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¡Ciencia sin Conciencia! ¡Qué ocurrencia! |
En cierta ocasión, en una conferencia afirmé que, gran parte de los postulados de la llamada ciencia materialista, serían las mentiras del mañana, y no faltó quien, armas en ristre, saliera a defender su posición contraria a mi afirmación. Más, no soy el único, ni el primero, ni el último en afirmarlo:
“Oímos decir que la idea de la Piedra Filosofal fue un error, pero todas nuestras opiniones han partido de errores, y lo que hoy consideramos como la verdad en química, quizá será mañana reconocido como una falacia”. J.VON LIEBIG, FAMILIAR LETTERS IN CHEMISTRY
La “Botánica”, por ejemplo, considerada la rama de la ciencia que estudia a los vegetales, es otro término mal empleado. Entre los griegos antiguos, los “Botane” eran, literalmente “los habitantes de la hierba”, o sea, las inteligencias elementales o almas de las plantas. De esta manera, la “Botánica” debería ser, en rigurosa ciencia, el estudio de los habitantes de la hierba y no únicamente el estudio de estas últimas.
Si, en rigurosa acepción académica, la ciencia materialista es: “Conocimiento EXACTO y razonado de ciertas cosas”, no podría, pues, errar, siendo un “conocimiento exacto”. Y, si, errar, es, castizamente, sinónimo de mentir, y, por otra parte, la ciencia materialista que significa “conocimiento exacto”, ha errado en innumerables ocasiones, es mentirosa, falsa y demasiado orgullosa, pues no acepta sus propios errores, los justifica de mil maneras.
¡Ciencia sin Conciencia! ¡Qué ocurrencia!
Lo mismo valga para el científico Inconsciente.
Desde el momento en que la llamada ciencia se divorció de los principios místicos y filosóficos, le quitó el alma a la investigación.
Las matemáticas, llamada “ciencia exacta”, ¿no tuvo en uno de sus padres al Divino Pitágoras, tan enunciado en nuestras aulas docentes? Y, se nos dice en estas que fue el descubridor de la tabla de multiplicar, del sistema decimal y del teorema que lleva su nombre, Y, ¿qué estudioso negaría que fue un gran filósofo y místico en todo el sentido de la palabra?
¿Qué diríamos de Paracelso, uno de los fundadores de la medicina experimental, descubridor de la existencia del cinc como metal independiente y definió la toxicidad del arsénico, señalando, además la eficacia terapéutica antiluética del precipitado rojo de mercurio? Y Paracelso fue uno de los promotores de la Alquimia Mística, la que propone una verdadera transformación de la persona, en la persona.
Alberto Magno (Alquimista) fue el primero en preparar la potasa cáustica y en desentrañar la composición del cinabrio (sulfuro de mercurio) Basilio Valentín (Alquimista) descubrió, además del antimonio, los ácidos clorhídrico y sulfúrico.
Actualmente es ya bastante famoso el gran físico nuclear y Alquimista conocido con el nombre de Fulcanelli, cuyas dos obras (El Misterio de las Catedrales y Las Moradas Filosófales) aparecieron respectivamente en 1926 y 1930
Trascribiré a continuación lo que Louis Pawels describe en su obra “El Retorno de los Brujos”, sobre una entrevista que su amigo Jacques Bergier tuvo en 1937 con el Adepto Fulcanelli:
A petición de André Helbronner (notable físico nuclear francés), mi amigo (Jacques Bergier, asistente de Helbronner) se entrevistó con el misterioso personaje en el prosaico escenario de un laboratorio de ensayos de la Sociedad del Gas, de París. He aquí, exactamente, su conversación:
“Monsieur André Helbronner, del que tengo entendido que es usted ayudante, anda buscando la energía nuclear. Monsieur Helbronner ha tenido la amabilidad de ponerme al corriente de algunos de los resultados obtenidos, especialmente de la aparición de la radioactividad correspondiente al Polonio, cuando un hilo de Bismuto es volatilizado por una descarga eléctrica en el seno del deuterio a alta presión. Están ustedes muy cerca del éxito, al igual que algunos otros sabios contemporáneos. ¿Me permite usted que le ponga en guardia? Los trabajos a que se dedican ustedes y sus semejantes son terriblemente peligrosos. Y no son sólo ustedes los que están en peligro, sino también la Humanidad entera. La liberación de la energía nuclear es más fácil de lo que piensa. Y la radiactividad superficial producida puede envenenar la atmósfera del Planeta en algunos años. Además, pueden fabricarse explosivos atómicos con algunos gramos de metal y arrasar ciudades enteras. Se lo digo claramente: los alquimistas lo saben desde hace mucho tiempo”.
Bergier se dispuso a Interrumpirle, protestando. ¡Los alquimistas y la física moderna! Iba a prorrumpir en sarcasmos, cuando el otro lo atajó:
“Ya sé lo que va a decirme: los alquimistas no conocían la estructura del núcleo, no conocían la electricidad, no tenían ningún medio de detección. No pudieron, pues, realizar ninguna transmutación, no pudieron, pues, liberar jamás la energía nuclear. No intentaré demostrarle lo que voy a decirle ahora, pero le ruego que lo repita a Monsieur Helbronner: bastan ciertas disposiciones geométricas de materiales extremadamente puros para desencadenar las fuerzas atómicas, sin necesidad de utilizar la electricidad o la técnica del vacío. Y ahora me limitaré a leerle unas breves líneas”.
