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Una dolorosa toma de conciencia |
Comentaba el martes de esta misma semana que las últimas caídas bursátiles no eran sino consecuencia de una toma generalizada de conciencia sobre la dimensión de la crisis que nos afecta. Un shock de realismo que servidor había previsto más hacia finales de mayo/junio y que no ha podido llegar en mejor momento. Según mi escenario central, tal constatación de lo peliagudo de la situación se habría producido con una bolsa que habría recuperado gran parte de las pérdidas anuales y, por tanto, en una situación propicia para volver a colapsarse. Sin embargo, al llegar en un momento absolutamente depresivo para los mercados de acciones, se ha dejado de vender el rumor y se ha comprado el hecho. Los valores se disparan.
¿Qué puede ocurrir a partir de ahora? Es difícil predecirlo. Lo normal es que tengamos un par de meses de subidas que se verán aceleradas por los cierres de posiciones cortas que se han abierto a lo largo de los últimos meses. Dado que la macro se da por perdida, el foco volverá a estar en los resultados empresariales que, en el caso de algunas compañías, vendrán con comparativas positivas interanuales. Incluso podremos llegar a ver los índices puntualmente en positivo en el año. Dicho esto, estaremos hablando en cualquier caso de una estabilización y no de una mejora de la coyuntura. De ser así, lo normal es que a esas alturas el mercado recupere la sensibilidad a los noticias negativas (sell in May and go away). Mi pronóstico, en cualquier caso, permanece estable: cerraremos el año en minusvalías por debajo del 10%.
Llegados a este punto, rescato del baúl de mi correo electrónico, un brillante análisis que me enviara un lector hace apenas un mes. Creo que refleja muy acertadamente ese realismo al que me he referido al inicio de esta pieza, tanto a través del somero análisis que realiza de las causas de la crisis como de sus posibles soluciones. La edición es propia. Espero que les ayude en su toma de decisiones.
Una crisis fácil de prever, difícil de solucionar.
Esta crisis global y local en la que estamos inmersos es probablemente una de las más predecibles a lo largo de la Historia. Curioso el empecinamiento de muchos agentes económicos por aseverar lo contrario e insistir en frases como:
“¡Quién podía saber que esto podía ocurrir!”.
Únicamente dos elementos eran necesarios para anticiparla con absoluta claridad ya desde 2003-2004, casi cuatro años antes de su estallido: uno, conocimiento mínimo del funcionamiento y gestión financiera de bancos -y, en el caso español, cajas- y, dos, capacidad de abstracción de sentimientos humanos y sociales generalizados, especialmente en lo relativo al voluntarismo y la avaricia. Fíjense lo que les digo: ni siquiera era preciso profundizar en los mecanismos que explicaban entonces la evolución macroeconómica global y sus desequilibrios crecientes (ese “vendor financing” o financiación al comprador por parte del vendedor inmenso de China a Estados Unidos). No hacía falta porque bastaba con analizar someramente la situación bancaria local en muchos lugares del planeta y su relación con el sector inmobiliario, también local, en este caso, en algunos países concretos.
Y es que conocer mínimamente la gestión bancaria debía haber implicado una toma de conciencia, desde hace más de cinco años, de los elevadísimos riesgos que estaban afrontando a nivel mundial las entidades financieras (hecho especialmente grave en firmas que apenas tienen recursos propios en su balance). Tener claro los conceptos básicos referentes al nivel de financiación óptimo de una compañía, y los nocivos efectos de superarlo, parecería más que suficiente para anticipar lo que se nos venía encima. Pero no. Hacerse una somera idea de lo que estaba sucediendo en la financiación inmobiliaria era realmente sencillo para quien quisiera. Bastaba con saber de los descomunales ratios de valoración sobre salarios brutos de la unidad familiar que se estaban validando por parte de los bancos a la hora de conceder préstamos. Finalmente, abstraerse de sentimientos humanos generalizados significaba evitar creer en enunciados que el voluntarismo y a veces la avaricia humana suelen dar como ciertos para justificar lo injustificable.
Uno de esos postulados consistía en creer en el fin de los ciclos y en que “esta vez, el crecimiento global sin subida de precios es sostenible a largo plazo”.
