| «« | »» |
La realidad de la guerra |
No cabe duda de que la guerra en Iraq es un asunto político tanto a nivel interno como internacional, y por eso es natural que gran parte de las discusiones en curso sobre la misma se centren en sus diversas ramificaciones políticas. Pero en esos acalorados debates sobre política, estrategia, financiación, etc., existe siempre el riesgo de perder de vista el más abrumadoramente importante aspecto del conflicto: sus efectos sobre los seres humanos que la están viviendo, el sufrimiento que causa a nuestro prójimo. La realidad de la guerra se graba en los cuerpos abrasando las angustiadas psiques de los individuos que la sufren. Eso es lo que es fundamentalmente la guerra, ahí es donde actualmente existe: en la sangre, en los huesos, en la sinapsis que conduce el fuego eléctrico de la conciencia humana.
Nos llega hasta casa, y con toda su fuerza, un nuevo informe desde Faluya la Guernica de la Guerra de Iraq. Dos de los grandes testigos de esta guerra Dahr Jamail y su colaborador Ali al-Fadhily presentan pruebas desoladoras de cómo el uso de armas químicas contra el pueblo de Faluya durante la brutal aniquilación de la ciudad en 2004 continúa produciendo hoy frutos horrendos:
Los bebés nacidos en Faluya están mostrando enfermedades y deformidades a una escala jamás vista antes, según declaran sus doctores y habitantes. Los nuevos casos, y la cifra de muertes entre los niños, han aumentado después de la utilización de “armamento especial” en las dos campañas de bombardeos masivos contra Faluya del año 2004.
Después de negarlo todo al principio, el Pentágono admitió en noviembre de 2005 que se había utilizado fósforo blanco, un arma incendiaria prohibida, un año antes en Faluya. Además, fue también allí, en esa ciudad, donde con toda generosidad se utilizó munición con uranio empobrecido (DU, en sus siglas en inglés), conteniendo residuos radioactivos de bajo nivel. El Pentágono admite, hasta el momento, haber usado 1.200 toneladas de DU en Iraq.
Muchos doctores creen que el DU es la causa del grave incremento de las enfermedades cancerígenas en Iraq, así como también entre los veteranos estadounidenses que sirvieron en la Guerra del Golfo de 1991 y en la actual ocupación.
“Vimos todos los colores del arco iris saliendo de los misiles y proyectiles estadounidenses que explotaban”, dijo a IPS Ali Sarhan, un profesor de 50 años que vivió los dos asedios estadounidenses de 2004. “Vi cuerpos reducidos a huesos carbonizados justo después de verse afectados por las bombas; más tarde supimos que era fósforo. Lo más preocupante es que muchas de nuestras mujeres han abortado y algunas han tenido bebés nacidos con malformaciones”.
“Tuve dos niños que presentaban daños cerebrales de nacimiento”, dijo a IPS Haifa Shukur. “Mi marido fue detenido por los estadounidenses en noviembre de 2004 y desde entonces he tenido que llevar yo sola a los niños a hospitales y clínicas privadas. Murieron. Gasté todos mis ahorros y tuve que pedir prestada una suma considerable de dinero”.
Shukur dijo a los doctores que hablaron con ella le dijeron que fue el uso de armamento prohibido lo que había causado los daños cerebrales de sus niños y sus consiguientes muertes, “pero ninguno de ellos tuvo valor para darme un informe por escrito”.
“Hay muchos bebés nacidos con malformaciones congénitas graves”, dijo un pediatra a IPS, hablando bajo anonimato. “Entre ellas, defectos del corazón, labio o paladar leporino, síndrome de Down y defectos en los miembros”.
El Hospital General de Faluya no estuvo dispuesto a facilitar estadísticas sobre los bebés nacidos con deformaciones, pero un doctor sí quiso hablar, bajo anonimato, por miedo a las represalias que podría enfrentar si aparecía criticando a la administración: “La exposición materna a las toxinas y material radioactivo puede provocar abortos espontáneos o hacer necesario que se provoque el aborto, partos de fetos muertos y malformaciones congénitas”, dijo el doctor a IPS. Ha habido muchos casos así y el gobierno “no ha hecho absolutamente nada para contener los daños u ofrecer ayuda de algún tipo al hospital. Estos casos necesitan de esfuerzos internacionales intensos que proporcionen las tecnologías más desarrolladas que aquí no vamos a tener ni en cien años”, añadió.
