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Cómo Israel ha llevado a la franja de Gaza al borde de la catástrofe |
El objetivo no declarado es frustrar la lucha palestina por la independencia y la consecución de un Estado.
La única forma de entender la guerra sin sentido de Israel contra Gaza es tratar de comprender el contexto histórico. El establecimiento del Estado de Israel en mayo de 1948 supuso una grave injusticia para los palestinos. Los responsables británicos percibieron con amargura la parcialidad estadounidense a favor del incipiente Estado. El 2 de junio de 1948, Sir John Troubeck escribía al secretario de Estado, Ernest Bevin, que los estadounidenses eran responsables de la creación de un Estado gángster presidido por “ un grupo de líderes totalmente sin escrúpulos”.
Siempre he pensado que este juicio era demasiado duro pero el horrendo ataque de Israel contra el pueblo de Gaza, y la complicidad del gobierno Bush en la agresión, han reabierto la cuestión.
Escribo como alguien que sirvió lealmente en el ejército israelí a mediados de los años 60 y que nunca ha dudado de la legitimidad del Estado Israel en el interior de sus fronteras anteriores a 1967. Lo que rechazo totalmente es el proyecto colonial sionista más allá de la Línea Verde.
La ocupación israelí de Cisjordarnia y Gaza tras la guerra de junio de 1967 tiene poco que ver con la seguridad y mucho con el expansionismo territorial.
El objetivo fue el establecimiento del Gran Israel a través un control total político, económico y militar sobre los territorios palestinos. Y el resultado ha sido una de las más brutales y duraderas ocupaciones militares de los tiempos modernos.
Cuatro décadas de control israelí han producido un daño incalculable en la economía de la franja de Gaza.
Con una gran población de refugiados del año 1948, encerrados en una delgada franja de tierra, sin infraestructuras ni recursos naturales, las perspectivas de Gaza nunca fueron brillantes.
No obstante, Gaza no es sólo un caso de subdesarrollo económico sino un único y cruel ejemplo de subdesarrollo deliberado. Para usar la frase bíblica, Isarel ha convertido al pueblo de Gaza en sirvientes, en una fuente de mano de obra barata y en un mercado cautivo de los bienes de consumo israelíes. Ha impedido el desarrollo de una industria local para imposibilitar a los palestinos acabar con su subordinación a Israel y conseguir una base económica esencial para disfrutar de una auténtica independencia política.
Gaza es el clásico ejemplo de explotación colonial en la era del post-colonialismo. Las colonias judías en los territorios ocupados son inmorales, ilegales y constituyen un obstáculo insuperable para la paz. Son al mismo tiempo el instrumento de la explotación y el símbolo de la odiada ocupación. En Gaza, los colonos judíos eran sólo 8.000 en 2005, frente al millón cuatrocientos mil habitantes locales.
Sin embargo, los colonos controlaban el 24% del territorio, el 40% de la tierra cultivable y la mayor parte de los escasos recursos de agua. Comparados con los intrusos extranjeros, la mayoría de la población local vivía en la pobreza más absoluta y en una miseria inimaginable. El ochenta por ciento de ellos todavía subsiste con menos de 2 dólares diarios.
Las condiciones de vida en la Franja siguen constituyendo una afrenta para los valores civilizados, un poderoso inductor a la resistencia y un terreno fértil para el extremismo político.
En agosto de 2005, un gobierno del Likud presidido por Ariel Sharon decidió unilateralmente el abandono de Gaza, retirando a los 8.000 colonos y destruyendo las casas y explotaciones agrícolas que dejaban atrás. Hamás, el movimiento islámico de resistencia, llevó a cabo una campaña eficaz para echar a los israelíes de Gaza. La retirada fue una humillación para las Fuerzas Armadas israelíes.
Para el mundo, Sharon presentó la retirada de Gaza como una contribución para la paz, basada en la solución de dos Estados, pero un año después, otros 12.000 israelíes se asentaron en Cisjordania, reduciendo aún más las posibilidades de un Estado palestino independiente. El expolio de tierras y la consecución de la paz son simplemente incompatibles. Israel eligió y optó por la tierra en lugar de la paz.
El auténtico propósito que subyacía tras ese movimiento era rediseñar de forma unilateral las fronteras del Gran Israel al incorporar las principales colonias de Cisjordania al Estado de Israel.
La retirada de Gaza no fue el preludio de un acuerdo de paz con la Autoridad Palestina sino el preámbulo de una nueva expansión en Cisjordania. Fue una decisión unilateral israelí adoptada al parecer, y a mi juicio equivocadamente, como de interés nacional israelí. Anclada en el rechazo fundamental de la identidad nacional palestina, la retirada de la franja de Gaza formaba parte del proyecto a largo plazo de negar al pueblo palestino cualquier tipo de independencia política en su tierra.
Se retiró a los colonos de Israel pero los soldados israelíes siguieron controlando todo los accesos a Gaza por tierra, mar y aire.
Gaza se convirtió de la noche a la mañana en una prisión al aire libre y a partir de entonces, la fuerza aérea israelí disfrutó de total libertad para lanzar bombas, para vuelos rasantes rompiendo la barrera del sonido que atronaban con sus estampidas, y para aterrorizar a los desgraciados habitantes de esta cárcel.
A Israel le gusta presentarse como una isla de democracia en un mar de autoritarismo. Pero Israel nunca en toda su historia ha hecho algo para promover la democracia en la parte árabe y sí ha hecho mucho para socavarla.
Israel tiene una larga historia de colaboración secreta con los regímenes árabes reaccionarios para acabar con el nacionalismo palestino pero, a pesar de todas las dificultades, el pueblo palestino consiguió establecer la única democracia genuina en el mundo árabe con la posible excepción de Líbano.
En enero de 2006, unas elecciones libres y limpias, para el Consejo Legislativo de la Autoridad Palestina llevaron al poder a un gobierno presidido por Hamás, pero Israel se negó a reconocer al Gobierno elegido democráticamente, afirmando que Hamás era pura y simplemente una organización terrorista.
Estados Unidos y la Unión Europea vergonzosamente se unieron a Israel para satanizar y aislar al gobierno de Hamás e intentaron derrocarlo reteniendo la entrega de los impuestos debidos a los palestinos y retirando la ayuda internacional. Se producía así una situación surrealista con una importante parte de la comunidad internacional que imponía sanciones económicas al ocupado y no al ocupante, al oprimido en lugar de al opresor.
Como ha ocurrido frecuentemente en la trágica historia de Palestina, a las víctimas se las responsabilizaba de sus desgracias. La maquinaria de propaganda israelí de forma persistente propagaba la idea de que los palestinos eran terroristas, que rechazaban la coexistencia con el Estado judío, que su nacionalismo no era sino antisemitismo, que Hamás es sólo una pandilla de fanáticos religiosos y que el Islam es incompatible con la democracia.
Pero la sencilla verdad es que el pueblo palestino es un pueblo normal con aspiraciones normales.
No son ni mejores ni peores que cualquier otro grupo nacional.
A lo que aspiran, por encima de todo, es a un trozo de tierra que puedan considerar propio para vivir libre y dignamente.
Como otros movimientos radicales, Hamás empezó a moderar su programa político tras su llegada al poder. Desde el rechazo ideológico de su programa inició movimientos hacia una pragmática acomodación a la solución de los dos Estados.
En marzo de 2007, Hamás y Fatah formaron un gobierno de unidad nacional dispuesto a negociar un alto el fuego indefinido con Israel. Pero Israel se negó a negociar con un gobierno que incluía a Hamás.
Continuó divirtiéndose con el viejo juego del divide y vencerás entre las facciones rivales de Palestina. A finales de los 80, Israel había apoyado al incipiente Hamás para debilitar a Fatah, el laico movimiento nacionalista dirigido por Yasser Arafat.
Ahora Israel empezaba a jalear a los corruptos y complacientes líderes de Fatah para derribar a sus religiosos rivales políticos y recuperar el poder, mientras que los agresivos neoconservadores estadounidenses participaban en el siniestro complot para promover una guerra civil palestina.
Su entrometimiento fue el factor principal en la ruptura del gobierno de unidad nacional y en llevar a Hamás a hacerse con el poder en Gaza en junio de 2007 para evitar un golpe de Estado de Fatah.
La guerra desatada por Israel en Gaza el 27 de diciembre ha sido la culminación de una serie de choques y confrontaciones con el gobierno de Hamás.