La economía es una ciencia absolutamente inexacta, que yerra una vez y otra también en sus postulados. Ya saben lo que dicen algunos: Dios creó a los economistas para hacer buenas las predicciones de los astrónomos.
Es verdad que el crecimiento de la población y las ganancias de productividad han demostrado que contribuyen a la mejora económica en periodos largos de tiempo. Pero no es menos verdad que, aunque la pendiente de esa línea tendencial es una, como no podía ser de otra manera, y positiva, por el camino se pueden producir fluctuaciones más que notables, como de hecho se producen. Nunca hay un equilibrio permanente de oferta y demanda, inestabilidad que el crédito contribuye a exagerar. Cualquier análisis mínimamente racional y sencillo habría tenido en cuenta este hecho y habría anticipado sin ningún problema la crisis (nunca el momento exacto, pero sí que llegaría). Faltaba razón y lucidez.
Aterrizaje suave y voluntad administrativa.
Tópicos habituales de los años pre-crisis, frente a los que preconizábamos su llegada, eran frases como “pero si llevas dos años equivocándote”. Este hecho, a mi juicio, significaba que, con toda seguridad el estallido sería más virulento por cuanto las burbujas seguirían hinchándose y su explosión sería peor. Pero el grueso de la gente no pensaba así porque ni entendían los argumentos... ni querían entenderlos (las malas noticias aburren).
Otro tópico en los primeros días de la crisis fue el de “esperamos un suave aterrizaje”.
Eso era sencillamente imposible.
Cuando se generan desequilibrios tan descomunales como las observadas en los 2006 y 2007, sólo hay dos escenarios posibles: que no estallen o que lo hagan abruptamente. La motivación para que las burbujas se construyan es la sensación del inversor de que si tarda un día más en comprar lo tendrá que hacer a mayor precio (bueno, en realidad es la avaricia lo que condiciona sus actuaciones).
Una vez que estalla, exactamente el mismo razonamiento a la inversa tiene lugar (esta vez no hay avaricia, hay pánico).
El inversor vende hoy porque tiene la convicción de que mañana estará más bajo el precio (este movimiento se acelera sobremanera al principio porque los inversores tienen todavía mucho margen para bajar precios dadas las fuertes plusvalías latentes acumuladas).
Una reflexión bienintencionada.
Cuando la gente se desespera pidiendo soluciones a la crisis, debería intentar sacar lecciones para mejorar su posición competitiva y sobre todo no repetir errores. Y sobre todo asumir la realidad. La realidad es que esta crisis lo fácil era evitarla, era sencillísimo. No sé cuál es el presupuesto del Ministerio de Economía aquí y en otros países, o el del Banco de España y otros supervisores internacionales, pero seguro que es enorme y llama la atención lo poquito que hacía falta para prever la crisis, anticiparse y utilizar sus competencias para frenarla (y sus recursos, pagados por los contribuyentes, por cierto).
Con frenar el desaforado apetito de expansión de balance de la banca mundial desde 2003 obligando a provisionar con fuerza cualquier crédito inmobiliario o de dudosa calidad bastaba. En ese momento los ratios de endeudamiento bancario empezaban ya a ser preocupantes y las burbujas inmobiliarias empezaban a vislumbrarse con claridad.
El Banco de España fue el tuerto en el país de los ciegos, pero hay que reconocer su mérito de obligar a dotar provisiones anticíclicas a la banca española, enfrentándose tanto a los bancos como a las normas internacionales de contabilidad. Lástima que se quedara corto en el segmento de promotores.
Pero no nos engañemos, una vez que no se evitó el sobreendeudamiento de ciertas economías y éste se convirtió en descomunal, la solución al problema ahora es complicadísima. La deuda pesa como una losa y la demanda interna no despertará hasta que no se reduzca sobremanera. Cuantos más años duró la fiesta de sobreendeudamiento, más años sería lógico que durara la resaca.
Basta decir que para luchar contra la crisis todos los gobiernos del mundo dan por buenas medidas que durante las últimas décadas se hubieran considerado muy negativas (tipos de interés cero, fuertes déficits públicos, elevada deuda pública, impresión de dinero). Y las dan por buenas con el siguiente argumento:
“en crisis comparables anteriores se hizo lo contrario y no funcionó”.