El hombre tomó de encima de su escritorio la obra de Fréderic Soddy, L’interprétation du Radium, la abrió y leyó:
“Pienso que existieron en el pasado civilizaciones que conocieron la energía del átomo y que fueron totalmente destruidas por el mal uso de esta energía”.
Después prosiguió:
“Le ruego que admita que algunas técnicas parciales han sobrevivido. Le pido también que reflexione sobre el hecho de que los alquimistas mezclaban preocupaciones morales y religiosas con sus experimentos, mientras que la Física moderna nació en el siglo XVIII de la diversión de algunos señores y de algunos ricos libertinos.
CIENCIA SIN CONCIENCIA…”
He creído que hacía bien advirtiendo a algunos investigadores, aquí y allá, pero no tengo la menor esperanza de que mi advertencia fructifique. Por lo demás, no necesito la esperanza.
Bergier se permitió hacer una pregunta:
“Si usted mismo es alquimista, señor, no puedo creer que emplee su tiempo en el intento de fabricar oro, como Dunikovski o el doctor Miethe. Desde hace un año, estoy tratando de documentarme sobre la alquimia y sólo he tropezado con charlatanes o con interpretaciones que me parecen fantásticas”.
¿Podría usted, señor, decirme en qué consisten sus investigaciones?
“Me pide usted que resuma en cuatro minutos cuatro mil años de filosofía y los esfuerzos de toda mi vida. Me pide, además, que le traduzca en lenguaje claro conceptos que no admiten el lenguaje claro. Puedo, no obstante, decirle esto: no ignora usted que, en la Ciencia Oficial hoy en progreso, el papel del observador es cada vez más importante. La relatividad, el principio de incertidumbre, muestran hasta qué punto interviene hoy el observador en los fenómenos. El secreto de la alquimia es éste: existe un medio de manipular la materia y la energía de manera que se produzca lo que los científicos contemporáneos llamarían un campo de fuerza. Este campo de fuerza, actúa sobre el observador y le coloca en una situación privilegiada frente al Universo. Desde este punto privilegiado tiene acceso a realidades que el espacio y el tiempo, la materia y la energía, suelen ocultarnos. Es lo que nosotros llamamos la Gran Obra”.
Pero, ¿y la piedra filosofal? ¿Y la fabricación del oro?
“Esto no es más que aplicaciones, casos particulares.
LO ESENCIAL NO ES LA TRASMUTACIÓN DE LOS METALES, SINO LA DEL PROPIO EXPERIMENTADOR. ES UN SECRETO ANTIGUO QUE VARIOS HOMBRES ENCONTRARAN TODOS LOS SIGLOS”.
¿Y en qué se convierten entonces?
“Tal vez algún día lo sabrá”.
“Mi amigo no vería nunca más a aquel hombre, que dejó un rastro imborrable bajo el nombre de Fulcanelli. Todo lo que sabemos de él es que sobrevivió a la guerra y desapareció completamente después de la Liberación. Todas las gestiones para encontrarlo fracasaron. Estas gestiones fueron bien reales, pues las llevó a cabo la comisión “Alsos”, patrocinada por la CIA americana, que, después de 1945, tenía órdenes muy estrictas de encontrar a todos los que hubiesen tenido relación alguna con la ciencia atómica en Europa. Bergier fue llamado a declarar, pero no pudo proporcionar ninguna pista al comandante que lo interrogó. Este le permitió examinar el primer documento conocido sobre la utilización militar del átomo. Jacques Bergier comprobó entonces que se había descrito perfectamente la pila atómica como “una estructuración geométrica de sustancias extremadamente puras” y que, por otra parte, ese mecanismo no requería la electricidad ni la técnica del vacío, tal como lo había predicho Fulcanelli. El informe acababa exponiendo la posibilidad de que se produjera una contaminación atmosférica susceptible a extenderse a todo el Planeta. Se comprende que tanto Bergier como los oficiales americanos desearan encontrar a un hombre cuya existencia era una prueba fehaciente de que la ciencia alquímica llevaba muchas décadas de ventaja a la ciencia oficial. Y si Fulcanelli ocupaba una posición tan ventajosa respecto a los conocimientos atómicos, también debería estar bien informado sobre muchos otros asuntos, y tal vez por eso fueran vanas todas las pesquisas”.
Para reflexión de nuestros lectores, veamos a qué conclusión científica llegó uno de los más grandes sabios de la época, Einstein, según entrevista personal que Giovanni Papini consignara en su obra “GOG”.
Einstein se ha resignado a recibirme porque le he hecho saber que le tenía reservada la suma de 100.000 marcos, con destino a la Universidad de Jerusalén (Monte Scopus)
Le encontré tocando el violín. (Tiene, en efecto, una verdadera cabeza de músico) Al verme, dejó el arco y comenzó a interrogarme.
— ¿Es usted matemático?
— No.
— ¿Es físico?
— No.
— ¿Es astrónomo?
— No.
— ¿Es ingeniero?
— No.
— ¿Es filósofo?
— No.
— ¿Es músico?
— No.
— ¿Es periodista?
— No.
— ¿Es israelita?
— Tampoco.