En un sentido más amplio, no obstante, es una guerra entre Israel y el pueblo palestino, un pueblo que había elegido a Hamás para que le gobernara.
El objetivo declarado de la guerra es debilitar a Hamás para intensificar la presión sobre sus dirigentes con el fin de que acepten un nuevo alto el fuego según las condiciones que impone Israel.
El no declarado es asegurarse de que el mundo entero considere a los palestinos de Gaza exclusivamente como un problema humanitario y frustrar su lucha por la independencia y la consecución de un Estado.
El calendario de la guerra ha estado determinado por las conveniencias políticas: el 10 de febrero están convocadas elecciones generales, y ante su proximidad los principales contendientes buscan la oportunidad de demostrar su dureza.
La cúpula militar estaba impaciente por propinar un golpe aplastante a Hamás para lavar la mancha en su reputación por el fracaso de la guerra contra Hizballá en Líbano durante el mes de julio de 2006.
Los cínicos líderes de Israel podían contar también con la apatía y la impotencia de los regímenes árabes pro-occidentales y con el incondicional apoyo del presidente Bush en el crepúsculo de su estancia en la Casa Blanca.
Bush responsabilizó de la crisis a Hamás, vetando las propuestas del Consejo de Seguridad de la ONU para un alto el fuego inmediato, y dando luz verde a Israel para la invasión terrestre de Gaza.
Como siempre, el poderoso Israel afirmará ser la víctima de la agresión palestina pero la enorme desigualdad de poder entre las dos partes deja poco espacio para dudar sobre quién es la auténtica víctima.
Se trata, en efecto, de un conflicto entre David y Goliat pero la imagen bíblica ha sido invertida. Un pequeño e indefenso David palestino se enfrenta a un Goliat israelí, armado hasta los dientes, despiadado y autoritario.
El recurso a la fuerza militar bruta va acompañado, una vez más, de la retórica escandalosa del victimismo y del galimatías de la lástima de sí mismo cubierta de fariseísmo.
En hebreo se conoce como el síndrome de bokhim ve-yorim, “gritar y disparar”.
Es verdad que Hamás no es totalmente inocente en el conflicto.
Al negársele el fruto de su victoria electoral y enfrentado a un adversario sin escrúpulos, ha recurrido a las armas de los débiles: el terrorismo.
Militantes de Hamás y de la Jihad Islámica han estado lanzando cohetes Qassam contra las colonias israelíes cercanas a la frontera de Gaza hasta que Egipto negociara un alto el fuego de seis meses el pasado junio.
Los daños causados por estos cohetes artesanales han sido mínimos pero el impacto psicológico es inmenso, y ha incitado a la gente a exigir protección de su Gobierno.
En esas circunstancias Israel tiene derecho a la autodefensa pero su respuesta a los picotazos de los cohetes ha sido totalmente desproporcionada.
Los datos hablan por sí mismos: en los tres años transcurridos desde la retirada de Gaza, 11 israelíes han muerto por el lanzamiento de cohetes.
En la otra parte, sólo entre 2005 y 2007, las fuerzas armadas israelíes han matado a 1.290 palestinos, entre ellos 222 niños.
Cualquiera que sea el número, matar civiles es malo. Esta regla se aplica por igual a Israel y a Hamás, pero el historial completo de Israel es el de una brutalidad desenfrenada y constante hacia los habitantes de Gaza.
Israel además ha mantenido el bloqueo de Gaza después del inicio de la tregua, lo que en opinión de los dirigentes de Hamás supone una violación del acuerdo.
Durante el alto el fuego, Israel impidió cualquier exportación desde la Franja en clara violación del acuerdo de 2005, lo que ha producido una terrible pérdida de puestos de trabajo.
Oficialmente, el 49,1% de la población está en paro.
Al mismo tiempo, Israel ha restringido drásticamente el número de camiones que transportan alimentos, combustible, bombonas de gas, piezas de recambio para el saneamiento del agua y abastecimiento de medicinas para Gaza.
Resulta difícil comprender en qué forma la privación de alimentos y el congelamiento de frío de los civiles de Gaza podrían proteger a la gente al otro lado de la frontera israelí. Pero, incluso si hubiera sido así, seguiría siendo inmoral: un castigo colectivo estrictamente prohibido por las leyes humanitarias internacionales.
La brutalidad de los soldados de Israel está al mismo nivel de la mendacidad de sus portavoces. Ocho meses antes de iniciar la actual guerra contra Gaza, Israel creó una Dirección General de Información.
Los mensajes principales que esta Dirección ha dirigido a los medios son que Hamás había roto el acuerdo de alto el fuego; que el objetivo de Israel es la defensa de su población; y que las fuerzas de Israel estaban tomando todas las precauciones posibles para no dañar a los civiles inocentes.
Los asesores políticos de Israel han tenido un éxito notable en hacer llegar estos mensajes. Pero, en esencia, su propaganda es una sarta de mentiras.
Una enorme brecha separa la realidad de las actuaciones de Israel de la retórica de sus portavoces: No fue Hamás sino las Fuerzas Armadas israelíes quienes rompieron la tregua. Y lo hicieron con una incursión en Gaza el 4 de noviembre en la que asesinaron a seis hombres de Hamás.
El objetivo de Israel no es precisamente la defensa de su población sino la eventual caída del gobierno de Hamás en Gaza mediante la rebelión del pueblo contra sus gobernantes. Y lejos de tomar precauciones para ahorrar vidas de civiles, Israel es culpable de bombardeos indiscriminados y de tres años de bloqueo que han llevado a los habitantes de Gaza -en la actualidad millón y medio- al borde de una catástrofe humanitaria.
El mandato bíblico de ojo por ojo es ya lo suficientemente bárbaro pero la terrible ofensiva contra Gaza parece seguir la lógica de un ojo por una pestaña.
Después de ocho días de bombardeos, con un precio de más de 400 palestinos y cuatro israelíes, el patriotero consejo de ministros ha ordenado la invasión terrestre de Gaza, cuyas consecuencias son incalculables.
Ninguna escalada militar puede asegurar la inmunidad de Israel frente a los ataques de los cohetes del ala militar de Hamás. A pesar de todas las muertes y destrucción que les ha ocasionado Israel, ellos seguirán con su resistencia y seguirán lanzando sus cohetes. Se trata de un movimiento que glorifica a las víctimas y a los mártires.
No existe una simple solución militar al conflicto entre las dos comunidades.
El problema del concepto de seguridad que tiene Israel es que niega incluso la más elemental seguridad a la otra comunidad.
La única vía para que Israel consiga estar segura no es la de disparar sino la de dialogar con Hamás, que ha declarado repetidamente su disposición para negociar un alto el fuego indefinido, para 20, 30 o incluso 50 años, con un Estado judío reducido a las fronteras anteriores a 1967.
Israel ha rechazado esta oferta por la misma razón por la que despreció el plan de paz de la Liga Árabe de 2002, que todavía está vigente: un plan que implica concesiones y compromisos.
Este breve repaso del historial de Israel en las cuatro últimas décadas hace difícil no llegar a la conclusión de que Israel se ha convertido en un Estado canalla con “un grupo de líderes carentes de escrúpulos”.
Un Estado canalla habitualmente viola el derecho internacional, posee armas de destrucción masiva y practica el terrorismo- el uso de la violencia contra civiles por razones políticas. Israel reúne las tres condiciones.
El verdadero objetivo de Israel no es la coexistencia pacífica con sus vecinos palestinos sino la dominación militar.
Sigue manteniendo los errores del pasado y los amplía con otros nuevos y más desastrosos.
Los políticos, como cualquier persona, son por supuesto libres de repetir las mentiras y los errores del pasado, pero no es obligatorio hacerlo.
(mas...)
Avi Shlaim

Los asentamientos en Gaza fueron desmantelados en agosto de 2005 como parte del plan de desconexión del ex primer ministro israelí Ariel Sharon. De un solo golpe, el ejército israelí sacó a 8.000 personas del bloque de asentamientos Gush Katif en el rincón sudoeste de la Franja de Gaza cerca de la frontera egipcia y de cuatro asentamientos más pequeños en Gaza del norte y central.
En su espíritu, muchos de los colonos de Gaza nunca abandonaron el codiciado territorio palestino en la costa mediterránea. A pesar de la generosa compensación del gobierno israelí, muchos han preferido vivir en campos de caravanas cercanos, en ciudades en el desierto entre Ashdod y Ashkelon, en los que agrupan familias provenientes del mismo asentamiento.
