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Cómo la riqueza origina pobreza |
¿Por qué algunos se muestran escépticos ante la idea de que los gobernantes persigan despiadada, consciente y deliberadamente suprimir puestos de trabajo, reducir la protección del medio ambiente, eliminar el sector público y suprimir servicios sociales?Existe un “misterio que debemos explicar: ¿Cómo las inversiones de las multinacionales, la ayuda y los préstamos internacionales a los países pobres han aumentado trágicamente la pobreza en todo el mundo durante la última mitad del siglo pasado? El número de personas que viven en la pobreza está creciendo a un ritmo más rápido que la población mundial.
¿Qué hacer ante esto?
Durante la última mitad del siglo pasado, las industrias y bancos estadounidenses (y otras empresas occidentales) han invertido grandes cantidades en las regiones pobres de Asia, África y Latinoamérica conocidas como “Tercer Mundo”. Las multinacionales se sienten atraídas por los recursos naturales, los altos beneficios derivados de los bajos salarios, y la casi absoluta ausencia de impuestos, de leyes medioambientales, de derechos de los trabajadores y de normas de seguridad en el trabajo.
El gobierno estadounidense ha subvencionado esta salida de capital garantizando a las corporaciones exenciones de impuestos en sus inversiones extranjeras, e incluso pagando algunos gastos derivados de su traslado, con gran indignación de los sindicatos del interior que ven como sus puestos de trabajo desaparecen.
Las multinacionales eliminan los negocios locales en el Tercer Mundo y se apoderan de sus mercados. Los cárteles de la industria agrícola, fuertemente subvencionados por los contribuyentes de Estados Unidos venden sus productos sobrantes por debajo del coste a los agricultores locales. Tal como describe Christopher Cook en su libro Diet for a Dead Planet, expropian las mejores tierras de esos países para utilizarlas en cultivos para la exportación- generalmente monocultivos de cosechas que exigen grandes cantidades de pesticidas-, y dejando cada vez menos superficie para los centenares de variedades de alimentos cultivados orgánicamente que sirven de sustento a las poblaciones locales.
Al desplazar de sus tierras a las poblaciones locales y robarles su autoabastecimiento, las corporaciones crean una mano de obra masificada de gentes desesperadas obligadas a desplazarse a los barrios de chabolas de las ciudades para trabajar por salarios de hambre (cuando encuentran trabajo), por lo general violando las leyes del país sobre salarios mínimos.
En Haití, por ejemplo, los obreros reciben 11 céntimos por hora de trabajo en empresas gigantes como Disney, Wal-Mart y J.C. Penny. Estados Unidos es uno de los pocos países que se ha negado a firmar la convención internacional para la abolición del trabajo de los niños y de los trabajos forzados. Esta postura es consecuencia de las prácticas de trabajo con niños de las grandes empresas estadounidenses en el Tercer Mundo y en el propio interior de Estados Unidos donde niños de 12 años sufren altos índices de accidentes y muerte, y se les paga habitualmente menos del salario mínimo.
El ahorro que las grandes empresas obtienen de la mano de obra barata en el extranjero no se refleja en precios más bajos para sus clientes en otros lugares. Las corporaciones no se llevan el trabajo a regiones alejadas para que los consumidores estadounidenses puedan ahorrar dinero: lo hacen par aumentar sus márgenes de beneficios. En 1990, los zapatos fabricados por niños indonesios que trabajaban 13 horas al día a 13 céntimos hora, costaban sólo 2,60 dólares pero se vendían por 100 o más dólares en Estados Unidos.
La ayuda al desarrollo estadounidense va de la mano con las inversiones de las multinacionales y subvenciona la construcción de las infraestructuras que necesitan las corporaciones en el Tercer Mundo: puertos, carreteras y refinerías.
La ayuda donada a los gobiernos del Tercer Mundo está sometida a férreas condiciones. Por lo general, debe gastarse en productos estadounidenses, y se exige al país receptor que establezca condiciones preferentes para las inversiones de las compañías de EEUU, dando prioridad al consumo exterior favoreciendo las importaciones sobre los productos y alimentos locales, lo que ocasiona mayor dependencia, más hambre y más deuda.
Una buena tajada de la ayuda monetaria nunca se hace pública, y va directamente a los bolsillos de funcionarios corruptos en los países receptores.
