««   »»
  

G-2 (2 de 2)

A principios de junio, el secretario del Tesoro estadounidense Timothy Geithner realizará su primera visita a China. El objetivo del viaje es reconducir el diálogo bilateral y limar tensiones en un momento en el que la crisis internacional ha agudizado los conflictos económicos entre ambos colosos y ha acelerado el cambio en el equilibrio de poder hacia las potencias emergentes, sobre todo China. Esto no será fácil.

En los últimos meses Geithner ha acusado a China de manipular su tipo de cambio y el gobierno chino ha instado a Estados Unidos a tener una política fiscal más responsable para evitar que sus enormes reservas denominadas en dólares pierdan valor. Incluso ha propuesto la creación de una nueva moneda de reserva global, algo que ha disgustado profundamente a la Casa Blanca.

Aunque desde Europa sea difícil aceptarlo, la relación económica bilateral entre Estados Unidos y China (que terminará llamándose el G-2) ya es la más importante para la estabilidad política y económica internacional. Y a lo largo del siglo XXI lo será mucho más: el tablero de la geopolítica internacional pasará del Atlántico al Pacífico.

Durante los años anteriores al estallido de la crisis, la relación económica chino-estadounidense se ha intensificado a gran velocidad al tiempo que se volvía más conflictiva. China, que ahorra cerca del 40% de su renta, pasó en pocos años a convertirse en la principal fuente de financiación del déficit por cuenta corriente de Estados Unidos y como contrapartida, acumuló el mayor volumen de reservas del mundo, casi dos billones de dólares. Por su parte, los consumidores estadounidenses fueron durante décadas el principal motor del espectacular crecimiento de la economía china y las empresas multinacionales estadounidenses lideraron la inversión extranjera directa en China.

La intensificación de las relaciones económicas llevó a crecientes fricciones, que casi siempre tomaron la forma de denuncias de Estados Unidos hacia la política comercial, cambiaria, laboral o de protección de los derechos de propiedad intelectual practicada por China, pero que nunca fueron más allá de la retórica amenazante porque tanto las empresas como el gobierno estadounidense recibían enormes beneficios de la relación económica bilateral.

Ante estas acusaciones, China prefería mantener un perfil bajo y se comportaba como un hábil free rider del sistema internacional, explotando los claroscuros de las reglas existentes sin asumir las responsabilidades que le correspondían en la resolución de los grandes retos globales.

Inestable equilibrio

Pero este inestable equilibrio que permitía a China un ascenso pacífico ha sido sacudido por la crisis financiera internacional, que por un lado acelera el auge relativo de China, pero por otro pone en peligro la continuidad de su crecimiento económico, del que emana la legitimidad de su gobierno.

Es de esperar que China se repliegue hacia el interior y no adopte una postura de confrontación directa a menos que vea amenazada su estabilidad socioeconómica. Todavía es pronto para que intente ejercer un claro liderazgo global que podría enfrentarle a Estados Unidos, por lo que es probable que sus posiciones en la escena internacional continúen siendo acomodaticias y aproveche sus enormes recursos tanto para contrarrestar la caída de las exportaciones y sostener el crecimiento por encima del 7% como para trazar nuevas alianzas internacionales y realizar inversiones estratégicas en un momento en el que las potencias occidentales no podrán hacerlo. Al mismo tiempo, Estados Unidos, que con la crisis seguramente verá cómo su declive económico relativo se acelera, se verá obligado a rebajar la presión y las críticas hacia las políticas cambiarias y comerciales chinas, así como a facilitar un mayor papel de las economías emergentes en las instituciones económicas internacionales, lo que dará un lugar prominente a China.

Por ello, en el actual contexto de crisis económica e incertidumbre sobre su impacto geopolítico la existencia de un foro estable de diálogo entre Estados Unidos y China es esencial. Por este G-2 pasan la resolución de los desequilibrios macroeconómicos globales, el futuro de la rivalidad euro-dólar y de los precios de la energía, las materias primas y los alimentos; la posibilidad de cerrar la ronda de Doha (tema en el que la Unión Europea, Brasil e India también tienen algo que decir) y la esperanza de alcanzar un acuerdo post-Kyoto en Copenhague a finales de año para luchar contra el cambio climático. En definitiva, el mundo depende cada vez más de que Geithner vuelva a menudo a Pekín.

Federico Steinberg

Investigador Principal de Economía y Comercio Internacional del Real Instituto Elcano y Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid

Publicado por Pause Editar entrada contiene 0 comentarios.
Etiquetas: , , , , , .

Publicar un comentario

Wonder News

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

«« Inicio »»