La mayoría de los colonos no hicieron sus maletas hasta que fueron llevados fuera de sus complejos habitacionales, ya que no creían que el gobierno israelí los expulsaría permanentemente.
Algunos han colocado letreros con los nombres de las calles que identifican sus antiguos asentamientos en los campos.
Se informa que los evacuados han tenido altas tasas de divorcio, abuso de drogas y otros problemas de conducta. Imbuidos de un fanatismo mesiánico, durante los últimos tres años y medio se han estado movilizando para volver a colonizar la tierra que creen suya por derecho divino.
Los activistas de los colonos cuentan con vínculos históricamente fuertes con los militares israelíes, y hay algunas unidades compuestas íntegramente de colonos, para que les ayuden en su lucha. Por cierto, algunos soldados y reservistas que están actualmente en Gaza vivían hace tres años en sus preciadas comunidades de colonos.
El lunes, un artículo en el periódico israelí Ha’aretz describió las reacciones agridulces de soldados que habían vivido en asentamientos en Gaza y que ahora han vuelto de uniforme, señalando: “Algunos lo ven como un primer paso hacia el retorno a sus antiguas casas”.
Durante este año, Ha’aretz informó sobre planes de los colonos de seguir al ejército israelí hacia Gaza. Boaz Haetzni, un líder del movimiento de colonos, explicó: “a nuestro juicio la ‘gran operación’ es sólo cosa de tiempo; los seguiremos hacia el interior. No le pediremos permiso a nadie. Los grupos [de los asentamientos] estarán listos… Esos grupos centrales harán exactamente lo que hizo el grupo que re-estableció Kfar Etzion después de 1967. Volverán a las tierras en las que existieron en el pasado y las reconstruirán”.
Kfar Etzion fue el primer asentamiento israelí establecido en Cisjordania después de la Guerra de Seis Días y ahora forma parte de un gran bloque de asentamientos que conectan Jerusalén con Hebrón.
En agosto, los colonos y sus partidarios conmemoraron el tercer aniversario de la evacuación de Gaza en la Gran Sinagoga de Jerusalén.
El evento incluyó música, oraciones, tributos y relatos de voluntarios que ayudaron a los “refugiados” de Gush Katif.
Un volante de promoción del evento destacó un pasaje bíblico: “El cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (eclesiastés 4:12), una referencia a la fuerza del vínculo que une a los colonos de Gush Katif entre ellos y al apoyo que reciben de la comunidad más amplia de partidarios en Israel y en el extranjero.
El programa fue similar a “Un tributo a Hebrón”, un evento realizado en la Gran sinagoga a fines de diciembre.
Ese evento organizado por www.thelandofisrael.com, tuvo el propósito de recaudar fondos para los colonos de Beit Hashalom, que fueron expulsados antes en ese mes de su casa ilegalmente ocupada en el corazón de Hebrón.
La noche incluyó música en vivo, sketchs humorísticos y un discurso del ex embajador israelí en EE.UU., Danny Ayalon, destacado líder del movimiento de colonos.
Ambos eventos reflejan el modelo que ha aparecido durante los últimos decenios. Una vez que el ejército israelí se apodera de tierra palestina, se establecen asentamientos, son conectados al sistema de electricidad agua y seguridad de Israel, y son agresivamente comercializados a potenciales residentes.
Actualmente, los asentamientos israelíes y el aparato de seguridad del Estado cubren más de un 40% de Cisjordania. Casi medio millón de israelíes viven en asentamientos en Cisjordania, Jerusalén Este y las Alturas del Golán, todos los cuales son considerados ilegales bajo el derecho internacional.
Como en la desconexión unilateral de Gaza, el gobierno israelí desmantela ocasionalmente asentamientos demasiado controvertidos, en medio de gran fanfarria, pero siguen construyendo nuevos asentamientos y los existentes son expandidos.
En los tres años desde que el Estado de Israel sacó a sus colonos de suelo gazano, ha autorizado la construcción de miles de nuevas unidades habitacionales para asentamientos en Cisjordania y en Jerusalén Este.
A fin de hacer sitio para esos asentamientos, ha demolido miles de casas palestinas, y en Jerusalén Este vecindarios palestinos enteros siguen siendo desalojados.
Según el Comité Israelí Contra Demoliciones de Casas, 19.000 casas palestinas han sido demolidas desde 1967.
Mientras tanto, elementos políticos de la tendencia dominante denuncian a los colonos “radicales” como extremistas violentos pero celebran sus logros y ayudan a establecer nuevas colonias.
Los israelíes diferencian entre “colonos económicos,” los que se mudan a los territorios ocupados para obtener casas subvencionadas y una mejor “calidad de vida”, y “colonos ideológicos”, nacionalistas que quieren establecer un “Gran Israel” desde el Mediterráneo al río Jordán.
Pero la distinción es exagerada.
Los residentes de los grandes asentamientos suburbanos que rodean Jerusalén (Ma'ale Adumim, Pisgat Ze'ev, etc) están insertados en redes sociales que incluyen a líderes radicales de los así llamados asentamientos ideológicos (Gush Etzion, Kiryat Arba, Hebrón y los puestos avanzados más pequeños). Y muchos colonos suburbanos tienen una visión intensamente militante, ya que se sienten sitiados y piensan que los “refugiados” de Gush Katif y Hebrón son satanizados y sitiados.
En cuanto a los partidarios de Beit Hashalom, el ambiente en la Gran sinagoga en diciembre fue alborozado, ya que tuvo lugar sólo días después de la postura fervorosa de los colonos contra el ejército israelí y con mucho tiempo para implementar lo que llaman su nueva política de “precios” de retribución por las evacuaciones realizadas por el ejército y la policía israelíes.
En Hebrón, como en otros sitios, el ‘precio’ ha llegado en la forma de feroces pogromos contra los palestinos.
Según un reciente informe de Naciones Unidas, ha habido una oleada de violencia de colonos israelíes en toda Cisjordania, con por lo menos 290 incidentes violentos documentados contra palestinos entre enero y octubre de 2008.
El aumento de la violencia puede ser relacionado con la política de “precios”, pero la estrategia de los colonos no refleja nada nuevo: el precio que los palestinos han pagado durante todos los 60 años de historia de Israel es incalculable en términos económicos, sociales y demográficos.
Sin embargo, debido a su humillante partida de Gaza y años de desalojo, los colonos de Gush Katif creen que son ellos los que han pagado el mayor precio.
No pasa ni un solo día sin que haya cobertura mediática de sus aprietos.
El 31 de diciembre Jerusalem Post publicó un editorial sobre ataques de cohetes de Hamas por Rachel Saperstein, colona de Gush Katif quien se exageró: “De nuestras casas en Gush Katif a chabolas de cartón en un campo de refugiados y luego a una alcantarilla. Ciertamente hemos tocado fondo”.
El mismo día, Arutz Sheva, un sitio de noticias derechista en Internet, publicó un editorial de Nadia Matar que llama a Israel a “liberar Gaza de su ocupación árabe – y a reconstruir las 25 hermosas comunidades judías de Gush Katif”.
Aunque las agencias del gobierno han intentado trasferir los antiguos residentes de Gush Katif a nuevos asentamientos en Cisjordania y el Negev, la mayoría se ha quedado en el sur de Israel, esperando su día de retorno a enclaves judíos resucitados en la devastada Franja de Gaza.
Ese día, y la promesa de redención reanimada por la sangrienta política de 'precios' de Israel en Gaza, se acerca con cada hora que pasa de la “Operación Plomo Fundido”.
Linda Mamoun
Escritora independiente en Jerusalén Este.
CounterPunch.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens.
Revisado por La Haine
De los diez israelíes que han muerto desde el comienzo de la ofensiva, tres de ellos son soldados del ejército israelí que fueron alcanzados por fuego amigo.
Más allá de los muertos y heridos, el pueblo de Gaza está sumido en una grave crisis humanitaria que el gobierno de Israel niega.
Sin embargo, hay quienes desde el lado israelí se oponen al ataque militar.
Una de esas voces es la del profesor israelí Neve Gordon, quien ocupa el cargo de Director del Departamento de Política y Gobierno de la Universidad Ben-Gurion de Negev, en el sur de Israel, la región más golpeada por los cohetes de Hamas.
