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Obsesión por los hedge fund |
Hace casi dos años, en el momento de más euforia de la burbuja crediticia, los líderes occidentales se reunieron en la sede del Banco Mundial en Washington para hablar de lo que deberían hacer en el mundo financiero.
Ahora parece claro que los asistentes tenían que haberse centrado en los excesos de los préstamos subprime, en el crédito estructurado, en los seguros monoline, las calificaciones crediticias y el apalancamiento bancario.
Sin embargo, en la práctica, esos aspectos se abordaron de manera muy superficial. El asunto central de aquel debate de abril de 2007 fue cómo tomar medidas contra los hedge funds – uno de los temas favoritos de los líderes alemanes que, en aquel momento, ostentaban la presidencia del G7.
“En aquel momento era muy difícil hablar de algo que no fueran los hedge funds”, se lamenta un regulador bancario internacional que intentó, sin éxito, introducir en el debate asuntos más apremiantes. Ahora mismo, en algunas instancias políticas europeas predomina una desconcertante sensación de déjà vu, mientras en EEUU, la comunidad financiera se centra en las pruebas de estrés del sector bancario.
No obstante, a los financieros de Londres les preocupan las medidas que Bruselas pretende adoptar en relación a los hedge fund.
La semana pasada, la Comisión Europea desconcertó a la City londinense dando a conocer sus planes para imponer severos controles al capital riesgo y a los hedge fund. El Parlamento Europeo pidió más.
Por su parte, el Ejecutivo galo advirtió de su intención de reforzar estas medidas, ya que, al parecer, tanto ellos como otros líderes de Europa continental están convencidos de que los laxos controles sobre los hedge fund son, en parte, la causa de la actual crisis.
A decir verdad, sus razonamientos son lógicos. Los reguladores necesitan obtener más información sobre cómo actua el mundo de los hedge fund para evitar el abuso de las entidades fuera de balance. También hay argumentos de peso para reducir la magnitud de la evasión de impuestos asociada al sector de los hedge fund.
Pero, como ocurrió hace dos años, el verdadero riesgo del actual debate es no entender la situación en su conjunto. Sin duda, algunos de los hedge fund no regulados han asumido riesgos desmesurados en los últimos años. Por su parte, la banca no regulada también ha cometido errores, pero lo que ha hecho que la actual crisis sea tan desastrosa es el comportamiento de los grandes bancos regulados, que durante la última década se dedicaron a operar con altísimos niveles de deuda, comprando enormes cantidades de activos tóxicos.
El único hecho más extraordinario que la magnitud de esas imprudencias bancarias es que pasaran inadvertidas durante tanto tiempo, en parte porque la única obsesión de los reguladores durante esa década fueron los hedge fund. Dicho lo cual, parece evidente que la verdadera prioridad que tiene ahora Europa es plantearse complejas cuestiones sobre los bancos y la regulación bancaria. Si fuera un votante alemán, por ejemplo, me gustaría saber por qué nadie en Frankfurt intentó evitar que los bancos alemanes abusaran hasta tal punto de la financiación estructurada y por qué los únicos que advirtieron sobre los peligros que ello conllevaba antes del verano de 2007 fueron los inversores bajistas, es decir, los hedge funds.
También me gustaría saber por qué sigue habiendo rumores de que los bancos alemanes todavía tienen enormes cantidades de activos tóxicos. Cabe preguntarse también cómo actuará el Gobierno alemán si al final resulta que todo el sistema del país es insolvente (como ha apuntado últimamente la prensa germana después de filtrarse algunos documentos en los que se daba a entender que los reguladores alemanes temen que sus bancos tengan más de 800.000 millones de euros de activos tóxicos o faltos de liquidez).
Esas preguntas no eliminan por completo la necesidad de un debate sobre los hedge fund. Pero la cuestión reside en la prioridad y la escala. Se calcula que el sector global de los hedge fund dispone de cerca de 1,5 billones de dólares (1,1 billones de euros) en activos a nivel global. Los balances de algunos bancos europeos, en cambio, no son muy distintos en lo que a su escala se refiere –incluso hoy–.
Desde luego, es posible que algunos políticos europeos se hayan dado cuenta de esa lógica y estén usando a los hedge fund simplemente como un conveniente chivo expiatorio que distraiga la atención. También es posible que toda la exaltación contra los hedge fund desaparezca una vez que pasen las elecciones europeas. Eso es lo que esperan algunas destacadas figuras del gobierno y la banca británicos.
Pero incluso si ese argumento es correcto –y sigue siendo un “condicional” muy grande– las lecciones extraídas en la primavera de 2007 sobre el peligro de la distracción política siguen siendo claras. Si los políticos europeos destacasen la necesidad de limpiar los grandes bancos –por ejemplo, reclamando que Europa se apresurase a imponer su propia versión de las pruebas de estrés bancario–, entonces estarían en su derecho de preocuparse también por la reforma de los hedge fund.
Sin embargo, por desgracia, no lo están haciendo. En consecuencia, es muy probable que en Europa se sigan albergando numerosas dudas sobre la salud de su sistema financiero en el futuro inmediato. Ese escenario debería preocupar a todo el mundo, a partidarios y detractores de los hedge fund por igual.
Gillian Tett
Financial Times

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, monopolios, multitud, politica.