— Entonces, ¿por qué desea tanto hablarme? ¿Y por qué ha hecho un donativo tan espléndido a la Universidad hebrea de Palestina?
— Soy un ignorante que desea instruirse y mi donativo no es más que un pretexto para ser admitido y escuchado.
Einstein me perforó con sus ojos negros de artista y pareció reflexionar.
— Le estoy agradecido por el donativo y por la confianza que tiene en mí. Debe convenir, sin embargo, que decirle algo de mis estudios es casi imposible si usted, como dice, no conoce ni las matemáticas ni la física. Yo estoy habituado a proceder con fórmulas que son incomprensibles para los no iniciados, y hasta entre los iniciados son poquísimos los que han conseguido comprenderlas de un modo perfecto. Tenga, pues, la bondad de excusarme…
— No puedo creer —contesté— que un hombre de genio no consiga explicarse con las palabras corrientes. Y mi ignorancia no está, sin embargo, tan absolutamente desprovista de Intuición…
— Su modestia —repuso Einstein— y su buena voluntad merecen que haga violencia a mis costumbres. Si algún punto le parece oscuro, le ruego desde ahora que me excuse. No le hablaré de las dos relatividades formuladas por mí: eso ya es una cosa vieja que puede encontrarse en centenares de libros. Le diré algo sobre la dirección actual de mi pensamiento.
Por naturaleza soy enemigo de las dualidades. Dos fenómenos o dos conceptos que parecen opuestos o diversos, me ofenden. Mi mente tiene un objetivo máximo: Suprimir las diferencias. Obrando así permanezco fiel al espíritu de la conciencia que, desde el tiempo de los griegos, ha inspirado siempre a la unidad. En la vida y en el arte, si se fija usted bien, ocurre lo mismo. El amor tiende a hacer de dos personas un solo ser. La poesía, con el uso perpetuo de la metáfora, que asimila objetos diversos, presupone la identidad de todas las cosas.
En las ciencias este proceso de unificación ha realizado un paso gigantesco. La astronomía, desde el tiempo de Galileo y de Newton, se ha convertido en una parte de la física. Riemann, el verdadero creador de la geometría no Euclidiana, ha reducido la geometría clásica a la física; las investigaciones de Nernst y de Max Boro han hecho de la química un capítulo de la física; y como Loeb ha reducido la biología a hechos químicos, es fácil deducir que incluso ésta no es, en el fondo, más que un párrafo de la física. Pero en la física existían, hasta hace poco tiempo, datos que parecían irreductibles, manifestaciones distintas de una entidad o de grupos de fenómenos. Como, por ejemplo, el tiempo y el espacio; la masa inerte y la masa pesada, esto es, sujeta a la gravitación; y los fenómenos eléctricos y los magnéticos, a su vez diversos de los de la luz. En estos últimos años estas manifestaciones se han desvanecido y estas distinciones han sido suprimidas. No solamente, como recordará he demostrado que el espacio absoluto y el tiempo universal carecen de sentido, si no que he deducido que el espacio y el tiempo son aspectos indisolubles de una sola realidad. Desde hace mucho tiempo, Faraday había establecido la identidad de los fenómenos eléctricos y de los magnéticos, y más tarde, los experimentos de Maxwell y Lorenz han asimilado la luz del electromagnetismo. Permanecían, pues, opuestos, en la física moderna, sólo dos campos: El campo de la gravitación y el campo electromagnético. Pero he conseguido, finalmente, demostrar que también estos constituyen dos aspectos de una realidad única. Es mi último descubrimiento: La teoría del campo unitario. Ahora, espacio, tiempo, materia, energía, luz, electricidad, inercia, gravitación, no son mas que nombres diversos de una misma homogénea actividad. Todas las ciencias se reducen a la física, y la física se puede ahora reducir a una sola fórmula. Esta fórmula, traducida al lenguaje vulgar, diría poco más o menos así: “Algo se mueve”. Estas tres palabras son la síntesis última del pensamiento humano.
Einstein se debió de dar cuenta de la expresión de mi rostro, de mi estupor.
- ¿Le sorprende –añadió- la aparente sencillez de este resultado supremo? ¿Millares de años de investigaciones y de teorías para llegar a una conclusión que parece un lugar común de la experiencia más vulgar? Reconozco que no está del todo equivocado. Sin embargo, el esfuerzo de síntesis de tantos genios de la ciencia lleva a esto y nada más: “Algo se mueve”. Al principio –dice San Juan- era el verbo. Al principio –contesta Goethe- era la acción. Al principio y al fin –digo yo– es el movimiento. No podemos decir ni saber más. Si el fruto final del saber humano le parece una vulgarísima serba, la culpa no es mía. A fuerza de unificar es necesario obtener algo increíblemente sencillo.
Hasta aquí esta trascripción.
Queda un interrogante: ¿Qué es lo que anima al movimiento? En las sagradas escrituras se nos dice: “…y el espíritu de Dios se MOVÍA sobre la haz de las aguas”. En alquimia sabemos perfectamente de qué se trata…
Valga la pena decir, que si todas las ciencias se reducen a la física, la física se reduce a la alquimia. No en vano, a la filosofía Hermética (ciencia alquímica) se le ha llamado “La Madre de todas las Ciencias”…
La Conciencia Atómica no-se somete para efectos de transmutación a impulsos meramente mecánicos desprovistos del conocimiento de las leyes que rigen la Conciencia del Átomo. Penetrar en el mundo atómico desconociendo las leyes que lo rigen es ocasionar un caos catastrófico en su infinitamente pequeño universo. Y es eso precisamente lo que los llamados señores de la ciencia materialista se han empeñado en hacer y los resultados no se han hecho esperar: desequilibrio casi total de la naturaleza humana y exterior.
