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La “crisis económica”: una gran estafa |
El desarrollo de la economía mundial, también la española, muestra que el modo de producción capitalista basado en el crecimiento por el crecimiento, no persigue la satisfacción de las necesidades sociales y humanas, sino exclusivamente la búsqueda de la rentabilidad y el beneficio del empresariado.
Este crecimiento, sin fines sociales, representa el rasgo característico y a la vez más criminal y violento del capitalismo: la precarización más absoluta del mercado laboral, la condena al paro, a la pobreza y al hambre a millones de personas (hambrunas en más de 40 países por el simple hecho de la especulación con los alimentos básicos o la energía).
En los países ricos, no existen límites políticos, éticos o sociales ni para los gobiernos ni para los organismos que han creado para dirigir el mundo (FMI, FAO, BM, Comisión Europea, OMC, etc.). La única libertad que existe es la libertad del capital. En base a esta libertad, provocan las crisis económicas cómo, cuándo y dónde les interesa, llevándose por delante las ilusiones, las energías o la vida de las personas.
Desde CGT pensamos que las crisis económicas no suceden al azar o sin motivos, sino que responden a criterios y estrategias calculadas para continuar con la especulación, la explotación, el expolio o la esquilmación de los recursos naturales y de la clase trabajadora.
En CGT, entendemos que los trabajadores y trabajadoras no somos los responsables, no compartimos y menos asumimos que la crisis económica actual, la tengamos que pagar los de siempre: la clase trabajadora y la ciudadanía, resignándonos “impávidos” a la gran mentira y gran estafa que supone esta economía de mercado, ahora globalizada.
Pasadas las elecciones políticas, en el estado español, la crisis aparece con toda su crudeza, tras un ciclo económico basado fundamentalmente en el crecimiento especulativo del ladrillo y los servicios, una sobreexplotación de la mano de obra, tanto española como inmigrante, un sistema de relaciones laborales donde los derechos de los trabajadores han sido anulados por la libertad de circulación de los capitales sin trabas ni límites, sin un estatuto protector del trabajo y unos sistemas públicos que, desde la vivienda hasta la sanidad pasando por la educación, la energía y el transporte, han sido entregados al “libre mercado y la libre competencia”.
Los datos españoles de la crisis representan los peores indicadores sociales de toda la Unión Europea:
Casi un tercio de los hogares españoles son mileuristas, es decir, cerca de 5 millones de hogares (hogar = 2,1 personas).
Las diferencias entre la población más rica y la más pobre se incrementa de forma alarmante. Los hogares con unos ingresos superiores a los 35.000 euros anuales han aumentado su peso hasta 16,9% mientras que aquellos hogares con menos de 14.000 euros representan el 34,7% .
La población española que es considerada como pobre, se sitúa en el 20%, mientras en la UE-15, este porcentaje se situaba en el 16%. Esto se aprecia muy bien en la falta de equidad y justicia en el reparto de la riqueza.
Los bajos salarios y la alta precariedad en el empleo, explican en gran medida que la población de rentas bajas (hogares con rentas inferiores a 14.000 euros) haya aumentado a un ritmo superior, el 5,4%, que el tramo de población de rentas medias (hogares con ingresos entre 14.000 y 35.000 euros anuales), que lo hizo solo en un 3%.
El índice de paro no deja de crecer, así como la inflación, las hipotecas, la energía, el IPC…
Para CGT los responsables de la crisis son quienes deben asumir sus responsabilidades y los costes, concretamente, el empresariado, las multinacionales, el capital financiero y los gobiernos e instituciones que legislan y dan “cobertura democrática” a esta gran mentira y gran estafa social.
CGT llamará a la movilización para impedir que nuevas reformas laborales, nuevos recortes en los salarios, en las pensiones, en las prestaciones sociales o los servicios públicos sean quienes paguen una vez más el desastre que representa el modelo capitalista. La auténtica crisis es la crisis del modelo de mercado libre que impide una sociedad basada en la solidaridad entre las personas, la cooperación, la libertad y la justicia social.
Etiquetas: conocimiento, medios, mentiras, monopolios, multitud, politica.
No obstante, el país dispone hoy de activos inimaginables en el pasado. Uno de ellos es un sector público con uno de los endeudamientos más reducidos de Occidente (33% del PIB) y, por tanto, con una gran capacidad de actuación, a diferencia de 1992, cuando el déficit y la deuda se situaban en el 3% y el 55% del PIB, respectivamente. El euro, no obstante su apreciación, es otro factor de confianza y estabilidad en las actuales turbulencias financieras y energéticas. También la experiencia de 1992/1994 es ilustrativa: ¿dónde estaría la peseta hoy con un petróleo a 135 dólares/barril? Y ¿dónde los tipos de interés? Sin crisis energética, entonces la peseta fue devaluada varias veces y los tipos de interés del Banco de España se situaron en el entorno del 10% y los hipotecarios más allá del 15%. En tercer lugar, el empleo supera hoy los 20 millones, una cifra que contrasta con los escasamente 13 millones de 1992. Ese elevado volumen de empleo es garantía de continuidad en la demanda interna. Como lo es, finalmente, un crecimiento poblacional que es de los más elevados de Europa, y que refuerza el suelo sobre el que asentar la frenada del consumo.
