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"Terrorismo islámico" por control remoto |
Los expertos y estudiosos de las operaciones encubiertas de la CIA con el "terrorismo", sitúan su eje operacional en un axioma de máxima: La mayoría de los grupos islámicos infiltrados (salvo alguno de sus líderes) desconoce que operan para la CIA. Esto lleva a que los actos "terroristas" tengan siempre un carácter bifronte: La ejecución es fanático-fundamentalista-religiosa, pero el aprovechamiento es geopolítico-estratégico-económico. Los ejecutores creen que están muriendo por Alá y la causa islámica, pero en realidad están muriendo por el Imperio capitalista.
La "pista pakistaní"
¿Quién entrenó a los comandos exterminadores de la India?
Inmediatamente después del sincronizado ataque de comandos "terroristas" en la India, los servicios de inteligencia estadounidenses y europeos, con la CIA a la cabeza, señalaron la "pista pakistaní" para precisar el origen de los atentados y sus bases de preparación y entrenamiento.
Hay que precisar que, desde el 11-S hasta aquí, cuando sucede un atentado "terrorista", se pone en marcha una maquinaria internacional contenida en tres pasos secuenciales:
A) Las grandes cadenas televisivas trasmiten "en vivo" (y con coberturas especiales) las imágenes de destrucción que, a través de un ida y vuelta -feed baack- logran generar masivamente la psicosis terrorista a escala planetaria. De esta manera, a partir del 11-S, se niveló el "miedo al terrorismo" a escala global.
B) Inmediatamente de realizados los atentados, la CIA y los servicios estadounidenses y europeos señalan la "pista islámica" y atribuyen los hechos a Al Qaeda o a distintas organizaciones del "fundamentalismo" islámico. De esta manera, se niveló al "terrorismo islámico" como la principal amenaza mundial contra los países y sociedades.
C) Tras la señalización del "terrorismo islámico" como el autor del atentado, los gobiernos y presidentes del mundo (con EEUU y Europa a la cabeza) salen a "condenar" los hechos y a pedir un incremento de los planes y medidas de seguridad para "contener al terrorismo". De esta manera, se niveló la "guerra contraterrorista" (iniciada por Washington) a escala global y todos los gobiernos y ejércitos del mundo adoptaron al terrorismo con su principal "hipótesis" de conflicto.
Los acontecimientos de la India recrearon -casi como una lógica de manual- los tres pasos secuenciales con los que, desde hace siete años, el eje USA-UE-Israel viene "demonizando" a las organizaciones islámicas como la fuente inmanente de todos los males que azotan a la humanidad: El terrorismo.
De esta manera, miles de millones de personas en todo el mundo -las masas direccionalas por control remoto televisivo-creen ingenuamente en la infantil versión del "terrorismo" islámico "irracional y asesino" que difunden noche y día las grandes cadenas internacionales sionistas, y que es tomada sin ningún análisis por las cadenas y medios locales en los cinco continentes.
Hay que señalar, en cambio, que Bin Laden, Al Qaeda, y los operativos del "terrorismo islámico" que actúan desde el 11-S hasta aquí no son productos originarios del Medio Oriente, sino que tuvieron su partida de nacimiento en Langley, cerca de Washington D.C, en un complejo edilicio de 258 acres utilizado como sede operativa central de la CIA (Central Intelligenci Agencie).
Bin Laden y sus hijos "terroristas" no son productos genuinos del Islam, sino que fueron adoptados, formados y entrenados por el "área de operaciones" de la CIA, la columna vertebral de operaciones encubiertas de la agencia en el exterior, que hoy cuenta aproximadamente con 10.000 agentes operativos en todo el mundo.
La CIA es la agencia de inteligencia imperial más emblemática y poderosa del mundo capitalista, fue creada en 1947, y es el organismo responsable de la inteligencia exterior del Estado USA. Comparte labores de contrainteligencia y seguridad nacional con el FBI, y constituye la cabeza de la llamada "comunidad de inteligencia" compuesta por una red de agencias nucleadas en la Dirección Nacional de Inteligencia.
