Los poderosos del mundo se aferran a su credo neoliberal cuando se trata de la crisis alimentaria. Sólo hacen excepciones cuando lo que se toca es su propio bolsillo.
Hay crisis mundial y ante la subida alarmante de los precios de los alimentos “no pensamos hacer nada, confiamos en la autorregulación de los mercados”, declaraciones del director gerente de operaciones del Banco Mundial, Juan José Daboud.
Después de estas meridianamente claras declaraciones, ni siquiera han llegado a un acuerdo en la cumbre de la FAO en Roma para intentar maquillarlas. La situación es tal, que no han podido prometer, como otras veces, esos tramposos créditos para los países, a los que dicen ayudar. Y son tramposos, porque las ayudas y los préstamos se conceden a cambio de pagar unos enormes intereses, acordar privatizaciones de empresas y servicios públicos y de hacer buenos negocios conjuntos con los recursos del país, profundizando la situación de recolonización económica. Claro, buenos negocios para los gobernantes corruptos, las empresas de los países imperialistas, y porque no, también las ONGs.
La política es clara, no intervengamos en los mercados de alimentos, confiemos en el sistema. Pero la fe ciega en los mecanismos del mercado es solo para los domingos, no siempre sirve. Es fácil confiar en la autorregulación de los mercados cuando de lo que se trata es de gente pobre que se muere de hambre, sin embargo, es más difícil confiar en el mercado cuando están en juego las grandes fortunas mundiales. Si no, pregúntenle a Gordon Brown o a Bush. Los gobiernos más poderosos del mundo no han confiado en que el mercado financiero se autorregule. Han salvado de la quiebra a varios bancos con millones de dólares de las arcas públicas. Es el caso del Northern Rock británico o el Bear Sterns estadounidense. Ante esta supuesta contradicción nos preguntamos ¿Por que no confiaron estos gobiernos también en este caso, en la autorregulación de los mercados? ¿Por qué intervinieron para salvar a estos grandes bancos de la quiebra? ¿No es la quiebra de empresas un mecanismo del sistema capitalista para llegar a ese supuesto “punto de equilibrio”? ¿En este caso, no nos sirven las teorías neoliberales del señor Friedman?
De forma que, ante una crisis mundial, para la que no tienen respuesta, hacen declaraciones de confianza en la autorregulación de los mercados. No tienen otra cosa a la que agarrarse que su catecismo neoliberal. Teorías que sólo se sostienen en el papel, bajo un ficticio sistema de curvas que mágicamente tienden al equilibrio. Mientras, en la realidad, intervienen los mercados cuando les interesa. Cuanto más proclaman sus bonitas teorías curvilíneas, más se destapa el hecho de que no tienen recetas para solventar la crisis. Hasta el FMI ha admitido públicamente que la política monetaria tradicional de inyecciones crediticias y manipulaciones de tipos no da más de sí.
Aquí en el estado español, nuestros sabios gobernantes tienen una fabulosa teoría, podíamos llamarla “teoría de lo que no se habla no existe” o con el nombre técnico “la teoría de las mentirijillas”. La teoría consiste en que los empresarios y la población no crean que estamos en crisis y así no habrá crisis ¿Qué les parece? fácil ¿no? lo decimos una vez y otra, no hay crisis, no hay crisis, ahora repítanlo conmigo: no hay crisis. El señor Rodríguez Zapatero es experto en esta teoría y en evitar declaraciones sobre la situación económica. Su nuevo lema, antes hablamos de los cocineros y de la Eurocopa que de la crisis. Es mejor que el tuerto mayor del reino, en el que todos confían, sobre todo los empresarios, use sus fórmulas mágicas ya conocidas y tranquilice a la población.
Si no fuese por las trágicas consecuencias que tienen sus decisiones, sobre todo para los trabajadores, sería bastante cómico. Desgraciadamente la realidad es testaruda y esta crisis no la resuelven ni con bajadas de impuestos, ni de tipos de interés, ni con inyecciones de liquidez, ni con subvenciones millonarias a los empresarios, ni con mayor regulación de los mercados, ni siquiera salvando a los grandes bancos de la quiebra. Esta crisis, como todas en el capitalismo, viene de la caída de la tasa de ganancia, y en este caso, con el agravante de que el mercado financiero condiciona la economía real o productiva.
Este mayor peso del mercado financiero viene ya de largo. La esperanza durante un tiempo, fueron las “empresas .com”, pero la nueva tecnología no consiguió incrementar la tasa de ganancia y la burbuja les acabó estallando en las narices. Desde entonces el crecimiento ha sido puramente especulativo, la expectativa de ganancias no se corresponde con el aumento real de la tasa de ganancia. Es, en este momento cuando se hunden las bolsas, se comprueba que detrás del dinero invertido no hay la rentabilidad esperada.
¿Qué pasa actualmente en el mercado financiero? Después del escarmiento de las hipotecas subprime, la búsqueda de la máxima rentabilidad está llevando a invertir en el mercado de los alimentos, entre ellos los cereales, el arroz y todos los susceptibles de usar como biocombustible*.
Esto, y no la escasez de alimentos o el incremento del consumo de China o la India, es lo que está generando la alarmante subida de los precios de los alimentos.
Cabe preguntarse, según las teorías neoliberales de autorregulación de los mercados ¿la supuesta tendencia al equilibrio se producirá cuando los señores inversores decidan abandonar estos mercados porque no cumplen sus expectativas de beneficios o cuando una gran parte de la población muera de hambre y no demande alimentos?
La realidad desafía las supersticiones neoliberales. La especulación, la concentración de capitales y el propio funcionamiento del sistema capitalista no tiene medios de autorregulación, sólo de causar desastres humanos y naturales. Las crisis económicas son intrínsecas al sistema capitalista y cuando aparecen devastan media humanidad, provocan guerras y hambrunas.
A estas alturas parece de Perogrullo decir que para acabar con las crisis, las hambrunas y las guerras es necesario acabar con el sistema capitalista. Sin embargo no nos podemos cansar de repetirlo, hay que acabar con este maldito sistema que esclaviza y mata de hambre a la humanidad.
Inmaculada Ledesma
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