Otras ayudas llegan también de otras fuentes. En 1944, la ONU creaba el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La fuerza del voto en ambas organizaciones está condicionada por la contribución financiera de cada país. En su calidad de “donante máximo”, Estados Unidos dispone de la decisión suprema, seguida por Alemania, Japón, Francia y Gran Bretaña. El FMI actúa secretamente con un selecto grupo de banqueros y representantes de los ministerios de finanzas que provienen en su mayoría de los países ricos.
El Banco Mundial y el FMI se supone que existen para ayudar a los países en desarrollo pero lo que ocurre en realidad es otra historia. Un país pobre recibe préstamos del Banco Mundial para ciertos sectores de su economía. Si no es capaz de pagar los enormes intereses debido a la disminución de sus exportaciones o por cualquier otra razón, debe pedir prestado de nuevo, esta vez al IMF.
Pero el FMI impone entonces “un programa de ajustes estructurales” (SAP, en sus siglas inglesas), exigiendo de los países deudores garantizar la exención de impuestos a las multinacionales, la bajada de los salarios y la desprotección de las empresas locales frente a las importaciones extranjeras y a las compras de los foráneos.
Se les obliga a dejar que se talen sus bosques y se exploten sus minas, sin respeto a los daños ecológicos que ello ocasiona. Las naciones deudoras deben, asimismo, recortar las partidas para educación, salud, transportes y alimentos, gastar menos en sus pueblos para disponer de más dinero para el pago de sus deudas. Obligados a aumentar sus cosechas para la exportación, se vuelven cada vez más incapaces de alimentar a sus propias poblaciones.
Así es como en el Tercer Mundo los salarios reales han bajado, y la deuda nacional ha aumentado hasta el punto de que el pago de la misma absorbe casi la totalidad de los ingresos de las exportaciones en los países más pobres, lo que origina un mayor empobrecimiento al dejar al país deudor cada vez más incapaz de proporcionar lo que necesita su pueblo.
Esta es la explicación del “misterio”. Desde luego no es misterio alguno si uno se suma a la mistificación del trasvase de riqueza de los más pobres hacia los más ricos. ¿Por qué ha aumentado la pobreza mientras la ayuda, los préstamos y las inversiones internacionales se han incrementado? Respuesta: Los préstamos, las inversiones y demás clases de ayudas están dirigidas no a la lucha contra la pobreza sino a incrementar la riqueza de los inversores multinacionales en detrimento de las poblaciones locales.
No hay un chorrito de riqueza hacia abajo, sólo una succión del trabajo de muchos hacia unos pocos adinerados.
En su perpetua confusión, algunos liberales críticos, llegan a la conclusión de que la ayuda extranjera, y los ajustes estructurales del FMI y el Banco Mundial “no funcionan”; y señalan que el resultado final es una menor auto suficiencia y una mayor pobreza en los países receptores. ¿Por qué, entonces, los países ricos continúan financiando al FMI y al Banco Mundial? ¿Acaso sus dirigentes son menos inteligentes que los críticos que les han advertido de que sus políticas provocan el efecto contrario?
No, los estúpidos son sus críticos y no los líderes e inversores occidentales, dueños de gran parte del mundo, que disfrutan del éxito y de sus inmensas riquezas. Ellos siguen con sus ayudas y préstamos internacionales porque el programa funciona. La pregunta es: ¿Para quién funciona? Cui bono? [¿A quién beneficia?]
El propósito oculto tras sus inversiones, préstamos y programas de ayuda no es mejorar la situación de las masas en otros países, eso no es lo que les preocupa. Su objetivo es servir a los intereses de la acumulación mundial de capital; apoderarse de las tierras y economías locales de los pueblos del Tercer Mundo; monopolizar sus mercados; bajar sus salarios; esclavizar su fuerza de trabajo con enormes deudas; privatizar su sector público, e impedir que esos países emerjan como competidores comerciales al no permitirles un desarrollo normal. Y en estos aspectos, las inversiones, los préstamos extranjeros y los ajustes estructurales funcionan muy bien.
El auténtico misterio es: ¿Por qué algunos consideran este tipo de análisis improbable, una especie de imaginaciones “conspiratorias?”. ¿Por qué se muestran escépticos ante la idea de que los gobernantes estadounidenses persigan despiadada, consciente y deliberadamente, semejantes políticas: suprimir puestos de trabajo, reducir la protección del medio ambiente, eliminar el sector público, y suprimir servicios sociales en el Tercer Mundo? ¡Si esos dirigentes están llevando a cabo estas mismas políticas precisamente aquí, en nuestro propio país!