Los soldados de la CIA
Hay una multitud de informes, tanto de organismos oficiales de EEUU (principalmente de distintas áreas del Congreso) como de investigadores privados, que señalan a la CIA como el crisol de las operaciones encubiertas con el "terrorismo" tras los atentados del 11-S.
Todos esos informes, silenciados por el aparato de la "gran prensa" internacional, señalan a Pakistán como el punto referencial de formación y entrenamiento de esos grupos que pasaron a la notoriedad luego de los atentados contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001.
Un informe de la Oficina del Inspector General del FBI, difundido el 9 de junio de 2005, revela por primera vez como la CIA encubrió datos y protegió la presencia de dos de los autores del 11-S, antes de los ataques, dando nuevos indicios de que detrás de los atentados estuvo la "mano negra" del poder norteamericano.
El estudio interno del FBI provee varias revelaciones importantes acerca de como la CIA y el resto de las agencias de inteligencia estadounidenses ignoraron y aún suprimieron las advertencias en el período que se prepararon los ataques contra las torres y el Pentágono.
Existen pruebas acumuladas -y silenciadas- de que los atentados terroristas de Nueva York, Madrid y Londres fueron realizados por mercenarios islámicos infiltrados, entrenados y financiados por la CIA, que en la mayoría de los casos desconocían para quien trabajaban.
Son muchos los especialistas, entre ellos Michel Chossudovsky, que sostienen que históricamente la CIA infiltró los cuadros combatientes islámicos utilizando de intermediario al servicio de inteligencia paquistaní (ISI), que en la actualidad sigue actuando de nexo entre los grupos terroristas que operan en Asia, los Balcanes y Medio Oriente, principalmente la red Al Qaeda.
Reclutado y entrenado por la CIA y el Istajbarat, que dirigía desde Riad el príncipe Turki Al Faysal, desde 1980 el joven Osama Bin Laden tomó parte en la lucha contra los soviéticos organizando campos de adiestramiento y de reclutamiento.
A su vez servía de nexo para la canalización de fondos y de armas para la Jihad Islámica, procedentes de la red de droga y de dinero negro centralizada en Arabia Saudita.
A partir de 1982 se estableció en Peshawar (Pakistán) donde puso en marcha la entidad Al Maktab ul-Khidamat Mujahideen, una oficina de servicios a los mujaidines contratados para combatir contra los soviéticos.
Con su cuartel general instalado en Peshawar, en donde se dictaban clases de adoctrinamiento político y de estudio religioso, Bin Laden estableció estrechos contactos con ramas islamitas nacionales, como la Jihad Islámica egipcia Al Jihad Al Islami, y con organizaciones de dimensión transnacional, como los Hermanos Musulmanes, el histórico movimiento islamista fundado en Egipto en 1928.
De todo este conglomerado de mujaidines a su mando, entre 12.000 y 20.000 hombres, y del contacto con grupos integristas del exterior surgió en 1988 Al Qaeda (La Base), convertida más tarde en la columna vertebral de los movimientos terroristas islámicos que operaron por cuenta de la CIA en Asia y Medio Oriente.
Sin tomar parte casi en ningún combate, según la mayoría de sus biógrafos, la función de Bin Laden consistió en acrecentar la financiación encubierta estadounidense y saudita con fondos procedentes del tráfico de opio y morfina, y el reclutamiento de miles de voluntarios árabes de otras nacionalidades, como uzbecos soviéticos, moros filipinos o uigures de la región china de Xinjiang.
Unos 35 mil extremistas musulmanes, provenientes de 40 países islámicos, se sumaron a la lucha de Afganistán entre 1982 y 1992, entrenados y financiados por la red encubierta del eje CIA-ISI-Arabia Saudita, y teniendo a Bin Laden como uno de sus operadores centrales.
