Reconozcan la Verdad y la Verdad los hará libres.
Estamos observando como la mentira se apropia del poder, en lo mediático y en lo cotidiano, en áreas que son de alta importancia para la existencia y el fortalecimiento de los procesos de cambios naturales y necesarios en la humanidad.
Se miente de una manera tan descarada que raya en la cómica y la desvergüenza, cuando por hechos naturales y de conocimiento general y simple, se pretende desvirtuar la realidad, llevando a través de los ojos y oídos de la población una sensación de pánico y de indignación, provocados por elementos de imágenes, sonidos y mensajes, de hechos y personajes que con su sola presencia producen aversión y esto se hace a través de los medios de comunicación masivos, los que llegan a todos los que los ven y los escuchan.
Para las personas que dirigen el negocio de la comunicación es necesario tener y mantener un público cautivo que alienado puede ser fácilmente manipulable, hasta llevarlo a no razonar sus acciones, a no pensar ni controlar sus emociones, a no tener dominio propio, a no respetar la lógica de lo que se ve y se escucha, a defender una mentira que de hecho ya está condenada.
De igual manera, en las relaciones cotidianas, en ambientes de trabajo, está dominando la mentira, cuando vemos las fallas en las gestiones, en procesos, en procedimientos, que no concuerdan con el deber ser, la ética y las mejores prácticas y, sin embargo, se declara que no hay problemas, que todo marcha perfectamente, que no hay nada que temer, que las cosas están bajo control; el ver y constatar la realidad pareciera no ser prueba fehaciente para demostrar los errores y el alarmante deterioro de instalaciones, ambiente y organizaciones de trabajo, mas bien se toman como válidos los reportes, informes, números, curvas, barras, etc. que indican, según su contenido, lo contrario a la realidad que es tangible.
Los eventos cotidianos y naturales, fáciles de detectar pues constituyen parte del devenir de las personas, son llevados a una caja de resonancia de una manera estridente para que en contacto con la realidad se produzca un choque e impacte a las masas; es así como las estacionarias lluvias torrenciales, el creado tráfico vehicular de una gran ciudad, las tradicionales movilizaciones extra urbanas de la gente, los complejos procesos de trabajo, la necesaria educación de los niños y jóvenes, la indispensable producción y distribución de alimentos, la lógica búsqueda de la salud, la planificada recreación y manifestaciones públicas, de todo esto se hace un show, ya no para vender, mas bien para dominar y controlar; lo que indica que ya no importa tanto el poder económico como el poder político: claro con este ultimo se consigue y se mantiene el primero, al mismo tiempo que ambos comparten un sistema.
El poder de la mentira es el poder instaurado para dominar las mentes y convencerlas de que la razón está en ella, en la falsedad. Se miente desde el principio, para darle credibilidad y defensa del que asume la mentira como su verdad. Se monta el show para darle a la mentira la espectacularidad de convertirse en la magia de la televisión y la radio; se monta una presentación para darle a la mentira el formato que impacta y esconde la realidad.
Cómo creer en lo que dice un medio oficial si ya el galán del show extraoficial apareció bien tempranito en la TV y amaneció la voz, tergiversando todo con ese tono tan convincente de quien sabe leer más allá de las palabras, y del que ve más allá de lo material, porque previamente se hace una descalificación del conocedor de la materia para hacerlo ver y oír como mentiroso y farsante. Quien presenta el show puede ser uno más de los que apoyaron la tal mentira y ahora es un traidor, pues bien, nadie mejor que un traidor para expresar la mentira: el traidor, miente desde el principio.
También los hipócritas tienen cabida en el show cotidiano cuando sostienen informes e historias falseadas para generar confianza. Dicen apoyar una decisión, una posición, que viene de alguien a quien obedecen, pero por sus rostros se expresan y por sus obras se conocen perfectamente, que por el interés de mantener la confianza de quien los manda tienen que decir verdades que pertenecen a otro; raramente hay quien exponga sus criterios con la honestidad y la sinceridad de quienes son libres de espíritu, se vive exigiendo una libertad de expresión que no es más que la petición de que los liberen de las redes en los que ellos mismos han caído: la mentira.
Personajes que fungen ser dueños de medios de comunicación, siendo sólo empleados de un poder económico privado, también los que fungen ser dueños de una posición, siendo sólo empleados de un poder político que es público, ejerciendo un poder que no les pertenece, llegan a desvirtuar tanto la realidad que se creen dueños de la mentira y se pelean su veracidad.
Los espectadores pierden entonces la esperanza de que alguien se dedique a buscar la verdad en un mundo dizque virtual donde todo es creado para hacer un show que produzca diversión y entretenimiento con lo que está de moda: el terror y la violencia. Si no lo cree, escuche las canciones de los jóvenes hoy, vea los juegos con que se divierten los niños hoy, lea las noticias de la prensa de hoy, oiga el lenguaje como se expresa la gente hoy, vea las películas en el cine hoy, mire la programación de la TV hoy, salga a la calle hoy, entérese de cómo son las relaciones de trabajo hoy, observe como se transmiten los mensajes hoy, escudriñe sus sentimientos hoy.
Los espectadores y trabajadores se convierten en participes de una guerra entre poderes y pasan a ser las víctimas, cayendo ya en el lenguaje transmitido para controlar al enemigo, con un discurso que pide paz con violencia, que pide acuerdos con los menos cuerdos: atacando al enemigo que viene siendo el propio espectador y el propio trabajador.
Propongamos que se cierren los canales de comunicación de ambos bandos y que sean los afectados por la guerra quienes resuelvan los conflictos de los dos frentes, dejándolos de ver y de oír, con lo que se les exigirá cordura y respeto hacia un pueblo que quiso creer en ellos: en el poder vencer la mentira y en el poder comunicar la verdad.
Propongamos que se eliminen los intermediarios para transmitir los mensajes y administrar los poderes, y que sea el común quien se apodere de los medios de comunicación y del poder resolver los problemas del diario vivir.
Seguro ya no habrá terror ante lo que no se ve y la humanidad recuperará la fe en el verdadero poder:
LA VERDAD
Nimia Ramirez
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