Es por ello que jamás estos señores podrán demostrar en sus laboratorios la transmutación de los metales viles en oro. Lo que han logrado es sólo una mínima cantidad con relación a los metales originales, o elementos originales.
El hecho de que el electrón, como corpúsculo de electricidad negativa, y que danza alrededor del átomo, para “ser domesticado” necesite menos de una mil millonésima de segundo para obedecer, es algo que nos invita a la reflexión…
¿Quién guía de una manera tan matemática y exacta los movimientos atómicos? Los fanáticos y dogmáticos materialistas nos dirían que la mecánica de la naturaleza. Muy bien; y, ¿podrá existir mecánica sin mecánicos? No. Entonces si se nos habla de una mecánica, por fuerza se tienen que aceptar principios inteligentes que dirijan el movimiento de esa mecánica.
Ya el sabio y científico alemán, Doctor Arnoldo Krumm Heller, había afirmado que un átomo es un trío de materia, energía y conciencia. La materia es la forma perceptible a través del microscopio, su constitución; la energía es la dinámica del movimiento; y la conciencia es la inteligencia oculta (no manifiesta al científico materialista) que guía tan sabia y matemáticamente el movimiento atómico. Si todo en la naturaleza está constituido en última síntesis por partículas atómicas y sub-atómicas, cualquier cuerpo tiene su conciencia atómica, sea este mineral, vegetal, animal, humano, etc.
Mas, dejemos que la investigación científica no desprovista de fundamentos místicos y filosóficos, nos hable al respecto.
Nosotros, pues, declaramos (dice el Gran Sabio Fulcanelli en sus “Moradas Filosófales”), sin tomar partido que los grandes científicos de quienes hemos trascrito sus opiniones se equivocan cuando niegan la posibilidad de un resultado lucrativo de la transmutación. Ellos se engañan acerca de la constitución y las cualidades profundas de la materia, si bien piensan haber explorado todos sus misterios. Mas, ¡ay!, La complejidad de sus teorías, la acumulación de definiciones, creadas para explicar lo inexplicable, y sobretodo, la perniciosa influencia de una educación materialista, les impulsa a buscar cada vez más lejos, lo que en cambio está a sus puertas. Ellos son, en mayoría, matemáticos que han perdido en sencillez, en buen sentido, lo que han ganado en lógica humana, en rigurosidad numérica. Ellos sueñan aprisionar la naturaleza en una fórmula, de poner la vida bajo fórmula de ecuaciones. Y así, en sucesivas desviaciones, llegan inconscientemente a alejarse de tal manera, de la simple verdad, que justifican las duras palabras del Evangelio: “Ellos tienen ojos para no ver y un intelecto para no entender”.
¿Será posible atraer a estos hombres a una concepción menos complicada de las cosas, guiar a estos dispersos hacia la luz del espiritualismo que les falta? Nosotros lo intentaremos, y, ante todo, diremos a aquellos que consientan seguirnos, QUE NO SE PUEDE ESTUDIAR LA NATURALEZA FUERA DE SU ACTIVIDAD.
“El análisis de la molécula y del átomo, nada nos enseñan; es incapaz de resolver el problema más grande que un científico pueda proponerse: ¿Cuál es la esencia de esta dinámica invisible y misteriosa que anima la materia? En efecto ¿qué sabemos del movimiento? Ahora, aquí abajo, todo es vida y movimiento. La actividad vital, claramente manifestada en los animales y en los vegetales, no es menos vital en el reino mineral si bien exige más atención del observador. LOS METALES, EN EFECTO, SON CUERPOS VIVIENTES Y SENSIBLES y son testimonios de esto el termómetro de mercurio, las sales de plata, los fluoruros, etc. ¿Qué es la dilatación y la contracción, sino dos efectos del dinamismo metálico, dos manifestaciones de la vida mineral? Y aún, al filósofo no basta anotar el alargamiento de una barra de hierro sometida al calentamiento, sino que debe buscar cuál es la VOLUNTAD OCULTA que obliga al metal a alargarse. Se sabe que los metales, sometidos a la acción de las radiaciones caloríficas, alargan sus poros, extienden sus moléculas, aumentan de superficie y de volumen; en un cierto sentido se expande, un poco así como nosotros inmersos bajo la acción benéfica de los efluvios solares. No se puede negar que una reacción similar tiene una causa profunda, inmaterial, porque no se podría explicar, sin este impulso, cuál otra seria la fuerza que obliga a las partículas cristalinas a abandonar su INERCIA APARENTE. ESTA VOLUNTAD DEL METAL, o sea, SU MISMA ALMA, ha sido totalmente evidenciada por un bellísimo experimento realizado por Ch.—Ed, Guillaume. Una barra de acero calibrada y sometida a una tracción continua y progresiva y cuya potencia es registrada por medio de un dinamógrafo. Cuando la barra está para ceder, se manifiesta un estrangulamiento del cual se fija el punto exacto. Se suspende la tracción y se regresa la barra a sus dimensiones primitivas, para luego reiniciar el experimento. Esta vez, el estrangulamiento se produce en un punto diferente al primero. Continuando de la misma manera se observa que todos los puntos fueron experimentados sucesivamente y que todos comenzaron a ceder, uno después del otro a la misma tracción. Ahora, si se calibra por última vez la barra de acero y se vuelve a iniciar, desde el principio, se prueba que ahora se debe usar una fuerza muy superior a la primera para provocar la reaparición de los síntomas de ruptura. Ch.—Ed. Guillaume deduce de estas experiencias, con razón evidente, que el metal se comportó como hubiera hecho un cuerpo orgánico; él reforzó sucesivamente todas sus partes más débiles y aumentó a propósito su cohesión para defender mejor su Integridad amenazada”.