Según el periodista especializado, Walter Goobar, de uno de los centros de reclutamiento de Bin Laden en Brooklyn, los voluntarios pasaban a “La Granja”, nombre con que se conocía en la jerga del espionaje a Camp Peary, un centro de reclutamiento de la CIA en Virginia.
En “La Granja”, los reclutas musulmanes provenientes de todo el mundo aprendieron las técnicas de sabotaje y de terrorismo dictadas por oficiales y especialistas norteamericanos.
Entre sus "egresados" más famosos se cuenta Ramzi Ahmed Yusuf, quien en la actualidad cumple condena a cadena perpetua como principal implicado en el atentado contra las torres gemelas el 11-S.
Otros revistarían en el presente como miembros del "estado mayor" de la organización Al Qaeda fundada por Bin Laden, el guerrero de la CIA que hoy supuestamente se oculta en la zona de Pakistán que fue devastada por el terremoto que azotó Asia en 2005.
Las pantallas y los desplazamientos secretos de estas operaciones impedían que la mayoría de los combatientes -salvo sus comandantes mayores- conocieran los objetivos encubiertos que se montaban detrás de su causa religiosa.
El eje Talibán-Al Qaeda-Pakistán-Chechenia
En esta fase la CIA y su brazo de la inteligencia paquistaní estaban concentrados en planes destinados a desestabilizar a los ex regímenes socialistas en los Balcanes.
Tras la desaparición de la Unión Soviética las redes del terrorismo islámico, incluída Al Qaeda, se habían extendido por las ex repúblicas musulmanas que integraban la URSS antes de su desintegración.
El eje Talibán-Al Qaeda-Pakistán-Chechenia se solidificó y fue clave para la construcción del régimen islámico radicalizado que imperaba en Afganistán desde 1996.
EEUU comenzó a perder influencia sobre las redes islámicas que habían tomado Afganistán en 1989 como base de despliegue para extender la guerra santa a toda el Asia y Medio Oriente.
La CIA, con financiación encubierta de la mafia rusa ligada a la droga y al contrabando de armas, comenzó a entrenar a los grupos antitalibanes nucleados en la Alianza del Norte, que desestabilizaron al gobierno Talibán y prepararon el terreno para la invasión militar.
Sin embargo, la Alianza del Norte también fue obra de los servicios de inteligencia de Rusia y de los países que sostenían posiciones contra el radicalismo talibán-checheno instalado en Kabul.
Los líderes guerrilleros islámicos se convirtieron en jefes de bandas armadas que luchaban entre sí por el control de los negocios turbios que giraban alrededor de la droga y el tráfico de armas, controlados secretamente por la CIA y la ex burocracia corrupta del imperio soviético en los Balcanes.
Mientras que Arabia Saudita, Pakistán y Chechenia apoyaban y daban cobertura logística a los talibanes; Irán, Rusia, India y cuatro repúblicas de Asia Central -Kazajstán, Uzbekistán, Kirguizístán, Tajikistán- sostenían abiertamente a la Alianza del Norte que intentaba derrocar al gobierno de Kabul.
La administración Clinton y el Pentágono, a mitad de los 90, se habían propuesto expulsar a la conexión Talibán-Al Qaeda-Chechenia del control de Afganistán.
Su independencia de poder y los planes propios que tenían para el mundo islámico, los hacía inviables para la geopolítica de EEUU en la región.
Con la desaparición de la Unión Soviética, a principios de los 90, las formaciones de mujaidines que habían servido para combatir y desestabilizar a la URSS durante las administraciones de Reagan y Bush padre, habían perdido su razón de ser funcional.
De esta manera se dividió y se rompió la coalición islámica que expulsó a los soviéticos de Afganistán.
Tras la derrota de la Unión Soviética en Afganistán la sociedad de la CIA con los grupos fundamentalistas islámicos entró en contradicción.
