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Berlusconi hasta 2020 |
Los italianos no sólo no están hartos del show de Silvio Berlusconi sino que lo quieren en el poder por bastante tiempo más, ya que ahora tendrá cinco años tranquilos de gobierno y luego se le abrirán las puertas para ascender al cielo santificado como presidente de la República, cargo en el que permanecerá hasta el lejanísimo 2020. No son pocos los analistas políticos italianos que están preocupados por las reelecciones de presidentes en América Latina (y arremeten todos los días contra Hugo Chávez), pero acaso es tiempo de que alguien desde afuera analizara el caso Berlusconi y propusiera sanciones a algún organismo internacional, ya que los italianos resultaron incapaces de liberarse del flautista de Hamelin y sus chistes groseros, su plata sin límites, sus bailarinas, sus corruptos y sus corruptores. En total, Berlusconi habrá dominado por un total de 26 años la escena política del país, cuatro más que Benito Mussolini.
En un país que históricamente no suele producir mayorías parlamentarias anchas ni estables, el triunfo de Berlusconi fue de los más amplios de la historia nacional. Su coalición, formada por sólo dos partidos, el suyo y la Liga Norte, obtuvo en la Cámara de diputados el 46,6 por ciento de los votos, mientras el Partido Democrático (aliado con el del juez Antonio di Pietro) llegó al 37,5. En escaños sumaron 344 y 246, respectivamente. También en el Senado de la República, donde había dudas, Berlusconi arrasó. Excepto en el corazón rojo de Italia, triunfó en el norte con ventajas siderales y ganó largamente en regiones importantes donde aún gobierna la izquierda, como Lazio, Campania y Apulia. Si Romano Prodi había resistido un año y ocho meses con una mayoría de 158 senadores contra 157, hoy Berlusconi tendrá 174 contra 132 del pd. Todo se le hará fácil a este político, que no es realmente liberal ni realmente conservador y que tiene como único proyecto proteger sus grupos de interés. También la tendrá fácil la Liga Norte, que presentó un programa muy claro de destrucción del Estado de bienestar basado en reducir drásticamente los impuestos, en un federalismo fiscal para que las zonas ricas no contribuyan más al tesoro nacional, y en la mano dura contra la inmigración.
UN PARLAMENTO SIN IZQUIERDA.
Si el triunfo de Berlusconi era probable, aunque nadie había previsto su amplitud, no había quien arriesgara que la izquierda quedara fuera del parlamento. De los 39 partidos presentes en el parlamento anterior, sólo sobrevivirán cinco: los cuatro coligados en los dos grupos mayores y los neodemocristianos de la udc, que superan el 5 por ciento. La coalición Izquierda Arcoiris, que reunía cuatro partidos que en 2006 sumaron más del 10 por ciento de los votos, a duras penas llegó al 3. El porqué de una derrota tan desastrosa es todavía difícil de establecer. La dirigencia del Partido de la Refundación Comunista (prc), que presentaba como candidato a primer ministro a un viejo y desgastado Fausto Bertinotti, todavía no se ha hecho siquiera una autocrítica. El prc apuntó todas sus fichas a la superación de la “forma partido” por una suerte de movimiento social amorfo y con escasa o ninguna relación con el territorio ni con los tradicionales lugares de agregación de la izquierda. El resultado fue la liquidación de la identidad (comunista en este caso), sustituida por una genérica referencia a la paz, que sola no conforma un proyecto de cambio social ni capta votos. Además, en un país estancado y que necesita a la izquierda para la resolución de problemas muy concretos, la percepción de la opinión pública ha sido que el aporte de este sector se limitó a oponerse a absolutamente todo, sin ofrecer propuesta alternativa concreta alguna. No fue exactamente así: el gobierno de Prodi cayó como consecuencia de traiciones emanadas del centro y no de la izquierda, pero la participación en un gobierno socialdemócrata que –entre otras cosas– mantuvo tropas en Afganistán fue muy desgastante para la izquierda radical, que eligió oponerse a decisiones del propio Ejecutivo de una manera percibida por muchos como conservadora.