A pesar de esas fortalezas, en el inmediato futuro ha de continuar el ajuste inmobiliario. Y, probablemente, deberá extenderse más allá de 2009, hasta recuperar un volumen de viviendas en el entorno de las 300.000/400.000, que es el que el país puede razonablemente absorber. Esta reconversión implica, también, reducir el peso del empleo en construcción a valores sostenibles en el medio plazo. Además, hay que esperar una elevación de la tasa de paro que, no obstante, no debería ser sustantiva, dado que dos terceras partes de los nuevos activos en los últimos años procedían de la inmigración. Así, parte del ajuste del mercado de trabajo se desplazará al exterior, en forma de menores entradas de inmigración. No obstante, los próximos ejercicios no vamos a contemplar aumentos relevantes de ocupación, por su inevitable destrucción en la construcción. Finalmente, un crecimiento del PIB en el entorno del 2% para 2008 y del 1,5%-1,6% para 2009, con un consumo a la baja y una demanda residencial todavía muy debilitada, aparecen hoy como el escenario más probable para los próximos trimestres.
En el corto plazo, España dispone de capacidad suficiente para afrontar la desaceleración actual, de forma que el ajuste inmobiliario y el resto de choques que sufrimos no nos conduzca a una recesión. No obstante, para más allá de 2010, hay que tomar conciencia que la década prodigiosa finalizó, y que el país debe ajustar su gasto a sus ingresos. Y dado que se necesitarán algunos años para que los hogares sitúen su nivel de deuda en valores razonables, se vislumbra, también, una nueva década menos expansiva. La fiesta del consumo, y la de la construcción residencial, finalmente terminó. Y los lemas básicos de ese nuevo futuro que nos aguarda serán productividad, competitividad, ahorro, inversión productiva y exportación. Cuanto antes lo comprendamos, mejor para todos.
Josep Oliver Alonso. catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona y director de estudios de Caixa Catalunya.
Metadona y temeridad, por lo tanto, son un cóctel explosivo que en ocasiones caminan de la mano, lo cual es especialmente preocupante cuando los protagonistas de la historia son las sociedades. En el caso español, sin necesidad de irse más lejos, la metadona ha corrido por las venas de los ciudadanos en los últimos años en forma de consumo, lo cual ha permitido crear un efecto riqueza verdaderamente deslumbrante. El consumo de los hogares -alentado por los poderes públicos con continuas bajadas de la carga fiscal y en un contexto macroeconómico extraordinariamente favorable- ha sido el motor del crecimiento desde 1996, lo que explica que la economía española se haya salido literalmente del mapa para sorpresa de propios y extraños. Incluso para el enojo de los anglosajones, que nunca han sido capaces de entender por qué España ha crecido tanto, probablemente porque desconocen la falta de templanza de los españoles, como se ha puesto de manifiesto a lo largo de nuestra azarosa historia.
Cebar la bomba de la demanda
Keynes hubiera dicho que en los años de euforia las autoridades económicas se dedicaron a cebar la bomba de la gasolina al margen de cualquier racionalidad económica, lo que se ha traducido en un descomunal déficit de la balanza de pagos equivalente a unos 100.000 millones de euros al año. La cifra es verdaderamente espectacular y explica en buena medida los problemas actuales.
Un dato extraído del último informe anual de la Organización Mundial de Comercio, y que suele pasar desapercibido para nuestras autoridades económicas, indica la naturaleza del problema y la fuente de nuestros males.
En el ranking de países exportadores del planeta, España aparece en el puesto número 18, por detrás de naciones como Bélgica o Holanda. Como se ve, muy por detrás de su peso en el concierto económico mundial: la octava potencia en términos nominales y la undécima si el análisis se hace en términos de poder de compra, lo cual, dicho sea de paso, es mucho más razonable.
Pues bien, si nos vamos a la rúbrica de los mayores importadores de la tierra, resulta que la piel de toro se sitúa en el puesto número 12, lo que explica el enorme déficit comercial de España. Dicho en otros términos, las ventas españolas al exterior apenas suponen el 1,7% del comercio mundial, mientras que las compras representan el 2,5% del total. Aquí está el problema. España, como país, ha creado empleo en Francia, Alemania o Italia (nuestros principales socios comerciales) gracias su capacidad de gasto, toda vez que los industriales nacionales no han sido capaces de atender la demanda nacional de bienes y servicios. El resultado, como no podía ser de otra manera, es un imparable déficit comercial que crece, incluso, cuando la actividad se ralentiza de forma cada vez más acelerada, algo verdaderamente sorprendente.
Mientras el consumo ha tirado, todo el mundo ha sido feliz. Hubo, incluso, un ministro que dijo que si los españoles compraban pisos que subían cada año un 25%, es que tenían dinero para ello. Todo un lumbreras. Esa política económica continuada en el tiempo ha hecho creer a muchos españoles que con solo acudir al banco, uno se podía comprar una vivienda de segunda mano o un todoterreno de importación, convencidos de que los activos inmobiliarios se iban a revalorizar ad infinitum.
Como era de esperar, tanta metadona no podía ser buena, y eso explica que el enfermo ande ahora por medio mundo mendigando dinero. Hay cajas de ahorros que, incluso, han tenido que pedir prestado a un tipo de interés del euribor más 1,25 puntos, probablemente para poder cubrir determinados coeficientes de solvencia.
Sin metadona no hay nada que hacer. Y ese es el problema. La falta de templanza supongo que va en el ADN de nuestras autoridades económicas, que hasta hace cuatro días sacaban pecho por lo mucho que consumían los españoles. Lo malo es que se han hartado y ahora hay que pagar los excesos.
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