En conversación telefónica desde Beersheba, Gordon dijo:
“Recién, hace menos de una hora, cayó un cohete a pocos metros de casa. Mis dos hijos duermen desde hace una semana en un refugio antibombas. Y aun así, creo que lo que está haciendo Israel es una atrocidad…
El problema es que la mayoría de los israelíes sostiene que Israel abandonó la Franja de Gaza hace tres años pero que Hamas aún nos sigue lanzando cohetes.
Se olvidan de ciertos detalles. Como, por ejemplo, el detalle de que Israel mantiene la soberanía. El detalle de que los Palestinos viven enjaulados. El detalle de que no pueden acceder a los alimentos básicos, que carecen de electricidad, que no tienen suministro de agua.
Y cuando se ignoran este tipo de detalles, lo único que uno puede decir es: ‘Oye, nosotros nos marchamos de su territorio. ¿Por qué nos siguen disparando?’
Eso es con lo que los medios nos han estado bombardeando sin cesar, lo que nos hace llegar a la conclusión de que esta es una guerra racional.
Si miráramos lo que ha estado pasando en la Franja de Gaza en los últimos tres años y viéramos lo que Israel les ha hecho a los palestinos, la conclusión a la que llegaríamos sería otra: que la resistencia palestina es racional.
Y eso es lo que están omitiendo nuestros medios masivos de comunicación”.
El fin de semana, Gordon participó junto a diez mil israelíes más en una marcha multitudinaria por la paz realizada en Tel Aviv.
En la marcha también estaba el activista israelí Uri Avnery, quien milita desde hace años por la paz.
Avnery calificó a la invasión de “guerra criminal, porque, encima de todo lo demás, Ehud Barak y Tzipi Livni la están utilizando abierta y desvergonzadamente para hacer campaña electoral”.
Avnery también dijo: “Acuso a Ehud Barak de explotar a los soldados de las IDF [Fuerzas de Defensa Israelíes] para lograr más escaños en el Knéset [Parlamento de Israel]. Acuso a Tzipi Livni de alentar a la masacre mutua para poder convertirse en Primera Ministra”.
Las elecciones israelíes se realizarán en febrero.
La ofensiva fortalece al ex Primer Ministro israelí y líder del partido derechista Likud Benjamin Netanyahu, un destacado partidario de la línea dura y candidato favorito a ocupar el cargo de Primer Ministro.
Mientras que Netanyahu apoya plenamente el ataque a Gaza, su sobrino, Jonathan Ben-Artzi, es un objetor de conciencia israelí que fue juzgado por un tribunal militar y sentenciado a un año y medio de prisión.
Actualmente estudia en la Universidad de Brown, en Providence, Rhode Island, desde donde se comunicó conmigo.
“Hablo (…) no como el sobrino de alguien sino (…) como un israelí que apela a los estadounidenses para decirles que no tienen que apoyar ciegamente a Israel. Las acciones de Israel no son todas santas (…) a veces es necesario que ustedes se dirijan con firmeza a Israel y nos digan, le digan a nuestro gobierno que ponga fin a sus acciones”.
Gideon Levy, un periodista judío que trabaja para el periódico israelí Haaretz, me dijo:
“Creo que el objetivo de Israel de proteger a sus ciudadanos en el sur del país es legítimo y que tenía el derecho legítimo a hacer algo, que es lo que todos los israelíes esperan del gobierno, pero ese derecho a hacer algo no justifica este operativo despiadado y violento.
Los esfuerzos diplomáticos recién estaban comenzando y creo que podríamos haber logrado una nueva tregua sin este derramamiento de sangre. Incluso cuando se da una respuesta militar hay diversas etapas.
Mandar de inmediato decenas de aviones bombarderos a arrojar cientos de bombas sobre una población civil totalmente indefensa —tan sólo en el día de hoy una familia enterraba a cinco hermanas— es algo inaudito.
No podemos permitir que continúe”.
Pero continúa. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés) abrió escuelas en Gaza para brindar refugio a la población, ya que los habitantes de Gaza están atrapados en esta franja angosta de territorio sin tener adonde huir.
El portavoz de la UNRWA, Christopher Gunness, me informó que el organismo había proporcionado al Ejército israelí las coordenadas exactas de las escuelas:
“Más de mil personas se habían refugiado en la escuela. Se había comunicado a los israelíes exactamente las coordenadas de GPS de la escuela, de todas nuestras instalaciones en Gaza.
Todas nuestras instalaciones están claramente marcadas como pertenecientes a la UNRWA.
Si ha habido violación del derecho humanitario internacional, y en vistas de que nuestra respuesta está muy firmemente arraigada en dicho derecho, queremos una investigación completa e imparcial”.
Sin embargo, por lo menos dos escuelas han sido bombardeadas por ataques israelíes en los últimos días.
Tres personas murieron en la escuela primaria Asma.
El saldo en la escuela al-Fakhura del campo de refugiados Jabaliya en Gaza asciende al menos a cuarenta muertos y más de 55 heridos.
Mientras los aviones israelíes arrojan panfletos desde el aire instando a los palestinos a abandonar el territorio, los 1,5 millones de habitantes de la Franja de Gaza—una de las zonas de mayor densidad de población del planeta—no tienen donde esconderse, no tienen a donde huir.
Los llamamientos a un inmediato cese del fuego son ignorados por Israel y bloqueados por el gobierno estadounidense.
No está claro qué acciones tomará Obama cuando asuma la presidencia, pero el pueblo de Gaza no puede esperar al cambio de mando. Debe hacerse un alto al fuego ya. Y eso sería sólo el principio.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2008 Amy Goodman
Tres son los principales factores que contribuyen a hacer de la escasez de agua una fuente potencial de conflicto: el agotamiento o degradación del recurso, el crecimiento demográfico y la distribución o el acceso desigual.
Dentro de dichas cuencas sobresale la del Jordán, compartida por israelíes, sirios, jordanos y, por supuesto palestinos.
Ella reúne los tres aspectos anteriormente mencionados aunados a que el pueblo de Israel posee tan sólo el 13 por ciento de la misma, pero controla el 60 por ciento, lo que indica que no necesariamente es la posición geográfica la que prima dentro del control de una cuenca hídrica o afluente de un río, sino la estructura de poder y posición política, que rigen en su administración.
La región del Medio Oriente, en específico, la parte del creciente fértil de la que forma parte el Estado israelí, se enfrenta ante la inminente disputa de uno de los elementos más elementales para la vida sobre el planeta: el agua.
A lo largo de su historia, Israel se ha caracterizado por ser uno de los actores estatales que han regido el asentamiento y expansión de la misma.
Israel y los países que comparten la cuenca del Jordán sobresalen en los informes de organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), entre muchos otros, por conformar una de las regiones con los más bajos niveles de agua per cápita en el mundo.
El elemento hídrico es uno de los factores geopolíticos más importantes a considerar por parte de Israel, porque en buena medida, de eso depende el éxito de su asentamiento en los territorios palestinos; el factor agua encierra las vicisitudes de las guerras por los recursos naturales en la región, como por ejemplo el asunto no resuelto de los Altos del Golán de Siria, zona que Israel mantiene ocupada desde 1967, los mantos acuíferos de la ciudad palestina de Qalqilya (segunda cuenca de agua más grande después del río Jordán) o la pretensión israelí de controlar las aguas del río Litani, ubicado en el sur del Líbano.
El agua en la conformación del Estado israelí
Desde hace más de medio siglo, la configuración de los conflictos por la pretensión israelí de controlar los ríos dentro y fuera de sus fronteras se ha compuesto por tres procesos definitorios que forman la secuela del problema actual del agua en Israel: las acciones del mandato británico en la Palestina histórica, el conflicto árabe-israelí y la lucha por la soberanía territorial del pueblo palestino.
Desde 1917, el movimiento sionista con la administración de facto británica en los territorios palestinos, reconoció la importancia de controlar los recursos hídricos de la región; lo cual se hizo presente en las acciones británicas, tales como: la petición de Weizman, el primer presidente israelí, tenía como fin ampliar las fronteras de los territorios administrados y así recibir los beneficios del río Jordán y el Litaní (1917-1919); la autorización al movimiento sionista para explotar las aguas del río Jordán, Yarmouk, Litani y el Lago de Tiberias (1921); la fundación de la compañía “Mekorot”, encargada de llevar a cabo el tratamiento y la desalinización del agua, así como proyectos de infraestructura (1936); la conformación del plan Lowdermilk, que pretendía explotar las aguas de los ríos Litaní y el Jordán para la irrigación de las tierras del territorio israelí (1944).