En fin, no parece del todo tranquilizador.
¿Qué hubiera sucedido entonces de haberse aplicado las actuales recetas? Nadie lo sabe. Por otro lado, excepto en el caso de Estados Unidos, todos los principales gobiernos de países desarrollados que fueron incapaces de hacer lo más fácil (prever la crisis), son los responsables de intentar ahora lo más difícil (solucionar la crisis).
Excepto en el caso de Obama, que sí es nuevo en esto pero que, oh sorpresa, se ha rodeado de un equipo experimentado. Allí está la esperanza y no es asunto baladí porque gracias a Dios, sí ha cambiado de gobierno la economía que durante los últimos quince años ha tirado del resto del mundo.
Contracción de salarios y confianza.
Otra esperanza es que el ser humano siempre saca lo mejor de sí mismo en momentos de crisis. Es de esperar que de uno u otro modo, esto termine generando una mejora de productividad en el largo plazo (aunque con consecuencias dolorosas a corto plazo). Y las mejoras de productividad vienen principalmente bor dos vías: reducir costes para producir lo mismo (devaluaciones, descensos salariales), o aumentar lo producido gastando lo mismo (formación, I+D, infraestructuras).
Evidentemente lo ideal sería lo segundo, pero si no se produce, y no se producirá a corto plazo, la mayor competitividad sólo podrá venir de la mano de un menor coste del empleo, esto es: mayor paro y contracción de los sueldos (que no llegarán voluntariamente sino como consecuencia de la pérdida de poder de negociación de los empleados ante la delicada situación del mercado laboral; de ahí que el debate sobre los convenios sea a día de hoy absurdo).
Cuando el proceso se complete, será el sector exterior la palanca a la que aferrarse para la recuperación. Hasta que no suceda, encefalograma plano de la economía y más desempleo. Por eso no se puede saber temporalmente cuándo terminará la crisis, sí se puede saber conceptualmente (cuando los costes de las empresas caigan ostensiblemente y empiecen a exportar por ganancia de competitividad).
Un último comentario, no puedo resistirme a mencionar algo a lo que muchos dirigentes y agentes se aferran:
“Cuando se restablezca la confianza, las cosas volverán a su normalidad”.
Pues nada, a esperar.
Se comenta como una causa algo que no es sino una consecuencia ... y así nos va, que ha pasado año y medio desde el cierre de los mercados interbancarios y todavía los dirigentes no se han enterado del diagnóstico correcto de la crisis. La creencia en que la confianza volverá es lo que ha agravado la crisis y retrasado políticas de limpia de balances y posterior recapitalización bancaria ineludibles.
La confianza volverá antes a economías competitivas, flexibles y poco endeudadas, y tardará bastante más en aparecer por países con debilidad competitiva y deuda elevada. Será una consecuencia de aquello, de una buena gestión económica, y no causa de una recuperación. Tanta alusión a la confianza por parte de algunos gobernantes, llevado al absurdo, me recuerda a un entrenador de fútbol que tiene que enfrentarse al mejor Barcelona de la historia con un equipo formado por veteranos mayores de cincuenta años. Y como táctica no deja de gritar y motivar a sus jugadores en el vestuario antes de iniciar el encuentro, haciéndoles ver que son los mejores.
Por mucho que anime y mucha confianza que les aporte, lo que no puede ser, no puede ser.
Otro caso curioso es la manía de animar a consumir a ciudadanos de países, tanto endeudados como no, como instrumento base de algunos gobernantes para iniciar la senda de la recuperación. Pues nada, llevado también al absurdo esta insistencia de aumentar el consumo, he de terminar inmediatamente el artículo porque he quedado con mi mujer para adquirir a lo largo del día tres lavadoras, dos coches y dos frigoríficos.
¿El motivo?
Muy evidente, si consumo más la economía irá mejor y tendré menos probabilidades de ser despedido. Mucho mejor eso que invertir en cursos de formación que me capitalicen para ser más productivo a futuro en el mercado laboral ...
S. McCoy

Etiquetas: conocimiento, medios, memoria, monopolios, multitud, politica.
