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A PROPÓSITO DE LA SOCIEDAD OVEJUNA

Oídme bien, abrid bien esas orejotas lanudas: cuando el Estado os garantiza las pensiones o el seguro del paro, con esa suficiencia suya tan insultante, como si os hiciera un favor, no está más que cumpliendo con su cometido, puesto que para eso os pasáis cotizando toda la vida.

¡La garantía de vuestra seguridad es lo mínimo que podéis exigirle al Estado y a la casta parasitaria que en los últimos tiempos se ha encaramado a él como una viscosa garrapata!

Atended, que el futuro de vuestros hijos y el vuestro propio está en juego: los tributos recaudados por los Estados modernos no tienen parangón en la historia; nunca antes se había producido tanto y nunca antes se había acumulado tanta riqueza en el Estado. Los tesoros del Estado han superado en número y brillo los sueños más húmedos de los tíos Gilitos de antaño, así que empezad a preguntaros por qué razón el bienestar colectivo sufre un jaque cuando el Estado lleva décadas expoliando y engordando incluso a base de sangre de civiles en remotos parajes.

La casta que se ha encaramado al Estado, como una sanguijuela a un pellejo, además de cobrar por su labor pública, incrementa sus ganancias con paralelos negocios privados: más de 200 diputados de los menos de 300 que copan el parlamento español se aprovechan de la influencia de su puesto para ganar dinero por otras vías ajenas a su labor funcionarial. Enteráos de una puta vez, que os pasáis la vida embobados con los héroes de papel cuché que el Estado camello os vende como opiáceo.

El Estado no es vuestro padre ni vuestro patrón. Por el contrario, sois vosotros los que tenéis por principio el control sobre el Estado: el Estado está para serviros, no para que vosotros sirváis a la caterva de demagogos que han usurpado el espacio público que constituye su razón de ser. Al Estado lo mantenéis vosotros con vuestro trabajo, e incluso los que no trabajáis contribuís a su mantenimiento con el pago de impuestos, tanto directos como indirectos, luego todos tenéis el derecho y la responsabilidad de exigirle al Estado un escrupuloso respeto a aquello que se dio en llamar res pública:

¡el Estado no puede ser un instrumento en manos de privatizadoras oligarquías de poder!

Si el Estado va a comportarse como una ramera que os exige dinero y más dinero a cambio de sus servicios mientras la casta parasitaria de la partitocracia se acuesta con ella de balde, y hasta le roba el dinero que vosotros le disteis, para pagar sus deudas al dueño del burdel ($), entonces, maldita sea, el Estado ha perdido toda legitimidad moral y en consecuencia no podéis menos que exigir, de inmediato, un cambio tanto en la forma como en la gestión de ese Estado.

LLegado el fin de semana, como ovejitas obedientes, os metéis en la granja calentita de la televisión con que os hipnotiza el Estado, cansados de haberos dejado el pellejo produciendo para ese explotador que especialmente a los autónomos os reclama en ocasiones la mitad de las ganancias. Como ovejitas sumisas, os dejáis esquilmar por vuestro patrón paternal, el que os promete aquello que deberíais exigirle como derecho incondicional: vuestra seguridad social, ¡pues para eso le pagáis, para eso cumplís un horario laboral, para eso compartís con la Hacienda pública, esa vampira, vuestro sueldo!

Aquello que el Estado, o, más correctamente, sus usurpadores, los vividores de los partidos políticos, os ofrecen como limosna extraordinaria, no es sino lo que precisamente por deber de Estado tienen que garantizaros en todo momento: cuando los oligarcas salen a la palestra mediática, sonrientes, condescendientes, y se ponen una medalla por aseguraros una cobertura social relativamente fiable, ¡no están haciendo otra cosa que lo que su sueldo exige!

Vosotros, europeos modernos, idólatras del Estado, como antes lo eráis de vuestro tiránico dios judeocristiano, le suplicáis al Estado y a la aristocracia de los partidos que han emponzoñado la propia naturaleza del principio de Estado que no os abandone, que no os entregue a la deriva de las crisis, que se suceden una tras otra, mientras las cotorras de los medios de comunicación defienden y exculpan a esos partidos políticos que groseramente identifican con el Estado.

¡El Estado sois vosotros! ¡Vosotros sois el rebaño y no el que lleva el cayado! Si vosotros dejáis de balar al unísono, al que lleva el cayado no le vale de nada amenazaros con un golpe, ni siquiera con la esquila. El Estado es la superestructura jurídico-política de la sociedad que vosotros constituís, y no un templo donde adorar a los dioses de los políticos. Ellos deben ser servidores del bien público, y no una aristrocracia de extorsionadores. Ellos comen con vuestros impuestos. Y saben que lo harán siempre a menos que sus superiores decidan lo contrario:

¡entended, pues, que es por esto último que nunca contrariarán a sus superiores, y en consecuencia, nunca defenderán vuestros intereses, los del pueblo, puesto que son clanes y no organizaciones democráticas!

Qué falacia, ovejitas rebañiegas, pensar, decir, afirmar, creer, defender, que los partidos representan la diversidad de tendencias ideológicas de la sociedad.

¿No veis, ovejitas, que el único ideario que defienden es el que le dictan los dueños del $?

¿No veis que siempre que, por su reiterada negligencia, estalla una crisis, os recortan derechos y aún os exijen que os echéis en sus brazos con la confianza de superar la adversidad?

¿Vais a soportar, pacientes y sumisos como ovejas trasquiladas, que la casta parasitaria, los monaguillos de la Banca, continúen expoliándoos mientras os arrojan el pienso de los más burdos divertimentos?

¿Vais a contentaros con ver algún culito en la televisión y una pelotita o baloncito o cochecito que va de un lado al otro de la pantalla mientras los fariseos que han tomado el templo del Estado hipotecan las vidas de vuestros hijos y las vuestras propias y además se ríen en vuestra cara y os echan como limosna unas monedas de garantía social que vosotros mismos, previamente, les habíais dado?

Pensadlo, porque desde hace más de 50 años sois una sociedad ovejuna.

Tragasteis la bilis del fascismo y ahora soportáis los esputos del $.

¿Hasta cuándo vais los españoles a seguir inclinándoos de espaldas al falo de la Autoridad?

mabuse

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