Italia carece de recursos energéticos propios. Si los italianos pueden cocinar todos los días es porque hay dos gasoductos que los unen a Argelia y Rusia. Necesitaría encontrar un par de lugares donde levantar plantas regasificadoras. La izquierda radical –que en el pasado gobierno controlaba el Ministerio del Medio Ambiente– descartó proyectos de ese tipo, considerando que en un país con graves problemas de “cementificación” de las costas no se podía sacrificar ni un metro más. La opción no fue comprendida por la opinión pública. Otro ejemplo fue el de la basura en la región de Campania, un problema complicado que necesitaba soluciones urgentes y viables. Sin embargo, el ministro del Ambiente, de tendencia ecologista, estimó que plantas de ese tipo no debían ser construidas, planteando como única solución la quimera de la “basura cero”, es decir una sociedad que no produjera desechos. Otro tema, que quizás no le hizo perder demasiados votos pero que explica mucha de la mentalidad dominante en los dirigentes de la Izquierda Arcoiris, fue el de la relación con los gobiernos integracionistas latinoamericanos. En los últimos años el diario del prc, Liberazione, condujo una campaña sistemática contra todos los gobiernos de izquierda latinoamericanos, rompiendo relaciones con Cuba, con Venezuela y criticando y a menudo calumniando a todos los demás países con los mismos métodos de los diarios de derecha: cuando el Sur del mundo toma decisiones por cuenta propia, el eurocentrismo prevalece, incluso en la extrema izquierda.
No hay que sorprenderse de que frente a un programa político de “no” continuos, sin propuestas concretas, y en un contexto en el que el pd aparecía como depositario natural del “voto útil” anti Berlusconi, numerosos electores simplemente no se reconocieran en la Izquierda Arcoiris. Pero el desastre fue aun mayor si se considera que tanto la coalición liderada por Silvio Berlusconi como la liderada por Walter Veltroni no votaron muy distinto a lo que marcaban los sondeos. El único real trasvase de votos, alrededor de un millón y medio de papeletas, fue entre la Izquierda Arcoiris y la Liga Norte, es decir entre la extrema izquierda y la extrema derecha. Según los analistas de flujos electorales, apenas tres de cada diez votos de la coalición Arcoiris quedaron en casa; otros dos fueron captados por el voto útil al pd; dos se evaporaron entre la abstención y el apoyo a micropartidos de ultraizquierda que juntos superaron el 1 por ciento; los otros tres atravesaron el espectro político hacia la derecha. En Toscana, donde sólo el prc llegaba al 16 por ciento, la coalición apenas alcanzó el 5,5. Los italianos de izquierda son los más críticos con la propia dirigencia de izquierda, a la que ven tan impresentable como la de la derecha tradicional. El voto por la Liga Norte apareció así como una desesperada adaptación del “que se vayan todos”.

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En el mandato que logró concluir, sin embargo, ocurre lo que se considera un cambio notabilísimo en la vida institucional de este país, pues en el 2005 se aprueba una reforma constitucional de cierto sesgo federalista, que aportó lo que se califica como mayor autonomía a las regiones. El proyecto, en realidad destinado a descentralizar las finanzas, fue promovido por Humberto Bossi, quien considera que mantiene a las provincias del sur.
Bossi es un conservador xenófobo y con aspiraciones separatistas que a finales de los 90 declaró la República de Padania en el área bajo su mandato, que es la parte más continental y desarrollada de la Península. Fue él quien provoca la caída del primer premierato de Berlusconi al retirarle su apoyo.
Por eso, en el segundo intento, Il cavaliere optó por complacerle en el obsesivo empeño de federalizar Italia, método por el cual se inclina al constatar que no podía fragmentarla. Como su formación política (Liga Norte) fue la que mayor cantidad de escaños alcanzó en estas legislativas de abril, el flamante premier tendrá cierta dependencia de este personaje que no hace mucho amenazó con “tomar los fusiles” si no se hacían otras boletas electorales, pues consideraba que los partidos principales no estaban destacados a su gusto en ellas. Tanto ruido para tan escasas nueces, da medida de las intemperancias que caracterizan a Bossi y a las cuales no es ajeno, a su manera, Berlusconi.
A no dudarlo Bossi es tozudo. Apenas conocerse el éxito de la coalición en urnas concitó su viejo empeño "hay que terminar con el centralismo de Roma para conseguir una Italia más igualitaria". Berlusconi tiene el tema entre sus prioridades pese a que los problemas acumulados son muchos, variados y la lógica sugiere que no se le debe dejar espacio a las futilidades o a propósitos de turbio cariz.