“Sin miedo en Greenwich, Connecticut” es el título de la misiva en cuestión, que no puede encontrarse en la web de AQR Capital Management, ya que Asness ha querido dejar claro que se trata de un documento que no muestra el sentir del hedge fund que dirige sino la opinión personal de su autor, pero que ya circula por Internet en de diferentes páginas. Además, el gestor también quiere dejar muy claro que su compañía tampoco está envuelta ni tiene relación con la situación a la que se enfrenta Chrysler.
En ella, Clifford S. Asness ha tomado la bandera, hecha jirones, de la que otrora fue una orgullosa industria financiera que ahora se enfrenta al ataque y celo regulatorio de la administración Obama y a la ira y protestas populares por su implicación en la peor crisis financiera de la historia desde la Gran Depresión.
El gestor asegura estar “horrorizado” por los comentarios del presidente sobre los hedge funds, y califica sus palabras de “desfasadas” y “difamatorias”.
Este gestor, cuyo nombre ha saltado a la palestra en los últimos días, debe su fama y fortuna al uso de estrategias de inversión cuantitativas -quantitative investing- que se basan en el uso de complejos modelos matemáticos para invertir en el mercado.
La bancarrota de Chrysler, detonante de la polémica
El origen del enfado nace del plan de reestructuración de Chrysler, diseñado por el Tesoro de Estados Unidos. La automovilística venderá sus plantas y activos más valiosos a una compañía nueva que será controlada por Fiat y el Sindicato Unido de Trabajadores Automotrices (UAW por sus siglas en inglés), y dejará atrás los negocios no rentables así como los préstamos que ya no puede cubrir.
El acuerdo provocó división de opiniones entre los acreedores del gigante automovilístico cuya deuda asciende a 6.900 millones de dólares.
El plan contó desde el principio con el apoyo de los grandes acreedores de Chrysler entre los que figuran JPMorgan, Citigroup, Goldman Sachs y Morgan Stanley, entidades que han recibido ayudas de los fondos del plan de rescate financiero (TARP). En total, controlan el 70% de la deuda y aceptaron recibir 2.000 millones de dólares en efectivo.
El plan, sin embargo, fue rechazado en un principio por varios fondos de inversión liderados por Oppenheimer Funds y Stairway Capital a quienes Chysler debe 295 millones de dólares y a quienes se les ofrecía sólo 29 centavos por cada dólar de deuda en su poder.
La oposición de este grupo acreedores provocó las polémicas declaraciones de Obama sobre los hedge funds, a quienes culpó de la situación de Chrysler. Sus palabras desataron el enfado de Clifford S. Asness fueron el origen de la famosa misiva enviada al presidente de Estados Unidos.
El cabreo de este gestor es evidente a lo largo de todo el documento en el que llega a increpar al presidente:
"Dime el nombre de un sólo hedge fund que haya tenido que ser rescatado. Dime uno, aunque haya quebrado, que haya pedido ayuda al Goberno. Precisamente porque ningún hedge fund ha recibido ayuda pública puede levantarse contra estas amenazas".
Los hedge funds, una industria poco transparente pero poderosa -maneja 1,3 billones de dólares-, se muestran furiosos en privado, mientras que sólo Asness se ha atrevido a responder al presidente abiertamente. "Sé que esta carta ofenderá a la mitad de mis clientes, porque hoy en día es un error enfadar al presidente, pero espero que comprendan que no puedo sacrificar su dinero sin su permiso", y añade "espero que entiendan que estoy en mi derecho de utilizar mi voz y de hablar alto" y que "no pienso 'sacrificar' intencionadamente su dinero sin su permiso". Asness asegura que “los hedge funds necesitan realmente alguien que les organice” ante el miedo que ha ido creciendo en torno a Obama en Greenwich, aunque él mismo reconoce estar asustado al escribir la carta.
Acusa a Obama de desconocer la actividad de los 'hedge funds'
Asness carga contra el inquilino de la Casa Blanca por no tener en cuenta de dónde proviene el dinero que manejan los hedge funds cuando los acusa de "especuladores" e "insolidarios" a raíz de la quiebra de Chrysler.
Obama ha pedido al sector que comparta los sacrificios que están realizando los estadounidenses en la actual crisis financiera, pero para Asness eso sería como robar a sus propios clientes.
“Es el trabajo y la obligación de todos los gestores de inversión, incluyendo de los hedge funds, conseguir para sus clientes la mayor rentabilidad posible. Se les permite que sean caritativos con su propio dinero, y muchos lo son de manera espectacular, pero si entregan el dinero de sus clientes para compartir el sacrificio, entonces estarían robando", dice Asness.
Y añade, "los gestores tienen una obligación fiduciaria de cuidar el dinero de sus clientes lo mejor que puedan. No tienen por qué apoyar al presidente, ni oponerse a él, ni promover sus puntos de vista políticos ni personales. Así es como funciona el sistema".
"Cuando los hedge funds, planes de pensiones, fondos de inversión, particulares, incluyendo dulces abuelitas, prestan su dinero, esperan recuperarlo. Sin embargo, saben, o deberían saber, que asumen un riesgo de no recuperarlo. Pero si algo así sucede, generalmente no supone una pérdida completa del dinero".
Asness entiende el enfado y oposición de los hedge funds y asegura que con el plan de Chrysler se ha favorecido al UAW que entrega dinero y votos a favor del presidente, de ahí que se pregunte "¿por qué no pide -Obama- a su partido que 'sacrifique' algunas contribuciones y votos para su campaña, en pro del bien común?"
La pregunta queda en el aire.
¿Recibirá Clifford S. Asness respuesta?
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