¿No es el momento de que los críticos liberales dejen de creer que las gentes dueñas de la mayor parte del mundo- y que aspiran a controlarlo en su totalidad- son “incompetentes” o “están equivocadas” o “son incapaces de ver las consecuencias no deseadas de sus políticas?”. No se es muy inteligente cuando se piensa que nuestros enemigos no son tan inteligentes como nosotros. Ellos saben cuáles son sus intereses y nosotros deberíamos saberlo también.
Michael Parenti Traducido por Felisa Sastre
Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, multitud, politica.
Agrega que la venta contribuye a reducir la exposición de Repsol en Argentina, además de liberar capital para el desarrollo de su plan estratégico para el período 2008-20012.
sobrellevar algunas dificultades vinculadas con normas de nacionalización y ciertas cuestiones de índole impositiva la compañía reafirma su presencia
En tanto Brufau, al ser consultado por periodistas sobre la presencia de la empresa en América Latina dijo que
“Nos retiraríamos de aquellos sitios de donde no nos quieran, obviamente. ¿Y esto qué significa?, pues sitios en donde o bien la legislación es muy gravosa o bien el entorno determinado no sea favorable”.
En el caso de Bolivia Brufau dijo que allí tuvieron problemas con la aplicación del decreto de la ley de nacionalización, “llegamos a un acuerdo con el gobierno y el presidente Evo Morales y ahora se trata de continuar en esa aplicación”, recalcó.
Repsol y el gobierno boliviano están conversando sobre el traspaso de la propiedad mayoritaria de lascompañía que hoy son todavía privadas.
Ecuador ha decretado un impuesto del 90 por ciento a las ganancias extraordinarias de ls empresas petroleras, tomando en cuenta el aumento en el precio del crudo.
El ejecutivo español indicó que “Estuve hace una semana y media con el presidente de Ecuador y tuvimos un diálogo francamente positivo. En estos momentos la negociación va por otro camino, por un camino de más racionalidad económica”, destacó Brufau.
Agregó que “el presidente Rafael Correa lo que quiere es inversión, y lo relevante no es que sea nacional o extranjera, es que sea inversión, porque la inversión genera riqueza y desarrollo”.
El mayor teórico del capitalismo, Karl Marx, no podía prever cómo se producirían las crisis actuales ni qué soluciones coyunturales tendrían, pero sí dejó muy claro en qué consiste dicha contradicción.
La posesión y el poder en unas pocas manos particulares de unos bienes que son públicos o colectivos, porque de ellos depende la vida y el trabajo de millones de seres, enfrenta el lucro del capital con el salario laboral.
La diferencia favorable al primero es su beneficio y un maleficio para el trabajador. Pero, a la larga, esto perjudica al capitalista en forma de superproducción.
Hay que tirar lo que es invendible porque la gente percibe un salario muy inferior al coste en el mercado de lo que ella misma ha producido.
Si el capital reduce su beneficio para facilitar la compra, pierde el estímulo inversor. Si no lo reduce, ha hecho un gasto inútil.
No le quedan más que dos estrategias complementarias: acudir a los países más pobres pagando agradecidos salarios de pura supervivencia y fomentar el consumismo en los países ricos con señuelos publicitarios.
El palo y la zanahoria, ya se sabe, hacen correr al rucio.
De ese modo, la producción no se detiene, todo el producto se vende (incluido el innecesario y caprichoso), el beneficio aumenta, el sistema funciona.
Eso sí, millones de seres mueren de hambre, sed, enfermedad y guerras, pero la máquina que mueve el beneficio del capital no se puede parar porque, si para, cae como una bicicleta, a no ser que algo la aguante.
Para el capital, su apoyo es el Estado.
Él evita que el capital muera de éxito suicidándose, al matar la gallina de los huevos de oro cuando ya no puede explotar más a la gente sin perjudicarse a sí mismo
Los neoliberales que se cargan los servicios públicos, convertidos en negocios privados, exigen a los gobiernos que les aseguren sus ganancias: por las armas si las víctimas del sistema osan combatirlo (fascismo y guerras coloniales) e interviniendo en la economía para enjugar sus deudas, sus abusos y errores financieros, su falta de liquidez, mediante la aportación del erario público y, por tanto, a costa de las rentas medias y bajas.
