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Érase una vez un cuento económico

A punto de empezar la nueva legislatura, en algo que se ha convertido en asunto de Estado ya están de acuerdo los dos grandes partidos políticos: en la economía. Al margen de matices sobre las décimas de fiebre que tiene el enfermo, José Luis Rodríguez Zapatero admitió por fin en su discurso de investidura lo que el acorralado Rajoy le había reiterado durante la campaña. Que estamos en crisis y que los datos no mienten.

Teniendo en cuenta la debilidad del rival, Zapatero tuvo la habilidad de maquillar, con la ayuda del independiente Banco de España, las cifras para convencer a la plebe y asegurarse cuatro años más de mandato en la Moncloa. Pero, apenas un mes después de los comicios, el político leonés se ha rendido ya a la evidencia de los números, que no admiten debate.

Zapatero ha pasado de decir “que el horizonte económico de España es positivo” porque la industria y los servicios muestran cifras alentadoras de inversión que compensarán la normalización (suponemos que quería decir catástrofe) del sector constructor, a contarnos ahora que vienen dos años duros, de los que hacen mella en el bolsillo del consumidor y en las cuentas del Estado ante el alargamiento de la cola del INEM.

El que va a ser nuevo presidente del Gobierno nos decía hasta hace cuatro días, en esa bonita foto al lado de un Emilio Botín en tirantes, que la inflación descendería a partir de marzo, que el Euribor comenzaría a bajar este mismo año y que se comprometía a cumplir la utopía del pleno empleo en su nueva legislatura.

Teniendo en cuenta que como pitoniso pasaría hambre, esperemos que las medidas de emergencia que propuso ayer para reactivar la economía den su fruto en un plazo razonable y a ser posible sin hipotecar el futuro de años venideros. Es decir, que Zapatero no dilapide el supervávit que tantos años nos ha costado conseguir para contentar al pueblo con medidas puramente electoralistas y que no solucionan el problema de fondo.

No es que Zapatero lo haya hecho todo mal. No. Hay asuntos como el de las pensiones y el salario mínimo interprofesional, entre otros, que han beneficiado a una gran mayoría de españoles. Pero con regalar la guardería, el dentista, 400 euros –no dan ni para pipas- y prometer rebajas fiscales y en los gastos de las hipotecas cuesta creer que se arreglará una crisis estructural.

Zapatero, como a Laporta, otro culé al que le ha dado otro ataque de sinceridad en cuanto ha visto que amenaza tormenta, es consciente que repetir el éxito electoral depende de saber gestionar lo que él llamaba “suave desaceleración” a la espera de que al otro lado haya un contrincante que le pueda apretar las tuercas como Dios manda.

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  Anónimo

miércoles, 09 abril, 2008  

  Anónimo

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  Anónimo

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