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El inminente nuevo canon digital |
El gravamen que se aplicará sobre los productos electrónicos capaces de almacenar información digitalizada recaudará para las entidades de gestión de derechos más de 100 millones de euros anuales.
Los ministerios de Industria y Cultura ultiman la aprobación y publicación de la orden ministerial conjunta que pondrá en vigor el canon digital, el gravamen que se cargará –para compensar a los autores por las pérdidas que genera la copia privada– sobre todo tipo de soportes electrónicos capaces de almacenar información digitalizada, como discos duros, MP3 o incluso teléfonos móviles.
El canon fue una de las medidas más polémicas emprendidas por el Gobierno en la pasada legislatura. Las fuentes consultadas por EXPANSIÓN estiman que la publicación de la orden ministerial que contiene el cuadro de tarifas del nuevo canon verá la luz en los próximos días, incluso esta misma semana. En los últimos días, el Gobierno viene ofreciendo pistas sobre la inminencia del canon. En su intervención ante el Congreso de los Diputados de la pasada semana, Francisco Ros, Secretario de Estado de Telecomunicaciones del Ministerio de Industria, desveló que la aprobación del canon tendría lugar en los “próximos días”.
Mal momento económico
La entrada en vigor del canon que encarecerá una gran variedad de productos electrónicos e informáticos de gran consumo, se producen en un mal momento económico, mucho peor que en diciembre pasado. La inflación está desbocada con una tasa interanual del 4,6% hasta mayo, la más alta desde 1995. Además, la subida de las hipotecas está frenando el consumo, como se refleja en la caída de las ventas de productos como los automóviles, con una caída acumulada hasta mayo del 24%.
La publicación de la orden ministerial que fija las tarifas del gravamen acumula un retraso no explicado de, al menos, seis meses desde que en diciembre de 2007 se anunció la tabla con el canon para cada tipo de producto. Parecía que su publicación en el BOE sería inminente, pero la cercanía de las elecciones de marzo y el hecho de que el PP lo convirtiese en un objeto de confrontación electoral –la platarorma Todoscontraelcanon.com recogió 1,5 millones de firmas–, aconsejaron al Gobierno posponer su aprobación hasta después de las elecciones generales del 9 de marzo.
Pero el retraso real es muy superior, puesto que, desde diciembre de 2006, momento en que fracasó la negociación entre las entidades gestoras de derechos y la industria tecnológica, la responsabilidad de la fijación de las tarifas estaba en manos del Ejecutivo, donde el Ministerio de Industria y el de Cultura, defendían, respectivamente, los intereses de las empresas electrónicas y de los autores. A pesar de que el nuevo canon digital ampliaba sustancialmente el catálogo de soportes y equipos gravados, muchas de las tarifas se redujeron respecto a su equivalente analógico (un 22,7% en los CD, un 26,6% en los DVD-R o un 48,5% en las grabadoras de CD y DVD).
Al final, la recaudación total del canon oscilará, si se mantienen las tarifas anunciadas en diciembre, entre los 105 y los 115 millones de euros, es decir, una cifra sólo ligeramente superior a lo que se recaudaba con la anterior configuración del gravamen, 93 millones en 2005 y unos 100 millones en 2006.
Respecto al retraso de tres meses tras las elecciones generales, algunos lo atribuyen a presiones de la Sociedad General de Autores (SGAE), por un lado, y de Sogecable, la filial de Prisa, por otro. Según esta tesis la SGAE pretende mejorar el sistema de revisión anual de las cantidades que gravan a los distintos soportes para que no peligren sus ingresos. Por su parte, las presiones de Sogecable irían destinadas a lograr que quedasen exentos del canon los nuevos descodificadores con sistema de grabación de Canal+, o al menos, que no se les aplique el canon con plena retroactividad.
Etiquetas: conocimiento, memoria, mentiras, monopolios, multitud, politica.
Nuncha hasta ahora la inflación había alcanzado estas cotas desde que en 1997 comenzaran a publicarse las estadísticas correspondientes a la zona euro.
