Recibo algunos correos de lectores y lectoras a los que doy acuse de recibo y, de alguna manera, respondo. Lo que sigue son trozos libres de los textos intercambiados y respuestas a preguntas que jamás se hicieron.
I
Me dice un lector que no dé tanto castigo a los “progresistas” en mis textos porque es lo único que nos queda para enfrentar a la derecha. Luego, afirma que es una pena pero una realidad tangible, que las ideologías revolucionarias hayan muerto desde el punto de vista electoral, pero que no debemos dejar pasar a la derecha bajo ningún concepto. Y, al final, me lanza la idea de que nos metamos todos y todas en partidos socialdemócratas (menciona varios ejemplos en el mundo donde se podría hacer si taparse mucho la nariz) para cambiarlos desde dentro hacia posiciones más de izquierda, porque ellos tienen mucha fuerza electoral y un buen aparato mediático y financiero.
Le respondo que no va a poder contar conmigo para tamaño viaje. Que la socialdemocracia es la otra pata necesaria del sistema, y que una de sus características es que ejecutan (utilicé este verbo) la misma política económica e imperialista que los conservadores. Le recuerdo que un personaje tan siniestro como Tony Blair sigue siendo vicepresidente de la Internacional Socialista y que en Europa las reformas laborales más dramáticas para los trabajadores, las han parido gobiernos socialdemócratas unidos a sindicatos cuya misión es frenar a las masas. Eso sí, le doy la razón en su poder mediático y financiero. Tanto, que le invito a pensar en cómo es posible lograrlo si no es con la fe y la entrega hacia el sistema capitalista.
Me contesta que, si eso es cierto lo que digo, en la izquierda queda, entonces, muy poca gente. No le respondo pero es cierto, somos pocos, pero no por ellos es necesario venderse.
II
Debió ser el día internacional de los desesperanzados porque a las pocas horas, otro mail me recordaba el estado de la situación. Con una amargura que invadía cada renglón, me decía que ahora que el capitalismo está haciendo crack, que la subida de los alimentos deja en el desamparo y el hambre a millones, que Europa y EEUU tienen problemas financieros de envergadura..., se preguntaba cómo estamos nosotros, en dónde pueden las fuerzas revolucionarias tomar el poder ante el cumplimiento, por fin, de las anheladas condiciones objetivas. La desazón lo llevaba a pensar que tiene miedo que, ante la catástrofe, el capitalismo recurra –como ya ocurrió más de una vez- al fascismo para que las masas sigan dentro del redil y eliminar de paso a las vanguardias que siguen pensando.
Era tal la fuerza de los argumentos que no me pareció mal contestarle que el fascismo ya habita entre nosotros. La única novedad es que está disfrazado, que ha sabido mutarse con ropajes democráticos, pero está vigilando cada paso.
No me respondió, quiero pensar que sigue ahí.
III
Me escribe una lectora para recordarme que lo más maravilloso del sistema capitalista es su capacidad para convertir la realidad en algo virtual. Y me explica que aún en las ciudades europeas más desarrolladas y ricas, se da la paradoja de la existencia de barrios elegantes donde habitan millonarios con mucha vigilancia y poco tráfico, en mansiones de difícil acceso visual para el común de los mortales. Pero, que a los pocos kilómetros hay otros barrios donde se palpa la miseria, las condiciones insalubres de vida, la droga, el abandono absoluto desde las administraciones públicas... Y, sin embargo, hablar de clases sociales como tal parece un pecado, algo fuera de moda, es como si hubieran conseguido erradicar su existencia sólo con no mencionar el hecho. Hay pobres y ricos (más que nunca) pero cada uno en su sitio, en armonía, unos explotan a los otros pero esos otros es como si no quisieran verlo ni hablarlo, es como si una hipnosis colectiva hiciera que los pobres tuvieran como única meta llegar a ser como los ricos, si la suerte los acompaña, y por tanto, no pudieran destruirlos como clase porque quedarían sin referencia ni estímulo en la vida.
Le respondo que tan es así, que si alguien osa dar un paso más y habla de “lucha de clases” entonces ya es el colmo, porque se argumenta que ricos y pobres ha habido siempre, y siempre será de ese modo. Algo así como un designio de los dioses, algo irreversible contra lo que es absurdo pelear. El triunfo del conformismo sobre la mayoría como estadio necesario para el mantenimiento del status quo. Un negocio redondo para los ricos. Su mejor negocio que festejan cada noche con whisky on the rocks, del caro.