Ese es el destino actual en Faluya de los seres humanos. Detrás de todos los debates y comentarios, de las estupideces de los think tank, de las retóricas de campaña, de los estudios académicos y de los insulsos despotriques de las cabezas parlantes de televisión, esto es la guerra: una mujer joven deambulando a través de una ciudad en ruinas, llevando a sus niños destrozados y moribundos a hospitales que no disponen de nada, ni medicinas ni equipamiento. El destino de Haifa Shuker no es más que una continuación del ataque de 2004 sobre la ciudad, como apunté en su momento en una columna del Moscow Times:
“Uno de los primeros movimientos de toda esta espléndida fiesta de las armas fue la destrucción y captura de los centros médicos. Veinte doctores y sus pacientes, incluidos mujeres y niños fueron asesinados en un ataque aéreo contra una clínica importante, según informa el Servicio de Información de Naciones Unidas, mientras se asediaba el hospital principal de la ciudad en las primeras horas del ataque terrestre. ¿Por qué? Porque estos lugares de curación podría ser utilizados como “centros de propaganda”, según dijeron al New York Times especialistas en “información bélica”. A diferencia del primer ataque contra Faluya de la primavera pasada, parece ser que no hubo ninguna grabación indecorosa de niños destrozados deshaciéndose en sangre por dentro hasta morir en las camas del hospital. En esta ocasión excepto en un breve vídeo, mal montado y rápidamente enterrado de la NBC sobre el “único garbanzo negro” disparándole a un prisionero iraquí herido, toda la información visual fue rigurosamente eliminada.
“Por eso, mientras los estadounidenses se entretenían contemplando historias de rudos “Hombres Malboro” triunfando contra Satán, toda una tropa de ingenieros le cortaba el agua y la electricidad a la ciudad, un flagrante crimen de guerra bajo las Convenciones de Ginebra, como indica CounterPunch, pero que constituyó una práctica habitual a lo largo toda la ocupación. Ni las fotos de helicópteros de conbate abatiendo a tiros a civiles que intentaban escapar a través del río Eufrates incluida toda una familia de cinco miembros entraron en las noticias de televisión, a pesar del relato testimonial de un periodista de AP. Ni las tiernas sensibilidades estadounidenses se vieron expuestas a la visión de los proyectiles de fósforo bañando a los combatientes enemigos y a los civiles cercanos con inagotable fuego químico que literalmente les fundía la piel, según informes del Washington Post. Ni vieron cómo estallaba el feto en el cuerpo de Artica Salim cuando su casa fue bombardeada durante los ataques destinados a “debilitar la resistencia” que rugieron implacablemente y que pasaron desapercibidos en los días del cierre de la campaña presidencial de George Bush, según informó el Scotland Sunday Herald”.
Empecé aquel artículo de 2004 con una cita de Italo Calvino, que para mí representa una de las mejores recopilaciones del horror, y de la esperanza, de nuestra condición humana:
“El infierno… es lo que existe aquí ya, el infierno que habitamos cada día, el que formamos estando juntos. Hay dos formas de escapar de él. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y convertirse en parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y darle espacio”.
Según ha informado recientemente Sky News (Lisa Holland, Global Research), las familias de Faluya han solicitado una investigación independiente sobre el aumento registrado en el número de nacidos con deformidades. Hikmat Twefiq, vicepresidente del grupo de derechos humanos Alajiyar, con sede en Faluya, manifestó que su grupo había recogido alrededor de 200 casos de bebés nacidos deformidades y que se sabía que en el Hospital Infantil de Faluya se habían producido uno o dos casos diarios durante el pasado mes. También se cuenta con el testimonio de un oftalmólogo a cuya consulta llegan semanalmente cuatro o cinco casos de recién nacidos con deformidades en los ojos, y el aumento se había producido en los últimos dos años. Asimismo, el enterrador del cementerio de Faluya, Mahmoud Hummadi, declaró que estaba enterrando de cuatro a cinco recién nacidos cada día y que la mayoría presentaban malformaciones.