Estas cifras aclaran aún más las previsiones de una subida de tipos por parte del Banco Central Europeo en su próxima reunión, programada para el día 3 de julio. En la anterior cita, su presidente, Jean Claude Trichet, ya se encargó de avisar al mercado de un posible incremento de los tipos para combatir las tensiones inflacionistas.
A medida que en las últimas semanas se ha afianzado la idea de una subida de tipos, la rentabilidad de los bonos europeos ha ido ampliando sus máximos anuales. Esta mañana el yield del bono europeo a diez años ascendía hasta el 4,64%, sus máximos de los últimos 11 meses.
El incremento récord de las presiones inflacionistas ha contribuido además a la sucesión de máximos históricos en el euribor, el indicador de referencia para las hipotecas, por encima del 5,4%
"El presidente José Luis Rodríguez Zapatero es uno de esos políticos de quienes en circunstancias difíciles nunca cabe esperar que diga la verdad. Sumido en un permanente ejercicio de marketing, incluso en el gesto de sus intervenciones es dado apreciar la voluntad de transmitir un mensaje favorable para la evaluación de su política, con independencia de cuál sea el dictamen emitido desde la realidad. Era estupendo verle el miércoles en el debate del Senado sobre la situación económica con el apocalíptico Pío García Escudero por antagonista. A efectos de mostrar el papel de motor de la economía asumido por su Gobierno, Zapatero impulsaba una y otra vez su cuerpo rítmicamente hacia delante conforme iba desgranando una a una la relación de las principales medidas adoptadas. El espectador tenía ante sí, no la explicación de un político riguroso, sino la interpretación propia de un buen actor de teatro. El análisis de la peligrosa situación estaba para él de más. Entrar en ese resbaladizo terreno suponía abordar el tema de las causas de la crisis, y consecuentemente de las responsabilidades gubernamentales al ignorar los riesgos derivados del crecimiento espectacular pero asentado sobre supuestos muy frágiles a medio plazo, el famoso "ladrillo", sobre el cual había de incidir la subida en flecha de los precios de los hidrocarburos.
Claro que había que ganar las elecciones, y para alcanzar esa meta fue necesario, no mentir, ya que en los argumentos utilizados había tanto una base de verdad como una envoltura de silencios deliberados, sino engañar, es decir, informar únicamente de aquello que podía transmitir a la opinión pública una impresión de optimismo. Lo que personalmente me extraña es el papel desempeñado por Pedro Solbes en todo este asunto. Desde que hace ya muchos años le conocí, yo como joven ayudante en la Facultad de Ciencias Políticas y él como estudiante a marchas forzadas, me transmitió una impresión muy favorable, pues al espíritu de trabajo se unía en él la exigencia de seriedad y de rigor. Tales valores han seguido inspirando su labor al frente de la economía española, con un excelente eco en la opinión pública. Ejemplo: el efecto de su victoria en el debate televisado con el popular Pizarro. Luego, para sorpresa de quienes le estimaban, Solbes ha asumido sin pestañear ese término-pantalla de la desaceleración, cuyo efecto ha sido ocultar a los españoles que nos encontrábamos ante una recesión susceptible de convertirse en crisis duradera, para abordar la cual no bastaba la utilización de los restos de la herencia procedente de un periodo de crecimiento. Y atendiendo al mandato del presidente, empeñado aún hoy en seguir encerrado con su juguete de la desaceleración, ahora "fuerte", olvidó el deber de plantear abiertamente la verdadera situación ante el Gobierno, las instituciones y la opinión pública. Una debilidad ya observada en los tiempos de su disgusto ante las consecuencias del Estatut. Consecuencia para todos: como en el viejo filme de Humphrey Bogart, Más dura será la caída.