Tanto el sionismo laborista comandado por Ben Gurion, el inicial primer ministro israelí, así como el revisionismo sionista, encabezado por Vladimir Jabotinsky, incluían en sus planteamientos la necesidad de controlar los mantos acuíferos, porque a partir de ello, podrían estar en una condiciones de fuerza para hacer que los países vecinos reconocieran al Estado judío. Es decir, una estrategia en dos sentidos: sobrevivir y supervivir en la región, con la capacidad para forzar un reconocimiento de su estatus.
Las acciones que fueron llevadas a cabo bajo la administración inglesa en la Palestina histórica (actual territorio sobre el que se creó Israel), ahondaron las fricciones entre el movimiento sionista y el pueblo palestino.
Fue de esta manera como la administración británica se convirtió en un experimentado arquitecto y precursor que situó los primeros ladrillos de la geopolítica del agua para Israel.
La noche del 15 de mayo de 1948, marcó una nueva etapa para los conflictos en las relaciones internacionales del Medio Oriente, cuando David Ben Gurión declaró la independencia del Estado de Israel.
En ese año, los israelíes hicieron explícito su interés por las grandes extensiones de la parte norte del territorio considerado como estratégico; situación que estuvo vinculada a la gran cantidad de agua existente en esa región.
En el momento en que Israel comenzó su vida independiente, una gran cantidad de conflictos con el exterior acecharon al nuevo Estado; en especial por los ataques árabes desde Líbano, Jordania, Siria, Egipto, Arabia Saudita, Irak, Yemen— estos tres últimos con una participación simbólica— en apoyo al pueblo palestino.
Lo anterior significó para Israel, una complicada manera de sobrellevar sus problemas relacionados con el agua.
En 1960, un consejo técnico de la Liga Árabe preparó un proyecto para incrementar el aprovechamiento de las aguas del río Jordán entre sus tres vecinos: Sira, Jordania y Líbano.
Sin embargo, Jordania ya tenía un proyecto entre manos, “el gran proyecto del Yarmouk”, que se preparaba para el desvío de las aguas del río Jordán.
El proyecto árabe comenzó sus primeros trabajos en el año de 1965.
El desvío de las aguas del río Jordán hacia el Yarmouk, se contrapuso con los intereses israelíes de su propio proyecto: el Transportador Nacional de Agua (planeado para bombear las aguas del río Jordán hacía la región desértica del Neguev, ubicado al sur de Israel).
En la Guerra de los Seis Días en el año de 1967 –iniciada por los ataques israelíes contra Egipto y Jordania-, la victoria israelí tuvo como consecuencia el control del río Jordán y la continuación de sus proyectos hidráulicos; además, logró un importante posicionamiento en la Península del Sinaí (devuelta posteriormente a Egipto mediante los Acuerdos del Camp David), la franja de Gaza; Cisjordania, incluida Jerusalén Este; el Mar de Galilea y los Altos del Golán en Siria.
Israel aumentó su posición geoestratégica en la región a partir de la ocupación de 1967: aumentó el suministro del agua y se posicionó como una potencia regional en Medio Oriente.
Sin embargo, aquí no terminó su posición expansionista.
Otro de sus objetivos fue apropiarse de las aguas del río Litani en Líbano; por ello, lo invadió en dos ocasiones: la primera fue denominada “Operación Litani”, del 14 al 21 de marzo de 1978; y la segunda nombrada “Operación Paz para Galilea”, emprendida el 6 de junio de 1982.
Ambas las llevó a cabo bajo el argumento de repeler los ataques de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) desde el Líbano, en el contexto de la guerra civil libanesa.
En la segunda invasión, Israel ocupó militarmente la cuenca del río Litani por casi 18 años de 1982 al año 2000. A pesar de haber conseguido sitiar parte del territorio libanés, no obtuvo una victoria total: el control y la explotación de las aguas del Litani fueron controlados por libaneses por una presa al norte del Líbano, lo que limitó el acceso al agua del río. Además, como las corrientes del río Litani han sido muy rápidas, explotar sus aguas con eficiencia y poca inversión en la infraestructura, se convirtió en una tarea casi imposible para Israel en ese periodo.
El profético escenario que se dejó entrever, concordaba con las palabras del ex primer ministro israelí David Ben Gurión, quien escribiría unos años antes de la invasión al Líbano: “es necesario, que las fuentes del agua, de las cuales depende el destino de la Tierra, no se encuentren fuera de las fronteras de la futura patria de los judíos […] Por esta razón, siempre hemos demandado que la tierra de Israel incluya la ribera del río Litani, la cabecera del río Jordán y la región del Hauran desde el nacimiento de al-Auja al sur de Damasco”.
Debido a lo anteriormente mencionado, la problemática entre israelíes y palestinos debe ser concebida, como señalan autores tales como Fred Halliday, Luis Mesa Delmonte, María de Lourdes Sierra Kobeh y Miguel Ángel Bastenier, desde una visión política y territorial, que además incluye aspectos referentes a la identidad, religión, cultura e ideología.
No obstante, respecto al agua, el problema se vuelve aún más complejo cuando se tiene en consideración la restricción de los palestinos al abastecimiento en sus territorios, lo cual efectivamente genera fuertes hostilidades con los colonos israelíes, los cuales se encuentran ilegalmente establecidos.
Sólo para contrastar las afirmaciones anteriores, es necesario precisar que en el año 2003, Israel reportó un consumo de agua de aproximadamente 1.7 billones de m3, lo que significó un consumo per cápita de 305 m3 al año para los israelíes, con un consumo per cápita palestino cuatro veces inferior al israelí.
Israel es un país que posee una de las más altas tasas de consumo per cápita en Medio Oriente. Su población consume agua de Cisjordania para abastecer a ciudades como Jerusalén, Tel Aviv, Be’ersheva y la franja Costera, hasta Haifa; además, la utiliza para la irrigación de enormes extensiones de tierras; a los palestinos sólo se les permite utilizarla para uso doméstico, pero de manera reducida.
Esto se puede corroborar por lo mencionado en la orden militar 158, la cual fue proclamada el 19 de noviembre de 1967, y que a la letra mencionaba: no se permite que ninguna persona constituya, posea o administre una institución hídrica (cualquier construcción utilizada para extraer recursos hídricos superficiales o subterráneos, o una planta procesadora) sin un permiso oficial nuevo. Se puede negar el permiso a un solicitante, o revocar o modificar una licencia, sin explicación alguna.
Las autoridades pertinentes podrían confiscar recursos hídricos para los cuales no exista permiso, incluso si el propietario no ha sido sentenciado culpable.
Ya no sólo existían diferencias con respecto al abastecimiento del agua, sino que también se despojaba a los palestinos de su derecho a poseer el recurso más fundamental para la vida.
De la misma forma, se apuntaba que no era necesario dar explicación alguna para revocar o negar el permiso para extraer agua, lo que reafirmaba la exclusividad del Estado para manipular estratégicamente el agua.
Cambio de formas pero no de fondo
Aunque ya desde la década de los 90 Israel aceptó negociar con la OLP con el supuesto fin de terminar con el conflicto, el propio gobierno de Israel siguió manteniendo su posición geoestratégica en la región, intentando incluso institucionalizar la ocupación militar y civil en los territorios palestinos a costa del proceso de paz.
Para ejemplificar lo anterior, sólo es necesario echar un vistazo a los Tratados de Oslo I y II, firmados en septiembre de 1993 el primero, y en agosto de 1995, el segundo, entre el gobierno israelí y la OLP.
Su importancia radica en el incumplimiento israelí al reconocimiento de los derechos de autodeterminación del pueblo palestino, la no devolución de la mayoría de los territorios ocupados en la guerra de los Seis Días, el control israelí de los territorios más fértiles, así como la creación de un gobierno autónomo interino sumamente débil y sujeto a las decisiones israelíes, en los territorios palestinos.
Para el año 1999, las limitaciones a los palestinos se seguían haciendo presentes, pues sólo se les permitía cavar siete pozos, de los cuales no eran dueños y no podían excederse de 140 metros de profundidad.
Por el otro lado, los israelíes podían cavar pozos hasta por 800 metros de profundidad en la mayoría de los pozos.