Una parte de la Jihad (caso del eje Talibán-Al Qaeda-Chechenia) intentó construir poder propio al margen de los intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos a partir de tomar el gobierno de Afganistán.
La CIA, que permanecía infiltrada, tanto en la Alianza del Norte como en el régimen talibán, por medio de la inteligencia pakistaní, comenzó a diseñar la operación que culminaría con la invasión militar norteamericana a Afganistán tras la voladura de las Torres Gemelas.
El gobierno fundamentalista de los talibanes -con Bin Laden como virtual ministro de Defensa- terminaría en el 2001 a causa de las múltiples operaciones de la CIA sobre los enemigos internos y externos de los talibanes, que culminó con la invasión militar norteamericana a Afganistán.
Y cuyo factor de desenlace principal fue el apoyo de Pakistán y de su estructura de inteligencia a la invasión militar contra el régimen talibán, tras los atentados del 11-S en Nueva York.
Los "eslabones celulares"
A la luz de la experiencia, los expertos señalan que en las operaciones del terrorismo "tercerizado" de la CIA es común que actúen varios grupos operativos infiltrados, sin conexión entre sí, pero que responden a la consecución de un mismo objetivo terrorista impidiendo que aparezca el verdadero organizador y beneficiario.
Según lo que se desprende de las distintas investigaciones sobre los grupos operativos del 11-S en Nueva York, 11-M en Madrid y el 7J en Londres, toda la metodología de reclutamiento, entrenamiento y preparación de los ataques terroristas está "tercerizada" y sus verdaderos objetivos son desconocidos por sus ejecutores, quienes actúan motivados principalmente por convicción religiosa.
La alienación religiosa (manipulada con fines políticos por el agente infiltrador) juega un papel gravitante en la motivación psicológica de los grupos "terroristas" islámicos infiltrados, lo que explica el carácter suicida que guían a la mayoría de los atentados.
Los expertos y estudiosos de las operaciones encubiertas de la CIA con el "terrorismo", sitúan su eje operacional en un axioma de máxima: La mayoría de los grupos islámicos infiltrados (salvo sus jefes y líderes) desconoce que opera para la CIA.
Las planificaciones, organización y ejecución de los atentados se realizan con la creencia religiosa fundamentalista como justificación, pero la hora, el día y el "blanco" de los atentados son elegidos con riguroso criterio de aprovechamiento político por los beneficiarios reales de los atentados, o sea el Estado norteamericano que utiliza al terrorismo como herramienta estratégica de poder.
Las operaciones encubiertas de la CIA, además de secretas y compartimentadas, no son directas, y su ejecución y control se realiza por medio de empresas o instituciones "pantallas", como fundaciones y organizaciones religiosas a las que se infiltra con financiación económica.
Los centros de entrenamiento y formación en técnicas "terroristas" del Medio Oriente o Pakistán no funcionan con la bandera de EEUU ni el sello de la CIA, sino como organismos religiosos al servicio de la "causa islámica".
De manera tal, que los centros doctrinarios (escuelas) que forman a los combatientes del Islam contra "occidente" son reales, los grupos que realizan los atentados existen, y formalmente los atentados responden a motivaciones religiosas auténticas, pero el "blanco", la fecha, el uso político y la modalidad de los atentados son inducidos por los agentes "controladores" de la CIA infiltrados en los grupos operativos.
Solo un puñado de los líderes islámicos conocen (y negocian con la CIA) esta "doble realidad" que imprime autenticidad al "terrorismo islámico" financiado y entrenado en forma encubierta por los servicios de inteligencia que le imprimen un "sello religioso" a los atentados.
De cualquier manera, la conformación "celular" de los grupos operativos terroristas, donde cada integrante solo se conecta con el resto por medio de su "control" (un agente encubierto de la CIA) hace imposible que los ejecutores de los ataques conozcan la planificación general y el verdadero objetivo de los mismos.