Me pregunta si esa situación social/mental de la gran mayoría, es diseñada por los dueños del poder.
La invito a que vea la televisión y lo compruebe.
IV
Un harto de todo me dice que está hasta ahí, de escuchar cosas como que los que defienden el socialismo son unos radicales y unos antiguos, y que la frasecita de “los extremos se tocan”, que practican los propietarios de lo políticamente correcto y del “poco a poco se consiguen cosas”, lo tiene también hasta ahí. En general, su correo hace referencia a los traidores, a personas que estuvieron en la trinchera de los cambios profundos y revolucionarios, y fueron comprados por la buena mesa y el colegio privado para los hijos. Reflexiona si no será la condición humana, el adn de las gentes que posibilita esos cambios de ideas, de amistades y, sobre todo, de cuenta corriente.
Le respondo que todos tenemos derecho a cambiar, a evolucionar e incluso a involucionar, pero es más que sospechoso que los seres cambiantes (por denominarlos de alguna manera) lo hagan siempre hacia la derecha, hacia el poder, hacia las cámaras de televisión y la buena vida. Roma sí paga a traidores y de qué manera. Pero, lo más peligroso son los que han sido capaces de cambiar a los partidos de izquierda desde dentro, con prebendas, puestos y abalorios para los núcleos dirigentes, y promesas personales para los afiliados. Un estafa perversa, aparentemente son de izquierdas e identificados así por los electores (que no pueblo) con la ayuda de la simbología de siempre, pero que hace rato sostienen ideas como que el capitalismo es intocable e irreversible.
Debía estar esperando una respuesta así, porque su reenvío fue una lista de más de trescientos personajes de varios países, que habían dejado por el camino su dignidad y su vergüenza para abrazarse a la nada con forma de dinero, a los discursos vacíos llenos de “crecimiento económico”, PIB, “balanza de pagos”, “futuro”, “productividad” “tantos por ciento” y otros vacíos con aroma de estafa.
V
Un soñador dice que llevaba años viendo como al fin el capitalismo era doblegado por los trabajadores organizados y movilizados. Sus sueños estaban poblados de banderas rojas, de estrellas de cinco puntas, de multimillonarios yéndose al exilio y de algarabía popular en todos los barrios. La realidad era tan diferente que deseaba cada noche cenar e irse a su cama a soñar tranquilo con un mundo mejor. Lo malo vino luego cuando empezó a repetírsele una pesadilla en donde veía que al otro día de los festejos, llegaba el cambio climático y lo jodía todo.
Le pregunto intrigado si al lugar donde se fueron los ricos capitalistas también veía la llegada del cambio climático.
Me responde que, lamentablemente, no.
VI
Un ingeniero industrial argentino escribe desde Polonia. Lleva casi dos años trabajando en ese país porque es empleado en una asesoría suiza que se dedica a reconvertir viejas industrias, en empresas “modernas” y “productivas” (el entrecomillado es de él). Cuenta que es triste comprobar cómo las antiguas empresas estatales son ahora gestionadas y lucradas por ex dirigentes del POUP o por testaferros de la iglesia católica. “Se repartieron el botín con total impunidad en nombre de la democracia y la libertad”, dice.
Le pregunto por el estado anímico de la gente sencilla, ante tal panorama.
Me responde que la mayoría ofrece en sus rostros resignación. Los más contentos y optimistas quieren emigrar a EEUU o a los países escandinavos.
VII
Una trabajadora de la banca escribe para decir que la carcome la indignación porque casi la mitad de las personas que trabajan en su gremio, no secundó una justa huelga por aumento salarial. En días previos intentó convencer a sus compañeros más escépticos con el conocido argumento de que si se conseguía algo con la huelga, todos y todas iban a cobrar esos beneficios. Incluso fue más allá, al decir que derechos de los que hoy se benefician todos, como “vacaciones pagadas”, “aguinaldos”, “sábados y domingos libres” lo son por la lucha que en su día dieron miles de compañeros. Pero, al parecer, no atrajo a muchos para la causa, de ahí su ira no contenida.