Una “pequeña gran diferencia” que agrava las relaciones entre los dos pueblos.
Israel difícilmente reconocerá el derecho al agua de los palestinos por dos factores fundamentales: el primero, porque es una estrategia consolidada históricamente para controlar y manipular los caudales de los ríos dentro del territorio israelí; y en segundo lugar, debido al argumento histórico de la posesión territorial, que sigue siendo hoy en día la piedra angular sobre la que gira el conflicto palestino-israelí y que favorece la expansión de sus colonias y colonos a más territorios palestinos.
Si bien Israel ha reconocido discursivamente el derecho al agua para el pueblo palestino en Cisjordania dentro de las resoluciones de organismos internacionales como Naciones Unidas, y en algunos tratados internacionales como el Pacto Internacional de Derechos y Deberes Económicos, Sociales y Culturales de los Estados, la Declaración de Dublín y el Programa 21, la realidad ha sido inconsistente con los puntos operativos de los acuerdos internacionales.
En los hechos cotidianos, Israel no ha respetado el derecho del agua de los palestinos.
Desde hace 50 años, el Estado israelí ha puesto especial énfasis en la importancia del recurso vital, tan reclamado y limitado, en la medida que nunca es suficiente, y mucho menos cuando el agua se convierte en una empresa de Estado que se encarga de hacer política y lucro a la vez.
Por otro lado, la cuenca del Jordán se ha caracterizado por ser una región conflictiva debido a la existencia de un recurso natural de primer orden como es el agua.
La falta de acuerdos de cooperación para compartir el agua, es una endémica visión regional que afecta no sólo su explotación sino también los suministros públicos.
Actualmente, la cuenca del Jordán ha presentado serios signos de agotamiento y mala gestión, tan sólo en 1998 se dio un déficit en su capacidad de regeneración, es decir, tan sólo en este año, según datos del Servicio Geológico de Estados Unidos para el Equipo de Acción Ejecutiva del Proyecto de Bancos de Datos del Agua del Oriente Medio muestran que de dicha cuenca se extrajeron alrededor de 600 mil metros cúbicos por año, los cuales fueron cubiertos a partir de la extracción del agua subterránea, sin que dicha cantidad pudiera ser repuesta.
Las políticas estatales de Israel son una prueba del uso y manejo del concepto de seguridad nacional, como motivo primordial para tener el monopolio de recursos naturales como el agua o el petróleo.
La cosa en la actualidad se complica más en la región, en este contexto electoral en Israel, en donde lograr un consenso en torno a negociar con palestinos o sirios, se ve cada vez más lejos.
¿Y en la actualidad?
Peor aún, es como se están dando las cosas en Israel en el ámbito político con sus principales tomadores de decisiones, pues no se vislumbra un cambio de postura israelí respecto a la ocupación territorial y de los mantos acuíferos en Palestina.
Tzipi Livni, la ex ministro del exterior israelí que se encargó de destapar las cuestiones que vinculaban a quien era su jefe Ehud Olmert, con la corrupción y que lo llevaron, finalmente, a renunciar al cargo de primer ministro en Israel la semana pasada, ha quedado sola en el escenario político israelí, y con tan sólo seis semanas para reunir un gobierno de coalición, para sustituir a Olmert, sin necesidad de ir a las elecciones que seguramente ganaría Benjamin Netanyahu, el líder derechista del Likud.
Para Livni, su salvación sería que tanto el partido laborista, encabezado por el General Ehud Barak, que aporta 19 escaños a la coalición de Livni, así como el partido ultraortodoxo religioso Shas, que aporta 12, se quedaran en la coalición.
Sin embargo, ambos grupos políticos están dispuestos a dejarla si Livni no se compromete a renunciar a negociar con los palestinos, y a reconocer un Estado palestino.
Ambos se ven más cerca de las posiciones de Netanyahu que con Livni.
En todo caso, la derechización del gobierno israelí es clara, y poco se vislumbra, aunque llegue cualquiera de los dos al cargo de primer ministro, que haya una redistribución más justa del agua y, mucho menos, la devolución de territorios palestinos.
Volviendo, en este sentido, al caso particular del agua como un recurso geopolítico israelí básico para la sobrevivencia del Estado, cabe concluir que si no se le da la importancia que requiere el asunto, el problema de la escasez y aprovechamiento del agua representan no sólo para Israel, sino para el resto de los países de la región, incluyendo a los palestinos, uno de los grandes desafíos que tendrá que enfrentar en el transcurso del siglo XXI.
Por ello, beberse el tiempo como un vaso de agua y olvidar los problemas de escasez, mientras se siguen politizando los temas urgentes como éste, es sugerir un seguro enfrentamiento militar a futuro con quienes se sienten despojados de sus recursos, como los palestinos y los sirios.
José de Jesús López
Rodrigo Alberto Bustos
Luis Yaren Torres Landa
Lo que podría haber sido la gran oportunidad para el desarrollo y la prosperidad de Palestina y salir de la absoluta pobreza a la que ha sido condenada, es uno de los principales motivos de la masacre que hoy está sufriendo: vivir sobre un gran campo de gas natural.
Otra invasión en clave de recursos energéticos. En la Franja de Gaza hay considerables bolsas de gas natural halladas en 1999, año que este territorio estaba bajo el control de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) dirigida por Yaser Arafat.
Todo empezó en dos fechas claves: 1979 cuando la revolución iraní puso fin al suministro del 60% del crudo que Israel recibía del gobierno del Sha, y 1982 con la devolución de la península del Sinaí y sus campos petrolíferos a Egipto, que cubría el 20% de su consumo.
A partir de entonces, poner fin a la inseguridad energética se había convertido para Israel en un asunto de seguridad nacional, por lo que diseñó un ambicioso plan para diversificar la procedencia de sus importaciones, al tiempo que se puso a explorar los territorios bajo su control en busca de gas y petróleo.
En el 1990, gigantes petroleras como British Gas (BG Group) empezaron a trabajar en la zona y descubrieron grandes yacimientos de gas y algo de petróleo.
Hasta aquí todo bien si no hubiera surgido un problema irresoluble para los israelíes: que gran parte de aquellas reservas, unos 1,4 billones de pies cúbicos estimados, cuyo valor ascendía a 4 mil millones de dólares estaban localizadas en la Franja de Gaza, y cuya soberanía, según las leyes internacionales, reside en la Autoridad palestina (AP), gobierno debilitado y acosado desde dentro por las fuerzas de la oposición, y desde fuera por el gobierno de Tel Avive y sus aliados. En tal situación AP firmó un acuerdo en 2000 con British Gas para que durante los próximos 25 años explorara sus costas mediterráneas. El pacto estipulaba que la firma británica se llevaría el 60% de los beneficios de la explotación, su socio greco-libanés Consolidated Contractors, el 30%, y a los palestinos, sus verdaderos propietarios legales sólo le correspondería el 10% restante, que además no lo recibirían en dinero, sino que se les depositaba en una cuenta internacional.
Sin embargo, el gobierno israelí ni respetó un acuerdo tan precario y humillante para los palestinos. Tenía que ser el único consumidor y dueño de aquella riqueza, a precio que fuera. Ariel Sharon se negó rotundamente comparar el gas palestino, paralizó los trabajos de BG, y en su lugar facilitó la firma de un acuerdo entre la empresa israelita Merhav y la Compañía Petrolífera de Egipto para abastecer sus necesidades desde la Delta de Nilo.
Difícil negocio, tanto para el gobierno de Hosni Mubarak, ya que la opinión pública de su país -con la Intifada Palestina de trasfondo-, deslegitimaba aquel trato, como para Israel que recibía presiones sobre todo por parte de Tony Blair en apoyo a BG, y para que suspendiera sus acuerdos con El Cairo.
Los egipcios tampoco escatimaron esfuerzo para cerrar los pozos de Gaza: no querían perder a Israel, uno de los principales clientes de su gas natural.
Los planes de Israel para monopolizar el control sobre esos recursos entraron en una nueva fase cuando en 2006 Hamas –rama palestina de Hermanos Musulmanes egipcios aunque próximo al gobierno de Irán- tomaba el poder en la Franja de Gaza.
Tel Avive ya podía respirar tranquilo puesto que las leyes internacionales impedían que una empresa como BG firme acuerdos con una organización considerada terrorista.