En promedio, le dieron al presidente una calificación de 59 puntos sobre 100. Aunque las opiniones variaron mucho, el 42% de los encuestados calificaron a Obama con menos de 60 puntos. A Geithner le fue aún peor, con una calificación promedio de 51 puntos. El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, recibió una mejor puntuación, obteniendo un promedio de 71 puntos. "El equipo de Obama ha desperdiciado su oportunidad", dijo David Resler, de Nomura Securities.
Algunos economistas tampoco se mostraron muy impresionados por el paquete de estímulo de US$787.000 millones. El 43% de los entrevistados manifestó que EE.UU. necesitará un nuevo plan de estímulo de casi US$500.000 millones. Otros se mostraron escépticos respecto a la necesidad de un estímulo. "El paquete que se aprobó fue demasiado grande y llegó demasiado tarde", dijo Dana Johnson, de Comerica Bank.
Sin embargo, la queja principal de los economistas se centra en la falta de claridad sobre el rescate bancario. "El tema más importante a corto plazo es el rescate financiero", dijo Stephen Stanley de RBS Greenwich Capital. "Prometieron demasiado y han cumplido muy poco. El secretario Geithner programó un gran discurso y sólo presentó un programa vago. La incertidumbre se cierne sobre todos".
Geithner reveló los planes del gobierno de Obama el 10 de febrero, pero ofreció pocos detalles y las acciones se derrumbaron. El Promedio Industrial Dow Jones ha caído casi 20% desde el anuncio. En las semanas posteriores, el secretario del Tesoro ha comparecido ante el Congreso y ha ofrecido nuevos detalles, pero ha dicho que faltan semanas para que se empiecen a implementar medidas concretas.
El Departamento del Tesoro ha empezado a someter a los bancos a pruebas de resistencia en un intento por determinar qué instituciones necesitarán capital adicional, pero los resultados no se conocerán hasta dentro de unas semanas. Entre tanto, una parte clave del plan —una asociación público-privada para retirar los activos tóxicos de los balances de los bancos— sigue en la fase de gestación. "Ahora es el momento de actuar" para combatir la recesión global, dijo Geithner durante un encuentro con reporteros el miércoles de cara a una reunión de ministros del Finanzas del Grupo de los 20 que tendrá lugar el fin de semana en Londres.
Geithner se está topando con los mismos problemas que su predecesor, Henry Paulson, para lidiar con la complejidad de un plan de rescate. Richard DeKaser, economista de Woodley Park Research, les dio una buena calificación a Obama y Geithner, pero reconoció estar decepcionado con la demora del nuevo gobierno para pasar a la acción, aunque reconoce la magnitud de la tarea. "No sé lo que los está retrasando", aseveró. "Pero supongo que no es sólo porque están jugando al golf".
Los mercados inicialmente recibieron con beneplácito el nombramiento de Geithner, quien, en su rol como presidente de la Reserva Federal de Nueva York, ha estado en la primera línea del combate contra la crisis desde su estallido. En las semanas siguientes, sin embargo, Geithner ha tenido que lidiar con problemas fiscales y críticas de personas opuestas a cualquier rescate, así como quienes piensan que el gobierno debería estar haciendo más.
El deterioro de la recesión estuvo en las mentes de los economistas, que volvieron a aplazar su pronóstico para una recuperación. El mes pasado, estimaban que la economía tocaría fondo en agosto. Ahora, prevén que la economía estadounidense seguirá cayendo durante el segundo semestre para registrar un tímido repunte en el tercer trimestre.
Los economistas encuestados este mes calculan que EE.UU. perderá 2,8 millones de empleos más en los próximos 12 meses y que la tasa de desempleo aumentará a 9,3% antes de diciembre, comparado con el 8,1% de febrero. También estiman que la probabilidad de que EE.UU. caiga en una depresión, definida como un declive de 10% o más en el PIB per cápita o el consumo, es de una en seis.
Los economistas no reservaron sus críticas sólo para EE.UU. El 70% de los participantes calificó de inadecuada la respuesta de los gobiernos en todo el mundo a la recesión global. "Los europeos o los japoneses parecen estar muy lejos de estar haciendo lo suficiente para reanimar sus economías", dijo Nariman Behravesh, de IHS Global Insight. "EE.UU. podría haber acertado en todo, pero el resto del mundo igual tendrá un pésimo desempeño".