Curiosamente, y como generalidad, los comandos operativos que ejecutan los atentados sólo descubren la dimensión de su "obra" destructiva por la televisión.
Y esto sucede por el carácter cerrado y "celular" de las operaciones terroristas de la CIA, donde cada parte no se comunica con la otra, aunque el efecto funcional de las piezas arrojan un "resultado general".
En concreto, la alienación religiosa con el terrorismo como herramienta de ejecución no es un invento de la CIA, y es la motivación esencial de los ataques suicidas y atentados perpetrados por los grupos islámicos radicalizados en guerra contra "occidente".
Lo que sí es un invento de la CIA, es el control y el direccionamiento de esos atentados mediante una tarea de "infiltración" de todos los movimientos y acciones de los grupos operativos en la clandestinidad.
O sea que, sobre la base de la motivación religiosa fundamentalista, la CIA construyó un sistema de aprovechamiento político-mediático de la acción "terrorista".
Los objetivos encubiertos en la India
De manera tal que cuando los servicios estadounidenses y el gobierno de la India señalan a Pakistán y a sus centros de formación militar y doctrinaria como el origen de procedencia de los comandos que atacaron durante tres días a Mumbay, la capital financiera, están contando una parte manipulada de la verdad.
Lo que ocultan son los objetivos y el aprovechamiento político de ese hecho "terrorista" que concitó y fijó la atención mundial durante tres días.
Hay por lo menos tres objetivos encubiertos escondidos en los fundamentos "fanático-religiosos" del ataque en la India:
A) La preparación de un clima de "terrorismo financiero" orientado a servir de cortina de humo para desviar la atención de la crisis recesiva mundial con origen en EEUU y la Unión Europea, las potencias centrales del sistema imperial capitalista regente.
B) Reciclamiento global de los "planes contraterroristas" (de los que participan todos los ejércitos y gobiernos del mundo) y una reafirmación doctrinaria de la "guerra contraterrorista", apuntalada por EEUU y Europa a nivel mundial, y cuya finalidad económica es la venta de armas y tecnología por parte de las corporaciones que integran los complejos militares industriales de las potencias dominantes. Este reciclamiento y afirmación de los "planes antiterroristas" se da en una etapa en que el gobierno de EEUU cambia de mano con la asunción del demócrata Barack Obama como presidente.
C) Generar un conflicto India-Pakistán para justificar la ocupación militar en el enclave estratégico de la frontera Afganistán-Pakistán donde se encuentran los búnkeres de la guerrilla talibán que tiene acorraladas a las fuerzas de EEUU y la OTAN.
El grupo sionista que controla la administración de Barack Obama ya tiene planificada la ocupación militar de Pakistán para neutralizar y/o destruir las bases y los campos de entrenamiento militar de los talibanes, cuyo núcleo principal y mayoritario está en una guerra de liberación de su territorio contra EEUU y la OTAN.
No obstante, hay una llamada "zona gris" donde el fundamentalismo taliban compra armas y negocia con la CIA y los servicios occidentales "en negro" valiéndose (como sistema de financiación) de las "rutas" del opio y de la droga que alimentan a los grandes centros de consumo de las metrópolis imperiales europeas.
En la región también actúan los grupos islámicos "independientes" (como el que realizó el atentado en la India) infiltrados por la CIA y la inteligencia militar norteamericana que utiliza (así lo hace históricamente desde la década del 80) a los servicios pakistaníes.
Los comandos que atacaron Mumbai -según la versión oficial- pertenecían al grupo Lashkar-i-Taiba, que tiene unos 4.000 seguidores, y posee fuertes vinculaciones con el ISI, el poderoso servicio secreto paquistaní que actúa como un "brazo islámico" de la CIA.
Oficialmente, el grupo de exterminadores, con entrenamiento sofisticado, se inmoló o fue capturado defendiendo la causa islámica en su guerra contra occidente.