Veamos otro testimonio científico con relación a la Conciencia mineral.
Jagadis Chandra Bose, de cuya labor en el campo de la fisiología vegetal sólo dijo la Enciclopedia Británica, casi medio siglo después de su muerte, que se adelantó tanto a su tiempo, que apenas podía valorarse en su justo mérito, dejó un testimonio irrefutable al respecto:
“En 1899, Bose observó el extraño caso de que el radioconductor mecánico para recibir las ondas de radio perdía sensibilidad cuando se le usaba continuamente, pero recuperaba su estado normal tras un periodo de descanso. Esto le llevó a la conclusión de que, por inconcebible que pareciese, los metales pueden recuperarse de la “fatiga”, de manera semejante a como recobran sus energías los animales e individuos cansados. En virtud de trabajos posteriores, comenzó a pensar que la línea divisoria entre los metales “sin vida”, como se dice, y los organismos “vivos” era sumamente tenue. Pasando espontáneamente del campo de la física al de la fisiología, inició entonces un estudio comparativo de las curvas de la reacción molecular en las sustancias inorgánicas con las de los tejidos de los animales vivos”.
“Con gran asombro y sorpresa, advirtió que las curvas producidas por el óxido magnético de hierro ligeramente calentado se parecían notablemente a las de los músculos. En ambas disminuía la reacción y la recuperación con el exceso de trabajo, y la fatiga consiguiente podía desaparecer en virtud de un masaje delicado, o de un baño de agua caliente. Otros componentes metálicos reaccionaban de manera parecida a los animales. Cuando se limpiaba una superficie metálica grabada con ácidos para eliminar hasta la última señal impresa en ella, mostraba reacciones en las partes tratadas por el ácido, que no se advertían en las otras. Bose atribuía cierto tipo de memoria del tratamiento a las secciones afectadas. En el potasio observó que su poder de recuperación se perdía casi totalmente si se le trataba con diversas sustancias extrañas: esto parecía análogo a las reacciones del tejido muscular a los venenos”.
“En un trabajo que presentó al Congreso Internacional de Física, celebrado en la exposición de París de 1900, con el título, “De la generalidad de los fenómenos moleculares producidos por la electricidad sobre la materia inorgánica y sobre la materia viva”, hizo hincapié en la “unidad fundamental existente en la diversidad aparente de la naturaleza”, llegando a la conclusión de que “es difícil trazar una línea divisoria, y afirmar que aquí termina el fenómeno físico y aquí comienza el fisiológico” El Congreso se quedó bouleversé por la desconcertante, o más bien apabullante idea, de que la distancia que separa lo animado de lo inanimado quizá no sea tan grande ni tan infranqueable como generalmente se cree; el secretario del Congreso declaró que estaba pasmado”.
“Sir Michael Foster, secretario de la Real Sociedad, se presentó una mañana en su laboratorio para ver con sus propios ojos lo que estaba ocurriendo. Bose mostró al veterano de Cambridge algunas de sus grabaciones, a lo que comentó el anciano en tono de broma:
Pero, vamos Bose, ¿qué tiene de nuevo esta curva? ¡La venimos viendo desde hace medio siglo por lo menos!
Pero… ¿qué cree usted que es? —replicó Bose sin levantar la voz.
Está muy claro… ¡es la curva de reacción de un músculo, naturalmente! —contestó Foster con firmeza.
“Mirando al profesor desde el fondo de sus penetrantes ojos castaños, dijo entonces Bose con acento seguro”:
Perdóneme, pero es la reacción metálica del estaño.
“Foster se quedó con la boca abierta”.
¿Cómo? —prorrumpió, levantándose de un salto de su silla—. ¿Estaño? ¿Dijo usted estaño?