Recogiendo todas estas informaciones, en Londres, una de las autoridades médicas más importantes del mundo en medicina fetal, el Profesor Kypros Nicolaides, ha ofrecido enviar a tres de sus expertos en obstetricia a Faluya. Y también la posibilidad de que los doctores de Faluya se desplacen a Londres para efectuar estudios especializados y apoyarles en su trabajo cuando regresen a Faluya. El Profesor Nicolaides manifestó estar muy impresionado por la información recibida y que era imprescindible, para poder ayudar a las familias afectadas, identificar antes del nacimiento las malformaciones y documentar la extensión exacta del problema.
Etiquetas: conocimiento, memoria, multitud, politica, violencia.
Luego de negarlo, el Departamento (ministerio) de Defensa de Estados Unidos admitió en noviembre de 2005 que se había usado fósforo blanco, una sustancia incendiaria.
También se utilizaron en el bombardeo municiones reforzadas con uranio agotado. El Departamento de Defensa reconoció que desde la invasión en 2001 las fuerzas estadounidenses arrojaron en Iraq 1.200 toneladas de ese residuo nuclear de baja radiactividad.
Médicos consideran que el uranio agotado es la causa del gran aumento de la incidencia del cáncer en la población iraquí, así como entre veteranos estadounidenses que participaron en la Guerra del Golfo (1991) y en la actual ocupación.
"Vimos todos los colores del arco iris saliendo de los proyectiles y misiles estadounidenses que explotaban", recordó, en declaraciones a IPS, Ali Sarhan, un profesor de 50 años que presenció los dos bombardeos de 2004.
"Vi cuerpos reduciéndose a huesos y carbón enseguida de quedar expuestos a lo que después supimos que era fósforo", agregó. "Lo más preocupante es que muchas de nuestras mujeres perdieron sus bebés, y que algunos nacieron con deformaciones".
"Tuve dos hijos con daño cerebral desde el nacimiento", dijo a IPS Hayfa Shukur, de 28 años. "MI esposo está detenido a manos de los estadounidenses desde noviembre de 2004 y debí llevar a los niños sola por hospitales y clínicas privadas. Murieron. Gasté todos mis ahorros y pedí mucho dinero prestado".
Los médicos le dijeron a Shukur que las armas químicas fueron lo que causó el daño cerebral de sus hijos y sus muertes. "Pero nadie tuvo el coraje de darme un informe por escrito", se lamentó.
"Muchos bebés nacieron con grandes malformaciones congénitas", dijo a IPS un pediatra que solicitó reserva sobre su identidad. "Hay muchos con defectos cardiacos, paladar hendido o labio leporino, síndrome de Down y defectos en los miembros".
"Puedo decir que hubo muchos problemas de salud originados con la contaminación tóxica en Faluya luego de la masacre de 2004", agregó.
Muchos médicos se refieren a casos y patrones similares. Pero los indicios son anecdóticos, a falta de un estudio o de registros especiales.
El Hospital General de Faluya no está dispuesto a aportar estadísticas sobre deformaciones de bebés, pero otro médico que solicitó el anonimato por temor a represalias sostuvo que hubo muchos casos.
"La exposición materna a toxinas y a material radiactivo puede derivar en abortos, nacimientos prematuros y deformaciones congénitas. El gobierno no hizo nada para contener el daño ni ayudó al hospital", afirmó.
"Necesitamos esfuerzos internacionales intensivos, pues se requiere para la atención de los niños equipos de tecnología avanzada que, de otro modo, no tendremos en los próximos cien años", aseguró el médico.
El Comité Internacional de la Cruz Roja advirtió en marzo que faltaban suministros médicos en hospitales de Bagdad y Basora.
"Los hospitales ya gastaron sus insumos y solicitar más para poder atender el flujo de heridos. La falta de acceso al agua sigue siendo preocupante en ciertas áreas", sostuvo el Comité.