Extraoficialmente, y como objetivo encubierto, ese grupo fanático de jóvenes islámicos se inmoló (sin saberlo) en defensa de los objetivos imperiales con el "terrorismo" trazados en los sótanos operativos de la CIA.
Esos jóvenes comandos, adiestrados como una máquina robótica de matar, creyeron morir por una causa religiosa, pero en realidad murieron por un reciclamiento de la causa de saqueo y dominación capitalista montada a escala global sobre la maquinaria mediática-política de la "guerra contraterrorista".
Como se puede apreciar, el "terrorismo" (más allá de su "demonización" interesada por el propio sistema imperial que lo utiliza), es una herramienta destructiva-militar más que varía de óptica según el cristal con que se lo mire.
Manuel Freytas

Más allá de quién haya sido el autor de los dichos actos terroristas, será Islamabad quien pague sus temibles consecuencias, mientras la rentable bandera de la “guerra contra el terrorismo” seguirá siendo izada por Washington y aliados en provecho de sus agendas estratégicas.
En ese complejo guión son tres los principales actores –EEUU, Pakistán e India-, y un escenario: Afganistán.
La Casa Blanca, tras el fracaso de su “Plan A” en Afganistán, que consistía en crear un gobierno central afín y fuerte, capaz de establecer la seguridad en lo que iba a ser nuevo bastión del Occidente en las fronteras de China, Rusia e Irán, lanza el “plan B” que propone desmembrar a Afganistán y Pakistán, y convertir a la India en su nuevo aliado. Todo empezó cuando la coalición de militares y civiles fanáticos religiosos y corruptos que dirigen la peculiar República Islámica pretoriana de Pakistán, vio cómo EEUU incumplía su promesa de gratificarle por su lucha contra el terrorismo, no haciéndole partícipe en el negocio de gas de Asia central e impidiéndole permitirle el acceso a inmenso mercado de las repúblicas ex soviéticas. Aunque la guinda fue la visita de Bush en el verano del 2006 a Nueva Delhi. Pakistán ya había sido sustituido por su gran enemiga, la India, país que abandonaba su política No Alineada, y a cambio de defender la estrategia norteamericana en la zona –sobre todo con respecto a Irán-recibía la grata noticia de que no sólo sus armas nucleares fabricadas fuera del Protocolo de No Proliferación de Armas Nucleares se volvían “legales” pro arte de magia, sino que podrá almacenar uranio enriquecido, a pesar de lo dictado por el propio Bush tres años antes.
Y fue así cómo los generales cándidos encabezados por Musharraf, que guardaban en la retina la suerte de los ex aliados de Washington – Saddam Husein y los Taliban afganos-, decidieron elaborar su propia agenda y acercarse a los rivales del imperio. Con Irán firmaron un megacontrato para la construcción de un gasoducto llamado “Paz”, y con China un acuerdo para levantar seis centrales nucleares. La reacción de la Casa Blanca fue rotunda: el influyente ex secretario de Estado, Richard Armitage, le amenazó con bombardear su país y devolverlo a ‘la edad de piedra’, y por si alguien pensaba en el “tránsfuguismo”, el 13 de mayo envió a Anne Patterson, experta en lucha contra las fuerzas antinorteamericanas en Latinoamérica, como nueva embajadora en Islam Abad. El asesinato de Benazir Bhutto, la única líder de carácter nacional, la posterior destitución del rebelde Musharraf, un gobierno central sin autoridad y control sobre los territorios federales, que además no goza precisamente del apoyo del cerca del 70% de sus gentes que vive con menos de un euro al día, podrán acabar con el mapa actual de este país.
Es significativo que el informe del Consejo de Inteligencia Nacional estadounidense en 2005 previera un destino igual al de Yugoslavia para Pakistán.