Marx decía que los gobiernos no eran más que los consejos de administración del capital. No erraba.
Gobiernen las derechas o las izquierdas actuales, Obama, Hillary o McCain, sus políticas no pueden dejar que el sistema se hunda.
El Estado y los trabajadores se ven amenazados por el capital con cerrar empresas o deslocalizarlas si se pretende compensar con ayudas e impuestos los salarios insuficientes ante el alza de los precios.
El welfare state (Estado de bienestar) es un parche de los países ricos a la crisis permanente del capital.
Pretende moderarlo en su instinto básico selvático para que no mate la gallina de los huevos de oro, que es el trabajo humano, pero prolonga su agonía a costa del naufragio genocida cuyos restos llegan a Europa o a Suráfrica provocando violencia xenófoba entre los más castigados por la recesión.
El principio darwinista de la competencia (el pez grande se traga al chico) obliga a la pugna empresarial, que suele concluir en oligopolios y monopolios que niegan la proclamada libertad de mercado y que, para controlar energías básicas como el petróleo, causan invasiones, guerras y alzas tácticas de su precio que repercuten en productos de primera necesidad popular.
Los bancos viven del crédito usurario, rivalizan, ocultan sus cuentas, empujan al consumo, pero tropiezan con la morosidad y el impago, fruto del estímulo inyectado en la gente a vivir del crédito porque el salario nunca llega (hipotecas basura, por ejemplo).
La economía financiera y especuladora comporta jugadas bursátiles entre firmas rivales que tienen consecuencias terribles para empresas menores y sus puestos de trabajo.
En definitiva, quien paga las crisis de las que se nutre el capitalismo somos los trabajadores de todas clases y de todo el mundo. Y digo "se nutre" porque, superada la crisis, los más poderosos se han sacudido competidores, han acumulado más riqueza y han debilitado la fuerza y las exigencias sindicales.
Hasta la próxima crisis vivirán de la última. Y así hasta que alguien se plante y mande parar.
J. A. González Casanova
catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona.
En su intervención, el primer vicepresidente cubano, José Ramón Machado Ventura, fustigó a los países desarrollados por su responsabilidad en la actual crisis en los precios de los alimentos al imponer la liberalización comercial entre actores desiguales.
Además de recetas financieras de ajuste estructural, «provocaron la ruina de muchos pequeños productores en el Sur y convirtieron en importadores netos de alimentos a países que antes se autoabastecían», anotó Ventura al referirse a los países ricos.
El jefe de la delegación cubana a la cita de alto nivel, que comenzó este martes en la sede de la entidad de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO), remarcó que se puede enfrentar con éxito la crisis si se va a la raíz del problema.
Argumentó que estos flagelos no pueden ser erradicados con la adopción de medidas paliativas. «Tampoco con donativos simbólicos que, seamos honestos, no cubrirán las necesidades ni serán sostenibles»
Machado Ventura indicó que las naciones ricas cuentan sobradamente con los recursos para reconstruir e impulsar la producción agrícola del Sur. «Lo que se necesita es la voluntad política de sus gobiernos», acotó.
«Si los gastos militares de la OTAN en un año fueran reducidos en un 10 por ciento, se liberarían casi 100 mil millones de dólares, y si se condonara la deuda externa, los países del Sur dispondrían de 345 mil millones de dólares anuales», puntualizó.
Asimismo, recordó que se tendrían 130 mil millones de dólares adicionales cada año si el llamado Primer Mundo cumpliera con el compromiso de destinar el 0,7 por ciento de su Producto Interno Bruto a la Asistencia Oficial al Desarrollo.
El vicepresidente de la isla caribeña refirió, de otro lado, que hace 12 años en la propia sede de la FAO se estableció el objetivo de reducir el número de personas desnutridas a la mitad para el año 2015, lo cual ahora parecería una quimera.
«Los países No Alineados (NOAL) llamamos en la Cumbre de La Habana (2006) a establecer un mundo pacífico y próspero y un orden mundial justo y equitativo», precisó.
Machado Ventura destacó que por iniciativa de Cuba, el enunciado de que la alimentación es un derecho humano inalienable quedó confirmado desde 1997 por sucesivas resoluciones adoptadas en la antigua Comisión de Derechos Humanos, después Consejo.
Terminó su intervención citando palabras de Fidel Castro ante la Asamblea General de la ONU en octubre de 1979, que en su parte final sentenciaban:
«Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia»
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