Un alto funcionario del Ministerio de Salud iraquí informó a la prensa en febrero que el sector está bajo "gran presión": muchos médicos asesinados, éxodo de profesionales, mala infraestructura y escasez de medicamentos.
"Sufrimos una gran escasez de todo. No tenemos suficientes médicos especialistas ni medicinas. La mayor parte del equipamiento es obsoleto", aseguró.
"Debemos tratar muchas lesiones de columna y de cabeza pero no tenemos especialistas ni medicamentos par hacerlo. Algo tan sencillo como el suero intravenoso no está disponible", dijo, y agregó que no se ha construido ningún nuevo hospital desde 1986.
El ministro de Salud, Salih Al-Hassnawi, advirtió en febrero que su cartera "sufre una guda escasez de medicinas".
Todo el presupuesto estatal de salud de este año se ha gastado ya en medicinas, equipamiento y ambulancias, lo cual insumió unos 22 dólares por ciudadano.
Pero aún es demasiado pronto para saber cuántos bebés sufrieron las consecuencias de la devastación de Faluya. Ese dinero sería demasiado poco como para satisfacer una demanda tan específica como la de los niños y niñas que crecen con deformaciones.
(Ali al-Fadhily, corresponsal en Bagdad, trabaja en estrecha colaboración con Dahr Jamail, experto de IPS en cuestiones de Iraq radicado en Estados Unidos, quien ha escrito con frecuencia desde ese país y desde otros de Medio Oriente)
Sin cobertura mediática independiente del asalto, los testimonios que comienzan a recogerse de refugiados o de habitantes cercados por los combates desmienten esta aseveración del designado gobierno Alawi. De una estimación provisional y no oficial efectuada por un miembro del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) de 800 civiles muertos se ha pasado a la más de 6.000 aportada por el portavoz del Creciente Rojo Iraquí, Muhammad al-Nuri, dada a conocer por un equipo de Naciones Unidas el pasado sábado, 27 de noviembre. La consideración de este organismo sanitario -el primero que logra entrar en Faluya- es que debe haber decenas, si no centenares de personas sepultadas aún bajo de los escombros de los edificios. Las escasas fotos tomadas durante el asalto muestran indudables civiles muertos en las calles, muchos de ellos menores y mujeres.
Hasta 400.000 refugiados
La estimación final del número de iraquíes muertos en Faluya depende además de que se establezca con certeza cuántos habitantes permanecieron en su interior durante el asalto, una cifra que oscila entre 30.000 y 100.000, pero que se basa en cálculos aproximados a partir de una población total de un cuarto de millón de habitantes, cifra probablemente inferior a la real, que según fuentes locales podrán ser del doble. El número de familias refugiadas en localidades próximas a Faluya se estimó inicialmente en 15.000. Sin embargo, un reciente cálculo de instancias gubernamentales iraquíes eleva la cifra de refugiados a 400.000. Apenas socorridos en Bagdad y localidades vecinas a Faluya, la situación de estos refugiados empeora de día en día, mientras crece su ansiedad por no poder retornar a la ciudad, aún cerrada militarmente.
Un oficial del Cuerpo de Marines, el teniente coronel Dan Wilson, ha afirmado que pasarán semanas antes de que los refugiados puedan retornar a Faluya: "Aún tenemos que registrar alrededor de 50.000 edificios en la ciudad". Este mando del Primer Cuerpo Expedicionario de Marines reconocía que "los insurgentes están retornando [al interior de Faluya] para hostigarnos". El lunes moría otro marine en un barrio de la capital supuestamente bajo control de los ocupantes.
Desde hace una semana, un repentino y casi completo silencio informativo parece pretender ocultar esta nueva fase del combate en Faluya.
