Con lo de “¡soy español!” cuando la eurocopa o lo del “Rafa Podemos” de ayer mismo pretenden reforzar nuestra autoestima como si fuéramos niños creativos, de esos que tardan más de lo normal en aprender lo que sea. Montan circos anticipando la falta de pan. El simulacro está en el corazón del capitalismo. En estos días en los que disimular los déficits (de la balanza de pagos nacional, de las cuentas de la seguridad social y de la energía) es especialmente difícil, el arte de las artes, el hacer parecer, es más necesario que nunca.
Estrategia minimax: riesgo máximo: pasárnoslo mal hoy y peor mañana. Mínimo riesgo máximo; al menos tengamos un buen día. Que mañana Dios, o el azar, dirán.
El Estado, que sabe que la violencia es el corazón y el alma secreta de lo sagrado, convierte en sagrado al espectáculo para canalizarla, para que, convenientemente entretenidos podamos seguir produciendo y consumiendo como si tal cosa. Por nuestro bien. Nuestros representantes deportivos nos recuerdan como la democracia representativa y los espectáculos deportivos, con sus héroes, como, por otro lado, el círculo vicioso terrorista con sus víctimas sacrificables (sacrum facere), han estado formando parte ad ovo, desde el principio, del capitalismo. De la digestión, de la contención, en los dos sentidos del verbo contener, de la violencia.
Lo sagrado es como el ojo del remolino, todo cuela allí. Quien ha penetrado en el dominio de lo impersonal encuentra allí una responsabilidad hacia todos los seres humanos. La de proteger en ellos, no la persona, sino todo lo que la persona reviste de frágiles posibilidades de pasaje a lo impersonal. Todo aquello que es impersonal en el hombre es sagrado, y a veces parece que eso no le basta.
El haber ganado la eurocopa es un cuento chino. Pero es además un cuento que funciona. No lo hacemos todo mal, parecen decir nuestras victorias mientras se ríen de nosotros y agitan pañuelos de despedida con las manos, animándonos a seguir llamando curas intensivas a los cuidados paliativos que nuestras tímidas instituciones nos dispensan. Vamos a necesitar de nuevo la religión para dormir, y es que los hombres no somos religiosos en cuanto nos creemos muy imperfectos sino en cuanto nos creemos enfermos. Cuando nos sentimos merecedores de terapia, no dignos de protagonismo.
La causa de muchas neurosis en la segunda mitad de la vida puede encontrarse en un debilitamiento de la naturaleza del alma como creadora de imágenes de contenido religioso. Pero en la primera mitad de la vida lo sagrado sirve para no hacer el tonto (ser violentos), que no es poco. Encontrar la distancia a la violencia simbólica o institucional, a no dejarse reducir por ellas a la anomia y al anonimato, eso es la tarea de nuestro desarrollo como personas de todos los días. ¿Será nuestra civilización también vieja y necesitará ahora de una nueva conversión como esas personas de edad que buscan una religión a falta de otro futuro que otorgarse?
Mientras crecemos hacia una ciudadanía madura, hacia una autonomía que llene de sentido nuestra vida, tiramos de las tres ayudas que lo sagrado pone en nuestras manos, desviándonos de la violencia hacia uno mismo o hacia los demás: Las distracciones poderosas que hacen que nuestra miseria parezca pequeña, las satisfacciones sustitutivas, que la reducen y los narcóticos, que nos tornan insensibles a ella. Ciencia, Arte y Religión.
Reduciendo el valor de la vida y deformando delirantemente la imagen del mundo real, intimidando la inteligencia, imponiendo por la fuerza al hombre la fijación a un infantilismo psíquico y haciéndole partícipe de una locura colectiva, la religión logra evitar a muchos seres la caída en una neurosis individual. Mientras esperamos la ocasión de llegar a ser mayores consideramos nuestros problemas de sueño.
Se ha considerado a la ciencia como opuesta en cierto modo a la religión, las dos forman parte de lo sagrado, pero con diferente intensidad desde luego, y hay que agradecer a la primera que si no ha conseguido impedir que las personas inteligentes sean creyentes, si al menos ha posibilitado que no lo sean. Que puedan renunciar a ciertos atributos que da lo sagrado sin entristecerse, puesto que el mismo disfrutar de atributos presupone una cierta deleitación en su realidad, es lícito prever que a alguno, que ni para sí mismo tiene sentido de la realidad, le llegue un día en el que tenga que reconocerse hombre sin atributos, como el de Musil. Que se ríe de los que, según palabras de Nietzsche, son "incapaces de padecer hambre en el alma por amor a la verdad"; de los que vuelven a las andadas, los pusilánimes, los blandos, los que consuelan su alma con alucinaciones y la nutren, porque la razón les da piedras en lugar de pan, con sentimientos religiosos, filosóficos y fabulosos, semejantes a bollos de leche.
Y el asunto no tiene maldita la gracia porque la inercia de las metáforas que remachadores de mitos deportivos, religiosos, creacionistas, conductistas, positivistas, solipsistas... han usado para preguntar y comprender impide a menudo el paso a otras metáforas que sean madres fructíferas de nuevas maneras de preguntar y comprender. Para abandonar la sala a tiempo y salir a la calle, a hablar con alguien. A ver si podemos hacer algo por mejorar la situación real, por si esos que dicen que no hay nada que hacer estuvieran equivocados.
nonetanti
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