Una vez BG apartada, apareció en su lugar el consorcio israilita-estadounidense Yam Tethys que extrae el gas de la costa meridional de Israel, y que espera paciente el fin de las operaciones militares del ejército israelí para explotar o comprar las reservas de gas natural de Gaza, empapados de sangre inocente de las gentes.
El ansia de Israel en hacerse con pozos y rutas de tránsito de petróleo y gas ajenos es uno de los motivos de la intervención y presencia militar del régimen hebreo en aquellas zonas del mundo que desprenden el aroma de hidrocarburo.
Sorprendente fue ver a cientos asesores militares de las empresas de seguridad israelíes en 2008 al lado del ejército georgiano en su ataque a la Osetia del Sur, uno de los principales cruces de oleoductos y gasoductos estratégicos de los superpetroleros del mundo, incluidos los israelíes.
Por otra parte, alrededor del 20% del crudo que consume éste país, lo recibe a través del oleoducto que le conecta con Azerbaiyán, Georgia y Turquía (¡los tres vecinos de Irán!) países a los que presta un generoso apoyo militar.
Una compleja red de ductos que salen de las orillas del Mar Caspio y cuya protección e importancia estratégica ha impuesto la militarización de las rutas de su tránsito.
Es interesante saber que la compañía Merhav es una de las firmas que está explotando el gas de Turkmenistán, país invadido por las multinacionales de gas, aprovechando la ocupación de Afganistán en 2001 por EEUU y sus aliados, hecha bajo el pretexto de buscar al siempre rentable de un producto llamado “Bin Laden y el terrorismo islámico”.
Israel, además de consumidor de gas y petróleo se ha convertido en un intermediario que transfiere esta mercancía a los países asiáticos, como por ejemplo a Japón, que a consecuencia de las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU a Irán, ha bajado drásticamente su importación tradicional del petróleo de éste país, para convertirse en otro cliente de Israel.
Tanto el ataque a Gaza en el 2006, realizado al parecer para liberar a Guilad Shalit, el soldado prisionero de guerra en poder de Hamas, como la masacre de pueblo palestino por sus “cohetes de destrucción masiva” no tienen otro objetivo que “cantonizar” Palestina y obligar a “morir o marcharse” a la gente de sus tierras.
En la guerra por la hegemonía regional, el ejercito israelí seguirá invadiendo aquellas tierras donde haya agua e hidrocarburo.
Nazanín Amirian
Esta es una guerra de conquista.
Descubiertos en 2000, existen amplias reservas de gas frente a la costa de Gaza.
A la British Gas (BG Group) y a su socio, la Athens based Consolidated Contractors International Company (CCC), de propiedad del libanés Sabbagh Koury y su familia, se les concedió los derechos de exploración del petróleo y el gas por 25 años en un acuerdo firmado en noviembre de 1999 con la Autoridad Nacional Palestina.
Los derechos a los yacimientos de gas en alta mar son, respectivamente, de la British Gas (60 por ciento); Consolidated Contractors (CCC) (30 por ciento) y del Fondo de Inversiones de la Autoridad Palestina (10 por ciento). (Haaretz, 21 de octubre de 2007)
El Acuerdo PA-BG-CCC incluye el desarrollo del campo y la construcción de un gasoducto. (Middle East Economic Digest, 5 de enero, 2001)
La licencia a BG abarca toda la zona marina en alta mar de Gaza, que es contíguo a varias instalaciones de gas de la costa de Israel.
Cabe señalar que el 60 por ciento de las reservas de gas a lo largo de la costa de Gaza e Israel pertenecen a Palestina.
El Grupo BG ha perforado dos pozos en el año 2000:
El Marina de Gaza-1 y el Marina de Gaza-2
Sus reservas se estiman por British Gas de ser del orden de 1,4 billones de pies cúbicos, por un valor de aproximadamente 4 mil millones de dólares. Estas son las cifras hechas públicas por British Gas.
El tamaño de las reservas de gas de Palestina podría ser mucho mayor.
¿Quién es el titular de los yacimientos de gas?
La cuestión de la soberanía sobre Gaza de los campos de gas es crucial. Desde un punto de vista jurídico, la reservas de gas pertenecen a Palestina.
La muerte de Yasser Arafat, la elección del gobierno de Hamas y la ruina de la Autoridad Palestina han permitido a Israel establecer un control de facto en Gaza y de las reservas de gas de la costa.
British Gas (BG Group) ha negociado con el gobierno de Tel Aviv. A su vez, el gobierno de Hamas ha sido puenteado en cuanto a la exploración y el desarrollo de los derechos sobre los yacimientos de gas.
La elección del Primer Ministro Ariel Sharon en 2001 fue un importante punto de inflexión. La soberanía de Palestina sobre los yacimientos marinos de gas fue impugnada en el Tribunal Supremo de Israel.
Sharon declaró inequívocamente que "Israel nunca comprará gas de Palestina" -de Gaza- al entender que las reservas de gas en alta mar pertenecen a Israel.
En 2003, Ariel Sharon, vetó un primer acuerdo, que permitiría a British Gas suministrar gas natural a Israel desde Gaza desde los pozos en alta mar. (The Independent, 19 de agosto de 2003)
La victoria electoral de Hamas en 2006 fue favorable a la desaparición de la Autoridad Palestina, que pasó a estar confinado en Cisjordania, en el marco del mandato de Mahmoud Abbas.
En 2006, British Gas "estaba cerca de firmar un acuerdo para el bombeo de gas a Egipto". (Times, mayo 23, 2007)
Según los informes, el Primer Ministro británico Tony Blair intervino en nombre de Israel con el fin de evitar el acuerdo con Egipto.
Al año siguiente, en mayo de 2007, el Gabinete israelí aprobó una propuesta del Primer Ministro Ehud Olmert "para comprar el gas de la Autoridad Palestina".
La propuesta era para un contrato por 3,5 mil millones de euros, con ganancias del orden de 1,6 mil millones de euros de los cuales 800 millones se destinan a los palestinos.
Tel Aviv, sin embargo, no tenía intención de compartir los ingresos con Palestina.
Un equipo de negociadores de Israel fue creado por el Gabinete israelí para bloquear un acuerdo con el BG Group, evitando tanto al gobierno de Hamas y a la Autoridad Palestina:
"Las autoridades de la defensa israelíes quieren pagar con bienes y servicios, y no desean que el dinero vaya al control del Gobierno de Hamas". (Ibid)
El objetivo era esencialmente anular el contrato firmado en 1999 entre el BG Group y la Autoridad Palestina bajo mandato de Yasser Arafat.
En virtud de la propuesta de 2007 del acuerdo con BG, el gas de los pozos palestinos de la costa de Gaza iba a ser canalizado por una tubería submarina al puerto israelí de Askalún (Ashkelon).
Así se transfería el control sobre la venta de gas natural a Israel.
La operación fracasó. Las negociaciones fueron suspendidas:
"El Jefe del Mossad, Meir Dagan, se opuso al acuerdo por motivos de seguridad, dado que los productos iban a financiar el terror". (Gilad Erdan, Discurso a la Knesset sobre el tema "La intención de la Vice-Primer Ministro Ehud Olmert para la compra de gas a los palestinos, los pagos servirán a Hamas", 1 de marzo de 2006, citado en el libro del Teniente General (retirado) Moshe Yaalon, ¿El Futuro de la compra de a British Gas de Gaza amenazan a las aguas costeras de la Seguridad Nacional de Israel?, Centro Jerusalén para Asuntos Públicos, de octubre de 2007)
La intención de Israel fue a cerrar la posibilidad de que se paguen regalías a los palestinos. En diciembre de 2007, el Grupo BG se retiró de las negociaciones con Israel y en enero de 2008 cerró su oficina en Israel. (web BG)
Plan de invasión en la mesa de dibujo
El plan de invasión de la Franja de Gaza en virtud de la "operación plomo fundido" se puso en marcha en junio de 2008, según fuentes militares israelíes:
"Según fuentes de la defensa, el ministro de Defensa, Ehud Barak, dio instrucciones a las Fuerzas de Defensa de Israel para preparar la puesta en funcionamiento hace más de seis meses [en junio o antes de junio], a pesar de que Israel estaba empezando a negociar un acuerdo de cese el fuego con Hamas". ('Operation "Cast Lead": Israeli Air Force strike followed months of planning', Haaretz, 27 de diciembre de 2008. Traducción al castellano de La Haine)
Ese mismo mes, las autoridades israelíes entraron en contacto con British Gas, con miras a reanudar las negociaciones relativas a la compra de gas natural de Gaza:
"Tanto el Ministerio de Finanzas, como el Ministerio de Infraestructuras Nacionales con el director general Hezi Kugler Convinieron en informar a BG del deseo de Israel de renovar las conversaciones”.
