacción a políticos, intelectuales, periodistas, profesores, estudiantes para acallarlos.
Paz, pero con justicia social.
Muere el comandante Marulanda en el momento en que la Presidencia de Uribe es olla podrida que se va destapando en la medida en que afloran públicamente sus conexiones privadas y públicas, pasadas y presentes con la acción criminal de las bandas paramilitares: contertulias, confidentes, vecinas latifundistas de su hacienda en Montería y con presencia activa en su familia, en su Partido político, en su Gobierno y en los organismos públicos hasta donde alcanza la potestad de sus decisiones gubernativas.
Toda una red siniestra, a las que pisa sus talones una tardía tímida e intervenida justicia colombiana, que persigue sus huellas que van desde el latifundio de la costa atlántica, el Bajo Cauca, el Atrato, Urabá, por solo mencionar algunas, y se pierden en los aposentos alfombrados y cuartelillos del Palacio de Nariño, donde Uribe, arrellanado en el solio de Bolívar, que profana y mancha con sus sucias posaderas, premedita, calcula cada día, en compañía de deformados generales de club, los más abominables crímenes de Estado.
Juega Uribe con ventaja, que le proporciona además el blindaje cómplice de las potencias occidentales: Estados Unidos de Norte América y la Unión Europea a cambio de contratos y concesiones a sus voraces monopolios. El Rey de España y el Presidente Zapatero le ofrecen incondicional apoyo y lo agasajan como preclaro socio “iberoamericano”.
A disposición de Uribe operan incondicionalmente treinta y una emisoras del ejército de Colombia, títere de los Estados Unidos, pagadas con el erario público, desperdigadas a lo largo y ancho del país. Las otras cadenas de radio, televisión y prensa escrita, nacional y de provincias, han sido tomadas, en asalto económico, por los monopolios de PRISA y PLANETA, monopolios españoles de comunicación... Unas y otras durante 24 horas , mañana, tarde y noche, difunden proclamas exaltando las medidas antipopulares y represivas del gobierno y las horrendas campañas militares del ejército, enalteciendo la imagen del Presidente y la “heroicidad” de las tropas y dibujando un panorama idílico falso de seguridad y bienestar social; ocultando, y tergiversando la realidad de los hechos, siempre al servicio de sus amos; incitando a la delación, ofreciendo sumas fabulosas por el asesinato de dirigentes y luchadores populares, cuyos cuerpos exhibe con despreciable regodeo; anestesiando la conciencia del pueblo con la demagogia de la paz de los sepulcros, como en la época del dictador Rojas Pinilla.
Prisa y Planeta tienen sus sedes en el reino de España, y desde sus pasquines diarios coloreados cumplen la función de retaguardia “informativa” de la barbarie colombiana en España y en Europa, limpiando interesadamente ante sus coterráneos la imagen ensangrentada de Uribe y concitando perversamente entre los españoles el repudio a la lucha revolucionaria bolivariana de Colombia y los pueblos de Sur América y el Caribe y el odio a los patriotas insurgentes. Y son avanzadilla mediática y de marketing de los monopolios españoles, buitres económicos alimentados con los despojos de Colombia. No es casual, pues, ni gratuito, el respaldo que prestan el Rey, Zapatero y el plenipotenciario de la Unión europea Solana al gobierno de Uribe Vélez, su magnánimo benefactor y socio en el reparto.
La burda treta del Presidente narco paramiltar de extraditar a los más destacados cabecillas paramilitares a los calabozos del Imperio norteamericano para acallar las más temibles revelaciones de sus complicidades con los bandas paramilitares y privar de pruebas evidentes y plenas a la Suprema Corte de Justicia que pisa sus talones, no impedirá que un día, cuando sea restablecida la dignidad y la conciencia de Colombia el truhán Presidente Uribe Vélez, el querido “doctor Varito” del capo de la droga Pablo Escobar, sea conducido a los Tribunales de Justicia, con la misma infamia con que quiso deslustrar el honor y la gloria de los luchadores por el pueblo, para responder por crímenes de Estado y de lesa humanidad. Entonces, es de pensar que no estarán presentes en el juicio, como testigos de excepción el monarca español, el Presidente Rodríguez Zapatero, el plenipotenciario de la Unión europea Solana y los flamantes directores de Prisa y Planeta.
Hugo Gómez
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