“Cuando Bose le enseñó todos los resultados que había obtenido, Foster se quedó tan desconcertado como abrumado. Allí mismo le invitó a presentar un informe de sus descubrimientos en otro discurso del Viernes en la Institución Real, y se ofreció para presentar su trabajo personalmente a la Real Sociedad, a fin de obtener prioridad. En la asamblea nocturna del 10 de Mayo de 1901, Bose dio cuenta de todos los resultados que había obtenido durante más de cuatro años, e hizo demostraciones de cada uno de ellos en una serie completa de experimentos, para terminar con la peroración siguiente:
“Les he mostrado a ustedes estos documentos autógrafos sobre la historia de la tensión y del esfuerzo en los seres vivos y no vivos. ¡Cuán semejantes son las escrituras de ambos! Tan semejantes que, en realidad, no se distinguen unas de otras. Ante tales fenómenos, ¿cómo vamos a poder trazar una línea divisoria y afirmar, aquí termina lo físico y aquí empieza lo fisiológico? No existen tales barreras absolutas. Cuando fui testigo mudo de estas grabaciones autógrafas y percibí en ellas una fase de la unidad general que vincula todas las cosas —la mota que tiembla en las ondulaciones de la luz, la vida activa que pulula en nuestra tierra, y los soles radiantes que fulguran por encima de nosotros—, fue cuando comprendí por vez primera una pequeña parte del mensaje proclamado por mis antepasados a las orillas del Ganges hace treinta siglos: “A los que no ven más que una cosa en todas las múltiples manifestaciones cambiantes de este universo, es a quienes pertenece la Verdad Eterna… ¡a nadie más, a nadie más!”.
“El asesor, doctor Howard Miller, citólogo de Nueva Jersey y médico de Backster (Cleve Backster, el más famoso examinador de detectores de mentiras de Estados Unidos), llegó a la conclusión de que todos los seres vivos debían de tener una especie de conciencia celular”.
“La facultad de sentir —asevera Backster— no parece acabar en el nivel celular. Puede extenderse al molecular, al atómico y hasta al sub-atómico. Todas las clases de seres que han sido consideradas convencionalmente inanimadas, acaso necesiten una reevaluación”
“…el astrónomo inglés sir James Jeans había escrito que la corriente del conocimiento humano está llevando imparcialmente hacia una realidad no mecánica: el universo comienza a parecer más que una gran máquina, un gran pensamiento. La mente ya no parece ser un intruso accidental en el campo de la materia. Estamos comenzando a sospechar que deberíamos considerarla como la creadora y gobernante de este reino”.
Hemos podido evidenciar, como, ya se nos habla desde un punto de vista bastante científico y serio, de la conciencia atómica o inteligencia latente en la materia. Continuaremos con otros testimonios de gran valor, que se extienden desde el reino vegetal hasta el humano.
“Las gentes creen que la naturaleza es algo inconsciente, pero se equivocan. ¡Pobres gentes!”
“¡HIJOS DE LA TIERRA! escuchad a vuestros instructores, los Hijos del Fuego…”
“Reyes y reinas del fuego, criaturas de los bosques… ¡os conjuro!. No hay selva que no tenga su genio… No hay árbol que no tenga su criatura, sus poderes y su inteligencia… No hay árbol sin alma… Todo vegetal es el cuerpo físico de una criatura elemental de la naturaleza…”
“Las plantas tienen alma, y las almas de las plantas encierran todos los poderes de la Diosa Madre del Mundo…”
“Las almas de las plantas, son los elementales de la Naturaleza. Estas criaturas inocentes todavía no han salido del Edén, y por lo tanto aún no han perdido sus poderes ígneos…”
“Los elementales de las plantas, juguetean como niños inocentes entre las melodías inefables de este gran Edén de la Diosa Madre del Mundo”.
“No hay nada que no tenga alma en esta creación ardiente…”
“Si observamos con los ojos del Espíritu el fondo ardiente de una roca milenaria, vemos que CADA ÁTOMO ES EL CUERPO FÍSICO DE UNA CRIATURA ELEMENTAL mineral, que lucha, ama y trabaja entre el crepitar ardiente de las llamas universales, anhelando intensamente subir las gradas ardientes del carbón y del diamante, para tener la dicha de ingresar al reino sublime de los vegetales…”
Así, con estos párrafos anteriores nos habla nuestro Venerable Maestro SAMAEL AUN WEOR, en su maravillosa obra “Rosa Ígnea”.
Millones de lectores de periódicos rusos recibieron las primeras ideas de que las plantas comunican sus emociones al hombre en octubre de 1970, cuando Pravda publicó un articulo titulado “Lo que nos dicen las hojas”.
“Las plantas hablan… Sí, gritan” declaró el órgano oficial del partido comunista. “Solo que parece que aceptan sus infortunios sumisamente y sufren su dolor en silencio” El reporte de Pravda, y Chertkov nos dice que fue testigo de estos acontecimientos extraordinarios en Moscú cuando visitó, el laboratorio de Clima Artificial, instalado en la Academia de Ciencias Agrícolas de Timiryazev.
“Delante de mis ojos, un tallo de echada gritó literalmente cuando se metieron sus raíces en agua caliente. Es verdad que la “voz” de la planta sólo se registró en un instrumento electrónico especial de extraordinaria sensibilidad que reveló en una ancha tira de papel “un valle de lágrimas sin fondo” Como si se hubiese vuelto loca, la aguja grabadora describió en las contorsiones de sus trazos sobre la superficie blanca la agonía mortal del tallo de cebada, aunque, limitándose a mirar a la pequeña planta, nadie habría sospechado jamás lo que estaba padeciendo. Mientras sus hojitas seguían erguidas y verdes como siempre, el “organismo” de la planta estaba ya muriendo. Algún tipo de células “cerebrales” nos estaba diciendo desde dentro de ella lo que le ocurría”.