Las fuentes agregaron que BG no ha respondido oficialmente a Israel sobre la solicitud, pero que los ejecutivos de la empresa probablemente han llegado a Israel hace un par de semanas para celebrar conversaciones con funcionarios del Gobierno. (Globes online-Israel's Business Arena, 23 de junio de 2008)
La decisión de acelerar las negociaciones con British Gas (BG Group) coincidió, cronológicamente, con la planificación de la invasión de Gaza iniciada en junio.
Parece que Israel estaba ansioso para llegar a un acuerdo con el Grupo BG antes de la invasión, que ya estaba en una avanzada fase de planificación.
Por otra parte, las negociaciones con British Gas se llevaron a cabo por el gobierno de Ehud Olmert con el conocimiento de que había una invasión militar sobre la Mesa de Dibujo.
Con toda probabilidad, un nuevo acuerdo post-bélico político-territorial de la Franja de Gaza también está contemplado por el gobierno israelí.
De hecho, las negociaciones entre British Gas y los funcionarios israelíes estaban en marcha en octubre de 2008, 2-3 meses antes del comienzo de los bombardeos de 27 de diciembre.
En noviembre de 2008, el Ministerio israelí de Finanzas y el Ministerio de Infraestructuras Nacionales dieron instrucciones a la Israel Electric Corporation (IEC) para entrar en negociaciones con British Gas, para la compra de gas natural a partir de la concesión a la BG frente a la costa de Gaza. (Globes, 13 de noviembre de 2008)
"El director general Yarom Ariav del Ministerio de Finanzas y director general Hezi Kugler del Ministerio de Infraestructuras Nacionales escribieron recientemente al presidente de BG, Amos Lasker, informándole de la decisión del gobierno de permitir que las negociaciones avancen, en consonancia con el marco de la propuesta se aprobó a principios de este año.
El Consejo de la IEC, encabezado por el presidente Moti Friedman, aprobó los principios de la propuesta marco, hace unas semanas. Las conversaciones con la BG Group se iniciará una vez que que la junta apruebó la exención de una oferta". (Globes de 13 de noviembre de 2008)
Geopolítica y Energía de Gaza
La ocupación militar de Gaza tiene la intención de transferir la soberanía de los yacimientos de gas a Israel, en violación del derecho internacional.
¿Qué podemos esperar a raíz de la invasión?
¿Cuál es la intención de Israel con respecto a las reservas de gas natural de Palestina?
¿Un nuevo acuerdo territorial, con la presencia de israelíes y/o "el mantenimiento de las 'Tropas de paz'"?
¿La militarización de toda la costa de Gaza, que es estratégica para Israel?
¿La pura y simple confiscación de campos de gas palestinos y la declaración unilateral de la soberanía israelí sobre Gaza y sus zonas marítimas?
Si esto ocurriera, el gas de los campos de Gaza quedarían integrados en las instalaciones en alta mar de Israel, que son contiguos a los a la Franja de Gaza.
Estas instalaciones en alta mar también están conectadas a Israel por el corredor de transporte de energía que se extiende desde el puerto de Eilat, que es la terminal de un oleoducto en el Mar Rojo, hasta la terminal del puerto de Askalún (Ashkelon), al norte de Haifa, y, finalmente, la articulación a través de un proyecto de oleoducto turco-israelí con el puerto turco de Ceyhan.
Ceyhan es el terminal del oleoducto transcaspio Baku, Tblisi, Ceyhan.
"Lo que se prevé es enlazar el oleoducto BTC con el gasoducto Trans-Israel Eilat- Askalún (Ashkelon), también conocido como el Israel Tipline". (Véase Michel Chossudovsky, La guerra en el Líbano y la Batalla por el Petróleo, Global Research, 23 de julio de 2006)
Michel Chossudovsky
El Agua en el conflicto Palestino-Israeli
En la región medioriental, el 90% de los ríos son compartidos por dos o más países. Además, los países árabes de la zona tienen el nacimiento de las fuentes hidrográficas en países limítrofes o en zonas que están ocupadas por Israel. No es difícil imaginar que el recurso acuífero se convierte en fuentes potencial de conflicto en el Medio Oriente. Los ríos de Jordán, Hazbani y Litani son piezas claves en la continuidad y seguridad nacional Israel, Jordania y los palestinos. El conflicto que subyace en Medio Oriente mucho tiene que ver con el vital líquido.
Ya en la década de los ochenta el Secretario General de las Naciones Unidas había alertado acerca de las posibilidades de guerra en el Medio Oriente por el control del agua. Si bien no se ha llegado a ese punto, debemos tener presente que si han ocurrido enfretatamientos en la región cuya causa y objetivo definitivo en el control del liquido vital, incluso antes de las advertencias del secretario General. En este sentido valdría la pena dos ejemplos ocurridos en los años setenta que pudieran dar fe de ello:
El bombardeo israelí sobre una represa siria en construcción que planteaba desviar parte del afluente de río Jordán en las alturas del Golan para sacarlo de territorio israelí, con lo cual el Estado judío perdía 35% de su provisión de agua potable.
La destrucción, de nuevo por parte de Israel, de un canal que estaba construyendo Jordania para asegurar una buena parte de las aguas del río Jordán.
En realidad el agua siempre estuvo presente en la política de israelí como elemento de su expansión. Si bien el año 1948 se fundo el Estado de Israel, ya desde antes los ideólogos sionistas habían analizado estratégicamente los problemas del agua en la región, para lo cual pudiera ser ilustrativos mencionar como desde fecha temprana, 1936, se fundo la sociedad Merokot con el objetivo de llevar a cabo proyectos hidráulicos. ¿Como mas podría explicarse los enormes beneficios que a política expansionista israelí ha brindado en materia de agua? Un análisis de la victoria de Israel frente a los árabes constata que las mismas permitieron el control, por parte del Estado judío, sobre buena parte de los recursos acuíferos de la región, fundamentalmente a partir de la Guerra de los Seis Días. Veamos:
Alturas del Golán sirio: con este territorio los israelíes el control del lago Tiberiades, que se encuentra dentro de las fronteras del Golan ocupado en 1967. En la actualidad Israel controla 920 millones de metros cúbicos de agua en los territorios árabes ocupados, de donde la mayor parte, 670 millones , se encuentra, precisamente en el Golan sirio. También ganaron ganaron aquí el control de cerca de la mitad de las riberas del valle de Yarmouk.
Cisjordania y Gaza: en esta región se encuentra cerca de un tercio de las aguas subterráneas que Israel tanto necesita. Por mas de tres décadas Israel ha explotado esta zona bombardeando anualmente cerca de 450 millones de metros cúbicos de agua desde los depósitos de Cisjordania, dejando a los palestinos para su consumo solo 150 millones de metros cúbicos de su propia fuente de abastecimiento.
… Es importante tener en cuenta toda la situación anterior debido a que el problema del agua en el Medio Oriente afectara cualquier proceso de paz. De hecho el proceso de paz puesto en marcha en 1991 con la conferencia de Paz de Madrid y mas adelante en el marco de los acuerdo de Oslo, no han dado solución al desigual aprovechamiento de agua entre los árabes y los israelíes en general, y con los palestinos en particular.
… En los territorios palestinos Israel administra los recursos hídricos. Anualmente desvía uno 500 millones de metros cúbicos de agua Palestina desde una base en el este de Cisjordania. Mientras esta situación ocurre la población palestina solo esta autorizada a consumir 218 metros cúbicos anuales per capita, sin embargo os colonos** consumen 2.500 metros cúbicos. A esta situación se une que Israel se niega vender el agua a precios razonables, lo que conduce al fomento de un mercado negro de agua que no garantiza, por tanto, salubridad
A todo esto debemos agregar que, en el marco de la represión desatada por los israelíes contra la población palestina, el agua ha devenido en medio para torturar colectivamente a las poblaciones palestina mediante a privación de este servicio vital.
** colonos: población judía que se han establecido en Cisjordania y Gaza con el apoyo del estado Israel y que actualmente suman mas de 250000 personas
Idalmis Brooks Beltran
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