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Día Internacional de la Mujer Trabajadora |
En este sistema, donde el patriarcado y el capitalismo se complementan es imposible alcanzar la emancipación de la mujer. La mujer está doblemente explotada. En el mercado laboral, además de sufrir la precariedad a la que el sistema capitalista nos lanza, sufre perjuicios propios por su sexo. Salarios aún menores que el de los hombres, despidos por maternidad y acoso sexual forman parte de una larga lista.
Por ello es necesaria la lucha contra el capitalismo y contra el patriarcado. Muchos resumen su dedicación a romper con las desigualdades a la conmemoración de 3 días al año. Pero la lucha por la emancipación de la mujer ha de darse durante todo el año. Es necesario profundizar en el conocimiento de la situación en que hoy viven las mujeres y su desigualdad, producto del patriarcado, para poder confrontar con tales desigualdades y emitir soluciones que lejos de radicar en la ética la estética o el electoralismo, den soluciones políticas reales al fondo de la cuestión en los ámbitos público y privado.

Etiquetas: conocimiento, inteligencia, memoria, multitud, sabiduria.
Desde entonces la mujer ha ocupado el lugar de una simple mercancía. Incorporada masivamente al mercado laboral sólo cuando el hombre no estaba disponible (guerras prolongadas), y relegada al plano de madre sufridora y fiel compañera sin identidad propia el resto del tiempo. Es un simple complemento del hombre.
La obrera tiene que llevar a cabo una doble emancipación, la de la mujer y la de su clase. En teoría legalmente no hay discriminación, pero a diario debe enfrentarse a salarios menores por el mismo trabajo, a la imposibilidad de ascensos porque se infravaloren sus aptitudes, y en especial a ser tratada como un objeto sexual con comentarios, proposiciones o faltas de respeto tanto de compañeros como de superiores. La herencia de siglos de patriarcado presente en todas las instituciones (y por tanto alimentado desde todas ellas: políticas, sociales, económicas y especialmente religiosas), da lugar a un contexto cultural con una gran carga machista en la conciencia social que continúa presionando a la mujer.
Hay dos ejemplos a destacar entre las primeras reivindicaciones de proletarias. En 1857 cientos de trabajadoras textiles se manifiestan en un barrio burgués de Nueva York, aunque son dispersadas con cargas policiales dos años después ellas mismas se organizan formando un sindicato. En 1908, durante un parón convocado para las trabajadoras textiles, 146 obreras de la fábrica Cotton de Nueva York fueron asesinadas por orden del propietario, que mando prender fuego a la fábrica donde estaban encerradas. En esos casos algunas de las reivindicaciones eran abolir el trabajo infantil, derecho a sindicalizarse, jornada de 10 horas y equiparación salarial con el hombre; y fueron fechas cercanas al 8 de marzo. En 1910 Clara Zetkin lo propuso como día internacional de la mujer en una conferencia de mujeres socialistas en Copenhague. Este es el origen y el sentido del 8 de marzo, de clase y combativo. Reivindicando el mismo lugar en la lucha, sin distinción con nuestros compañeros. Porque ante todo somos obreras y nuestro objetivo es derrocar al capitalismo y su explotación en todas sus facetas.
Estamos ante una colisión de derechos, dicen. Estamos ante un atropello más de los derechos de siempre, los de las mujeres, decimos nosotras.
¿Se habrían atrevido a imponer que la manifestación del 1 de mayo se celebrase el 30 de abril? Es más, ¿se habrían atrevido siquiera a convocar elecciones el 2 de mayo? ¿No será, más bien, que los derechos, deseos e intereses de las mujeres han quedado, una vez más y de forma impune, en tercera fila?
Esta decisión no aparece suelta, sino en un contexto donde nuestras reivindicaciones son loadas y utilizadas como ornamento electoral. Instrumentalizadas. Pero cuando las buenas palabras, las leyes decorativas pero con poco contenido y menor aplicación, han de traducirse en cambios cotidianos, ahí ya no se llega. Esto lo vemos más claro que nunca este año con la ofensiva conservadora contra el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Ofensiva posible porque, tras múltiples legislaturas socialistas, no se ha hecho nada con la legislación sobre el aborto y sí mucho en la desatención a las mujeres. ¿Cómo se explica esto si no por la connivencia de derecha y cierta izquierda en este eterno delicado tema? Y es que ahí, en el compromiso, duele.
Aceptar que las mujeres tenemos voz propia y deseamos gritarla el día 8, sin estar sujetas a ningún compromiso partidista, eso duele. Porque supone escucharnos, y supone que no pueden utilizarnos para ventear sus supuestos méritos en pro de la igualdad, como sí harán el día 7.
No querían un 8 de marzo que pudiera ser reprochado o ingobernado, pero sí, quizás, un lucido 7 de marzo, al que acaso se sumaran algunos autobuses de más fletados por el PSOE como broche femenino dirigido a legitimar una larga marcha hacia la institucionalización del feminismo.
Este hecho nos demuestra la fragilidad de confiar nuestras reivindicaciones a las instituciones y de plegar nuestras luchas al estrecho margen de acción que nos predefinen. Queremos que las instituciones respondan a nuestras exigencias; no queremos que nos autoricen, ni nos tutoricen, ni nos marquen el corsé de lo que podemos o no decir, ni cuándo podemos o no decirlo. La facilidad con que se viola un derecho que creíamos al menos parcialmente conquistado, como es el del aborto, nos vuelve a recordar los riesgos de confiarnos al marco institucional.
Hoy somos más conscientes de que la estrategia de institucionalización seguida a ciegas por cierta parte del movimiento feminista y de las organizaciones de mujeres tiene un horizonte reivindicativo muy corto. Y el estrechamiento de los vínculos entre algunas de estas organizaciones y los partidos tiene un horizonte viciado, de supeditación propia y de voluntad de control de quienes reclamamos nuestra autonomía.
Nos sentimos enojadas por no poder celebrar libremente y sin acosos electoralistas la lucha de las mujeres, como sí podrán hacer nuestras compañeras de otras ciudades. Estamos convencidas de que los intereses partidistas han jugado un papel central a la hora de imponer que la manifestación del 8 de marzo se celebre en Madrid el día 7. Nuestros derechos se convierten en moneda de cambio, en rédito electoral, en materia de negociación. Y esto hace más patente la hipocresía de la supuesta defensa de los derechos de las mujeres que todos los partidos aseguran buscar. La lucha por la igualdad es una medalla que todos quieren colgarse, pero a la hora de la verdad se muestra como un objetivo vacío, son palabras huecas.
Y a pesar de todo, porque seguimos juntas y lúcidas, estamos aquí, alegres, para reclamar, como todos los años, pero más aún este 2008, el derecho a nuestros cuerpos, a nuestras sexualidades diversas, a tomar nuestras propias decisiones. Para afirmar que, más allá y más acá de las elecciones, hay vida. Que nuestros deseos y necesidades laten a ritmo propio, no al del calendario que se nos impone de forma oportunista. Y estamos seguras de no estar solas.
Quizá este 8 de marzo nos encontréis en las calles, sin la bendición institucional, a nosotras y a otras, múltiples, diversas, anónimas, ciudadanas del día a día. Porque NOS HAN QUITADO EL DÍA, PERO NO LA VOZ:
MI CUERPO, MI DECISIÓN, NUESTRO DERECHO
ABORTO LIBRE Y GRATUITO
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