A la vista de que los Taliban afganos ya están negociando con EEUU para gobernar el sur del país a cambio de abandonar el resto, los generales pakistaníes se han puesto mano a obra y coordinan las redes de activistas contra la coalición occidental en las provincias de Wazirestán sur y norte, y de paso han engendrado una nueva criatura talibaniana llamada “los hijos de la Patria”. La iniciativa del presidente Zardari, muy próximo a los intereses de Washington, de clausurar el departamento político de ISI, organización que emplea a unos 55.000 hombres que en su mayoría pertenecen, como los Taliban, a la etnia pashtun, asó como su intento de mejorar las relaciones con Afganistán y la India, en un contexto de incertidumbre, ha unificado a los nacionalistas civiles y militares, religiosos o laicos para defender la integridad y soberanía del país a su manera: atentar contra la embajada india en Kabul, el 7 de julio, o eliminar a Hamid Karzai, presidente afgano el pasado mes de abril.
Mientras tanto, se asoma parte del diseño de las nuevas fronteras de la zona: La creación de Pastunistán y el Gran Baluchistan. El primero integraría a los 43 millones de gentes de esta etnia repartidas entre Afganistán y Pakistán, y el segundo a partir de provincias con el mismo nombre en Irán, Afganistán y Pakistán, que en éste comprende el 45% de su territorio, y la mayor parte de los campos de gas y petróleo que posee la nación.
Resistencia hay y habrá. El jefe militar de Pakistán, Ashfaq Kayani, en un gesto de advertencia el 3 de septiembre mandó abrir fuego a los helicópteros de EE UU que invadieron el cielo de su país y mataron a decenas de civiles.
En el 60 aniversario de sus independencias, mientras India emerge, Pakistán será sacrificado por Washington ¿para ganar en Afganistán? ¡Qué monumental estupidez!
Nazanin Amirian
El real autor coloca a India en el “cuadrángulo de la muerte” y golpea al BRIC en sus entrañas. A “alguien” le conviene explotar el espantapájaros aburrido del fundamentalismo islámico de Al-Qaeda (para los lectores de Bajo la Lupa, “Al-CIA”), cuyos obscenos hilos conductores llevan a los intereses supremos de la banca israelí-anglosajona desde su Génesis hasta su Apocalipsis global.
Estados Unidos libra una guerra en Afganistán desde el otoño de 2001 a consecuencia del montaje hollywoodense del 11/9 y mantiene una presencia militar importante en Pakistán, que se encuentra al borde de la balcanización que aceleró el ginocidio de Benazir Bhutto y que puede desembocar en un “Qaedastán”, un “Talibanistán” o un “Jihadistán” (ver Bajo la Lupa, 11, 18, 21, 25 y 28 noviembre de 2007).
Pakistán, que recurrió a la hipoteca del FMI debido al tsunami financiero estadunidense, ha profundizado su acercamiento con China y ha manifestado su deseo de pacificación con India, por lo que el viudo de Benazir, el presidente Asif Ali Zardari, presionado por Estados Unidos, dio inicio al riesgoso desmantelamiento de los siniestros Intra-Servicios de Inteligencia (ISI, por sus siglas en inglés), que presuntamente participaron en el genocidio de su esposa.
No se puede pasar por alto que Obama, quien sufre su primera grave crisis mundial a dos meses de empezar su mandato, ha colocado a Afganistán, en lugar de Irak, como el foco central de la “guerra contra el terrorismo islámico”.
Desde 1947, India y Pakistán, dos potencias nucleares proliferativas y consentidas por las grandes potencias del Consejo de Seguridad de la ONU, se han enfrascado en una larga lucha por la supremacía en Cachemira y Afganistán, tanto en forma directa (tres guerras) como por terroristas interpósitos.
En ciertos países “democráticos”, las elecciones están resultando una peligrosa invitación para perpetrar actos terroristas en sus vísperas. No se puede soslayar el aspecto “electorero” de la carnicería que se escenifica en el Día de Acción de Gracias estadunidense, en la vigilia de las elecciones en Cachemira, y a seis meses de los relevantes sufragios en India, cuyas ramificaciones electoreras alcanzaron a Israel, que sufrió varias bajas en su centro religioso de Bombay.