Pero no se dude: antes que presiones, se trata de identificación de Berlusconi con este socio y por igual con el otro, Gianfranco Fini, de Alianza Nacional, heredero del Partido Fascista Italiano, un fantasma que sigue rondándole. Este trío enfoca su artillería política contra la inmigración, tema que piensan abordar de forma similar a la de Sarkozy, con expulsiones masivas y férreos controles de ingreso.
Politólogos italianos consideran esa meta un suicidio porque los problemas demográficos existentes piden acciones racionales que permitan renovar la fuerza de trabajo y la reproducción de los fondos de jubilaciones, en un país –y un continente- que envejece aceleradamente.
Yendo a temas coyunturales muy del momento, Berlusconi dijo que salvaría a la empresa aérea italiana y resolvería el apestoso asunto de la basura en Nápoles. Increíble en un país que ocupa el séptimo sitio en la escala de los más desarrollados, pero hay toneladas de desperdicios frente a bancos, teatros, edificios familiares y toda la ciudad.
El municipio contrató a empresas procesadoras alemanas para que se llevaran esos desechos, pero quedan toneladas y no es asunto resuelto. Los ciudadanos pagan por el servicio y las autoridades locales a su vez hacen lo mismo con los encargados de la recogida, pero nada se mueve. Es tema vinculado al control de la mafia, sus privilegios y a la impunidad de que goza en regiones completas. ¿Berlusconi y su tropa atenderán esto?
En el programa que ha formulado el premier (asumirá a finales de este mes), figura una reforma fiscal que si es como él afirma puede ser positiva pues supondría que “todos paguen”. Pero como casi siempre cuando un conservador dice algo de este tipo es para cargar la cuenta sobre los que menos tienen, preferible será tomar cautelas. Ya sabremos si es otro caso a sumar a la lista de olvidos o, en verdad hace algo decente en esa esfera.
Ha dicho que reforzará el cuerpo policial pues los delitos menudean y son bastante violentos. Si dentro de su plan y aparte de actuar contra la criminalidad, se encuentra un aumento de las ofertas de trabajo para los jóvenes, por ejemplo, dado el porcentaje demasiado alto de ellos que no encuentra empleo fijo, puede resultar una medida para aplaudirle.
Entre los analistas se afirma que de algún modo Berlusconi ha copiado en parte el programa de gobierno de Nicolás Sarkozy, ya que pone por delante medidas como la reducción del aparato oficial, es decir de los empleados estatales de las distintas ramas (en Francia amortizarán las plazas de quienes se jubilan y otros serán sacados de su plaza). Es asunto a seguir en su evolución pues ya hay manifestaciones en las calles galas por la reducción de la cantidad de maestros.
Con sus peros, contras y singularidades o calcos, el programa es similar a lo emprendido en casi todos los países europeos donde se aplican recortes a los beneficios sociales y a buena parte de los servicios públicos tradicionales.
Italia no cumple con los requisitos exigidos por la Unión Europea en materia de deuda interna. Tiene un escaso crecimiento desde hace 10 años y se pronostica que no tenga ninguno el próximo año. La inflación crece de forma desmesurada haciendo insuficientes, en alto grado, salarios y pensiones. Encima, muchas industrias no han renovado su base material y eso influye en la baja productividad y escasa competencia, por lo cual disminuyen sus exportaciones.
Se tiene a Italia como la nación donde mayores desigualdades existen en todo el Viejo Continente. No se trata solo de que existan clases altas muy adineradas que perciben grandes ingresos y amplias mayorías con poco. El asunto estriba, aparte de esa realidad, en otras disparidades entre cada zona del país. Mientras en el norte el desempleo es de un 4%, en el centro supera el 6% y en el sur, el 12%. Eso explica las notabilísimas diferencias en los ingresos y otros problemas en el modo y calidad de vida.
Hay augurios feos apuntando hacia las medidas que pondrá en circulación Berlusconi y su élite, ya que al privatizar, digamos, un grupo de servicios y empresas, provoquen despidos masivos, aumentando el desempleo existente y ello conduzca a reacciones de los sindicatos que, según parece no perdieron su capacidad movilizativa.
Quien perdió, y mucho, es la izquierda. Por primera vez desde el término de la II Segunda Guerra Mundial, no tendrán representación parlamentaria. El tema, escabroso y aleccionador, merece trato aparte. Se los debo.
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