Este aparte anterior extraído del libro “La Vida Secreta de las Plantas”, encuentra un complemento formidable con este otro de la misma obra:
“Creyendo que se estaba haciendo sensacionalismo en los periódicos de occidente”, decía el reportero de Izvestiya, Matveyev se trasladó a Leningrado, donde se entrevistó con Vladimir Grigorievich Karamanov, director del laboratorio de Bio-cibernética del Instituto de Agro-física para recabar una opinión autorizada al respecto.
“Según el reportero de Izvestiya, Karamanov mostraba como una planta leguminosa corriente había adquirido algo equivalente a “manos” para indicar a un cerebro instrumental que cantidad de luz necesitaba. Cuando el cerebro mandaba señales a las “manos”, éstas no tenían más que oprimir un conmutador, y la planta podía entonces establecer por propia cuenta la longitud óptima de su “día” y de su “noche”. Posteriormente, cuando la misma planta había adquirido el equivalente de unas “piernas”, podía instrumentalmente indicar si necesitaba agua. Acreditándose como un ser perfectamente racional —seguía el reportaje—, la planta no se atragantaba vorazmente de agua sin ton ni son, sino que se limitaba a beber unos dos minutos por hora, regulando la cantidad que necesitaba con la ayuda de un mecanismo artificial”.
“Esto era algo auténticamente sensacional en el terreno científico y técnico —terminaba el artículo—, demostración evidente de las capacidades técnicas del hombre del siglo XX”.
Cuando se le preguntó si creía que Backster había descubierto algo nuevo, Karamanov replicó en tono algo tolerante: “¡Nada de eso! Que las plantas son capaces de percibir el mundo que las rodea es una verdad tan antigua como el mismo mundo. Sin percepción, no puede haber ni hay adaptación. Sí las plantas careciesen de órganos sensoriales y no tuviesen medios de transmitir y procesar la información con su memoria y lenguaje propio, inevitablemente perecerían”
El profesor V.N.Pushkin, de la Unión Soviética, doctor en Ciencias Sociológicas, tratando de encontrar un significado en las reacciones de las flores, escribió:
“Es posible que exista un vínculo específico y positivo entre los dos sistemas informativos, el de las células de las plantas y el del sistema nervioso. El lenguaje de las células de las plantas puede estar relacionado con el de las células nerviosas. Estos dos tipos de células vivas totalmente distintas parecen ser capaces de “entenderse” recíprocamente”,
De la misma obra, entresacamos lo siguiente:
“La magia y el misterio del mundo vegetal que existe tras estas actividades científicas se han convertido también hace poco en el tema de un libro nuevo, titulado Hierba, de un escritor popular eslavófilo, Vladimir Soloukhin, que apareció a fines de 1972 en cuatro números de la revista Nauka i Zhizn (Ciencia y vida), que tiene una circulación de tres millones. Nació Soloukhin en una aldea próxima a la antigua ciudad de Vladimir, de Rusia septentrional, y quedó fascinado con la exposición que un buen día hizo Pravda del trabajo desarrollado por Gunar, extrañándose mucho de que no hubiese provocado más entusiasmo en sus paisanos rusos”.
Es posible que estén estudiados superficialmente los elementos de la memoria de las plantas —escribe—, ¡pero por lo menos están en blanco y negro! Sin embargo, nadie es capaz de llamar a sus amigos o vecinos, nadie es capaz de gritar con voz de borracho por teléfono: ¿No te has enterado de lo que ocurre? ¡Las plantas son capaces de sentir! ¡Las plantas sienten dolor! ¡Las plantas gritan! ¡Las plantas lo recuerdan todo! ¡Las plantas piensan!.
Al empezar Soloukhin a llamar por teléfono a sus amigos, lleno de entusiasmo y alegría, se enteró por uno de ellos de que un miembro notable de la Academia Soviética de Ciencias, que trabajaba en Akademgorodok, la nueva población habitada casi exclusivamente por científicos investigadores y situada en las afueras del centro industrial mayor de Siberia Novosibirsk, había dicho lo siguiente:
“¡No se asombren! También nosotros estamos realizando muchos experimentos de este tipo, todos los cuales se polarizan hacia una sola idea: las plantas tienen memoria. Son capaces de recoger impresiones y retenerlas largos periodos. Hicimos que un hombre molestase y hasta torturase a un geranio varios días seguidos. Lo pellizcó, lo despedazó, le pinché las hojas con una aguja, echó ácidos en sus tejidos, lo quemé con un fósforo y le cortó las raíces. Otro hombre cuidó con todo cariño al mismo geranio, lo regó, removió y esponjó su suelo, lo salpicó con agua fresca, buscó apoyo para sus ramas, más pesadas y atendió a sus quemaduras y heridas. Cuando aplicamos los electrodos de nuestros instrumentos a la planta, ¿qué creen ustedes que ocurrió? En cuanto el que la había atormentado se le acercaba, el punzón grabador del instrumento empezaba a moverse frenéticamente. La planta no se ponía precisamente “nerviosa”, sino que se asustaba, se horrorizaba. Si hubiese podido, se habría arrojado por la ventana o habría atacado a su verdugo. En cuanto éste se marchaba, y se ponía a su lado el hombre bueno, el geranio se apaciguaba, sus impulsos se desvanecían, y el punzón trazaba sobre la cartulina líneas tranquilas, podría decirse que hasta cariñosas”
I.Zabelín, doctor de ciencias geográficas y profesor de la Universidad de Moscú, expresó:
“Estamos comenzando nada más a comprender el lenguaje de la naturaleza, SU ALMA, su razón. El “mundo interior” de las plantas se esconde a nuestra mirada tras setenta y siete sellos”.