¿Se trató de un regalo envenenado tanto de Cheney-Bush, antes de despedirse, como de los derrotados neoconservadores straussianos, extensivo al súper halcón Bibi Netanyahu, quien puede ganar las próximas elecciones en Israel, susceptibles de desencadenar una guerra nuclear en contra de Irán?
La culpabilidad por automatismos condicionados apuntan a Pakistán, lo cual no cesa de ser muy simplista por obvia. La real autoría intelectual es única, pero sus ejecutores conforman un mosaico muy complejo de desmenuzar: la conexión de “ciudadanos” británicos islámicos, piratas somalíes, un empresario musulmán indio residente en Arabia Saudita: Al-Qaeda, LIskar-e-Taiba, jihadistas regionales, talibanes, musulmanes indios (153 millones del total de mil 148 millones, es decir, 13.4 por ciento), etcétera.
En términos estructurales macroscópicos, la verdadera causal es la “guerra contra el terrorismo” y su montaje hollywoodense del 11/9 de hace siete años del régimen torturador bushiano y la banca israelí-anglosajona, quienes manipularon militarmente a Pakistán y ahora lo han descompuesto al máximo con el fin de poner en jaque a las tres potencias euroasiáticas emergentes (Rusia, India y China), mediante las múltiples guerras del complejo-militar-industrial de Estados Unidos en el “arco de inestabilidad” que absorbe al Gran Medio-Oriente, que, en la definición geoestratégica del general Ariel Sharon, va en línea horizontal desde Marruecos hasta Cachemira (en plena efervescencia por el Choque huntingtoniano de Civilizaciones) y, en línea vertical, del Cáucaso (donde se acaban de redefinir los linderos de nuevo orden mundial en la periferia inmediata de la resucitada Rusia) hasta el cuerno de África (donde han brotado los piratas jihadistas del siglo XXI).
Ya habíamos advertido que desde el 11/9 de 2001, fraguado por los siniestros ISI en complicidad con los servicios de espionaje israelí-anglosajones, los ideólogos del Choque huntingtoniano de Civilizaciones habían pronunciado la muerte de Pakistán que ahora califican de “estado fracasado”.
La carnicería de Bombay, muy compleja y bien diseñada, es producto tanto de la geopolítica bélica en el “cuadrángulo de la muerte” como de la anarquía financiera, económica, política y social imperante en Pakistán, prisionero de la lucha intestina por el poder y el jaloneo de sus fuerzas centrífugas.
La guerra mundial en proceso, que libra la banca israelí-anglosajona para encubrir sus cuantiosas pérdidas especulativas en el seno del G-7, aceleró su paso en Bombay, y se escenifica en medio de la grave crisis multidimensional (financiera, económica, alimentaria, hidráulica y climática) que subsume el finiquito del caduco paradigma neoliberal y la profunda crisis de la civilización “occidental”.
Los autores reales de la carnicería de Bombay –es decir, los ideólogos del Choque huntingtoniano de Civilizaciones, la guerra contra el terrorismo islámico global y, en última instancia, los inventores primigenios del fantasmagórico Al-Qaeda (para los lectores de Bajo la Lupa, Al-CIA)– buscan óptimamente una cuarta guerra entre las dos potencias nucleares rivales del subcontinente indio (Pakistán e India) y, mínimamente, el regreso del fundamentalismo hindú del partido Bharatiya Janata en las cruciales elecciones de mayo que castigarían la ineptitud en materia de seguridad del partido plural multiétnico y laico del Congreso que refleja el mosaico etnorreligioso de India, también en grave riesgo de balcanización. Tanto mejor, en este escenario dantesco, si es entronizado Bibi Netanyahu como primer ministro de Israel por el “efecto Bombay”.
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