Le pregunto por las razones de los que no secundaron la huelga.
Me responde que no es que fueran a trabajar ese día para no perder sueldo, sino que es más grave, sueñan con ascender, con ser jefes, y no quieren mancharse con cosas de trabajadores, que luego los directivos tienen en cuenta si el curriculum está manchado (lo mencionan así), y no se fijan en ellos cuando queda un puesto vacante. Algunos, llevan en esa espera, haciendo méritos, desde hace treinta años.
VIII
Mauricio es músico y dice que a las bandas de ahora le pasa igual que a la sociedad, tienen miedo, quieren el éxito. Él lleva 25 años sobreviviendo con la música y ve con horror que los grupos más jóvenes tienen la ambición única de que una multinacional discográfica se fije en ellos y los promocione. Se acabó la época donde la mayoría de los grupos buscaba circuitos alternativos, para promocionar letras combativas, música de ruptura y contacto directo con el público. Mauricio sostiene que ahora todo es diferente, que tragan por todo, si el empresario discográfico pone matices a un letra, ya suficientemente light, son capaces de darle el lápiz para que él mismo haga las correcciones. Todo vale para vivir de lo que a uno le gusta.
Le pregunto por el contenido de esas letras, que me de algún ejemplo.
Mauricio me responde que no sabe si es la ambición o la necesidad, no sabe si aceptan con agrado la censura, la autocensura o es que son sencillamente así, pero el caso es que esas letras no dicen nada, es la condición necesaria para el triunfo. Y me lo escribe: “Si digo amor/digo los dos/tú y yo/ los dos/y me importa una mierda todo”. Para que me la imagine completa, dice que se canta como una balada y que pronto la escucharé en todas las emisoras de radio. Me tranquilizó.
IX
La muerte del dirigente guerrillero colombiano Manuel Marulanda, Tirofijo, ha tenido, entre otras, la característica de dejar, las cosas en su sitio. No han sido pocas las organizaciones que se dicen de izquierdas pero que a la hora de la verdad han guardado un aterrador silencio ante la muerte de este heroico militante comunista. Ese silencio sitúa a sus hacedores en la trinchera propiedad de EEUU y la Unión Europea, ésos que han calificado una y otra vez a las FARC como “grupo terrorista”, quizás porque le impedía hacer sus negocios en Colombia con la impunidad que acostumbran. Hay momentos y situaciones que tienen la virtud de poner a cada uno en su sitio, momentos donde no caben ambages ni palabrerío hueco, por eso ese silencio sitúa a los llamados progresistas junto a los que lucharon contra Tirofijo, junto a los narcos y los paramilitares. Es bueno saberlo.
X
Pasó por casi todo, casi como le habían presagiado hace treinta años cuando empezó en esto de la militancia política. Tres detenciones, cinco años de cárcel, dos de exilio en condiciones especialmente duras..., pero él sigue. Algunos de sus antiguos compañeros fueron desolados, desesperanzados, desanimados, desmotivados, desgarrados y se fueron a sus casa a practicar vida privada. De todos modos, confiesa que lo peor no ha sido eso, sino ver a dirigentes en los que tenía plena confianza, traicionar y acomodarse a una vida más holgada, y encima oírlos y verlos en televisión cómo justifican ese cambio de piel, un ejercicio de modernidad y adaptación a los cambios, dicen, en medio de micrófonos que aplauden esa nueva imagen de buenas formas, con sonrisas y aprobación. Sabe que son pocos, como en los viejos tiempos son pocos, que el trabajo de los medios ha sido y es desprestigiarlo, hacer de su vida militante un ejemplo del fracaso, un monumento a la pérdida de tiempo..., pero él sigue. En medio de su reunión semanal con los compañeros al volver de su agotadora jornada de trabajo, sigue confiando en que vendrán tiempos mejores, que los dormidos despertarán y podrá hacerse, por fin, un mundo sin explotadores ni explotados. Mientras, se encuentra feliz y tranquilo, no por su condición de obrero de la construcción ni siquiera por seguir siendo militante en esta época tan difusa, sino por poder mirar a sus hijos a la cara con honradez y sin vueltas, tal como le enseñaron los viejos revolucionarios, ésos que jamás se torcieron.
Jorge López Ave
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