Estamos construyendo superhombres y supermujeres, totalmente equipados pero emocionalmente infantilizados. Por eso las empresas consideran ahora que más importante que el QI es la IE, la Inteligencia Emocional. No sirve de mucho ser un superejecutivo si no se consigue relacionarse con las personas. Entonces ¡qué importante sería incluir clases de meditación en los currículos escolares!
Una progresista ciudad del interior de Sao Paulo tenía en 1960 seis librerías y un gimnasio; hoy tiene sesenta gimnasios y tres librerías. No tengo nada contra el cuidado del cuerpo, pero me preocupo por la desproporción en relación con el cuidado del espíritu. Está bien que todos muramos esbeltos: "¿Cómo estaba el difunto?", "Hecho una maravilla, no tenía ni una arruga". Pero ¿cómo queda la cuestión de la subjetividad? ¿de la espiritualidad? ¿de la ociosidad amorosa?
Antes se hablaba de la realidad: análisis de la realidad, insertarse en la realidad, conocer la realidad. Hoy la palabra es virtualidad. Todo es virtual. Se puede tener sexo virtual por Internet: no se contagia el sida, no hay involucramiento emocional, todo se controla con el ratón. Encerrado en su cuarto en Brasilia un hombre puede tener una amiga íntima en Tokio, sin mayor preocupación por conocer a su vecino de apartamento o de cuadra. Todo es virtual. Entramos en la virtualidad de todos los valores, no hay compromiso con lo real. Es muy grave ese proceso de abstracción de lenguaje, de sentimientos: somos místicos virtuales, religiosos virtuales, ciudadanos virtuales. En cuanto a esto, la realidad va por otro lado, pues somos también éticamente virtuales.
La cultura comienza donde termina la naturaleza. Cultura es el refinamiento del espíritu. La televisión en Brasil -con raras y honrosas excepciones- es un problema: a cada semana que pasa tenemos la sensación de que somos un poco menos cultos. La palabra hoy es "entretenimiento"; así, el domingo es el día nacional de la imbecilización colectiva. Imbécil el presentador, imbécil el que va y se sienta en el sofá, imbécil quien pierde la tarde ante la pantalla. Como la publicidad no consigue vender felicidad, tenemos la ilusión de que la felicidad es el resultado de la suma de placeres: "Si toma este refresco, calza estos tenis, usa esta camisa, compra este auto, ¡usted llega a ella!" El problema es que, en general, no se llega. Quien consiente desarrolla de tal manera el deseo, que acaba necesitando de un analista. O de fármacos. Quien resiste, aumenta la neurosis.
Los sicoanalistas tratan de descubrir cómo hacer con el deseo de sus pacientes. ¿Dónde ponerlos? Yo, que no soy de esa área, puedo darme el derecho de presentar una sugerencia. Creo que sólo hay una salida: cambiar el deseo hacia dentro, gustarse a sí mismo, comenzar a ver lo bueno que es ser libre de todo ese condicionamiento globalizante, neoliberal, consumista. Así se podría vivir mejor. Además, para una buena salud mental son indispensables tres requisitos: amistades, autoestima, ausencia de estrés.
Hay una lógica religiosa en el consumismo moderno. Si alguien va a Europa y visita una pequeña ciudad donde hay una catedral debe procurar saber la historia de esa ciudad -la catedral es la señal de que ella tiene historia.. En la Edad Media las ciudades adquirían status construyendo una catedral; hoy en Brasil se construye un centro comercial. Es curioso: la mayoría de los centros comerciales tienen las líneas arquitectónicas de catedrales estilizadas; a ellos no se puede ir de cualquier manera, hay que vestir ropa de misa dominical. Y allí dentro se siente una sensación paradisíaca: no hay mendigos, niños de la calle, suciedad.
Se entra en esos claustros al son del gregoriano posmoderno, esa musiquita de sala de espera de dentista. Se ven varios nichos, todas esas capillas con los venerables objetos de consumo, acolitados por bellas sacerdotisas. Quien puede comprar se siente en el reino de los cielos. Si tiene que dar un cheque prefechado, pagar a crédito o mediante un cheque especial, se va a sentir en el purgatorio. Pero si no puede comprar, ciertamente se va a sentir en el infierno. Por suerte, todos terminan en la eucaristía posmoderna, atraídos por la misma mesa, con el mismo jugo y la misma hamburguesa de McDonald's.
Suelo decirles a los empleados que me invitan a entrar en las tiendas: "Sólo estoy dando un paseo socrático". Y ante sus ojos espantados explico: "A Sócrates, filósofo griego, también le gustaba despejar la cabeza recorriendo el centro comercial de Atenas. Cuando los vendedores como ustedes lo asediaban les respondía: "Sólo estoy mirando cuántas cosas no necesito para ser feliz".
Frei Betto es escritor, autor de "El desafío ético", junto con Luis Fernando Veríssimo y otros, entre otros libros. Traducción de J.L.Burguet.
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