En pocas palabras, el uso abusivo del eufemismo no ha resultado inocuo, y ello puede apreciarse en la insistencia gubernamental en responder a la depresión con medidas parciales a costa del superávit para ir sofocando los focos de descontento. El Gobierno se encuentra literalmente a verlas venir, con la circunstancia agravante de que los afectados sí sienten el engaño a pesar de lo que se les cuente desde los medios oficiales u oficiosos, cargando siempre la responsabilidad sobre las variables externas. De ahí la peligrosa forma de estallidos violentos que comienzan a asumir sus manifestaciones de protesta.
Nada hay más irritante para un asalariado o autónomo que sufrir un empeoramiento súbito de la propia condición económica, mientras contempla el discurso triunfalista de las autoridades y percibe que si hay medidas de alivio, éstas siguen siempre a la declaración de un conflicto grave. Es una invitación a la violencia. La "contundencia", esto es, la mano dura, con las porras y las detenciones, apoyada en unos curiosos medios pro-socialistas que claman por la restauración a toda costa del orden, puede servir por una vez, pero también es susceptible de desencadenar un efecto bumerán. Del mismo modo que el agua de mayo salvó in extremis al Gobierno de su pésimo tratamiento de la solidaridad interterritorial, el camionero quemado por un incendiario criminal le permitió superar la muerte del piquete y legitimar el paso a la intervención policial pura y dura. Pero no siempre volverá a tener esa suerte. Más vale tomar la senda del rigor en el tratamiento de la crisis, dejando atrás el siniestro regalito caciquil de los 400 euros, y previendo los impactos diferenciales de la crisis para atender a los sectores más gravemente afectados".
No hay laicismo; siguen el dogma y la intolerancia que ahora adoptan la forma de "fundamentalismo": el eufemismo que los disimula; apenas existe el sentimiento religioso íntimo, ese sentimiento ha de manifestarse públicamente para existir, y contamina, de buen grado o a la fuerza, la psicología y el espíritu públicos; sigue el crucifijo talibán en los despachos oficiales; los curas vestidos de seda no son diferentes de los mulás islamistas que no se pierde ocasión de denigrarse por aquí; se encarcela por prácticas abortivas; las mafias policiales proliferan; el caciquismo impera; sólo disfrutan de la eutanasia los del entorno sanitario y amiguetes; se matan entre sí hombres y mujeres sólo por serlo; reinan la monarquía reinstaurada y los monarcas que medran a su vera; es peligroso hablar de república y de independencia; nadie sabe todavía cómo y qué se debe enseñar desde primaria; un tercio de la población está, o lo parece, literalmente drogada...
¿Creen ustedes que todo esto nos da derecho a tenernos por un país adelantado, progresista, moderno e inteligente? ¿Creen ustedes que dar vueltas y más vueltas a esos asuntos domésticos porque están pendientes de solución tras tantas décadas desde que se implantó la democracia, eleva el espíritu y las circunvalaciones cerebrales de los hispanos hasta hacerles creer que son mejores que nadie y no están a la cola del discurrir? ¿Creen que cebarse en asuntos primarios que el resto de sociedades europeas tienen zanjados y sepultados desde hace siglos, nos confiere otro título que no sea el de “uno de los más atrasados”?
Pues yo creo que para situarnos al nivel discursivo (al menos desde el punto de vista periodístico, que es en el ámbito en que conocemos lo que pasa) del último del resto de los países europeos, aún tiene que pasar otro siglo. Y para entonces no creo que lo vea, pues me sospecho que ya no estaré aquí para que, mirando atrás sin ira, se me dé la razón sobre lo que acabo de decir.
¿Qué he descrito un panorama desolador y deprimente? Puede ser. No cantéis victoria sobre mí. Porque no en vano España es uno de los países con más alta tasa de suicidios de Europa. El índice de suicidios está ligeramente por encima de Inglaterra: 8 por cada cien mil habitantes. Mientras, en su conjunto, los países musulmanes el índice es apenas decimal. España –vuelvo a repetirlo: la que decide y opina, no la otra- es diferente y me revuelve el estómago.
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