Agresiones contra el personal sanitario
El corresponsal de The Nation ha informado del ataque y asalto por parte de los marines de centros de salud y hospitales de la ciudad, en uno de los cuales 35 pacientes resultaron muertos durante un bombardeo aéreo el 9 de noviembre contra un centro, según ha informado el doctor Sami al-Jumaili. El mismo medio recoge declaraciones del personal sanitario sobre el asalto y ocupación del Hospital Central de la ciudad que, situado en la margen de Eúfrates, se encuentra fuera de la ciudad y que fue ocupado por las tropas pese a las protestas de su equipo directivo. Su director, el doctor Rafe Chiad, ha denunciado que las tropas estadounidenses impidieron el acceso al mismo de equipos sanitarios desplazados hasta Faluya, así como la confiscación de todas sus ambulancias; las 173 camas del hospital permanecían vacías mientras los heridos morían en la calle sin posibilidad de recibir asistencia. Por su parte, Amnistía Internacional ha informado que al menos 20 trabajadores sanitarios han muerto durante la toma de la ciudad. Antes de iniciar el asalto, el Pentágono cortó el suministro de agua a la población.
El portavoz del Creciente Rojo Iraquí en Bagdad, Abdel Hamid Salim, ha indicado a la agencia IPS que ya cuando buena parte de Faluya se afirma está en manos de las tropas de EEUU, éstas no están permitiendo la entrada de sus convoyes con material sanitario y alimentos: "Aún hay intensos combates en Faluya", confirma Salim. La situación al comenzar el mes de diciembre no es muy distinta, pese a que el Creciente Rojo ha podido establecer un centro de atención ya en el interior de la ciudad. El doctor Ibrahim al-Kubaisi, interlocutor de la CEOSI en la iniciativa de ayuda sanitaria a la población de Faluya, ha informado a al-Jazeera de que fuerzas estadounidenses habían impedido la entrada en la ciudad de un convoy con ayuda humanitaria.
Según Albasrah.net de 25 de noviembre, el ministerio de Sanidad iraquí ha prohibido al personal de los hospitales y centros sanitarios de Bagdad que atiendan a heridos provenientes de Faluya "por razones de seguridad". Dhar Jamail, de Inter Press Service, recoge el 30 de noviembre en su crónica la "perplejidad" del personal sanitario de Bagdad por la nula atención que las autoridades sanitarias iraquíes están deparando a los residentes y refugiados de Faluya, y confirma la orden del ministerio de no proveer de apoyo sanitario a Faluya. El ministerio está bajo control de las organizaciones confesionales shí'ies, al-Dawa y el Congreso Supremo de la Revolución Islámica en Iraq.
Asesinatos de civiles y uso de gases y 'napalm'
Kim Sengupta, corresponsal en Bagdad de The Independent, recogía en su crónica del 24 de noviembre diversos testimonios de residentes de Faluya sobre asesinatos de civiles desarmados por parte de los marines, en algunos casos (por ejemplo, el de una familia completa de siete miembros, incluido un bebé de tres meses) reconocidos por los mandos militares estadounidenses, quienes han asegurado el pago de compensaciones.
Por su parte, vecinos del barrio de Julan han denunciado el uso de gas tóxico por parte de las fuerzas estadounidenses, describiendo ataques en área urbana con bombas que incluían pequeños artefactos que, como las bombas de fragmentación, se desperdigaban sobre sus cabezas dejando una cola de humo en su caída, formándose un hongo denso sobre la zona bombardeada. Está asimismo ya bien acreditado por diversos medios internacionales y declaraciones de vecinos y personal sanitario de la ciudad el uso por EEUU de una variante de napalm de fósforo blanco en el asalto a Faluya, ya apuntado en las primeras horas de asalto por la propia prensa estadounidense.
Mientras realizaban el reconocimiento en la localidad de Khayrkhana, a unos 55 kilómetros al este de Qala i Naw, la patrulla fue atacada con armas de fuego ligeras, seguramente de insurgentes, según ha destacado el Ministerio.
En el intercambio de disparos que se produjo, seis de los insurgentes resultaron muertos y otros seis heridos, que fueron detenidos junto con varios atacantes, mientras que algunos otros se dieron a la fuga.
Por parte española y de la policía afgana no hubo que lamentar daños personales ni materiales, según el Ministerio de Defensa.
La patrulla española avisó a la aviación de la ISAF (Fuerza Internacional de Seguridad y Asistencia), que se desplazó a la zona.
| «« | Inicio | »» |