Todo ello lo que vino a evidenciar la debilidad estructural de la economía mundial y la fragilidad de economías fuertes, tantas veces señaladas por nuestro Presidente Hugo Rafael Chávez Frías en sus diversas entrevistas y alocuciones, confirmando una vez más que la hermandad de economías que dependen de un sacrificio de muchos, y beneficios de pocos, están en crisis, cuando la principal es afectada por cualquier motivo.
Para muchos esperaban que la recesión inminente que se avecinaba en los Estados Unidos, para finales del cierre del primer trimestre del 2008, tendría en las medidas tomadas por Bush y por la Reserva Federal como un antídoto.
Por otra parte Europa no escapaba de esta crisis y basaba en una posible desaceleración y alza en la inflación donde se aplica el Euro como moneda, creando problemas graves para los Bancos Centrales tratando de buscar puntos de equilibrios en esos dos factores señalados.
Ahora, lo mas grave de todo es que por el temor que la crisis se agudizara, trataron de lograr una “transparencia” en los mercados entre los que se citan a la banca y agencias de colocación de riesgos.
Y algo que todos debemos saber, que Europa trató de sentar precedentes apoyando al Fondo Monetario Internacional convirtiéndolo en una especie de policía de las finanzas globales.
España y Bruselas, inteligentemente, en una mini cumbre europea que se llevó a cabo el Londres, en la que no fueron invitados, afirmaron que al tratarse de mercados globales el trabajo presentado no lo considerarían como proyecto definitivo, habida cuenta que el origen de esta catástrofe económica lo fue Estado Unidos, serían ellos los que deberían tomar las medidas de corrección.
Igualmente se anunciaba para comienzo del año 2008 que se esperaba los resultados económicos de los EE UU al cierre del primer trimestre indicando que si sus resultados no eran positivos el horizonte económico no sería muy alegador con grandes pérdidas económicas financieras, una recesión y una baja en el crecimiento del PIB. Hoy esos mensajes se dieron y estamos ante una economía mundial plagada de espantos mientras que la nuestra aparatada de los sistemas capitalistas se encuentra estable, con algunos golpecitos productos de algunos cordones umbilicales que aun existen en las economías modernas.
José Agustín Reverón Orta
Greenspan recurre a esta explicación como la más creíble para explicar la creación y posterior estallido de la burbuja inmobiliaria y negar que fuera la Fed la culpable de la misma por las políticas de “dinero fácil” llevadas a cabo durante los últimos años. Greenspan erconoce, no obstante, que "ciertamente fueron las tasas más bajas las que generaron la euforia especulativa”. Sin embargo, señala que los tipos de interés que importaban no eran los de los fondos federales", agregando que el vínculo entre las tasas hipotecarias estadounidenses con las tasas de corto plazo ha sido muy estrecho durante décadas”.
La Fed se dio cuenta de la desconexión entre la política monetaria y las tasas hipotecarias cuando estas últimas no respondieron como se esperaba al ajuste de la Fed de mediados del 2004, dijo Greenspan, quien fue el presidente del banco central estadounidense desde 1987 hasta el 2006.
Dada la desvinculación de la política monetaria de las tasas hipotecarias de largo plazo, la aceleración del sendero de ajuste monetario que la Fed llevó a cabo en el 2004 y el 2005 no podía haber evitado la burbuja inmobiliaria, sostuvo Greenspan. "Las soluciones para las fallas de los mercados financieros reveladas por la crisis son mayores requisitos de capital y un combate más amplio contra el fraude, no un mayor manejo microeconómico de parte de las entidades del Gobierno", escribió Greenspan.
Cualquier nueva regulación debería mejorar la capacidad de las instituciones financieras para dirigir efectivamente los ahorros de una nación hacia las inversiones de capital más productivas, agregó. "En los próximos meses nuestro desafío será instalar un régimen regulatorio que asegure un manejo responsable de los riesgos de parte de las instituciones financieras, mientras se las alienta a continuar asumiendo los riesgos necesarios e inherentes en cualquier economía de mercado exitosa", dijo.
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